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CRÓNICA HISTÓRICA
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PBODBOMO
La palabra austera de un veterano que hizo tronar -victorior
sos los cañones de la Patria en los campos del Paraguay, el
juicio severo y reposado,— inserto á continuación,— que al cot
ronel Federico Mitre arrancó la consideración de que nuestros
cuerpos carecen «aun de una simple reseña cronológica de sus
hechos de armas más. notables», me indujo á rememorar la ac
tuación de uno de ellos y al solicitar de S. E. el señor Minis:
tro de la Guerra la publicación de la obra, le manifestaba que;
«en el deseo de contribuir con mis modestos conocimientos á
la divulgación de los gloriosos antecedentes del Ejército Ar-
gentino he redactado la «Crónica histórica del N° 2 de Infan-
tería de línea» desde su fundación á nuestros días, acumulando
en sus páginas,— acrisolados por severa compulsación y con
criterio imparcial,— los hechos más notables de nuestra tradi-
ción militar de que ha participado, con actuación generalmente
distinguida, esta unidad. El propósito queda revelado por sí
mismo:— servir en la esfera de mis aptitudes al. conocimiento
de hechos gloriosos que emulan y de los adversos que dejan
enseñanzas previsoras, y quedaría satisfecho si esta tendencia
ejemplarizara para despertar en otros el anhelo de dedicar su
inteligencia y su tiempo á difundir los concernientes á los de-
más cuerpos».
Tal intención ha dado forma á esta obra; sin ser ajena á
ella la persuasión de que es deprimente para la intelectualidad
~ 6 -
argentina que haya cantado el romance la vida de audaces
bandidos— ó perdularios endiosados por el afán del lucro— y no
se conozca la historia de las unidades del ejército que, al la-
brar con su valor, lealtad y abnegación nuestra propia gloria^
modelaron con sus esfuerzos el pedestal en que la gratitud na-
cional levantaría más tarde las figuras de nuestros proceres.
Habré, pues, satisfecho cumplidamente mi propósito si la na"
rración de los hechos con que el «2 de Infantería» ha jaloneado
su pasaje en campañas memorables tiende á acrecentar en los
soldados de hoy el noble espíritu de emulación que mueve á
seguir las huellas de los privilegiados cuyas acciones y carác-
ter despiertan el justo amor y respeto de la posteridad y excita
en la familia militar el deseo de hacer resaltar el brillo de las
insignias que la distingue por el mérito contraído por sus an-
tepasados que es obligación de los sucesores conservar y acre-
centar.
El superior decreto que sigue demuestra por sí, que mi mo-
desto esfuerzo no ha sido vano y al recompensarlo, con gene-
rosidad que agradezco íntimamente, entiendo que difícilmente
podrá estimularse mejor el celo de los que se sientan anima-
dos á imitarlo:
«Buenos Aires, julio 23 de 1904.— Habiéndose establecido con
anterioridad por este Ministerio recompensar trabajos de la
índole del que presenta el solicitante, pase á la Dirección Ge-
neral de Arsenales de Guerra para que por los talleres de im-
prenta y encuademación se impriman ochocientos ejemplares
de la obra de referencia; de los cuales, quinientos serán remi-
tidos á la Biblioteca Central para su distribución en el Ejér-
cito y trescientos entregados al autor, en compensación de su
útil trabajo. -Fdo. Pablo Riccheri. »
BISTOBIA SB LOS OUBBPOS C)
La historia de los cuerpos del ejército se encuentra tam-
bién paralizada; las c^rdenes generales y disposiciones vigentes
que mandan se remita á esta repartición la historia de cada uno
y relación histórica anual del mismo, han quedado anuladas, y
esto sin que la autoridad de V. S. las hubiere expresamente
derogado, sino por la voluntad de los encargados de su cum-
plimiento que, en vez de obedecerlas, han hecho caso omiso de
ellas y su efecto como es consiguiente, no ha dado el resultado
que se esperaba al dictarlas.
Aflige verdaderamente un estado tal de indiferencia, y apena
el considerar que ella pudiera indicar un principio de decaden-
cia en nuestro sentimiento patrio por el amor de sus gloriosas
tradiciones, y se presta también á graves reflexiones si se
piensa que durante el lapso de tiempo transcurrido, aun no se
ha dado cumplimiento á una disposición tan acertada, que no
requiere por lo grande de su importancia, ni la acción del su-
perior, ni el acicate de la obediencia, sino la iniciativa propia
y espontánea de los encargados de mantener y avivar el espí-
ritu de cuerpo, que debe fundarse en ilustrar y enaltecer con
hechos y gloriosas hazañas, las páginas del que fué confiado á
su pericia y dirección.
(') De la Metnoria dvl Ministerio de Guerra y Marina correspondiente al afto
1893.
- 8 -
Es tanto más notable esa falta de espontaneidad cuanto que
nuestro ejército, con casi un siglo de existencia, presenta un
caso típico que quizá no encuentre igual en los anales de
los ejércitos regulares del mundo, como es, el de carecer
sus cuerpos de historia y aun de una simple reseña cro-
nológica de sus hechos de armas más notables, y ante esto,
ocurre preguntar ¿Será acaso porque carecen nuestros cuerpos
de acciones dignas, de brillantes y honrosas páginas por lo que
su historia permanece en el olvido? V. S. sabe que es todo lo
contrario.
La gratitud nacional que levantó estatuas .á nuestros ilustres
guerreros y hecho imperecedero su nombre, ha glorificado en
ellos el valor y la constancia de las legiones que supieron di-
rigir y que fueron las que conquistaron los laureles que la gloria
ha ceñido á su frente; esas legiones las formaban nuestros
cuerpos actuales que si en su origen tenían distintas denomi-
naciones, la tradición de sus memon^bles acciones ha quedado
inalterable, y cada cuerpo debe conservarla como un florón de
inestimable precio por ser la herencia de gloria que le legaron
sus fundadores; las páginas brillantes de nuestra historia na-
cional tienen su origen también en los hechos de heroísmo de
esos cuerpos, en su lealtad y bravura.
Creo, pues, firmemente que una vez que V. S. se haya dado
cuenta de un proceder t^m irregular, ha de procurar corregir
con firmeza ese abandono qué tan hondamente lesiona la ins-
titución armada, y que no es concebible, dado el impulso em-
peñoso que su ilustrada competencia procura dar al ejército y
al espíritu profesional que desea despertar en sus miembros.
Federico MrrRE.
F Época
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
7
Contra la anarquía
CREACIÓN DEL N* 2 DE INFANTERÍA DE LÍNEA
SSPEDICIÓIT CONTSA LOS BEACCIONABIOS
Organización de las fuerzaB- -Itinerario de las marohas — Aprehensión
de los reaooionarios— Ejecución — Toma de pueblos— Ataque &
Cotagaita— Victoria de Suipacha— Fusilamientos.
De varios de los cuerpos del ejército argentino que actua-
ron en las campañas de la Independencia, (entre los que está
comprendido el «N" 2 de Infantería»), puede su arranque iniciarse
el 29 de mayo de 1810, fecha en que la junta dispuso que: «los
batallones militares existentes se elevaran á regimientos con
la fuerza efectiva de 1116 plazas, reservando proveer separa-
damente sobre el arreglo de la caballería y artillería volante» C).
Es, pues, desde el día citado que recibió su numero el cuerpo
cuya actuación histórica rememoro; habiendo sido creado, lo
mismo que el «N** 1 de Infantería», sobre la base de los «Patri-
cios» que mandaba Saavedra O-
o En los sig^uicntcs artículos s? ordenaba que volvieran al servido los sol-
dados rebajados; se practicara una rlifurosa leva desde los 18 A los 40 años entre
los que no tuvieran ocupación conocida y se encomendaba al coronel Miguel de
Azcuénaga el cumplimiento de la orden.
'») Al Tribunal y Audiencia^ Real de Cuentas se le ordenaba, el 21 de octubre
de IKIO que arrejflas? sus operaciones, en la intelijfcncia que esos cuerpos «per-
tenecían A la clase de veteranos desde el 29 de mayo de lt<10». lo que corrobora
la afirmación del texto.
- 12 -
Convicciones arraigadas me liberan de relatar los antece-
dentes del cuerpo que dio sus cuadros para formar la sólida
columna' que más tarde sería para el ejército nacional el «X® 2
de Infantería», porque conceptúo que no nos conciemen lasp:lo-
rias conquistadas por los «^ Patricios», cuando aquéllos luchaban
por y para la Corona y obedecían á la autoridad secular que
caducara para siempre el 25 de Mayo. Tenemos sobrados lau-
reles y es pesada la herencia de heroísmo que se nos ha legado,
para que aun se pretenda recargarla con los arrancados á los
valientes de Berresford y Witelocke.
Uno de los primeros actos de la Junta revolucionaría, luego
de crear el «N® 2» conjuntamente con el *X** 1», (') fué distri-
buir entre el «2^ Regimiento» y el *3% las compañías de natu-
rales que hasta entonces habían permanecido adscriptas al
«Cuerpo de Castas» (').
Sentadas estas premisas en comprobación de asertos que des-
dicen de lo aseverado por otros historiadores (^), réstame re-
latar la actuación del *X** 2» en las primeras campañas eman-
cipadoras.
Como en el Cabildo abierto del 25 de Mayo se dispuso en-
viar una expedición de auxilios á las provincias interiores, con
el cometido de garantizar la libre elección de los diputados y
sofocar la reacción realista, fué designado para comandarla el
coronel D. Francisco Antonio Ortíz de Ocampo, quien revistó
las fuerzas que la componían, en número de 1500 hombres, el
26 de junio en la entonces Plaza Mayor {*).
Con esas fuerzas, que el más desinteresado patriotismo sos-
tenía, marchaban dos compañías del *X^ 2^ i").
(') siempre revistaron unidos ambos cuerpos en los documentos de los años
10 y 11.
(«) Decreto de la junta, del 8 de junio de 1810.
(*) El Dr. Saldías en su obra «Los números de línea'^, asejrura que el <«L'» fué
creado por un decreto del Triunvirato, en el aflo 1812.
(*) F'ormaban la columna- dos compañías de cada uno de los reirimientos de
infantería Nos. 1. 2. 3. 4 y ó; el de o Castas»)-, Tá) veteranos artillero^; 50 artilleros
de la Tnión. 'ü) soldados del Fijo. :n) Drajrones, ."jO Húsares, 100 Blandentrucs; lle-
vando además 4 piezas volantes y 2 obuscs.
(*) En la subscripción levantada para cubrir los pastos de la expedición figu-
ran los jefes y oficiales del «1» y «2'» unidos, oblando las sij;ulentes sumas:
Corotid: Cornelio Saavedra, óO Es.
- 13 -
Después de proclamadíi por Saavedra, rodeado á la sazón
por un pueblo que entusiasmado vitoreaba á los expediciona^
ríos, la división se trasladó en el día al Monte de Castro (^) y
el 12 de julio abandonó su campamento para ocupar sucesiva-
mente á Lujan el 14, Salto el 18, Pergamino el 20, y de allí, de-
jando á la izquierda los fortines de Melincué é India Muerta,
dirigirse á la Esquina^ pasó luego por Fraile Muerto y campó
en Paso de Ferre3-ra el I*' de agosto.
De allí se desprendió Balcarce con 306 hombres para entrar
en Córdoba el 5 de agosto, mientras Ocampo, siguiendo sus
pasos, llegó cinco días después.
Enterado el primero de la huida de Liniers, emprendió una
marcha forzadísima con sólo 75 hombres en su persecución,
dándole alcance á inmediaciones de la posta de las «Piedritas»
y en las cercanías aprehendió á los demás complotados (*) cuya
sangre fué preciso verter para asegurar la independencia.
Tenietite coronel: Esteban Romero, 400 Fs.
Sargento mayor: Juan J. Viamontc, 150 Fs.
Capitanes: Francisco Pico, 25 Fs.; Martín Medrano, 8 Fs.; Francisco Uzal, 50
Fs,; Saturnino Saraza, 12 Fs.; Juan Antonio Pereyra, 200 Fs ; Benito Alvarez
20 Fs.; Pedro M. Pardo, 8 Fs.; Pedro Castro Carranza, 48 Fs.; Eustoquio Díaz
Vélez, 50 Fs.; Marcelo de la Colina, 8 Fs.; Gregorio Ig. Perdricl. 25 Fs.
Ayudantes mayores: Francisco Martínez, 20 Fs.; Juan Francisco Tcllo, 20 Fs.:
Juan M. Hernando. 20 Fs.
Tenientes: Pablo Illescas, 20 Fs,; Manuel Albarracín. 8 Fs.; Melchor Martínez
Echagüe, 12 Fs.; Francisco Perdriel, 4 Fs.; Vicente Silva, 4 Fs.; Juan Pablo
Merlo, 8 Fs.; Manuel Albcrti, 20 Fs.; Francisco Fen, 4 Fs,; Mariano Díaz, 10 Fs,;
Antonio Herrero, 29 Fs., Silvestre Santiago Alvarez, 16 Fs.; Victoriano Naya,
8 Fts.; Benito Suárez. 4 Fs.
Subtenientes de bandera: Leoncio Rodríguez. 6 Fs.; Jerónimo Helguera. 4 Fs.;
Juan J. Martínez Fontes, 4 Fs.; F'rancisco Pelliza, 6 Fs.
Subtenientes: José Roa 8 Fs.; Martín Justo Venteal, 4 Fs.; Manuel Blanco. 6
Fs.; Francisco Pérez, 4 Fs.; Nicolás Pombo de Otero, 10 Fs.; Luciano Cuenca.
4 Fs.; Agustín Vidal, 8 Fs.; Eustaquio Cabot, 4 Fs.; Pedro Corrudo. 12 Fs.; José
Rodríguez, 10 Fs ; Mateo Fontuso, 8 Fs.; José María Rojas, 4 Fs.; Pedro Scran-
tes, 2 onzas; Manuel Patricio Rojas, 6 Fs. mensuales.
Cirujano: Matías Rivero, 15 Fs.
Capellán: Roque Hlescas, 17 Fs.
Sargentos: Pablo Heredla, 2 Fs.; Manuel Peña, 4 Fs,
Soldado: Anselmo Farías, su mujer y siete liijos, 17 Fs.
(>) Jurisdicción de San José de Flores. La fuerza campó en la finca de Juan
Pedro Córdoba.
(«) A Liniers lo tomó el ayudante José María lorien-, á Conclia, Allende. Mo-
reno y Rodríguez y el teniente Domingo .Albariftos y al obispo Orcllana, el sub-
teniente Manuel Patricio Rojas, que figura en la lista de donantes adscripto á las
compañías del «2».
- 14 -
Reunido Ocampo á las fuerzas que quedaron en Córdoba, in-
formó tí la Junta de lo ocurrido y recomendó al propio tiempo
la abnegación, valor y subordinación de las tropas expedicio-
narias C).
Luego de reorganizadas las fuerzas y separados algunos ofi-
ciales que desma3^aron en la primera prueba, las desprendió
en unidades de 100 hombres para reunirse á Balcarce que á la
sazón marchaba sobre Jujuy, á donde llegó el 16 de septiembre
y continuó (Balcarce) la marcha en procura de las tropas del
coronel español Indalecio González de Socasa, que hacían co-
rrerías desde Tupiza á Yaví. Ocupó sucesivamente estos pun-
tos y se dirigió á Cotagaita, donde lo esperaban los enemigos
fortificados. Recibida por Balcarce la artillería y nuevos con-
tingentes O decidió el ataque de la posición, que fué llevado á
las 3 a. m. del 27 de octubre. Aquellas tropas bisoñas comba-
tieron con increíble tesón hasta las 2 p. m.,hora en que se or-
denó la retirada, que se ejecutó en perfecta formación hasta
Machara, sin que se atreviera la fuerza realista á perseguir á
la diminuta columna que se le había impuesto por su arrojo O.
Entre este punto y Suipacha despachó el jefe patriota un
espía para que informara á los españoles de un supuesto des-
aliento y falta de municiones que se sentía en las fuerzas re-
volucionarias, y alucinado Córdoba con tales noticias resolvió
moverse y caer el 7 de noviembre á las 7 a. m. sobre Balcarce,
que lo recibió con las guerrillas que había desprendido con or-
den de retrogradar paulatinamente sobre el grueso de la co-
(0 Oficio de fecha 11 de agosto, al que la Junta contestó el 18 dando las gra-
cias nd ios ojicialvs y tropa dv la expedición, que es bevdecidn por ti pueblo
agradecidos.
(*) A las fuerzas que Ocampo le mandó de Córdoba unió un contingente de 300
hombres que dio Tarija. Esta sucesiva acumulación de tropas, obligaba A Balcarce
á reorganizar continuamente sus fuerzas, lo que hace imposible saber á ciencia cierta
la actuación de las dos compañías del uL'» que partieron de Buenos Aires y de su-
poner es, que. al ser incorporadas á otras unidades, perdieron su nominación.
Fundo este aserto en que el único dato que al respecto he obtenido del «2» en es-
tas acciones, es que frente á Cotagaita desertaron el cabo José Seijas y el sol-
dado Santos Muria, que revistaban en ese cuerpo.
{*) «La tropa se ha portado con intrepidez y valor, pues A llegado á Pecho
descubierto A tomar agua y hacer fuego, vajo del de mosquetería y Baterías ene-
migas: no le he permitido atacar á Bayoneta como lo solicitó repetidas ocasiones,
reconociendo q'hiba mucha parte de ella a sacrificarse». (Parte de Balcarce).
- 15 -
lumna, cuando fueran seriamente hostilizadas. Así atraídos los
realistas á las posiciones ocupadas de antemano, sufrieron tan
vigoroso é imprevisto ataque que, á raíz de una corta lucha,
se desbandaron huyendo por las serranías y arrojando las ar-
mas que, parece, les molestaban C).
Dos obscuros soldados arrancaron en Suipacha la primera
de las muchas banderas que el Ejército Argentino tiene con-
quistadas C).
Obtenida esta brillante victoria marchó Balcarce sobre Cota-
gaita para luego continuar su carrera triunfal hasta la imperial
villa de Potosí, á donde entró el 25 de noviembre O.
Allí tuvo que desarrollarse un nuevo drama de sangre en
aras de la libertad. A las 9 p. m. del 14 de diciembre, en una
de las piezas de la Real Casa de Moneda, el secretario Máxi-
mo Zamudio leyó á Paula Sanz, Nieto y Córdoba, la sentencia
en que el representante Juan José Castelli los condenaba á ser
arcabuceados á las 10 a. m. del día siguiente, en la Plaza Ma-
yor O.
La isalvación de la gran idea exigía matar, regar con san-
gre de opresores el territorio entero y sordo á las súplicas que
paralizan las voluntades indecisas, el patriota Castelli, con ener-
gía férrea, sembró el terror en el Alto Perú para redimir á los
pueblos que se arrastraban y darles la soberanía que los dig-
nificaría.
(') Córdoba, en compañía del cura Latorre, fué el primero en huir.
(•) Los hermanos Mifiru^l y Angrel Gallardo.
(•) El 15 de noviembre la Junta había relevado del mando á Ortíz de Ocampo,
desimanando A Balcarce para reemplazarlo; nombramiento que recién conoció éste
el 1° de diciembre, en Potosí.
(*) El día del fusilamiento cumplían 22 años que Sanz había inifresado al go-
bierno de Potosí. Nieto y Córdoba fueron enterrados en la ijrlesia de la Cari-
dad y Paula Sanz en el monasterio de Monjas Teresas.
CAMPAÍ^A AL FABAaüAT
Fuerzas expedicionarias — Invasión al Paraguay — Toma del Campi-
chuelo — Combate de Maracaná— Combate de Faraguary — Betira-
— Combate de Tacuary — Armisticio.
El 4 de septiembre de 1810 la Junta designó al general Bel-
grano para operar en la Banda Oriental y posteriormente (*)
hizo extensiva su acción á Corrientes y Paraguay, nombrán-
dolo comandante en jefe de la expedición que había de llevar
el credo de la libertad al centro de aquel país en que no es la
tiranía una planta exótica.
Con un plantel de 200 veteranos marchó hasta la Bajada,
en donde se le unió el capitán (con grado de teniente coronel)
Gregorio I. Perdriel (•) con 200 soldados de los regimientos 1°
y 2 de infantería, formando en la 4^ división (').
En los últimos días de octubre marcharon las fuerzas á Cu-
ruzú-Cuatiá y adelantaron hacia el río, pasándolo por Caagua-
zú, para seguir hasta Candelaria, á donde llegaron el 15 de
diciembre.
Allí prepararon botes y balsas para pasar al Campichuelo {*).
Al vadear el Paraná para internarse en aquel delta en que
(«) 24 de septiembre de 1810.
O 16 de octubre de 1810.
(*) Con algunas milicias que reunió y las fuerzas veteranas formó Belgrano cua-
tro divisiones.
(*) Entre las balsas se construyó una de mayores dimensiones que sostenía un
caftón de A 4 en condiciones de hacer fuego.
- 18 -
la naturaleza ha prodigado sus más lujuriosas galas, encontró
Belgrano un pueblo que, al renegar de las tendencias que
llevaron al cadalso á Padilla, había sido domado por la dis-
ciplina teocrática y apático soportaba el suave yugo de Ye-
lazco.
Antes de decidirse á abrir la campaña comisionó á Wames
para conducir los pliegos y proclamas en que incitaba á los
paraguayos á liberarse; pero, enterado que su enviado había
sido engrillado y maltratado por la soldadesca y los nativos,
que preferían la esclavitud en que los había educado Lázaro
de Rivera á la independencia que les brindaba el más noble
de los generales argentinos, emprendió el pasaje del río á las
3 a. m. del 19 de diciembre, apoderándose momentos después
de la Batería del Campichuelo; luego ocupó á Itapuá y cinco
días después se posesionó de Tacuary.
Al aproximarse el 5 de enero á Tebicuary, supo por conducto
del alcalde de segundo voto del pueblo de Santiago (') que lOÜ
soldados paraguayos habían aprehendido al subdelegado Pedro
Rivera porque se le encontraron proclamas de los patriotas y
en persecución de éstos lanzó á Perdriel con la compañía del «2».
Dieron alcance al enemigo, después de marchar toda la noche,
en el Monte de Maracaná librándoles un breve pero brioso
combate en que el empuje de los 70 soldados independientes
fué tan vigoroso que puso en fuga á la partida de Roxas (*).
Perdriel regi'esó con dos prisioneros, un paraguayo y un mi-
ñón O, y se incorporó al grueso de la columna en Espíndola.
Después de este segundo triunfo se continuó la marcha hasta
el Arroyo de Ibáñez (16 de enero); ordenadas sus fuerzas (*)
lo vadeó á la vista del enemigo (*) y desde el 16 hasta el día
O En la tranquera de San Patricio recibió el aviso.
{^) El comandante Roxas huyó arrastrando en su fuga á Rivera, hombre seten-
tón, según el concepto de Belífrano.
(») El último fué fusilado.
{*) Tenía sólo 460 hombres, según los apuntes de Belgrano A que posteriormente
aludo en el texto.
(-) En esta fecha escribía Belgrano: 'Estoy convencido de que este país no
quiere perder los grillos, aunque me persuado que con el tiempo llegara í\ con-
vencerse de los errores, en que csti\ contra nuestra justa causa." etc.
- 10-
18, en que una junta de guerra resolvió el ataque, se ocuparon
los patriotas en reconocer Ja situación del adversario. (*)
A las 4 a. m. del 19 se inició el avance sobre las posiciones
de Velazco (*) divididas las fuerzas de Bclgrano en dos colum-
nas O que pronto deshicieron el centro del enemigo apode-
rándose de las baterías del Paso Yuquery; pero las alas que
se habían mantenido intactas, restablecieron el combate y deci-
dieron la derrota de los patriotas.
Belgrano, en los apuntes que escribió en 1814, atribuye ésta
á que su caballería de reserva fué confundida por la infantería
con el enemigo y á las voces nos cortan se pronunció la reti-
rada, momento que apro\>echaron los realistas para hacer jugar
toda su artillería y caballería sobre la columna que retrocedía^
sí, pero imponiendo á su adversario veinte veces superior en
número con su intrepidez.
Un segundo ataque intentó Belgrano para auxiliar á los 100
hombres que en el primero habían sido cortados (*) pero in-
fructuosamente, aunque logró tomar 16 prisioneros; lo que
decidió la retirada completa á las 3 p. m.
Sin ser molestado (*) se efectúo ésta y luego de pasar el
Tebicuary, Aguapey y Tacuary, campó sobre la margen iz-
quierda de éste, en donde fué atacado el 9 de marzo por las
fuerzas que mandaba Cabanas. (")
(«) Cada partida exploradora era recibida con un fuego graneado de íusil y
cañón, que los patriotas despreciaban.
Según José Vicente Mila de la Rosa. Belgrano manifestó la necesidad de ata-
car, exponiendo entre otras razones: "Es preciso convenir que son numerosos
como las moscas- pero, en la situación en que nos encontramos, sería un graví-
simo error emprender marcha alguna en retirada."
(») Las fuerzas paraguayas fueron calculadas entre 6000 á 7000 hombres, con 16
piezas de artillería y se hallaban perfectamente bien fortificadas. .Como Para-
guary se encuentra cercano á la Asunción tuvo que recorrer .Belgrano, persi-
guiendo á un enemigo que dejaba talados los campos que atravesaba, próxima-
mente cien leguas.
(*) En la segunda columna de ataque marchaban las fuerzas del «2 de infantería».
(.*) Estos fueron tomados prísloneros y encerrados en buques que tenían sus
escotillas enrejadas, sometiéndolos á duro trato durante el tiempo del cauti-
verio.
(*) A dos jomadas lo seguía el ejército paraguayo mientras se retiraban los pa-
triotas llevando en hombros sus heridos.
(•) Segtin Belgrano pasaban de 3400 soldados.
Al apuntar la aurora el enemigo empezó á batir con varias
piezas de artillería el paso de Tacuary; pero, notando Cabanas
que el frente de Belgrano era inatacable, decidió abrir una
picada en el monte para caer sobre el flanco derecho. Cuando
el general patriota notó este movimiento del adversario, des-
prendió á Machain con su división para que lo contuviera; mas
fué rodeado y cayó prisionero con todas sus fuerzas, ventaja
que Cabanas aprovechó para intimar rendición, la que fué viril-
mente desechada ('). Momentos después los paraguayos ame-
nazaban el flanco izquierdo pero fueron rechazados.
Seguramente Belgrano se vio perdido; pero, como en la
adversidad su gran alma adquiría el temple del acero, pensó
que «lo mismo se moría á los cuarenta que á los sesenta años»,
y cubriendo su frente y flanco izquierdo con pequeños desta-
camentos formó los restos de sus reducidas - fuerzas (•) y las
llevó al ataque del grueso del enemigo que le amagaba nueva-
mente el flanco derecho formado en la ceja del monte. Aquella
falange pequeña de héroes avanzó, sin disparar un tiro y su-
friendo el fuego crepitante de miles de fusiles, hasta cien me-
tros de la línea contraria y rompió el suyo tan rápido, certero
y terrible, que á los doce minutos obligó á los realistas á gua-
recerse en el monte, oportunidad que aprovechó Belgrano para
replegarse al Cerrito (") y enviar el parlamentario (*) que ajustó
el armisticio de Tacuary; que algunos han atribuido á benevo-
lencia de Cabanas, pero, que en realidad fué impuesto por
el denuedo con que combatieron algunas de las fuerzas pa-
triotas. (•)
(O «Las armas del rey no se rinden en nuestras manos, dígale A su jefe que
avance cuando quiera». (Contestación que sejrún el parte detallado de Beljrrano
dio cuando se le Intimó rendición.)
(■) Le quedaban 235 hombres y de estos eligió 135 para atacar.
(*) Llamado de «Los Porteños» después de aquella acción.
(*) Dióse esta comisión A José Alberto Calzena y Echevarría.
(3) La verdad histórica impone la transcripción del siguiente párrafo del oficio
que, dos días antes de la batalla, dirigió Belgrano á la Junta: «Hablando claro.
Sr. Excmo., yo no cuento para los ataques mAs que con las tropas de la capital,
ya por su instrucción, y ya, en algunos, por su entusiasmo patriótico; lo demAs,
de naturales y de correntinos, «on A poco más ó menos, como los insurgentes, y
tengo la prueba de esto muy reciente».
- 21 -
Con todos los honores de la guerra se retiraron éstas de los
campos que habían inmortalizado; vencidas por la fuerza bruta
dejaron triunfante la idea y fructificando el germen revolucio-
nario entre los selváticos campeones de la dominación espa-
ñola. (»)
^1) Al respecto dice en sus cMemorias» Marcelino Rodríguez, que era uno de los
contados argentinos que en aquella época habitaba en el Paraguay* «Tuvo oca-
sión de hablar (Belgrano^^ y entenderse con varios personajes de concepto como
Caballero. Iturbe y los Yegros, á quienes explicó el objeto de su expedición que
era auxiliar á los hijos del Paraguay para que sacudieran el yugo español».
cEsa entrevista encendió la mecha que debía dar fuego al patriotismo en época
cercana.*
CAMPAÑA BE OBIENTE
Befuerzos para la ezpedición— Separación de Belgrano del mando —
Victoria de Las Piedras —Asedio de Montevideo • Encuentro
del 10 de janio—v Beneméritos en grado heroico».
De Tacuary marchó Belgrano á establecer su campamento
en Candelaria, para recibirse délos refuerzos con que iba áex-
pedicionar sobre la Banda Oriental. (')
En aquel acantonamiento formó una columna de 1374 hom-
ores (•) con la que pasó á la costa del Uruguay, vadeando
aquel río el 13 de abril para tomar posesión de Mercedes.
Contingentes posteriores elevaron sus fuerzas á 3.000 plazas,
y, cuando había ocupado diversos puntos de iseconocida estra-
tegia, tuvo que abandonar el mando en jefe para responder á
los cargos que le enrostraban los revolucionarios del 5 y 6 de
abril (*).
f) El 7 de marzo la Junta le confió esa misión.
I*) El doctor Mantilla en un interesante trabajo histórico divide así esas fuer-
zas:
Real cuerpo de artillería, 8(> plazas; fcranaderos de Fernando VII. 47; compa-
rtía del 1er retclmiento, 53; Compañia del rvf^imivnto 2. S6; arribeflos, (»2; milicias
de la Bajada, 207; compartía de Vapeyú, 178; infantería de Corrientes, 104; caba-
llería de la Patria. 211; id de San José. 73; id. de Corrientes, 26:J plazas.
(') De Buenos Aires recibió Síyl veteranos, entre los que iba otra "compartía
del 2".
(*) En esta revolución actuaron, apoyando A los saavedristas, los restos del «2»
que habían quedado en Buenos Aires encabezados por el teniente coronel D.
Francisco Pico.
~24 --
Días después de este acontecimiento alcanzó Artigas, el cau-
dillo de funesta memoria, la victoria de Las Piedras. (*)
En esa batalla tuvieron señalada figuración los soldados del
«2», mereciendo también sus oficiales,— entre otros el capitán
Ventura Vásquez y subteniente José Roa,— ser recomendados
por su comportamiento durante la acción, en el parte del ven-
cedor.
Esta victoria llevó á los soldados independientes á plantar
sus tiendas de campaña alrededor de la muralla que en forma
de zic-zac circuía á Montevideo, para establecerle el primer
sitio.
No tuvieron en el asedio sus armas ociosas los soldados del
«2», pues, entre otras, dieron á la historia la brillante acción
parcial del 10 de junio, en la que al mando del capitán Juan
José Quesada (•) cincuenta hombres de aquel cuerpo, después
de un ataque vigoroso, arrollaron y persiguieron hasta hacer-
los guarecer bajo los fuegos de las baterías de la plaza á dos-
cientos infantes y sesenta soldados de caballería realista que
habían salido á forragear.
£)urante los tres meses que se mantuvo el cerco, casi á dia-
rio se guerrilleaban nuestros soldados con el enemigo y en esa
escuela de continuados y rudos sacrificios permanecieron las
fuerzas del «2» hasta que, firmado el armisticio, regresaron á
Buenos Aires y fueron declaradas, con los demás cuerpos de
aquel ejército, ^Beneméritos en grado heroico*. (')
(>) Batalla librada el 18 de mayo de 1811.
(*) Después coronel. Había solicitado Quesada de la Junta marchar á la «cam-
paña de Oriente» y se le concedió ^sin goce de sueldo y costeando de su peculio
las marchas*. Belgrano lo agregó á las fuerzas del «2» y Rondeau. que había
respetado la decisión de su antecesor, solicitó su efectividad de capitán y la ob-
tuvo *por su valiente coniportoiniettto en la batalla de Las Piedras*.
(') Al respecto dice el general Rondeau en su Autobiografía: «Reuniéndose en
el muelle nuevamente el ejército y marchando en columna hasta la plaza de la
Victoria, en la que formaron cuadro, fué declarado este ejército por el gobierno,
que se hallaba presente, benemérito en grado heroico».
EZFSBICION AÜZILIAS DEL PEBU
Beorganisación del «Besimiento N^ 2» — Oonspiración de Alzaga —
Marcha del «2:> á Tucumán — Juramento de la bandera — Bata-
lla de Salta — Bajas comparadas del ejército y del «2» — Ocupa-
pación de Chuquisaca y Potosí — Befundioión del «2».
Empeñado el gobierno patriota en dar nervio á la causa de
la independencia, con constancia se preocupaba de las fuerzas
que le servían de sostén, y al decretar la reorganización del
estado mayor el 13 de noviembre de 1811^ dispuso la refundi-
ción de algunos cuerpos (*) y entre estos quedaron comprendi-
dos el 3 y 4 de infantería— antes «Arribeños»— (") que tomaron
la denominación de «Regimiento N° 2» bajo el mando del co-
ronel D. Francisco Antonio Ortiz de Ocampo.
Preparando sus cuadros para la lucha permaneció el «2» en
Buenos Aires sin que nada de notable ocurriera en sus filas,
íl excepción de la participación que tuvo en los sucesos des-
arrollados á raíz de ser denunciada por el esclavo Ventura, el
(») «Notándose que los regimientos 1 y 2 deben conocerse por N<> 1. lo mismo
que el 3 y 4 por N° 2». Decreto firmado por Rivadavia y publicado en el N° ó
de la «Gazeta de Bufnos Aires».
(») En sus «Memorias», Nicolás Villanueva asegura que los Arribeños, en que él
mismo servía, tomaron la denominación de «Regimiento N° 2»: aunque al afir-
marlo confunde el nombramiento de Ocampo con el de Alvear, tergiversación fá-
cilmente explicable si se tiene en cuenta que las escribió muchos aflos después
de producidos los sucesos que narra y ya en avanzada edad.
- 26 -
*J de julio de 1812, la conspiración que Alzaga encabezaba. (')
Cuando en Buenos Aires se recibió la noticia de la memora-
ble jomada de Tucumán, mientras el pueblo y el ejército (*) se
empeñaban en honrar la memoria de los caídos, «el ífobierno
•^ general, queriendo que se sacasen de la victoria los frutos que
^ debían esperarse, reforzó al ejército con el regimiento 1 al
'< mando de Perdriel y 300 hombres del *2*, al de Benito Alva-
' rez»; (*) los que partieron en el mes de noviembre á unirse á
Belgrano. (*)
En Tucum;ín se les proveyó á las fuerzas de vestuario y el
12 de enero empezó la marcha sobre Salta; saliendo la 1'*^ divi-
sión formada por el batallón de cazadores y los 300 hombres
del *2», siendo seguidos, al día siguiente, por el resto de las
fuerzas para reunirse en el Río Pasaje en cuyas márgenes ju-
raron la bandera el 13 de febrero. (*)
En la tarde se continuó la marcha y á las 8 a. m. del día 14
la vanguardia sorprendió y aprisionó en Cobos una guardia es-
pañola y siguió para campar el 18 A tres leguas de Salta.
Tristán, engañado por los movimientos de la vanguardia^
había creído que sería atacado por Los Portezuelos, y al sen-
tir en la mañana del 10 á los patriotas en el Campo de Casta-
0) «Queriendo el gobierno dar una prueba de »u {rratltud y estimación á la
« persona del negro Ventura, esclavo de dofia Valentina Feijoo, que fué el pri-
« mer denunciante de la horrible conspiración contra la patria que acaba de des-
« cubrirse, ha venido en concederle la libertad y rl ;/so del twiformv del Ref^i-
« intcftto 2, con un escudo en el brazo izquierdo que tenga la inscripción: "Por fiel
« á la patria».— Decreto del 22 de julio.
(*) El 18 de octubre el coronel Ortiz de Ocampo entregó al presidente de la
Sociedad Patriótica Literaria, la cantidad de 8 '109 con que contribuía el cN^ 2>
al esplendor de las honras fúnebres por los muertos en la batalla de Tucumán.
(') Memorias del general José M. Paz.
(*^ SegiSn la lista de revista del IS de diciembre, se componía así la oficialidad:
1* Compaiiia: Teniente '2P José L. Villegas, subteniente Juan M. Vera. 2* Cow-
pailia: Capitán Miguel M. Lezica. [V^ Compaiiia: Teniente 2° Pedro Roca, .subte-
niente Calixto M. Cabral. 4" Coinpañin: Teniente José Baltasar García, ó" Com-
patiia' Teniente Francisco de Sales (Guillermo, subteniente Apolinar Carrera, y
()" Compañia: Capitán Segundo .Sotoca y subteniente M. Cisneros
(') La misma bandera color de cielo que ondeó por primera vez en las batería*i
Libertad é Independencia del Rosario en 1811, que Belgrano hiciera bendecir en
Jujuy en 1812 y que, obedeciendo la orden de la Junta, arreó prometiendo: «que
« la guardaría para levantarla después de una gran victoria", como lo cumplió en
< las orillas del río que, después de escueto que consagró nuestra enseña, se llamó
« del Juramento».
- 27 -
nares, tuvo que cambiar de posición á pesar de no darse aun
cuenta exacta de las intenciones de Belgrano.
El asfuacero copioso de la noche del 19 (') evitó que el ata-
que se realizara antes de aclarar, y recién á las 12 m. entra-
ron en combate las fuerzas formadas en cinco columnas.
Lo inició la P que mandaba el coronel Dorrego, sostenida
por la caballería del ala derecha, y entre tanto se dispuso «que
«una sección del cuerpo de reserva fuese á atacar la guerrilla
« que ocupaba la falda de San Bernardo y por este medio y el
« movimiento retrógrado que hizo la caballería enemiga avan-
«zandotoda la línea del ejército (*) en medio del fuego más
* horroroso que hacía el enemigo hizo un cambio de frente á
« retaguardia y arrolló cuanto se le presentó é hizo huir ver-
« gonzosamente á las líneas del enemigo á refugiarse en la
« plaza, dejando el campo cubierto de cadáveres y heridos y
* muchos ahogados en el Tagarote (*). En la persecución el
ala derecha y parte del centro llegaron hasta cuadra y media
de la plaza, lo que indujo á Tristán á considerar inútil toda
resistencia y enviar de parlamentario á La Hera, quien ajus-
tó la capitulación por la que se entregaron prisioneros 2786
hombres desde general á soldado.
En la acción tuvieron los libertadores las bajas siguien-
tes: n.
Muertos 103 i
Heridos 433 [ 578
Contusos 42 »
A este tributo de sangre contribuyó el '2 de Infantería»
con: (*).
f) «En esa noche el agua fué abundantísima y gloria eterna A los soldados
1 de la patria que guardaban su arma y municiones con un cuidado grandísimo.
« prefiriéndolas á sí mismos sufriendo el mojarse y estar A la intemperie antes
«que permitirse les inutilizaran los medios de ofender A los tiranos». íParte de-
tallado de Belgrano).
(*) La quinta columna la formaba el *2 de Infantería» al mando del coman-
dante Benito Alvarez. actuando las compañías A las Inmediatas órdenes de los
capitanes Lezica, Bcldrtn. Guillermo y Villegas. En el parte, Belgrano recomendó
muy especialmente al comandante Alvarez, oficial Luis García que le sirvió de
ayudante y capellán Juan J. Castellanos, del «'_'«.
í') Parte detallado del 27 de febrero de \H\X
{*) Publicación de la «(iazeta Ministerial».
(.>) Debe tenerse en cuenta que su efectivo era de 3tK.) plazas.
- 28 —
Muertos 21 ]
Heridos 119 [ 152
Contusos 12 1
El efecto que esta victoria produjo fué gráficamente eviden-
ciado por el decreto de la Asamblea General Constituyente
del 5 de marzo (*), y á medida que el tiempo nos aleja de esas
acciones mayor admiración y giatitud despierta el esfuerzo de
los que las ejecutaron.
La calma que sucede á las tormentas se produjo después de
la batalla de Salta; la que aprovechó Belgrano para reorgani-
zar las fuerzas y avanzar, por vía de Jujuy, ocupando sucesiva-
mente á Chuquisaca y Potosí, para dedicarse en esta ciudad á
la reorganización administrativa de aquellas provincias.
Antes de marchar, en los primeros días de septiembre, para
oponerse á Pezuela reorganizó su ejército, refundiendo enton-
ces los restos del 2 de Infantería en el 8 de la misma arma
(•); cambio de número que evitó al «2» verse envuelto en el
polvo de las derrotas de Vilcapugio (•) y Ayohuma, reveses
honrosos en que las fuerzas patriotas *se mantuvieron con
« tanta firmeza contó si hubieran criado rafees en el lugar que
« ocupaban» {*).
í') Decía aquel decreto: «Los tjucrreros vencedores en Salta han defendido con
« honor y bizarría los saturados derechos de la patria, haciéndose beneméritos de
« su gratitud en alto grado».
f«) «El efectivo de los cuerpos fué aumentado con la recluta hecha en Potosí
* y Chuquisaca á pesar de la gran deserción que se experimentaba en los hijos
« del país. Sobre las compañías del «N** 2») que mandaba D. Benito Alvarez, se
«había completado un batallón que se denominó N° 8». (Memorias de Paz).
Estos cambios originaron que el ejército de Belgrano quedara así constituido
antes de Vilcapugio, según las «Memorias») antes citadas:
Regimiento N° 1—1 batallón
» N'» 6—2 batallones
» NO 8—1 batallón
3.«K) hombres
1 batallón de cazadores
1 »> de pardos y morenos
14 piezas de artillería y 50(3 dragones
í'; Benito Alvarez, que mandó el «2» en la acción de Salta, murió en Vilcapu-
gio al frente del «8« murieron también Beldón y Villegas.
(*) Parte de Pezuela, publicado en la «Gazeta de Lima» del 22 de diciembre
de 1813.
SSaUNSO SITIO DE MONTEVIDEO
Nombramiento de Alvear — Fuerzas con que ezpedicionó — Combates
oon la Fortaleza del Cerro — Derrota del cuerpo de Sevilla — Ca-
pitulación — Toma de posesión de la plaza y fortaleza — Combate
de lias Piedras — Begreso del «N^ 2» — Beneméritos.
Al mismo tiempo que se desarrollaban los sucesos ya narra-
dos, las armas de la patria continuaban asediando á Montevi-
deo, cuyo segundo sitio estableció Sarratea el 20 de octubre
de 1812, y, en momentos que la acción conjunta de Rondeau y
Brown extremaba la situación aflictiva de los sitiados, fué de-
signado Alvear (') para arrebatar al primero los laureles que
la victoria le acarrearía en aquella lucha epopéyica.
Llevando los dos batallones del «N° 2» que había reorgani-
zado en Buenos Aires (*) hizo rumbo á la margen Oriental el
(>) En el comando del «Regimiento 2» habm reemplazado á Ocampo el 12 de
agosto de 1813.
(*) En mérito A lo»* servicios prestados y atendiendo á la necesidad de comple-
tar los cuadros de la oficialidad, el gobierno había efectuado antes las siífuientes
promociones en el «Regimiento 2»:
A capitanes: Pedro Conde, Marcelino Millán, Juan Antonio Argerich. Bruno
Morón. Santiago Lacasa. Esteban Bonorino, Antonio Villalta, Juan V. Galicia.
Justo Rufino Fleitas, Juan Santos Fernández y Agustín Murguiondo.
A tetiientes Jos: Nicolás Vlllanueva, Manuel José Balbastro. Domingo Martí-
nez, José M. Sechas. Francisco López, Juan Navarro, Manuel Blanco. Juan José
Torres, Francisco S. Arias. José Monjaitta. Marcelino Sosa y Pascual Vásquez.
.1 ayudante mayor: Juan Manuel Cabot.
.4 tenientes 2os: Manuel Segovia, Manuel Mármol, Julián Viola, Manuel Caba-
^ :^ -
9 de mayo de 1814 ('), luego de haber partido toda la expedición
(*), no sin antes proclamar á los valientes del cuerpo que man-
daba con sobrias y prof eticas frases: «Soldados del «2», los
campos orientales son los destinados para vuestros triunfos».
«Esta división pasó á todo riesgo, después de entrada la
noche, por el costado izquierdo de la escuadra española que
bloqueaba al puerto, y se dirigió á la Colonia, en donde desem-
barcamos sin novedad, emprendiendo en seguida nuestra marcha
por tierra y á pie hasta incorporarnos al ejército sitiador, á
donde llegamos también sin novedad, á pesar de las Jiostilidades
de las fuerzas de Artigas, al mando de Otorguez, que también
molestaban al ejército sitiador, como que se habían declarado
en rebelión». (')
Se recibió del ejército Alvear al día siguiente en que Brown
destrozó la escuadra española (17 de mayo) en el combate naval
que fué decisivo para la suerte de la plaza, quedando al frente
del «N** 2» el coronel graduado Ventura Vásquez, hijo de Mon-
tevideo.
Este cuerpo recién se incorporó al anochecer del 28 de mayo
(*) á los sitiadores.
El 1° de junio fué designado Váscjuez para intimar rendición
llcro, Miguel Pizarro. Pedro García, José Gil Domínguez. Francisco Javier Cabot.
Andrés Seguí, Ildefonso Catolis. Ramón Amoroso y Anaclcto Millán.
A subtenientes: Eugenio Perichón, José María Moldes. Pastor Albarracín, Alejo
Colet, Francisco Linch, Miguel Rolón, Adolfo O'Gorman, Luis Salvadores, Juan
Manuel Molina, José Guacia, Felipe Alfaro y Vicente Acosta.
Posteriormente fueron ascendidos á-
Ayudante mayor: Domingo Martínez y José María Sechas.
A tenientes los: Manuel Caballero y Felipe Alfaro.
A tenientes 2os: José M. González Cortinas > Eugenio Perichón.
A subteniente de bandera: Vicente Balbastro.
A subteniente: Manuel Sánchez Acevedo; pertenecientes todos al 1er. batallón.
Del 2« batallón:
A teniente 1^: Manuel Segó vía.
A subteniente de bandera: Saturnino Perdric!.
A subtenientes: José Riglos y Francisco Badcza.
{}) «Al Regimiento 2» se le dio orden de marchar á las 5 p. m del 7 de mayo
y, aclamado frenéticamente por el pueblo, se embarcó con los (íranaderos á
Caballo el día siguiente á las 1 p. m.
(■) Regimiento de Granaderos de Infantería y un escuadrón de los Granaderos
á Caballo, la componían además del «2i>.
(') «Memorias de Nicolás VillanuevaM, actor en la campaña.
(*) «Diarlo de Francisco Acuña de Figueroa» el poeta y cronista de los sitiados.
- 31 -
ú las fuerzas realistas que ocupaban, al mando de Piriz, la for-
tal.eza del Cerro; rechazada la intimación (') se dio orden de
tomarla al «N° 2»; pero, al principio del combate, tuvo que
desentenderse de los defensores de aquélla para atacar al
cuerpo de Sevilla que en esos precisos instantes desembar-
caba con objeto de relevar á las fuerzas allí destacadas.
No sólo evitó la internación de los realistas sino que después
de un sostenido fuego de tres horas logró rechazarlos.
A raíz de esta victoria parcial campó el «2» en las márgenes
del Arroyo Coello, sosteniendo en los siguientes días guerri-
llas con los defensores del Cerro, hasta que el 4 de junio lle-
varon 200 de sus soldados un brioso ataque á la fortaleza, lle-
gando á tiro de pistola de ésta, de donde tuvieron que retroceder
defendiendo el terreno risco por risco para regresar á su acan-
tonamiento.
El 7 de junio se iniciaron las conferencias, en la Capilla de
Pérez, para la rendición de la plaza y el 20 (á las 3 p. m.) se
firmó la capitulación, en cuyo cumplimiento fué entregada la
fortaleza del Cerro el 22 del mismo, siendo ocupada por fuer-
zas desprendidas del <2»,las que izaron la bandera española que
los realistas habían arriado (*).
El 23 de junio, en ejecución de lo pactado, se movió el ejér-
cito independiente para tomar posesión de la plaza, puesto que
se había estipulado que mientras salieran por el Portón de San
Juan las fuerzas realistas, las de la patria entrarían por el de
San Pedro.
Terminada la ceremonia de la entrega de las llaves á Ni-
colás de Vedia, la que fué presenciada por Miguel Estanislao
(') Después de una «junta de guerra» formada por el comandante José Piriz y
oficiales Miguel Gallardo. Manuel Vidal, Andrés Robles y Antonio Acuña, todos
de aquella guarnición, se resolvió rechazar enérgicamente la intimación.
(') Cumpliendo una de las cláusulas de la capitulación tuvieron los patriotas
del «2» que izar la enseña rojo y gualda al posesionarse de la fortaleza rendida,
en lugar de la hermosa de color de cielo; acción que provocó la siguiente cuar-
teta que copio del «Diarlo» del poeta Acuña de Figueroa:
«Noble insignia que en un tiempo
Lograste honor y grandezas.
Hoy, cual dama envejecida,
Te hacen servir de tcrccrm)
- :í2 -
Soler y quinientos de sus heroicos negros, entró Alvear con
su escolta y estado mayor (') para posesionarse del último
baluarte de la dominación española en el Plata, luego de
haber impuesto rendición á los 5.730 leones que lo defen-
dían (•).
Recién rendida la plaza de Montevideo se acercó á sus su-
burbios el caudillo artiguista Femando Otorguez y campó en
Las Piedras á la cabeza de 1300 hombres de caballería con la
osada pretensión de que se le entregara la ciudad de cuyo si-
tio había desertado cobarde y traidoramente.
Enterado Alvear de sus intenciones resolvió desbaratarlo á
sablazos.
El 24 de junio marchó á su encuentro, formadas las fuerzas
que había elegido, en tres divisiones:
1*^. 200 «Granaderos á Caballo» al mando del coronel \"alde-
negro.
2®. 200 «Dragones» al mando del coronel Hortiguera, y
(M En el siguiente orden entraron las fuerzas restantes:
Regimiento de la «EstrcUan N° 3, al mando de Juan S. Fernández.
Regimiento 9 de Infanteria, con Pagóla al frente.
Holmberg y Oyuela con los nZapadoresn.
Ventura VAsquez jete, y Román Fernández su segundo, con el uRegimienio 2
de Infanterian.
Matías Irigoyen con la Artillería.
Matías Zapiola con los Granaderos á Caballo,
Francisco Zelada con el resto de los negros de Soler.
Hortiguera y Pico con 4 escuadrones de Dragones.
Pintos, con un piquete de caballería; inmediatamente el 8 de Infantería y de-
trás Valdenegro con las fuerzas de vanguardia que había demorado para ren-
dir honores á los vencidos.
(") Fueron prisioneros:
Mariscales de campo 2 |
Brigadieres 2
Coroneles 7
Tenientes coroneles 11
Sargentos mayores 8
Ayudantes 25
Abanderados 10
Capellanes 9
Cirujanos 8
Capitanes 85
Tenientes 107
Subtenientes 116 , Individuos de tropa.... :x340
Sargentos veteranos 221
id milicia lOT
Tambores veteranos 94
id milicia l.T
Cabos veteranos 379
id milicia 171
Soldados veteranos 2460
id milicia 1899
Jefes y oficiales 890
~ 33 -
3®. 400 infantes á las órdenes del comandante Fernández; siendo
200 del regimiento «2» y otros tantos del N" 8.
Otorguez con anticipaci(3n había tendido su línea (') pero,
flanqueado por la primera división, mientras que el centro era
batido por la 2*'* y 3^, cedió al empuje irresistible de aquellos
bravos que lo envolvieron, arrollaron y acuchillaron hasta cinco
leguas fuera del campo de batalla. (*)
Días despuíTs de aquella acción regresó á Buenos Aires, de-
jando en la Banda Oriental una de sus compañías (■), el «Regi-
miento N*^ 2% prometiéndose, tras el breve descanso, que bien
ganado tenía, dedicar sus esfuerzos á destruir á los realistas
que por el norte amenazaban la estabilidad nacional y luego
de pisar las playas de la cuna de la libertad sudamericana me-
reció ser, una vez más, declarado Benemérito de la patria en
grado heroico, (*)
{}) El ataque comenzó A las 8 de la noche.
\^) 200 hombres perdió Otorgue/; 2 banderas, 1200 caballos. 2000 cabezas de fra-
nado, infinidad de armas y alfcunas de las infelices mujeres que arrastraba en sus
correrías para saciar sus apetitos de lubricidad.
(■) SeKtin el «Diario» de José M. G. de Echaundía. á esta compañía le cupo ac-
tuar en la campaña que el gobernador intendente de la Provincia Oriental, Mi-
guel Estanislao Soler, emprendió en diciembre del año 14 contra los artiguistas; for-
mando en la 3* división que mandaba el comandante José M. Rodríguez. Se batió
en El Tala contra tropas de Otorguez y luego de ocupar á Mercedes, Canelones
y otro« poblados de menor importancia, regresó á Montevideo el V* de febrero
de 1815.
(*) Decreto de la Asamblea General del 27 de agosto de 1814.
CAMPAÑAS BE 1814 A 1817
Oambioa en el «Begimiento 2;» — Marcha al norte — Conspiración
contra Alvear— Desorsanización — Befuudición de los restos del
«2»— Bemonta del regimiento — Sorpresa del Puesto del Mar-
qués — Sipe-Sipe — Apoyo del «Begimiento 2> — Quemes y Bon-
deau — Belgrano al frente del ejército — Beorganizaoión — Sedi-
ción de Borges — Su fusilamiento —Premio á los pacificadores —
Auxilios á Quemes — Expedición de La Madrid — Varios comba-
tes— Betirada.
En el batallar continuo de aquellos años, la reorganización
de las fuerzas combatientes se imponía á menudo. Aquella sen-
tida necesidad indujo al gobierno patriota á disponer, el 9 de
agosto de 1814, la separación de las dos compañías de pardos
que se habían adscripto al «Regimiento 2», por decreto del 8 de
junio de 1810 (') y posteriormente se dispuso la creación de un
tercer batallón para completar esta unidad, fundándose la re-
solución en que era <uno de los principales cuidados el aumento
« de la fuerza física que ha de hacer la defensa y sostén de las
«Provincias Unidas». (*)
El ejército que en el norte jaqueaba á los realistas, en cuyo
comando en jefe había reemplazado Rondeau á San Martín,
tuvo que ser reforzado y el gobierno dispuso que el 21 de sep-
(») Sirvieron de plantel al regimiento 10.
(«) Decreto del 24 de agrosto de 1814.
- :^ -
ticmbre marcharan dos batallones (') del «Regimiento 2», con-
juntamente con otras fuerzas veteranas. (")
Estas unidades, que expedicionaron al mando del comandante
Ramón Rosendo Fernández, llegaron á Jujuy en momentos de
estallar la conspiración tramada por el coronel Pagóla á objeto
de que todos los jefes de cuerpo presionaran moralmente á
Rondeau para que resistiera la entrega á Alvear del mando
del ejército del Alto Perú y malgrado se adhirieron al movi-
miento, no obstante que los conjurados dudaban contar con tan
valioso refuerzo por la vinculación que debería haber existido
entre el «Regimiento 2» y su jefe.
Prendidos y deportados á Catamarca los jefes adictos á Al-
vear, se obtuvo que Rondeau desconociera el nombramiento
de éste y moviera el ejército hacia Humahuaca, para establecer
allí el cuartel general. O
En aquel acantonamiento permanecieron las fuerzas en ener-
vante inacción; minando la indisciplina de los jefes de cuerpo
(que se habían sobrepuesto al general en jefe aprovechando la
debilidad que demostrara á raíz del movimiento sedicioso de
Jujuy) y la deserción de la tropa el organismo del ejército, al
extremo que de cinco mil plazas había quedado reducido en
solo cuatro meses á tres mil.
(») 1° y *i*> batallón, formados como sigue;
1er. batallón: Compaüia de Granaderos: capitán Agrustín Murguíondo. te-
niente 1° Manuel Besares, la. Contpaiiia: ca-pitAn Ramón López, teniente l^José
María Moldes, subteniente Basilio Borches. 2a. Cotnpañia: capitán Miguel Piza-
rro, teniente 1° Abraham Gonzáles teniente 2^ Gregorio Sánchez, subteniente
José Sedaño. 3a. Cotnpañia: capitán Manuel Segovia. teniente 2° Dionisio Mo-
rales, subteniente Pedro Arrascacta. 4a. Cotnpatlia: capitán Domingo Martínez,
teniente 1<* José Gil Domínguez, subteniente José Duran de Castro.
2° batallón: Compañía de Granadinos: capitán Juan Manuel Cabot, teniente
2® José Antonio Baptista. la. Compañía: capitán Felipe Alfaro. teniente 1° Ma-
nuel Sánchez Acevedo, subteniente José María Rodríguez. 2a. Compañía: capitán
José María Secchas, teniente 1° Francisco Besada, subteniente Ventura José Ga-
licia. 3a. Compañía, capitán Nicolás Villanueva, teniente V* Manuel Castañer,
subteniente Francisco Guerreros. 4a. Compañía: capitán Juan Navarro, teniente
1° V'icente Balbastro. (Libro 1® de Listas de Revista).
(«) Paz dice en sus «Memorias» que en los últimos días de diciembre se incor-
poraron al ejército: 2 batallones del regimiento 2 con 1100 hombres-, / batallón
del 6 con 500 plazas y 2 batallones del 9 de infantería con 700.
(») En este punto fueron desarmados los prisioneros españoles que en Bueno4
Aires se habían agregado voluntariamente á los cuerpos y enviados á .Salta; Paz
llevó los del «Regimiento 2».
- 37 -
Con la intención de aminorar estos males resolvió Rondeau
moverse sobre Potosí; pero, antes hubo necesidad de reorga-
nizar las fuerzas y las del «Regimiento 2^ que habían quedado en
esqueleto á causa de la separación de los prisioneros españo-
les y del desquicio reinante que también trabajaba sus filas (')
fueron refundidas en el regimiento 9 de infantería que man-
daba el coronel Pagóla. (*)
Mientras tanto, sobre la base del batallón que, al mando del
comandante Pedro Conde, había quedado en Buenos Aires, se
remontó nuevamente el regimiento. Luego de repercutir en el
ejército campado en los Olivos la revolución del 15 de abril»
que trajo como inmediata consecuencia la caída del director
Alvear, fué dividido el cuerpo recientemente remontado en
dos batallones (■) que quedaron al mando del coronel Juan
Bautista Bustos. (*)
El movimiento que Rondeau había ideado se inició con la
sorpresa del Puesto del Marqués, á la que siguió la ocupa-
ción sucesiva de Potosí, Maccha y Chayanta; ventajas que con-
trarrestaron los españoles en Venta y Media y anularon por
completo en Sipe-Sipe (*), en donde cortó Pezuela el paso á
Cochabamba á Rondeau y derrotó el ejército que ya actuaba
deshecho por la inepcia é incapacidad de sus jefes. Los
derrotados se replegaron á Humahuaca, encontrando en ésta
(») Los restos del «2» habían quedado A órdenes del capitán Juan Navarro
(*) En sus «Memorias» asegura Paz que esta refundición se produjo en Humahua-
ca: en cambio Villanueva en las suyas la da como ocurrida en Ucquia.
(*) De los batallones fueron desiij^nados jefes, respectivamente, los comandantes
Josí' León Domínffuez y Bruno Morón.
(*j cTuan Bautista Bustos comenzó A fí^rurar con brillante mérito en la milicia
durante la secunda invasión injílosa. habiendo venido A Buenos Aires en el con-
tinfrente con que la provincia de Córdoba, que era la de su nacimiento, contri-
buyó A la defensa de la capital del virreinato en 18()7. Partidario de la revolu-
ción de Mayo, peleó en sus ejércitos contra el español, alcanzando el elevado
ranjfo de coronel. Ascendió en la milicia al alto jfrado de ifcneral y fué grober-
nador de Córdoba. Envuelto en las cuestiones intestinas traicionó las esperanzas
del ífobierno general y dio la espalda íl sus honrosos antecedentes militares,
obteniendo una fama tristemente célebre. Como militar fué una completa nulidad
a pesar de ffozar como gozó en cierta época de bastante ascendiente moral entre
sus compañeros de armas que reconocían en él un valiente soldado. Como go-
bernante no se elevó de la altura de los caudillejos obscuros que han labrado la
desífracia de la patria.» (Bio^rrafía de Espinosa por José J, Biedma.)
(») Acción del 28 de noviembre en que descollaron por su tenacidad los regi-
mientos 7 v 9 de infantería.
-38 -
al «Regimiento 2» que llegaba á órdenes de Bustos ('), y formaba
parte de la división que al mando del coronel French había
salido de Buenos Aires, en oportunidad de prestarles valiosa
protección. (•)
Auxiliados los restos de aquel ejército por las tropas de re-
fresco, se retiraron á Jujuy y ocupó la vanguardia el «Regi-
miento 2 de infantería», siendo á la vez jefe de ésta y del cuer-
po el coronel Bustos. En este acantonamiento fué que Rondeau
experimentó las primeras hostilidades de Güemes y, prome-
tiéndose castigarlo, marchó sobre Salta; pero, en los Cerrillos;
se vio precisado á pactar, obligado por las contingencias desfa-
vorables de la guerra de recursos que hacía rreductibles á los
célebres gauchos del norte é influenciado por la actitud del
Congreso Nacional ("), recientemente instalado en Tucumán, y,
O En el número 19 de la aGazcta de Buenos Aires» apareció el decreto que
disponfa marcharan refuerzos al ejército del Alto Perú; saliendo en su cumpli-
miento el 16 de agosto. Juan Bautista Bustos con el «Regimiento 2» y French con
el número 3. Los dos batallones del «2» se reunieron en TucumAn el 25 de octubre,
do donde marcharon al norte, A excepción de la compañía del capitán Blanco
que había sido enviada desde la capital, en el mes de julio, íl guarnecer el fuerte de
Carmen de Patagones.
{*) En la proclama que encabezaba: «El coronel mayor D. Domingo French, co-
mandante en jefe de la división auxiliar del ejército del Perú, á las tropas en la
Plaza Mayor, les hablo, decía en el segundo párrafo: «Corramos, pue«, amados
compañeros, á ponernos entre las fllas de aquellos campeones, para dar el último
testimonio al mundo entero, de que nuestras vidas las miramos en poco, cuando
la guerra se hace por la libertad é independencia del territorio americano; pero
antes de nuestra partida, uniéndonos de un modo indisoluble, protestemos á todos
los habitantes de esta benemérita ciudad capital de la Santísima Trinidad, á los
de los pueblos todos del continente, y á los que no lo fueren, que nuestros votos
y unidad de ideas son para propender á concluir con cualquier tirano opresor
que atente contribuir á ponernos el cuchillo del despotismo, y que por donde
quiera que transitemos no han de ver sino testimonios de esta verdad, justificán-
donos de las imposturas de los malignos que han fulminado especies contra la
dignidad y resplandecientes sentimientos que animan al ejército de Buenos Aires.»
(») Sesión del dia 25— «La entrada del general Rondeau á la ciudad de Salta
causó amargas divisiones entre él y su gobernador D. Martin Güemes, que pusie-
ron á aquel pueblo en la mayor consternación. Era un deber del soberano con-
greso promover las medidas de terminar discusiones é impedir la*? consecuencias
funestas que de su continuación resultarían á la causa general ba>tantcmentc
indicadas en oficio del gobernador dirigido á los diputados reunidos para el con-
greso. Se determinó después de bien meditada la materia, se oficiara previamente
á uno y otro, noticiándoles de la instalación del soberano cuerpo y haciéndoles
entender que esperaba en prueba de su reconocimiento cesarían inmediatamente
de las hostilidades. Al efecto se hicieron los oficios correspondientes.» (Crónica
de las primeras sesiones publicada en el número 1 del «Redactor del Congreso
Nacional» que se editaba en Buenos Aires).
-39-
en consecuencia, regresó á encerrarse en Jujuy en junio de
1816.
Los desaciertos y la debilidad de Rondeau, unidos á las des-
inteligencias con el caudillo salteño, dieron origen á la orden
de regresar á Tucumán que de la capital se le impartió y se-
guidamente su reemplazo por Belgi*ano; recibiéndose del mando
el nuevo comandante en jefe en el «Campamento de las Tran-
cas», el 24 de julio de 1816.
Al tomar posesión de este cargo, que tantos sacrificios le
demandaría, el general de más noble alma que ha tenido la
nación encontró al ejército completamente desorganizado, des-
nudo (*), sin víveres ni municiones, y comprendiendo que, para
colocarlo en pie de combate, se requerían medios y elementos
de que no podía disponer en aquel campamento volante, ordenó
el 18 de agosto el regreso á Tucumán.
Acantonóse en la Ciudadela, y se dedicó con ahínco á tan
meritoria obra; dividiendo el ejército en ala derecha, izquierda
y centro, y dio el mando de la segunda al jefe del «2 de infan-
tería».
Empeñado en aquella empresa, que le obligó á adoptar me-
didas disciplinarias de una rigidez desusada (•) y le impuso la
necesidad de idear los medios de obtener los elementos más
indispensables de vida sin contar con recurso alguno para
adquirirlos (*), tuvo conocimiento de la sedición que en San-
tiago del Estero acaudillaron el comandante Juan Francisco
Borges y capitán Lorenzo Lugones, y, cumpliendo órdenes del
gobierno, desprendió á sofocarla á La Madrid con un escua-
drón de húsares y, seguidamente, como jefe de la división, al
coronel Bustos con 200 infantes del «N° 2». {*)
(*) Del «Libro de órdenes del regimiento 2 de infantería» copio la siguiente:
«Agosto 11 de 1816.— Solo se permitirá el uso del poncho á los que no tengan cha-
queta ni pantalón. — Frr/icA.»
O En una «Orden del día» establecía que seríam rebajados á soldados los ofi-
ciales á que se sorprendiera murmurando.
(■) En oficio del 20 de octubre decía al gobierno- «Yo mismo estoy pidiendo
prestado para comer».
(*) Orden del 24 de diciembre. En la fecha el efectivo del cuerpo era de 3 je-
fes, 10 capitanes, 6 tenientes I-, 9 tenientes 2**, 8 subtenientes y 622 individuos de
tropa.
- 40 -
Derrotaron á los sediciosos en el primer encuentro el 26 de
diciembre (*), y, como aquella sublevación al frente del ene-
migo mereciera un severo correctivo, fué Borges condenado á
muerte y fusilado el 1° de enero de 1817 al pie de un alga-
rrobo, á las 9 a. m., por tiradores sacados de los húsares (*),
salvando Lugones la vida merced á las instancias de José M.
Paz."
Algunos de los prisioneros santiagueños fueron agregados á
las fuerzas del «2», que, cuatro días después, regresaron á Tu-
cumán, mereciendo por esta campaña el escudo con que el Direc-
tor del estado premió «á todos los oficiales y tropa que con-
« currieron á la expresada pacificación». (*)
Desentendido ya Belgrano de los sediciosos, se propuso se-
cundar la acción de Güemes contra La Sema, que se había
apoderado de Jujuy, y al efecto desprendió el 3 de marzo una
columna volante al mando de La Madrid para que picara la
retaguardia de los realistas y procurara cortarles su línea de
comunicaciones, en la que marchó la 1*'^ compañía del «2» que
mandaba el capitán Alejo Colet secundado por el teniente 2**
Celedonio Escalada y subteniente Justo Díaz (*) y para prote-
ger este movimiento en sus comienzos y ayudar las operacio-
nes posteriores de Güemes hizo avanzar al «Regimiento 2», á
(>) La Madrid dice en sus «Memorias» que el combate fué librado en Pltambalé;
pero Bustos, en su parte, asegrura que en Chupa.
(*) «Excmo. Señor —El coronel del Regimiento 2. D. Juan Baustista Bustos, co-
« mandante de la división restauradora del orden en Santiago del Estero con
« fecha 2 del corriente me dice lo siguiente*. Excmo. Señor; Ayer á las 9 de la
« mañana fué fusilado el reo D. Juan Francisco Borges en la estancia de Santo
« Domingo y se le dio sepultura en la «Capilla de los Robles», lo que pongo en
« noticia de V. E. para su conocimiento. Lo que tengo el honor de comunicar A
« V. E. Dios guarde á V. E muchos años. -Tucumán enero 3 de 1S17. Excmo
« Señor Manuel Belgrano. Excmo. Señor D. Juan Martín de Pueyrrcdón, supremo
« director del estado». (Original en el A. G. de la X )
(*) Decreto del 4 de febrero. Era el escudo de paño celeste con la inscrip-
ción en letras de oro; «Honor á los restauradores del orden»; y debía llevarse en
el brazo izquierdo.
(*) Componían esta columna-
1* Compañía del 2 con fiO plazas
3» Compañía del 9 con íá)
2* Compañía del 3 con fV)
Milicianos de Tucumán 7á)
!<> Escuadrón de húsares 100
y dos piezas de artillería con su correspondiente dotación de soldados.
~ 41 -
las órdenes de Bustos, hasta el campamento de la Laguna del
Yeso, con orden de que sólo en el caso que el enemigo se
retirara, se pusiera á la vanguardia para perseguirlo y des-
truirlo; pero, desaprobadas estas últimas operaciones por el go-
bierno, dio Belgrano contraorden, retirándose Bustos el 26 de
abril á Tucumán.
No obstante. La Madrid avanzó á cumplir sus instrucciones
que lo llevarían á operar en una zona de más de doscientas
leguas á retaguardia de los realistas y con el arrojo que á este
jefe caracterizaba las ejecutó, batiendo á los españoles, que
oían ya amedrentados la pertinaz voz de mando de aquel hé-
roe: ¡carabina á la espalda y sable en mano!, en el campo
del Marqués de Yavi (*), en Cangrejillos, en Tarija (•), é
(O En esta acción cuarenta húsares y veinticinco soldados del «2 de infantería»
tomaron prisionera una avanzada de 30 españoles después de un breve com-
bate librado á raíz de la sorpresa con que los atacaron.
(») En Cangrejillos también coparon de sorpresa una partida de españoles;
muriendo en el encuentro el oficial que la mandaba y cinco soldados. El resto
fué prisionero é internado á Tucumán.
—De ahí marchó sobre Tarija y el 14 de abril de 1817 se presentó por la puerta
del «Gallinazo». Desprendió La Madrid la compañía del «2» con otras fuerzas á
ocupar el campo de las Carreras é hizo avanzar el resto á atacar las fortifica-
ciones en que se había encerrado el enemigo. En estas operaciones y sin obte-
ner resultado alguno lo tomó la noche; la que, sin embargo, aprovechó para
circunvalar todo el pueblo con sus fuerzas, evitando así la fuga del adversario.
Al rayar la aurora mandó ocupar el alto de San Juan y las calles de San Fran-
cisco y San Agustín, mientras que la compañía del «2» marchaba á tomar la capilla
de San Roque, que era la posición más fuerte, y «fué, como dice el parte del ven-
« cedor, tanto vi anior con que se avanaaron que labraron sititarse , á pesar del
« vivo fuego que recihian, en unos ranchos que distaban diea ó doce varas de
€ dicha fortificación" . En tal situación los combatientes, apareció por la pampa
de la Tablada la caballería enemiga que venía en auxilio de la plaza, pero fué
cargada briosamente y derrotada. A raíz del triunfo parcial intimó La Madrid^
por segunda vez, rendición á los defensores de la posición, notificando al jefe
realista: Si en el t termino de una hora no se rinde Vd. á discreción, tanto Vd*
como su división, serán pasados á cuchillo^*.
—El coronel Mateo Ramírez, jefe de la plaza, tres tenientes coroneles, dieci-
siete oficiales y doscientos ochenta y cuatro individuos de tropa entregaron sus
armas á los libertadores y fueron acto continuo enviados bajo segura escolta á
Tucumán. También se tomaron cuatrocientos fusiles y valiosos pertrechos en
número considerable.
—A propósito de esta acción, dice el Boletín N<* 28 del ejército: «El teniente co-
« ronel La Madrid no encuentra elogios bastantes para dar una idea del valor y
« denuedo con que los oficiales y tropa se presentaron al enemigo desalojándolo
« de cuantas posiciones ocupaba; como del entusiasmo y deseos que tenían de asal-
« tar las trincheras y acabar con el tirano sus húsares, los artilleros, las compa-
« nías de los regimientos 2, 3 y 9 y las de milicias de la valerosa Tucumán, igual-
«. mente que los soldados del país que se le habían reunido».
- 42 -
inmediaciones en Concepción y Cachimayo C)^ para de ahí
pasar á Chuquisaca, ciudad en que so había atrincherado el
general Vivero que desechó la intimación de rendirse que al
presentarse en los suburbios le hizo el jefe patriota.
El ataque de las fuertes posiciones que habían ocupado los
españoles fué llevado al amanecer del 21 de mayo por seis pun-
tos á la vez, avanzando la compañía del «2» con una pieza de
artillería á tomar la trinchera de la derecha; pero, después de
un rudísimo combate, fué rechazada; como antes lo habían
sido las demás fuerzas asaltantes.
Tentó La Madrid un segundo avance, poniéndose personal-
mente al frente de la compañía del «2» y tuvo que retroceder
á pesar del denuedo con que los soldados llegaron hasta una
cuadra de la plaza debatiéndose en aquel antro de fuego, plo-
mo, agua hirviendo y toda clase de proyectiles que les arroja-
ban de las trincheras, los tejados y las ventanas. (*)
Penetrado de la inutilidad de tan heroicos esfuerzos y con-
vencido que sólo en unión de la división Fernández tomaría la
plaza, optó por retirarse, llegando á Yamparaez al siguiente
día y continuó la marcha buscando su junción; pero, al trepar
la cuesta del Abra de las Carretas fué sorprendido por los
españoles que habían salido de Tarabuco sigilosamente, librán-
dose un combate nocturno en que, mediante una bizarra carga
llevada en persona por La Madrid, fueron dispersados los sol-
dados del rey, dejando en el campo 23 muertos, 2 prisioneros
y numerosos pertrechos. (')
De ahí marchó nuevamente á Chuquisaca, pero avisado de
(') En los varios encuentros librados á inmediaciones de Concepción tuvieron
señalada participación los soldados del «2» y en uno de ellos fué muerto el di^tln-
tfuldo Colet, logrando su hermano, el capitán de la compañía, salvarle el caballo
que montaba, teniendo que dejar su cuerpo en poder del adversario.
—Según las ^Memorias de La Madrid», tomó en Cachimayo prisionero al co-
mandante López, cinco oficiales y cincuenta individuos de tropa, mediante la
hábil estratagema militar de presentársele como parcial para rodearlo y reducirlo
sin disparar un tiro.
(*) Relación extractada de las «Memorias de La Madrid» y el Boletín N*» 24 del
ejército.
(*) En esta acción fué herido el capitán Alejo Colct, comandante de la compa-
ñía del «2»
- 43 -
la aproximación de refuerzos enemigos, siguió á Sopachuy, en
donde fué batido y obligado á retirarse á Pomabamba.
Amenazado por La Serna y Canterac burló la doble perse-
cución con movimientos de increíble audacia é imposibilitado
para seguir esta campaña, que se creería novelesca á no justi-
ficarla la documentación histórica, se retiró á Oran, cumplidos
los nueve meses de emprendida, para de allí regresar á Tucu-
mán á fin^s de diciembre. (*)
(*) Desde Oran al límite de Tucumán tuvieron que marchar, por falta abso-
luta de cabalgaduras llevando al hombro las monturas y demíls elementos, pue»^
Güemes les negó todo auxilio, según el mismo La Madrid lo asegura; pero al
respecto debemos recordar el juicio de Paz- «Si Güemes cometió grandes errores
« sus enemigos domésticos nos fuerzan á correr un velo sobre ellos para no ver
« sino al campeón de nuestra libertad política, al fiel soldado de la independencia
M y al mártir de la patria».
aüEBBA CIVIL
Campaña contra López — Marcha del «2» — Combate en Fraile Muerto —
Retirada de Ijópeí -Combate de Herradura — Bscaramuzas — Mo-
vimientos estratégicos — Toma del Fuerte del Tio — Armisticio —
Beanudaoión de las hostilidades — Sublevación de Arequito —
Pacto — Combate con las montoneras- -Intervención de Heredia —
fin la gobernación de Córdoba.
En septiembre de 1818 el directorio resolvió llevar enérgica-
mente la guerra á Santa Fe, á la sazón soliviantada, al igual
de las otras provincias limítrofes, por la funesta influencia del
caudillejo José Gervasio Artigas. (*)
Reunió con ese determinado objeto en San Nicolás el «Ejér-
cito de observación» á órdenes de Balcarce, y de Tucumán
fué desprendido el coronel Bustos con 300 hombres del «Regi-
(*) «Llegó el tiempo de que fixaseis vuestros destinos de un modo noble. Una
opinión extraviada os ha hecho pasar días amargros; pero ella, quando mas, ha
sido error de entendimiento, y de ningpán modo, perversidad de corazón. Con las
mejores intenciones librasteis vuestra confianza en el supuesto Protector de los
Pueblos, consternándole el sagrado depósito de vuestros derechos. Habéis visto
que él destruye en vez de edificar. Habéis observado, que despotiza en lugar de
proteger; y no ha pasado tiempo perceptible entre conocer vuestro yerro, y ad-
jurarlo con franqueza»
«Arrancad la simiente perniciosa de esa doctrina antisocial que el peligroso
José Artigas ha esparcido en esos hermosos países. Creed que solo en el orden
y en la armonía de la sociedad puede encontrarse el remedio á las calamidades
que algunas veces afligen al estado. Así os grangearéis las bendiciones de la
patria y de una posteridad feliz». (Párrafos de una proclama del supremo di-
rector de las Provincias tenidas, D. Juan Martín de Pueyrrcdón).
^ 46 -
miento 2» (') para operar de acuerdo con aqu<!l y amagar el
flanco derecho del ejército santafecino
López, con un movimiento rápido y bien combinado, que dio
idea ( lara de su audacia, se desentendió de Balcarce, situado
á su vanguardia, y buscando batir en detalle á las fuerzas que
lo amenazaban se dirigió sobre Bustos, que estaba campado
en Fraile Muerto (*); esquivó el encuentro con la avanzada de
90 hombres que Pueyrredón (hermano del director) tenía en
Cruz Alta y dispersó el destacamento que en Litin estaba á
órdenes del capitán Quevedo.
El 7 de noviembre se avistaron las fuerzas combatientes y
el 8 vadeó López el Río III y atacó decididamente á Bustos
que tenía sus fuerzas resguardadas tras un cuadro formado
por carretas.
Los montoneros fueron rechazados; pero en la retirada arrea-
ron las cabalgaduras y el ganado que tenían para la subsisten-
cia las fuerzas de Bustos.
Desde este día hasta el 15 se libraron varios combates par-
ciales, sin obtener las fuerzas del orden rescatar el ganado,
hasta que López, sintiendo la aproximación de Arenales, se
retiró apresuradamente para operar nuevamente sobre Bal-
carce.
Después de esta acción las necesidades de la campaña lleva-
ron á Bustos á la Villa de los Ranchos, teniendo posterior-
mente que trasladarse á Herradura para unirse á las fuerzas
que en su apoyo mandaba Belgrano.
Entretanto, Viamont, que había reemplazado á Balcarce, fué
distraído en Carcarafiá con algunas partidas de guerrilleros,
mientras que López se corría sigilosamente, al frente de lóOO
hombres, para atacar á Bustos que permanecía aun en Herra-
dura teniendo resguardados los flancos y la retaguardia por
el Río III y el frente por «una especie de cerca de postes con
varas atravesadas»; palizada en que en la acción se sostuvie-
(») En esta fecha el efectivo del cuerpo era de: jefes 3, capitanes 7, tenientes
1° 3, tenientes 2® 8, subtenientes b, tropa 555.
(*) Se le habia unido un piquete de (rranaderos de Sayos y 2lKí milicianos cor-
dobeses.
-47 -
ron los infantes del *2* quedando la caballería en seg^unda
línea.
López comenzó el combate (*) con guerrillas de infantería,
para lo cual desmontó parte de sus montoneros, y luego de
un tiroteo bien sostenido inició una impetuosa carga de caba-
llería é infantería sobre la débil trinchera, siendo rechazada
por el fuego metódico y firme que le hicieron los infantes del
«Regimiento 2» rodilla en tierra ('); momentos que aprovecharon
las caballerías de Paz y La Madrid para cargar á fondo y des-
ordenar al enemigo.
Tan rápido fué el avance de los dragones y húsares, que de-
jaron á sus flancos cientos de montoneros que, pasado el pri-
mer momento de estupor, reaccionaron y pretendieron picar-
les la retaguardia, movimiento que Bustos reprimió avanzando
aceleradamente con los infantes, como también privó á la ca-
ballería enemiga de intentar el contraataque que su mayor nú-
mero hubiera facilitado. (*)
Al día siguiente volvió el enemigo á presentarse, siendo es-
perado por las fuerzas de Bustos en las mismas posiciones que
el 18 y tentó inútilmente sacar fuera de la trinchera á la ca-
ballería para abatirla con la superioridad numérica.
Frustrado su empeño simuló retirarse el caudillo santafecino
y, como las escaramuzas que en la noche provocó no le die-
ran resultado favorable alguno, decididamente se dirigió en la
mañana del 20 á la Villa de los Ranchos. Prejuzgando Bustos
fuera el objetivo de este movimiento la ciudad de Córdoba, se
movió aceleradamente para evitarlo, con lo que obligó á Ló-
pez á replegarse hacia Santa Fe, en donde más tarde fué á
chocar con el ejército de Viamont.
1») Según lo refiere La Madrid, López fué inducido á atacar por una treta
que le jugaron valiéndose de un salteño apellidado Robles, al que el mismo La
Madrid le propuso que cometiera un hurto, falta por la que sería castigado y
rapado, para que, convertido en un cccc-honio, se presentara il López y lo infor-
mara, fingiendo ser impulsado por instintos de venganza, que el ejército de Bus-
tos se hallaba completamente desorganizado y falto de municiones. A estar A la
aseveración de las reminiscencias que invoco, López creyó ciertas tales afirma-
ciones y, en consecuencia procedió como si obrara sobre seguro.
(•) Extractado de las «Memorias» de Paz
(*) En el parte de la acción Bustos atribuye al enemigo 150 pérdidas y 7 íl
sus fuerzas.
- 4« -
Ubre del adversario contramarchó Bustos para unirse el 2S
de febrero, en la Villa del Rosario, al ej<?rcito del Alto Perú
que, á órdenes de Belgrano, venía i\ prestar su concurso efi-
ciente en la campaña. Seg^uidamente, y para contener las in-
cursiones de los montoneros, fué desprendido Bustos con 800
hombres, éntrelos que marchaba el «Regimiento 2», y enterado
de que se habían apoderado del Fuerte del Tío marchó á res-
catarlo; pero el enemigo se retiró rehuyendo el encuentro.
Incorporado nuevamente al grueso del ejército siguió á la
posta de Candelaria, de donde retrogradó Belgrano hasta Cruz
Alta acatando lo pactado entre Viamont y López el 5 de abril;
pero, por falta absoluta de recursos, tuvo que trasladar su
campamento á Capilla del Pilar. (*)
El 10 de septiembre, por enfermedad de Belgrano, se recibió
del mando del ejército el general Francisco Fernández de la
Cruz y días después en\iaba al «Regimiento 2», con la infantería
restante, á Tucumán; pero, en diciembre, tuvieron que retro-
gradar á su campamento de Capilla del Pilar, pues la guerra
del litoral se encendió nuevamente.
El 12 de diciembre el ejército se dirigió al río II y en enero
se acercó á la jurisdicción de Santa Fe, llegando á la Posta de
Arequito el 7 de aquel mes.
Cruz, que había notado ya que la anarquía minaba sus fuer-
zas, expidió, antes de llegnr á Arequito, .su pasaporte á varios
oficiales, pero, por debihdad ó ignorancia de los hechos ('), no
lo hizo con su jefe de estado mayor coronel Bustos y el coro-
nel Heredia, que eran los que con más ahínco conspiraban
contra su autoridad.
La permanencia en las filas de las cabezas dirigentes del
complot facilitó la sublevación y en la media noche del día
(») *Me ordena el señor director que eleve las fuerzas de ral mando? ¿Cómo
podré hacerlo cuando no puedo mantener los hombres que hoy la componen? Mu-
cho» días pasan que no tengo absolutamente nada que dar de comer ni aun á
los jefes. Es preciso palpar esta miseria para formar concepto del forado de he-
roicidad á que pueden ascender las pasiones humanas». Oficio de Belgrano del
27 de junio de 1819.
(«) Estos datos han sido entresacados, con las salvedades del caso, de las «Me-
morias» del general La Madrid, A quien, como se ve, le cupo un rol interesante
en aquellos sucesos.
. - 49 -
citado prendieron á Zelaya, jefe de los dragones; Pinto, jefe
del regimiento 10 de infantería; y Morón (*) del «Regimiento 2»;
separándose Bustos con estas fuerzas y un escuadrón de hú-
sares á diez cuadras del campamento.
El «Regimiento 2» no se sublevó en masa, pues parte de sus
fuerzas permanecieron fieles durante las primeras escenas de
aquel sombrío drama. (■)
En la mañana del día siguiente aparecieron los amotinados,
en número de 1600 hombres y á las órdenes inmediatas de
Bustos ('), formados en batalla frente á las fuerzas de Cruz,
que contaba con 1400 plazas; mientras los representantes de la
barbarie, las hordas de montoneros, acechaban el momento de
cebarse en ambos.
El general Cruz, con la sangre fría que lo caracterizaba y
natural reposo, evitó la efusión de sangre pactando con Bus-
tos y, como resultado inmediato de este arreglo, le entregó la
mitad del parque á cambio de los jefes que, desde la noche,
mantenía en calidad de prisioneros.
Al obscurecer, los restos del «N° 2», que se habían mantenido
leales á su bandera y á sus jefes, se unieron á los revoltosos
(») La siguiente semblanza mereció la personalidad de Bruno Morón, de Da-
mián Hudson. «Estatura elevada y estructura física bien repartida; tez morena
pálida: barba y cabellos negros, facciones pronunciadas y de perfecta regularidad,
ojos negros, rasgados y mirada que revelaba penetración; rápida concepción y
viveza. De gallarda presencia y continente marcial al frente de sus tropas era
de una apariencia escultural. Con voz clara, metálica y poderosa hacía entu-
siasmar á sus soldados al llevarlos al combate. Su elocuencia era persuasiva y
breve; esencialmente militar, á par que de valor probado y sereno, infundía á los
subordinados la confianza de hallarse bien dirigidos».
Después de Arequito, Morón se retiró á Mendoza; allí organizó las milicias con
que había de combatir al funesto José Miguel Carrera. En la acción del 23 de
junio de 1821 Morón comprendió que el éxito dependía de la primer arremetida
y picando espuelas á su fogoso tordillo se lanzó sobre el enemigo sin dar tiempo
á sus fuerzas para que lo siguieran. El noble bruto rodó arrastrando en su caída
al valiente jinete que, sin tiempo para pararse, fué ultimado.
{') Los sublevados del «2^ se retiraron á órdenes del 2° jefe, mayor Castro.
(*) El irlandés Mr. Yates, compañero del general Carrera en sus vandálicas
correrías, decía en su «Diario», publicado en Londres en 1824 por María Graham-
«En este estado el coronel mayor don Juan Bautista Bustos, segundo en el
mando, se puso al frente de la revolución y se declaró por el ejército federal,
exigiendo de Carrera y de Ramírez que se le cediese el gobierno de Córdoba,
protestando su mayor veneración y amistad á sus nuevos aliados y su disposi-
ción á auxiliarles á llevar á cabo sus miras».
J
-so-
para servir las ambiciones bastardas de los que anarquizaron
;il ejército.
Al retirarse hacia Santa Fe el general Cruz fué alcanzado
por el coronel Heredia que, con quinientos jinetes, llegaba á
reclamarle la parte de convoy que decía corresponderle á los
amotinados; en esos precisos instantes los leales se hallaban
rodeados por las montoneras y con tenacidad se defendían de
sus repetidos ataques. Aunque infundadas fueron satisfechas
las reclamaciones de Heredia y recién entonces se resolvió á
intervenir para hacer cesar el derramamiento de sangre y no-
tificó á las fuerzas de López «se abstuvieran de seguir peleando
porque las cargaría». (*)
Abandonaron éstas el campo y Cruz, convencido que en ta-
les condiciones le sería imposible continuar su marcha hasta
Buenos Aires, se resignó á delegar el mando en Bustos y en
consecuencia le hizo entrega de las fuerzas que aun le perma-
necían fieles. (')
Fué en las condiciones expuestas que el coronel Bustos privó
á la patria en su lucha contra la anarquía y los tiranos de una
de sus fuerzas más eficientes con el falaz pretexto de evitar
la guerra civil y el solo objeto de concentrar aquellos cuer-
pos en Córdoba, á manera de guardia pretoriana de su go-
bierno, sin preocuparse que en el puerto de Cádiz y en la
Isla de León se continuaban forjando aceleradamente las cade-
nas con que el monarca español se empeñaba aun en aberreo-
jar á la que fué la perla más preciada de su corona en la
América latina. (•)
O «Historia de Belg^rano» por Mitre.
(*) SefiTún testimonio de La Madrid, Bastos colocó una guardia de soldados del
«N<^ 2» á los jefes que permanecieron leales carrestándolos así disimuladamente» y
en Herradura les entregó los pasaportes y doce y medio pesos fuertes para los
gastos del viaje.
(•) A propósito de los preparativos bélicos que en España se hacían, el supre-
mo director de las Provincias Unidas en Sud América, promulgó el «bando» de
que copio algunos de sus párrafos más salientes:
«Nuevos riesgos amenazan la existencia de la patria. La venida de una expe-
dición española A las costas de este río ya no admite duda. Es verdad que los
conflictos pecuniarios del gobierno español son los más grandes; pero una nación
constituida, que cuando menos conserva apariencias de grandeza, que tienen con
otros potentados conexiones políticas, relaciones estrechas y vínculos de familia.
- 51 —
y que no carece de algninas ricas posesiones para consignarlas en indemni-
zación á quien le preste auxilios, no debe decirse que absolutamente se halla
desprovista de medios para poner en obra lo que sea el objeto de sus vehemen-
tes deseos. Una confianza necia es generalmente más perjudical que la descon-
fianza excesiva. La nación española sanguinaria por carácter, vengativa por
sistema, y orgullosa por costumbre, hará para satisfacer estas pasiones innobles
esfuerzos que no ejecutaría para establecer su dicha sólida. Ciudadanos de las
Provincias Unidas en Sud América: Vendrán los españoles, pero vendrán al sa-
crificio. El imperio de la tiranía no puede volver á establecerse en estas regio-
nes. El orden de los tiempos, el curso de los sucesos, la naturaleza misma de
las cosas, la distancia, esa grande barrera del océano, la diferencia de intereses
recursos, proporciones y conocimientos que tienen en esta lucha los agresores y
los invadidos, todo concurre á darnos ventajas con usura. A vuestra cabeza yo
seré el primero de participar de vuestras fatigas y de vuestras glorias. Juntos
andaremos la carrera del honor. El término será la «victoria ó la inmortalidad».
EN EL CAOS
El ejército del Alto Perú y el gobernador Bustos — Faoto del Arroyo
del Medio — Sus conseouenoias — Bamlrez 7 Oarrera en Córdoba —
Acciones del Sauce 7 Ghajan — Combate de Crus Alta — Persecu-
ción de los derrotados — Movimientos sediciosos — Conclusión de
la «1^ época».
Se ha demostrado hasta la evidencia que al provocar Bustos
los sucesos de Arequito fué cegado por la ambición de ocupar
el gobierno de Córdoba con la suma de poderes que gozaban
López en Santa Fe, Ramírez en Entre Ríos y los demás cau-
dillos que hicieron de la anarquía su arma más poderosa de
combate.
Hasta entonces ocultó con hipocresía refinada sus intencio-
nes y, no obstante que había escrito á Belgrano renegando de
aquellas miras (*), con cautela felina trabajó primero la caída
del gobernador Castro y luego la de Díaz; logrando ocupar el
sillón de mando el 21 de marzo de 1820, elevado por la misma
asamblea que el 18 de aquel mes declaró á Córdoba «indepen-
diente, soberana y libre».
(O En carta á Belfcrano decia Bustos: «En las propuestas que se hicieron en
« Córdoba para gobernador sé que me propusieron; pero escribí al director para
« que se desentendiera de mí, diciéndole que rnds quería morir de soldado en el
« ejército, que de gobernador de Córdoba, porque para serlo es preciso ser loco
« y dar palo de ciego*.
- 54 —
Apoyado en los restos del ejército del Alto Perú (*) vegetó
tranquilamente en la gobernación hasta los primeros meses
del año 21, en que turbó la tranquilidad que se había procu-
rado la invasión de Ramírez y Carrera y las montoneras que
se sintieron en las sierras inmediatamente de conocerse la
aproximación del «Supremo entrerriano» y su cómplice chi-
leno.
Este avance sobre Córdoba fué motivado por la interven-
ción que su gobernador tuvo en la reconciliación de los de
Santa Fe y Buenos Aires; mediación que al producir el tratado
del Arroyo del Medio, signado el 24 de noviembre, dio pie á
Ramírez y Carreras para hacer extensivas sus hostilidades á
Balcarce, López y Bustos.
Derrotados por López en Santa Fe los caudillos alzados,
penetraron en la jurisdicción de Córdoba y el ó de marzo cho-
caba Carreras con Bustos en Chajan, y, debido á que la caba-
llería miliciana de éste no pudo resistir el empuje de los mon-
toneros, las fuerzas del último se desbandaron.
Con los refuerzos de línea, en que marchaban infantes del
«Regimiento 2», que recibió de la ciudad de Córdoba y algu-
nos milicianos de Calamuchita, inició Bustos la ofensiva, ven-
ciéndolo, á su vez, en el Sauce; contraste que obligó á Carreras
á retirarse buscando la junción con Ramírez, la que se efectuó
á inmediaciones de la Villa del Rosario.
«Carreras y Ramírez se dirigieron hacia el Sauce en perse-
cución de Bustos, pero éste se retiró á la Cruz Alta sin que
hubieran podido darle alcance por las muchas paradas que ha-
cía Ramírez para hacer menos fatigosa la campaña á Doña
Delfina (*), la hermosa amazona de que se ha hablado arriba.
(') De un oficio del jefe del estado mayor de Bustos, coronel Hercdia, se des-
prende que en esa fecha el efectivo del ejército era de: tenientes coroneles 4,
sarf^entos mayores 5, ayudantes mayores 7, Porta guiones 3, capitanes 21?, cape-
llanes r>, tenientes !"• íí9, tenientes 2"» 25, subtenientes 42, cirujanos 2, boticario 1,
sangrador 1, oficial de secretaría 1, id id comisarla 1, maestros mayores 2, sar-
gentos 169, cabos 25f>, individuos de tropa 1721. Total 2.305.
(*) Fué fatal A Ramirez la compañía de su amante. Derrotado en Cruz Alta
se dirigi;j al norte seguido por las fuerzas de López, que obraba en combinación
con Bedoya.
En el combate que se vio obligado á librarles fué muerto por lo> soldados de
- 55 -
Bustos se fortificó en aquel lugar». O
El 16 de junio se aproximaron á las posiciones estratégicas
que tenía de antemano ocupadas y le intimaron «se rindiera
sin condiciones ó se preparase á sufrir el asalto», concedién-
dole tan sólo quince minutos para contestar.
A Bustos se le presentó la oportunidad de reparar la crimi-
nal s,ublevación de Arequíto, y quizá recordó en aquel mo-
mento supremo que había sido un soldado ejemplar entre los
veteranos de ac^ro que Belgrano formaba y con la arrogancia
propia del que defiende una causa nobilísima y está dispuesto
á marchar con la entereza del mártir al sacrificio para revivir
en la historia, contestó: «Ms armas no se rinden nunca, ni se
entregan sino bañadas en la sangre délos que las empuñan*.
La altivez de la respuesta provocó el ataque inmediato.
Ramírez desmontó 300 de los 1.200 hombres que mandaba
para que cayeran, operando como infantes, sobre los flancos
de los fuertes, avance que la caballería protegería. (*}
Bustos solo contaba con 580 soldados.
Como de las versiones que existen de este combate de fuer-
zas tan desproporcionadas la que mejor y con mayor breve-
dad relata sus diversas faces es la del irlandés Mr. Yates, el
compañero inseparable de Carreras en sus vandálicas córre-
la vanguardia \iue mandaba el teniente de dragones José Maldonado. El general
Mitre en la «Historia de Belgrano» relata así este episodio:
«El 10 de julio á las 7 de la mañana fué alcanzado kamírez en San Francisco,
&. inmediaciones del Río Seco, y completamente destrozado se puso en precipita-
da fuga en compañía de su querida doña Delfina y de cinco ó seis soldados que
no le abandonaron en aquel trance. Una partida de santafecinos lo seguía de
cerca y consiguió apoderarse de doña Delfina, á la que despojaron de su casa-
quilla y su sombrero. A los gritos que daba su querida volvió caras el caudillo
al frente de dos de sus soldados y consiguió rescatarla; pero al mismo tiempo
que ella se ponía en salvo un pistoletazo le atravesó el corazón. ■. Se abrazó del
pescuezo del caballo, que asustado tomó el galope, y á poca distancia cayó
muerto con la cabeza envuelta en su poncho colorado».
(<; «Diario» de Mr. Yates publicado en Londreis en 1824
(') Era en aquella época Cruz Alta una aldea ligeramente fortificada para
prevenirla de las incursiones de los indios. Contaba con tres pequeños fuertes
en ángulos rectos formados con palizadas, tierra, etc.; un lado del triángulo fué
protegido por una línea de carretas, los otros dos estaban formados por casas,
potreros etc Bustos había reforzado estos fuertes insignificantes con una pieza de
artillería en cada uno; los intervalos entre fuerte y fuerte los ocupaba la infan-
tería parapetada en improvisadas trincheras.
- So-
rías, he creído oportuno transcríbir de su c Diario» la parte
pertinente. Habla aquel aventurero:
«Desalojamos al enemigo de un puesto avanzado 3" tomamos
uno de sus fuertes. Entonces Ramírez hizo que la caballería
cargara, lo que hicimos al galope y entramos á la plaza su-
friendo de frente el fuego vivo del enemigo. Allí encontra-
mos sólo los caballos de la gente de Bustos, pues los jinetes
se habían guarecido en los fuertes. Permanecimos unos mi-
nutos en la plaza cubiertos de polvo y de humo y expuestos
al fuego que el enemigo en todas direcciones nos hacía. Nues-
tra infantería dejó de tirar porque sus fuegos ofendían lo mis-
mo, al enemigo que á nosotros. Entonces nos retiramos en
desorden y nuestra infantería desocupó los puestos ventajosos
que había ganado, los cuales fueron tomados inmediatamente
por el enemigo.»
Quebrado el nervio de los invasores y casi aniquiladas sus
fuerzas por la defensa tan bien concebida como bravamente
ejecutada y sintiendo la proximidad de La Madrid y López,
se retiraron apresuradamente al Sauce para recoger sus baga-
jes y pasar á Fraile Muerto, en donde los caudillos se separa-
ron por desinteligencias que surgieron debido, especialmente,
á la influencia que en Ramírez ejercía el fraile Monterroso.
Bustos siguió en persecución de Carreras y al acercarse á
Río IV, como se informara que el comandante José Albino
Gutiérrez lo había apresado y hecho purgar en el patíbulo sus
notorios crímenes, regresó á Córdoba.
A la sazón habían sido dominados los movimientos sedicio-
sos, que se iniciaron en las sierras aprovechando la invasión
que á grandes rasgos dejo relatada, por las fuerzas despren-
didas, por el gobernador delegado Francisco de Bedoya, pri-
mero al mando de Díaz Colodrero y luego al de Catolis, ofi-
ciales que se habían formado en las filas del «Regimiento 2».
El primero, procediendo con una bonhomia tal que le valió ser
enjuiciado (causa que fué después sobreseída) había pactado con
los sediciosos, por cuya razón fué^relevado y su substituto (Ca-
tolis) correteó y dispersó á aquellos que sólo alcanzaban al nú-
mero de 400 hombres armados de garrotes y macanas.
— 57 -
Otras montoneras se hicieron sentir; pero, muertos Padilla y
Pintos que las encabezaron, volvió Córdoba á la paz octaviana
que era la idea más fundamental de gobierno que Bustos tenía.
En conclusión, si el exjefe del «Regimiento N^ 2» subvirtió
las formas más elementales de gobierno, dio la espalda á sus
honrosos antecedentes militares y no trepidó en imponer sobre
la fuerza moral del derecho el recurso brutal de la fuerza,
tiene en su haber las mejoras que introdujo en Córdoba y su
acción eficiente para coadj^uvar á robustecer al ejército con
que la República contribuyó en los campos memorables de
Ituzaingó á consolidar la independencia de la patria de Lava-
lleja, como se verá en la «2* época* de esta crónica.
2\ Época
GfUEERAS CONTRA EL BRASIL
y
el caudillaje
FBOLEGOHENOS SE LA CAUFAÑA
Sas causas — Grasada de los «84 orientales» — Sentimientos populares
— Anexión de la Banda Oriental — Declaración de guerra — Orga-
nisación del ejército — Ck>ntinsente8 de Salta 7 Córdoba — Beor-
sanización del «N^ 2> — Uniformes.
Los desmanes de Artigas y los montoneros que seguían sus
anárquicas inspiraciones {') dieron pretexto á Jaime VI de Por-
tugal para lanzar sobre la Banda Oriental el ejército de ocupa-
ción ('), que se posesionó de aquel territorio con la indiscutible
(•) Para evidenciar el juicio que á sus contemporáneos mereció la actitud de
Artigas, transcribo á continuación alanos de los párrafos de la proclama lan-
zada por el «Excmo. Ayuntamiento de la ciudad de Buenos Aires á sus habitan-
tes», á propósito de este caudillo:
«Un aventurero se ha levantado alrededor de nuestra misma patria. De uno
en otro error se ha precipitado en los más escandalosos excesos La felicidad
de los pueblos, su unión hacia el mismo sistema, su libertad, en fin. lo enfurece.
Enemijfo de la prosperidad pública él la ataca en donde quiera que la advierte.
Ya ha convertido en lugares de muerte todos aquellos puntos por donde ha pa-
sado su influjo devorador. Pequeños ensayos han aumentado más su audacia, y
los despojos de algunos pueblos menos considerables lo han inducido á codiciar
los de la rica capital. Con el vano título de Jefe de los oriéntales y Protector
de los pueblos libres, D. José Artigas dirige ya los bandidos que lo siguen á ocu-
par nuestras propiedades, á dilapidar nuestras fortunas, á manchar el pudor de
nuestras familias, á derrumbar nuestro gobierno, á humillar y talar á la gran
capital, á atar, en fin. á los que han nacido en la cuna de la libertad, A su carro
de desolación, de ruinas y de espanto»
(*) «A pesar de las seguridades que presta este armisticio la conducta anár-
quica del jefe Artigas en la Banda Oriental suministró un pretexto á la Corte
del Janeyro para invadir y ocupar este territorio. El gobierno de las Provincias
Unidas reclamó inmediatamente este acto y S. M. F. no pudo menos que procu-
rar satisfacer por una nota dirigida de su real orden por el ministro de negó-
- 62 -
mira de extender los dominios lusitanos hasta el estuario del
Plata; pero, á pesar del desorden que la acción desquiciadora
y las felonías del ^Protector de los pueblos libres*^ habían en-
tronizado y de contar con la adhesión y apoyo de algunos
caudillejos faltos de elevadas tendencias, no pudieron dominar
la altivez y patriotismo de los que aspiraban, sin ambiciones
innobles ni vituperables traiciones que desnaturalizaran su ac-
tuación, contemplar aquel suelo privilegiado libre de planta
extranjera y de las tutorías nativas que lo envilecían; y los
que prefirieron el sacrificio á la dominación extraña, los que se
sintieron capaces de remediar los males que sus hermanos ex-
traviados sembraron á su paso, se embarcaron en San Isidro
el 11 de abril de 1825 para emprender la cruzada que inmorta-
lizaría sus nombres y llevaría á su jefe, el general Lavalleja,
á ser considerado el bueno entre los mejores hijos de aquella
nación hermana.
Los «34 orientales» (*) que en el Arenal Grande juraron pe-
recer en la demanda ó aniquilar al invasor, contaban con las
dos extrankroB con fecha 23 de julio de 1818; y en la cual no sólo ratificó el
preindicado armisticio de 1812, sino que también declaró que aquella ocupación era
puramente militar y provisoria, sin que por ello pudiera jamás deducirse dere-
cho alguno de perpetua posesión». (N° 48 de «El Mensajero Argentino»)
(') Como es general la creencia que sólo «33 orientales» emprendieron la his-
tórica cruzada, para desvirtuarla, transcribo la nómina verdadera, publicada en
el <Catálogo de la Correspondencia Militar del año 1825*:
«Los individuos de que se compone la siguiente lista, pisaron en la margen
oriental del Uruguay para promover la libertad de la provincia el 19 de abril,
de 1825:
«Coronel, comandante en jefe Juan A. Lavalleja; mayores Pablo Zufriategul,
Manuel Oribe, Simón del Pino; capitanes Manuel Lavalleja, Manuel Freiré, Ja-
cinto TrApani. Gregorio Sanabria; tenientes Manuel Meléndez, Atanasio Sierra,
Santiago Gadea; alférez Pantaleón Artigas; cadete Andrés Spikerman; sargento
Juan Spikerman, cabo 1° Celedonio Rojas, baquiano Andrés Cheveste, soldados
Juan Ortiz, Ramón Ortiz. Avellno Miranda. Carmelo Colman, Santiago Nievas,
Miguel Martínez. Juan Rosas, TIburcio Gómez, Ignacio Núflez. Juan Acosta. José
Leguizamón. Francisco Romero, Norberto Ortiz. Luciano Romero. Juan Arteaga,
Dionisio Oribe (criado de D. Manuel Oribe), Joaquín Artigas (criado de Panta-
león Artigas).
«El capitán D. Basilio Araujo no vino incorporado á los Treinta y Tres pero
sí en la misma condición; hizo el viaje por tierra, pasó el Uruguay, cumplió su
comisión y se incorporó en la co-^ta á los Treinta y Tres».
Una imprevisión limitó el número á «33» eliminando en un principio al capitán
Basilio Araujo á pesar de ser uno de los juramentados y haber merecido de su
jefe la confianza de que se le confiara la misión de llevar la palabra de orden
á algunos comprometidos y reunir las caballadas, lo que lo obligó á cruzar antes
el Uruguay; cumplida la cual se Incorporó A sus compañeros en el Arenal Gran-
- 63 -
simpatías y decidida adhesión del pueblo argentino (*) que bien
pronto se tomó tan agresiva hacia el Brasil que hizo inevita-
ble la guerra y el Congreso Constituyente, sin poder subs-
traerse á las corrientes impetuosas y avasalladoras de aquella
opinión entusiasta, la provocó decididamente con la ley de 24
de octubre de 1825 (■) que aceptaba las resoluciones del Con-
greso de la Florida.
Fué, por consiguiente, la ansiada declaratoria de guerra fir-
mada el 10 de diciembre de 1825, en el «Palacio de Río Ja-
neiro», por S. M. F. Pedro 1^ y el vizconde de Santo Amaro
y hecha conocer oficialmente del pueblo, que la recibió con
indescriptible júbilo, el 3 de enero por el gobernador de la
provincia de Buenos Aires y encargado de la representación
nacional, general Juan Gregorio de Las Heras, una de nues-
tras más puras glorias militares, con una vibrante proclama
(") que es muestra fehaciente de su acrisolado patriotismo.
de. Lava lie ja y Oribe, pretendiendo salvar esta omisión, con injustificable lige-
reza y mala fe. suplantaron á Tiburcio Gómez con Araujo en la creencia que
aquel había muerto en poder de los brasileños que lo tomaron en el segundo
asedio que Oribe llevó á Montevideo; pero Gómez libertado al terminar la gue-
rra reclamó, justificando sus derechos con el testimonio del mismo Oribe, lo que
originó un informe del jete del estado mayor, coronel Pedro Lenguas, que em-
pieza con el siguiente párrafo: «Excmo. señor: El ntSmero de los Treinta y Tres
« para quienes se decretó el premio, está llenado según consta por las revistas
€ de comisario; ahora aparece otro individuo, que lo reclama como uno de los
« de aquel número, y los Informes que anteceden acreditan que fué uno de ellos».
(*) «Estos son los votos de todos los argentinos y es llegado el momento de
que no sean secretos; ellos deben recordarse á todas horas y en todas partes; la
guerra debe ser el saludo en todos los círculos, y proscribirse hasta el nombre
de paz que enerva el espíritu público y desnaturaliza la situación del país». («El
Mensajero Argentino»).
«Acaba de echarse un bando en esta capital para armar 400 negros y espera-
mos que otras disposiciones de guerra seguirán muy pronto á las medidas pre-
cautorias que es preciso abrazar. Un pueblo que nunca ha sido conquistado, un
pueblo que tuvo la gloria de reducir á polvo las mejores tropas inglesas, un
pueblo heroico que ama el estruendo de la guerra por carácter, y que la hace
siempre con gloria. Buenos Aires clama por su defensa». («La Crónica Argen-
tina»).
(•) «Artículo 1° De conformidad con el voto uniforme de las Provincias del
Estado, y con el que deliberadamente ha producido la Provincia Oriental por el
órgano legítimo de sus representantes en la Ley de 25 de agosto del presente
año. el Congreso General Constituyente, en nombre de los pueblos que representa,
la reconoce de hecho incorporada á la República de las Provincias Unidas del
Río de la Plata, á que por derecho ha pertenecido y quiere pertenecer. Art. 2°
En consecuencia, el gobierno encargado del poder ejecutivo nacional proveerá
á su defensa y seguridad».
(■) No puedo substraerme á reproducir los dos últimos párrafos, copiados del
— 64 -
No sorprendió al gobierno el reto, pues desde tiempo atrás
se preocupaba con ardoroso empeño de la preparación de la
tuerza armada que había de arrostrar los albures de la gue-
rra para llevar el credo de la libertad donde quiera llegara
su planta. Así lo evidencia la circunstancia de que el 31 de
mayo de 1825 había dispuesto el congreso la reorganización
del ejército nacional que, en virtud de la ley sancionada, se
formaría con las sisfuientes unidades:
0^ Artillería: Un batallón de 6 compañías y cada compañía de
70 plazas; siendo 1p primera de zapadores.
^Infantería: Cuatro batallones de seis compañías cada uno;
cada compañía de 100 plazas, incluyendo sargentos, cabos y
tambores. (*)
^Caballería: Seis regimientos con cuatro escuadrones cada
uno; cada escuadrón de dos compañías y éstas con la fuerza
de 100 hombres; incluso cabos, trompetas y 13 plazas de plana
mayor [or regimiento».
El 10 de julio el gobierno reglamentó esta ley y posterior-
mente se aumentó (■) el efectivo de cada cuerpo de infantería
(*) á 720 plazas y de la artillería á 600; quedando también es-
tablecido que el ejército se remontaría con los contingentes
original impreso que profusamente se repartió en Buenos Aires; el qu« obra en
mi colección:
«Ciudadanos: desde hoy todos sin excepción somos soldados Que los tiranos
conozcan otra vez cuál es la fuerza tremenda de un pueblo libre cuando defiende
su honor v sus derechos. Si el emperador, en la embriaguez de su orgullo, ha
equivocado la moderación con la pusilanimidad, que se desengañe. Que los pue-
blos brasileños tengan en nosotros un ejemplo que reanime su coraje para arro-
jar al monstruo que los degrada y los consume;— y que las repúblicas aliadas
vean siempre las banderas de las Provincias Tenidas del Río de la Plata flamear
á la vanguardia en la guerra de la libertad. Si alguno hay entre nosotros que
no se conmueva A este noble sentimiento, la excecración caiga sobre él y lo con-
funda.
«Bravos, que habéis dado la independencia á nuestra patria, descolgad vues-
tras espadas. Un rey, nacido del otro lado de los mares insulta nuestro reposo
y amenaza la gloria y el honor de nuestros hijos. A las armas, compatriotas A
las armas —Juan Gregorio de Las Ñeras».
(») La plana mayor de cada batallón de infantería la componía: 1 coronel, 1
teniente coronel, 1 sargento mayor, 2 ayudantes y 1 abanderado. Además, cada
compañía llevaba: 1 capitán, 1 teniente 1**, 1 teniente 2° y 1 subteniente.
(») Decreto del 15 de julio.
(*) A los cuerpos de infantería se les numeró del 1 al 4 en virtud de que en
el artículo 1° del decreto del 10 de julio se establecía: «Queda desde esta fecha
« sin efecto toda denominación atribuida á cualquiera de los cuerpos del ejército,
« fuera del número que les corresponda en su arma».
— tX^) —
que las provincias proporcionarían «de acuerdo con el Cupo
que por su población se les señalara».
He anticipado al terminar la «P Época» de la «Crónica His-
tórica del N° 2 de infantería» que la actitud de Bustos ante el
problema que planteaban los prolegómenos de la guerra con
el imperio fué encomiable^ y aquel acertó está justificado por
la eficaz ayuda que le reconoció el ministro Balcarce haber pres-
tado á la organización de las fuerzas (*) que debían de contra-
rrestar el empuje de los veteranos, fogueados en su mayoría en
las campañas contra Napoleón el Grande, que componían el
brillante ejército con que contaba el Brasil sacar triunfante su
política absorbente.
Y, en realidad, Bustos se había apresurado á deshacerse de
sus mejores fuerzas con la mira de engrosar el ejército que se
organizaba en la costa del Uruguay y á las inmediatas órde-
nes del coronel Paz envió mil soldados veteranos (') y qui-
nientos milicianos que en aquella situación apremiante tuvie-
ron inmediato destino; prometiendo, además, contribuir, si
necesario lo estimaba el gobierno central, con un regimiento
de cazadores de 650 plazas y 300 reclutas de caballería. (")
Estos valiosos refuerzos, conjuntamente con los veteranos
que envió Arenales, se destinaron á planteles de las unidades
de infantería y caballería que en el plan de operaciones estaban
llamadas á iniciar la campaña y una parte engrosó las filas
del «N^ 2» que había sido reorganizado por decreto de 22 de
mayo de 1826. {*)
La expresada reorganización se operó sobre la base del ba-
tallón de cazadores que á órdenes del .sargento mayor Agus-
(') Con este motivo le declaraba Balcarce. en oficio del 24 de noviembre de
1825. que «el jyobierno nacional está satisfecho de la activa cooperación con que
« el señor gobernador de Córdoba se ha empeñado en llenar las leyes del Con-
« preso General Constituyente que han sido dictadas con tendencia á organizar
« y defender la integridad nacional».
(*; «El Mensajero», al noticiar la llegada de este contingente, saludaba A •los
antiguos soldados del ejército de Belgrarw».
(*) Informaciones tomadas del periódico «El Correo».
(♦) «Debiendo procedersc & la organización del Batallón de Cazadores del eiér-
%u cito de operaciones en la Banda Oriental se denominará este en adelante «Ba-
« tallón N° 2» y el que existe en esta capital tomará el N° 1»
— 6b -
tín Rabelo se había incorporado en diciembre del 25 á las
fuerzas'^campadas en el Arroyo del Molino.
Este cuerpo, que constaba de cuatro compañías y 259 plazas,
y en cuyo comando había reemplazado á Rabelo el teniente
coronel José Gabriel de la Oyuela, al tomar la denominación
de «Batallón N^ 2» había sido aumentado á seis compañías (')
y se trasladó de la Villa del Uruguay, á la cual había llegado
en enero del 26, á ocupar en el mes siguiente á San José del
Uruguay, punto en que permaneció hasta el mes de octubre,
en que marchó á incorporarse al ejército en el Arroyo Grande.
Ya en este mes se había designado para comandarlo al co-
ronel graduado Ventura Alegre, el que se recibió de su jefa-
tura en los primeros días de diciembre. (*)
Las fuerzas expedicionarias se encontraban en la fecha indi-
cada completamente organizadas, uniformadas ('), abundante-
mente provistas de pertrechos bélicos y en condiciones inme-
jorables para llenar la nobilísima misión de redimir á un
pueblo hermano que se les había encomendado.
{») A las compañías 1*, '2^. 3o y 4° que antes tenía, se agregaron la de «Cara-
tineros» y de «Volteadores».
(.») En esta fecha su plana mayor la formaban: coronel graduado Ventura
Alegre, sargento mayor Agustín Rabelo, ayudante mayor Raimundo Lafuentc.
id id Agustín Romero, abanderado Mariano Escalada.
Además los capitanes, comandantes de compañía, Bernardo Hencstrosa. Anas-
tasio Encinas. José María Lahitc, Lorenzo Merlo y Doroteo Donado y en con-
junto un efectivo de 395 plazas.
{') Por decreto del 18 de agosto se reglamentaron los uniformes que debía
usar el ejército, correspondléndole A la infantería el vistoso vestuario que deta-
llo:
«Casaca corta azul con vivos carmesíes, collarín, vuelta y solapa verde, ccr-
« netas en los faldones, centro blanco y azul con botines y zapatos.
«Casco con guarniciones doradas, cordones verdes y chapa con el número del
« batallón.
CAHFAÍ^A OFENSIVA
Sfectivo 7 estado del ejército — Itinerario de las marchas — En terri-
torio enemigo — Flanqueo— Toma de Bagé — Interrupción de comu-
nicaciones — En San G-abriel — Combates de Baoaoay y Ombú —
Movimientos estratégicos — Elección del campo de Batalla.
Como queda dicho, el «Batallón N° 2» se incorporó días an-
tes de abrirse la campaña al ejército que, desde agosto del 26,
campaba en las márgenes del Arrogo Grande á objeto de ini-
ciar las operaciones, bajo las inmediatas órdenes del general
Alvear, que había sido nombrado general en jefe el 14 de
agosto de aquel año, contra las fuerzas imperialistas queS. M.
F. tenía de antemano destacadas en el territorio oriental y sus
fronteras (*).
(1) Antes de posesionarse Alvear del puesto había recibido el siguiente «Estado
de las fuerzas» del adversario que su antecesor había formado:
«Estado de fuerza en la línea del continente en 17 de mayo de 1826.
«División de la derecha al mando del coronel Vento Manuel que
debe situarse sobre la costa del Quarey, toda su fuerza caballe-
ría en núm. de 600
«Columna de Santa Ana al mando del coronel Tomás Antonio, si-
tuada en las puntas del Ibicuy Chico, con 4 piezas de artillería,
120 infantes (80 de estos alemanes y el resto guaraníes) y la de-
más tuerza caballería, incluyendo entre estos el Regimiento deno-
minado "Entre Rios'^ ó Guaraníes compuesto de 500 indios 2220
«Columna de Piray Chico situada frente á los Cerros de Valles,
compuesta toda de infantería, á excepción de dos escuadrones de
á 200 hombres Paullstas y Mineros con 8 piezas de artillería,
siendo la Infantería venida toda del Janeiro y entre ella como
aOO t^aberrts , , ; 2900
Suma á la vuelta. . . . 5720
(S8 -
Según lo afirma uno de los bravos de «Granaderos á Caballo»,
que había recorrido en rudo y constante batallar medio conti-
nente, el mayor Domingo Arrieta, la composición de aquel
ejército era como sigue:
Artillería: 28 piezas y 500 plazas
Caballería: Regimientos 1, 2, 3, 4, 8, 16, 17 C) y
Escolta 5370 id
Infantería: Batallones 1, 2, 3, 4 y 5 37a5 id
Caballería oriental 3200 id
ó sea un efectivo (') de 12805 plazas.
*Este estaba hermosísimo; su fuerza considerable, bien vesti-
do, armado y puntualmente pagado; mas como la mayor parte
de los cuerpos de que se componía eran recientemente for-
mados y aproximándose el tiempo en que debía abrirse la cam-
paña es imponderable la contracción que se tenía en los ejer-
cicios doctrinales». (*)
Sobre la costa del Arroyo Grande se formó el ejército el 2b
de diciembre, á las 5 de la tarde, para ser revistado y procla-
mado {*) por el general en jefe, y una hora más tarde, en me-
Suma de la vuelta óT'JO
«División de la izquierda al mando del coronel Vento GonzAlez.
situada en el Potrero de F"ranci<quito sobre el Yagruarón, toda
fuerza de Caballería en número de -\W
«Se anunciaba la llegada próxima á la columna de Santa Ana de
un batallón de 800 infantes procedentes de Bahía 800
«Fuerzas que ocupan A Montevideo y la Colonia calculadas en un
total de 5500
Resultando la suma de 12420
(») De los testimonios de OlazAbal, Pedernera, Chenaud y Miró se desprende
que el regimiento 17 de caballería se incorporó al grueso del ejército recién des-
pués de Ituzaingó. En «Prlngles». por José J. Riedma, figura este cuerpo sitiando
íl la Colonia.
('} Eq cambio el historiador señor Vicente F. López le atribula 9.3(X) hombre»
así repartidos:
Caballería 5400 plazas
Infantería 1600
Artillería 300
Milicias de Lavalleja 2000
(3) «Memorias de un soldado» -Es de notar que su autor, el mayor Arrieta. ha-
bía servido con San Martín. Bolívar y Sucre y aun mantenía frescos los laureles
de Junín y Ayacucho, últimas acciones de guerra en que había actuado.
{*) En uno de los pArrafos mis salientes de aquella proclama dijo: "En el cur-
« so de nuestra marcha incontrastable nos esperan grandes fatigas y peligros, all-
t. cíenles poderosos para los viejos soldados de la Independencia. La historia os
« acompaña la posteridad os aguarda y cuatro millones de brasileños os tienden
»• -;us manos oprimidas con las esposas de la esclavitud»
-- 69 -
dio de un entusiasmo febril, se movió el 2** cuerpo (') á cuya
cabeza marchó el general Alvcar, para campar el 27 en el Arro-
yo de los Porongos.
El 28 lo siguió el 3^^ cuerpo á órdenes de Soler, con el que
expedicionaba el "N^ 2 de Infantería" y conjuntamente los ba-
tallones Nos. 1, 3 y 5 de la misma arma, 2 y 3 de caballería,
la artillería ligera, llevando además el parque y maestranza del
ejército. Esta fuerza llegó el 31 al Arroyo de Minas, y, en el
mismo orden, siguiendo el 3** al '2? cuerpo, se continuaron las
marchas hasta que el 14 de enero, después de una rápida y
habilísima jornada diagonal por campos inhabitados y que has-
ta entonces ningún ejército había hollado, pisaron los republi-
canos territorio brasileño en las inmediaciones de Caraguatay,
sin ser sentidos por el enemigo debido á que su atención ha-
bía sido distraída .hacia Carpintería por las partidas que exprofe-
so envió el general Alvear.
Entraba en los planes de éste flanquear la izquierda de los
imperialistas para cortar sus comunicaciones con Río Grande
y tal empeño lo llevó á repasar el Río Negro con el 2°. y 3".
Cuerpo y de ahí seguir al paso de «Valiente» en el que reunió
todo el Ejército.
En esta situación y encontrando su genio militar propicio el
momento, destinó parte de sus fuerzas con la misión de tomar
el pueblo de «Bagé» (•), siendo ocupado éste el día 26 por los
batallones «Nos 2, 3, y 5 de infantería», que al efecto se des-
prendieron de las sierras, sin que el enemigo les opusiera re-
(») Componían este cuerpo los regimientos de caballería 1, 4, 8, 9 y Ib, escuu'
drón de coraceros y milicias de la colonia.
(•) «Al ponerse el sol del 25 todo el ejército se puso en movimiento en tres co-
lumnas. El 2® y 3er cuerpo pasaron á la margen derecha del Rio Negro: en la no-
che siguieron su marcha y el sol del 26 los vio con el 1° caer sobre Bailes, dejan-
do A la Villa y las alturas & la derecha; y marchando paralelamente en columna
los cuerpos 1° y 2° y el 3° en reserva por un cambio rápido de posición. Enton-
ces los batallones 2, 3 y 5 de tropas ligeras se destacaron á penetrar por la mon-
taña, caer A la Villa y conseguir su ocupación La caballería enemiga en número
de 4000 hombre»* A las órdenes del brigadier Barreto inundaba la margen izquierda
del Piray A legua y media de Ballet y del 1er cuerpo se destacó el comandante
Gómez para rechazar sus avanzadas, poniéndose todo él en movimiento para re-
conocer el enemigo. Al entrarse el sol estaba ya en retirada y habiéndole picado
la retaguardia el comandante Oómez le mató un oficial y cuatro soldados y le
hizo seis prisioneros sin tener pérdida alguna» (Boletín N° 3 del Ejército
Republicano).
- 70 -
sistencia alguna; no obstante ser aquella posición de importan-
cia para las ulterioridades de la campaña puesto que ocupaba
el centro de los caminos que entonces se transitaban entre
Rio Grande, Porto Alegre y Río Pardo. (')
Al ocupar [militarmente aquel punto se respetaron escru-
pulosamente los bienes particulares, tomándose tan solo los ele-
mentos que, en abundancia, tenía el enemigo almacenados en
los depósitos fiscales (').
Nuevamente emprendió la marcha el ejército el 31 de enero
en persecución del enemigo que siempre se retiraba, procuran-
do llevar á los republicanos á los parajes escabrosos que hacia
el norte tenía de antemano reconocidos y eran los más apro-
piados para que sólo su naturaleza abrupta anulara la fuerza
viva y eficiente que representaba la caballería argentina; pero,
Alvear, conociendo que el eje de su ejército reposaba en aque-
lla arma montada, en cuj^a organización había evidenciado par-
ticular y decidido empeño logrando hacerla incontrastable (*)»
trató de entorpecer la táctica de los imperialistas y variando
de movimiento emprendió uno de flanqueo mientras distraía su
atención del grueso de la columna con partidas volantes de ca-
ballería é infantería, entre las que operaron 100 hombres del
«2 de Infantería».
No pasó desapercibido al enemigo este movimiento. Procu-
rando evitar el flanqueo y no creyendo segura su posición, no
obstante de haber colocado de por medio las sierras de Cama-
cuá, inició tan acelerada retirada que no sólo abandonó valio-
(0 De una crónica de la época tomo los siguientes datos:— «La Villa de Bailes
está situada en una pintoresca colina que domina hermosos valles y de su derecha
se desprenden cinco arroyuelos que vierten sus aguas en el Rio Negro, dando a'
paisaje un aspecto delicioso resguardado por los grandes cerros que forman la
espalda del lugar en que reposaron de las fatigas del desierto que acababan de
atravesar los bravos del ejército republicano. Los soldados del 2, 3 y 5 ocuparon
tranquilamente las casas que los pobladores habían abandonado obligados por el
jefe de la guarnición enemiga».
{*) Alvear así lo recomendó al pisar territorio enemigo, en la proclama del 14
de enero:— «Las propiedades del habitante pacífico y laborioso son sagradas como
su honor y libertad; Soldados- Respetadlas».
(") Al respecto dice Arrieta:— <Su columna de caballería ha sido la más hermo-
sa y brillante que ha visto la América del Sur desde el grito de su independen-
cia hasta aquella fecha. Puedo asegurar que hasta entonces no había visto tropas
que estuviesen en mejor pie de arreglo que estas».
^ 71 -
sos pertrechos sino que también perdió 8.vt00 caballos y la po-
sesión del pueblo de San Gabriel (*).
Varios encuentros se sucedieron con las fuerzas desprendi-
das del grueso del Ejército republicano, entre las que actuaba
como antes lo afirmó parte del ^N^ 2»; la mayoría sin impor-
tancia, á excepción de los combates de Bacacay y Ombú, en
los que, primero Lavalle y luego Mansilla, hicieron sentir el
temple de los sables de los soldados libertadores á la célebre
caballería de Bento Manuel.
Uno de aquellos arranques geniales, que iluminan la discuti-
ble figura militar de Alve.ir para hacer menos densas las som-
bras que rodean su personabidad, lo indujo á abandonar á
San Gabriel y retroceder hasta llegar al Paso del Rosario el
día 19 á las 12 m., de donde contramarchó, al ponerse el sol,
para ocupar las inmediaciones del histórico campo de Ituzaingó,
posición que había reconocido detenidamente en la marcha de
aquel día.
Con atrayente sensillez declara Alvear, en documentos de la
época, que todas las evoluciones y marchas que había puesto
en juego desde el 12 de febrero obedecían al propósito que
tenia concebido y arraigado de sacar al ejército brasileño de
entre las breñas en que la superioridad numérica de su infan-
tería veterana le aseguraba el triunfo para llevarlo al campo
abierto donde la caballería republicana pudiera ejercitar su
irresistible pujanza. Con ese persistente empeño fingió una re-
tirada apresurada que engañó con sus falsas exterioridades á
Barbacena y lo indujo á lanzarse en su persecución, dando con
ello á la estrategia del general argentino el más remarcado
y completo éxito.
Si bien fué la de Alvear en estos momentos la cabeza pen-
sante y dirigente, justo es también declarar que si alcanzó tan
señalado éxito fué en gran parte debido á que lo secundaban
Soler, Mansilla, Lavalle, Paz, Lavalleja, Brandsen, Olazábal,
Olavarría, Pacheco, Deheza, Alegre, (jefe del «N° 2»),Videla y
cien más que tenían ya conquistado sitio predilecto en las pági-
nas de oro de la historia y que contaba, además, con los brio-
(») El 13 ele febrero lo ocupó el ejército argentino.
- 72 -
sos cuerpos del ejército nacional formados por veteranos que
unían á la bizarría, emulación del deber y anhelos de gloria que
les inculcara San Martín la nobleza y férrea perseverancia para
contrarrestar la adversidad que les ejemplarizara Belgrano!
ITUZAINQO
Bzito de la falsa retirada — Sorpresa de Barbaoena— Disposición de
las fuerzas— Ataque al «N^ 2» — Su rechazo —A vanee de la in-
fantería—Dispersión del enemigo— Bajas j trofeos — Toma de
San Qabriel.
El movimiento retrói^rado de Alvear llevó el convencimiento
al enemigo que respondía á un debilitamiento de sus fuerzas
y en la seguridad de aniquilar al ejército republicano aceleró
sus marchas para atacarlo en el Paso del Rosario, paraje en
que lo suponía campado. Con las primeras luces del memo-
rable 20 de febrero experimentó Barbacena las hostilidades
iniciales de las fuertes guerrillas de caballería á que se había
confiado la tarea de formarle la cortina que le ocultaría el
verdadero objetivo de nuestro general. .
Empecinado en la idea de concluir con el adversario que
huia^ opuso sus avanzadas á las de los republicanos, mientras
que el grueso de sus fuerzas (') seguía adelantando sin tomar
las precauciones elementales que, á saber la proximidad del
encuentro, hubiera seguramente adoptado.
Entretanto, y como con intensidad creciente se sentía en el
(') «Las fuerzas de ambos ejC-rcItos, eran, seffún los calculadores nuestros,
V doce mil brasileros y nosotros nueve mil. incluso los orientales. Yo creo exa-
« Bfí^rado el número de los brasileños porque la división que derrotamos en el
* Ombú, no tuvo tiempo de incorporarse A su ejército-, y en este cíllculo se le
« suponía reunida A éste en número de mil hombres». ^Recuerdos del ejército de
operaciones contra el emperador del Brasil)
-74-
campo argentino el fuego de las avanzadas, con precisión ma-
temática ocupaba el ejército de Alvear las posiciones que de
antemano se le habían señalado.
La caballería, casi en su totalidad, ocupó las alturas del
frente, mientras que la artillería ó infantería, con la que mar-
chaba el «Batallón N° 2» (*), corriéndose diagonalmente se po-
sesionaron de las lomas de la izquierda para convertirlas en
la llave del campo de batalla.
El general Lavalleja, seguido por la caballería oriental, ocupó
las alturas que por la derecha limitaban el campo en que se
iba á librar aquel soberbio duelo, coronando las lomas, como
en la izquierda lo habían hecho la artillería é infantería.
Grande fué la sorpresa de Barbacena al encontrar irrepro-
chablemente formado en batalla el ejército que suponía empe-
ñado en esquivar el encuentro, y, aunque desde el primer mo-
mento debió considerar desventajosa su posición, se vio
precisado á iniciar el combate y tras de breve hesitación hizo
romper á su artillería en un furioso cañoneo que fué certera
y metódicamente contestado por la de los republicanos.
Lamento que sea la índole de este trabajo inapropiada para
describir las peripecias todas de aquella acción y debiendo,
por los lincamientos en que lo he encuadrado, circunscribirme
particularmente á la actuación que cupo al «Batallón N° 2» tó-
came omitir las incidencias que arrancaron á uno de los acto-
(') El efectivo del *N° 2» en esta acción se descomponía como sijrue:
Plana mayor.— Coronel praduado Ventura Alepre. sargento mayor Aíjusiín
Rabelo, ayudante mayor Raimundo Lafuente, id fd Agrustín Romero, abanderado
Mariano Escalada.
Compañía de voiteadores:— Capitán Anastasio Encinas, teniente 2° Sandaüo
Mansilla. subteniente Rafael Fernández. Efectivo: 86 plazas.
Compafiia de c<7ríi¿> mt^t>5-— Capitán Bernardo Henestrosa. teniente "2? Esteban
Montaña, subteniente Miguel Gómez. Efectivo: 92 plazas.
l*^ Compaiiia:— Con el mando accidental de ésta figura el ayudante mayor.
Raimundo Lafuente, que después de la batalla fué ascendido á capitán de la
misma. Efectivo: 51 plazas.
2** ('o;///>fl;7/rt.— Capitán José María Lahitc, teniente 2" Saturnino Hieres, subte-
niente Ascencio Monjaymc. Electivo: 6S plazas.
3* (■();///>/i;}/í7;— Capif'in Lorenzo Merlo, teniente 1° Alejandro Romero, subte-
niente Eufrasio Rabelo. Kfectivo 73 plazas
4'^ C"<>m/>rt/7/íí.— Capitán Doroteo Donado, teniente 2" Joaquín Perc\ra, subte-
niente Andrés C>alán. Efectivo: (v") plazas.
En conjunto, 435 plazas.
- 75 -
res en ese drama de sangre la justiciera expresión: «Jamás se
« vio tanta profusión de valor como en aquel día».
A pesar de la carga á fondo que llevó impetuosamente la
caballería de Lavalleja al enemigo, éste con tres batallones de
infantería (*) apoyados por dos mil caballos y seis piezas de
artillería avanzó con denuedo sobr^ el ala que cubrían la in-
fantería y artillería, trabándose un tenaz combate que fué sos-
tenido muy especialmente y con brío sin igual por los bata-
llones «2» y 5» y mereció, como uno de los lances más salientes
de la acción, ser citado en el «parte» de Alvear en los siguien-
tes términos: «El «2» del coronel Alegre atacado por una fuerza
« de caballería que tenía á su frente la abrazó con sus fuegos
« obligándola á abandonar el campo». (■)
Mientras tanto La valle con irretistible pujanza había arro-
llado la izquierda; Brandzen conquistado la inmortalidad ca-
yendo gloriosamente en las mismas líneas del enemigo (•); á
Gómez y Medina su ardor los había llevado en la derecha á
estrellarse contra fuerzas infinitamente superiores, teniendo
que restablecer el combate en esta parte los «Coraceros», los
«Dragones» y los «Lanceros» que Olavarría «hizo maniobrar
como en un día de parada».
(») Marchaba con éstos uno de alemanes que habían recibido el «óleo de los
valientes» en las guerras contra Napoleón \^. La suerte que cupo á estos con-
tratados la relata así el coronel Todd, guerrero del Brasil:
«Continuando nuestra marcha, siempre en persecución del enemigo, encontra-
« mos muchas partidas de alemanes que se habían establecido en las casas, ó
« ranchos del camino; allí estaban fabricando pan. Todas estas partidas se nos
« presentaban diciendo, por algunos de ellos que champurreaban el español, ó el
« portuguéz, que ellos habían sido traídos de Alemania sin saber para qué y que
« no querían pelear con nosotros por una causa que no conocían; que por eso se
« habían quedado A esperarnos, no como enemigos sino como amigos. Cuando
« ya fueron muchos los que tomamos, ó se nos presentaron, se les reunió á to-
« dos y se les preguntó si querían marchar á Buenos Aires como prisioneros ó
« deseaban agregarse á nuestra infantería. Prefirieron lo último y se les distri-
« buyo en nuestros batallones».
(*) El coronel Olivera con la división Maldonado y el 1° de caballería, «acu-
chillaron esta fuerza en su retirada que fué dispersa y puesta fuera de combate».
(Testimonio del general Mansilla).
(') Aquel heroico francés encontró en Ituzaingó la muerte que á su alma fé-
rrea cuadraba y que, desde mucho antes, buscaba pues en carta del 19 de octu-
bre de 1820 decía á su íntimo Viel- «Pero soy ya algo maduro para acostumbrar-
« me á ia esclavitud— y prefiero caer combatiendo de frente que retroceder
« parando los golpes»
- 76 -
Fueron en esta acción el heroísmo y la estrategia unidos los
que hicieron ceder el campo á las fuerzas imperialistas, no
obstante que algunos de sus cuerpos, ya perdida toda espe-
ranza pero templados sus soldados por ese fluido misterioso
que impulsa al sacrificio, pretendieron resistir á todo trance.
De cuatro posiciones sucesivas en que intentaron sostenerse
fueron arrojados á bayonetazos por los bravos veteranos de
los Batallones N»» 1, 2, 3 y 5 de infantería.
Según los «Boletines del Ejército Republicano», que he con-
sultado detenidamente para seguir esta campaña, dejó el ene-
migo sobre el campo 1200 muertos, su parque, bagajes, gran
número de prisioneros, 10 piezas de artillería, la imprenta, (*)
dos banderas 3^ la marcial «marcha» que Barbacena llevaba
para bautizarla con el nombre de la primera gran batalla que
ganara y á la que el vencedor, explotando aquel designio en-
fático, nominó de «Ituzaingo».
Hasta la media noche de aquel día memorable parte de la
caballería argentina se ocupó en perseguir á los imperialistas
dispersos y el resto del ejército campó en Caciques para luego
marchar pausadamente y ocupar el 26 de febrero á San Ga-
briel, apoderándose de nuevos y valiosos pertrechos. (*)
Xo es, en fin, en la batalla de Ituzaingo posible especificar
cuales se distinguieron y los que sobresalieron del conjunto
sin copiar íntegras las «listas de revista» de la mayoría de los
cuerpos (*), cuyos individuos, según la frase del general en
(») Arricia jitrlbuye al enemigo pérdida de 4780 hombres. 534 carretas de ar-
mamento, vestuarios, etc.. todo el hospital. 'My piezas de artillería, 12 fragruas vo-
lantes 5700 bueyes mansos, 14600 caballos y 42*2 prisioneros.
Al ejército nacional 786 muertos y 1032 herido"«.
A propósito de las bajas del enemigo dice José María Todd- «Como A las 10
« de la noche no se podía sufrir en nue^^tró campo el hedor que producían los
« muertos en el estado de descomposición en que se hallaban debido al gran
<^ calor del día de Ja batalla y la quemazón que A casi todos alcanzaba produ-
« clendo un olor nauseabundo; se mandó ensillar y se marchó atravesando el
* campo de batalla por la pane ya quemada ó que no se había quemado».
í') El Emperador tenía almacenada tal cantidad de víveres y pertrechos que
un ejercito triple del que mandaba hubiera tardado dos aflos en consumirlo**. La
mayoría de los efectos que tomaban los republicanos eran quemados para no
entorpecer sus movimientos con un tren considerable.
(*) Entre los ascensos que se confirieron fueron agraciados del «N** 2» los si-
guientes:
A coronel, Alegre; A teniente coronel Rabelo: A sargento mayor, Encinas-, A
- 77 -
jefe, «cuando regresaran al hogar de sus familias llevarían en
« el corazón el noble orgullo de poder decir que habían sido
* soldados del Ejército Republicano de la campaña del Brasil».
capitán. Lafuente; A teniente 2°, Escalada y á abanderado, Recalde; los que ori-
ginaron los cambios que á renglón seguido detallo en la Plana Mayor:
Jefe, coronel Ventura Alegre; teniente coronel, Agustín Rabclo; sargento ma-
yor, Anastasio Encinas; ayudante mayor, Agustín Romero; abanderado. Fran-
cisco Recalde.
BEANUDACION 7 TEBMINO DE LA CAMPAÑA
Inicisoión de las hostilidades — Aooión sobre la sierra de Camacuá —
Cuarteles de inirierno — Betiro de Alvear — El ejército abando-
nado — Cambios en el comando del «2» — Uniformidad de tácti-
cas — Bemonta del efectivo — Tratados de paz— Marcha á Mon-
tevideo — Ijavalle y Dorrego — En el «Cerrito de la Victoria».
Atribuye Alvear, en oficio que tengo á la vista, la inacción
en que después de Ituzaingo permaneció el ejército; al mal es-
tado de las caballadas y es, efectivamente, ésta la causa* que lo
indujo á demorar hasta el 13 de abril la reanudación de las
hostilidades; «llevando sobre las puntas de nuestras bayonetas,
el pabellón celestial, signo de la libertad y de la justicia». (*)
Paz, recientemente ascendido á general, mandaba el Ser.
cuerpo del ejército, al que continuaba adscrípto el «Batallón
N° 2».
A las diez de aquel día se movió el ejército en dirección á
la confluencia del Piray Grande con el Chico, y de ahí, luego
de sorprender Oribe á las fuerzas de Bento Gonzáles, se con-
tinuaron las marchas hasta posesionarse nuevamente de Bagé.
Entretanto, Bento Manuel, Bento Gonzáles, y Barreto se
habían reunido en las sierras de Camacuá y molestaban á los
republicanos con frecuentes correrías. Alvear, procurando so-
focar aquella guerra irregular, los hizo tirotear durante cuatro
días con guerrillas, en que interpolaba tropas de infantería con
(») Proclama de Alvear, del 13 de abril de 1827.
- <S() -
las de caballería, hasta que logró inspirar cierta confianza á
los imperialistas acerca de la inamovilidad en que se mantenía
el grueso de las fuerzas; esta creencia la aprovechó hábilmente
para caer sobre ellos de improviso con 300 hombres del 1er.
cuerpo y las divisiones de Lavalle, Zufriateguy y Pacheco el
23 de abril, sableándolos durante tres horas (') y en tres días
más de incursión por las sierras, las despejó de enemigos.
El 7 de mayo se movió el ejército, de Bagé á Yaguaron (*)
y en este campamento se rememoró el aniversario patrio,
oyendo, por primera vez los republicanos las notas marciales
de la <^ Marcha de Itusaingo*, que habían arrebatado al ene-
migo.
Ya en esta época, conceptuó necesario el general en jefe
procurar á la tropa un descanso, dirigiéndose en consecuencia
á Cerro Largo, en donde estableció los «cuarteles de invierno»,
campando el «N° 2» en las márgenes del Arro)'0 Tacuary.
A la sazón el coronel Alegre fué comisionado para trasla-
darse á Maldonado, quedando á cargo de la jefatura accidental
del cuerpo, el comandante Rabelo.
Fué desde este acantonamiento que el general Alvear soli-
citó y obtuvo su relevo, fundando su pedido en que se hallaba
en la necesidad de hacer la dimisión del «mando pues mi res-
« ponsabilidad como general en jefe es muy grande y no puedo
« en tales circunstancias satisfacer á ella dignamente, si no se
« me envían todos los elementos que he pedido y que son necesa-
« nos para poner al ejército en estado de obrar decididamente. {■)
V*) Combate de Camacuá en que fueron derrotados tres de los jefes de más
nombradía en el ejército del Imperio y que disponían de IWM) soldados elcsfídos.
En la acción perdieron 53 hombres
(■) En esta jornada fué comisionado el coronel graduado Ignacio Oribe
para recoger desertores. Desobedeció la orden de Alvear de no acercarse á Cerro
Largo y cayó en poder del enemigo al retirarse de un baile, conjuntamente con
el mayor Lavalleja, 12 oficiales y 34 individuos de tropa. Alvear comunicó la no-
vedad con los comentarios siguientes: «No he querido ocultar el suceso del coro-
« nel Oribe; antes le he dado publicidad, ya para contrarrestar la importancia que
« los enemigos querrán darle cuanto para presentar á la Banda Oriental las con-
« secuencias de una desobediencia, y demostrarle que el primer suceso feliz que
« ha obtenido el enemigo en toda la campaña, ha sido precisamente sobre jefes y
« gente que hacen alarde de su indisciplina»!
(») También aludía en el oficio que extracto á los siguientes refuerzos que con-
sideraba Imprescindibles para poder posesionarse de Río Grande y sostener la
ocupación: 3000 infantes, 2000 de caballería. 300 artilleros y 1500 orientales.
^81 -
y como adelantara que su «resolución era invariable», el go-
bierno designó para reemplazarlo al general Lavalleja, el 13
de julio (').
El general Paz que, desde la separación de Alvear, había
quedado al frente de las fuerzas acantonadas en Cerro Largo,
se preocupó con el empeño que lo distinguía de la reorganiza-
ción del ejército; aunque para ello tuvo que luchar con la apa-
tía de los hombres del gobierno (*), empeñados á la sazón en
las luchas intestinas que fueron los preludios de la cruenta con-
tienda entre federales y unitarios y, además, con la falta de
jefes caracterizados, puesto que en gran número se habían re-
tirado á Buenos Aires, decepcionados por la acción disolvente
de los políticos.
La vigilancia asidua que se ejercía sobre las fuerzas del ene-
migo permitió enterarse á Paz, en el mes de setiembre, que se
preparaba un ataque á la retaguardia del ejército Republicano^
tentativa que fué á tiempo frustrada por las hábiles disposicio-
nes que adoptó el Manco de Venta y Media (").
En este mes fué designado el coronel José Videla del Cas-
tillo para reemplazar en el mando del «Batallón N^ 2» al co-
mandante Rabelo; nombramiento que dio origen á manifes-
í/) El general Paz que había quedado en Cerro Largo, felicitaba en oficio de
1° de agosto á Lavalleja, que se encontraba en el Durazno, por su nombra-
miento.
(*) Evidencian la situación de aquel ejército, los párrafos siguientes que ex-
tracto de notas enviadas por Paz á Lavalleja- «En dos meses que lleva el ejér-
« cito de cuarteles de invierno no ha podido todavía recibir la más pequefia seflal
« de que su nación y su gobierno no le han olvidado». (Oficio del 12 de agosto).
«El hospital del ejército, lejos de ser un asilo en que se alivie al soldado do-
< líente, es una casa que en el estado en que se halla, es la más propia para
< agravar las enfermedades y hacer mortales las más leves; no hay hilas, no hay
« cobijas; nada hay con que alimentarlos ni confórtalos». (Oficio del 16 de agosto).
Con anterioridad á estos oficios el general Alvear decía al gobierno en nota «re-
servada» del 25 de marzo de 1827: «Lo que sufre el ejército es inaudito; no hay
« más que carne. Sin sal, sin tabaco, sin yerba; todas las privaciones se experi-
« mentan y no hay cómo suplirlas absolutamente. El vestuario de la tropa
c se ha destruido, porque era imposible pudiera resistir á tres meses de una cam-
« paña continuada y fuerte. Es preciso señor ministre ver este ejército para co-
« noccr su mérito».
Cargos de que dejo constancia para que la responsabilidad histórica recaiga
sobre los verdaderos culpables de los sucesos que dieron tan amargos días á la pa-
tria y la privaron de obtener todos los beneficios que pudo reportarle el esfuerzo
generoso de los guerreros del Brasil: Dorrego y su círculo.
(■) Oficio de Paz A Lavalleja, del 10 de setiembre.
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taclones de indisciplina que fueron breve y severamente
reprimidas. (')
Contados días después de recibirse del mando el coronel
Videla dio pruebas fehacientes de sus condiciones de organi-
zador y entre otras mejoras propuso y obtuvo se reemplazara
en el cuerpo la táctica de los «Tiradores de Doile», que hasta
entonces se observaba, por la que reglamentó el gobierno na-
cional el año 26; medida que estableció rigurosa uniformidad
con las demás unidades del arma, que desde tiempo atrás prac-
ticaban esta última.
Salvo una que otra partida que del «2» se desprendió para
coadyuvar á la vigilancia que en la Laguna Merin se hacía, á
fin de evitar los desembarcos de las fuerzas navales brasile-
ñas, los meses siguientes se ocuparon exclusivamente en la
preparación que exigía la próxima reapertura de la campaña.
Incorporado al grueso del ejército en Cerro Largo fué au-
mentado su efectivo (') y sucesivamente recibió nuevos refuer-
zos (■) que cubrieron sus cuadros algo raleados ya por la
separación de los alemanes que se le habían incorporado des-
pués de Ituzaingó y las bajas que experimentó por las enfer-
medades cuyo desarrollo fué propiciado por la desnudez y pri-
vaciones que aquellos valientes soportaron con estoicismo real-
mente admirable. (*)
(M El 30 de setiembre envió Paz al cuartel g:encral do Lavallcja, encausado
y suspendido de su empleo, al capitán graduado de mayor y 2^ jefe Interino del
«Batallón 2». Doroteo Donado, por haber encabezado con su firma una «repre -
« sentación tumultuaria en la que reclamaban algunos oficiales del nombramiento
1 del coronel Videla del Castillo hecho el 29 de setiembre». (Catálogo de la
correspondencia Militar publicado por la Inspección de Armas de Montevideo).
(■) De un contingente de 107 púntanos llegados el 14 de febrero del 28 le fueron
entregados 20 hombres.
(■) En octubre se adscribió al «2» un contingente de Córdoba, en el que revis-
taban el mayor José M. González, 1 ayudante mayor, 4 subtenientes y 54 Indivi-
duos de tropa.
(*) Refiere el coronel José M. Todd en sus interesantes «Recuerdos» que luego
de ajustada la paz un jefe brasileflo visitó el campamento de las fuerzas repu-
blicanas y al ver la desnudez de la tropa y apreciar la falta absoluta de recursos
del ejército argentino le dijo con franqueza militar que encanta: «Recién me ex-
« pilco por qué nos han vencido ustedes, porque nunca he creído que por más
« valientes. No me persuadiré jamás que haya naciones de valientes ni de cobar-
« des, sino que en todas partes hay de unos y de otros. Pero, con soldados como
« los que veo, que pelean tan contentos, desnudos, sin sueldo y sin más alimento
« ijuo la carne, creo que .serán siempre invencibles, si se conservan así»,
Kn esas condiciones, que ponían á dura contribución el tenl-
ple de aquellas energías privilegiadas, permaneció el «2» hasta
el 18 de octubre del 28 en que recién se esparció en su acanto-
namiento la noticia de haberse ajustado la paz (*), que fué re-
cibida por todo el ejército con muestras de regocijo. (■)
Ajustándose éu las cláusulas de los tratados preliminares una
parte de las fuerzas regresaron á Buenos Aires, quedando el
«2» (*) con las restantes que, á órdenes de Paz, debían perma-
necer en el Estado Oriental para «mantener la tranquilidad en
« la nueva república mientras se coordinaba su sistema de go-
« bierno».
Días después se dirigieron á Montevideo y al llegar á Santa
Lucía tuvieron recién noticia del movimiento revolucionario
encabezado por Lavalle y luego, ya campados en el Cerrito,
se enteraron del cruento drama del 13 de diciembre, cuyas
consecuencias y responsabilidades se apropiara el héroe de
Río Bamba con varonil entereza; carga pesada en sí de que
lo ha liberado la justicia de la posteridad señalando indeleble-
mente á los verdaderos y ocultos victimarios. (*)
(*) En oficio del 4 de octubre comunicó el general Miguel de Azcuénaga á
Lavalleja el canje de los tratados preliminares..
(«) «Con regocijo se recibió la noticia en el campamento, porque importaba
« librarse de reabrir la campaña á órdenes de Lavalleja, & quien se consideraba
« inhábil para dirigirla». (Memorias de Arrieta).
(') En aquella fecha se componía su plana mayor de los siguientes jefes y
oficiales:
Jefe, coronel José Vldela del Castillo; teniente coronel, Agustín Rabelo; sargento
mayor, Anastasio Encinas; ayudante mayor, Alejandro Romero; id id Sandalio
Mansilla; abanderado, Domingo Ballesteros.
Agregados: coronel José M. Aguirre, capitán Indalecio Chenaud, tenientes 2os
Plácido Agüero. Juan Salas y Juan Baró, subteniente José Jerónimo Urquiaga.
Con tal motivo el gobierno envió al general Paz las instrucciones «reservadas*)
á que ajustaría sus procederes y en el artículo S® de las mismas disponía: «Queda-
« rán para formar la División Auxiliar: infantería «Batallón N° 2», al que se
« agregará la compañía de Córdova; N«> 3 al que se agregará la compañía Vete-
« rana que tiene el 4 de milicia activa. Artillería: ochenta plazas con sus respec-
« tivos ofíciales y cuatro piezas».
(*) Ha sido hasta la evidencia probado que Del Carril y Várela fueron los
que más se empeñaron en arrastrar á Lavalle al error de fusilar á Dorrcgo y
con particularidad el segundo que, en cartas que religiosamente conserva la dis-
tinguida matrona Dolores Lavalle de Lavalle. insistía en que era una necesidad
nacional eliminarlo. En una que he tenido á la mano, aquel consejero quizá vis-
lumbraba el juicio de la posteridad y creyendo esquivarlo le indicaba al noble
soldado de la independencia uque los papeles comprometedores se arrojaban al
►- ai -
Con los primeros rayos del sol del 31 de diciembre, de ese
sol que había acariciado dieciséis años antes en el histórito
Cerrito las bayonetas tintas en sangre española y sido testigo
del heroísmo de los soldados de Rondeau, abandonaron los ve-
teranos del «2 de infantería» aquel paraje que sus hermanos
inmortalizaron para regresar á la patria en que los esperaba
el obscuro sacrificio de la contienda civil, la lucha sin glorias
de la lid fratricida.
fuego». Aunque estos asertos no necesitan de mayor comprobación, conceptúo
oportuno justificarlos con la siffuiente anécdota de rifrurosa verdad:
«A fines de 1839, dice un testifico fidedigno, mientras el ejército de Lavallc se
organizada en la provincia de Corrientes, para abrir la cruzada libertadora, una
siesta en que el general se paseaba agitado delante de los que componíamos el
cuartel general, deteniéndose de pronto, exclamó con aire arrogante;
^Señores, saben ustedes qué dia es hoy?
«Varios contestamos que lo ignorábamos porque no teníamos almanaque.
«A'o señores, aftadió, pregunto la fecha del mes.
((Como todos quedamos en silencio agregó:
^f^Hoy es trece de diciembre, aniversario del fusilamiento del coronel Dorrego
*por mi orden»,
«Al pronunciar estas palabras levantó la voz y llevó la mano al pecho: si por
timi orden, repitió, paseando la mirada sobre todos los presentes.
tíSetlores: ¿qué significa este ''por mi orden'' de un mosto valiente de treinta
'I años, que por disponer de quinientas lanaas atropella las instituciones para
u quitar del medio al primer magistrado, al capitán general de una provincia?.
t( Dorrego debió morir ó Juan Lavalle, no había remedio; la anarquía se en-
(( troniJBaba. Yo fui más feliM, lo vencí; qué digo! más desgraciado Acaso
u no había formalidades que llenar, no había leyes? Ah, señores, yo he sido el
u que abrió la puerta á Roaas para su despotismo y arbitrariedades sin ejem-
« pío. Los hombres de casaca negra, ellos, ellos con sus luces y experiencia me
(( precipitaron en ese camino, haciéndome entender que la anarquía que devo-
« raba á la gran República, presa del caudillaje bárbaro, era obra exclusiva de
« Dorrego. Más tarde, cuando varió mi fortuna, se encogieron de hombros» .'
(Esta anécdota ha sido publicada por D. A. J. Carranza, en «El general Lavalle
nnte la justicia postuma»).
campaITa contba el caubillaji:
Maroha.Faz á Córdoba — Fuerzas de la expedición — Toma de la ciu-
dad^ Acuerdos -Afiagasaa de Bustos — Combate de «San Boque» —
Huida del gobernador— Quiroga y Faz— Invasión á Córdoba —
Primeros éxitos— Batalla de «La Tablada» — Derrota del «Tigre
de los Llanos» ~ Segunda acción— Decisivo ataque del «2 y 5 de
Infantería» — Expediciones contra los montoneros.
Posesionado Lavalle del gobierno se inclinó á aceptar las
indicaciones del general Paz, que le pedía una división para
marchar al interior, llevando, como primer objetivo de su cru-
zada, la eliminación de Bustos y sojuzgamiento de los demás
caudillos que ensangrentaban y enlodaban á la naciente repú-
blica.
De las fuerzas que habían sido acuarteladas en el Convento
de la Recoleta, eligió el general Paz las unidades con que iba
á abrir la campaña y el 14 de marzo, á las 2 p. m., se embar-
caron en el orden siguiente:
Compañía de artillería (4 piezas) 30 plazas
Regimiento 2 de caballería 300 »
Escuadrón de voluntarios argentinos — 80
Batallón 2 de infantería 300 ^
» o » » 250 »
Total.... 960 plazas (•)
(•) Paz. en sus «Memorias», da 970 plazas así divididas:
80 artilleros con 4 piezas de á 4 al mando de Arengrcin.
300 infantes del «2». al mando de Videla del Castillo.
2,t0 » del .>, al mando de Isidoro Larraya.
90 plazas del escuacrón de La Madrid.
'^.tO m del 2 de caballería, al mando de Pedíí^^nenv
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El 26 desembarcó en San Nicolás la expedición, continuando re-
cién el 31 la marcha para campar en la noche en el Arroyo de
Pavón. Sin novedad alguna atravesó la provincia de Santa Fe y
entró á territorio de Córdoba; sintiendo las primeras y débiles
hostilidades del enemigo, recién el 11 de abril, en las proximida
des de la ciudad, que había sido abandonada por su gobernador.
El jefe de policía, Felipe Gómez, había quedado á cargo de
la plaza y sin oponer resistencia alguna, la entregó al coronel
Deheza, el 12 de abril ('); mientras Bustos permanecía en San
Roque á cuarenta kilómetros al oeste de la ciudad.
En la media noche de aquel día, entró el general en jefe y
al siguiente inició negociaciones con Bustos, para evitar la efu-
sión de sangre. Después de ocho días de tramitaciones, en las
cuales se acordaron pactos que luego se reformaban, consintió
Bustos en delegar su autoridad; pero como Paz notara que
este arreglo lo había ocultado á sus subordinados y le sor-
prendiera correspondencia que evidenciaba la trama de una
felonía con la que procuraba ganar tiempo para recibir los
auxilios que tenía pedidos á Río IV, San Luis y de su aliado
el «Tigre de los Llanos», marchó por segunda vez, sobre San
Roque el día 22, para librarle combate en las mismas fortísimas
posiciones que el caudillo cordobés había elegido de antemano.
Paz dividió sus fuerzas en dos columnas, encomendando á la
primera el ataque del frente (*) para llamarle decididamente la
atención, mientras que con la segunda iniciaba un movimiento
de flanqueo. En ésta actuó en primera línea el «2 de Infante-
ría» con su jefe Videla del Castillo á la cabeza. Realizado con
completo éxit< , convergieron las fuerzas sobre la casa en que
Bustos había situado su cuartel general.
(*) El 4 de ese mes, Bustos había terminado su período administrativo sin poder
ser otra vez reelecto, pues lo había sido ya y por ley constitucional le estaba ve-
dado el tercer período. Sin embargo continuaba gobernando, puesto que hasta en-
tonces, nada se había opuesto A su omnímoda voluntad.
(*) «Resuelto el general á forzar la formidable posición que había elegido Bus-
te tos, A trueque de definir una situación peligrosa, si no se resolvía pronto, frac-
« clonó el ojército en dos divisiones; la primera compuesta del Regimiento Volun-
« tarios y N^ 5 de infantería, al mando del general Deheza, para atacar por el
« frente y la segunda con el Regimiento N° 2 de mi mando y «Batallón 2 de In-
M fantería». bajo la dirección del mismo general Paz, que debía hacerlo por la de-
« recha». (Memorias del General Juan E. Pedernera).
•-87 -
Este movimiento no sólo determinó la completa derrota, sino
que permitió á Paz apoderarse del enorme parque del enemigo,
dispersar toda su caballería y tomar doscientos prisioneros.
El exgobemador huyó á incorporarse á Quiroga, dejando
cincuenta y seis muertos y sus heridos abandonados (*) y recién
el 25, el vencedor abandonó el campo de batalla, trasladando
su ejército al bajo de Galán.
Paz, después del triunfo, se dedicó empeñosamente á reorga-
nizar el ejército que garantizaría la estabilidad de su autori-
dad; atendió las tareas administrativas completamente desqui-
ciadas y también tentó un advenimiento pacífico con los caudillos
que dominaban en San Luís, Mendoza y La Rioja, con resul-
tado infructuoso.
Quiroga, el sanguinario mandón de los llanos riojanos, res-
pondió á aquellas insinuaciones patrióticas, con un rugido pre-
cursor de la matanza que le seguiría y se lanzó sobre Córdoba
con sus temidas columnas de lanceros que recordaban aquellas
aterradoras huestes de Tamerlán, con su séquito de muerte y
destrucción.
Conocedor de este avance, se movió Paz el 7 de junio, para
cerrarle el paso y evitar depredaciones en el territorio de su
provincia, á cuyo efecto dividió sus fuerzas en cuatro columnas:
La 1* al mando de La Madrid, 900 hombres. La 2^ al mando
de Videla del Castillo, compuesta de los batallones «2» y 5 de
infantería. Cazadores de la Libertad y dos baterías de arti-
llería; (■) 800 hombres. La 3^ al mando de Javier López, 400
hombres. La 4^ al mando de Juan E. Pedemera, 250 hombres;
que arrojaban un total de 2350 hombres, O que iban á chocar
con 5000 llaneros que se le calculaban á Quiroga y ocupaban
á la sazón la margen del Rio III á la altura del Salto. {*)
0) Paz perdió al comandante Bengfolea y ocho individuos de tropa; y heridos,
al teniente Paz y 12 soldados, seg^ún testimonio del mayor Arrieta, actor en la
acción.
\}) Constaba el «2» de 346 plazas.
\^) Datos extractados de las «Memorias» de Paz. En cambio, el mayor Arrieta,
le atribuye una fuerza efectiva de solo 1986 plazas.
(*) «A mediados de mayo de aquel aflo, Quiroga entraba efectivamente á Cór-
« doba por la Zcrrezuela, y Paz abandonaba la capital para batirlo; pero el cau-
« dillo riojano, faldeando la parte occidental de la sierra, marchó al sur, entró
Procurando darle alcance en aquel paraje, aceleró el aire de
sus marchas consiguiendo llegar á Soconcho, á media jornada
del Salto, al amanecer del día 20; pero Quiroga, que en el an-
terior había campado en este punto, informado de las intencio-
nes de Paz, se propuso burlarlas y, dejando encendidos los fo-
gones en aquella noche, se deslizó con cautela felina por la
margen derecha del río, lo vadeó dos leguas arriba y tomó
apresuradamente el camino hacia la ciudad desguarnecida.
Horas después seguía la misma ruta, á marchas forzadas, el
general Paz.
Los 250 hombres que habían quedado en la plaza, al mando
del coronel retirado Agustín Díaz Colodrero (exoficial del «2»)i
tuvieron que capitular, después de un bien sostenido combate,
en que cayó gravemente herido su jefe, ocupando los quiro-
guistas la posición tres horas antes que llegara Paz á las go-
teras de la ciudad.
Entretanto, Quiroga abandonó la población y ocupó posicio-
nes de combate en la Tablada, dejando parte de su infantería
guarneciendo la plaza.
A la una de la tarde del 22, Paz hizo romper los cercos de
los potreros de Pedro Juan González; para salir al llano de la
Tablada con sus fuerzas ya formadas en tres columnas:
La de la derecha, al mando del coronel La Madrid, com-
puesta por el Escuadrón Volutarios, Lanceros de la Unción y
Milicias de Santa Rosa, Ischilin y Río Seco.
La del centro, á órdenes del jefe de estado mayor, coronel
Deheza; la componían el batallón *2 de Infantería» al mando
de Videla; el 5 de la misma arma, al del teniente coronel
Larraya; parte de los Cazadores de la Libertad á órdenes do
Barcala y la artillería ligera á las de Arengrein.
La tercera, (ó sea la de la izquierda), á órdenes del general
Javier López, estaba en su totalidad formada por milicias tu-
cumanas.
« en jurisdicción de San Luis y se situó en Renca, donde esperó los auxilios que
«solicitó del fraile Aldao que imperaba en Mendoza y así que los recibió, invadió
M nuevamente la provincia en dirección al Salto, sobre el Río Tercero». («Pringles.»
por José Juan Biedma.)
De reserva, marchaba el 2 de caballería á órdenes de Pe-
dernera.
La acción fué iniciada por La Madrid, con un brillante com-
bate cuerpo á cuerpo y en el que obtuv^o ventajas positivas, el
enemigo merced á su superioridad numérica, las que aprove-
chó para caer sobre el ala derecha y el centro, pero una im-
petuosa carga de Pringles, restableció la acción á tiempo que
el «2» y f) de Infantería, (') con certero y metódico fuego, lo
rechazaron y recuperaron la artillería que los llaneros ya
habían enlazado.
A raíz de estos duros lances, en que el valor, la disciplina y
la táctica se impusieron á la arremetida irresistible de los lan-
ceros de Quiroga, empezó la victoria á cernirse sobre el campo
unitario (*).
Después de vigorosas y múltiples cargas que se sucedían
con la rapidez del relámpago, entró la desorganización entre
las filas enemigas no obstante que la temible lanza de Quiroga
prentendía contenerla. Las «figuras de contradanza» (*) del
general Paz, ejecutadas con perfecto orden por los bizarros y
entendidos batallones de línea y las milicias que á su lado se
batían, neutralizaron la bravura indómita de los riojanos.
Avanzando metódicamente, Paz llevó á su adversario hasta
la ceja del monte, en donde concluyó de desbaratarlo haciendo
jugar su artillería sobre la copa de los árboles, maniobra que
(}) «El centro del enemlíTo cargó también hasta lograr penetrar por el inter-
« valo de los batallones algunos soldados, en términos que uno de aiiuellos tuvo
« que dirigir sus fuegos á retaguardia. Con esto huyeron bien escarmentados de
« su arrojo, más bien debido á su ignorancia que á su intrepidez». (Paate de Paz).
{*) «Aquellas enormes masas de jinetes que van A revolcarse sobre los ocho-
cientos veteranos, tienen que volver atrás á cada momento y volver á cargar
para ser rechazadas de nuevo. En vano la terrible lanza de Quiroga hace en la
retaguardia de los suyos tanto estrago como el cañón y la espada de Ituzaingó
hac?n al frente de las bayonetas y en la boca de los cañones. ¡Inútil! son las olas
de una mar embravecida que van á estrellarse en vano contra la inmóvil y ás-
pera roca; á veces queda sepultada en el torbellino que en .su derredor levanta
el choque, pero un momento después sus crestas negras, inmóviles, tranquilas,
reaparecen, burlando la rabia del agitado elemento. De cuatrocientos auxiliares,
sólo quedan sesenta; de seiscientos colorados no sobrevive un tercio y los demás
cuerpos sin nombre, se han deshecho y converttdosc en una masa informe é in-
disciplinada que se disipa por el campo.» (Domingo F. Sarmiento).
<3; Clasificación que Quiroga daba á la fría ciencia militar en que Paz hacía
se estrellara la pujanza indómita de los llaneros.
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introdujo, sino el pánico, el más completo desorden entre los
que se habían asilado á su sombra después de lidiar como
leones.
Con una sexta parte de sus fuerzas Quiroga se replegó bus-
cando el apoyo de la infantería que había quedado en la plaza,
mientras los vencedores pernoctaron sobre el mismo campo de
batalla.
A las tres de la mañana del siguiente día dispuso Paz la
marcha sobre la ciudad y al descender al llano que forma la
playa del río fué atacada la retaguardia inopinadamente por el
enemigo que anunció su presencia á cañonazos. Comprometido
el benemérito manco en un callejón (') y temiendo que las
fuerzas de la retaguardia se desbandaran por la sorpresa y
cayeran sobre el resto de la columna arrollándola, aprovechó
que el enemigo coronaba ya con infantería y artillería las lomas
vecinas para confiar al «2» y 5 de infantería la difícil misión
de restablecer el combate y asegurar la victoria.
Aquellas dos unidades, que en toda la campaña dejaron fiel
ejecutoria de ser barreras inconmovibles en la defensiva y arie-
tes incontrarrestables cuando tomaban la ofensiva, fueron lan-
zadas sobre las fuerzas enemigas que desde las crestas preten-
dían inútilmente contenerlas con un fuego tan graneado como
terrible.
Al mando del coronel Deheza y avanzando el «2» con Videla
del Castillo á la cabeza, cargaron denonadamente, trabándose
un combate en que el valor salvó los límites del heroísmo por
ambas partes (').
A punta de bayoneta arrojaron de sus posiciones á la infan-
(M «Xo rayaba el alba todavía cuando nos pusimos en camino, formando mi
reg:imiento la cabeza de la columna donde también iba el ífeneral en jefe. El ca-
mino que llevábamos no merecía el nombre de tal. por cuanto era una senda es-
trecha, de inclinación rápida como formada por la lluvia en el ffran barranco que
bordea el río: en consecuencia, el reíjimiento podía apenas marchar por hileras,
añadiéndose A esto que por los costados era un matorral de arbustos espinosos
que hacían pedazos el vestuario de la tropa al menor descuido, por lo cual la
columna alarifaba por necesidad su extensión; marchábamos en silencio porque
el frío de la madrut^ada nos incapacitaba para todo, y empezaba A aclarar la
aurora cuando de repente se oyó un cañonazo por la retagruardia y A los pocos
minutos otro». (Memorias del írencral Juan E. Pedernera).
^*i uEste movimiento de la infantería decidió el combate. Sin embargo, él se
« hubiera prolongado, sin la bravura de esos baial Iones». (Parle de Paz).
- 91 -
tería y artillería de Quiroga, triunfo que fué coronado por la
caballería en una tenaz persecución que solo permitió al san-
guinario caudillo huir con una centena de sus secuaces. (*)
Según lo atestigua el mayor Arriela, del ejército de Quiroga,
quedaron sobre el campo 1591 individuos y 840 prisioneros. (*)
Cuatro horas después de esta brillante acción, en que tan
notable actuación le cupo al «2 de infantería», las fuerzas qui-
roguistas que habían quedado en la plaza capitularon, tomando
posesión de ésta y nuevamente del gobierno de la Provincia
el general Paz para dedicarse á continuar la reorganización
de la administracción todavía desquiciada por la acción obs-
truccionista y disolvente de su antecesor; como también se
preocupó de entablar gestiones diplomáticas tendientes á pro-
ducir su acercamiento con los gobernadores de Buenos Aires
y Santa Fe; tareas de que á menudo lo distrajeron las mon-
toneras que en la campaña y en las sierras se levantaban;
contra las que tuvo que dirigir varias expediciones, logrando
recién^ sino destruirlas por completo, acobardarlas y contener-
las con la campaña que personalmente inició el 31 de diciembre
de 1829; la que sólo duró quince días y ha merecido ser juz-
gada como la más osada, rápida y estratégica que se ha lle-
vado á feliz término en las guerras americanas de esa índole.
O «El encml^ro se desbandó entonces y la derrota fué declarada. Sus infantes
« perecieron casi todos. Su caballería se dispersó completamente y mi ayudante
«< de campo, teniente coronel Plaza, con algunos soldados de esta arma la persi-
« sruió con tenacidad. El campo, que con corta diferencia había sido el mismo en
M los combates, ha quedado cubierto de cadáveres; el número de prisioneros es
«< considerable; el armamento, su artillería, todo está en nuestro poder». (Parte
de Paz).
(*) «Facundo vuela á la ciudad y al amanecer del día siguiente estaba como
M el tiffre en acecho, con sus cañones é infantes; todo, empero, quedó muy en brc-
« ve terminado, y mil quientos cadáveres patentizaron la rabia de los vencidos y
'« la firmeza de los vencedores». (D. F. Sarmiento).
ONCATIVO
Ojeada retrospectiva — Fas y los caudillos del litoral — Mediación de
Lopes— Intransigencia de Quiroga —Preparación délas fuerzas —
Fas Y Iiavalle — Oficiosidad de Bozas— En campaña- Toma de
posiciones— Duelos de caballería — Avance decisivo del «2» y 5 de
infantería — Besultado de la acción.
La explicación de los sucesos que antecedieron á la campaña
que terminó en Oncativo exige una breve ojeada retrospectiva.
Empeñado el general Paz y los hombres de gobierno que le
acompañaban en alcanzar la reconciliación á que he aludido en
el capítulo anterior no trepidó en renegar de las tendencias de
predominio en el interior que á Lavalle expuso al partir de
Buenos Aires (*) y procurando «entablar relaciones sumamente
amistosas» con López y Rozas, envió cerca de estos con ins-
trucciones bien definidas al doctor José M. Bedoya y don José
Joaquín de la Torre.
Fueron bien recibidos los comisionados en Santa Fe y logra-
ron convencer á López de las intenciones tan francas como pacífi-
cas de Paz, siendo el resultado inmediato de esta misión que
el decano de los caudillos encargara á don Domingo de Oro y
(«) Antes de la Tablada, su gobernador Delgado escribía á López:— «Desde el
día que el general Paz salió para Córdoba se desligó enteramente de los intereses
políticos del general Lavalle; él sabía muy bien que venía á tratar con un pueblo
que era independiente del que presidía ei general Lavalle como gobernador, y
que en nada menos debía pensar que en venir á Córdoba A formar el centro de la
guerra para objetos que excedían la esfera de la política cordobesa». (Carta de
Pedro Juan González del 13 de junio de 1829).
^ 94 -
presbítero José Amenábar para que provocaran un advenimien-
to entre los gobernadores de Córdoba, San Luis y Quiroga.
Afable fué la acogida que Paz les dispensó y luego de breves
conferencias aceptó la mediación; no así Quiroga que lejos de
admitir arreglo alguno continuó los preparativos, en combina-
ción con el fraile Aldao, para invadir nuevamente, aguijoneado
por el punzante anhelo de ahogar en sangre á los vencedores
de la Tablada.
Discutida en la legislatura cordobesa la intransigencia del cau-
dillo riojano se optó por autorizar á Paz, que había sido nom-
brado gobernador propietario el 26 de agosto de 1829, para
«obrar militarmente defendiendo la provincia de las invasiones
de Quiroga y de las fuerzas de San Luis».
Una vez ultimada la expedición contra los montoneros, de
cuyo resultado me he ocupado ligeramente, Paz reconcentró
sus fuerzas en el Segundo, destacando una pequeña fracción en
vigilancia de las sierras, y continuó preocupándose de la orga-
nización del ejército, sin dejar por esto de mano los trabajos
tendientes á propiciarse la amistad del sañudo Juan M. de Rozas.
Solícito en este empeño é interesado en no darle al déspota
motivo alguno de desconfianza llegó el general Paz hasta la
cobardía de negar el hospedaje que le solicitara su noble y
desgraciado amigo el general Lavallc (') que á la sazón pen-
saba pasar por Córdoba para radicarse en Mendoza.
No obstante estas demostraciones, Rozas le prohibió extrajera
de Buenos Aires las armas que había adquirido y necesitaba
para defenderse de Quiroga, viéndose precisado á recurrir para
obtenerlas á la vecina república de Chile.
(O He aquí el documento que dio origen á esta debilidad de Paz, bien censurable
puesto que el pedido emanaba de su benefactor, de su amigo y de su jefe caído
en desgracia por haber obrado con el patriotismo y altivez que fueron la mayor
y mejor característica de su vida: «Buenos Aires, 29 de setiembre de 1829.— Mi
querido Paz- En mi última dije á Vd. que pensaba irme á Montevideo. Mi plan
se ha trastornado por falta de medios de subsistencia en un país tan extranjero
para mí como lo sería la Persia. He pedido, pues, un pasaporte para Mendoza
y he tenido la fortuna de obtenerlo. Pienso trasladar allí mi familia^ y le escribo
con el objejo de darle un petardo, en la persuación de que Vd. lo aceptará con
gusto. Yo voy por agua hasta San Nicolás, pero allí no tengo carruaje, y no me
atrevo A mandarlo desde aquí porque me expondría A perderlo, y porque esto do-
blaría los gastos de mi viaje; espero, pues, tenga la bondad de mandarme su galera
^ ar-
pero, el feroz tirano reaccionó aparentemente é inició el año
30 con su mediación para salvar las dificultades entre Quiroga
y Paz, con cuyo objeto comisionó á los señores Pedro Feliciano
Cavia y Juan José Cernadas. Las negociaciones se entablaron
con resultado negativo desde un principio, puesto que el Tigre
de los Llanos, á par que atendía solapadamente á los mediadores^
continuaba su avance en territorio de Córdoba para provocar
el choque en que la ciencia abatiría nuevamente su soberbia
salvaje.
Entretanto Paz movió su ejército y se posesionó de Anisacate
para permanecer en observación del adversario que, ya arras-
trado por el vértigo de sus exaltadas y sanguinarias pasiones,
se lanzó decididamente á la pendiente y despidió con mal vela-
das amenazas á los comisionados, en momentos de ocupar la
llanura de Oncativo, para librar el duelo á muerte que insana-
mente provocaba.
El bosque que se levanta caprichoso en el centro de la her-
mosa planicie había sido ocupado por los infantes y artilleros,
circuidos por una doble hilera de carretas, á manera de trin-
chera movible, y su caballería cubría extensamente las alas.
Paz se colocó á su frente á las 10.30 a. m. del 25 de febrero,
teniendo ordenadas sus fuerzas en tres columnas paralelas: la
de la derecha de caballería; los batallones «2» y 5 de infantería
con seis piezas de artillería, al mando inmediato de Videla del
Castillo, al centro; y á la izquierda caballería é infantería
interpolada.
Iniciado el duelo de artillería por Quiroga, hizo el ejército
libertador un movimiento de flanco por la derecha que obligó
al enemigo á cambiar de frente y atrasar su ala izquierda. En
tales condiciones y siendo favorable el cañoneo sostenido^ Paz
hasta San Nicolás; y si no la tuviese hágame fletar un buen carruaje de cami-
no, con tiradores contratados hasta ponerme en Córdoba; yo salgo de aquí el 15
del entrante, y esperaré en San Nicolás el carruaje que Vd. me envíe, como
el Santo Advenimiento, Vd. pensará que llevando mi familia tiemblo de que
pueda sucederme algo en el camino. Como tal vez al camino desde Córdoba
hasta Mendoza no ofrezca seguridad para transitarse con señoras, quizá me de-
tendré en Córdoba algunos días, y espero también me haga alquilar una quinta
de las más inmediatas á la ciudad» —(De esta carta fué portadora la seftora ma-
dre del general Paz).
- % -
lanzó al ataque á la columna de la derecha, á las órdenes in-
mediatas de La Madrid, mientras que Echevarría cargaba el
flanco y Pedernera los sostenía.
El choque fué espantoso, pues el enemigo movió sus masas
de caballería hacia el sitio amenazado; renovando con encarni-
zamiento el combate que se desarrolló en un sinnúmero de
cargas sucesivas cuyos resultados definió la llevada á fondo
por el 2 de caballería con ese incontrastable empuje que el
héroe de Pescadores le comunicaba.
Así contenida y luego envuelta la caballería llanera amainó
su coraje, mientras que Videla del Castillo, al frente del «2» y
5 de infantería, seguidos por el escuadrón de coraceros, penetró
en el centro de la línea enemiga y despreciando la metralla
de la artillería y el crepitante fogueo de la infantería con que,
inútilmente pretendía el enemigo detener su avance, aseguró
la victoria colocando entre las dos fracciones en que habían
sido divididos un antemural infranqueable (').
Merced á la soberbia maniobra en que las fuerzas nombradas,
y á las que luego se incorporó la división Puch, se incrustaron
en el corazón del ejército enemigo, la infantería y artillería
depusieron las armas acatando la intimación que les hizo el
coronel \'idela del Castillo; en tanto que la caballería, á pesar
de los esfuerzos que realizaba el temible caudillo riojano por
reorganizarla, fué sacada á punta de lanza y sable del campo
de batalla y completamente desbandada, quedando sólo de ella
las armas que les arrebataban^ clavadas en el camino que los
libertadores recorrían como otros tantos jalones que eviden-
ciaban la tenaz y fructífera persecución.
800 infantes, la artillería completa, todo el parque y bagajes y
gran número de cabezas de ganado fueron los trofeos de esta
acción; quedando también éntrelos prisioneros el apóstata, el
o Entretanto el batallón N° 5 y en pos de él el «i*» de la misma arma, á las
órdenes del señor coronel Videla, juntamente con el escuadrón de coraceros, al
mando del señor mayor Paunero, penetraban por el centro de la línea enemiga,
despreciando el fuego de su batería y cazadores que los flanqueaban. Este movi-
miento concurrió eficazmente á asegurar las ventajas obtenidas por nuestra caba-
llería, y lo que es más, privó á la contraria del apoyo de su artillería é infantería,
que por él quedaron separadas de su ala izquierda. (Parte detallado del general
Paz).
- 97 -
leroz asesino Aldao C) cuya vida se respetó cometiendo un
grave y crasísimo error.
(') «El ífeneral Aldao fué mandado á la plaza de Córdoba; y el coronel don
« Hilarión Plaza, mendocino. que lo conducía, parece que lo hizo entrar montado
« en un burro y fué bastantemente burlado por la chusma». («Memorias» de La Madrid)
wEl pueblo no recibió & aquel desgraciado con las consideraciones que deseara
<« el general Paz; hubo mujeres que en medio de las imprecaciones de la muche-
« dumbre. cuando lo entraban á la ciudad por la hoy calle Constitución, le arro-
« jaban Ala cara agua sucia y hedionda». («Crónica de Córdoba» por Ignacio Garzón)
LOS MASTIBES SEL DEBEB
Política pérfida de Bozas — Mediación ohilenoboliviana — Liga del
litoral- -Tropas regulares y de «presidarios» — Toma de Fraile
Muerto — Faz en campaña — Expedición de La Madrid — Su fracaso
— Acción heroica de soldados del «2» — Prisión de Paz — La Madrid
general en jefe — Sus errores — Principio de la anarquía — Abandono
de Córdoba — Desquicio y desbande — Combate de la Ciudadela
— Dispersión de la caballería— £1 «2« y el 6 de infantería — Ex-
terminio de los infantes — Los fusilados.
Las victorias del afamado táctico intranquilizaban á Rozas,
que veía diseñarse claramente en el centro de la república un
temible rival, y, no obstante de significarle ostensiblemente sus
congratulaciones por el resultado de la acción de Oncativo,
indujo secretamente á los gobernadores de las provincias del
litoral á ligarse para dominar á la de Córdoba (*) procurando
así, á todo trance, conjurar las ulterioridades que el acrecen-
tamiento del poder de Paz pudiera acarrearle.
Este que, á par de su genio militar poseía una diplomacia
sutil, entrevio la perfidia del tirano y sintiéndose débil para
contrarrestarla con las armas, provocó la mediación de Chile,
con cuyo gobierno sostenía cordialísimas relaciones, y más
tarde la del de Bolivia.
(M El 4 de febrero de 1831 se ultimó el compromiso de una liga, ofensiva y de-
' fcnsiva, firmándose su« bases en la ciudad de Santa Fe.
- 100 -
Tales tentativas, como todas aquellas que no se encuadraban
en los intereses personales de Rozas y López, fracasaron, y los
sucesos se precipitaron con el nombramiento de este último
para general en jefe del ejército de operaciones á que se con-
fiaba la triste misión de conculcar todos los derechos y sojuzgar
todas las voluntades á la omnímoda de los caudillos; con la
salida de una división de «presidarios» que al mando de Quiroga
asolaría á las provincias de Cuyo y del ejército auxiliar que á
las órdenes del general Juan Ramón Balcarce operaría sobre
Córdoba. A estos actos de abierta hostilidad respondió la le-
gislatura de Córdoba retirando al gobierno de Buenos Aires
las facultades de mantener las relaciones exteriores, provocando
así la franca declaratoria de guerra que se produjo en el mes
de febrero, y á raíz de ésta la ocupación militar de Fraile
Muerto por las fuerzas del general Pacheco.
Paz reunió su ejército, que ha sido calculado en cinco mil
hombres, en el Segundo, (') mientras que el confederado avanzó
hasta Calchín, de donde tuvo que regresar á sus posiciones del
Tío para esquivar la acción campal á que fué provocado.
Visto que los federales se retiraban en procura de posiciones
y recursos que harían desventajosa la acción del atacante, las
fuerzas unitarias se replegaron nuevamente al Segundo, para
ultimar su completa reorganización.
De este acantonamiento fué desprendida la división que man-
daba La Madrid y parte del «Batallón N° 2 de infantería» (*)
con la misión de cortar la retirada á las partidas de montoneros
que habían amagado á la capital; pero aquel valiente jefe no
procedió en tan interesante comisión con la previsión y energía
que eran menester.
Sin conocer á ciencia cierta las posiciones del enemigo ni
su número, desprendió, ya cercano á éste, al teniente Refojo
con 12 soldados del «N*' 2» para bombearlos. En la primera
[^) Allí se le incorporaron: La Madrid con líOO riojanos, Mariano Acha con '200
catamarqucños y José Seg^undo Roca con 1(X) tucumanos.
(9) Al mando accidental del cuerpo se hallaba el comandante Moyano, pue?*
Videla del Castillo había ascendido A Kcneral por sus meritorios y valiosos
servicios.
- 101 --
jomada dieron con una partida de trescientos montoneros (')
á los que le llevaron una temeraria carga
Aquellos bravos lucharon como leones en proporción de uno
contra veinticinco; pero, doblados por el número y acorralados
en la ceja del monte, en que el enemigo había permanecido
oculto, fueron sacrificados inhumanamente. Cuando I^a Madrid
llegó con el grueso de las fuerzas, sólo pudo recoger los cadá-
veres de los heroicos mártires que aun permanecían mezclados
con varios de los de sus victimarios y, luego de darles sepultura,
se empeñó en la persecución de la partida de Pajón, viéndose
dos días después precisado á incorporarse á Paz en virtud de
lo infructuoso de su tentativa.
Con escaramuzas sin importancia transcurrieron los meses,
hasta que el 10 de mayo Paz resolvió reabrir enérgicamente
la campaña, llevando su infantería y artillería unificadas en una
columna, al mando del coronel Larraya y en momentos que
imprudentemente se adelantó á reconocer una pequeña fuerza
que guerrilleaba á su vanguardia cayó, por uno de esos azares
rarísimos de la guerra, prisionero, á las 5 p. m., de una partida de
doce ó catorce montoneros, desprendida de la de ochenta hombres
que mandaban Acosta, Benavídez y un sujeto apodado Chucasate,
que á su vez dependían de la división de Francisco Reinafé.
Es indescriptible la consternación que en el ejército produjo
este acontecimiento.
Los jefes y oficiales, reunidos en junta de guerra, designa-
ron accidentalmente para asumir el mando al coronel Peder-
nera; pero al día siguiente se presentó en el campamento el
gobernador delegado, general La Madrid, y tomó la direc-
ción del ejército, disponiendo, acto continuo, la marcha retró-
(•) Los mandaba Pajón (a) Chula. A propósito de este sujeto, dice Paz. en sus
«Memorias»), que cuando era conducido, ya prisionero, á Santa Fe, encontró en el
Sauce, al mando de una partida, al capitán Domingo Pajón fa) Chula, quien lo
recibió del modo más atento y obsequioso, alojándolo convenientemente y cedién-
dole la cama. Al sijruiente día lo defendió de unos indios avipones que, ebrios,
querían atentar contra su vida, y, al despedirlo le ofreció un atado de ropa, un
poncho y disimuladamente le colocó en la mano cuatro pesos fuertes.
Pajón siendo mayor fué muerto por unos indios que López había mandado
ejecutar, el año 1S37. Con la desesperación propia de aquel trance, los condenados
atropellaron á sus guardianes, les arrebataron las armas y los ultimaron á todos.
- 102 -
grada á la capital. Una parte de las fuerzas campó en la Cha-
carita y la otra, segregada del conjunto, sobre el Arroyo Car-
nero, debido á que el coronel Pedemera desobedeció las
órdenes del general en jefe.
Fué este acto de indisciplina la primera manifestación ex-
terna de la anarquía que había de destruir al ejército.
El error de abandonar los recursos de la campaña al invasor,
retrogradando sin razón justificada á guarecerse en la ciudad,
influyó notablemente en que la situación de La Madrid se
agravara por momentos y, comprendiéndolo así, tentó un acuerdo
con López, sin otro resultado que dar al caudillo el tiempo que
necesitaba para recibir los refuerzos que esperaba y ultimar la
organización de sus fuerzas.
Ante la negativa del adversario optó por abandonar á sus
propios recursos y esfuerzos al gobierno de Córdoba que hasta
entonces había contribuido al sostenimiento del ejército; con-
ducta que indujo á éste á liberar á sus comprovincianos de la
obligación de continuar en el servicio de las armas.
Resuelto á retirarse, á pesar de los trabajos, promesas y hasta
rogativas de las autoridades y el vecindario que se veían en-
tregados inermes á la zana de los federales, comisionó al co-
ronel Roca para extraer todos los elementos de la comisaría
de guerra, retirar los prisioneros y recibirse de las bandas de
música de los batallones «2» y 5 de infantería, (') que habían
quedado en aquella ciudad cuando Paz salió á campaña.
Una vez obtenida la entrega, rompió la marcha el día 26, y
el 2 de junio, al llegar al deshnde de la provincia, ya el efectivo
del ejército quedaba reducido á la mitad, debido, muy particu-
larmente, á que las fuerzas cordobesas se habían desbandado.
(*) Córdoba, mayo 25 de 1831, (á las 11 de la noche).— Excmo. Señor: El coro-
nel que subscribe, destinado por el señor general en jefe para sacar de esta ca-
pital todos los efectos que tenga la comisaría del ejército, tiene también la or-
den de conducir las bandas de música pertenecientes A los batallones «2» y 5 de
infantería é igualmente al coronel Aldao y á los señores Rcinaíé (don Vicente).
D. Faustino Velazco y D. Benito Monge que se hallan presos en la cárcel; y en
caso de que V. E. se resista á entregar todo lo reclamado, el señor general dice-
miraría como un paso hostil la retención de los objetos A que ha sido nombrado
& conducir el infrascripto. Con este motivo, el que firma tiene el honor de salu-
dar í\ V. E. con el mayor respeto. Excmo. Señor. Fdo. José Segundo Roca.
- 103 —
A medida que se retrocedía, el desquicio aumentaba y tra-
bajaba el nervio del ejército, á pesar de las nndalitas» con que
el general en jefe pretendía bonachonamente sostener el es-
píritu militar, y en tales condiciones cruzaron el teiTitorio de
Catamarca y penetraron en el de Tucumán para luego ejecutar
varias marchas sin objetivo prefijo, mientras que Quiroga, con
el intento de saciar sus apetitos de tigre cebado, acechaba
sus pasos.
El 4 de noviembre de 1831, avanzaron los llaneros por el
Rincón de ligarte tiroteándose con las guerrillas que La Ma-
drid había desprendido de sus posiciones de La Ciudadela. En
ésta tenía apoyada su izquierda y la derecha en un potrero veci-
no con cercas de tunas, habiendo colocado en el centro la
infantería, formada en dos columnas é interpolada con la
artillería. C)
Quiroga que confiaba todo al ímpetu de la primera carga,
inició el ataque con pujanza que resultó irresistible sobre la
caballería, consiguiendo luego de breve y sangrienta lucha des-
alojarla. Libre el paso, cayó como un alud sobre la infantería
sin pedir ni dar cuartel hasta incautarse de los cañones.
Los batallones «2» y 5 de infantería, que eran el eje de aquel
ejército, iniciaron el contraataque con tal brío, que rescataron
las piezas; pero, careciendo de apoyo, disminuido su efectivo
en más de una tercera parte, aislados en la desigual brega
á muerte que sostenían, sucumbieron á la impetuosa carga
(*) Según el testimonio del (general Espejo, se descomponían así las fuerzas que
combatieron en La Ciudadela:
De La Madrid:
Escuadrón de artillería 130 plazas
Batallón «2» de infantería 350
1) 5 de » 420
Regimiento 2 de caballería 320 » } 1950 plazas
» Lanceros de Tucumán. 250
n Milicias de Tucumán... 250
División Catamarqueña 230
De Quiroga:
Regimiento 1° Auxiliares de los Andes.... 600 plazas]
» 2° » » » » . .. 500
1
»
Batallón Defensores de la Libertad 450 »
,- . . r- , ,.v. , líJ^O plazas
Escuadrón Escolta 120 » i ^
- 104 -
de aquellas hordas que los exterminaron, sí, pero sin lograr
que la bravia falanje retrocediera un paso. (*)
Los cadáveres de la mayoría de los infantes, horriblemente
masacrados, fueron la prueba fehaciente que en aquel duelo de
la civilización contra la barbarie, habían sido los batallones «2»
y 5 de infantería, los que llevaron sobre sí todo el peso del
sacrificio.
Los que no rindieron su vida en el campo de batalla, los
que no sucumbieron en la lucha encarnizada, sin tregua ni cle-
mencia, fueron luego ultimados á sangre fría, por aquel tigre
de corazón de acero que rara vez daba cuartel ni asidero al
perdón y de quién, con verdad incontrovertible, se ha podido
decir: que caer en sus manos era caer al sepulcro!
El general Espejo salvó del olvido el nombre de los jefes
y oficiales del «2», que fueron fusilados, sacrificándolos al odio,
á los rencores, á las pasiones malvadas del siniestro caudillo,
que hasta en sus menores faltas encarnaba un crimen.
De documentos de su archivo, copio la nómina de los már-
tires:
Teniente coronel, Lorenzo Merlo. (*)
Capitán Andrés Galán. {•)
Capitán Manuel Romero.
Teniente 1° Gregorio Pila.
Teniente 2° José Cordero.
Teniente 2° Santiago Heredia. {*)
(') Pura concurrir en auxilio de estas fuerzas que tan heroicamente rc*»isiían.
procuró La Madrid reunir su caballería dispersa; pero, cuando vio que eran inú-
tiles sus esfuerzos, que de su ejército sólo le quedaban restos insi|?nlficantes y
aislados, abandonó el campo para refu^riarse en Salta y de ahí emigrar & Bolivia.
k») Capitán de la 3* compaftía del «2», en Ituzaingó.
O Subteniente de la 4** compañía en Ituzaingó.
(*; Siendo Heredia sargento, fué tomado prisionero en la acción del Pilar. >
mandado fusilar por el feroz fraile Aldao, junto con 37 compañeros. Le tocaron
3 balazos (1 en la frente. 1 en el pómulo derecho y el tercero en la mandíbula iz-
quierda). Los ejecutores de aquella bárbara sentencia se retiraron dejándolo por
muerto; pero el padre Guevaní, que notó en aquella víctima síntomas de vida, lo
recogió y con esmerados cuidados le hizo recobrar la salud. Cuando Heredia
pudo abandonar el rancho en que su benefactor lo había ocultado, se incorporó
á las fuerzas de Videla del Castillo después de la derrota del Chacón.
A este mismo Heredia se le encomendó la vigilancia del fraile Aldao durante
se le condujo preso desde Córdoba á Tucumán y á fe que aquel bandido debió
viajar bien custodiado!
- 105 -
Teniente 2*^ Santiago Pedresa.
Subteniente José Bustos.
Subteniente Manuel Alvarez.
Subteniente Pedro Salas.
Subteniente José Vásquez y
Subteniente Juan José Criado.
Fué así cómo exterminó la turba desenfrenada y sedienta de
crímenes y pillaje que rodeaba á Quiroga á los meritorios ven-
cedores de Ituzaingó, San Roque, La Tablada y Oncativo; pero,
en el lugar en que se desarrolló aquel episodio empapado en
sangre generosa, aun resuena con eco misterioso la vibración
del clarín de los bravos, tocando á gloria, pues por lo grande y
noble de .su sacrificio, merece se eleve á las víctimas de la
barbarie un altar en cada pecho, se desprenda un elogio de
cada pluma y se mantenga inextinguible en cada hogar argen-
tino la llama viva y radiante del recuerdo y la justicia pos-
tuma ! !
3^. Época
DE 1852 A 1904
DEFENSA BE BUENOS AIBES
Batallón Constitución — Causas de la revolución del Once de sep-
tiembre — Bebelión de Iiagos — Organización del «2 de Infantería»
— Beohazo de Bivero — lia defensa — Acción del 26 de diciembre —
Salida del 1^ de enero — Auxilios de Urquiza — Jura de la ban-
dera — Combate en el ^ueco de los Sauces — Segundo combate
en el mismo — Acción distinguida — Combate del 2 de junio — La
herida de Mitre — En la Chacarita de los Barbones — Media-
ción — La paz — Proclama — Distinciones — Nómina de jefes y ofi-
ciales.
Teniendo por base los cuadros del Batallón Libertad (O el
general Justo José de Urquiza formó en octubre de IR^l el
Batallón Constitución.
('; Este batallón, ó más propiamente clasificado, esta horda de degolladores,
fué formado por el coronel Mariano Maza (a) Violótt. á principios del año 1836.
sirviéndole de plantel dos compañías de infantería de marina. Reforzado por las
levas que periódicamente hacía practicar el tirano y luego agregado á las fuer-
zas que á órdenes de Pacheco y Oribe expedicionaron contra Lavalle y La Ma-
drid, se encontró en las masacres de Quebracho Herrado, Rodeo del Medio y
Arroyo Grande y luego de dejar jaloneado su tránsito con cabezas decapitadas
y regueros de sangre, marchó á poner el sitio que dio á Montevideo el título de
«Nueva Troya». Peleando á diario se mantuvo en el asedio hasta el 8 de octubre
de 1851, día en que Oribe se vio forzado á capitular librando á los sitiados de las
acechanzas de aquel tigre sediento de sangre de libres. Maza huyó cobardemente
á Buenos Aires y el coronel Toledo fué nombrado jefe del cuerpo, que, como lo
anticipo en el texto, tomó la denominación de Batallón Constitución.
Esta unidad, que sirvió de plantel al «2 de Infantería de linea, según se verá,
fué reorganizado por Urquiza en 1853 y ocho años después, por decreto de 9 de
febrero de 1861, lo disolvió el presidente Derqul, pasando los jefes y oficiales á
revistar bajo el titulo de «Cuadro del Batallón Constitución N° 2 de linea, anexo al
estado mayor de la plaza». El armamento, instrumental y equipo fueron entrega-
dos al jefe de la plaza de Corrientes, localidad que á la sazón guarnecía.
- lio -
Agregado al Ejército Grande Aliado, que se formó en el
Diamante, marchó con la infantería á derrocar al tirano que,
desde las alturas del poder, manejaba en las tinieblas el puñal
de los aleves mazhorqueros, incitándolos á cometer los salva-
jes, brutales, injustificados sacrificios que dieron características
neronianas á aquel gobierno para el que era base el •crimen y
ley el terror.
Luego de pelear en Caseros asistió á la entrada de Urquiza
á Buenos Aires.
El vencedor, que más tarde evidenció el propósito de esta-
blecer sobre las ruinas de la tiranía volteada, otra que preten-
dió engalanar con los atavíos de la libertad, hirió, en su en-
trada á la capital, los sentimientos de reivindicación que
alimentaba el pueblo con la ostentación del cintillo punzó (')
que simbolizaba de tiempo atrás el degüello y la matanza y,
en breve, desmintió las proclamas en que había ofrecido ol-
vido y perdón con el fusilamiento de prisioneros (*) y lanzán-
{^) Urquiza se presentó vestido con uniforme de brigadier general, oculto por
el tradicional poncho y cubierta la cabeza con sombrero alto y éste adornado
con el «cintillo» Al enfrentar al «Coliseo»», (actual Banco de la Nación), desvió
la cabeza para no saludar á los hombres del gobierno y miembros del cuerpo
diplomático que lo esperaban para cumplimentarlo. Esta actitud hizo cesar los
vítores y aplausos que le dispensaban, los que luego fueron prodigados á La Ma-
drid, Mitre, César Díaz y otros jefes de talla.
(■) «Un bando del general en jefe había condenado á muerte al regimiento del
coronel Aquino y todos ios individuos de ese cuerpo que cayeron prisioneros fue-
ron pasados por las armas. Se ejecutaban todos los días de A diez, de á veinte y
de más hombres juntos. Los cuerpos de las víctimas quedaban insepultos, cuando no
eran colgados en algunos de los árboles de la alameda que conduce á Pnlermu
Las gentes del pueblo que venían al cuartel general se veían obligadas á cada
paso á cerrar los ojos para evitar la contemplación de los cadáveres desnudos
y sangrientos que por todos lados se ofrecían á sus miradas, y la impresión de
horror que experimentaban á la vista de tan repugnante espectáculo, trocaba en
tristes las halagüeñas esperanzas que el triunfo de las armas aliadas hacían na-
cer. Se acercaban cautelosamente aun á las personas que les inspiraban más con-
fianza para indagar la causa de aquella carnicería humana y sólo se tranquili-
zaban cuando se les aseguraba que en ella no estaban comprendidos sino los
autores y cómplices del asesinato de Aquino. Xo era ésta, sin embargo, la verdad.
Morían otros que no habían pertenecido al regimiento rebelde, en la misma for-
ma ejecutiva que aquéllos Hablaba una mañana con una persona que había
venido de la ciudad á visitarme, cuando empezaron á sentirse muchas descargas
sucesivas. La persona que me hablaba, sospechando la verdad del caso, me preguntó:
«¿Qué fuego es ese?»
«Debe ser ejercicio», respondí yo sencillamente, que tal me había parecido; pero
otra persona que sobrevino en ese instante y que oyó mis últimas palabras:
«iQué ejercicio ni que broma, dijo, si es que están fusilando gentel» («Memorias»
del general César Díaz).
- 111 -
dose en la senda de los extravíos entorpeció la voluntad po-
pular en el acto de la elección de sus representantes; distribu-
yó entre vencedores, venados y neutrales los tesoros de Bue-
nos Aires, extrayendo de sus cajas, en sólo ocho meses, cin-
cuenta y cinco millones de pesos (*); prohijó el acuerdo de San
Nicolás que le concedía un poder omnímodo, y consecuente con
aquél derrocó al gobernador de Buenos Aires y disolvió la re-
presentación provincial que lo había desconocido; impuso el
destierro á algunos de sus miembros más conspicuos y nombró
gobernador al Dr. Vicente López y Planes. (*)
Producida la renuncia de éste, designó al general D. Miguel
Galán para sucederle; pero el movimiento popular del Once de
septiembre, á cuyo programa elevado contestó Urquiza que
«sm Buenos Aires podía constituirse una república de trece pro-
vincias, grande y poderosa*^ dio en tierra con su autoridad.
Intertanto el Batallón Constitución permaneció fiel á la cau-
(') En el número del 7 de julio de 1858 de «El Nacional», se publicó un artículo
titulado «Las cuentas del Gran Capitán» en que se analizan detenidamente estas
dádivas. He aquí una de las muestras que dio aquel diario:
Al sreneral Flores, por no haber querido tomar parte en la puerra.. $ 100.000
ídem ídem 1000 vacas y 500 yegruas.
ídem ídem el grado de general.
Al coronel Escalada, sin motivo conocido y con sorpresa suya » 100.000
.^1 doctor López, siendo gobernador indicado por el general Urquiza.. » 200.000
Al n Bernardo de Irlgoyen, para ir á entenderse con Benavídcz » 30.000
Al « Elias Bedoya, por haber llegado á la sazón de Europa » 10.000
A raíz de estos y otros datos el mi«ímo articulista cita alguno de los
Hoftorarios de jefes vencidos en Caseros
Al coronel Jerónimo Serrano $ 30.000
Al » Eugenio Bustos » 25.000
Al » Cayetano Laprida » 20.000
Al » Ramón Bustos » 12.000
Al » Hilario Lagos m 108.000
Al » Cesáreo Domínguez » 10.000
Al » Martiniano Charras » 8.000
(2) «Viva la Confederación Argentina.— El Director Provisorio de la Confedera-
« ción. Palermo de San Benito, Junio 23 de 1852, Al Jefe de Policía D. Miguel Az-
n cuénaga. Considerando que en los momentos de crisis que han traído las sesiones
" tumultuosas, provocadas por algunos agitadores de dentro y fuera de la Sala de
M Representantes, el poder tiene el sagrado deber de restablecer la tranquilidad
« pública por medidas enérgicas y limitadas al mismo tiempo á lo estrictamente ne-
M cesarlo, el Director Provisorio de la Confederación Argentina ha resuelto que
« U S. prenda á los individuos Doctor D. Dalraacio Vélez Sarsfield, D. Bartolomé
tt Mitre, Doctor D. Irineo Pórtela. Doctor D. Pedro Ortiz Velez y D. Manuel del
« Toro y Pareja y que embarcándolos inmediatamente á bordo del vapor de gue-
« rra cMerced», se les deje la libertad de elegir el destino que mejor les pareciese*
'-Justo José de Urquiaan.
- 112 -
sa de la capital y el coronel Toledo, que lo mandaba, huyó
en la noche del once, seguido por algunos oficiales y tropa. .
Esta última no tardó en reincorporarse á su cuerpo, que pasó
completo del Campamento de San Benito de Palermo á for-
mar parte de la guarnición de la ciudad, á las inmediatas ór-
denes del coronel D. Juan Antonio Lezica, al que por decreto
del 14 de septiembre se le había confiado el comando en
propiedad, secundado por el sargento mayoT D. Emilio
Mitre. (»)
La impotencia de Urquiza para dominar la revolución de
septiembre, había inspirado confianza á los que se empeñaban
en el afianzamiento del orden y con marcada liberalidad el go-
bierno del doctor Alsina permitió que el coronel Hilario La-
gos (que había sido separado temporariamente por informes
que el general Pintos recibió acerca de sus maquinaciones
contra las instituciones constituidas) se restituyera á la provin-
cia, y por decreto de 4 de noviembre lo nombró comandante
en jefe del departamento del Centro; cargo de que se valió para
traicionar á su benefactor, tramando la sublevación que estalló
el 1° de diciembre, en la Guardia de Lujan. (*)
Mientras estos sucesos se desarrollaban, el gobernador Al-
sina se empeñaba en regularizar la administración, sin des-
atender la organización de las fuerzas del Estado, y en este
concepto dispuso el 18 de noviembre, que, «en vista de haber
« cumplido su tiempo de servicio los batallones de infantería
« de línea del ejército de la provincia, los individuos de tropa
« fueran licenciados sucesivamente á medida que se organizíi-
« ran los batallones de nueva creación que debían reempla-
;'^ En la «revista» de octubre, figura también como «agregado con fecha 4 de
septiembre el mayor D. Ignacio Rivas».
{*) Al retirarse de Buenos Aires para cumplir la orden del general Pinto, el
coronel Lagos le manifestaba en nota de 25 de septiembre «que el que lo clasificase
de conspirador, lo calumniaba y que estaba en su deber declararlo así por su
honor».
—Luego de ser nombrado comandante del departamento del Centro, manifestó
en nota del 5 de noviembre su gratitud al gobierno por la importante comisión
que se le confiaba, asegurando además, «que toda su vida había estado acostum-
« brado ú. servir á su patria con incontrastable lealtad y honradez, siendo eso lo
« mi\s importante que aun podía prometerle y cumplir».
- 113 -
« ;íarlos» C) y con motivo de esta resolución, se formó el «2 de
Infantería» sobre la base del Batallón Constitución. (")
Como á raíz de los sucesos del 1° de diciembre, Lagos mar-
chó sobre Buenos Aires prometiendo «arrebatar el bastón de
mando de manos del doctor Alsina», este noble ciudadano di-
mitió para alejar todo pretexto á los revoltosos; acto de des-
prendimiento y elevación de miras que fué interpretado como
de manifiesta impotencia, y en tan craso error, dio el caudillo
ensoberbecido principio á las hostilidades, enviando al coronel
Matías Rivero^ el 7 de aquel mes, á apoderarse del Retiro;
puesto de que fué enérgicamente rechazado por el ayudante
Folgueras, teniente Berutti y otros oficiales del «1^ de Infan-
tería».
De ahí se corrió al cuartel que en las inmediaciones de las
Monjas Catalinas, ocupaba el «2 de Infantería», á la sazón poco
menos que en cuadro, intimándole á su jefe, coronel Lezica,
que <Lse rindiera, puesto que el 1^ de Infantería ya lo había
hecho, como igualmente otros puntos importantes de la ciu-
dady^. (')
La superchería de Rivero fué en breve descubierta y el co-
ronel Lezica le ordenó se retirara en momentos que el coronel
Bartolomé Mitre avanzaba con una pequeña columna de guar-
dias nacionales para batirlo. Incorporada á ésta la fuerza del
(') Decreto firmado por Alsina el 18 de noviembre de lífó2 y en sus dieciséis
artículos se establecía la completa organización de estas fuerzas. Conceptúo sólo
pertinente la transcripción de los Arts. 2*» y 3°:
«2*» Para reemplazar il los batallones que deben licenciarse, se organizarán tres
« batallones de nueva creación» que se denominarán: IS 2? y 3<» de Infantería de
« línea, con el número de 623 plazas de tropa cada uno.
«3° Nómbrase para el comando de los referidos batallones de nueva creación,
« á los coroneles Mariano Echcnagucía, Juan Antonio Lezica y teniente coronel
« Emilio Conesa».
O Al «2 de Infantería» como á los demás del arma, se les dotó del siguiente
uniforme: Una casaca azul de cuartel, y otra de parada con cuello, botas y vuel-
tas punzóes: dos pantalones, uno blanco y otro azul; quepl azul con guarniciones
amarillas y el número al frente: correajes blancos.
(■) Mientras Lezica conferenciaba con Rivero logró con gran riesgo y disfra-
zado penetrar al cuartel «2 de Infantería» el oficial del «1*»», D Alfredo Seguí,
(muerto recientemente de coronel) ó informó á sus compañeros de armas de todo
lo ocurrido en su cuerpo; antecedentes que sin duda alguna contribuyeron á ro-
bustecer aun más la resistencia del coronel Lezica.
- 114 -
*J», siguieron en su persecución hasta el Retiro, donde le des-
bandaron la fuerza después de un ligero escopeteo. (')
Esta tentativa y el fracaso de las negociaciones que se en-
tablaron» decidieron al gobierno á establecer vSus líneas de de-
fen.sa, las que se tendieron desde la costa del río hasta la Con-
cepción, guardadas por el batallón 2 de guardias nacionales (•);
en esta plaza se acantonó el *2 de Infantería de línea» y á su
derecha, cubriendo hasta la calle de Lorea, el batallón de te-
nientes alcaldes que mandaba el teniente coronel Nicasio de
Biedma.
Desde Lorea hasta la plaza del Parque se acantonaron el 3®
y el 4^ (') de guardias nacionales y posteriormente se les agregó
la valiente Legión Extranjera que comandaba el coronel Sil-
vino Olivieri: y de ésta al Retiro cubrieron la línea el 1° de
guardias nacionales (*) y el batallón 1^ de infantería de línea.
En el centro de la capital quedaron como fuerzas de reserva y
listas para acudir á cualquier punto amagado el 3° de línea,
un ligero cuerpo de artillería y el batallón de guardias naciona-
les pasivos.
No obstante la adopción de estas medidas, se tentó un adve-
nimiento y su resultado negativo indujo al gobierno á dejar que
las armas derimieran la contienda. En consecuencia se empe-
ñaron con mayor violencia las guerrillas diarias al frente de la
línea y el 2o de diciembre el general Pacheco dispuso un re-
conocimiento que al propio tiempo ser\^iría para alejar las gran-
des masas de tropa que el enemigo aglomeraba por las inme-
diaciones de Barracas. Con ese determinado objeto marchó el
general Hornos con una fuerza de caballería por la izquierda;
el coronel Lezica al frente del «2 de Infantería» por la derecha
y ocupando el centro los batallones de Echenagucía, Teje-
rina y Bustillos.
Estas fuerzas limpiaron de rebeldes las alturas de la Conva-
(') Rivcro en su derrota recibió una herida y perdió el caballo que montaba.
(8) Al mando del entonces coronel D. José María Bustillos.
• (») Al mando del comandante Victorino Aguilar y coronel Domingo Sosa rcH-
pectlvamente.
(*) Era su comandante el doctor Pastor Obligado después gobernador de Bue-
nos .Aires.
- lio -
lecencia y todo el largo de la calle de Barracas hasta arrojarlos
al otro lado del puente, que atravesaron con intrepidez, arre-
batándoles un depósito de pertrechos que allí existía. (*)
Numerosos heridos del enemigo quedaron en el campo y el
gobierno de Buenos x\ires, condolido de su suerte, ofreció á
Lagos, por intermedio del cónsul español, señor Zambrano, re-
cogerlos y curarlos; pero tan generosa proposición fué des-
echada.
Con otra salida el ministro de la guerra inauguró el año 53,
puesto que el P de enero realizó un nuevo paseo triunfal hasta
el mismo puente de Barracas con las fuerzas con que lo había
ejecutado seis días antes é idénticos resultados, ya que logró
incautarse también de armamentos del enemigo.
La inutilidad de los esfuerzos de Lagos sobre la capital y el
resultado siempre adverso de los combates que provocaba, in-
dujeron á Urquiza á auxiliarlo, enviándole un fuerte contingente
de pardos y morenos que á las órdenes de los coroneles Rami-
ro y Costa se midieron con las fuerzas que el 21 de enero sa-
lieron de la plaza, apoyadas por el «2 de Infantería», y llegaron
hasta el Bajo de Palacios, á inmediaciones de San José de
Flores.
Entretenido en guerrillas sin importancia permaneció el «2
Infantería» los días subsiguientes, sin que ocurriera otra nove-
dad en sus filas que el cambio de jefe que se efectuó el 23 de
febrero por haberse concedido la baja absoluta del ejército al
coronel Lezica, siendo nombrado en su reemplazo el teniente
coronel D. Emilio Mitre, y, posteriormente, el 13 de marzo, se
designó 2° jefe al mayor D. Ángel Basso.
El mismo día se juró la bandera del cuerpo (■) y en aquella
0) «Las tropas de línea, dice el parte de la acción, bajo las órdenes de sus res-
pectivos jefes han acreditado su agilidad, su valor y disciplina que las han hecho
siempre tan recomendables y acreedoras por ello á las consideraciones del go-
bierno. Los guardias nacionales, cuya abnegación y patriotismo llega hasta lo
heroico, se hacen cada día más acreedores á la estimación de sus compatriotas y
A la admiración del gobierno y del general, por su valentía y por el orden com-
pleto que han observado especialmente en el peligro.>
(*) En los siguientes términos relata el conocido cronista del sitio, seftor José
Luis Bustamante, aquel acto:
«£1 13 tuvo lugar en la iglesia de la Concepción la bendición de la bandera del
«Batallón 2 de línea», mandado por el teniente coronel D. Emilio Mitre. El gene-
116 -
solemnidad el comandante Kmilio Mitre pronunció una vibrante
arenj^a en la que hizo resaltar que «antes de recibir la bendición
« del cielo, la bandera había sufrido el bautismo del humo de los
* combates; antes de ser humedecida por el agua bendita, ella
< había sido salpicada con la sangre de los soldados del cuer-
« po y que por haber probado que eran capaces de sostenerla
< el gobierno la colocaba en sus manos bajo los auspicios del
* dios de las batallas.»
Como la situación se hacía cada día más grave, pues ya Ur-
quiza había arrojado la máscara de imparcialidad para ocupar
militarmente á San Nicolás y allí prepararse á seguir sobre
Buenos Aires, (') el gobierno dispuso el reforzamiento de las
trincheras y las que ocupaba el «2» fueron inmediatamente com-
pletadas y puestas en condiciones de resistir cualquier ataque (*)
que era diariamente esperado á pesar de los simulados trabajos
por la paz que hacían los sitiadores.
Las negociaciones sólo ocasionaron una breve suspensión de
armas, y las hostilidades se reanudaron con mayor vigor el 14
de abril y el 18 al practicar tres ligeros cuerpo de caballería
ral Hornos era el padrino. A las 10 de la mañana el gobernador de la provincia
««e trasladó A aquel punto A presidir la ceremonia. El general en jefe del efército,
con su estado mayor, se hallaba también allí, l^n numeroso concurso reunido en
el templo daba gran realce A la ceremonia. En la calle formaba una compañía
del batallón que debia recibir la bandera y la música del 1** de línea tocaba allí
análogas piezas. El «Batallón L'» formaba en la plaza de la Concepción. Ter-
minada en el templo la ceremonia, el gobernador de la provincia, acompañado
del general en jefe del ejército, del general Hornos y de numerosos jefes, oficiales
y ciudadanos, se trasladó A la plaza, haciendo colocar la bandera en el centro del
batallón; dirigiéndole las palabras de ordenanza en que se recuerdan los deberes
que se contraen al jurarla. El batallón respondió con una descarga gcneial en
señal de que aceptaba esos compromisos. El batallón dobló sus filas y el padrino
de la bandera le dirigió algunas palabras oportunas y llenas de entusiasmo, con
vivas al gobierno y A la representación de la provincia Acto continuo el jefe del
cuerpo lo proclamó dirigiéndole bellas y elocuentes frases llenas de buen sentido
y patriotismo. Una reunión numerosa tuvo lugar en aquel mismo día en el alo*
jamiento del batallón, con el objeto de festejar el acloque acababa de tener lugar.
En ella se manifestaron A porfía los nebíes y generosos sentimientos que anima-
ban A todos por el triunfo de la causa de la capital.»
(') Llegó al campamento de Lagos el 27 de marzo y fué hecho reconocer por
éste en su proclama como «(íeneral en jefe de los ejérictos de la ".ConfederEción»
y disponía se le considerara como tal entre los sitiadores.
('i Hsios trabajos, como los do toda la línea, los dirigió el tcnicnlc coronel de
ingenieros Camilo Hulcil
117 -
á órdenes del coronel Hornos, (*) una descubierta al frente de
sus posiciones se vieron comprometidos en un desigual com-
bate en el Hueco de los Sauces con fuerzas sumamente supe-
riores. Se ordenó entonces al «2» que marchara en su protec-
ción y cargando con denuedo á la bayoneta desalojó á los si-
tiadores de las ventajosas posiciones que habían tomado. A pe-
sar del rudo ataque que llevó, y de haber perseguido al enemigo
causándole pérdidas considerables de vidas y arrebatándole
armamento, sólo tuvo 4 bajas en esta acción.
Como se ha visto, además de las guerrillas parciales que
diariamente libraban las descubiertas, hacían las fuerzas de la
plaza continuas salidas y entre éstas descolló la realizada el
13 de mayo porque se convirtió en un ataque general llevado
á las avanzadas del enemigo. Por la parte del sur se le distrajo
momentáneamente con un falso avance y retirada, que aquél
atribuyó á derrota, mientras el coronel Olivieri con su «Legión
valiente» lo cargaba por el centro, consiguiendo mantenerlo en-
tretenido hasta que las fuerzas de la izquierda, en un segundo
ataque, arrollaron las partidas tendidas á lo largo de la calle San-
ta Lucía (•) y luego contramarcharon hacia la esquina de Pé-
rez (') para reunirse al batallón 3 de línea y á las guerrillas de
los mayores Muzlera y Galván, á fin de desalojar de aquellas
posiciones á los rebeldes, lo que consiguieron acuchillándolos
con encarnizamiento hasta las inmediaciones de la Convalecencia.
En ese intervalo la Legión de Cazadores Escuchas, man-
dada por el teniente coronel D. Nicasio de Biedma, cargaba al
adversario por la calle de Salta á objeto de mantener las co-
municaciones de estas fuerzas con la columna que operaba por
la derecha con la intención de tomarlo por la retaguardia y
batir las avanzadas que ocupaban en el Hueco de los Sauces, i*)
Con esta última columna marchaba el «2 de línea».
Las diversas faces de aquella diversión han sido así relatadas
en la crónica del sitio que debemos al historiador Bustaman-
• 'i Las gruerrillas de caballería que mandaban respectivamente los mayores
Galván. Pérez y Muzlera.
1*1 Hoy Avenida Montes de Oca.
(•'•) Calle de Buen Orden esquina Caseros.
<*) Plaza '2^ de Noviembre.
~ 118 ~
te C): «El teniente coronel D. Emilio Mitre, encargado del man-
do de la extrema, compuesta por el «Batallón 2 de línea» y la
guerrilla N° o al mando del mayor D. Camilo Rodríguez, recibió
del jefe de estado mayor coronel D. Bartolomé Mitre, por única
orden la de avanzar con decisión, tomar al enemigo por el
flanco y cargarlo con fe, en la confianza que sería apoyado
eficazmente por las demás fuerzas, cuya incorporación debía
buscar corriéndose por el flanco izquierdo, después de haber
conseguido su objeto. El teniente coronel Mitre y el mayor
Rodríguez marcharon al ataque, dice el parte de esa jomada,
con la inconstrastable fe del triunfo que animaba á los defen-
sores de la capital, poniendo al enemigo en completa derrota
en el Hueco de los Sauces, tomándole su artillería, parte de
su armamento, caballos ensillados, prisioneros y matándole á
lanza y bayoneta como treinta hombres de las tres armas».
«Los partes del teniente coronel Mitre y mayor Rodríguez
sobre este tercer ataque de aquel día, demuestran nuevamente
la superioridad de las fuerzas que defendían la capital y el
extraordinario valor de sus jefes y oficiales. Esa columna mar-
chó por la calle de Europa llevando á vanguardia la fuerza de
caballería, la que tenía la orden de cargar al enemigo en sus
posiciones cuando se lo indicara el toque de cometa. Luego
que la caballería llegó á los fondos de la calle que atraviesa la
quinta Rivadavia, (•) en dirección al Hueco de los Sauces, se
mandó tocar á la carga, la que el mayor Rodríguez efectuó á
la cabeza de su escuadrón con un denuedo y arrojo dignos de
todo elogio, sostenido por el batallón del teniente coronel Mi-
tre que marchaba á paso de trote sin que lo contuviera el vivo
fuego de fusil y la metralla de una pieza de artillería que los
enemigos tenían situada en aquel punto, esperándolos á pie
firme y haciendo fuego á boca de jarro.
«El mayor Rodríguez dio en ese día asombrosa prueba de
valor, arrojándose personalmente con unos pocos de sus solda-
dos sobre el cañón enemigo cuando acababa de disparar el
0) cEnsayo histórico de la Defensa de Buenos Aires oontra la rebelión del ex-
corone D. Hilario Lapos» 1*^ Edición, publicada en I8c>4.
(*) Calle San José. La quinta abarcaba desde Santiago del Estero hasta Lorea.
- 119 -
último tiro, dejando tendidos á lanzasos á los artilleros que
defendían la pieza, la cual quedó en su poder con la dotación
y algunos paquetes de fusil á bala que se hallaron en el armón.
«En esa jomada se distinguieron por su bravura los soldados
del *2P Batallón» que cargaron á la par de la caballería: Fran-
cisco Ibáñez, Juan Antonio Vera, José María Saveri y Barto-
lomé Arballos, los cuales llegaron al cañón enemigo al mismo
tiempo que la caballería. (^)
El «Batallón 2 de línea» perdió en ese ataque al teniente 2P
agregado á la plana mayor D. Serafín Sánchez, herido por una
bala de metralla en la cabeza en el momento de desembocar
al Hueco de los Sauces al frente de una guerrilla de la primera
compañía, y dos soldados heridos. Los resultados generales
de aquel día fueron de gran importancia para la plaza. Los
enemigos perdieron como cincuenta hombres, tuvieron una
porción considerable de heridos, perdieron una pieza de arti-
llería de bronce de á cuatro bien dotada con treinta y un car-
tuchos á bala y metralla, trescientos tiros de tercerola á bala,
dieciocho caballos ensillados, seis monturas, ocho fusiles, cinco
sables, tres tercerolas y algunas prendas de vestuario. Las
fuerzas de la plaza tuvieron muerto al oficial Sánchez, que ya
hemos mencionado del «2 de línea», un jefe, 3 oficiales y 16
individuos de tropa heridos de los cuales pertenecían once á la
división de caballería, tres á la Legión Extranjera y dos al «Ba-
tallón 2 de línea».
Conocidos los resultados de la acción, el gobierno recomendó
oficialmente la bizarra comportación del comandante Mitre, así
como la de los demás jefes que concurrieron á asegurar el
triunfo.
(') El arrojo de estos cuatro soldados fué premiado en forma, pues por resolu-
ción gubernativa se mandó abonarles un mes de sueldo sin carg:o y se ordenó que
en la revista de comisario se escribiese por una vez en seguida del nombre de
cada uno la siguiente nota:
uSe distinguió v/i el combate del 13 del corriente»
palabras que debía repetir el capitán comandante de la compañía, cuando el
soldado premiado pasase por delante del comisario. Además, dispuso también el
gobierno que esos cuatro valientes quedasen exceptuados de todo servicio de
fagina y se les ^recomendara á ¡a consideración de stis jefes y d la estimación
de sus compaileros de armay>.
- 120 -
Trece días después los leales de Buenos Aires rememoraban
con notorio entusiasmo y sin prevenciones el aniversario de
Mayo, pues de acuerdo mutuo con los sitiadores se habfa re-
suelto suspender durante ese día toda función de guerra; no
obstante el compromiso, Lagos aprovechó las sombras de la
noche para hacer volar con algunos barriles de pólvora la casa
de C Luciano, en la que acostumbraban á apostarse «escu-
chas» de la plaza, y la de Cayetano Molina {') que se hallaba
á tres cuadras fuera de las trincheras. Sin otra novedad y con-
memorado con patrióticas expansiones habfa transcurrido el
25 de mayo de 1853 (*) para al día siguiente reanudar con ma-
yor encarnizamiento la brega.
En la noche del 31 los enemigos dieron principio á la cons-
trucción de una trinchera en los potreros de Langdon, y al des-
cubrir el general Paz en la mañana del P de junio la obra,
lo observó á su jefe de estado mayor; (') quien al día siguiente
(I) Molina era soldado del «2 de Infantería».
í») Más se destacaban entre los adornos los que vestían la Pirámide de la plaza
Victoria, formados en sus cuatro frentes por hermosos cuadros alegóricos. El pri-
mero representaba la «Esperanza» con la leyenda: «La esperanza, columna del va-
liente» y en el escudo- «11 de abril de 1852». El segundo, la «Justicia» con la ins-
cripción: «La justicia nos alienta» y en el escudo: «1° de Julio de 1816». El tercero
representaba la «Fuerza», y al pie «La anarquía al fin"perece» y en el escudo: «11
de septiembre de 1852» El cuarto floraba la «Libertad» con la leyenda: «La li-
bertad siempre renacen y en el escudo, «25 de Mayo de 1810». También los trans-
parentes de la baranda tenían en sus frentes las inscripciones- «El pueblo triun-
fante por la Ley», «La República independiente», «La América libre», «El pueblo
triunfante por la fuerza». El «2» formando con el I, 3 y 4 de línea y el batallón
Viírilantes de Policía, concurrieron á la parada. Mandaba la línea el cyronel
D, Gregorio A. de La Madrid.
O El día 1^ de junio se hallaban en la casa del inglés Britain, el general Paz,
el coronel Mitre y varios jefes y oficiales del estado mayor. Desde la barranca
se dominaba perfectamente el campo enemigo del lado de la Convalecencia, y
era con el fin de inspeccionarlo que Paz y Mitre se hallaban en aquel lugar.
Puestos en la altura, notaron que los sitiadores trabajaban una trinchera ya ade-
lantada.
— ¿Qué es aquello?— preguntó el general Paz señalando el objeto.
El coronel Mitre tomó el anteojo y observó bien.
—Parece que es una trinchera, -dijo.
—Me extrafia mucho que el señor coronel y jefe de estado mayor no sepa con
certeza lo que hace el enemigo.- agregó Paz.
—El enemigo ha trabajado durante la noche, hora en que no es posible obser-
var su campo, señor ministro.— respondió fríamente Mitre y agregó:— Mañana in-
formaré á U. S en mi parte circunstanciadamente qué es lo que el enemigo hace
y ha hecho.
Descendieron todos de la barranca y se dirigieron á sus respectivos despachos,
- 121 -
inició el reconocimiento de la posición por las inmediaciones
de la quinta de Balcarce con una columna formada por el «2 de
Infantería», el escuadrón de caballería que mandaba el coman-
dante Rodríguez y las guerrillas de Henestrosa y Muzlera.
Estas fuerzas se dividieron en dos columnas á fin de atacar al
enemigo por el frente y la izquierda y, mientras el «2» se dete-
nía á esperar el momento oportuno de empezar la acción al pie
de la barranca de Balcarce, el coronel Bartolomé Mitre se ade-
lantó con la caballería, manteniendo fuertes guerrillas en el
mismo terreno que al enemigo conquistaba; forma en que llegó
á solo doscientos pasos de la improvisada trinchera, donde cayó
« derribado de un balazo del mismo caballo que había montado
« en la plaza de la Victoria el 7 de diciembre» (') expresando
el ministro y el Jefe de estado mayor.
Mitre trazó enseg:ulda el plan de operaciones para el reconocimiento del 2 y A
las 12 de la noche fué llamado por el ministro. Tan luego como se presentó, éste
le dijo con sequedad-
— Y, ,;qué piensa hacer?
—Lo que debo hacer ya estA hecho; mañana pasaré el parle correspondiente,
como ya tuve el honor de decirlo hoy al seftor ministro.
—Hay que practicar un reconocimiento, dijo Paz.
—Está hecho.
— Ud. debe darse cuenta de las responsabilidades que pesan sobre un jeje de
estado mayor.
—Sé apreciarlas, seflor ministro; mañana veril U. S. si he cumplido con mi
deber.
No continuó el ministro; nada tenía que decir. Al rigor de la ordenanza militar
estaba por segunda vez derrotada su vanidad. Habría sabido lo que deseaba co-
nocer si lo hubiera preguntado directamente; pero no lo hizo por amor propio y •
Mitre con razón, reservó su espontaneidad. Una serla despedida puso término A
la conferencia (Extractado de la «Herida de Mitre», por el doctor Manuel F.
Mantilla).
(») Carta de Mitre al doctor Juan Carlos Gómez.
A propósito de este hecho, dice el historiador Dr. Mantilla en su artículo ya ci
tado:
«Estaba á caballo, próximo A un arbolito. con sus ayudantes A retaguardia;
llevaba pantalón y casaca militar de paño negro, chaleco blanco y quepi« El
grupo era un buen blanco para los rifleros y sobre él tiraban. Con la tranquili-
dad de quien mira una parada, veía Mitre las descargas y oía pasar las balas,
expuesto como el que más á morir de un instante á otro. Sólo lo fastidiaba y
preocupaba la tardanza de Arenas. Su serenidad se comunicaba al grupo de que
era cabeza y el todo presentaba un admirable cuadro de valor frío.
De pronto vieron los ayudantes que el coronel Mitre se encorvó sobre el cuello
del caballo y luego se desmontó tranquilamente cubierto de sangre: su chaleco
blanco parecía de paño rojo.
«Estoy herido y quiero morir como el romano!, -fué la respuesta que dio á las
preguntas de sus ayudantes que lo rodearon inmediatamente. -Vea qué tengo,— dijo
- 122 -
con serenidad admirable su designio: ¡Quiero morir de pie! (')
Antes de ser conducido hasta el cuartel del «2 de Infantería»,
en el que recibió la primera cura, hizo adelantar al comandante
Emilio Mitre, encargándolo del mando de las fuerzas comba-
tientes.
Inmediatamente el «2» cargó á la bayoneta; pero, como el
enemigo había reforzado considerablemente su línea, se sucedió
un desventajoso combate que fué sostenido con inaudito tesón
por ambas partes. «En estas circunstancias, el comandante ge-
neral de armas, que presenciaba los sucesos, ordenó la retirada
de la caballería y al «Batallón 2 de línea» tomar posiciones
para sostener esa operación. La caballería en su retirada dio
algunas cargas á las guerrillas enemigas que imprudentemente
se aproximaban hasta que el «Batallón 2 de línea» ocupó la
retaguardia y contuvo decididamente á los enemigos con sus
fuegos, en cuya operación tuvo un muerto y dos heridos. (*)
Llenado el objeto del reconocimiento, las fuerzas se retiraron
á sus respectivos acantonamientos y dieciocho días después
hicieron una nueva salida general á la que contribuyó el «Ba-
tallón 2» ocupando la batería de Acosta en el Hueco de Ca-
rrasco, (•) la que era mandada por el coronel Nazar. En esta
acción el enemigo fué nuevamente arrollado y obligado á gua-
recerse bajo los fuegos de sus baterías. (*)
*á Ezcurra, sacándose el quepl. Ezcurra halló una herida de bala en la pane su-
perior de las dos protuberancias frontales; lo examinó, como podía hacerlo un
profano y contestó: «Es nada!»— «Sin cmbartro, la sensación que experimento es
como si tuviera adentro el proyectil,— observó severamente Mitre».
(^) Tal es la frase positivamente histórica que pronunció el general Mitre. La
tradición le ha agreírado luego: «como un romano», ampliación que el mismo ac-
tor ha descalificado bajo su firma.
Paz, el hombre áspero c incisivo, el austero general, hizo cumplida justicia al
mérito de Mitre al exclamar, cuando el capitán Carreras lo notició del suceso*
«Hubiera preferido perder la mitad del ejército antes que al coronel Mitre.»
(») Relato del historiador José Luis Bustamante.
{*) A inmediaciones de la actual plaza de la Libertad.
(*) Fué en este día que la causal de Urqulza recibió un golpe de muerte con
el reconocimiento que hizo la escuadra bloqueadora de la autoridad del gobierno
de Buenos Aires, uniéndose á las fuerzas navales que éste sostenía. La defección
del coronel Coe fué largamente remunerada, pues coincidió con la resolución de
la Cámara de Representantes do autorizar á la Casa de Moneda para emitir
veinticinco millones de pesos que se invertirían en gastos reservados de la
guerra. Coe puso á disposición del gt)bierno h»s buques: s.Hn¡gma>í, «Constitución».
- 123 -
Los sucesos favorables á la causa de Buenos Aires se preci-
pitaban haciendo vislumbrar la rápida conclusión de la guerra,
pues, á la defección de Coe se sucedió la invasión del general
Flores por el norte y de acuerdo con ésta, como asimismo
conocer el estado de las fuerzas del adversario y llamar su
atención para impedir que distrajera algunas destinadas á con-
tener las operaciones que se iniciaban por el Baradero, se
efectuó el 11 de julio una salida en que actuaron, por la dere-
cha el 1 de línea, el Batallón Buenos Aires, la Legión Co-
rrentina y la guerrilla de caballería que mandaba el comandante
Villar avanzando hasta el Hueco de los Olivos; mientras que
las legiones «Valiente» y «Española», con las fuerzas de caba-
llería que mandaban respectivamente el comandante Esteban
García y el capitán Castillo adelantaron hasta el Hueco de la
Yegua O cargando al enemigo.
Al mismo tiempo salían de la plaza Concepción el «Batallón
2 de línea», el de guardia nacionales de policía y un escuadrón
de caballería para cargar por el Hueco de los Sauces la derecha
del enemigo, haciéndolo con tanto empuje que á punta de ba-
yoneta y filo de sable lo arrojaron maltrecho más allá de los
fondos de la Chacarita de los Barbones. (•)
Del enemigo quedaron sobre el campo cien muertos. Sólo
ocho muertos y veintitrés heridos costó á los sitiados esta
salida. (■)
«Los cuerpos del ejército de la capital, dice un testigo presen-
cial, que operaron en aquel último día de combates y de triunfos
sobre los rebeldes, se condujeron bizarramente, dejando estable-
«Merced», «Correo». «Maipú» y «11 de Septiembre». Este suceso indujo á Lagfos
á hacer volar en la noche del 1<^ de julio la hermosa casaquinta del general Juan
Ramón Balcarce. por hallarse emparentado con Coe.
(») Belgrrano á la altura de Entre Ríos.
(*) Terrenos ocupados por el Arsenal Principal de Guerra.
í*) En este combate fué herido de muerte el capitán Adolfo Folgueras, del 1°
de linea. Este oficial empezó la defensa rechazando con varonil entereza la inti-
mación de Rivero el 7 de diciembre y cayó como bueno en el último combate. Su
cuerpo se conserva en el panteón de San Francisco, completamente «momificado»
y su hallazg^o dio lugar á una interesante controversia histórica en el diario «El
Nacional», hasta que el historiador seftor José Juan Biedma evidenció á quien
pertenecía, destruyendo afirmaciones de otros que aseveraban ser el cadáver de
alguno de los personajes que descollaron en la época del coloniaje, ó el del general
chileno Makenna, muerto en duelo.
124
cida de nuevo la reputación de bravos, conquistada desde el 7
de diciembre y mantenida sin interrupción los ocho meses que
duró el asedio».
Arrollados diariamente los rebeldes frente á la capital y ama-
gados por el norte «se echaron en brazos» de los ministros
de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y luego de breves
tramitaciones se ajustó la paz, que fué sellada por la proclama
tan noble como concisa que el gobierno lanzó:
«Compatriotas: El gobierno, después del grandioso triunfo que
ha obtenido la causa de las leyes, y lamentando la sangre de
hermanos que ha empapado nuestra tierra, sólo quiere la paz
entre todos y el olvido de todo lo pasado. Tan generoso^ como
ha sido fuerte en la defensa de las leyes, os ofrece hoy un
olvido completo de todo lo pasado desde el 1° de diciembre
hasta esta fecha, y solo desea para que convalezca el país de
todas las desgracias que ha sufrido, os entreguéis á vuestros
trabajos, bajo el amparo de las leyes y la decidida protección
que os ofrece el gobierno.- Buenos Aires, julio 14 de 1853.—
Lorenzo Torres.— Francisco délas Carreras— José María Paz^
Luego, procurando evidenciar el mérito contraído por las
unidades de línea y guardia nacional que actuaron en la defensa,
decretó que usaran en sus banderas el lema: «Combatió con
gloria en defensa de Buenos Aires.— Años 1852 y 1853», (') y
tres días después, á los que aun carecían de la enseña color
de cielo, les fueron entregadas en la plaza de la Victoria y
en presencia de un pueblo entusiasta que se mostraba tan grande
en la paz como heroico había sido en la guerra.
(*) «Considerando el gobierno el mérito especial que han contraído los cuerpos
« que formaron el ejército de la capital en la gloriosa lucha que han sostenido
« por espacio de más de siete meses defendiendo á costa de su sangre las institu-
< clones de la provincia: y queriendo darles una muestra de estimación que mere-
« cen sus grandes servicios y de la gratitud á que se han hecho acreedores, ha
« acordado y decreta:
«1° Los batallones desde la fecha de este decreto llevarán en sus banderas la
« siguiente inscripción en letras de oro orleadas de laureles «fCombaiió con gloria
« en defensa de Buenos Aires. -Años 1852 y 1K^8».
«2** Los estandarte» de artillería y caballería que se hallen en idéntico caso
* están incluidos en esta resolución y tienen el mismo derecho.
<';!** Este decreto, que se remitirá á cada uno de los cuerpos por medio de un
edecán del gobierno, será acompañado de una nota que deberá el cuerpo depo-
« sitar en el archivo y conservarla como un recuerdo de inmarcesible gloria». -
( Decreto firmado por v\ ;robern;ulor Obligado, el 27 de julio).
- l'J5 -
A dar realce á aquella ceremonia concurrieron los cuerpos
de línea y en ella se destacó la marcialidad que al «2» supieron
inculcar los bizarros veteranos que lo habían conducido diaria-
mente á la victoria y cuyos nombres cito á continuación como
un recuerdo justiciero:
Jefe: Teniente coronel D. Emilio Mitre (*)
2^ Jefe: Sargento mayor 1). Ángel Basso.
Capitanes: D. Juan Bautista Charlone, D. Juan José Pérez,
D. Manuel Fació y D. Benjamín Villegas.
Ayudantes mayores: D. Pascual Espíndola y D. Pedro C. Díaz.
Tenientes 1^^\ ü. Francisco Salomón, D. Ezequiel Tarragona,
D. José M. Burgos, D. Manuel Salvadores y D. Domingo Casalla.
Tenientes 2os: D. Custodio Alvarez Sosa, D. Manuel Navarro,
D. Segundo Rossi y D. José M. Arredondo.
Subtenientes: D. Francisco Florini, D. Juan Salvadores y D.
Julio Honfend.
O «Ya era mayor y uno délos vencedores de Caseros para pasar poco después
« como se^ndo jefe del batallón que formó el coronel Lezica. dejando la vacanic
« con el retiro de este jefe para el comandante Mitre, quien desde entonces demostró
« las dotes de gran soldado, llc^atulo á hacer de su nBatallótt 2 de linean ¡a
« cacuelo militar de aquella épocas. (Discurso del teniente jreneral Luis M. Campos).
INVASIÓN DE LAGOS
El «2 de Infantería» en campaña — Observando á los rebeldes — Marcha
al Pergamino — Ija invasión — Ferseoución — Combate del Tala —
Fuersas que actuaron — Dispersión de los Blandengues — Avance
decisivo — Aniquilamiento del enemigó— Jefes y oficiales del «2»
— Besultados fructíferos.
Momentáneamente pacificado el Estado, permaneció el «2 de
Infantería» prestando servicio de guarnición hasta el 3 de agosto
de 1854; fecha en que el gobierno dispuso que marchara á situarse
en Villa Mercedes, en observación de los movimientos sospe-
chosos de los partidarios del coronel Lagos, que amenazaba con
una nueva invasión, no obstante la fe jurada y sus promesas
anteriores.
El general Hornos, que había sido nombrado comandante en
jefe de las fuerzas que operarían contra los rebeldes, ordenó
al comandante Mitre que se trasladara con su cuerpo á San
Pedro, en razón de que en las islas vecinas se habían hecho
sentir grupos de facciosos que amenazaban la población (*). Allí
permaneció hasta el 4 de octubre en completa inactividad, puesto
que el enemigo, ante la aproximación del «2», no dio señal alguna
de vida.
(') Ya en esta fecha (25 de agosto) el 2^ jefe del «2». mayor D. Ángel Basso,
había solicitado su separación y el 24 de septiembre se le acordO, reemplazándolo
el de igual graduación, después general, D. Ignacio Rivas.
- 128 -
A las 12 de aquel día, cumpliendo una orden urgentísima que
recibió del general Hornos, se movió en dirección al Pergamino,
llegando á esta localidad veinticuatro horas después.
Los avisos que daban como inmediata la invasión, resultaron
anticipados, pues recién al mes de espera ésta se produjo. A
su respecto, y acerca del combate del Tala, dice en su ^auto-
biografía*^ con autoridad indiscutible, el meritorio veterano que
en aquellos sucesos comandaba al *2 de Infantería»: '
«El general tuvo noticia de la invasión después de media
noche, y al otro día, al salir el sol, emprendimos la marcha en
busca del enemigo, que se dirigía rápidamente al interior de
la provincia. En la tarde de ese día tomamos el rastro y con-
tinuando la marcha, durante la noche, siguiéndole siempre,
encontramos al enemigo por la mañana en el Tala, donde
tuvo lugar el encuentro en que Lagos fué completamente de-
rrotado. (*)
Describiré rápidamente ese combate que, aunque dado por
pequeñas fuerzas, se puede asegurar que tuvo resultados tan
completos como los de una batalla. (*)
Nuestras fuerzas se componían de mi batallón «2 de Infante-
ría» de 220 hombres, con dos piezas de artillería, mandadas por
el capitán Insiarte; de un escuadrón de dragones á las órdenes
del comandante Susviela; de 80 hombres del regimiento Blan-
dengues de caballería á las órdenes del comandante Molinas;
de unos 60 á 80 milicianos de caballería de Arrecifes á las ór-
denes del capitán Bevy y de otros tantos del Pergamino á las
del capitán Tierso, y no recuerdo si algún piquete más al mando
en jefe del coronel Gorordo.
Lagos traía un regimiento de caballería de línea de más de
doscientos hombres y otros tantos de partidarios bien organi-
zados y armados.
Sintiendo ya cerca al enemigo, sosteníamos una marcha rá-
(!) 8 de noviembre de 1854.
(>; Sus resultados fueron realmente sorprendentes á pesar de su insignificancia
como acción de ífuerra puesto que impuso A los fomentadores del desorden polí-
tico y social evidenciándoles el poder incontrarrestable de las armas de Buenos
Aires y asejruró por algún tiempo la paz con el afianzamiento de las autoridades
constituidas.
~- 129 -
pida, cuando se oyeron los primeros tiros de nuestra vanguar-
dia, que la llevaba el escuadrón Blandengues, tomando entonces
al trote y galope. Cuando acreció el fuego mandé desplegar
mi batallón en batalla sobre la marcha. Mi batallón iba á ca-
ballo; compuesto todo él de hijos del país, maniobraba con la
soltura de un cuerpo de caballería.
Momentos después pasaban dispersos los Blandengues por
nuestra derecha; entonces hice hacer alto mandando echar pie
á tierra, saliendo mi batallón en batalla en un momento, y á
paso de trote lo dirigí á una altura que tenía á cien pasos de
distancia á mi frente; tomando las dos piezas de artillería me
dirigí con ellas al galope ala misma altura: puestas inmediata-
mente en batería rompí el fuego sobre una fuerza de caballería
desplegada sobre nuestra izquierda y contra la cual se dirigía
el coronel Gorordo con sus bravos milicianos, los que cargan-
do á fondo con su jefe á la cabeza derrotaron esa fuerza; que
era precisamente el regimiento de línea que de la guarnición
de la frontera de Melincué se había incorporado á Lagos para
realizar la invasión.
A esta derrota contribuyó, seguramente, el fuego de la ar-
tillería y el del batallón de mi mando.
La caballería invasora que había vencido á los Blandengues,
notando nuestra formación y el fuego que hacíamos, detuvo su
persecución y trató de incorporarse á las fuerzas que había
dejado á nuestro frente y, para efectuarlo, tuvo que regresar
por un áspero cardal, sobre nuestra derecha, sufriendo el fuego
de los dragones y de mi batallón, que los desorganizaron com-
pletamente; pasaron el Arroyo del Tala derecho, y encontrán-
dose con el regimiento que también estaba en derrota, no les
quedó más que seguir su disparada.
Nuestra persecución fué corta; pero la invasión estaba des-
truida y no tenía levante».
En la acción que, con tanta sencillez, describe el comandante
Emilio Mitre, actuó incompleto el «2 de Infantería» debido á que
su compañía de granaderos (*) había sido destinada al Azul para
(») Esta compañía la comandaba el capitán Andrés Siseo, secundado por el te-
niente 2° Alfonso Laplerre y el subteniente José Benito Merlo,
- 130-
prevenir un levantamiento que en las inmediaciones de aquella
localidad se temía.
Se batieron, pues, en el combate del Tala el comandante
Emilio Mitre, sargento mayor Ignacio Rivas, los capitanes Ma-
nuel Fassio, Jacobo Jardón y Pedro C. Díaz; ayudantes ma-
yores Miguel Panelo y José M. Arredondo, tenientes lo» Eze-
quiel Tarragones y Segundo Rasi; tenientes 2os Emilio Alfaro,
Adolfo Orma y Juan Meana y los subtenientes Emilio Casavega
y Augusto Segovia.
Los prestigios que esta victoria dieron á la causa de Buenos
Aires no sólo afirmaron la influencia de las autoridades del
Estado sino que también facilitaron la rápida creación en San
Nicolás de los Arroyos de un poderoso cuerpo de ejército,
compuesto de cerca de cinco mil hombres, ante cuyas bayone-
tas creyó oportuno el general Urquiza dar amplísimas satisfac-
ciones al gobierno, que, al aceptarlas, ordenó la disolución de
aquellas fuerzas.
Consecuentemente el «2 de Infantería» regresó á la capital y
permaneció de guarnición hasta el 10 de mayo de 1855, en que
fué requerido para marchar á castigar la soberbia de los sal-
vajes que bajo la férrea influencia de Callvucurá (') devastaban
las Pampas desde Cuyo á Olavarría é imponían el imperio de
la barbarie con su séquito de latrocinios y horrores.
O CallviK azul: Curdt piedra
FBO- CIVILIZACIÓN
En la frontera — Sierra Chica — Los cuadros — Besponsabilidad histó-
rica — Ardid de Mitre — Betirada--£3j6roito de operaciones del sur.
— Tapalqué — Gallvuourá versus Hornos — Astucia y errores — Ija
derrota — Bl «2» salva á los dispersos — Sublevación de la Lesión
Militar — A Bahia Blanca — En la división del norte — Invasión de
indios — Cañada de los Iieones — Hábiles maniobras — Descalabro
7 persecución — Apresamiento de botin — Guerra otensiva — Per-
didos en el desierto — La sed! — Betroceso — Elosio merecido.
Marchó el «2» directamente hasta el Toro, á treinta leguas
del Azul, donde recibió caballada de refresco y la orden de
apresurar las jornadas para incorporarse á la división que el
coronel D. Bartolomé Mitre, ministro de la guerra, movería
sobre las indiadas que habían asaltado aquella naciente ciudad
dejando en sus calles más de trescientos vecinos muertos.
Veinticuatro horas después se operó la concentración y la
división, impaciente por inflingir el severo castigo que la zana
de los salvajes merecía, emprendió una bien dirigida marcha
de flanco sobre Olavarría en que se aprovecharon con señalada
habilidad los accidentes estratégicos del terreno.
Por un error de los baqueanos, explicable si se observa que
era para todos un misterio el camino del desierto, estas fuerzas
que por el aire de la marcha debieron llegar á Tapalqué (*) en
la madrugada del 30 de mayo, fueron sentidas por la vanguar-
(M De uTapalclenn sierra pelada.
- 132 -
dia que comandaban Cachul y Catricl ya levantado el sol, lo que
permitió á los secuaces de Callvucurá apercibirse para librar
la acción en condiciones que les eran ventajosas.
No obstante, las primeras faces del combate de Sierra Chica
fueron favorables á las fuerzas expedicionarias; pero una violenta
reacción de los salvajes, favorecida por el desbande de parte de
la caballería, obligó á los infantes á formar cuadros y sostenerse
con valor insuperable durante dos días de rudo batallar. El «2 de
Infantería >, acosado con increíble audacia por los lanceros de
la Pampa que, montados y á pie, se estrellaban y caían al frente
del férreo cuadro que oponía á su empuje hasta entonces irre-
sistible, experimentó sensibles pérdidas pero evidenció una vez
más que si era ariete en la ofensiva se convertía en barrera
inamovible en la defensiva.
Si la pericia del jefe y el heroísmo de los subordinados no
lograron arrancar la victoria á los bárbaros, fué causa esencial
que el coronel Laureano Díaz, que debió con una división (la
del oeste) de excelentes tropas oblicuar desde el Fortín Cruz de
Guerra hacia el sur, batir los campos de su frente, y converger
á retaguardia de la sierra de las Dos Hermanas para atacar
por ella á los indios, no cumplió las instrucciones bien definidas
del coronel Mitre y permitió á Callvucurá interponerse entre
ambas fuerzas para proteger á sus aliados en el momento deci-
sivo del combate. O
Los soldados de la civilización, desfallecidos de hambre y
fatiga, tuvieron que abandonar el campo, protegidos por los
bravos del «2 de Infantería* que en la última escena de aquel
drama sangriento, ocuparon, como al principio, el puesto de
mayor peligro y responsabilidad.
Acerca de esta retirada, ejecutada con orden admirable }' sin
(*) «Esto y no haber acudido el coronel Laureano Díaz al punto marcado, como
pudo haberlo hecho, hizo poco para esta expedición, que debía habernos dado
completos resultados.» (Autobiografía del teniente general D. Emilio Mitre),
«No es la división del oeste que acude puntualmente á la cita de honor de Síc-
« rra Chica, es Callvucurá que se interpone entre las fuerzas de Díaz y Mitre, al
« frente de seiscientos indios elegidos, que forman el Regimiento de la Guardia».
« («La dinastía de los Piedra», por Estanislao S. Zeballos),
- 133 -
abandonar un herido, (*) decía el coronel Mitre en el «Parte
oficial».
«A las siete y media de la noche volvieron dos hombres con
la noticia de que la columna que habíamos visto era la de
Callvucurá. No había xr que trepidar; mucho más desde que
teníamos que esperar ser asaltados en la madrugada en nues-
tro propio campo, lo que, en efecto, he sabido, tuvo lugar des-
pués creyendo que aun permanecíamos en él; lo que es debido
á que antes de marchar, se ordenó dejar encendidos todos los
fogones, dándoles pávulo con grasa de potro para que durasen
más y dejando en pie dos tiendas de campaña, lo que unido á
la mancha negra producida por los 1200 caballos que encerraba
el cuadro, formaba una ilusión completa.»
«A las ocho y media estuvo formado el cuadrilongo, cubriendo
cada costado dos escuadrones de caballería paralelos, al frente
de una compañía de infantería, en el centro la artillería, los
heridos y bagajes, al costado derecho la caballada y soste-
niendo la retirada el «Batallón 2 de línea», (") con la compa-
ñía del 1° agregada á él.»
«En este orden se emprendió la retirada á las ocho y media
de la noche, marchando todos á pie, desde el primer jefe hasta
el último soldado, observando el mayor orden y silencio.
«Descendimos al llano para tomar el camino de la derecha
del Azul, que era más corto, pero más peligroso que el de la
(») « Se retira en orden, sin abandonar un solo herido y desde entonces Sierra
M Chica que es para el soldado arj^entino (en cuyo favor podemos deponer los
« que conocemos prácticamente esa terrible clase de guerra) un título hermosísimo
M por el ejemplo inimitable de bravura heroica é indomable constancia que allí
M dio, se convierte por los implacables adversarios de Mitre, en objeto de amarga
« ironía ó sanjírienta burla; que no saben ó no quieren preciar con imparcialidad
« y altura, dominados como se sienten por pasiones estrechas, que hay polvo de
« contrastes militares que glorifica las charreteras en que cae». («El teniente ge-
neral D. Bartolomé Mitre», por Josó Juan Biedma).
(*) Asistieron á esta acción y sostuvieron con bizarría el renombre del «2 de
Infantería», los siguientes jefes y oficiales:
Coronel Emilio Mitre, teniente coronel Ignacio Rivas, ayudante mayor Adolfo
Orma, abanderado Pedro Palavecino, capitanes Andrés Siseo, Ezequiel Tarra-
gones, Manuel Fassio, Jacobo Jardón y José M. Arredondo, tenientes Iros. Alfon-
so Lapierre, Emilio Altaro, Juan Meana y Maximlano Matoso; tenientes 2dos. José
Benito Merlo, Felipe Pcrichón. Augusto .Scgovia y Emilio Casavcga; subtenientes
Francisco Agramonte, Mariano Bejarano. Pedro (iimeno, (icniíro Raccdo, Ramón
Patria y Miguel Ochagavia.
- 134 -
sierra, razón por la que lo elegí, pues, no debiendo suponer el
enemigo que por allí saliese, á eso debe atribuirse el que no
hayamos sido sentidos.
«A las tres de la mañana llegamos al Arroyo de Nievas, dis-
tante cinco y media leguas. Allí montamos á caballo y toman-
do cada uno un infante á la grupa, estuvimos en el Azul á las
ocho de la mañana del día de ayer, trayendo todos nuestros
heridos.»
Las tuerzas se acantonaron en el Azul y, bajo la denomina-
ción de «Ejército de Operaciones del Sur», el general Hornos,
que había reemplazado en el mando al coronel D. Bartolomé
Mitre, comenzó su reorganización manteniéndose á la defensiva;
pero, habiéndole los indios copado y exterminado al Regi-
miento de carabineros de guardias nacionales, se decidió á
avanzar hasta Tapalqué para librarles combate.
Callvucurá lo esperó con sus hordas reconcentradas al pie
de la Sierra de San Jacinto. Entre ésta y el arroyo se exten-
día una pampa dilatada, sólo interrumpida por un denso pajo-
nal, que había sido abandonada por la astucia del indio. A jui-
cio del general Hornos, que, como se sabe, era demasiado
lanza y poco general, en aquella posición resistiría ventajosa-
mente la pujanza de la temible caballería de la Pampa y sería
más eficaz la acción de su infantería y artillería; mientras que
el jefe de la dinastía de los ^Curd», explotando con habilidad
felina ese propósito, maniobraba para alejarlo de las márgenes
del Tapalqué.
Seducido Hornos por la perspectiva del pajonal, se internó
en la llanura^ luego de ocupar con el «2 de Infantería» el único
vado practicable del arroyo, que en aquellos parajes es de ba-
rrancas altas y escarpadas y, á medida que avanzaba temera-
riamente, el salvaje se movió con cautela y lentamente le dio
tiempo á llegar al centro de la pampa, que ocultaba entre las
altas pajas, un tembladeral.
Así, encenagados en el pesado lodo, los veteranos y guar-
dias nacionales del Ejército de Operaciones fueron lanceados
á mansalva. Dieciocho entre jefes y oficiales y doscientos
cincuenta soldados muertos fueron la consecuencia fatal é in-
-- 135-
mediata de aquel error y hubieran todos perecido inermes, á
no mediar el fuego recio y bien dirigido que el «2 de Infante-
ría» abrió sobre la masa compacta de salvajes, desde la restin-
ga estratégica que tenía ocupada al iniciarse la acción.
Coadyuvó con el «2» á que la carnicería de cristianos fuera
menos deplorable, el escuadrón de coraceros, que mandaba
el capitán Pedro Escalada, y protegidos por estas dos unida-
des, únicas que salieron hechas del campo, se retiraron los de-
rrotados de la acción del 29 de octubre, para acantonarse nue-
vamente en el Azul.
Breve tiempo después de este revés, abandonó Hornos la
jefatura de la frontera, quedando con el comando de las fuerzas,
el bizarro jefe del «2», coronel Emilio Mitre, que más tarde
fué sucedido por el general D. Manuel Escalada.
El «2 de Infantería» regresó á Buenos Aires el 7 de octubre
de 1856; ocho días después de haberse sublevado en «Nueva
Roma» la Legión militar agrícola y dado muerte á su jefe el
coronel Olivieri. (') Las noticias de este luctuoso hecho lle-
garon sumamente desfiguradas á la capital; y el gobierno, te-
miendo un asalto de los sublevados á Bahía Blanca, desprendió
el 15 del mismo mes, tres compañías á órdenes del 2° jefe
del cuerpo, comandante Rivas y de los capitanes Orma, Ta-
rragones y Arredondo, para que ocuparan y defendieran la
ciudad; pero, como los amotinados habían depuesto las armas
ante el jefe militar del punto, comandante Susviela, regresa-
ron los expedicionarios conduciendo presos á los más com-
prometidos.
(») A iniciativa del teniente g^eneral D. Bartolomé Mitre se formó la Legión
Militar que tenia por misión flanquear á una distancia relativamente corta, las
principales posiciones de los indios y al propio tiempo proteger á Bahía Blanca.
Este acertado pensamiento fué frustrado por las desinteligencias que nacieron en-
tre los legionarios que, divididos en dos bandos, apoyaban el uno al mayor Cal-
zadllla y el otro, compuesto de oficiales napolitanos á que se ridiculizaba con el
apodo de ^Oficiales del Rey Bomban, por haber servido al Borbón en Sicilia, so-
guían á Olivieri. El destierro de Calzadilla bajo la acusación de indisciplinado, y
la prisión de dieciséis sargentos hicieron estallar el motín en que inicuamente
se asesinó al valiente legionario del 52. Los sublevados proclamaron jefe al ca-
pitán Serafín Rodino, que los llevó á Bahía Blanca y entregó á la autoridad mi-
litar. Muchos de estos fueron destinados al servicio de las armas, otros confina-
dos á Patagones; y á Rodino se le vio años después, empleado de acomodador en
el teatro Colón.
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Permaneció de guarnición en la capital hasta el 17 de sep-
tiembre de 1857, en que marchó á formar parte de la Divi-
sión del Norte, cuyo mando el gobierno había confiado á la
pericia, capacidad y arrojo del coronel Emilio Mitre que, al
aceptar la enorme responsabilidad de luchar en condiciones
desventajosas contra el ensoberbecido salvaje, contestó:
«Como patriota y como soldado, mi vida pertenece á mi país,
« mi obediencia á mi gobierno; de consiguiente, cualquiera que
« sea la deficiencia que en mí encuentre para el desempeño de
« la difícil misión que se me confía, la acepto porque no conozco
« otra consigna que la del respeto y obediencia á las autorida-
« des convStituídas.»
Apenas hacía un mes que el «2» se hallaba campado en Lo-
ma Negra, á tres leguas de Rojas, cuando se sintió un fuerte
malón traído sobre el Pergamino por Coliqueo, el que, como
más tarde se comprobó, invadía protegido por el coronel Bai-
gorria (*). Para contrarrestarlo el coronel Mitre reunió apre-
suradamente las escasas fuerzas de que disponía, que sumaban
menos de quinientas plazas, y, con encomiable acierto, se dirigió
hacia el Fortín Mercedes á cortar la retirada de los salvajes,
desprendiendo antes varias partidas de bomberos á fin de que
le noticiaran todo lo relativo á la marcha de los invasores. Los
avisos que recibió lo indujeron á moverse sobre Melicué (')
y á sus inmediaciones les libró el combate de «La Cañada de
los Leones», aprovechando la circunstancia que se retiraban
(') Este coronel Baigorrla mandaba las fuerzas d e la Confederación en la
frontera del Río IV y protegió abiertamente la invasión, permitiendo que los
indios se reorganizaran en el Fortin Melicué, que estaba guarnecido por fuer-
zas urqulcistas. En el sumario que se instauró por haber denunciado el doctor
Alsina estos hechos en el recinto de la Cámara y que fué publicado en la'iS, de-
claró el subteniente Santiago Rodríguez, del Regimiento 7° de Dragones de
línea, que él no había tomado parte activa en la invasión y cuando llegó con sus
soldados á los toldos de Coliqueo el cacique lo invitó para invadir A Buenos Al-
res. Que entonces envió un chasqui al coronel Baigorria solicitándole licencia
para entrar á malón, pero que éste le contestó: Mientras los indios realiaan su
incursión á Buenos Aires, Vd. quedará en los toldos para defender y cuidar las
familias.
Es también oportuno anotar que algunos indios de prosapia hacían ostentación
en los malones de la ^divisa punzó» de la Conferación. que decía:
«Defendemos la Ley jurada»
«Traidores son los que la combaten».
(*) Meli, cuatro; cué, papas
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con numerosos cautivos y arreando confiadamente sesenta mil
cabezas de ganado, botín que hacía sumamente pesada su
marcha.
Como la experiencia había demostrado al coronel Mitre que
la caballería no estaba en condiciones de luchar lanza á lanza
con los indios, ensayó una nueva táctica, que bien puede deno-
minarse de cuadros escalonados ofensivos. Al efecto formó dos
de estos, repartiendo por partes iguales los veteranos del «2 de
Infantería», unidos por un grueso eslabón de guerrilla? de ca-
ballería C) é hizo adelantar un escuadrón de milicias de Rojas
para que provocaran la acción y se retiraran al ser car-
gados.
Los indios, acostumbrados como estaban á envolver en el
polvo de la derrota al cristiano, envanecidos por el resultado
de sus arremetidas en Sierra Chica, Tapalqué, San Antonio de
Iraola y otros encuentros, cargaron á fondo á los milicianos
que, simulando ceder á su empuje, los llevaron á estrellarse
contra los cuadros y estos rompieron sobre ellos un nutrido y
mortífero fuego de fusilería que los sorprendió profundamente,
haciéndolos retirarse á toda prisa.
Obtenida la primera ventaja fué provechosamente usufructua-
da por los que ensayaban tan audaz como acertado sistema de
combatir, pues, sin alterar la formación, marcharon decidida-
mente sobre el grueso del arreo consiguiendo cortarlo. En tal
emergencia la indecisión de los indios era manifiesta^ ya que
sólo se reducían á correr alrededor de los cuadros preten-
diendo atemorizarlos con una gritería infernal, mientras que
los soldados de la civilización avanzaban con firmeza, haciendo
obrar oportunamente el fuego de mosquetería y cañón. Cuando
el coronel Mitre apreció que esta táctica había enseñoreado
por completo la desmoralización entre los salvajes mandó mon-
tar á caballo y los cargó, sableándolos sin cesar durante dos
leguas.
Los veteranos del «2 de Linea», los Dragones y Milicianos
(M Dirljtjíu estas prucrrillas el coronel Cruz üorordo; el cuadro de la derecha
lo mandaba el coronel Eustoquio Frías y el de la izquierda obedecía las órdenes
del coronel Manuel Sanabria.
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de Rojas pudieron regresar á su acantonamiento conduciendo
el enorme arreo que habían quitado y devolviendo á la vida
civilizada á numerosos cautivos rescatados.
El revés sufrido por los soberanos del desierto libró á la
frontera norte de nuevas incursiones vandálicas y su jefe se pre-
ocupó de preparar los elementos necesarios para iniciar la cam-
paña ofensiva sobre las misteriosas tolderías ranquelinas (*) y
á este efecto formó un cuerpo de dos mil hombres escasamen-
te (') con los que el 10 de enero se internó tierra adentro^
siguiendo un camino secular de los indios, con huellas profun-
das, que evidenciaban el constante movimiento de ganado, pero
sin baqueano que lo guiara en aquel desierto inmenso y des-
conocido. (*)
Durante catorce días marchó el ejército con rumbo N.O., en-
contrando pastos abundantes y agua en todas las jomadas, hasta
dar con la bifurcación del camino que seguían, y optaron por
internarse en el que arrancaba hacia el norte; marcha que ha
relatado el coronel Mitre en los siguientes términos: «El ca-
« mino nos llevó hasta los montes; marché en ellos durante
« treinta horas sin encontrar más agua que la de una lagunita
« pantanosa, en la que apenas pudieron refrescar la boca los
« soldados. Las descubiertas que desprendí regresaron horas
(») «Lo secundaban eficazmente el coronel Frías y el teniente coronel Ig^nacio
Rlvas, comandante del «2 de Línea», jefe que había tomado parte meritoria en
todos los accidentes dramáticos de la campaña desde 1855». (Estanislao S. Ze-
ballos).
(*) Dos divisiones lo componían: la primera al mando del coronel Frías, estaba
formada por el «2 de Infantería», 2 de caballería y milicianos de Arrecifes, Per-
g:amino, Rojas y Salto, con dos piezas de artillería. La segfunda que se incorporó
en Médano de Acha, comandada por el teniente coronel Molina, comprendía los
regimientos Blandengues 25 de Mayo y 9 de Julio y una pieza de artillería
(») El coronel Mitre, esperaba para abrir la campaña que llegara de los toldas
de Painé un sujeto apellidado Sánchez que, por haber cometido un asesinato en
Chivilcoy. se refugió entre los salvajes, pidiendo luegopor intermedio de su herma-
no Fermín Sánchez, soldado de Blandengues, el indulto á condición de que condu-
ciría las tropas hasta la misma guarida del «jefe de los Piedra»; pero, instado por
la orden urgente del doctor Valentín Alsina se resolvió á lanzarse en la región
de las brumas al acaso. A propósito de esta incidencia dice en su «Autobiografía»
el coronel Mitre: «Lo esperaba al referido individuo cuando recibí la orden de
« abrir la campaña; y me lancé á ella esperando que el camino me conduciría á
« los toldos, sin esperar baqueano».
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« después á la «Laguna de la Providencia» C) nombre que le
« puse á ésta, sin encontrar agua por ninguna parte; en conse-
« cuencia, me vi forzado á retroceder, tratando de acortar el
« camino, á la aguada de que había partido el día antes, á la
« que llegué de 4 á 5 de la tarde del día siguiente con la ca-
« bailada destruida y sin saber á punto fijo el lugar en que nos
« encontramos*.
El aspecto espantoso que presentaba la tropa sedienta, el pe-
ligro de quedar desmontados en el desierto, pues los caballos
caían con las fauces enjutas, indujeron al coronel á emprender
la retirada, huyendo del más terrible enemigo que las pampas
encierran: la sed.
Aquella columna retrocedió lentamente; agobiada por el duro
tormento á que pagaron el tributo de su vida un infante del
«2» y un artillero, no hizo crisis ni dejó que el desfallecimiento
abatiera su entereza ó relajara un segundo el principio de dis-
ciplina; y el gobierno, valorando el esfuerzo realizado, premió
con algunos ascensos á los expedicionarios, confirió la efectivi-
dad de mayor del «2» al que lo era graduado don José M.
Arredondo, y al pie del parte oficial del coronel Mitre estampó
los siguientes conceptos lisonjeros:
«Acúsese recibo^ manifestándole que el gobierno está satis-
« fecho de la distinguida comportación de la columna á sus ór-
« denes durante la penosa campaña al desierto, en la que si
« bien no han sido batidos los bárbaros por accidentes muy
« frecuentes en casos semejantes, han quedado al menos adver-
« tidos que los soldados cristianos son capaces de ir á sacarlos
<-■ de sus guaridas, á pesar de toda clase de privaciones como
« las que han sobrellevado con ejemplar resignación».
(') La expedición había seguido la travesía que conduce á la Laguna del
Cuero rodeada por campos inhospitalarios y sin raAs agua que la barrosa de la
laguna Chapaleó (Chapal, barro có, agua), A que el coronel Mitre nominó de la
«Providencia».
CEPEDA
En Ohiquilofó — Avance de la linea de fortines — Encuentro del 3 de
asesto — Cañada de Cepeda — Desbande de fuerzas — Eficacia de la
infantería — El <2» sostiene la izquierda — Besultados indecisos —
Betirada — Combate naval — Derrota — Defensa de la capital — Me-
diación — Tratado de paz.
En los últimos días de febrero el «2 de Infantería» regresó,
con el resto de las fuerzas expedicionarias, á Rojas; permane-
ciendo en aquel acantonamiento, sin que se produjera novedad
alguna, durante seis meses; pero, una nueva correría de los in-
dios obligó su salida en agosto, formando parte de la división
puesta á órdenes del 2** jefe de la línea fronteriza, coronel
Frías.
El 14 de aquel mes alcanzaron á los invasores y los batieron
en los campos de Chiquilofó, hecho de armas que mereció ser
señalado como un brillante triunfo en la «Orden general del Mi-
nisterio de Guerra» cuatro días después de librado el combate.
Las ventajas que se obtuvieron fueron aprovechadas conve-
nientemente, pues el coronel Mitre se empeñó en adelantar la
línea de fortines en diez leguas hacia los dominios indígenas
('); ocupación en que lo sorprendió la orden de incorporarse
(») Al efecto hizo levantar pequeftos fortines foseados A distancias relativas y
munidos de una pieza de artillería para que, cada destacamento, al sentir la
aproximación de los indios diera la alarma con tres disparos de cañón; los que
señalaban con precisión el punto A que inmediatamente debían converger las
fuerzas para repeler la invasión, sistema éste que dio bueno? resultados.
- 142 -
con su batallón al ejército que se formaba en San Nicolás de
los Arroyos para oponerlo al de la Confederación que, al man-
do de Urquiza, marchaba sobre la provincia á hacer ejecutiva
la autorización del Congreso, de obtener la incorporación de
Buenos Aires á la comunidad de la Nación, empleando, si era
necesario, hasta las armas.
El 21 de junio de 1859 se incorporó á las fuerzas que man-
daba en jefe el Ministro de Guerra; y en los prolegómenos de
aquella campaña tocó al «2» ser de los primeros cuerpos que
se midieron con el enemigo en el combate librado el 2 de agosto,
á las puertas de San Nicolás, contra la caballería federal, que
fué rechazada con sensibles pérdidas.
Al marchar al encuentro del grueso del ejército confedera-
do formaba parte de la 2^ brigada del 3er. cuerpo, compuesta
en su mayoría de infantería, que fué, con la artillería, la que
sostuvo el choque de los quince mil veteranos de Urquiza y de
las hordas salvajes que se habían interpolado á la caballería
federal. (')
Llegado á la Cañada de Cepeda el ejército de Buenos Aires,
en número de seis mil hombres, tomó la formación de batalla
quedando el «2» en el ala izquierda de la línea, con los Bata-
llones 4 Norte y San Nicolás.
Sabido es que en esta acción la caballería huN^ó cobarde-
mente sin combatir, quedando de ésta sólo 60 hombres forma-
dos que pudo contener el general Venancio Flores; como
igualmente que tres de los cuatro cuerpos de infantería que
cubrían la izquierda se desbandaron al experimentar en sus fi-
las los primeros efectos de los cañones que el enemigo tenía
convenientemente emplazados.
Los batallones Norte, San Nicolás y 4 de Infantería fue-
ron los que dejaron en el primer encuentro descubierta aque-
(») Al estallar la g:uerra los indios ranqueles se dividieron en dos grupos. Uno,
con Coliqueo á la cabeza, se incorporó á la división del coronel .Baigorria para
reforzar el ejército de la Confederación. El segundo, que obedecía directamente
& Callvucurá. marchó á posesionarse de 25 de Mayo y Azul, mandado por el co-
ronel Pedro Rosas (sobrino del tirano) y el teniente coronel Federico Olivencia.
para distraer la atención del general Mitre y obligarlo & debilitar las fuerzas con
que operaba contra la Confederación.
- 143 -
lia parte de la línea, de vital importancia, la que únicamente
^fué sostenida más de una hora por un solo batallón forma-
do en cuadro^. Esta unidad» á que tan especialmente alude el
parte oficial del comandante en jefe, en los conceptos que an-
tes se transcriben, contaba sólo con 250 plazas que se mantu-
vieron en la desventajosa proporción de uno contra diez, con
tal decisión, con tan pasmosa energía, que la firmeza de su de-
fensiva impuso al adversario poderosamente superior, mante-
niéndolo á raya durante más de una hora: hasta que, reforzado
en último trance por el 3 de infantería de línea C), que se
había batido con encomiable denuedo en la derecha, logró re-
chazar á la infantería enemiga que ya tenía encima á punta de
bayoneta, arma á que recurrieron en aquel supremo momento
en razón de que á los valientes del «2 de Infantería» después de
tanto combatir sólo les quedaban tres cartuchos por plaza!
Mientras tanto, la derecha había repelido las fuerzas que la
cargaron y mediante un hábil cambio de frente se corrió á la
izquierda para restablecer el combate; con lo que se obtuvo
que al anochecer ambos ejércitos ocuparan, sin diferencias sen-
sibles, las posiciones que tenían al comienzo de la batalla.
En los dos campos se adjudicaron la victoria; pero, en ver-
dad, ésta se mantuvo indecisa, no obstante que el mayor nú-
mero de probabilidades de obtenerla estuvo de parte de los
confederados por su efectivo infinitamente superior y el aban-
dono incalificable que la caballería hizo de su puesto; lo que
obligó la retirada de las fuerzas, á las once y media de la no-
che, hasta San Nicolás, en situación tal que este movimiento de
retroceso hace cumplido honor á la presencia de ánimo, sere-
nidad y dotes militares del comandante en jefe y á la disci-
plina que la infantería evidenció.
Al día siguiente de la ocupación de aquella ciudad se pre-
sentó á la vista del puerto la escuadra de la Confederación,
resolviendo el general Mitre salir á batirla con la sutil de
Buenos Aires. Al efecto tripuló los mejores buques con tropa
de línea, destinando los de cabotaje para la guardia nacional.
(*) Mandaba este cuerpo el teniente coronel D. Ignacio Rivas que de segundo
jefe del «2», pasó A dcsempeflar su comando el 9 de abril de 1858.
- 144
El «2 de Infantería^ se embarcó en la 25 de Mayo».
Así equipada la flota provocó el combate y quedó dueña de
las aguas en mérito á que «los comandantes de buque, tenien-
« do cada uno de ellos un jefe que lo que quería era Herrar
- al abordaje, se dirigieron resueltamente sobre la contraria de
* tal manera que, en vez de un combate naval, puede decirse
« de éste que fué una carga de caballería; así fué que el ene-
« migo que rompió el fuego de sus cañones, no se atrevió á es-
perar nuestro ataque, y se puso en retirada, á todo lo que
' daban sus máquinas. Sin embargo, algunos buques hubieran
« caído en nuestro poder si una tormenta violenta no paraliza
* repentinamente nuestros movimientos, lo que les permitió po-
* nerse fuera de nuestro alcance». (')
Quedó el enemigo imposibilitado para oponerse á que la re-
tirada se hiciera hasta Buenos Aires sin entorpecimiento algu-
no; como igualmente los preparativos de defensa de la Ciudad.
Días después era sitiada por un ejército de 2C»322 hombres ('),
el que estableció su cuartel general en Morón mientras sus
avanzadas llegaron hasta Barracas, Once de Septiembre y Pa-
lermo.
El «2» ocupaba en la defensa la sección del centro de la lí-
nea de trincheras, al mando de los jefes }" oficiales con que,
con tanto denuedo se sostuvo en Cepeda. (')
(«) Versión del teniente general D. Emilio Mitre.
(*) Su efectivo se descomponía como sigue:
General en jefe 1
Mayor General 1
Plana Mayor 7013
Servicio Sanitario y Parque 830
Artillería 370
Infantería 2.94i<
Caballería 13.470
Indios 2.000
Contaban además con 1¿7 cañones y 47.000 caballos.
(•) A continuación va la nómina:
Jefe coronel Emilio Mitre.
2° Jefe sargento mayor José M. Arredondo
Ayudante mayor Benjamín Calvete.
Abanderado Orfllio Casariego.
Compañía de Granaderos: Sargento mayor graduado Adolfo Orma; teniente 1**
Ramón Zabalía y subteniente Carlos Duport.
7* Compofiia: Sargento maxor graduado Ezequiel Tarragona, teniente 1*» Ge-
- 145 -
Convencido el presidente de la Confederación que, á sangre
y fuego, no dominaría la plaza, aceptó la mediación oficiosa
ofrecida por el tirano paraguayo, brigadier general Francisco ^
Solano López, y el 10 de noviembre se firmó en San José de
Flores el pacto de unión que convino Ja reincorporación de
Buenos Aires al concierto nacional, previo examen y modifi-
cación de algunas cláusulas de la Constitución del 53.
El ejército sitiador se retiró al territorio federalizado de En-
tre Ríos y, al regresar los veteranos de la defensa á sus cuar-
teles y los guardias nacionales á sus hogares, pudo en rigor de
justicia decirles su general en jefe, en la «Orden del día» del
15 de noviembre:
«Al bendecir la paz que el cielo y nuestros esfuerzos nos
« han dado, al abrir los brazos para estrechar á todos los her-
« manos de la familia argentina, no olvidéis que en el recinto
« de Buenos Aires se han salvado una vez más los inmortales
« principios de la revolución de Mayo, y decid conmigo en este
« momento solemne, Viva Buenos Aires, y que éste grito os
« aliente en medio de la paz á perseverar en la virtud cívica,
« como os ha alentado tantas veces en medio de las luchas san-
« grientas que hemos empeñado en defensa de nuestros dere-
« chos».
naro Racedo, teniente 2° Miguel Rubio y subteniente Manuel Frías.
2* Compatlia: Capitán Emilio Alfaro, teniente 1° Pedro Palavecino y teniente
2® Federico Echevarría
3* Compañía: Teniente 1° Manuel Diez y subteniente Carlos Winclerk
Compañía de Casadores: Capitán Aug^usto Segovia. teniente 1° Francisco Bor-
ges. teniente 2*» Federico F. Soarez y subteniente Valentín Monterroso.
Subtentetttes agregados: Bernabé Bejorge. Jacinto Quiróz. Juan Chassaing, Ma-
nuel S. Argerich y Epifanio Martínez.
PAVÓN
Causas de la campaña — División de vanguardia — Marcha estratégica —
Objetivos — Composición del ejército — En Pavón — Avance teme-
rario del «2» — Combate contra artillería — Dispersión del enemi-
go — Juicios 7 mención honrosa — Disolución de las fuerzas de la
Confederación — Fró la unidad nacional.
Quince días después de producirse los acontecimientos que
dejo relatados el «2» fué destacado á la frontera norte. La ac-
titud pasiva que observaban los indios lo obligó á permanecer
inactivo en la línea de fortines que guarnecía; pero este parén-
tesis de relativa calma fué cerrado por los sangrientos sucesos
que provocaron la ruptura de las hostilidades entre Buenos
Aires y la Confederación.
Aquéllos tuvieron su arranque en la intervención federal que
azotó á San Juan (*). La crueldad y barbarie desplegada por
Saá en la Rinconada de los Pocitos y el fusilamiento del vene-
rable ciudadano D. Antonino Aberastain, revistieron tales carac-
(») El 16 de noviembre de 1860 fué derrocado en San Juan el gobernador Vira-
soro que tenía colmada la medida de los desaciertos. El gobierno federal nombró
para intervenir á la provincia al gobernador de San Luis, general Juan Saá,
quien entró al estado convulsionado Á sangre y fuego. El 11 de enero de 1861 hizo
sacrificar (según su propia expresión* á ¡anaa scca^ que le valió ser posteriormente
conocido con ese mote) á las fuerzas sanjuaninas en la Rinconada de los Pocitos
y al día siguiente, sin formación de juicio, mandó fusilar en el paraje conocido
por Alamos de Barbosa A D. Antonino Aberastain: sentencia bárbara que se con-
sumó por la espalda.
- 148 -
terísticas de ensañamiento que conmovieron á la República y
el gobierno de Buenos Aires, interpretando los sentimientos de
indignación que la opinión evidenciaba en todas sus manifes-
taciones, pidió al de la confederación el castigo de los verdu-
gos. Pero, como éste aprobó los atentados consumados y com-
plicó tan inconsulta resolución con el rechazo de los diputados
que la provincia enviaba al congreso nacional se encendió nue-
vamente la guerra civil.
Para llevarla se formó sobre la línea de la División del Norte
la de vanguardia del ejército de operaciones en Rojas, por re-
solución del P de julio de 1861.
Definitivamente organizadas las fuerzas en agosto, se confirió
al coronel D. Emilio Mitre el mando del 3er. cuerpo de ejército,
y el 31 del mismo se abandonó aquel acantonamiento, que era
considerado sólo posición estratégica durante se mantuviera la
defensiva, para dirigirse á ocupar el ángulo saliente que forma
el Arroyo del Medio en la embocadura del arroyo de Juárez,
persiguiendo el cuádruple objetivo de flanquear al adversario,
cubrir aquella frontera, tomar á San Nicolás como base de ope-
raciones y amagar la línea de comunicaciones del enemigo con
el Rosario y de paso incorporar el batallón Murga.
Mientras este avance estratégico se ejecutaba, ajustándolo en
todas sus partes al plan ideado de antemano por el general
Mitre, el adversario se reconcentraba sobre Pavón mateniéndose
en cerrada defensiva y con la decisión evidente de aceptar la
batalla á que era invitado desde que el ejército de Buenos
Aires llegó al Arroyo del Medio. (*)
O Desde Puntas de Cepeda decía, el general Mitre, en carta del 10 de septiem-
bre, al general Gelly y Obes:
«Ya tengo hecha mi composición de lugar por lo que respecta á ella (la batalla)
« y en cualquier campo y á cualquiera hora estoy dispuesto á darla ó recibirla.
« pues no es exageración cuando le digo que este ejército se mueve hoy y ma-
« niobra en dos líneas en columnas paralelas en la extensión de más de una legua,
« con la facilidad con que se abre y cierra un abanico, espectáculo que sor-
« prende á todos por la misma sencillez de los medios, ya sea en marcha ó cuando
« campamos, y que puede decirse es nuevo entre nosotros operando sobre una
« masa tan considerable y complicada en su mecanismo.»
En otro párrafo de la misma carta agregaba:
«Dando un salto atrás y como contera de esta carta, le diré que me decido á
« tomar la ofensiva, como dicen vulgarmente, por lo mismo. Si Urquiza está débil
- 149 -
Posesionado del campo que había sido desde su salida de
Rojas el objetivo de la marcha, punto por el cual creyó Urqui-
za recibir el ataque, conceptuó el general en jefe más propio
y ventajoso continuar orillando, durante tres leguas, al Arroyo
del Medio. Así, retrocediendo para avanzar hacia el enemigo,
(*) llegó el 14 á la Posta de Vergara, en que campó.
A las seis y media de la tarde del 16 de septiembre traspuso
la corriente y en las primeras horas del 17 se pusieron ambos
ejércitos en contacto. El de Buenos Aires rompió á las ocho
de la mañana la marcha de frente, formado en cinco columnas
paralelas en primera línea compuestas por el l^r cuerpo á la
derecha á órdenes del brigadier general Flores; inmediato á
éste el 3er cuerpo (*), dividido en dos columnas que llevaban
en su centro al regimiento de artillería ligera, todo al mando
del coronel D. Wenceslao Paunero; á la izquierda el 2^ cuerpo
que lo comandaba el general Manuel Hornos y en segunda
línea la reserva, á quinientos pasos á retaguardia, seguida por
el parque.
Al desplegar en batalla, quedó la 1^ brigada del 3° cuerpo
« para vencerlo; si está fuerte, porque el ha de venir á buscarme y perderé yo
« la ventaja de la iniciativa. Yo nada tengo ya que esperar de la demora ni en
« número de fuerzas ni en organización, y él si, razón por la cual debo tomar la
ce ofensiva. Así, pues, debo moverme sobre el enemigo, sea porque esté fuerte pues
« yo no lo estaré más dentro de ocho días, sea porque esté débil para usar
« de la ventaja»
(») «Por estas poderosas consideraciones, que Vd. sabrá apreciar debidamente,
« he resuelto correrme dos ó tres leguas más Arroyo del Medio abajo De este
« modo marchando al parecer hacia atrás, me acerco al enemigo; pues como
« Pavón y el Arroyo del Medio desaguan en el Paraná y á medida que corren se
« van acercando más, es claro que bajando tres leguas en el sentido de la corriente
« me he acercado tres leguas de la costa opuesta de Pavón, con lo cual tiene
« LTd. explicada mi aparente paradoja, que marchando hacia atrás se marcha
« hacia adelante. (Cartas del general Mitre al general Gelly y Obes).
(*) Este 3**' cuerpo que ocupó la derecha de la línea, además del regimiento de
artillería citado, constaba de seis brigadas:
1* Brigada: «Batallón 2 de Infantería» de línea. 2<» y 3° Norte
2» id P de línea y 1° Norte.
3<» de línea y 1° del Ser. regimiento de Buenos Aires.
4° de línea y San Nicolás.
6*» de línea y Legión Militar.
5° de línea y 1° del Sur.
Se subdividló en dos secciones; la I* al mando del coronel Rivas y la 2" al de!
coronel Argücro, quedando toda la infantería á las órdenes inmediatas del coronel
Emilio Mitre.
3»
id
4a
id
5a
id
6»
id
- 150 -
en que marchaba el «2 de Infantería», frente al centro del ene-
migo que, como sostén, tenía tres baterías de artillería y cohe-
teras convenientemente emplazadas.
Luego de haber dispuesto que atacara con la 2^ y 3^ briga-
da el coronel Rivas, se hizo cargo el coronel Mitre de la I*"* y
emprendió resueltamente el avance. Al destacarse estas fuerzas
en lo alto de la lomada que las ocultaba á la vista del enemigo,
fueron recibidas por un certero y sostenido fuego de cañón
que sorprendi'3 y conmovió á los batallones 2° y 3^ Norte; cas-
tigados por los cohetes, taladrados por la metralla, fueron presa
de pasajero abatimiento, demandando intensos esfuerzos de ac-
tividad y energía á sus jefes y oficiales para mantenerlos en
formación. En aquellos momentos realmente supremos, el co-
ronel Mitre, que en lo más álgido del peligro agigantaba su
figura militar, se colocó al frente del «2» para conducirlo en
persona á la fatal lomada y lanzarlo con empuje irresistible
sobre las líneas enemigas.
Al coronarla, una bala de cañón le mató el caballo; pero, la
nube de tristeza que cubrió á los valientes que lo seguían, fué
pasajera, pues el bravo jefe del «2> se levantó instantáneamente
de entre el polvo y radiante de decisión, los exhortó con un
vibrante: ¡Viva la Patria! á marchar siempre adelante. (')
Cuarenta y dos cañones y dos coheteras se habían asestado
sobre el «2» con fuego tan crepitante y puntería tan certera,
que en breves instantes le dejaron treinta y siete hombres fuera
de combate, tocados todos por bala rasa; pero con firmeza, que
á no ser argentina clasificaría de espartana, aquel puñado de
aguerridos soldados cerraba sus claros para continuar avan-
zando hasta comprometerse en un combate tan desigual que el
coronel Mitre desprendió al ayudante capitán Lucio V. Mansi-
11a para que reclamara el envío de refuerzos.
Intertanto, el coronel Rivas, que había arrollado con los tres
batallones á sus órdenes á la primera brigada enemiga, se co-
(') «No es él.— el que cae es su caballo; él se destaca de entre una nube de
« polvo que lo envuelve momcntAneamentc— como un nimbo que envolviera la
« Imapen de la victoria, gritando con una voz que estremece la tierra lo mismo
«que el estampido horrísono de la artillería- n/Vii*a la patria/ ¡Fucf^o mucha-
« chos/» (Discurso del general Lucio V. Mansilla.»
- 151 -
rrió hacia la derecha en socorro del «2 de Infantería» que á la
sazón se encontraba en situación sumamente peligrosa, pues lo
rebalsaban las fuerzas contrarias y podían fácilmente flanquearlo.
Con el oportuno refuerzo se llevó tan incontrarrestable ataque
que los confederados desalojaron sus ventajosas posiciones en
desordenada retirada (*): triunfo que coronó la intervención de
la división al mando del coronel Argüero logrando dispersar las
fuerzas que se apoyaban en la casa de Palacios.
La victoria se cernió por fin sobre el ejército de Buenos Ai-
res, porque, como lo afirmó textualmente en su parte el gene-
ral Paunero, «la artillería é infantería han cumplido con su deber,
« rivalizando todos en esfuerzos, en valor y entusiasmo, y si
« hubiera alguna mención honrosa que hacer sin detrimento de
« los demás, sería la que justamente han adquirido los batallo-
« nes 1° y «2» de línea, P, 2° y 3^ Norte, que barridos por la
« metralla y taladrados por las balas rasas y cohetes á la con-
« gréve del enemigo conservaron sus posiciones sin desesperar
« en el conflicto, del éxito de la jornada, sosteniendo con mano
« firme sus banderas que son la enseña de la libertad argenti-
« na y de la gloria de Buenos Aires.»
Los frutos de aquella batalla, que es la única de la guerra
civil que no ha dejado rencores subsistentes ni heridas abiertas y
vinculado, en cambio, á la familia argentina desde Jujuy hasta
las heladas regiones del Cabo de Hornos, fueron inmediatos,
pues dos meses después el ejército vencedor se posesionaba de
Santa Fe, sin ejercitar hostilidades ni persecuciones partidistas,
respetando las opiniones, intereses y derechos de todos y sin
verse obligado á verter más sangre que la generosa derrama-
da en la dispersión de las fuerzas de Virasoro y Laprida en
la Cañada de Gómez, únicas que permanecían en armas en la
provincia. Consecuentemente, el principio sostenido por las ar-
co «Fué la brig:ada de artillería á las órdenes del teniente coronel D. Leopoldo
« Nel5»on, que estaba á la derecha del centro, la que rompió un mortífero y cer-
« tero tuefifo que causó bastante daflo al enemigo; pero, sensible me es decirlo, la
« brigada de Infantería que debía apoyar á esa brigada no cumplió con su deber".
(( dejó abandonado al comandante Nelson cuya batería era doblemente flanqueada
« y pronto se esterilizó el coraje de ese bravo oficial que se vio obligado A reti-
« rarsc casi en derrota. (Parte oficial de ITrquiza.)
- 152 -
mas de Buenos Aires» se impuso en toda la República:— el ge-
neral Urquiza, desde Entre Ríos, se sometió; en Córdoba un
gTupo de jóvenes decididos de la guardia nacional dispersó á
la fuerza federal; Videla huyó de Mendoza á guarecerse en
Chile y al sanguinario Juan Saá lo abandonaron las fuerzas con
que pretendió resistir en las provincias que había sojuzgado.
Terminada la breve campaña quedó el «2» de guarnición en
el Rosario de Santa Fe, contribuyendo su jefe, (') oficiales y
tropa, con la corrección de sus procederes, á la misión nobilí-
sima de suavizar las asperezas levantadas por la contienda y
borrar las luctuosas tradiciones que habían llevado á las dos
viriles provincias del litoral, Buenos Aires y Santa Fe, á con-
siderarse enemigas, al parecer, irreconciliables.
(») Había quedado al mando accidental el sargento mayor D. Adolfo Orma
en virtud de que el 3 de octubre de 1861 fué ascendido á general su comandante
titular.
Los jefes y oficiales del cuerpo que habían asistido & la jornada de Pavón fueron:
Coronel Emilio Mitre
Sargento mayor /\dolfo Orma.
Ayudante mayor Federico Echavarría
Abanderado Augusto García.
Subte^niente agregado Hilarión Quintana
Compañía de granaderos: Teniente t°.Orfilio Casariego, subteniente Eduardo Ra-
cedo.
1*^ Compañía: Teniente 1° Carlos Winclek, teniente 29 Lucio Salvadores, subte-
niente Miguel Molina.
2* Compañía: Capitán Emilio Alfaro, teniente 1° Manuel Frías, teniente 2° Juan
Salvadores, subteniente Manuel Bucear.
3*^ Compañía: Capitán Benjamín Calvete, teniente 1° Valentín Monterroso. te-
niente 2° Carlos O. Alcalde, subteniente Esteban Chouciño.
Compañía de cazadores: Capitán Francisco Borges, teniente 1<> Martín García,
subtenientes Emiliano Sáez y Prudencio Gamboa.
GUEBBA DEL FABAGUAT
CAMPABAS SE C0BBIE277ES 7 VBUaUA7ANA
8u8 causas — Semblanza — Neutralidad argentina — Atentado brutal —
Beolaración de guerra — Marcha del «2 de Infantería» — Jefes y ofi-
ciales — Un Corrientes — Besembaroo — Ataque — Oportuna interven-
ción del «2» — Ijos primeros trofeos — Bajas del €2» — Retirada —
Beorganisaoión — Marcha al Uruguay — Yatay — Imprudencia de
Pallejas — Movimiento envolvente — Derrota de Duarte — En busca
de Estigarribia — Intimación desechada — Sitio y rendición de
Uruguayana — Fracaso de los planes de López.
El 29 de enero de 1863 se ordenó al «2 de Infantería* que
pasara á la guarnición de Buenos Aires (') y cinco meses des-
pués regresó á acantonarse en el Rosario, para seguir, el 14 de
diciembre á Martín García; en donde fué ocupado en levantar
las fortificaciones que previsoramente el gobierno dispuso se
ejecutaran en la isla.
Las obras de defensa las hicieron los soldados del «2» á ór-
denes superiores del jefe de la escuadra, coronel don José Mu-
rature y bajo la dirección de competentes ingenieros. (*) Una
O El 28 de febrero se nombró jefe en propiedad con el empleo de teniente co-
ronel, al que lo era graduado D. Adolfo Orma y el 23 de abril obtuvo la efecti-
vidad de mayor del mismo el graduado D. Francisco Borges.
(') Las obras de defensa ejecutadas por el «2» en Martfn García, provocaron
notorios recelos en el déspota que reinaba en el Paraguay. López se creyó, mal
aconsejado por sus temores, facultado para pedir explicaciones al gobierno ar-
gentino, pero nuestra diplomacia, procediendo con la altivez requerida por el
caso, no contestó aquellas reclamaciones infundadas.
- 154 —
vez terminadas regresó el cuerpo á Buenos Aires, incorporán-
dose á las fuerzas de la guarnición el 24 de abril de 1864 y de
la que formó parte hasta que el brutal atropello del déspota que
imperaba en el Paraguay obligó al gobierno argentino á tomar
sangrientas y justísimas represalias, contestando al ultraje trai-
dor hecho á nuestra soberanía con la franca declaración de
guerra y al insulto con el castigo severo del bárbaro ofen-
sor.
Las causas complejas de esta trascendental guerra, que fué
encarada con dignidad y llevada con abnegado valor, han sido
desfiguradas por los que echaron sobre sí la ingrata tarea de
detractar la acción argentina en sus relaciones internacionales
y aunque conocidas por la generalidad es, pues, oportuno reme-
morarlas ligeramente.
Los favores paternales hicieron de F'rancisco Solano López
un general de dieciocho años tan pretencioso como ignorante
y sus condiciones naturales de predominio, desarrolladas en el
ambiente propicio de la infancia, adquirieron mayor vuelo y lo
aturdieron al presenciar las fiestas aparatosas del segundo Im-
perio y contemplar bajo la «Cúpula de los Inválidos» los tro-
feos amontonados por el genio guerrero de Napoleón el Grande,
al que creyó poder imitar en el continente que había agotado
el hierro duro de forjar cadenas.
Cuado se hizo nombrar «Presidente», (') sugestionado por la
condición esencial de su idiosincracia, pretendió aliarse con el
Brasil para ensanchar al Paraguay á costa de la Argentina;
pero, disgustado porque la diplomacia de Río no tomó en serio
sus proyectos, se dejó envolver por las artimañas del ministro
o A la muerte de Francia fueron nombrados cónsules D. Carlos Antonio Ló-
pez y D. Roque Alonso. Era el secundo un hombre bunio que dócilmente se dejó
manejar por el primero, que en un momento de mal humor lo apostrofó: «Vete
animal m; y á la palabra unió la acción quedando solo y dueño absoluto del poder
público. Su reinado concluyó con la muerte en 1862, legrando la vicepresidencia
A Francisco Solano Inmediatamente éste se posesionó del gobierno en condicio-
nes similares á sus antecesores, puesto que redujo al Parajfuay al más descarado
vasallaje y luego lo sacrificó estérilmente á sus ambiciones de poderlo El 16 de
octubre del año citado se hizo nombrar "Presidente»» por el congreso que reunió
á ese solo efecto. .-Xun en los pueblos más enervados siempre se encuentran hom-
bres menos abyectos que la generalidad y A los de esta condición que osaron opo-
nerse A este gobierno hereditario se les reprimió en pestíferos calabozos.
— 155 —
Carreras (*) enviado del gobierno Oriental, quien, explotando
mañosamente sus tendencias bélicas y desmedidas ambiciones,
le hizo creer que argentinos y brasileños se hallaban de acuer-
do para poner dique á sus ilusorias expansiones y evitar que
ciñera sus sienes la corona imperial que tenía encargada al
representante Benítez.
Estos y otros antecedentes, así como las falsas teorías de
gobierno que profesaba, que lo hacían considerar á su país un
fundo manejable solo de acuerdo con las tradicionales tropelías
del neurótico Francia y su padre y á los vecinos incapaces de
merecer mayores consideraciones, lo indujeron á imaginarse
protector del equilibrio político del Rio de la Plata y, alar-
deando de tal doctrina, protestó contra la ingerencia del Brasil
en los asuntos orientales para luego llevarle de hecho la gue-
rra, que tenía de antemano preparada, (") con la invasión vandá-
lica de la provincia de Mato Groso, (')
A raíz de estos sucesos, que el pregón de la civilización ha
condenado enérgicamente, el gobierno del general Mitre decla-
ró su absoluta neutralidad en la contienda y, así como rechazó
las primeras proposiciones de alianza del emperador Pedro II,
negó á López el permiso que solicitaba para pasar las fuerzas
(») «El mismo López se ocupó en hacer públicas todas las confidencias del
« ministro oriental, diciendo que éste le habla propuesto una allaza ofensiva y
« detensiva contra la República Argentina, para lo cual ofrecía la seg:uridad de
« una liga con el general Urquiza y neutralizar la isla de Martín García que
« pertenecía de derecho á la República Oriental siempre que López consiguiese
« ponerla á disposición de aquella república, concluyendo por declararse el Pa-
« raguay á favor de la República 0rlental»>— («Historia política y militar de las
Repúblicas del Plata» por Antonio Díaz).
—También Thompson en diferentes capítulos de su interesante «Guerra del Pa-
raguay» menciona estas maquinaciones y se ocupa de la cooperación que de Ur-
quiza se esperaba en el Paraguay y con particularidad al ocuparse de las suble-
vaciones de Basualdo y de Toledo.
{*) Ya en marzo de 1864 tenía López un depósito de reclutas que recibían ins-
trucción diariamente en Cerro León, todos hombres hábiles de dieciocho A cincuen-
ta años. Un depósito igual de diecisiete mil plazas se adiestraba en Encarnación
y otros diecisiete mil en HumaytA. En Asunción y Concepción había fijado gran-
des almacenes de armamento y municiones.
(«) Salvajes y brutales atentados cometieron los invasores en el indefenso Estado.
Es prueba fehaciente de esta aseveración uno de los muchos hechos que cita Thomp-
son, que en esa época estaba al servicio de López. Según este ingeniero inglés
los marinos del «Ipora» engalanaron sus obenques con orejas de brasileños, las
que fueron recién retiradas en la Asunción por orden suprema.
— 156 -
que operarían sobre Río Grande por territorio argentino; (')
acto de indiscutible lealtad que indujo al tirano á lanzar sus
marinos á asaltar alevosamente nuestras naves desarmadas en
el puerto de Corrientes, (") asesinar, sus equipajes sorprendidos
y apoderarse, con flagrante violación de todo derecho, de la
ciudad y saquear la campaña, aduefíándose de los ganados y
bienes de los pobladores.
Al atentado brutal y cobarde se contestó con la declaración
franca y enérgica de guerra, firmándose el 1^ de mayo de 1865
el tratado de la triple alianza, mediante el cual tres pueblos
civilizados cooperarían á destruir la simiente de la barbarie
en aquella nación hermana.
Seis días antes de ultimarse el pacto que mancomunaría á ar-
gentinos, brasileños y orientales en las glorias y sacrificios de
la campaña, partieron de Buenos Aires la primeras fuerzas que
se destinaban á recuperar á Corrientes. Entre éstas figuraban
el «2 de Infantería» á órdenes del teniente coronel D. Adolfo
Orma y sargento mayor D. Francisco Borges, secundados por
los siguientes oficiales: (')
0) Nota de 14 de enero de 1865, la que fué contestada el 9 de febrero, fundando
la nepativa en la obligación de respetar los derechos de ambos beliírerantes. A
esta razonable argumentación se respondió con un acto vandálico. El ministro
brasileño en París, señor Macedo. en un fundado capítulo de 19 carpos que hizo
A López le acusó en el 4** de haber invadido A Corrientes divcinuf^'c (lias antes de
declararse la guerra A la República Argeniina.
{*) «Corrientes, abril 13 de 18(^-Al Excmo. señor Ministro de Guerra y Mari-
na, general D. Juan A. (lolly y Obes. Participo A V. E. que á las 7.15 de la ma-
ñana una escuadrilla paraguaya de cinco de los principales vapores de aquella
marina con numerosas fuerzas de desembarco, bajaron por frente A esta capital
regresando después y acometieron al vapor «25 de Mayo» surto en este puerto y
tomaron una actitud de desembarco La actividad con que se hace necesario di-
rigir ésta y la premura con que deben tomarse las medidas que las circunstan-
cias aconsejan, me hacen terminarla sin más detalles; siendo no obstante lo sufi-
ciente para que V. E. comprenda la actitud de aquel gobierno apoderándose de
un vapor de guerra nacional y tal vez intentando algo sobre esta ciudad. El
Excmo. señor Presidente. A cuyo conocimiento espero llevará V. E esta nota
dispondrá lo conveniente, quedando por mi parte A cumplir con mi deber. Dios
guarde A V. ^.—Manuel Lafi¡ratla, Juan José CavicUíto.
Ultimo momento.— 1^0^ vapores han sido tomados; es decir, el «25 de Mayo» y
«Gualeguay» y se los llevan Se dice que ha habido muchos muertos en estos va-
pores. Los buques enemigos permanecen en movimiento frente A este puerto».
(*) A la sazón se componía de seis compañías con ochenta plazas cada una.
subdivisión adoptada por decreto del 2() de abril de 1865.
- 157 -
Plana Mayor: Capitán supernumerario Esteban Chousifto.
Ayudante mayor Teodoro García.
Teniente 1° Mariano Villalba.
Id 2° Clodomiro Rosales.
Abanderado Manuel Penal oza.
Compañía de granaderos: Capitán Miguel E. Molina, tenien-
te 1° Juan B. Reyes^ teniente 2P Manuel Gómez, subtenientes
Amaro del Valle y Francisco Bosch.
1^ Compañía: Sargento mayor graduado Lucio Salvadores,
teniente 2** Sebastián Hernández, subtenientes Pedro Racedo y
Benjamín Moritan.
2^ Compañía: Capitán Eduardo Racedo, teniente 2^ Pedro
Chenaut, subtenientes Julio Sáez, Julio Dantas y Olegario Rodas.
3^ Compañía: Teniente P Juan Salvadores, teniente 2** San-
tiago Moritán y subteniente Félix Díaz.
Compañía de cazadores: Capitán Emiliano Sáez, teniente 2^
Marcelino Salvadores, subtenientes Pablo Aires, Augusto Patino
y Máximo Ugalde.
El 4 de mayo, con la Legión militar y 3er escuadrón de arti-
llería, desembarcó en Bella Vista, incorporándose inmediata-
mente al cuerpo de ejército que mandaba en jefe el general
D. Wenceslao Paunero. Nuevamente á bordo de la escuadra
avanzó, el 13 de aquel mes, hasta Empedrado; pero, noticiados
los expedicionarios que el grueso del ejército invasor se hallaba
en aquellas inmediaciones, retrocedieron hasta el Rincón de
Soto, donde se les unieron los batallones 1** y 3^ de infantería
y el 2^ escuadrón de artillería.
Reorganizadas en este acantonamiento las fuerzas, bajo la
denominación de 1^ división, avanzaron días después decidida-
mente sobre Corrientes y el 24 echaron anclas los buques que
las transportaban á tres leguas de la ciudad (*), á cuyo frente
se presentaron á las 2 de la tarde del 25 de Mayo.
{^\ Buques argentinos y brasileños formaban la escuadra que embarcó á la 1*
división, compuesta por los batallones 1", «2<»» y 3° de infantería, al mando respec-
tivamente de Rosseti. Orma y Rivas; Legión Militar al de Charlone y escuadrones
2° y 3° de artillería á órdenes de Viejobueno y Maldones. La tropa era comandada
en jefe por el general Paunero y la escuadra obedecía al de igual graduación de
la marina imperial Francisco Manuel Barroso.
- 158
OOBBI1CNT1C8
A la vista del enemigo, que á mansalva había ultrajado el
territorio nacional, tal era el entusiasmo y la decisión imperante
en la «1* división» que hubiera sido imposible deferir el ataque.
Desde el general hasta el humilde soldado se transparentaba
el anhelo noble y generoso de abatir el pendón extranjero que
flameaba en suelo argentino como el más grande homenaje al
día de gloriosas tradiciones que podía iluminar el límpido sol
de nuestra redención.
Bajo esas viriles impresiones y sufriendo un nutrido fuego de
fusilería, ejecutaron la arriesgada operación del desembarco á
la vista del enemigo ensoberbecido; bajando entre las primeras
fuerzas la 2^ compañía y la de cazadores del «2 de Infantería»
con su efectivo completo; más veinticinco soldados de la 1*
compañía que se confiaron al arrojo del subteniente Benjamín
Moritán.
Charlone y Rosseti, que encabezaron la columna de desem-
barco, inmediatamente de tomar tierra avanzaron con denuedo
sobre el Cuartel de la Batería y seguidos por solo ciento
cincuenta hombres se trabaron en tan heroico como desigual
combate con los valientes paraguayos que le ocupaban aperci-
bidos á la lucha.
Dobladas por el número, se encontraban las fuerzas argentinas
seriamente comprometidas, pues á la desproporción del efectivo
se unían las sensibles bajas de jefes, oficiales y soldados que
desde el primer momento experimentaron, y hubieran tenido
que retroceder, á pesar de sentirse animados por ese fluido
que convierte á los combatientes en héroes en el momento de
la prueba; pero en aquellos instantes, que eran realmente su-
premos, llegaron á paso de carga los cazadores del «2 de In-
fantería» con el capitán Emiliano Sáez á la cabeza y los 25
soldados con que desembarcó Moritán que conjuntamente con
los granaderos y 1^ compañía del 1' de línea arremetieron con
tan decidido empuje que restablecieron el combate y provocaron
la retirada del enemigo (*). A propósito de esta primera faz
(1) «Muy oportuna fué también la cooperación que prestó el comandante Rosseti,
— 159 -
de la acción y del avance decisivo de las fuerzas de refresco,
dice un actor en aquella lucha de atletas, el general D. Daniel
Cerrí: «Todos estos refuerzos envuelven al cuartel y arrojan á
« culatazos hasta el último enemigo que^ no pudiendo resistir el
« empuje de aquellos bravos, se pronuncia en retirada y se dis-
« persa al otro lado del puente, parapetándose detrás de casas,
« paredes y bosquesillos de naranjos, á cien metros de distan-
« cia, rompiendo un fuego convergente sobre el puente con el
< fin de impedir el avance de nuestros soldados. En esta reti-
« rada los enemigos dejaron en poder del «2 de línea» dos pie-
«zas de artillería».
Frente á aquel puente de piedra en que los paraguayos en-
contraron sólidos parapetos, se reanudó el reñido combate, en
que sólo cejaron los adversarios cuando los argentinos se lan-
zaron arrojadamente á desalojarlos á punta de bayoneta.
Orma, Rosseti y Rivas encabezando á sus veteranos^ fueron
los primeros en salvar el obstáculo y á raíz de una lucha soste-
nida brazo á brazo, obligaron á los invasores á desbandarse.
Cupo á los soldados del «2» tomar los primeros trofeos en el
desigual y porfiado combate en que lucharon quinientos solda-
dos de la «1* división» contra dos mil paraguayos, que á dos
jomadas tenían veinte mil de refresco; como también le co-
rrespondió resaltante proporción en el tributo de sangre, puesto
que perdió al subteniente Ugalde y treinta y nueve plazas entre
muertos y heridos.
Despejada la población de invasores, entraron en la tarde el
resto de las fuerzas; pero, como se informara el general Paunero
que una fuerte columna enemiga marchaba con intenciones de
recuperarla, ordenó inmediatamente su embarque en razón de
que no recibiría refuerzos para sostenerse en la posición.
Siguió hasta Esquina para luego continuar al Paso de Platero,
en el que se reorganizaron las fuerzas bajo la denominación de
1er cuerpo de ejército; siendo el «2 de Infantería» destinado á
« con parte de su batallón, pues llegó al lugar del combate en momentos críticos
« y se comportó con bravura; como lo hizo también parte del ttBatallón 2 de
« Infantería», con el capitán Sáez á la cabeza de la tropa, que pudo desembarcar
durante el combate». (Parte del general D. Wenceslao Paunero).
- 160 -
formar la T" brigada de la 2* división con el 1° de voluntarios
al mando del comandante Giribone.
Contaba el ler cuerpo con cuatro mil ochocientas plazas y
fué destinado, en unión de una brigada oriental y otra brasileña,
á contener el avance de las fuerzas paraguayas que operaban
en el Uruguay. Por consiguiente, marchó á Buena Vista y de
ahí sucesivamente á Paso de Giles, Puesto del Medio, vadeo el
río Corrientes y siguió hasta Santa Ana para efectuar el 13 de
agosto su conjunción con los aliados. Formado el ejército en
cinco columnas paralelas continuó avanzando hasta ponerse en
contacto con la vanguardia enemiga, fuerte de 3200 hombres,
tres días después, en las inmediaciones del Arroyo San Joaquín.
YATAY
En la misma noche del 16 camparon los aliados á una legua:
del Arroyo Capikicé y se alistaron para atacar al día siguiente
al enemigo que los esperaba en la posición defensiva del Om-
bucito, nombre con que es conocido el «albardón» que forman las
cuencas de los arroyos Yatay y Despedida, á veintidós kilóme-
tros al norte de Paso de los Libres. Una vez conocida la
situación de Duarte, en «junta de gueira» se combinó el plan
de ataque^ que consistía en batir violentamente con fuegos de
artillería los ligeros atrincheramientos del enemigo y cuando
éste fuera conmovido, lanzar al ataque del centro y la izquierda
á orientales y brasileños, mientras que los argentinos envolve-
rían la derecha, cortándole la retirada.
Listo el ejército para iniciar las hostilidades y formado en
columnas paralelas, en que llevaban la derecha los orientales
al mando de Pallejas, la izquierda los argentinos al de Paunero
y las reservas á órdenes del coronel D. Matías Rivero, avanzó
resueltamente sobre el enemigo y momentos antes de comenzar
la acción el general Flores le intimó rendición, á lo que con-
testó el mayor Duarte con altivez que le hace cumplido honor
«No tengo órdenes en ese sentido del Supremo Gobierno».
La arrogancia de aquel valiente impuso el deber de destruirlo
y minutos después veinticuatro bocas de fuego iniciaron un
furioso cañoneo tendiente á anonadarlo; pero, hubo en breve
- 161 -
que suspenderlo, debido á que el coronel Pallejas, desobedecien-
do las instrucciones que tenía recibidas y dejándose llevar por
los impulsos irreflexivos de su temperamento ardoroso, se
lanzó al ataque antes de tiempo, rompió la cortina de tiradores
paraguayos que ocultaban el grueso de las fuerzas y fué— como
ariete lanzado á la ventura con impulsión sobrehumana— á in-
crustarse en el centro del enemigo con su Batallón Florida, con
lujo de valor y pérdida innecesaria de vidas.
El silencio obligado de la artillería lo aprovechó Düarte para
tomar la ofensiva con su caballería y cayó impetuosamente
sobre la de los aliados que, confundida con el adversario, re-
trogradó hasta dar con el 1° de línea y Batallón San Nicolás,
que recibieron á enemigos y dispersos á balazos para librarse
de ser envueltos por el tumultuoso alud que semejaban.
En tanto la división argentina que cubría la izquierda, manio-
brando como en una parada al mando inmediato del coronel
Arredondo, ejecutaba el movimiento envolvente de la derecha
enemiga, mientras que en el resto de la línea restablecían la
acción los aliado^ y las reservas de Rivero. Este movimiento,
en que actuó el «2 de Infantería», fué ejecutado con tal orden
y acierto que, á raíz de un breve y decisivo combate, obligó á
los paraguayos á declararse en derrota, salvándose sólo dos-
cientos hombres que se arrojaron á nado en el Uruguay. (*)
El distinguido historiador del 3 de línea, mayor José E. Ro-
dríguez, dice, al ocuparse de esta función de guerra, que: «fué
« decisiva para las operaciones de los ejércitos paraguayos en
« Corrientes, sobre todo para las que se ejecutaban al este de
« la laguna de Ibera y muy particularmente para la columna
« de Estigarribia tan torpemente comprometida en Uruguayana,
« tanto por las pérdidas materiales como por la influencia per-
« niciosa que ejerció en el ánimo de López, que veía fracasado
« claramente su plan de campaña».
(») «Quedando en poder del ejército de vanguardia- 1200 prisioneros y su jefe
€ Duarte; 1700 cadáveres. 4 banderas, armamento, municiones, ocho carretas y sus
€ caballos flacos y más de trescientos hcrldos>. (Parte del general Flores).
162
UBITQUAYANA
Después de la victoria de Yatay permaneció el «2 de Infan-
tería» ocupando el pueblo de Paso de los Libres hasta el 23
de julio en que pasó al Sauce, para luego incorporarse al ejér-
cito sitiador de la Villa de Uruguayana, que, á la sazón, ser-
vía de refugio á la columna de Estigarribia. (^)
En previsión de un asalto habían los paraguayos mejorado y
reforzado las obras de fortificación que Canavarro les aban-
donó con vituperable apresuramiento y cercado, además, la
población con enmarañados «abatíes».
El jefe de los sitiados rechazó en términos altivos y excesi-
vamente ampulosos la intimación de rendirse que se acordó
hacerle en la «junta de guerra» celebrada el 2 septiembre, pero,
once días después, penetrado de la inutilidad del sacrificio, di-
rigió un oficio al general en jefe brigadier Mitre (■) manifes-
tándole que «si desea evitar el derramamiento de sangre está
<r en ocasión oportuna de hacerlo pero hacerlo con la altura
« que V. E. desearía en un caso semejante al mío». Por parte
de los aliados se insistió en la fórmula de «rendirse sin condi-
ciones» en razón del rechazo de las honrosas que con anterio-
ridad se le habían ofertado y á ello tuvo que inclinarse Estiga-
(») Componían ésta los batallones Nros. 14, 15. 17, 31, 32 y 33, cuatro Regi-
mientos de Caballería de cuatro escuadrones cada uno; siete piezas de artillería y
un obús.
(•) Cuando el general Mitre llepó A territorio brasileño el barón de Porto Ale-
gre se negó á ponerse á sus órdenes, fundándose en la interpretación que daba á
lo establecido en el Tratado de la Triple Alianza; pero, como ésta no era la ra-
zonable ni se ajustaba al criterio del general Mitre, la resistió el jefe argentino»
ofreciendo, para zanjar toda dificultad, trasladarse á la orilla opuesta y ser sim-
ple espectador— rio por medio— de las operaciones. A esta proposición hecha con
firmeza y resolución se opuso Tamandaré, exclamando en tono festivo y conci-
liador que c(él estaba allí para evitar con sus naves tal pasaje».
Por fin se arribó al temperamento de esperar el arribo del emperador Pedro
11, que de un momento A otro llegaría al campamento de los aliados.. El noble
y grande monarca no podía por Li Constitución brasileña ponerse A órdenes de
ningún general; pero, admirador como era de las dotes del general Mitre, resol-
vió el punto con toda diplomacia y sagacidad exclamando ante todos los jefes
superiores que se congregaban A su lado- «Asumo el mando del ejército y lo de
« lego en manos del general Mitre, presidente de la República Argentina». A esta
incidencia se debió que la rendición fuera directamente tramitada con el patriarca
argentino.
- 163 -
rribia, entregando la guarnición de la plaza, fuerte de seis mil
hombres; «siendo, como á la letra lo dice el parte del general
« Mitre, los trofeos de esta victoria incruenta: 5 cañones, 9 ban-
« deras, más de 5.000 fusiles, como 1.300 lanzas con sus ban-
« derolas de colores paraguayos, tercerolas, correajes, cajas de
« guerra y otros equipos, y además una escuadrilla de canoas
« en que intentaban evadirse de la suerte que les esperaba».
Esta capitulación, de la más alta importancia para las armas
aliadas, trastornó por completo los descabellados designios de
López, que tuvo que disponer la inmediata evacuación de las
posiciones que había tomado merced á una felina sorpresa. Los
que habían sido instrumentos de sus ambiciones y víctimas de
sus neuróticas tendencias de predominio dejaron á sus espal-
das, al operar la concentración, veintiún mil hombres, entre
muertos y prisioneros; la escuadrilla paraguaya aniquilada;
cuarenta y dos piezas de artillería perdidas y, entre miles de
trofeos, diez banderas que, conservadas religiosamente, serán
siempre la más fiel ejecutoria del genio estratégico que ideó
las campañas de Corrientes y Río Grande y del valor y abne-
gación de los que las realizaron regando con la sangre genero-
sa de 2.581 argentinos, brasileños y orientales el territorio sa-
grado de las naciones aliadas.
DE FASO SE LA FATBXA A TÜUSTY
Maroha difionltosa — Prolegómenos de la invasión — Aooión deficiente
de la esouadra — TUl pasaje — Primeros choques — Ocupación del
campo atrincherado — Sorpresa del €2 de mayo» — Alternativas de
la lucha — Flanqueo — Acción parcial — Avance de los aliados — cPaso
Sidra» — Tiroteo— Campamento de Tuyuty — Plan de ataque — La
ffran batalla — iBn la vanguardia y la isquierda— Besquin en acción
— liucha encarnizada— Avance del <2 de Infantería» — Combate
contra caballería — Bechazo — Bizarra comportaoión — La «Orden
del día».
Distribuida convenientemente la rendida guarnición de Uru-
guayana, vadearon los aliados el Río Uruguay para reconcen-
trarse en Mercedes é iniciar la campaña sobre las fuerzas de
Resquín que apresuradamente retrocedían hacia el Paso de la
Patria talando los campos, incendiando las poblaciones, roban-
do las haciendas y bienes transportables, depredando, en fin, el
territorio en forma que una horda de bárbaros no podía jamás
sobrepasarla. (*}.
O El ejército que V. E. lanzó sobre esta provincia de Corrientes y que alcanzó
« hasta el Paso de Santa Lucía ha cometido hechos más atroces aún, arrebatando
« violentamente todos los ganados de millares de establecimientos de campo
« incendiando las habitaciones y dejando sin techo ni abrigo á miles de fami-
V lias de la extensa campaña que han asolado; llevando su inhumanidad, ó más bien
« dicho la de V. E., cuyas órdenes se invocaron para el efecto, hasta la barbarie
« de arrancar de las casas y conducir prisioneras al Paraguay las inocentes es-
" posas y tiernos hijos de jefes patriotas y valientes pertenecientes al ejército
« argentino » (Párrafo del oficio dirigido por el general Mitre el 25 de noviem-
bre de 1865 al tirano López).
El general Resquín que tanto había depredado el territorio nacional salvó in-
- 166 -
En marcha de increíbles , sufrimientos por el estado en que
los campos quedaban y el desborde de las corrientes de agua,
pasaron los aliados los ríos Corrientes y Santa Lucía y en las
orillas del «Batel», al darse organización definitiva al Ejército
pasó el «2 de Infantería» del 1° al *2P cuerpo que mandaba el
general D. Emilio Mitre. Fué destinado á formar la 7^ briga-
da de la 4^ división con el 1er Batallón del 3er Regimiento
de guardias nacionales de Buenos Aires y así continuó su ruta
con destino á la Ensenada, en donde campó el 31 de diciembre.
Como en la «junta de guerra» celebrada en Corrientes el 25
de febrero, se había resuelto la forma en que los aliados in-
vadirían el territorio enemigo, dispuso el general en jefe la
reconcentración del ejército frente al «Paso de la Patria» , para
operar el pasaje acordado y en tal virtud llegó á aquel paraje
el 9 de abril el «2 de Infantería» conjuntamente con las demás
fuerzas del 2P cuerpo.
A los tres días de estadía y en razón de haber dado los re-
sultados buscados los reconocimientos practicados por los alia-
dos, corrió por el campamento la grata nueva de haberse adop-
tado detinitivamente la ejecución de la brillante operación con-
cebida por el teniente general D. Bartolomé Mitre, que como
se sabe había sido ya discutida por los principales jefes del
tactas sus fuerzas pasando al Paragfuay á la vista de la Escuadra brasilefia. Ex-
cesiva buena voluntad se necesitaría para pretender disculpar la inaraovilidad de
la flota al permitir el pasaje del rio en canoas á una legua de sus aceradas proas
y no somos los primeros en lanzar este severo cargo, pues la autorizada voz del
general Mitre lo formuló en Tuyú-Cué en 1867, incluyéndolo entre los varios que
contenía la «Memoria» que envió al mariscal de Caxias. He aqui sus palabras
tt Cuando después de la rendición de Uruguayana presenté las bases del plan de
« campaña que debía seguirse y que fueron unánimemente aprobadas por los gene-
« rales aliados, hallándose presente S, M. el emperador del Brasil, y concurrien-
« do al acuerdo el ministro de guerra del imperio, seftor Ferraz, se estableció
« que inmediatamente se llevaría la guerra por el Paraná con toda actividad
« y sin pérdida de tiempo, concurriendo parte de la escuadra con todos sus me-
€ dios, ya fuese para hacer evacuar el territorio de Corrientes, ya para impedir
« el pasaje del enemigo al tiempo de retirarse, ya fuese para efectuar la inva-
« sión á territorio paraguayo sin mayor dilación. El almirante Tamandaré. pre-
« senté al acuerdo se comprometió á ello. En consecuencia del plan acordado, el
« ejército aliado marchó en busca del enemigo y le hizo evacuar la provincia de
« Corrientes. La escuadra no concurrió en esta ocasión como podía y debía para
« impedir ó dificultar el pasaje 'del ejército enemigo en retirada por el Paso de
« la Patria, y desde luego se hizo más indispensable la invasión al territorio
« enemigo».
- 167 -
ejército aliauo. Con el entusiasmo propio del soldado que sien-
te su patriotismo ingénito alentado per la confianza que inspi-
ra la ilustración y pericia del comando se prepararon las tro-
pas para el pasaje que se ejecutó, por parte del ejército, sin
que la práctica discrepara en lo más mínimo con la teoría en
que se fundó.
A ese efecto debía tender la escuadra sus líneas de combate
frente á las islas de Santa Ana y Cabrita, para bombardear el
campamento general de López y al propio tiempo atacar al Fuer-
te Itapirú, ametrallando también los refuerzos que, en protección
de las fuerzas opuestas al desembarco, se desprendieran. Con
estas demostraciones y la consiguiente acción se procuraba em-
peñosamente mantener al enemigo en la creencia de que la in-
vasión se realizaría arriba de Itapirú, á fin de que descuidara ia
Confluencia, lo que con usura se consiguió, pues, no obstante
que los buques ejecutaban deficientemente (*) la primera parte
del propósito, embarcó el general Osorio un cuerpo de diez mil
soldados, que fué inmediatamente reforzado por el 1er. cuerpo
del eiército argentino (■) y la división oriental, y fingiendo la in-
tención de tomar tierra en la margen izquierda frente á la po-
sición de Itapirú oblicuó rápidamente al oeste para doblar el
vértice de la Confluencia y desembarcar á dos mil quinientos
metros de ésta. La astucia y el cálculo obtuvieron el más bri-
llante y fácil triunfo, ya que en la arriesgada operación sólo
(») «Cuando se trató de efectuar el pasaje del ejército por el Paso de la Pa-
« tria, el almirante (se alude á Tamandaré) volvió A declarar en junta de gue-
« rra de los íjenerales aliados que en veinticuatro horas arrasaría las fortlfica-
« clones de Itapirú. para allanar el referido pasaje. Tampoco se hizo esto, y ha-
« biéndosc convenido un nuevo plan por el cual la escuadra tenía que dominar
« la punta de Itapirú, armada con un cañón, y penetrar en la ensenada del mis-
« mo nombre, defendida por una chata con un cafíón y un vaporcito con dos ca-
« ñones de & cuatro, el Almirante se comprometió á realizar por su parte el
« movimiento simultáneamente con el desembarque del Ejército en territorio pa-
« raguayo. Sólo después de ocupado el territorio enemigo por el ejército y sólo
« después de haber obtenido el general Osorio dos victorias con las fuerzas in-
« vasoras, la escuadra penetró en el canal de Itapirú. donde se vio. como lo ha-
« bían asegurado los baqueanos, que los buques de mayor calado podían fondear
« contra la barranca, como en realidad lo efectuó el acorazado «Brasil». (Memo-
ria para el pasaje de Humaytá. por el teniente general D. Bartolomé Mitro. 1867).
(*) Cinco mil setecientos veinte hombres. El ejército aliado que se había recon-
centrado para el pasaje, se descomponía en: Veintiocho mil brasileños, doce mil
argentinos y dos mil quinientos orientales.
- 168 -
tuvieron los aliados que arrollar al Batallón 18° de infantería
y Regimiento 20^ de caballería que, á órdenes de los capita-
nes Venegas y Hermosa, pretendieron hacerles resistencia y
al día siguiente envolver y desalojar de sus posiciones á la
«reserva» de los primeros, formada por los batallones 7^ y 12°
de infantería y Regimiento 23° de caballería.
Con estas fáciles victorias, que sólo costaron á los aliados
trescientas treinta y siete bajas, se aseguró el resultado de la
hermosa operación, que, comenzada el 16 terminó el 20, de-
jando á la historia un día más de radiosa gloria y á la ciencia
de la guerra las enseñanzas fructíferas de maniobra tan per-
fecta que, en razón, puede equipararse al genial pasaje de los
Andes por San Martín.
SOBPBBBA D£L 2 DJC MAYO
En la madrugada del 23 de abril, López desmoralizado por
el fracaso que sus maríscaladas habían sufrido, se consideró tan
inseguro que abandonó el campo atrincherado del Paso de la
Patria, reduciendo antes á cenizas todas las existencias que no
pudo arrastrar y los aliados avanzaron para ocuparlo tranquila-
mente el 24 con la vanguardia, que la componían la 1* divi-
sión del 1«' cuerpo argentino, tres batallones orientales y la
12^ brigada brasileña. El resto del ejército se le reunió al si-
guiente día, acantonándose las fuerzas argentinas, tendidas en
dos líneas, á la derecha del campamento aliado y á retaguar-
dia de un pequeño bosque que faldea el bañado en que muere
la Laguna Pasope. Desde aquel día hasta el 2 de mayo se pro-
dujeron varios tiroteos insignificantes que fueron precursores
de la audaz sorpresa en que cifró el adversario la destrucción
de los invasores.
Al amanecer de aquel día se practicó la descubierta sin no-
vedad; pero, luego de retiradas las fuerzas, ocupó posiciones
convenientes el comandante Díaz con seis mil paraguayos, que
dividió entre los «Paso Sidra», «Carreta» y «Piris» para des-
arrollar el plan concebido por el genio aventurero de López. C)
(*) A la sazón, las posiciones de los ejércitos beligerantes eran como sigue:
- 169 -
Con sus fuerzas divididas en tres columnas, cayó de impro-
viso sobre los aliados. La del comandante Valiente (izquierda)
se lanzó sobre la artillería, tomando cuatro cañones que fueron
inmediatamente transportados á retaguardia y desbandando el
7® de línea brasileño; la del centro, á órdenes del comandante
Cáceres. desordenó el 21*^ y 38^ regimientos, mientras que la
columna de la derecha, formada por caballería paraguaya,
chocó con el Batallón 24 de Abril que, al ser rechazado, dis-
putó el terreno con toda energía.
El retroceso de las fuerzas aliadas fué general y el Batallón
Florida lo efectuó encastrado en la columna paraguaya del
centro y defendiéndose con prodigioso esfuerzo. Envueltos en
ese desorden, que era espléndido por el valor desplegado por
los adversarios y los aliados, llegaron hasta el centro del cam-
pamento, siendo á esta altura bizarramente cargados por Oso-
rio al frente de la sexta división brasileña.
Mientras que la vanguardia se debatía contra el enemigo po-
derosamente superior, los regimientos paraguayos 1^ y 13^
de caballería, cayeron sobre el V de la misma arma argen-
tino, provocando un desigual combate, en que jefes, oficiales y
soldados lucharon brazo á brazo con pujanza tanta, que el cho-
que de los aceros ha irradiado chispazos de imperecedera glo-
ria para la historia de aquel bizarro cuerpo. «El lugar de este
« hecho de armas,— decía en su parte el general. Paunero— hoy
« sembrado de cadáveres, es un elocuente testimonio de la glo-
« ría conquistada por el Regimiento 1*^ de caballería de línea».
Al percibirse en el campo argentino el fragor de la lucha,
formaron los cuerpos en el mayor orden y el general en jefe,
dándose cuenta exacta del estado de la acción y posiciones de
los combatientes, dispuso, con previsión que revela sus espe-
ciales condiciones, un movimiento tendiente á flanquear la iz-
quierda del enemigo, cortándole la retirada; pero éste, doblado
por las fuerzas que habían detenido su audaz avance, empeza-
Los paraguayos habían campado al norte del Bellaco del Norte, con cien piezas
de artillería y su vanguardia colocada entre ambos esteros.
Los aliados ocupaban la altura que de este á* oeste se extiende á una milla
del Paso de la Patria, teniendo su flanco izquierdo apoyado en el Carrizal y su
vanguardia campada al sur del Bellaco del Sur.
- 170 —
ba ya su marcha de retroceso, que bien pronto se convirtió en
desordenada y desesperada fuga, dejando en poder de los alia-
dos más de mil doscientos muertos, tres piezas de artillería,
dos banderas, ochocientos fusiles y gran cantidad de prisione-
ros, en su mayoría heridos.
A su dispersión total contribuyó muy eficazmente el bien
combinado fuego de la artillería argentina, que deshizo las re-
servas y abrió grandes claros en las fuerzas en retirada.
No actuó durante la acción el «2 de Infantería», pues le cupo
sólo marchar con las fuerzas flanqueadoras, que, en razón de la
circunstancia antes aducida, no tuvieron ocasión de entrar en
fuego, para cooperar con su arrojo reconocido á la derrota del
audaz agresor.
Después de la victoria del «2 de Mayo», continuaron los alia-
dos el transporte de los elementos de guerra y vituallas, ope-
ración en que estaba ocupado el 2^ cuerpo al iniciarse aquella
acción, como también reforzaron sus avanzadas y descubiertas;
las que á diario Sostenían encuentros parciales, que eran pro-
vocados por la audacia del enemigo; singularizándose entre és-
tos el librado el 9 de mayo, con motivo de haber - adelantado
López algunas fuerzas del lado opuesto del estero y estable-
cido una batería para bombardear el centro y la izquierda de
los brasileños. Estos sucesos obligaron el pasaje del coronel
Correa con un cuerpo de correntinos, que era á su vez soste-
nido por el «2 de Infantería» y el 1° del 3° de guardias nació
nales, los que al iniciar un severo reconocimiento de las posi-
ciones enemigas, sorprendieron y deshicieron sus avanzadas.
Sin mayores novedades, llegó el momento de adelantar la
línea.
Como en la junta de guerra celebrada el 18 de mayo, se tenía
resuelto definitivamente este avance, se dispuso que el mayor
núcleo de fuerzas lo ejecutara por el Paso Sidra, por ser el
vado que mayores facilidades presentaba para el pasaje de una
gruesa columna, y á fin de despejarlo, tomando la trinchera
que dominaba al terreno descubierto, cayó sobre ella la van-
guardia aliada á órdenes del general Flores correspondiéndole
al 2 de línea brasileño el honor de ser el primero en escalarla.
- 171 -
Las fuerzas restantes sostuvieron moralmente el ataque; á ex-
cepción de una sección de nuestro «2 de Infantería» que se gue-
rrilleó con una pequeña fuerza paragruaya, que intentó detener
su paso.
El enemigo fué tiroteado por las fuerzas de vanguardia hasta
remontar la altura de Tuyutí; y á las tres de la tarde, todo el
ejército aliado sentaba su real en el terreno comprendido entre
los dos grandes brazos del Estero Bellaco; campo que cuatro
días después inmortalizaría librando la batalla más grande, re-
ñida y sangrienta, que ha tenido lugar en la América del Sur.
TUYUTI
En este campamento los aliados ocuparon acto continuo, con
la vanguardia al mando del general Flores, el terreno bajo al
sur del Estero Bellaco Norte. Los brasileños, mandados por
Osorío, se extendieron desde la izquierda de Flores hasta el
Potrero Piris, y los argentinos, á órdenes respectivamente de
los generales Gelly y Obes, Paunero y Emilio Mitre, cubrieron
la derecha hasta Rori. El campamento abarcaba cerca de tres
millas y contaba con dos reductos, uno al centro y el otro á
la izquierda.
A su frente el enemigo tendió sus líneas en la orilla norte,
apoyando su derecha en el bosque del Sauce y la izquierda,
en el Paso Rojas, mientras su reserva ocupaba á Paso Pucú.
En previsión de un avance, tenían fortificados los principales
vados del estero.
Sea porque el tirano paraguayo tuvo conocimiento que el
general Mitre preparaba un reconocimiento ofensivo sobre sus
líneas, ó impulsado por el genio aventurero que lo caracteri-
zaba, puesto que la razón del ataque lio ha sido plenamente
aclarada, es lo cierto que éste se decidió en la noche del 22,
en la que López explayó ante varios jefes su proyecto de ini-
ciar un movimiento envolvente que abarcara los dos extremos
del ejército aliado, al propio tiempo que con una fuerte divi-
sión atacaría su centro.
Para desarrollar este plan destinó 21 batallones de infantería
con 15.250 plazas; 14 regimientos de caballería con 8.310 jinetes y
- 172 -
80 artilleros con cuatro cañones y coheteras. De estos 23.640 sol-
dados, siete mil á órdenes de Díaz y Marco, caerían sobre la
vanguardia de Flores y el centro, y á una señal convenida de
cañón Barrios con ocho mil paraguayos envolvería la extrema
izquierda brasileña; al propio tiempo que Resquín con los res-
tantes rebalsaría la derecha argentina para hacer junción con
el segundo á retaguardia de los aliados, cortándoles así la re-
tirada y acuchillándolos por la espalda.
Teóricamente descontaban los paraguayos el triunfo y en tal
convicción se ocultó Resquín en la noche del 23 tras el monte
de Yataity-Corá y Díaz se encajonó en el abra del Potrero
Sauce; en donde debían esperar á que Barrios atravesara
los pajonales del estero para iniciar la acción con la vanguar-
dia. A los efectos de la .sorpresa confió el enemigo todas las
probabilidades del triunfo; pero, para que ósta fallara, se unió á
las circunstancia de haber sido aleccionados los aliados por el
ataque violento del 2 de Mayo, el hecho de que el ejército
se hallaba en su mayoría sobre las armas, en virtud que al si-
guiente día realizaría el reconocimiento ofensivo que el general
en jefe tenía ideado con la 3*'^ división brasileña y la 1* y 2^
del 1er. cuerpo del ejército argentino, mientras que las fuerzas
restantes permanecerían en condiciones de afrontar y compro-
meter en cualquier momento una batalla decisiva. Por consi-
guiente, la audacia del enemigo se estrelló contra 18.000 brasi-
leños, 12.000 argentinos y 1300 orientales que se hallaban pre-
venidos á la acción.
E.stos fueron los prolegómenos de la batalla que bien puede
dividirse en dos combates; el primero librado por brasileños y
orientales, el segundo solamente por argentinos. Cedamos, pues,
la derecha en la crónica á los aliados.
Conforme con el plan de ataque, á las once y media se per-
cibió tras de los montes el estampido de un cañonazo y mo-
mentos después atacaba á la izquierda, á los gritos de yajah!
yajah!, la columna de Barrios que arrolló de improviso las
fuerzas brasileñas hasta las inmediaciones del Estero Sur; pero
éstas reaccionaron enérgicamente, electrizadas por el denuedo
y las varoniles excitaciones del bayardo riograndés, general
— 173 -
Osorio, para rechazarla á Ja linde norte, repitiéndose tres veces
durante cuatro horas de rudo batallar el movimiento de avance
y retroceso en lucha tan persistente y tenaz que el fragor cre-
pitante de la fusilería no se interrumpió un segundo, hasta que
el jefe paraguayo, comprendiendo la inutilidad del sacrificio y
contemplando sus unidades diezmadas, se retiró en completo y
desalentador desorden.
Al mismo tiempo las fuerzas de Díaz y Marco se habían des-
bordado como torrente impetuoso sobre la vanguardia, des-
haciendo los batallones Libertad é Independencia, y cargando
con avasalladora osadía al centro que los recibió con un fuego
horroroso de fusilería y cañón, que contuvo su empuje, dejando
exánimes á los más audaces adversarios á veinte metros de las
piezas de artillería: Aniquilada esta columna retrocedió disper-
sa, buscando rehacerse entre los mismos pajonales de que ha-
bía salido llena de bríos para conseguir sólo dejar el campo
cubierto de despojos sangrientos.
Simultáneamente con el ataque del centro y la izquierda cargó
Resquín, que había permanecido oculto por el Palmar, la dere-
cha argentina con su fuerza dividida en dos grandes unidades,
destinadas á ejecutar al propio tiempo el asalto de las posicio-
nes del 1° y 2<^ cuerpo. (*)
La caballería avanzada, en su mayoría correntina, fué tan de
improviso tomada» que casi todos los soldados se defendieron
á pie, y hubiera el enemigo continuado su avance sobre el
grueso del 2° cuerpo sin mayores obstáculos si á su vez no lo
acometen con increíble arrojo varios escuadrones de los regi-
mientos P y 3^ de caballería que consiguieron detenerlo mo-
mentáneamente. Mientras que estos duelos parciales se libraban,
toda la infantería de Resquín había chocado con la brigada del
(>) El ejército ariyentino ocupaba el terreno alto en que empieza el extenso Pal-
mar que se extiende en dirección este. Campaba dividido en dos cuerpos y tres'^
líneas, formando su frente de batalla un ángulo recto. Miraba el primer cuerpo
hacia el Estero Bellaco norte y el segundo ocupaba la extrema derecha inmediato
al Palmar. La posición de este cuerpo evitaba que el enemigo pudiera tomar la
retaguardia de los aliados. Como antes lo he afirmado el «2 de Infantería» for-
maba la 7* brigada de la 4** división, que en total la componían diez jefes, ciento
siete oficiales y mil ochocientos veintecinco soldados, al mando superior del
coronel Argucro.
- 174 -
comandante Fraga que fué diezmada por el enemigo infinitamente
superior en número; pero, apoyada paulatina y conveniente-
mente por las otras unidades del 1er. cuerpo, se logró restable-
cer la acción y agobiar á los veteranos del enemigo con la me-
tódica lluvia de hierro y plomo que á solo ochenta metros de
distancia clareó sus filas^ haciéndoles imposible la permanencia
en el campo en que tan efímeras ventajas habían conquistado.
Para mencionar la acción del «2 de Infantería» en esta gran-
diosa batalla, es preciso retrogradar á su iniciación. La circuns-
tancia do haber sido detenido el primer avance del enemigo
por el denodado esfuerzo del 1° y 3° de caballería dio margen
á que la alarma cundiera á tiempo en el segundo cuerpo y de
éste se desprendiera la 1*, 2* y 4^ división en protección de
las fuerzas comprometidas; resultando esta maniobra de acabada
pericia, pues con ella se rechazó la caballería que intentaba en-
volver el flanco del ejército argentino, se libró de una situación
sumamente peligrosa á la caballería y á la artillería de Maldones
y luego se prestó eficaz apoyo á las fuerzas del primer cuerpo
contribuyendo así á asegurar la victoria. (*)
Al principio de ese movimiento de resaltante importancia y
con el objeto deliberado de cubrir la extrema derecha, que era
amagada por cinco regimientos de caballería y dos de infantería^
hizo avanzar el general D. Emilio Mitre á la 2** división hasta
ponerse en contacto con la caballería argentina, é inmediata-
mente extendió sus columnas á la derecha del Palmar á fin de
detener al enemigo en su paso por el estero. Cumpliendo la
segunda disposición, se adelantó por el abra inmediata la 7^ brí-
gada, que era á la vez apoyada por el regimiento «Escolta».
Este movimiento se ejecutó en los precisos momentos en que
una fuerza de caballería enemiga, buscando abrirse paso para
el estero, chocó con la división Buenos Aires, que la rechazó
con sensibles pérdidas, yendo, en su retirada, á caer á fondo
sobre el «2 de Infantería» que sin tiempo para formar cuadro
(*) «El segundo cuerpo de ejército, bajo las órdenes del general D. Emilio Mitre
« contribuyó eficazmente A la victoria, cubriendo la derecha, apoyando al primer
« cuerpo, poniéndose parte de él en línea de batalla y rechazando el último ataque
« que el enemigo trajo sobre nuestro flanco derecho». (Parte del general en jefe
y director de la guerra )
í' - 175 -
cuvo que sostenerse en el desventajoso orden de batalla contra
un enemigo más poderoso.
Los soldados paraguayos, ansiosos de teñir en sangre gene-
rosa sus filosos sables, revelando en su mirada feroz y sangui-
nolenta la vehemencia de exterminar á los impertérritos vete-
ranos del «2» los cargaron á fondo estorbándose para herir,
mas, así como la avalancha se estrella en la enhiesta mole de
granito, primero fueron contenidos en su avasallador empuje
por la firmeza de aquella avanzada que parecía adherida al te-
rreno que pisaba y luego rechazados completamente, haciéndo-
les experimentar considerables pérdidas á bala y bayoneta.
La emulación de los jefes (*) y oficiales, que pelearon á la par
de los soldados, y el valor desplegado por los fogueados vete-
ranos del «2» suplió soberbiamente lo desventajoso de la po-
sición en que lo tomaron y, si bien es cierto, que este cho-
que parcial fué breve, estereotiparon su rudeza los numerosos
cadáveres del enemigo que quedaron en el lugar del com-
bate, en considerable desproporción con las bajas que experi-
mentaron los argentinos.
Fué, puede decirse, este choque la última escena de aquel
drama de sangre, pues á las cuatro de la tarde el fuego cesó
en toda la línea por la dispersión completa del enemigo que
tuvo que abandonar en su fuga, cañones, banderas, toda clase
de trofeos, en fin ("), y con justicia pudo afirmar el general en
jefe en la «Orden del día» datada sobre el campo de la victoria
que » tanto los soldados brasileños como los orientales y argen-
es «Debo hacer mención especial del sargento mayor Borges, el cual, á pesar
« de haberle sido atravesado un hombro por una bala, interesándole el hueso,
« permaneció al frente de su batallón hasta la mañana de hoy en que le ha sido
« forzoso pasar al hospital.» (Parte del general D. Emilio Mitre.)
^») «Más de cuatro mil muertos del enemigo abandonados en su fuga sobre el
« mismo campo de batalla; trescientos setenta prisioneros, en su mayor parte he-
« ridos; cuatro piezas de artillería de bronce; cinco estandartes; tres banderas;
« doce cajas de guerra; quince cornetas; como cuatro mil setecientos fusiles, de
« los cuales más de un tercio de chispa; más de cuatrocientas tercerolas y otras
« tantas lanzas; trescientos sables; doscientos machetes; como cincuenta mil
« tiros de fusil á bala; cartucheras: monturas, etc. y otros despojos recogidos por
« los vencedores sobre la línea de fuego ocupada por el contrario, son los trofeos
« de esta victoria tan gloriosa para las armas aliadas como sangrienta y luctuosa
« para el enemigo » (Orden del día citada en el texto).
Por parte de los aliados las pérdidas ascendieron á 702 muertos y 2645 heridos
— 176 ~
« tinos han combatido con el entusiasmo y la bizarría propia
« de los defensores de los pueblos libres y de la grande y justa
« causa que sostenemos en la guerra á que hemos sido provo-
« cados».
de los que correspondieron al ejército argentino 4 jefes, 7 oficiales y 115 indivi-
duos de tropa muertos y 2 jefes, 35 oficiales y 443 soldados heridos.
Según JoTge Thompson, que servia como teniente coronel de ingenieros de López,
los paraguayos tuvieron seis mil muertos, siete mil heridos y trescientos cincuenta
prisioneros.
BOQVSBON
Guerrillas-:- Ifatayti-Oorá — lias trincheras del Sauce — Potrero Firls —
Situación difioil — Predicción de Mitre — Inacción censurable — El
ataque — Bizarría de los soldados brasileños — Avance de los ar-
gentinos- Beanudación del combate — Heroísmo de la división
Domínguez — Errores de Flores — Qeneral Emilio Mitre — El «2 de
Infantería» en acción — En el antro de la muerte — Ijos jefes heridos
— Estoicismo sobrehumano — Acciones distinguidas — Por salvar la
bandera — Abnegación de un soldado — lia retirada — Homenaje jus-
ticiero — Tributo de sangre.
Mientras López rehacía el ejército descalabrado en Tuyuty^
continuó el sistema de hostilidades que, sin producir mayores
perjuicios á los aliados, debilitaba sus fuerzas con el sacrificio
estéril de soldados dignos de mejor suerte y ajustándose á esa
táctica insistió en provocar, á diario, guerrillas entre las avan-
zadas, hasta que el 10 de julio se resolvió á ordenar un falso
ataque á la infantería argentina que ocupaba y resguardaba el
norte del Paso Leguizamón, pero fué la agresión severamente
rechazada. En la mañana del 12 repitió la tentativa que dio
origen á los dos combates llamados de Yatayti-Corá, que los
sostuvieron parte de las tropas del l^r cuerpo de ejército argen-
tino, ocasionándole al enemigo más de quinientas bajas y tomán-
dole treinta prisioneros, ciento sesenta y cinco fusiles y dos
cajas de guerra.
Estos reveses, al atormentar su inmenso orgullo, lo hacían
empecinar en continuar provocando á los aliados para que le
- 178 -
llevaran un ataque y, entre otros medios ideados por aquella
imaginación calenturienta para llegar á su soñado objetivo, eligió
el de abrir durante la noche una trinchera que abarcara el
terreno comprendido entre Punta Ñaró y Potrero Piris, la que
por su posición comprometería el flanco izquierdo de los bra-
sileños y amenazaría la retaguardia de los orientales, trabajo
que encomendó al ingeniero inglés Jorge Thompson, quien en
los térmmos siguientes lo detalla: «Las selvas que mediaban entre
Sauce y Piris no eran ocupadas por ninguno de los ejércitos;
pero los paraguayos tenían siempre en ellas hombres que las
exploraban. Estos montes y los espacios que los dividían estaban
aun sembrados con los cadáveres del 24 de Mayo. Estos no
estaban descompuestos, sino completamente momificados; el cutis
se había secado sobre los huesos; los cuerpos tenían un color
amarillento y estaban sumamente enjutos. El campo estaba
literalmente cubierto de balas, cartuchos y proyectiles de toda
especie y los árboles de la selva acribillados. Atravesamos ésta
hasta llegar al Potrero Piris; seguimos el curso del Yurui hasta
un punto del monte, desde el cual podíamos ver todo perfecta-
mente y solo distaba quinientas yardas de las trincheras brasile-
ñas. Los brasileños notaron algo raro en la selva, pues reunieron
apresuradamente sus ganados, recelando probablemente algún
malón como los que habían sufrido varias veces. Sin embargo
no nos hicieron fuego y la comitiva, entre la que se hallaban
los generales Díaz y Aquino, volvió por el campo abierto. Di
parte de que la obra era practicable y López determinó abrirla
inmediatamente. Con este motivo todas las azadas, palas y picos,
en número de setecientos, fueron enviados al Sauce y los bata-
llones 6 y 7 (que habían hecho los terraplenes y trincheras de
Humaitá) los escogidos para realizar la obra. Se encargó á los
soldados el mayor silencio y las mayores precauciones para que
el enemigo no oyera el choque de las herramientas y de las
armas. A veinte varas de la línea de trabajadores se tendieron
cien hombres en guerrilla, para cubrir á los zapadores, los que
para divisar mejor si alguno se acercaba se echaron de barriga.
En algunos puntos estaban tan mezclados con los cadáveres que
era imposible distinguirá los vivos de los muertos. Hice trazar
- 179-
la línea á la luz de una linterna que estaba colocada en la ex-
tremidad opuesta y oculta al enemigo por un cuero; los zapado,
res fueron enfilados en línea con ella. Entonces cada uno puso
su fusil en tierra, al frente de su puesto de trabajo y empezaron
á abrir la trinchera de una vara de ancho y otra de profundidad,
arrojando la tierra hacia el frente, para ponerse á cubierto lo
mas pronto posible. Las líneas enemigas estaban tan cerca que
oíamos claramente el alerta de los centinelas y hasta las toces y
las risas del campamento. Aunque se tomaron todas las precau-
ciones posibles para no ser sentidos, las azadas y los picos de-
bieron chocarse alguna vez en aquella tenebrosa noche; pero
lo sorprendente es que los orientales y brasileños no se aper-
cibieran de nada hasta la salida del sol, hora en que toda la
extensión de la trinchera (900 yardas) estaba tan avanzada que
los trabajadores se hallaban á cubierto del enemigo y empezaban
á arrojar la tierra al lado opuesto, para hacer el parapeto. Se
colocaron cuatro cañones pequeños en la punta Ñaró, situados
de manera que, en caso necesario, pudieran ser retirados».
La obra encomendada á la pericia de Thompson fué dividida
en dos segmentos, de los cuales el menos extenso se hallaba
próximo al Potrero Piris y cerraba el primer boquete y el se-
gundo el camino que iba á la trinchera del Potrero Sauce.
Los trabajos de zapa realizados en la noche del 13 y madru-
gada del 14 de julio flanqueaban audazmente al ejército aliado
y penetrado el generel Osorio de la situación grave en que se
le colocaba, dio apresuradamente aviso al general en jefe.
«S/ se toma la trinchera hoy, (se refería al 14), costará dos-
« cientos hombres; mañana quinientos^ después quién sabe, pues
« con arreglo á las defensas que se construyan serán nuestras
« pérdidas^, contestó el general Mitre al incitar al bravo río-
grandés á que con urgencia se apoderase de las obras. Pero,
Osorio, que se hallaba enfermo y á punto de ser relevado por
el general Polidoro, argüyó que: «estando aquel general en
Itapirú no deseaba privarlo del honor del comando en esta
jornada».
Al posesionarse Polidoro del mando, insistió el general Mitre
en Ja necesidad ineludible de atacar en el día; pero éste le
- 180 -
objetó: «que recien se recibía del ejército y en consecuencia
necesitaba conocer su situación».
El general en jefe, haciéndose cargo de la responsabilidad
moral que traía aparejada la inexplicable apatía de los aliados^
se expresó con mayor insistencia acerca de lo imperioso del
ataque, con argumentos que no admitían réplica y terminó con
esta profética manifestación: *Ayer dije al general Osorio que
« la toma de esa trinchera nos costaría doscientos hombres, y
« que hoy quinientos; pues bien, ahora digo á F. E. que mañana
« ó pasado perderemos más de tres mih.
La rudeza incuestionable de los hechos justificó con usura
sus previsiones, pues cuatro mil seiscientos veintiún comba-
tientes pagaron su tributo de sangre á la inactividad de los
generales brasileños.
Recién en la noche del 15 fué desprendida la 4* división de
infantería brasileña, al mando del brigadier Souza, con instruc-
ciones de emboscarse en el albardón próximo al segmento de
trinchera que cerraba el primer boquete, para atacarlo al aclarar,
mientras que al general MenaBarreto se encomendó la ocupa-
ción del Potrero Piris con una brigada también de infantería,
que apoyaría el avance.
A las 5.30 del 16 cargaron con bizarría admirable los brasile-
ños y después de una hora de combate tenaz, en que fueron
secundados por la artillería de Flores, conquistaron la posición;
pero, los paraguayos, que no habían cejado en la resistencia, re-
forza dos á tiempo por las tropas de Aquino, retornaron á la ofen-
siva, empeñándose en un combate despiadado en que tres veces
atacaron, siendo rechazados otras tantas para continuar en los
intervalos la lucha, ocultos por la frondosa y enmarañada selva»
con tal encarnizamiento que el retumbar de la fusilería semejaba
un trueno infinito á que daba variantes más sonoras el eco de
los cañones.
Exhaustas las fuerzas de Souza, las relevaron las de Argollo
que, á su vez, fueron debilitadas por el brioso ataque que les
llevaron los paraguayos dirigidos por el coronel Jiménez, que
había reemplazado á Aquino, inmediatamente de ser retirado
del campo gravemente herido en el vientre. En estas circuns-
- 181 -
tancias fué enviada á la línea de fuego la división argentina
del coronel Conesa. Relevándose en el combate á medida que
la munición se les agotaba, lucharon aquellos cuerpos como
buenos, pero sin poder quebrantar la resistencia férrea de los
enemigos, hasta las 10 de la noche y pernoctaron sobre el campo
cubierto de cadáveres; siendo reemplazados con las primeras
luces del 17 por la división del coronel Cesáreo Domínguez,
mientras que el puesto de la de Argollo lo ocupaba la sexta
división brasilera á órdenes del general Victorino.
Relacionándolo con el cruento día anterior, puede decirse que
en éste los aliados descansaron, ocupando argentinos y brasi-
leños las posiciones tomadas á costa de raudales de sangre,
en tanto que los enemigos se sostenían en el segundo seg-
mento.
Amaneció el 18 y con los primeros arreboles de un día diáfa-
no avanzaron las fuerzas de Victorino hasta llegar, luego de
desalojar al adversario del segundo segmento, con brioso y des-
ordenado empuje á la contra-escarpa de la trinchera que los
paraguayos denominaban del Sauce; pero, ametrallados por el
frente y flanco, tuvieron que retrogradar, movimiento que el
enemigo aprovechó para salir de sus líneas al único objeto de
ultimar á los infelices heridos. A esta altura del combate se
ordenó al coronel Domínguez que, con la 5^ y 6^ brigada ar-
gentina, atacase la trinchera que se destacaba en una altura de
a estrecha vía á que daban contomos sombríos las tupidas
arboledas y íispecto aterrador el rebote incesante de la metralla
que la barría en toda su extensión de cuatrocientos metros.
Marcharon aquellos bravos al sacrificio orilleando el monte y
protegidos por el Batallón Florida, y al enfrentar la posición
enemiga un furioso fuego de fusilería y metralla diezmó sus
filas, pero animados por Ivanowsky, Palacios, Caraza, Giuffra y
sus denodados oficiales, cerraron los claros con vibrantes ¡viva
la patria! para arremeter hasta medirse brazo á brazo con los
valientes defensores de la posición que impedían su escala-
miento á bayonetazos, golpes de escobillón, á botes de lanza y
filo de sable, hasta que la resistencia inquebrantable fué doblada
por la intrepidez y esfuerzo sobrehumano de los asaltantes que
- 182 —
hicieron flamear gloriosamente sobre aquel baluarte las bande-
ras agujereadas de los batallones Córdoba y San Juan.
Retomaron los paraguayos con fuerzas de refresco, mandados
por el general Díaz, y nuestros batallones, exhaustos de fatiga,
sin municiones ni la protección inmediata que debió apoyarlos,
retrocedieron imponiendo al enemigo con su arrogancia y dis-
putándole el terreno árbol por árbol hasta la primera posición,
de la que horas antes habían partido á ejecutar el avance tan
temerario como irreflexiva y estérilmente ordenado por el ge-
neral Venancio Flores.
Cuando se tuvo noticia en el campo aliado que la división
del coronel Domínguez se hallaba seriamente comprometida,
fué desprendida la 4*'^ división del T cuerpo argentino con
orden de prestarle apresuradamente apoyo y, al llegar, condu-
cida personalmente por el general D. Emilio Mitre, al punto
avanzado en que se hallaba el general Flores, éste le ordenó
que: atacara la trinchera,
*Si es una orden, general, la cumpliré, respondió el arro-
« gante jefe argentino; pero debo observarle que la fuerza es
« i7tsuficiente y será rechazada pues desde la vigía acabo de
« presenciar la concentración de grandes masas sobre la linea
« del Sauces.
Se dará el real alcance á la previsión del general Emilio
Mitre teniendo en cuenta que la división que se mandaba al
fuego estaba sólo compuesta por: el «2 de Infantería», al mando
del mayor Borges en razón de hallarse el comandante Orma
al frente de la 1^ brigada; 1° del 3^ de guardias nacionales, á
órdenes dé Mateo Martínez; 9 de infantería de línea con el co-
mandante Calvete y dos compañías del 3^ de Entre Ríos co-
mandadas por Pedro García.
No obstante lo razonable de la indicación y á pesar de que en
esos momentos se anunció la llegada de la división rechazada,
el general Flores insistió: *Hay fuerzas comprometidas y es
necesario salvarlas^ .
^Está bien, general, pero en ese caso, preguntó con firmeza
el general Mitre, si soy rechazado, insisto en el ataque?*
«iVc? general, se retira*.
- 183 —
Antes de lanzar sus bizarras tropas en aquella senda de muerte,
el general Mitre, las arengó con palabra sincera y candente en
que vibraba el entusiasmo de su alma templada al recuerdo de
las pasadas glorias.
Avanzaron los cuerpos por la vía que habían jaloneado luctuo-
samente los cadáveres de miles de argentinos y brasileños y al
llegar al recodo del monte reorganizaron sus líneas ya casti-
gadas por la artillería de Paso Gómez.
Las diversas faces de este combate, en que hubo lujo de he-
roísmo, han sido, con el calor propio de un patriota, descritas
por el señor general D. José Ignacio Garmendia. Es, pues,
oportuno ceder la palabra á aquel luchador de la cruenta guerra:
«El «2 de línea», en columna cerrada, marchó á vanguardia
siguiendo por el costado derecho del ancho camino; más á re-
taguardia y sobre el costado izquierdo, avanzaba en la misma
formación el P del Ser. batallón porteño bravo y entusiasta,
mandado por un viejo de corazón esforzado, que vive como un
recuerdo santo en el pecho de sus camaradas.
Mientras tanto los paraguayos habían reconcentrado grandes
masas sobre el potrero del Sauce y esperaban con la mecha
encendida y las punterías hechas que se agolpasen nuestras
tropas á la vía para barrerlas con el fuego infernal que domi-
naba completamente aquel camino irregular, que en forma de
embudo seguía la proyección de la metralla.
El coronel Argüero, con el entusiasmo de un joven, se puso
á la cabeza de la escalonada columna, y avanzó resueltamente.
No bien desembocó en el boquete y enfrentó la batería aquella
masa de carne humana, fué recibida por un fuego horrible de
mosquetería y metralla, que horadando hombres, atravesaba
toda su extensión para ir á incrustarse, tal vez, en las últimas
hileras; claros que se abrían entre el dolor y la agonía y se
cerraban en silencio á la voz seca de sus oficiales. Desde el
primer momento la sangre corrió á torrentes y Argüero, Martí-
nez, Orma y Borges y otros tantos se hicieron dignos de las
tropas que mandaban.
Al comienzo de la lucha es herido el comandante Orma,
jefe de la 7^ brigada, y al retirarse le ordena al comandante
- 184 -
Martínez que tome el mando de esa unidad de fuerza y se
ponga á la altura del «2 de línea», que sigue más á vanguardia,
despedazado ya por los proyectiles; y el coronel Argüero le
hace decir también que la batería enemiga está en nuestro
poder. Vana ilusión de aliento, para disimular aquel sacrificio
inútil que conquistó una gloria sin provecho.
Los dos batallones comprometidos en esta crítica situación,
solos en la boca del lobo, avanzaron contestando con un fuego
desigual el mortífero de la trinchera, de los flancos, de todas
partes; detrás de cada árbol un fogonazo, enormes proyectiles
que cruzaban rugiendo como una jauría de tigres; se tropezaba
en los muertos; los lamentos se confundían con las detonaciones,
y aquel modo de morir era tan bárbaro que sólo el aturdimiento
de la batalla puede hacer soportar como un autómata espectáculo
tan commovedor.
El «2 de línea», que seguía á vanguardia sobre el costado
derecho, marchaba con el empuje de los veteranos y el estoi-
cismo de la disciplina. Aquellos altivos soldados, devorados por
el fuego de sus gloriosas tradiciones, impasibles desafiaban la
muerte como el rudo cumplimiento de su deber.
Esa masa obscura, nerviosa, automática, envuelta en una nube
de blanquecino humo, de cuyo centro se erguía como una va-
nidad ostensible la bandera de los argentinos, ilesa en la honra
de las batallas, refulgente por sus victorias y noble por su cuna,
representaba allí á dos glorias de Buenos Aires como para
completar el cuadro de los heroicos sacrificios de la República.
Los dos cuerpos casi á la misma altura^ avanzaban ganando
terreno, dejando á cada paso un reguero de abundante sangre.
El intrépido Borges acababa de ser herido y tomaba el mando
de su cuerpo el capitán Saez. Y esos dos grupos, tan bravos
y tan constantes, soportando toda la atrocidad de un combate
desigual, continuaron la ascensión gloriosa de la inmortalidad-
Las dos columna sagrupadas en fragmentos, en formación irre-
gular, aturdidas por el estampido del cañón y la embriaguez
de la sangre, é impulsadas por su propia fuerza cívica alcan-
zaron en desorden hasta el pie de lá trinchera.
- 185 -
Una tropa paraguaya que estaba oculta para sostén de los
defensores, se levantó de repente y rompió en una descarga
voraz. A la sorpresa de esta detonación unísona siguió un se-
gundo de silencio y en seguida un fuego mortífero. Debajo de
la nube de humo que envolvió á los asaltantes se pudo ver
entonces un espectáculo aterrador.
El suelo acababa de ser cubierto con nuevos muertos y mo-
ribundos; éstos últimos se habían mezclado á más de trescientos
de los caídos en los combates anteriores.
Nuestras tropas rompieron un fuego certero, que barrió la
artillería enemiga; pero nuevamente reforzados los paraguayos
contestaron con mayor ventaja, y se vio al mismo tiempo á sus
numerosas reservas, allí en el fondo del abra del Potrero
Sauce, que con el arma descansada esperaban tranquilamente
nuestra entrada.
Estas reservas, colocadas al alcance de los proyectiles, sufrían
continuas bajas.
A pesar de haber nuestra ofensiva dominado un momento con
su influencia moral, no se adelantó un paso porque el enemigo
aumentaba cada vez más el poder de la resistencia.
En el «2 de línea». García, Racedo, Molina, Sáez, Chouciño,
capitanes educados en aquel cuerpo, animaban sin descanso á
su tropa, fatigada de tan desigual combate.
Una granada de 68 levanta una mole de tierra que, dando
contra el cuerpo del capitán Molina, lo lanza por el suelo á
cierta distancia; todos los creen muerto, pero resucita el capi-
tán del «2» lanzando un sarcasmo oportuno en el que demues-
tra su calma estoica, y se pone de nuevo al frente de su com-
pañía, animándola con más bríos.
Aquellos dos batallones, hermanados por el peligro y el sacri-
ficio, noble abnegación que tenía en perspectiva el martirio, pre-
sintiendo lo imposible de la empresa, empiezan á sentir los som-
bríos efectos de una victoria inabordable. Un momento más y
se dirá de ellos / Ya fueron!. Dantas comprende aquella situa-
ción y se arroja con la bandera á la trintera, pero una bala
enemiga previene tanta audacia y le tritura fuertemente una
- 186 -
mandíbula; se desploma sin soltar el trapo sagrado que oprime
aun con las últimas fuerzas que le quedan. C)
La enseña de Mayo ha caído al lado de ios paraguayos, que
ansiosos la codician sin atreverse á saltar el parapeto; pero al
instante se precipitan sobre ella el capitán (iarcía y el subte-
niente Bosch. García la toma primero, pero Bosch ejecuta el
primer movimiento para arrancarla al moribundo y exclama
conmovido: «Capitán, yo soy más subalterno, cédame ese honor».
Y el capitán García, abrazándolo, le dice con gravedad:
«Subteniente la llevaremos los dos y si Dios no nos ayuda
«será nuestra gloriosa mortaja».
Los batallones retrocedieron sin guardar formación en un
desorden silencioso y el supuesto cadáver de Dantas quedó
extendido al pie de la trinchera. (*)
Entonces se vio volver de uno de los grupos que se retira-
ban, un soldado de aspecto varonil y sudoroso; se detuvo un
momento, lanzó una mirada indescriptible al campo enemigo;
una resolución suprema convulsionó su espíritu en ese instante,
y, venciendo la vacilación de la vil materia con un arranque
sublime, se aproximó rápido al moribundo abanderado, lo tomó
por debajo de los brazos, levantándolo con fuerza hercúlea y
echándoselo á la espalda echó á correr. Se oyó en ese mo-
mento una voz estentórea que gritó en guaraní: *No maten á
ese patas blancas^. Enrique Flores, asistente de Dantas, había
conmovido con su abnegación un corazón paraguayo».
(') En este recio combate la bandera del «2» recibió once balas en las fajas azules,
tres en la blanca, tres cascos de metralla en el sol y dos balas en el asta. Este
fjlorioso paflo se quemó el arto 1881 cuando el incendio del Hospital Militar en
Chocle Choel, salv.'indosc de ól la parte correspondiente .1 la nariz del sol, resto
que es religiosamente conservado por el jefe del cuerpo teniente coronel D. José
M. Castro. *Cota del autor.
(') Este movimiento de retroceso se operó en virtud de órdenes expresas que
recibió el «2 de infantería», como lo atestijíua el sip:uiente párrafo del parte pa-
sado por el ííeneral ü. Emilio Mitre: «La carjra de la 7* bri^rada, compuesta del
« 2 de línea y 1° del H** sobre la misma trinchera, llegando al mismo pie de ella
« á pesar del horroroso fueíío con que el enemigo la recibió, aun cuando no pudo
« dominar este obstáculo, supo, no obstante sostenerse sobre el foso hasta reci-
« bir orden de retirarse, lo que efectuó en el mayor orden al mando del teniente
t< coronel D. Mateo Martínez, quien realizó esta delicada operación con una se-
» renidad diurna de sus antecedentes y á pie, pues al llcgrar á la trinchera le hi-
« cicron á boca de jarro un tiro de metralla que mató el caballo que montaba y
« el de su ayudante capitán D. Benjamín Madeiro» Xota del autor.
— 187 -
Con más de la mitad de su efectivo fuera de combate; heri-
dos el comandante Orma, mayor Borges, los tenientes Santia-
go Moritán y Pedro Chenaut y los subtenientes Augusto Pati-
no y Julio Dantas; muertos los ayudantes mayores Juan B.
Reyes y Mariano Villalón y cuarenta y seis héroes ignorados
continuó el «2 de Infantería» alejándose de aquel antro de la,
muerte, del que lo había arrancado la orden expresa del ge-
neral D. Emilio Mitre, y debatiéndose contra el aleve enemigo
que se ensañó en sus deshechas filas, ocultándose entre la sel-
va para herir á mansalva, hasta que concurrieron fuerzas del
2° cuerpo á sostener su retirada.
Con el sacrificio estéril (*) de estos veteranos ordenado in-
consultamente por el general Flores, no obstante haberse al-
canzado en la mañana de ese día el objetivo de la acción, que
no era otro qua destruir las obras de fortificación pasajera que
flanqueaban á los aliados, puede decirse que se cerró aquel
luctuoso episodio que si bien puede escribirse con letras de
oro en la historia, representa, en cambio, una gloria tan cruen-
ta como infecunda.
Este hecho de armas costó solo á la 4*'^ división del 2^ cuer-
po seiscientas veintidós bajas (*) y ante esas pérdidas irrepa-
rables pudo con justicia indudable decir el general D. Emi-
lio Mitre en el parte oficial, al hacer mención especial de la 7*
Brigada de esta unidad que sobrellevó el mayor peso del sa-
crificio:
« El valiente coronel D. Luis María Argüero, que dirigió la
« carga de que se hace mérito, obrando siempre según mis ór-
« denes é instrucciones, cayó gloriosamente muerto al pie de
O No reportó otra ventaja á los aliados el empecinamiento del general Flores
en enviar uno tras otro los batallones argentinos á estrellarse en la trinchera que
la de guarnecer las posiciones tomadas por los brasileños el 16 fó sea el primer
segmento) con artillería y más tarde mandar abrir una picada hasta la margen
del río, enfrentando al fondeadero de la escuadra. Estos resultados relacionándo-
los con lo que importaron son los que obligan á motejar el proceder ligero del
jefe oriental.
(•) Se descomponían así:
Muertos: 1 Gefe; U Oficiales y 18b soldados.
Heridos- 6 id. 26 id. y 389 id.
Como antes lo afirmo las bajas totales de los aliados alcanzaron á cuatro mil
seiscientas veintiuna, desde jefes á soldados.
- 188 -
« la trinchera enemiga, junto con ios oficiales y soldados de
« ambos batallones que en ese día conquistaron con su sangre
« y con su heroica conducta un timbre de imperecedera gloria
« para las armas argentinas».
CT7BVPAZT7 7 ICOVDCENTO DS FLANOO
Planes del direotor de la guerra — X^éroito 7 marina — Obras de de-
fensa — Toma de Ouruzú — Error de Porto Alegre — Abnegación
de Mitre — Beconooimientos — Preparativos para el asalto — Pro-
mesas de . Tamandaré— ¿Ineptitud ó oobardiaP — Falsa señal — £1
asalto — Heroísmo de los combatientes — Sacrificio estéril — En re-
tirada — lia cubre el c2 de Infantería» — Oausas del fracaso — Los
grandes culpables — £1 fallo de la historia — Marcha de flanco —
Actitud decidida — Reconocimiento de un paso — Apoyo del «2»
— Combate de Tuyú-Ouó — Ordenes á la escuadra — Reiteración de
las mismas — Avance de la armada — Ocupación de Paso-Pucú.
Después de la batalla de Tuyuty el general en jefe se empe-
ñó decididamente, y procuró hacer arraigar la idea entre sus
colaboradores de la alianza, en ejecutar un movimiento de flan-
queo que rebalsara la derecha de las posiciones artilladas de
López para tomarle la retaguardia y al propio tiempo cortarle
su línea de comunicaciones, reduciéndolo á una situación real-
mente precaria; operación para qué se calculaban suficientes
treinta mil combatientes; pero fallaron los elementos de movili-
dad y esta acción hábilmente coordinada hubo que postergarla.
Los que, con mayor entusiasmo, apoyaron este plan (generales
Flores y Osorio) más tarde lo desecharon, influenciados quizá
por la opinión contraria del almirante Tamandaré que, en todos
los consejos áulicos, ofrecía no dejar piedra sobre piedra de las
posiciones enemigas, y, en la mayoría de las acciones, hizo
tronar sus cañones con resultado negativo.
— 190 -
Y así, desgraciadamente, sucedía en efecto; mientras que los
aliados, argentinos, orientales y brasileños, con igual valor y
abnegación desafiaban á diario en tierra peligros y penalidades
de todo género, daban y recibían la muerte hora por hora con
estoicismo realmente admirable; los marinos imperialistas ence-
rrados entre las resistentes bordas de sus acorazados y moni-
tores, ejemplarizados por la apatía de Tamandaré, entretenían
sus ocios con el aparejo y las líneas ó hacían sentir su presencia
al vocerío ¡par agua!, ¡par agua! con que los unos á los otros
se anunciaban la aproximación de algún primitivo torpedo que
las seides del tirano fiaban á los caprichos de la corriente.
Esta inacción obligaba la del ejército, que falto de medios
propios de movilidad no podía disponer de los caballos de va-
por de la armada porque, fuerza es decirlo, el almirante, según
lo patentizaban todos sus actos, revelaba el preconcebido pru-
rito de no exponer las corazas de sus buques á ser abolladas
en una acción ofensiva, manteniéndolos fielmente en la actitud
que cuadraba á «pasivos auxiliares*.
Hubieron de c¿imbiar este estado las imperiosas órdenes que
se impartieron á la escuadra para que se pusiera á tiro de me-
tralla de Curupaity y bombardeara las baterías; pero la demos-
tración de ésta revistió tales caracteres de ineficacia (') que sólo
sirvió para hacer comprender á López que aquélla posición
flaqueaba por su flanco y, en consecuencia, dispuso la construc-
ción de la trinchera y batería de Curuzú que protegieron el
punto vulnerable. (*)
Mientras López se preparaba á todo evento para la defensiva,
en el campo aliado se decidió el ataque definitivo á Curupai-
ty (*) el que debía ejecutarse en combinación con la escuadra
y tomtmdo previamente á Curuzú; función de guerra que realizó
(^) A este respecto decía el general Mitre en su bien fundada ((memoria para
el pasaje de Humaytá». «Cuando posteriormente el ejército de operaciones se
« vio obligado á la inacción en Tuyuty. por falta de elementos de movilidad, re-
(( querido por los generales aliados el almirailte para efectuar nn bombardeo so-
(( bre Curupaity, se comprometió á ello; pero tampoco lo intentó, lo que dio lugar
« á que se fortificase la posición de Curuzú. hasta entonces descubierta».
^) Fué artillado con dos cañones de á 32 y uno de A 8 y guarnecido con 2.500
hombres con tres piezas volantes. Todo al mando del general Díaz
(') Tratado en la «junta de guerra» del 16 de agosto y la complementaria del
28 del mismo mes
- 191 -
brillantemente el barón de Porto Alegre el 3 de septiembre.
Sus tropas comenzaron el ataque con el agua al cuello y toma-
ron á los paraguayos por el frente y flanco, obligándolos así
á abandonar las posiciones en completo desorden; pero este
triunfo, que costó mayores víctimas que las calculadas de ante-
mano debido á haber fallado la acción ofensiva de la escua-
dra, (*) no fué explotado convenientemente por el distinguido
jefe brasileño, que en ese mismo día pudo también apoderarse
de Curupaity sin pérdidas sensibles. Las razones por qué no lo
efectuó no han sido aun suficientemente dilucidadas, y es, pues,
lógico inclincirse ante su afirmación de descargo en la que ar-
güyó que el cansancio de la tropa lo había obligado á dete-
nerse en la primera posición conquistada. (*)
Estos errores y las deficiencias subsiguientes produjeron el
gran desastre; de cuya magna responsabilidad ha liberado ya
•la opinión justiciera al general argentino que, con abnegación
realmente indecible, soportó durante treinta y cinco años de
silencioso estoicismo los cargos graves que le enrostraron pro-
pios y extraños hasta que la calumnia lo obligó á descorrer una
punta del velo y anonadó á sus oficiosos detractores con reve-
laciones incontrovertibles que serán, sin duda alguna, una mí-
nima parte de las grandes verdades que encierra el archivo
que con patriotismo altruista tiene lacrado, pero que, tarde ó
(*) «Cuando por sus indicaciones se incorporó la columna del Alto Uruguay al
« ejército y por su opinión se iniciaron las primeras operaciones combinadas por
« el Río Paraguay, el cuerpo de ejército que dio el asalto de Curuzú tuvo <iue
« sufrir todo el fuego de la artillería enemiga, por no haber sido eficaz el fuego
M de la escuadra sobre sus baterías, donde solo desmontó una pieza, siendo las
tt bayonetas la que obtuvieron el éxito á costa de mayor sangre que la que debió
« perderse en esa jornada, á lo que se debió no poder sacar todas las ventajas
« que de otro modo hubiera dado». (General Mitre— Memoria antes citada).
(*; «Si hubiera continuado la persecución podía haber pasado por Curupaity
« sin perder un hombre; habría tomado la batería, quedándole aún doce mil sol-
« dados para caer sobre la retaguardia de López.— Los aliados en e^a día hubic-
« ran tomado inevitablemente todas las posiciones paraguayas y destruido su
« ejército». (Jorge Thompson— Guerra del Paraguay).
«Las trincheras de Curuzú eran las que defendían á Curupaity por el lado de
« tierra-, tomadas éstas no había nada más fácil que el que los aliados se apode-
« rasen de Curupaity y tomando Curupaity quedaba el ejército paraguayo com-
« pletamente cortado. Fué después de la toma de Curuzú que se hicieron las
« trincheras de Curupaity. trabajando á gran prisa noche y día». (Declaración del
« general Resquin. después de ser tomado prisioneroj.
- 192 -
temprano, auscultará la crónica para aquilatar los errores ó
aciertos, los méritos ó responsabilidades de los que han preten-
dido adelantarse á la depuración que el crisol de la historia
hará de sus actos.
Conforme á lo deliberado en el consejo que resolvió el asalto,
el general en jefe se trasladó el 10 de septiembre á Curuzú
con las fuerzas argentinas destinadas á ejecutarlo, conjunta-
mente con el cuerpo de ejército que comandaba Porto Alegre;
y las que obedecían directamente las órdenes del general don
Emilio Mitre fueron acta continuo destinadas á reconocer las
posiciones enemigas. Estas exploraciones se repitieron hasta
el 16, actuando en dos de ellas el «2 de Infantería», sin ser
hostilazadas las fuerzas por el enemigo, á pesar de aproximarse
á til o de metralla de sus líneas.
Las últimas disposiciones para la operación decisiva fueron
discutidas y aprobadas en la junta de guerra del 8 de septiem-
bre >, contrariando una vez más la tendencia del general Mi-
tre, que creía prudente y estratégico prescindir de Curupaity
para envolver al adversario, se resolvió definitivamente que el
asalto se realizaría el 17, avanzando los argentinos y brasile-
ños por Curuzú, mientras que el general Flores con la caballe-
ría amenazaría la retaguardia del punto atacado y Polidoro
haría una manifestación enérgica por Tuyutí.
Acepió el general en jefe este ataque combinado sólo'cuando
Tamandaré, empleando la frase que muy frecuentemente gas-
taba, prometió solemnemente: Amahá descangalharei ludo isto
eni duas horas; lo que equivalía á garantizar que los asaltantes
llegarían á las trincheras paraguayas para posesionarse de las
ruinas en que las convertirían los formidables cañones de la
armada.
Amaneció el día 17. Argentinos y brasileños se prepararon
para arrojarse sobre las líneas enemigas; pero los cañones que
debían desbaratar las defensas que las ceñían permanecieron
mudos; dando lugar á López para que convirtiera en inexpug-
nables las obras que aún tenía en ejecución. (*) Al «día nublado»
(}) Recién el 10 de septiembre y aprovechándose del error de Porto Alegre dis-
puso López se abriera la trinchera que ciñó á Curupaity y serpeaba á lo largo
- 193 -
atribuyó el almirante Tamandaré su inacción injustificable y
como en la tarde sobrevino un copioso aguacero, que persis-
tió hasta el 20, fué indispensable deferir la operación al 22.
Los ecos de un furioso y ensordecedor bombardeo anunciaron
á las fuerzas de tierra al amanecer del día citado que la escua-
dra llenaba el primer número del programa, y al cruzar el sol
el meridiano la nave almirante hizo la señal convenida (*) y Ta-
mandaré comunicó al ^neral en jefe haberle despejado el ca-
mino arrasando completamente las trincheras. (*)
de la escarpada barranca, abarcando una extensión de dos mil yardas. En la
tarde del 21 de septiembre quedó este trabajo concluido; cavado el foso de seis
pies de profundidad y once de ancho; colocada en posición toda la artillería y
terminada la formación de los abatíes que completaron las defensas. Cuando el
«2 de Infantería*, con otros cuerpos argentinos, efectuó el reconocimiento de que
antes me ocupo recorrió sin sufrir hostilidades, sitios que seis días después eran
materialmente barridos por la metralla. Este antecedente y la circunstancia de
que los exploradores no notaron ninguna de las grandes obras que después apa-
recieron corrobora aún más la afirmación del texto.
(') «Creemos haber dicho antes, y lo repetimos ahora, que esa seflal importaba:
« 1° La destrucción ó dominio absoluto de las baterías de la costa, 2° Quedar
» expedito el pasaje del río, interceptado por una fuerte palizada de vigas. 3° Que la
t escuadra, remontando el río á altura conveniente, había enfilado las líneas que
< iba á atacar el ejército, destruyendo ó inutilizando, en gran parte, á la artillería
< enemiga». (Comentarios del señor Ángel Estrada á la obra de Jorge Thompson).
(>) En 1867 el general Mitre lo afirmó en la Memoria que antes he citado. He
aquí sus palabras, que no han sido ni serán levantadas por los que se empeñan
en tergiversar los hechos:
« Posteriormente, cuando el asalto de Curupaity (que fué consecuencia necesa-
ria de la toma de Curuzú y de no haberse podido atacar y tomar inmediata-
mente aquella posición) el almirante al combinar sus medios con los del ejército
de tierra, se comprometió á dominar en cuatro horas de fuego las expresadas
baterías de Curupaity, salvando la estacada y batiéndolas desde más arriba,
para facilitar el asalto al ejército, ahorrar la efusión de sangre y abrirse el ca-
mino para seguir inmediatamente hasta Humaitá. El bombardeo fué corto é
ineficaz, y la escuadra no subió hasta donde podía y debía para conseguir el
objeto que se tenía en vista, no obstante que dos acorazados salvaron la esta-
cada. Si la escuadra hubiera hecho entonces lo que ha efectuado hoy el almi-
rante Ignacio, pasando con la escuadra acorazada más arriba de Curupaity,
cuando esa posición estaba menos fortificada y menos artillada por el lado del
agua, y si á la vez de esto el bombardeo hubiese sido más eficaz, no hay duda
que aun sin llegar hasta Humaitá, la empresa de Curupaity hubiera tenido
otro resultado. Esto sucedió, no precisamente porque el almirante no quisiese ó
no creyese concurrir eficazmente á la operación, sino simplemente porque se
equivocó en cuanto á los medios, pues poco antes de emprenderse el asalto y
cuando la escuadra cesó el fuego, enarbolando el almirante la señal de que ha-
bía llegado la oportunidad de darlo con ventaja, me mandó decir verbalmente al
vizconde de Porto Alegre y á mí, que las baterías de Curupaity estaban comple-
tamente dominadas por sus fuegos, desmontadas sus baterías por la parte del
río (el acorazado «Brasil» tuvo poco después que retroceder ante ellas con gran-
— 194 —
Con tales seguridades rompieron el aire las vibrantes notas
del clarín que lanzó á cuatro garbosas columnas al asalto de
la posición en que sólo había inutilizado ¡un cañón! el formi-
dable bombardeo de la armada. (*)
Las dos columnas de la izquierda se componían de tropas
brasileñas, las de la derecha pertenecían al ejército argentino;
de manera que la base del ataque, ' que la formaban las dos
centrales, era mixta. A la derecha de las fuerzas asaltantes mar-
chaba la 8''^ brigada de la 4* división del 2^ cuerpo y le servía
de reserva la 7^ brigada, que la constituían el «2 de Infantería»
y el P del 3^ de guardias nacionales.
Nuestros batallones, derramados en dos soberbias columnas,
forzaron bajo el fuego de fusilería y cañón la primera línea y
avanzaron con tanto denuedo, con tan magestuosa indiferencia
ante el peligro, que hicieron flaquear al adversario oculto
en las fortificadas posiciones; pero, reprimido severamente ese
terror pasajero por los jefes y oficiales paraguayos, lanzaron
sobre los asaltantes un infernal alud de hierro y plomo, preten-
diendo detener aquellas falanges que impertérritas cerraban
sus claros y continuaban acometiendo con bríos de leones y
aliento de titanes para procurar luego franquear lo inexpugna-
ble de la línea de abatíes que obstruían el acceso á la trinchera,
sistema de defensa que en asalto franco no había sido jamás
dominado por ningún ejército del mundo.
Con temerario tesón, sugestionadas por el deber y el entu-
siasmo, lograron algunas fuerzas abrir boquetes en las talas de
árboles frescos y se lanzaron en aquel torbellino de rayos para
ser sacrificadas por el plomo que se hundía en los viriles pechos al
propio tiempo que los fogonazos los tostaban; pero, todo empeño
fué vano, era inútil luchar contra un imposible, y el arrojo, que
exteriorizó tan inmenso desprecio por la vida, resultó estéril.
« des averías) y que en su concepto el enemigo habia evacuado la posición por los
* estragos que le había causado el bombardeo de la escuadra, según se veía desde
' lo alto de los mástiles Bajo estas seguridades se emprendió el asalto, no obstante
« que los generales de tierra veían bien que ni la posición estaba evacuada ni la
« artillería enemiga dominada».
(') Una bala de 150 dio sobre una pieza de ocho pulgadas, colocada en la bate-
ría del río, llevándole el segundo cuerpo y desmontándola. López la hizo arre-
glar y sirvió posteriormente para tirar metralla.
' - 195 -
Nuevos batallones se adelantaron á recibir la muerte en la
boca de los fusiles y cañones enemigos, hasta completar vein-
ticuatro masas que vertieron tan abundante y generosa sangre
que servirá para recordar en todas las edades el nombre de
ese drama de luto y heroísmo.
El general en jefe que había seguido dentro de la línea de
fuego {') la progresión del combate, conceptuó inconveniente
comprometer las reservas generales contra un enemigo que
permanecía invisible tras del alto parapeto, y ordenó la retirada
de los que habían sobrevivido á la gran catástrofe.
Mientras que las legiones diezmadas soportaban en aquella
marcha retrógrada, en que cedieron el terreno palmo á palmo,
el fuego incesante y más certero con que las despedía el ad-
versario, se escuchaban más allá de las trincheras los alaridos
salvajes de una alegría desenfrenada y las dianas de victoria
con que el sarcasmo de la guerra dominaba los ayes desga-
rradores de I03 mutilados y los extertores agónicos de los que
habían encontrado tumba envidiable á la sombra del lábaro sa-
grado de la patria.
El «2 de Infantería» O que formaba en el primer escalón de
las reservas y había estado hasta ese momento soportando im-
pasible los golpes de metralla que abrieron once sensibles cla-
ros en sus filas, avanzó á tomar nuevas posiciones para proteger
con un antemural infranqueable el tétrico desfile de los batallo-
nes deshechos, que caminaban revelando el cansancio angustio-
so de la jomada pero imperturbables, aun erguidos, porque te-
nían la conciencia que sólo el infortunio podía haberlos detenido.
{}) A escritores paraguayos se debe la aseveración que el general Mitre per-
maneció resguardado en Curuzú. Es absolutamente falsa y antojadiza. Desde el
principio del combate siguió sus peripecias bajo los fuegos de las baterías para-
guayas. Tuvo el caballo herido de metralla y se vló precisado A desparramar su
estado mayor para que no sirviera de blanco compacto al cañón. Su proximidad
á las líneas enemigas dio lugar á que el rebote de una bala de grueso calibre cu-
briera de lodo á su ayudante, el hoy coronel Eudoro J. Balza, en momentos que
le transmitía una orden.— Qué mal lo tratan los paraguayos que sólo le tiran con
barro, le dijo con esa calma granítica que lo distingue e*n lo más álgido del pe-
ligro.
(*) Era mandado accidentalmente por el capitán Pedro Palavecino, por hallarse
heridos sus dos jefes. También se hallaban ausentes por la misma causa, los te-
nientes Moritán y Chenaut y los subtenientes Patino y Dantas. Con licencia se
encontraba el de igual graduación, del Valle.
- 1%~
Cuatro horas duró el desventajoso duelo en que derramaron
su sangre íjenerosa dos mil setenta y ocho argentinos y otros tan-
tos brasileños que, al fraternizar una vez más en el campo de
batalla, rivalizaron con nuestros soldados en la impetuosidad
5' brío del ataque y si en el desastre no cayó también envuelta
la alianza se debió exclusivamente á la abnegación con que el
general Mitre silenció é hizo silenciar los cargos.
Pero la hora de las reivindicaciones ha llegado, provocada
por los detractores que pretenden insensatamente vulnerar á
nuestro glorioso ejército y empequeñecer la arrogante figura
militar de su general en jefe, y no debemos ni podemos subs-
traemos á la obligación de hacer pesar la responsabilidad his-
tórica sobre los reales y verdaderos culpables del fracaso que
se produjo:
1° Porque el 17 consideró Tamandaré el «día nublado» para
comenzar la acción, dando así tiempo á López que reforzó é
hizo inexpugnables las obras de defensa.
'2? Porque el mismo almirante dio el aviso convenido de ha-
ber arrasado las baterías é inutilizado á la artillería paraguaya
cuando sólo había desmontado uno de sus cañones. Mediante
tan falsos datos, fueron lanzados al sacrificio argentinos, orien-
tales y brasileños.
3° Porque el general Polidoro no hizo porTuyuty la demos-
tración enérgica á que se comprometió y permitió con su inac-
ción que López dispusiera á su arbitrio de las fuerzas que, para
contenerlo, hubiera tenido que distraer; y
4° Porque el general Flores, oblicuando con la caballería hacia
la derecha en vez de dirigirse á la izquierda como se le había
ordenado, no amagó la retaguardia de López para llamarle la
atención y coadyuviu* al éxito del ataque de frente con la con-
siguiente sorpresa que hubiera aquél experimentado.
En fin, mientras la personalidad espectable del general Mi-
tre, que han osado deprimirla los interesados en desfigurar la
verdad histórica ó los ignorantes, se engrandece á diario, la
sangre tan estérilmente vertida en Curupaity enrojecerá inde-
leblemente y ante la evidencia de los hechos indestructibles,
las charreteras de Tamandaré, Polidoro y Flores.
- 197 -
DE TUYUTY A TUYU-OUE
Condenado á la inactividad y á las consecuencias siempre
deplorables que la inacción trae aparejadas para las tropas en
camapaila; soportando el azote del cólera, experimentando á
diario el bombardeo y las insignificantes escaramuzas que las
fuerzas enviadas en servicio de exploración libraban con las
avanzadas enemigas, permaneció el «2» campado á la derecha
del grueso del ejército argentino, durante diez meses, hasta
que la «junta de guerra* celebrada el 21 de julio de 1867, deci-
dió ejecutar el movimiento de flanco que tanto había auspicia-
do el director de la guerra y consistía en atacar las posiciones
paraguayas por el lado este, despuntando á ese efecto el Es-
tero Bellaco, por el Paso Tío Domingo.
Al día siguiente tomíiron la vanguardia los brasileños y for-
mando el ejército argentino, con un resto insignificante de
orientales, la columna principal, se pusieron en marcha, ori-
llando esta última el costado norte del Rstero Bellaco; mien-
tras que la primera, que alteró el orden convenido de las mar-
chas, lo hizo por el sur. El general D. Juan Andrés Gelly y
Obes reclamó de esta transgresión y como se le contestara
aconsejándole que contramarchara á Tuyuty, se negó terminan-
temente íi hacerlo, (') salvando con su viril y decidida actitud
el movimiento en ejecución, no obstante que su resolución lo
ponía en el trance de seguir avanzando expuesto á ser atacado
en condiciones que le serían sumamente desfavorables y en si-
tuación de tener que bastarse á sí mismo.
En este orden, desventajoso para nuestros soldados, se con-
tinuaron líis marchas hasta el día 26, en que dio principio el
marqués de Caxías al pasaje del Bellaco por el Paso Fretes.
Para reconocer el paraje y preparar esta operación, el ma-
riscal había adelantado una compañía de ingenieros brasileños
á la que oportunamente apoyó el general Gelly y Obes con el
(») "Fué resuelto en junta de jruerra que debíamos se«:uir por este camino y
* por nuestra parte hemos cumplido lo ordenado. Los ejércitos arjjentino y oricn-
* tal bajo mis órdenes, no retrocederán. Pediré una bripada de caballería al mar-
* qués de Caxías y seguiré el camino acordado allanando cualquier inconveniente»
contestó el general argentino con entereza.
— 198 -
«2 de Infantería» y un escuadrón del 3 de caballería, medida
que produjo el inmediato retiro de las avanzadas enemigas.
Llegados los aliados al Paso Tío Domingo, que no es tal,
sino el despunte del estero, contramarcharon el 28 para coro-
nar el movimiento y el 31 libraron á los paraguayos el com-
bate de Tuyú-Cué, en que no actuó el «2 de Infantería».
Al día siguiente, y á raíz de una ausencia temporaria, obli-
gada por asuntos que involucraban á la presidencia de la Re-
pública, se hizo cargo el general Mitre del comando en jefe, y,
como notara que, aprovechando su alejamiento, se había alte-
rado el plan de campaña acordado, omitiendo el apoyo fluvial
para las operaciones de tierra, ordenó el o de agosto terminan-
temente que el Paso de Curupaity y luego el de Humaytá, fue-
ran forzados por la escuadra. El almirante Ignacio, que había
reemplazado á Tamandaré, observó que aquella operación era
grandiosa y peligrosísima, dándole al propio tiempo linea-
mientos de sobrehumana; lo que indujo al director de la gue-
rra á controvertir las afirmaciones de aquel marino, en un lu-
minoso estudio que abarcaba todos los tópicos de la cuestión
naval en debate con argumentos incontrovertibles y datos de
matemática precisión, para terminar reiterando la orden de que
se ejecutara el avance «bajo su responsabilidad».
El pasaje de la primera posición se efectuó tal como el ge-
neral Mitre lo pronosticó con algunos meses de anticipación, es
decir, sin perder un buque y con solo doce bajas en las tri-
pulaciones C) y más tarde, á raíz de hesitaciones y temores que
resultaron pueriles y mediante nuevas conminaciones del ge-
neral Mitre, pasaron los acorazados bajo los fuegos de Hu-
maytá, para darse aguas arriba, la mano con el ejército de
tierra.
Estas y las anteriores maniobras, ocasionaron la evacuación
(») Cuando el noble emperador Pedro II recibió la noticia de haber sido for-
zados los pasos, conferenciaba con el distinguido jurisconsulto argentino doctor
Torrent.— ¿Cuántos buques hemos perdido? preguntó con impaciente apresuramiento
y al informarle su interlocutor que ninguno— j2«é* lástima, exclamó, debimos per-
der algunos para justificar la inacción.
Se explica la amargura que encierra este juicio si se recuerda que fué necesa-
ria la intervención del emperador para que la escuadra avanzase á cumplir con
su deber.
— 199 -
del campamento de Paso Pucú, que el 28 de marzo de 1868
ocuparon los aliados.
Tan brillantes resultados, que aceleraron la terminación de
aquella cruenta guerra, fueron el fnito inmediato de la es-
trategia y hábiles disposiciones militares, del tino diplomático
y del patriotismo ejemplar de que dio fehacientes pruebas el
teniente general D. Bartolomé Mitre, hechos y condiciones en
que siempre se han de romper los ponzoñosos dientes de la
envidia.
ANABQUIA 7 BABBABIE
Movimiento subversivo — Expedición contra G&ceres — Represión de
bandoleros — En la frontera — Sublevación de Ijópez Jord&n — Com-
bate del 11 de agosto — Beoonocimientos — Recelos indigenas — Ven-
ganza de Callvuour& — £1 malón — Decisión de Bivas — Fuerzas
combatientes — Batalla de San Garlos — Ijuoha encsrnizada —
Acción brillante del «2» — Derrota de los salvajes — Bescate de
botín — Bajas — Jefes y oficiales — Combate de Laguna del BCono —
Acciones del 24 de agosto y 17 de septiembre — La guerra civil.
En tanto que los campos del Paraguay se teñían con la sangre
generosa de los valientes que preferían la muerte á la ignomi-
nia, en el territorio nacional tentaba el caudillaje— ese azote que
arrastra á pueblos grandes y viriles á la más denigrante deca-
dencia—subvertir el orden existente, traicionar todo anhelo pa-
triótico y provocar nuevos días de luto.
Cúpole á un jefe del ejército de la nación la triste iniciativa;
quien, proscribiendo todo sentimiento de civismo, prescindiendo
del peligro exterior que amenazaba la estabilidad nacional y
exigía el concurso de todas las fuerzas vivas del país; bastar-
deando, en fin, la confianza de que era depositario, se ocupó en
fomentar la guerra civil en la viril Corrientes.
Haré una relación concisa de los hechos.
Producida la revolución contra el gobernador Evaristo López,
el general Nicanor Cáceres, desconociendo las órdenes que de-
bieron reglar sus procederes, tomó partido en la lucha abierta-
mente y, con las fuerzas que se le habían confiado para garan-
- 202 -
tizar el orden, b¿itió á inmediaciones de los montes de Pay-Ubre
al coronel Ocampos y luego de dominar algunos departamentos
marchó sobre la capital, de la que se posesionó, siendo después
substituido por el gobernador derrocado, al que, á su vez, reem-
plazó D. Francisco Escobar por designación legislativa.
El gobierno nacional, procediendo con la energía que reque-
ría la atentatoria intromisión de Cáceres, lo declaró desertor (')
y rebelde y desprendió para reducirlo una división compuesta
por ocho batallones de infantería, dos mil soldados de caballe-
ría correntinos y seis piezas de artillería, que entraron en ope-
raciones al mando superior del general D. Emilio Mitre.
Con estas fuerzas marchó el «2 de Infantería», que á ese efecto
abandonó el campamento de Paso-Pucü en los últimos días del
mes de junio de 1868, á las inmediatas órdenes del coronel D.
Francisco Borges y teniente coronel D. Emiliano Sáez.
Reunida toda la expedición, que operaría en la provincia convul-
sionada en Curuzú-Cuatiá, pues por el momento era el objetivo
impedir que Cáceres y López Jordán traspusieran la frontera
de Entre Ríos é invadieran con el pretexto de auxiliar á D.
Evaristo López, el general Mitre desprendió varias comisiones
para corretear á grupos de revoltosos que habían emprendido
una campaña de espuela y merodeó, y como notara intenciones
'poco tranquilizadoras en las fuerzas que campaban en territorio
entrerriano se preparó para llevarles la ofensiva.
A esta altura de los sucesos le ofició el general Urquiza para
pedirle que no invadiera al estado que estaba bajo su férula.
« Le contesté— dice el mismo general Emilio Mitre en su « Autobio-
« grafía«, -que mi comisión no tenía por objeto invadir esa provin-
« cia, sino asegurar la de Corrientes contra el avance de López
« Jordán, á quien también le indiqué lo hiciera retirar de la
« frontera, pues si, desgraciadamente, sus fuerzas pisaban á Co-
< rrientes las pelearía y perseguiría sin descanso».
(*) Habiéndose rebelado contra la autoridad nacional el tjeneral D Nicanor Cá-
ceres y faltado al honor militar no presentándose al consejo de puerra, el pre-
sidente de la República-
ACUERDA :
I** Dése de baja del ejército al ^jencral D. Nicanor Cáceres.
2® Las autoridades nacionales procederán á la captura del expresado, dentro
del territorio de la República.— Sarmiento.— 3/rtr/í;/ de Gainza.
- 203 -
La intervención del Dr. Vélez, investido con la representa-
ción del gobierno nacional por el presidente Sarmiento, pro-
dujo la completa pacificación de Corrientes y el consiguiente
retiro de parte de las fuerzas que la habían ocupado durante
siete meses, actuando en una campaña en que no libraron he-
chos importantes de armas porque á los sublevados les faltó la
decisión necesaria para provocarlos.
En consecuencia, el «2 de Infantería» quedó por breve tiempo
acantonado en Goya; siendo removido de esta guarnición á
fines de enero de 1869 y destinado á la de Córdoba, para li-
brarla de las partidas de bandoleros que infestaban sus fronte-
ras y depredaban la campaña de la Rioja, siguiendo las inspi-
raciones de pillaje y anarquía que dieron característica som-
bría á la personalidad del caudillejo Santos Guayama.
Algunas comisiones desprendidas por el jefe del «2» corretearon
y foguearon á los salteadores, que ni aun en sus misteriosas
guaridas de los montes y las sierras se encontraban á cubierto
de la tenaz y enérgica persecución de los veteranos. La muerte
de unos y la emigración de otros fueron el resultado inmediato
de la acción de este cuerpo, que cumplidamente llenó la misión
de contribuir á exterminar esa plaga que era constante y te-
rrible amenaza para los pobladores pacíficos y laboriosos (*) de
aquellas provincias y las limítrofes.
Considerando el gobierno ya innecesaria su permanencia en
Córdoba, dispuso que bajara á Buenos Aires, á donde llegó el
24 de abril de 1869 á los cuatro años justos de haber abando-
nado su guarnición para concurrir con el peso de las armas
á castigar la afrenta sangrienta del 13 de abril de 1865.
Sólo dos meses de relativo descanso se le concedieron, siendo
al cabo de ellos destinado á guarnecer la frontera sur, para
la que marchó al mando accidental del comandante Sáez, en
razón de que el coronel Borges había sido nombrado coman-
dante en jefe de la división que cubría aquella línea.
Partió de Buenos Aires directamente hasta Altamirano y de
fM Mientras tanto Santos Guayama é Indalecio Nieto habían sido derrotados en
Garabato por fuerzas del comandante Vera y pasaron á San Juan. Persijfuiólos
el mayor Loyola y los deshizo completamente en Jarillo, tomando prisionero al
secretario del primero, otro bandido llamado Zacarías Segura.
— 204 -
este punto realizó una penosa marcha á pie que concluyó en
el campamento de Olavarría, después de quince días en que se
pusieron á prueba sus condiciones de resistencia. (*)
Hasta el 20 de noviembre de 1869 permaneció el cuerpo en
aquel punto, que era entonces el acantonamiento de la coman-
dancia en jefe, y el 21 avanzó hasta Blanca Grande para llevar
á los solitarios parajes que sólo hollaba el salvaje el credo
reivindicador y fijar los mojones de una nueva reducción.
El avance del «2» respondía al propósito de adelantar la línea
de fronteras^ ocupando paulatina y metódicamente los campos
en que incursionaban con absoluta libertad los hijos del desierto
y consecuentemente se llevó la comandancia en jefe á aquel
paraje una vez que los soldados levantaron las construcciones
más indispensables y rudimentarias.
Permaneció en el servicio de vigilancia de aquella frontera
durante todo el año 70^ sin que ocurriera novedad alguna en
razón de que los subditos de Callvucurá habían vuelto al reposo
después que el gobierno de Sarmiento convino en retirar las
fuerzas que avanzaron en exploración hasta Choele-Choel
bajo el mando de los coroneles Ramírez y Murga; condescen-
dencia que indujo al temido cacique á mantenerse inactivo, ó,
según sus propias palabras, «á no hacer nada y estar bien*. (•)
Tuvo que abandonar el puesto de centinela avanzado de la
civilización el 11 de enero de 1871, en virtud de habérsele orde-
nado con urgencia que regresara á Buenos Aires para prestar
su concurso á la tarea, que con tanta energía había afrontado
el ilustrado estadista general Domingo F. Sarmiento, de do-
(') Componían su cuadro de jefes y oficíales los sijtruientes:
Teniente coronel, Emiliano SAez; capitanes Marcelino Salvadores y Pablo Aires;
capitanes supernumerarios Juan Salvadores y José M. (lonzáles; ayudante ma-
yor Benjamín MoritAn; tenientes los. Rudecindo Roca. Mififuel Massini y Fran-
cisco Ferreira; tenientes 'Jos. Cosme Madariaga y Ramón Martínez; subtenientes,
Enrique Brito del Pino, Gregorio Fernandez, Eduardo Scarnlchia y Juan Desoirro:
subtenientes a^rrepados, Felipe Aristepui, Samuel Morales é Ignacio González.
.') En el curioso reto que el jefe de la dinastía de los Piedras lanzó A la civili-
zación el 17 de septiembre de \Sb^, desde su campamento de Salinas Grandes,
argumentaba-
• Me dicen que ya han llegado fuerzas A Choele-Choel y que vienen A hacernos
« la guerra; pero yo también he mandado mi comisión A donde mi hermano Ren-
« que-Curá para que mande gente y fuerzas; pero si se retiran de Choele-Choel
« no habrA nada v estaremos bien».
— 205 -
minar al caudillaje fanático que con el móvil de trastornar el
orden público se había levantado en armas en Entre Ríos al
^lamado del general Ricardo López Jordán, luego de haber sal-
picado con la sangre del asesinato político su suelo, hasta en-
tonces virgen de esos atentados que deshonran.
De la capital pasó á incorporarse á la guarnición del Paraná ,
de la que era comandante en jefe el coronel D. Francisco
Borges, quien días antes se había medido con el brío que le
era idiosincrático con 30U0 revolucionarios que, á órdenes de
un titulado coronel Ocampos, pretendieron estérilmente y me-
diante varios ataques, dominar la resistencia vigorosa que les
oponían las reducidas fuerzas de que dispuso para la defen-
sa el denodado jefe del «2 de Infantería».
Maltrechos los rebeldes y temiendo seguramente la acción
ofensiva que á los sitiados facilitaba la llegada de refuerzos, se
retiraron; y las fuerzas de la guarnición permanecieron á la
espectativa de los sucesos durante los seis últimos meses en
que el movimiento subversivo se mantuvo aun en pie.
Pacificada la provincia regresó el «2» á Buenos Aires el 14
de julio de 1871, para seguir nuevamente á Blanca Grande á
fin de incorporarse á las fuerzas que operaban bajo las órdenes
del coronel D. Nicolás Ocampos, que, á su vez, dependía del
general D. Ignacio Rivas. (*)
Recientemente llegado se hizo sentir en la estancia del coronel
Elía una invasión, fraccionada en pequeños grupos, que arreó
el mejor ganado. El comandante Sáez fué desprendido en
persecución de los malones, con una sección del «2» mo7itada
en pelo, y con tanta actividad procedió, que les arrancó gran
cantidad del arteo y más de veinte caballos propios, causándoles
también un muerto, varios heridos . y tomándoles un prisionero.
Según el «parte oficial», de fecha 11 de agosto, no se obtuvieron
mejores resultados en razón de que: «los indios se desparra-
« marón en distintas direcciones y en la noche no se pudieron
«encontrar todos los rastros», maniobra que les facilitó la inter-
nación en el desierto con una parte del botín.
(') A la sazón ejercía el comando titular del cuerpo el comandante Emiliano
Sáez, pues una vez pacificado Entre Ríos, el coronel Borges pasó á desempeñar el
cargo de jefe de la Frontera norte y oeste de Buenos Aires, con asiento en Junín.
- 206 -
El segundo reconocimiento de Choele-Choel, practicado por
el coronel Guerrico, y las expediciones tierra adentro llevadas
por los generales Arredondo y Rivas y coronel Julio A. Roca,
mantenían en alarma y recelos á los dominadores de la Pampa,
que veían con marcado desasosiego á las armas de la civiliza-
ción y á los pionners del progreso, ganar paulatinamente terreno
dentro de la línea que la barbarie había señalado á la conquista
desde los sombríos días del coloniaje.
Se sentía el gran cacique de las tribus confederadas incómodo
en la apartada toldería é inquieto por la amenaza de que el miste-
rio que envolvía sus albergues fuera violado por la acción ofen-
siva que se ensayaba, auspiciada por los pobladores del Oriente;
necesitaba, pues, obstruir el paso á los arrogantes soldados que
diseminaban en sus incultos dominios los jalones que en tiempo
no lejano fijarían las líneas del engrandecimiento de la República
y se decidió por fin á mover las hordas araucanas, para llevar
el desastre y la desolación doquiera llegaran sus lanceros.
Sirvió de pretexto á la ejecución de los maduros planes de
Callvucurá el atropello brutal y despojo de que se hizo víctima
á las tribus reducidas de los caciques Manuel Grande y Chipi-
trúz, por parte de los catrieleros que, valiéndose del apoyo que
en tan luctuosa emergencia les prestó el jefe de la Frontera sur,
los provocaron á un choque armado para exterminarlos y sa-
quearlos. Pretextando el castigo de los autores y coactores en
aquel atentado (') se lanzó el vengador cacique sobre el •ZS de
Mayo» con seis mil de los indios coaligados, siendo tres mil
(») He aquí cl sis^nlficatlvo «aviso» que envió al coronel D. Juan C. Boern
«La Verde, 5 de marzo de \ST1. -Señor coronel: Hoy le participo que el día 3 me
« vine á sorprender al cacique mayor Andrés Raminqueo, con toda la indiada.
« así es que me vine con seis mil indios, á vengarme por la gran picardía que
« hicieron con Manuel Grande y Chipitrúz y demás capitanes;»en fin, muchas
* picardías que han hecho con los soldados de Manuel (irande.— Juan Cat.i.-
« vucurA.
Respecto íl mis afirmaciones del texto puedo agrcíjar en confirmación los si-
guientes párrafos de comunicaciones oficiales:
«En la fecha ha llegado cl caciouc Chipitrúz con 84 indios A los toldos de Ra-
« minquco y dice que están al llegar Manuel Grande con más de cien, que han
« sido atacados por Calricl y la división del mando de I'. S.» (Nota del comandante
Juan C. Bocrr al coronel Francisco de Elía).
«Al presentarse estos indios se han manifestado quejosos del proceder del coronel
« Elía. al haberlos atacado con fuerzas de Catriel y de las que guarnecen la fron-
- 207 -
quinientos de estos de los mejores lanceros que merodeaban
en las vastas regiones que el salvaje dominaba. Tomó prisionera
la tribu de Raminqueo y luego de internarla avanzó como
alud avasallador, asesinando, robando, incendiando y llevando
la consternación y el luto á las florecientes poblaciones que
servían de escenario á sus vandálicas correrías.
Más de trescientos cadáveres de indefensos «cristianos» amo-
jonaron funerariamente su carrera; camino de sus guaridas
había enviado ya quinientos infelices cautivos á que esperaba
el maltrato de los indios y la zana de las «chinas»; cien mil
vacunos, treinta mil yeguarizos y veinte mil lanares eran arrea-
dos al mercado de ultra cordillera para enriquecer á los ejecuto-
res y cómplices del pillaje (*), cuando el general Rivas, con la de-
cisión que sólo los espíritus bien templados alimentan, salió del
Azul para cortarles la retirada y presentarles batalla en pro-
porciones numéricas infinitamente inferiores.
El avance de este valiente jefe revistió los lineamientos
todos de una audacia subyugadora, pues para cruzar lanzas
con los impetuosos y probados jinetes de la pampa (") sólo con-
« tera sur, sin haber intentado ellos movimiento alguno hostil». (Nota del coman-
dante general de armas coronel Rufino Victorlca al ministro de guerra).
«Tengo el honor de poner en conocimiento de U. S. que con fecha 4 del corriente
« (mayo de 1871) se han presentado los caciques Chlpitrúz, Manuel Grande y
« varios capitanejos, como con 600 indios de ambos sexos y tamaños, buscando el
« amparo del jefe de esta frontera, porque dicen que han sido atacados por el
« cacique Catriel y parte de las fuerzas de la división del jefe de la frontera sur.
« Al tomarles declaraciones han demostrado en ellas que no ha sido su ánimo el
« sublevarse, pues á haberlo intentado no habrían venido á subyugarse al jefe
« de una frontera, como lo han hecho, sino que se habrían ido «tierra adentro» y
« que en prueba de ello piden se les levante un sumario para la aclaración del
« hecho». (Nota del comandante en jefe de la frontera del oeste al inspector ge-
neral de armas).
(M Hechos análogos arrancaron al diputado Puelma, que en 1870 representaba
en el parlamento chileno á la provincia de Maule, las siguientes palabras de
enérgica y honrada protesta: «Analicemos sino lo que sucede. En cuanto al co-
cí mercio, vemos que el de animales, que es el que más se hace con los araucanos,
« proviene siempre de los que son robados en la República Argentina. Es sabido
« que últimamente se han robado ahí cuarenta mil animales más ó menos, y nos-
" otros, sabiendo que son robados, los compramos sin escrúpulos, y luego decimos
« que los ladrones son los indios. Y nosotros, ¿qué seremos?»
(3) Sus huestes escogidas las había dividido Callvucurá como sigue:
Indios chilenos, al mando de Renque Cura 1000 lanzas
M salineros, » » Catricurá 1000 »
» manzaneros,» » Namuncurá 1000 »
» ranquelinos, » » Epugmcr 500 »
- 208 —
taba con mil seiscientos sesenta y cinco plazas, entre veteranos,
guardias nacionales é indios reducidos, los que entraron en
combate formados en cuatro columnas que las componían:
Ala derecha: Catrieleros al mando de Cipriano
Catriel 800
Centro: Comandado por el cmel. Ocampo:
«2 de Infantería» 170 plazas
' 9 de caballería 50 »
Ala izquierda: á órdenes del cmel. Boerr:
5 de infantería 95 »
3 de caballería 50 »
Indios de Coliqueo 150 »
Guardia nacional de 9 de Julio 150 »
Reserva: Al mando del comandante Leyría:
Indios reducidos 120 »
Vecinos armados 80 »
El general Rivas inició el movimiento ofensivo^ que provocó
la batalla, marchando á ocupar las aguadas de Cabeza del Buey;
pero, un chasqui desprendido por el coronel Juan C. Boerr lo
indujo á dirigirse al Fortín San Carlos, pues aquel Vciliente jefe
iba á ser sitiado por los invasores y no contaba con fuerzas
suficientes para resistirlos; y, en consecuencia, emprendió una
hábil marcha de flanco con que engañó la perspicacia del caci-
que y salvó la reducida guarnición del fuerte, de ser estérilmente
sacrificada, á par que lo obligó á librarle la acción.
El general Rivas, explotando mañosamente los sentimientos
de amor propio que sobresalían en su auxiliar Catriel, le había
transmitido la decisión que lo impulsaba y éste, á su vez, tuvo
que imponerse á su tribu amenazándola con el exterminio si
rehuía el combate ('). En tan desventajosas condiciones se ini-
Los guerreros de segundo orden fueron destinados á los arreos y comisiones
volantes.
Renque-curá era hermano de Callvucurá é hijos de este último Catricurá (catrl,
rota; cura piedra) y Namuncurá (namun pie; curA piedra).
(») En momentos de ponerse en marcha la división estalló entre los indios un
movimiento de inobediencia á su cacique; pero fué sofocado sin emplear medios
violentos mediante la intervención del «2 de Infantería» y regimiento 9 de ca-
ballería que los rodearon con orden de hacer efectivas si era necesario las
autorizadas amenazas de Catriel.
- 209 -
ció la acción de San Carlos el 8 de marzo de 1872 y mientras
los lanceros de Callvucurá maniobraban lucidamente en evolu-
ciones regladas á toque de clarín, el veterano general mandó
echar pie á tierra y trabar los caballos. «Estos movimientos,
dice en su parte oficial, fueron hechos con la precisión y rapi-
dez que el caso requería, produciéndose en el mismo instante
el choque de las fuerzas, donde pie á tierra las dos líneas, tra-
bóse el más reñido, y sangriento combate á lanza, sable, enchi-
lo y bola, del que puede decirse, sin ejemplo en estas gue-
rras». «
Desde su comienzo la acción flaqueó en el ala izquierda
debido á que los indios de Coliqueo esquivaban el combate
con sus hermanos; pero la salvó de un completo desbande el
valor del coronel Boerr y la resistencia inaudita de los 95 ve-
teranos del 5° de infantería, á los que le comunicaba su ar-
dor é intrepidez el valiente entre los valientes: Nicolás Levalle.
En la derecha fueron rechazados los catríeleros y se produ-
jo un principio de indecisión, pero su Cacique General con ex-
trema resolución pidió y obtuvo del general Rivas que el ca-
pitán Domingo Rebución, con cincuenta tiradores, ocupara su
retaguardia para fusilar á los que volvieran caras. Esta medi-
da fué salvadora é indujo á los indios amigos á marchar al
ataque con extraordinaria pujanza y momentos después se en-
treveraron con los lanceros de Renque-Curá, arrojándolos del
campo á raíz de larga y terrible lucha brazo á brazo y cuerpo
á cuerpo.
Entre tanto Callvucurá, con el golpe de vista certero de que
dio evidentes pruebas en las varias funciones de guerra en que
actuó, observando la izquierda reducida á un puñado de hé-
roes y la derecha seriamente comprometida, comprendió que
si dominaba el centro ganaría estrepitosamente la batalla. Al
cálculo unió inmediatamente la acción y mediante una habilí-
sima maniobra se lanzó con ímpetu sin igual al ataque seguido
por la división de Catricurá y las reservas ranquelinas.
Allí estaba el «2 de Infantería» hermanado en el peligro con
el 9 de caballería y formando en conjunto doscientos veinte
veteranos que esperaron á pie firme el choque de los mil
- 210 -
quinientos centauros escogidos entre los lanceros preferidos
de la pampa.
Poblaron los aires los alaridos salvajes: yd, ydá, yaáád
y ardiendo en coraje los indios, confiando ciegamente en su
inmensa superioridad, se precipitaron contra aquel reducido
puñado de veteranos, que la disciplina, la decisión y el heroís-
mo los hacía inconmovibles. El encuentro fué indescriptible;
los ranquelinos y salineros, enorgullecidos . por los resultados
de tradicionales cargas, cayeron en grandiosa y arrolladora
irrupción á recibir á boca de jarro el fuego vigoroso y metó-
dico de los infantes del «2» que no logró alebronarlos á pesar
de la certeza de los disparos. Favorecidos por la superioridad
del efectivo y merced á lo vigoroso de la arremetida llegaron
los salvajes al combate mano á mano en que la bayoneta, el
sable, el cuchillo y la bola buscaban á porfía cuerpos que acre-
centaran el número de las víctimas.
Durante quince largos minutos sostuvieron los veteranos del
«2 de Infantería» y 9 de caballería aquella brega desigual en que
se midieron uno contra siete y, aprovechando un instante pro-
picio, impulsados por emulaciones bravias, entusiasmados por
la vibrante palabra de Ocampos, desistieron de la defensiva
para incrustarse en la masa de salvajes mediante un ataque
decisivo que, al exteriorizar todos los aires de una carga de le-
gendario é incontrastable empuje, quebrantó la tenacidad del
feroz y decidido adversario.
En tan álgidos momentos avanzó con firmeza la reserva di-
rigida por el comandante Francisco Leyría y en persona cargó
el general Rivas al frente de un pelotón de catrieleros, logrando,
luego de tan breve como sangriento choque romper en dos tro-
zos la caballería indígena que fué sableada y sacada del campo
por las fuerzas que Boerr había rehecho y las que Catriel con-
servaba.
Sembrando el terreno en que se libró la acción quedaron
trescientos cadáveres de indígenas y doscientos heridos graves
y en la persecución subsiguiente se rescataron los cautivos, más
sesenta mil vacunos, quince mil yeguarizos y veinte mil lana-
res. Con sus hordas deshechas y cientos de heridos que pudie-
- 211 -
ron huir manteniéndose á caballo, regresó Callvucurá á sus tol-
derías de Chilihué (*) para morir meses después trabajada su
ya obesa naturaleza por el dolor y el despecho.
Al frente del «2 de Infantería» pelearon en esta reñidísima y
sangrienta función de guerra, el sargento mayor graduado
Pablo Aires; los capitanes Benjamín Moritán y Ramón Martí-
nez; ayudante mayor Enrique Britos del Pino; tenientes Ger-
mán Vidal, Ignacio González y Samuel Morales y los subtenien-
tes Joaquín Scarnichia y Julio Martínez.
Apenas rehecho su efectivo de las pérdidas sufridas en San
Carlos y en virtud de una resolución gubernativa, pasó el cuerpo
un mes después á la división del norte, que operaba bajo las
inmediatas órdenes del teniente coronel D. Salvador Maldo-
nado y fué destinado á guarnecer el Fuerte General Lavalle,
que servía de asiento á la comandancia en jefe de aquella
línea, la que á su vez dependía de la jefatura de la frontera, á
cargo del coronel Borges.
El escarmiento sufrido por los salvajes les indujo á ser más
prudentes en lo sucesivo y no presentar grandes masas á los
estragos de la ofensiva de nuestros veteranos. Optaron, pues,
por la táctica de desprender partidas volantes que luego de dar
el malón proyectado, se esfumaban en las soledades del de-
sierto, divididas en fracciones pequeñas que hacían sumamente
dificultosa y en general estéril la persecución.
Al «2 de Infantería» que á la sazón constaba de 3 jefes, 13
oficiales y 234 individuos de tropa, le tocó actuar en varias de
estas escaramuzas sin que los resultados se relacionaran con
la intensidad del esfuerzo, á excepción de algunas de relativa
importancia, como ser la que libraron cuarenta de sus soldados,
al mando inmediato del comandante Sáez, á un grupo de in-
dios en his inmediaciones de la Laguna del Mono, el 17 de julio.
Estos habían asaltado el establecimiento del general D. Emi-
lio Mitre, arrebatándole las caballadas y haciendo dos cautivos,
é inmediatamente de tenerse en Junín aviso del suceso, salió
la tropa expresada y cuarenta vecinos al mando del Sr. Ataliva
(») Nuevo Chile.
- 212 -
Roca, en persecución de los asaltantes. Después de catorce ho-
ras consecutivas de marcha, en que adelantaron próximamente
treinta leguas, debido á que los indios en cada jornada variaban
de dirección haciendo grandes rodeos con el fin de despistar-
los, les dieron alcance, batiéndolos con tanto ardor, que sólo esca-
paron seis con vida.
Los cautivos fueron restituidos y las caballadas rescatadas,
siendo éstas regaladas por su propietario á los voluntarios del
Sr. Roca, en recompensa de la actividad desplegada y su com-
portación en el combate.
No había transcurrido un mes, cuando los pampas volvieron
(el 24 de agosto) á arrebatar dos manadas de hacienda yegua-
riza del mismo establecimiento y del que poseía D. Inocencio
Molina. En busca de estos malones marchó el coronel Borges
con una compañía del «2» y al cabo de siete horas de tenaz
persecución, logró quitarles parte del botín, sin conseguir ha-
cerlo con el resto á causa de habérsele postrado las caballadas.
No acobardaron estos reveses á los indios que, por el con-
trarío, parecían dispuestos á continuar las hostidades á plaso
fijo, pues el 17 de septiembre, una numerosa partida dividida
en varios grupos, penetró por las inmediaciones del Fortín
Vigilancia con el doble objeto de dar malón y levantar la tribu
del cacique Coliqueo con la que, al parecer, se habían puesto
de acuerdo; (*) pero sentidos á tiempo, les salió al paso el co-
ronel Borges, librándoles un encarnizado combate en que les
causó enormes pérdidas, les arrebató el ganado robado y re-
cuperó la tribu entera.
En este encuentro tuvieron señalada participación fuerzas del
«2 de Infantería» que se batieron á las inmediatas órdenes del
(') De este cacique todo podía esperarse menos lealtad. Aun para los indios al-
zados era el prototipo de la perfidia y en sus toldos se le citaba siempre para
ejemplarizar á los felones.
Ya reducido y en las luchas de la Confederación con Buenos Aires, tan pronto
estaba del lado de aquélla como de éste.
A propósito del juicio que les merecía á sus colegas, es conveniente recordar que
siempre que se hablaba de este Rodin de la pampa exclamaba el cacique Mariano
Rosas con profundo convencimiento: «Dios no lo ayudará nunca porque es muy
traidor».
- 213 -
mayor Aires; capitanes Moritán y Rivas; ayudante Britos del
Pino; teniente Vidal y los subtenientes Scarnichia y Martínez.
Aunque los indios fueron completamente deshechos en el cho-
que no pudo extremarse la persecución, á pesar del empeño que
para alcanzarlos desplegó el comandante Timóte, debido al
mal estado de las caballadas.
De las acciones de alguna importancia fué ésta la última en
que actuó en aquella frontera, pues, á consecuencia de haber
levantado la hidra del caudillaje su funesta cabeza en Entre Ríos,
fué destinado el 22 de junio de 1873 á combatir la segunda re-
belión de López Jordán. Por consiguiente bajó á Buenos Aires
para, inmediatamente, seguir viaje á Concordia y de allí se in-
corporó al ejército del Uruguay que operaba á las órdenes
superiores del general D. Julio de Vedia.
Después de seis meses de campaña contra montoneros que
esquivaban toda acción formal, retornó el cuerpo á Buenos Aires
en enero de 1874 y días después fué nuevamente destinado á
la guarnición de las fronteras norte y oeste de Buenos Aires
y sur de Santa Fe, de que era comandante en jefe el coronel
Borges.
Se acantonó en el pueblo de Junín, que era por entonces el
asiento de la comandancia, y á^ aquella situación de zozobras
y penalidades fué arrancado el 25 de septiembre de 1874 para
pasear su bandera de guerra por la campaña de Buenos Aires,
en que se había levantado la esfinge inmutable de la lucha ci-
vil para llenar de luto á los hogares, devastar el suelo sagra-
do de la patria, trocar en incierta la solidaridad de la familia ar-
gentina y detener su engrandecimiento, que tales son los frutos
funestos de las contiendas fratricidas.
SEVOLUCION DE SEPTIEMBBE
Trabajos revolaoionarioa — Previsión del gobierno — El general Bivas
— Movimiento de fuerzas — Marcha del coronel Borges — Inoorpo-
raolón del «2» — Escaramuzas — Itinerario y persecución — Catriel
— «La Verde» — Capitulación de Junin— De guarnición.
La forma en que se había desarrollado la lucha electora) que
dio sucesor al presidente Sarmiento, indujo á la oposición á lle-
var la contienda á los campos de batalla, y el ^comité* que te-
jía la revolución en Buenos Aires fijó la fecha del pronuncia-
miento para el 12 de octubre.
El gobierno sintió los trabajos subversivos y puso en prácti-
ca medidas que los trastornaron hasta el extremo de tener que
anticipar al 24 de septiembre el alzamiento para que no abor-
tara en absoluto.
El plan primitivo consistía en mover al sur, norte y ponien-
te de la capital, simultáneamente, los elementos comprometidos,
para envolverla en un círculo de bayonetas que sería comple-
mentado por la acción de algunos buques de la escuadra que
operarían en el río, mientras que en la ciudad se daría el golpe
de gracia á las autoridades; pero, en el momento álgido y mer-
ced á las previsiones gubernativas no se pudieron mover con
la precisión requerida las piezas en el tablero político y la re-
volución nació atrofiada.
Entre los pocos comprometidos que se lanzaron á la acción
fué de los primeros el general Rivas, que operó con una co-
- 216 -
lumna de tres mil hombres sobre Chivilcoy; pero, como en sus
inmediaciones se hallaba ya la división que mandaba el coro-
nel Borges, compuesta por el «2 de Infantería» y los regimien-
tos 3 y 5 de caballería, desvió su marcha para evitar el cho-
que con los novecientos veteranos que el 4 de octubre cam-
paban á una legua del pueblo O y marchó en retirada hacia el
sur; mientras que aquéllos se dirigieron á incorporarse al cuer-
po de ejército que el coronel D. Luis M. Campos tenía con-
centrado en Las Pulgas. (*)
A los pocos días el «2 de Infantería» fué incorporado á la di-
visión que operaba bajo las inmediatas órdenes del coronel Julio
Campos y con ésta hizo toda la campaña.
Entretanto el general Rivas había tomado al Saladillo y el
14 de octubre siguió para Las Flores, donde fué alcanzado
por la división del coronel Julio Campos llamada «Ejército del
Sur» que avanzaba formada en cinco columnas paralelas con
una cortina de guerrillas al frente. Los revolucionarios, á raíz
de breves tiroteos en este punto y Gualicho, esquivaron el
combate á que se les provocaba con fuerzas que sumaban dos
mil cuatrocientas plazas con seis piezas Krupp, y continuaron
su retirada hasta Rauch y de ahí contramarcharon á Tordillo
á fin de incorporarse al general Mitre, lo que efectuaron el 2
de noviembre en el Campamento de los Médanos.
(») Borges llegó á Chivilcoy dos días antes que Rivas como lo demuestra el si-
guiente despacho telegráfico-
«Octubre 4—2.20 p m.— Al Ministro de Guerra:— En Chivilcoy dentro de dos horas
« regimiento quinto y batallón dos. Esta noche Regimiento tercero Pido órdenes,
« caballadas postradas.— fdo. Francisco Borges.
(*) Inmediatamente de entregar estas fuerzas el coronel Borges pasó á Buenos
Aires y como el gobierno tenía informes que lo comprometían se le dio la ciudad
por cárcel. Fugó de la capital para Montevideo y con el general Mitre se incor-
poró en el puerto del Tuyú á la revolución. Cayó en «La Verde» como un va-
liente, que lo era. en momentos de dar una orden al comandante Palacios Dos
balas lo hirieron en el costado izquierdo. Fué muy vituperada por los revolucio-
narlos la entrega que hizo de las fuerzas; pero ese acto se explica satisfactoria-
mente teniendo en cuenta que si bien el coronel Borges tenía comprometida su
palabra con la revolución, también y bajo su honor había dado seguridades al
presidente Sarmiento de no pronunciarse durante su gobierno. Los revolucionarios
anticipando los términos lo colocaron en una situación bien difícil por cierto. Te-
nía que optar entre dos compromisos que comprendían su honor de hombre y de
soldado, y creyó con conciencia honrada que le correspondía entregar las fuerzas
que bajo su mando había puesto la confianza del presidente y luego sacrificarse
solo por la causa que conceptuaba justa. Digan los que lo prejuzgan ¿qué hubie-
ran hecho en su lugar á proceder con honradez y altura?
- 217 —
Mientras tanto la columna del coronel Luis M. Campos se
corrió hasta los toldos para operar en combinación con el Ejér-
cito del sur.
Como los revolucionarios habían marchado con rumbo al sur
hasta Tandil y luego contramarchado al Azul, el coronel Julio
Campos desprendió su vanguardia— á órdenes del coronel Hi-
lario Lagos— para que buscara contacto con el enemigo, lo que
obtuvo el 19 de noviembre. Avisado de esta circunstancia y
que los revolucionarios se dirigían á Tapalqué, se puso en su
seguimiento con todo el ejército.
Durante esta persecución la vanguardia apresó al cacique Ci-
priano Catriel (*), que, dos días después fué lanceado, con el
intérprete Avendafto y trompa Marin, por la tribu de su her-
mano Juan José.
Al sentir la aproximación de las fuerzas gubernistas, apura-
ron los revolucionarios el aire de la marcha con rumbo á Blanca
Grande y luego contramarcharon á La Verde para chocar
inopinadamente con la división del coronel D. José I. Arias.
Rechazados con sensibles pérdidas, después de un bien soste-
nido combate que se ejemplarizó por la magnanimidad del ven-
cedor y el arrojo temerario de los ^gauchos que con solo sus
cuchillos llegaron al asalto de posiciones defendidas á rerning-
ton, se dirigieron á 9 de Julio, pasaron á Bragado y de esta
localidad á Junín.
Alcanzados y tiroteados nuevamente por las columnas uni-
das de Villegas, Le valle y Lagos se conceptuó estéril conti-
nuar la peregrinación revolucionaria y el 2 de diciembre fué
firmada la capitulación, mediante la cual entregaron su espada
al afortunado vencedor de La Verde dos generales, cuarenta
y un jefes, doscientos noventa y cuatro oficiales y dos mil
ciento treinta y seis individuos de tropa. (*)
(M Cuando el general Mitre se recibió del ejército en Los Médanos fué su pri-
mera providencia lá de separar de éste A los indios de Cipriano Catriel, ordenando
al cacique se retirara con sus turbas á la reducción inmediata al \'am\. A esta
medida, que evidenciaba el anhelo de que la contienda no tomara caracteres de
encarnizamiento y fuera dilucidada sin elementos extraños á la civilización, se
debía la permanencia de aquel indio en los parajes que batió la vanguardia de
Lagcs.
{}) Las bases que dictó el patriotismo son las siguientes: « Orden del dia.—Di-
- 218 -
A este acontecimiento siguió cinco dias después el descala-
bro sufrido en Santa Rosa por el ejército que mandaba el ge-
neral Arredondo y pacificada la República, regresaron las fuer-
zas á sus acantonamientos. De las que hicieron la campaña á
(3rdenes del coronel Julio Campos se había desprendido con
días de anticipación el «2 de Infantería», que llegó á incorpo-
rarse á la guarnición de Buenos Aires el 8 de diciembre de
1874.
« clembrc 2dc 1874.— Compañeros de armas: La guerra ha terminado en la provincia
K de Buenos Aires. El ejército queda sometido al gobierno de la Nación, bajo las
« condiciones siguientes: 1° Habrá amnistía para los ciudadanos que forman parte
« de él.— 2** Habrá indulto para los soldados de línea que se hallan en el mismo
« caso.— 3<> Quedan garantidos la vida y el decoro de los jefes y oficiales que forman
« parte de él. Compañeros de armas: Por última vez os saluda y os abraza al pie
« de nuestra bandera, dándoos las gracias por vuestros generosos servicios, vuestro
« compañero y amigo— Bartolomé Mitren.
En esta capitulación hizo el general Mitre abstracción completa de su persona,
preocupándole solo la suerte de sus subordinados. Aplaudamos su abnegación.
EN LA FBONTEBA
Ocupación paulatina del desierto — Alsina y Boca — Tiempo perdido —
Angustias y penalidades — Proclama viril — Avance de la linea —
Construcción de fortines — La Zanja — Guerra ofensiva — lia acción
del general Boca — Incursiones á los toldos — Combate del 10 de
Julio — Partidas volantes del <2» — Sorpresa de Anquelén — Expe-
dición del coronel Villegas — Ataque á Malal — Toma de Pincén
— Felicitaciones — £n marcha al Bio Negro — Ocupación de Choele
Choel — Jefes y oficiales expedicionarios.
Encauzada la vida institucional se preocuparon nuevamente
los hombres de estado del peligro del desierto que á diario se
presentaba con caracteres más sangrientos, ya que sus salva-
jes habitantes aprovechaban todas las convulsiones y asonadas
que obligaban á debilitar las líneas avanzadas, para llevar la
ruina, el exterminio y el incendio á las poblaciones fronterizas.
•El doctor Adolfo Alsina, que había templado su idiosincracia
al calor del más puro patriotismo, dedicó su talento á solucio-
narlo; pero, erróneamente adoptó el plan de avance paulatino
de las fronteras que primaba en los consejos de estado desde
el tiempo del coloniaje y á fin de hacerlo práctico solicitó, en
el mensaje del 25 de agosto de 1875, autorización del congreso
para invertir «doscientos mil pesos fuertes en la fundación de
pueblos, establecer cementeras, formar plantaciones de árboles
y levantar fortines fuera de las líneas actuales de frontera». Este
pensamiento, que la mayoría creía anticiparía los términos de
la solución del secular problema, era, desde Río IV, rebatido
- 220 -
luminosamente por el general Julio A. Roca, quien exponía un
sensato y acertado proyecto de llevar la ofensiva hasta las mis-
teriosas guaridas de los indios para dispersarlos y arrojarlos
fuera de los límites de la República. En sostén de esta tesis el
vencedor de Santa Rosa argumentaba en carta al ministro de
guerra, que: «los fuertes fijos en medio de un desierto matan
la disciplina, diezman las tropas y poco ó ningún espacio do-
minan. Para mí el mejor fuerte, la mejor muralla para guerrear
contra los indios de la pampa y reducirlos de una vez, es un
regimiento ó una fracción de tropas de las dos armas, bien
montadas, que anden constantemente recorriendo las guaridas
de los indios y apareciéndoseles por donde menos lo piensan»;
y^ como la preocupación constante de este jefe era la ocupación
militar y definitiva de la línea de los ríos Negro y Neuquén,
agregaba: «Las dificultades de la línea del Río Negro, de que
tcmto se ha hablado, no están á mi juicio en el hecho de pose-
sionarse de ella, para que bastarían 1500 á 2000 hombres, sino en
arrojar á los indios de los campos que ocupan y no dejar uno
solo á la espalda».
El conocimiento profundo que tenía de esta cuestión lo auto-
rizaba á conceptuar su solución como de relativa facilidad; por
consiguiente, y con la convicción del que se siente capaz de
desarrolar prácticamente sus planes tal como los ha concebido,
propuso al doctor i\lsina en la misma carta del 19 de octubre
de 1875: «Yo me comprometería, señor ministro, ante el go-
bierno y ante el país, á dejar realizado esto que dejo expuesto
en dos años, uno para prepararme y otro para efectuarlo». (*)
Desgraciadamente no fué oído y desde el momento que se
adoptó el plan de adquisición sucesiva de zonas, que no daban
mayor resultado que prolongar indefinidamente la cruenta y
(^) La Idea de ocupar la línea del Río Negro para solucionar el pleito vital no
era, sin embarco, nueva. Un siglo antes, en marzo de 1774, D. Francisco de Biedma
eleví^ al virrey marqués de Lorcto, una presentación en la que hacia la exposición
clara y evidente de la Importancia estratégica del Río Negro, como línea militar
de defensa, y délas inmensas vcntajaN que su adopción reportaría por los extensos
y fértiles territorios que una vez ocupado el punto, serían adquiridos para la ucría
y fomento del ganado».
Posteriormente, en 17%, el afamado geógrafo D. Félix de Azara aconsejaba
idéntica ocupación.
- 221 -
costosa campaña, pudieron los malones descansar confiados en
la impenetrabilidad de sus guaridas.
Ajustándose, en consecuencia, á tan err(3neo concepto se de-
terminó la ocupación de Carahué, Trenque Lauquen, ítalo y
otros puntos de la primera línea, para lo cual se contaba con
las fuerzas que anticipadamente se habían destacado á la fron-
tera y entre las que estaba comprendido el «2 de Infantería».
Este cuerpo marchó de Buenos Aires el 12 de febrero de 1875,
al mando del teniente coronel D. Emiliano Sáez, con la misión de
incorporarse á la división Norte, que, á las órdenes inmediatas
del coronel D. Conrado Villegas, tenía su comandancia en jefe
en el Fuerte General Lavalle.
Permaneció todo lo que restaba del año haciendo ese penoso
servicio de fronteras que tan gráficamente y con natural colo-
rido pintó el general D. Nicolás Levalle, al exhortar en Carahué
á sus valientes soldados en la Orden General que me complazco
en transcribir, presentándola como un modelo de verdad heroica:
" Cantaradas'. No tenemos yerba, ni tabaco, ni pan, ni ropa,
« ;;/ recursos, ni esperanzas de recibirlos.... Estamos en la ül-
« tima miseria; pero tenemos deberes que cumplir. Adela^ite! »
En condiciones similares á las que el bravo Levalle estereo-
tipaba, con la rudeza hermosa y viril que era la característica
de su grande alma, vegetaron los veteranos del «2 de Infante-
ría» frente al enemigo astuto, feroz é implacable; y sin abrigo,
sin tiendas, escasos de alimento, tenían hasta que regar con su
sangre generosa los pocos trozos de leña que recogían en los
campos trillados por el salvaje.
De esta inacción, en que las emociones morales cortejaban
á los padecimientos físicos, los arrancó la orden de avanzar la
línea en la forma estéril que antes menciono }'' en su cumpli-
miento emprendió la división Norte la marcha de internación
al desierto el 22 de marzo de 1876 para establecer en combina-
ción con las otras divisiones la línea fronteriza que correría por
Puán, Guaminí, Carahué y Trenque-Llauquén. El 12 de abril
llegó á este último punto ('), en el que se estableció la coman-
(>) Durante la marcha se cavaron extensos japüelcs en los parajes que carecían
de aguadas naturales y se construyeron los fortines «Coronel Timóte», «Coman-
— 222 -
dancia en jefe é inmediatamente las fuerzas fueron ocupadas en
levantar las poblaciones indispensables y construir los fortines
que apoyarían esta línea en todo su frente de treinta leguas.
Le tocó al «2 de Infantería» construir y guarnecer siete de
estos O en el ala derecha que abarcaba una extensión de dieci-
siete leguas y apoyaba su extrema en la comandancia Gene-
ral La Madrid, que también la custodiaban un jefe y 24 infan-
tes del mismo cuerpo, más tres artilleros.
Durante nueve largos meses permaneció esta unidad, (que á
la sazón constaba de 2 jefes, 7 oficiales y 201 individuos de
tropa, que como queda dicho hacían servicio de vigilancia en
la comandancia en jefe General La Madrid y siete fortines)
inactiva, pues los indios esquivaban toda acción de guerra y
se reducían á mantenerse á la distancia en acecho de las fuer-
zas (*) para dar sus golpes de uña acostumbrados sin exponerse
á quedar bajo el alcance de los remington. Su táctica por en-
tonces se circimscribía á aislar á las fuerzas nacionales, cortán-
doles en lo posible las comunicaciones con los centros poblados
y procurando coparles los escasos recursos que se les enviaban,
con lo que híicían día á día más incómoda y azarosa su situación.
En estas condiciones, de indecibles molestias para los solda-
dos avanzados de la civilización y de angustias para los pobla-
dores que vivían perennemente amenazados* por la invasión,
se perdió infructuosamente todo el año de 1877, pues se destinó
á trabajar la enorme zanja que en proyecto abarcaba más de
cien leguas. Demandó tal trabajo dura y penosa obra de mano
á centenares de obreros y en cambio era franqueada continua-
mente por los indios, que forzaban el obstáculo irrisorio con
la misma frecuencia con que antes transitaban por el desierto
exento de límites ó barreras.
dante Hercdia», «I.os desobedientcsrt, «Carmelo Salinas» y «Sargento Parías», pro-
curando así asegurar y garantizar la línea de comunicaciones
(') «Fortín 2 de línea», ocho plazas; «Mayor Orellano», ocho plazas; «Coronel
Vega»: un oficial y 9 soldados; «Coronel Rauch», diez plazas; «Coronel Olavarría»,
9 plaza?; «Coronel Martínez de Hoz», ocho soldados; «Coronel Gaspar Camposu;
ocho plazas. Los fortines «2 de línea». «Vega» y «Olavarría» disponían además de
una pieza de artillería para dar la señal de alarma en caso de invasión.
(') Por aquellos alrededores meiodeaban unos 400 indios de Pincén, Trlpailao y
Tapayú, que tenían sus toldos á cuarenta leguas próximamente del frente de la
línea.
- 223 -
Pero la nobleza del Dr. Alsina no le permitía insistir en un
error cuando palpaba sus resultados y movido por impulsos
generosos desestimó el criterio con que antes medía la campa-
ña y optó por ensayar la guerra ofensiva que dos años antes
le había aconsejado el general Roca. Con tal decisión, y ya
desgraciadamente en los últimos momentos de su existencia que
tantos frutos prometía, lanzó sobre las guaridas de Catríel y
Namuncurá á los veteranos de Vintter y Levalle; mas la muerte
prematura ó implacable le impidió continuar la obra y dejó el
ministerio de guerra y marina (') al general Roca que no tardó
en ejecutar el plan que con tanta claridad de vistas le trazara
desde la frontera de Río IV.
Este acontecimiento y la enferrhedad que la oficiosidad de sus
amigos acarreó al sucesor trajeron una momentánea paraliza-
ción de la campaña, que fué sólo turbada por incidencias sin ma-
yor importancia (') hasta que en el mes de julio las vibraciones
del telégrafo militar llevaron á los diversos acantonamientos la
palabra alentadora y entusiasta del nuevo ministro, que incitaba
á jefes del temple de Villegas, diciéndole: «No deje aburrirse
« en los cuarteles á oficiales y soldados y desprenda siempre
« partidas ligeras que vayan hasta los mismos toldos», y la lacó-
nica orden era seguidamente ejecutada lanzando á los veteranos
de la división de Trenque Llauquén á evidenciar que no nece-
sitaban de corazas, parapetos ó zanjas para domar la barbarie
y preparar la completa ocupación de las pampas y valles que
limita el Río Negro, que era entonces el pensamiento que
alentaba la acción oficial.
Entre las primeras comisiones volantes que se internaron en
el desierto actuaron fuerzas del «2 de Infantería». A una de
éstas, desprendida á órdenes del comandante Sáez y mayor
Moritán, que eran secundados por los tenientes Vidal, Dameli, y
(A) Murió en Buenos Aires el 29 de diciembre de 1879, rodeado por sus amigos
de siempre y sus adversarios de ayer
(*) Entre otros puede citarse la presentación al jefe del «2 de Infantería» de los
caciquillos Xahucl Puyú V Pichi-Pincén con 62 indios de lanza y 178 de chusma
y de los capitanejos Náhuele-chc, Mllla-nicen, Rinquen, Hucu-choal. Caseia, Mieul
y Tacumas que lo hicieron el 31 de enero de 1878. Los que se reducían fueron du-
rante su marcha fuertemente hostilizados por Namuncurá, hasta que los libraron
de su zana los soldados del «2» que salieron á su encuentro.
— 224 -
Adolfo Sáez y subteniente de los Llanos y sesenta individuos
de tropa, le cupo librar un combate con la indiada que capita-
neaba un hijo de Pincén. En la tarde del 10 de julio les dieron
lilcance causándoles varios muertos y numerosos heridos, aun-
que la mayoría de los últimos pudo huir abrazándose al cuello
del caballo, como lo hacían de costumbre, para morir en la
noche, según se pudo comprobar después.
La guerra ofensiva estaba, pues, iniciada, y los jefes, oficia-
les y soldados, movidos por nobles emulaciones, se empeña-
ban en sobresalir. La persecución se hacía tenaz y las partidas
volantes se sucedían recorriendo en todas direcciones el inex-
plorado desierto. Cada comisión aportaba nuevos datos que se
utilizaban para los itinerarios de las siguientes, y así, batiendo
las pampas y ramificando los conocimientos que se obtenían,
llegó el 10 de octubre en que el general Villegas dispuso se
expedicionara sobre las propias tolderías de Pincén. A ese
efecto se desprendieron dos partidas á órdenes respectivamen-
te de los mayores Moritán y Montes de Oca, que obrarían en
combinación. La primera, que so internó con rumbo directo
á Malal, la componían 100 soldados del 3 de caballería y 50
infantes del *2», estos últimos á órdenes del teniente Scami-
chia y subteniente de los Llanos. Marchando con todo sigilo
lograron sorprender á los cuatro días de camino la toldería
ubicada en Anquelén, á 34 leguas al N. O. de Martínez de
Hoz; mataron dos indios de los que resistieron, les tomaron
cinco de lanza y 24 de chusma prisioneros y quitaron ciento
ochenta animales yeguarizos. No se pudo, sin embargo, impe-
dir que algunos salvajes huyeran de los toldos y á causa de
que noticiaron de la aproximación de las fuerzas nacionales á
los que ocupaban campos inmediatos, la expedición no dio los
resultados esperados.
En la marcha de retorno chocaron con una partida que ha-
bía robado las caballadas del Fortín Frías y luego de una
tenaz persecución las recuperaron y apremiaron en tal forma
á los malones que tuvieron que huir montados en peio, dejan-
do las monturas, lanzas y otros efectos en poder de los sol-
dados del *2«>.
- 225 -
En virtud de los informes dados por el mayor Moritán, re-
solvió el coronel Villegas salir personalmente en busca del
recalcitrante Pincén y el 2 de noviembre se internó al frente
de una columna, formada por 6 jefes, 13 oficiales, 300 individuos
de tropa y 12 baquianos (*), con todas las precauciones que la as-
tucia, y desconfianza del indio hacían necesarias, hasta Yapenque.
Mientras el grueso de las fuerzas seguía para campar en Fota-
Lauquén, fué desprendido desde Pichí-hué el mayor Solís con
50 soldados del 3 de caballería y 20 infantes del «2 de línea»
á objeto de batir las inmediaciones de Locoche, Ñaiñay, Luan-
Lauquén y Malal.
Después de recorrer esta fuerza el monte y las dos lagu-
nas antes nombradas, desembocó en el pintoresco valle de
Malal consiguiendo tomar tan de sorpresa á la indiada que el
cacique sólo tuvo tiempo de montar en el caballo que tenía
atado á la puerta del toldo y huir vertiginosamente. Supusie-
ron algunos soldados en aquel jinete, que tan espléndido pa-
rejero cabalgaba, un as de la tribu y se lanzaron en su per-
secución con tanto ahínco que lograron hacérselo cansar; tarea
que fué facilitada por el error en que Pincén incurrió de car-
gar á uno de sus hijos en la grupa.
Cuando el cacique se convenció que la bestia acalambrada
no obedecía al acicate buscó su salvación escondiéndose entre
los altos pastos; pero los pocos soldados del «2 de Irfantería»
y 3 de caballería que le daban caza, se esmeraron en batir
el campo en todas direcciones hasta que dieron con el perse-
guido que recurrió, como último recurso, al ardid peculiar del
zorro, hacerse el muerto; mas nuestros veteranos, que en
astucia no le iban en zaga, lo obligaron á levantarse y lo con-
dujeron triunfalmente á presencia del coronel Villegas que,
después de sorprender una toldería en Licancha, se hallaba
campado en Fota-Lauquén. (*)
(A) De estos pertenecían:
A la Plana Mayor— 3 jefes y 1 oficial
Al 3 de caballería— 2 » 7 >» y 200 soldados.
Al 2 de infantería— 1 » 5 m y 100 »
(*) Cuando se trajo á Pincén á presencia del coronel, éste le dijo que no tuvie-
ra temor, que él le hacía gracia de la vida, á lo que contestó el cacique que él
quería pelear á su lado contra los ranqueles y lo tratase como amigo y no como
- 226 -
Momentos después fué desprendido el teniente Adolfo Sáez
con veinte infantes del «2» á explorar el monte vecino, y du-
rante ese registro comprobó la existencia de quince toldos
que sus habitantes habían abandonado recientemente.
Satisfactoriamente cumplido el objeto de la expedición, re-
gresó el coronel Villegas el 11 de noviembre conduciendo á
la comandancia de Trenque-Llauquén, segün lo • expresaba en
su parte oficial: «al cacique Pincén, dos capitanejos, dieciséis
« indios de lanza, sesenta de chusma, doce cautivos y cautivas,
« ciento veinte caballos, una punta de hacienda vacuna y otra
« de ovejas» y dejádoles, además, seis muertos y varios he-
ridos.
Las congratulaciones no se hicieron esperar y una de las
más expresivíis lo fué el siguiente telegrama del ministro de
guerra:
«A coronel Villegas— Trenque Lauquen.— Grande impresión
« ha causado en ésta la toma de Pincén, el cacique más tefmido
« de la pampa. Vd. ha sentado bien su reputación y estoy or-
« gulloso por Vd. Es necesario que no demore á Pincén y lo
« mande con todos los tomados. Causará novedad .su entrada
« en la capital.— y«//í? A. Roca.*
E.stas expediciones parciales y las que á sus frentes realiza-
ron simultáneamente las demás divisiones, sirvieron para pre-
parar la de carácter general que meses después arrojó al sur
del Río Negro los restos de las tribus que merodeaban, ya
deshechas en su mayoría, en las fronteras de Buenos Aires,
Mendoza, San Luis y Córdoba.
Para concurrir al avance de la línea que cerraría los boque-
tes del macizo andino al tráfico inmoral de nuestras riquezas
ganaderas y á fin de ocupar los cajones de la cordillera y
Pincén. Llevado A la ííuardio de prevención, donde se encontraba la chusma,
las mujeres se sacaron las pulseras de brazo y pierna, destrenzándose el cabe-
llo como prueba del sentimiento, dolor y duelo de que estaban poseídas. Después
pidió grracia al coronel para mandar uno de los prisioneros A decir A los indios
que habían escapado de su tribu, que les ordenaba se presentasen al coronel
Vllleíras, pues de lo contrario los invadiría y los traería; que ya sabían que era
baquiano de los toldos. Al efecto »ic mandó un indio que tenía cien años á lo
menos. Al dar la orden lo hizo con voz imperiosa, propia del que estil acostum-
brado A ser obedecido. (Itinerario de la expedición, por el subteniente del «2 de
línea» D. Jorge Rohde).
- 227 -
valles inmediatos, en que los indios invernaban los ganados
robados para cambiarlos por chaquiras, tejidos, bebidas, armas
y baratijas á los comerciantes (') y representantes de la auto-
ridad chilena (■), salió la división de Trenque-Llauquén, al
mando del coronel Villegas, el 9 de abril de 1879 con instruc-
ciones de ejecutar la policía de la pampa y reunirse en la
costa sur del Colorado á las restantes fuerzas destinadas á
operar, bajo la denominación de «1^ División», á órdenes su-
periores del general D. Julio A. Roca.
Por la «orden del día», datada en Paso Alsina el 13 de mayo
de 1879, quedó aquélla organizada en tres brigadas: la prime-
ra, compuesta por el «2 de infantería» y 3 de caballería, á las
inmediatas órdenes del coronel Villegas; la segunda al mando
del teniente coronel Teodoro García y la tercera á las del
teniente coronel Lorenzo Vintter.
En este orden de formación recorrió la división durante
once días las hermosas riberas del Río Colorado hasta llegar
á Choyqué-Mahuida y de ahí se internó decididamente hacia
el sur en procura del Río Negro, al que avistó la vanguardia,
que la componía la P brigada, á las 4.30 del 24 de mayo y un
momento después campaba en el paraje denominado Choele-
Choel ('), en el que posteriormente se estableció el cuartel
general de la división, que fué guarnecido por el «2 de Infan-
(1) «SI vencían lo«? indios en la ofensiva que tenían siempre, hacían una inva-
« sión formidable, con su generalísimo al frente y sus aliados, llevándose de las
« estancias extraordinario número de haciendas que los araucanos iban á ven-
« der á Chile, remitiendo de allá la parte que correspondía á los pampas y ran-
« queles, en artículos de consumo, abalorios y chafalonía. La parte del león, el
« valor real, la crema de la operación quedaba del otro lado de los Andes. Ese
M era el secreto del sostenimiento y predominio de la indiada en la pampa.» («Pági-
nas sueltas» por Juan Lindolfo Cuestas, ex presidente de la República O. del
Uruguay),
(*) «Estos autoridades (las chilenas) hacían guardar el orden é imponían la
«justicia en todo lo relativo y obsecuente al interés chileno. Con respecto al in-
«terés y propiedades argentinas los indios tenír\n garantido el uso de todos sus
«instintos salvajes y aun esas mismas autoridades y sus connacionales protegidos
«se han identificado con nuestros indios para saquear, asesinar é incendiar to-
«das las poblaciones de nuestra frontera desde Buenos Aires á Mendoza.» (Estu-
dio topográfico de la Pampa y Río Negro por el coronel Manuel I. de Olas-
coaga).
(■) «Choele-Choel». debe ser corrupción de «ChoUov-Choel», que significa: es-
pantajo de cascaras de árbol, definición que está muy en consonancia con el
paisaje.
- 228 -
tería» al mando del 2° jefe, teniente coronel D. Benjamín Mon-
tan y los siguientes oficiales, que también actuaron en la ex-
pedición: capitanes: Joaquín Scarnichia, Guillermo R. Dameli,
Diego Masón y Adolfo Sáez; tenientes Manuel Sontang, Na-
poleón Narreondo y César Aguirre y los subtenientes Pedro
B. Medina, José Sáenz Valiente, Rogelio de los Llanos y Me-
dardo Latorre.
Allí quedaron los infantes del «2 de línea» con los veteranos
de los demás cuerpos expedicionarios formando la línea
avanzada, para defender con sus armas la vida y la propiedad
en miles de leguas que habían arrancado al dominio absoluto
del salvaje y también echar las bases de nuevos núcleos de
población que tienen ante sí tan seguro y próspero porvenir
que no puede asignársele límites á su engrandecimiento.
DE 1880 A 1882
Bevoluoión del 80 — A bordo del «Villarino» — Sitio de Buenos Aires
— escaramuza — Combates del 20 y 21 de junio — Desarme — Inter-
vención 6 Corrientes — De Villa Mercede:; á San Bafael — Marcha
penosa — En «4^ División» — Pérdida de la caballada — Persecución
infructuosa — Sorpresa — Avance de la linea — Fundación de CoUom
Có — Cambio de destino — A media ración — Entereza j resigna-
ción—En el servicio de fortines.
Próximamente un año permaneció el «2» de guarnición en
Choele-Choel y fué retirado en los primeros días de abril de
1880 para concurrir con el ejército nacional á sofocíir la pro-
testa armada que el pueblo de Buenos Aires, con sus autori-
dades á la cabeza, oponía á la «liga de los gobernadores» que
dieron sucesor en el mando al doctor Avellaneda.
Constituido el gobierno nacional en Belgrano, estableció su
cuartel general en las inmediaciones de la Chacarita, extendien-
do las fuerzas que le permanecieron leales en dos alas que
abarcaban todo el circuito comprendido desde el Paso de Bur-
gos hasta el bajo de Palermo.
El «2 de Infantería», que había realizado á marchas forzadas
las jornadas que median entre Choele-Choel y Patagones, fué
embarcado en el transporte nacional «Villarino» y llegó á San
Femando el 22 de abril; de donde pasó á incorporarse á las fuer-
zas sitiadoras de la extrema izquierda, á las órdenes inmedia-
tas del teniente coronel don Benjamín Moritán y sargento ma-
yor don Juan Gregorio Díaz que, por resolución del 2^) del mes
citado, habían sido nombrados jefe y 2^ en propiedad.
- 230 -
Durante el sitio sólo tuvo una escaramuza con los defenso-
res de Buenos Aires, la que fué librada por la compañía de
granaderos, á órdenes del capitán Scarnichia y teniente Sontang,
á inmediaciones de la calle de Santa Fe, contra una guerrilla
avanzada que fué rechazada sin mayores consecuencias. (*)
Días después de las reñidas acciones de Puente Alsina y Meseta
de los Corrales, en que la guardia nacional de Buenos Aires
con tesón y soberbia entereza detuvo por cuatro veces el potente
esfuerzo de los batallones de línea, que, emulados por su pro-
pia gloria, entraban al combate con la habitud de triunfar siem-
pre, se produjo la tregua que sirvió á la tramitación de las
condiciones en que el pueblo depondría las armas; arreglos
que la renuncia espontánea y patriótica que hizo del cargo el
gobernador doctor Tejedor ayudó á ultimar satisfactoriamente.
Desarmadas las fuerzas de la capital por las autoridades pro-
vinciales y restablecido completamente el orden, fué destinado
el «2 de Infantería» para formar parte de la división que á órde-
nes del coronel Villegas concurrió á apoyar la intervención
nacional en Corrientes, y con tal motivo partió del campamento
de Maldonado el 4 de julio al mando de su 2° jefe, en razón de
que el comandante Moritán quedaba en San José de Flores cisis-
tiéndose de la herida que recibió en la acción del 21 de junio,
en momentos que, acompañando al ministro de guerra, reco-
rría la línea de batalla.
El cuerpo se acantonó en Goya, prestando servicio de guar-
nición hasta el 5 de agosto en que regresó á Buenos Aires; de
donde fué separado el 17 de marzo de 1881 y destinado nueva-
mente á llevar el credo civilizador á los lejanos territorios que
aun prestaban abrigo á los aduares indígenas.
A propósito de esta marcha, que fué efectuada en condicio-
nes realmente penosas, creo oportuno valerme de los informes
que debo á la fineza del teniente coronel don José M. Castro,
que en aquella época seguía como subteniente la bandera sin
mácula del *2'» y ha hecho á su sombra su carrera:— «Nos em-
barcamos en el Retiro y en Campana pasamos á bordo del
(') El comandante Llanos, de la plaza, concurrió al sentir el tiroteo para dar-
se cuenta de lo que pasaba y recibió un balazo en la cabeza que le produjo la
muerte instantáneamente.
- 231 -
vapor «Proveedor» siguiendo viaje hasta el Rosario, de donde
nos trasladamos en ferrocarril á Villa Mercedes. Allí recibimos
el ganado necesario para seguir el grueso del batallón al Cuadro
Nacional, mientras que la compañía de cazadores, al mando del
capitán Adolfo Sáez, conducía en una tropa de carros el equi-
po á Mendoza. El resto, ó sean la banda de música, 1^ y 2^
compañía y la de granaderos, á las inmediatas órdenes del jefe
titular comandante Moritán, hizo la travesía de la pampa hasta
San Rafael y al propio tiempo ejecutó la policía de toda la ex-
tensa reglón recorrida. La cruzada entre estos puntos tan equi-
distantes se realizó en condiciones difíciles debido á que se tran-
sitaban caminos que eran entonces desconocidos y faltos en
considerables extensiones de aguadas naturales; como igualmen-
te á la circunstancia de que el ganado para el abastecimiento
de la tropa no sólo resultó escaso sino que también lo aniquiló
la sed y la falta de parajes apropiados para el pastoreo. A ruda
prueba fué sometida la resistencia de los infantes en estas jor-
nadas que tuvieron su principal etapa en el Cuadro Nacional,
donde se les proveyó de caballada y mulada para seguir la
ruta á San Rafael.
Luego de vadear el Diamante continuamos la marcha con
rumbo al sur y atravesamos las primeras estribaciones andi-
nas para llegar al Fuerte Cuarta División, en que quedó el
cuerpo destacado en razón de que el P de infantería y 1^ de
caballería que guarnecían aquella línea fueron destinados á
expedicionar sobre el lago Nahuel-Huapí.
Un percance, que en repetidas ocasiones experimentaron las
fuerzas que cubrían las fronteras, sufrió el «2» en la noche de
su arribo al fuerte. Con la sagacidad que era peculiar á los
indios, vinieron desde muy lejos, al amparo de los altos cerros
que el camino seguido orillaba, hotiibeaudo al cuerpo y, cuan-
do la obscuridad se hizo suficientemente densa para ocultar su
aproximación y preservarlos de ser descubiertos y perseguidos,
arrebataron la caballada internándose precipitadamente en los
ásperos senderos que palmo á palmo conocían. En tales condicio-
nes se consideraba la persecución completamente infructuosa;
sin embargo, se tentó rescatar el ganado que era de excelente ca-
- 232 -
lidad y había sido cuidado con particular esmero. A ese deter-
minado objeto se juntaron, con los primeros albores del día si-
guiente, las pocas y transidas cabalgaduras que quedaron reza-
gadas y en las que sólo se pudo montar una comisión de veinti-
cinco soldados que, al mando inmediato del capitán don Gui-
llermo Dameli, salió en procura de los malones. El resultado
no era dudoso pues los indios, además de llevar varias horas
de marcha adelantadas, eran, como se sabe, lo suficientemente
expertos y conocedores de esas regiones, para burlar la batida
que se les llevaba y recurrieron también á la táctica, que siem-
pre habían explotado provechosamente, de dividirse en pequeños
grupos que al dejar otras tantas rastrilladas introducían la in-
decisión entre los perseguidores. Estos siguieron la que reve-
laba el pasaje del grupo más numeroso hasta darle alcance;
pero, la mayoría de los indios al sentir la aproximación de las
fuerzas ocupó posiciones en un estrecho desfiladero mientras
que un pequeño núcleo de lanceros huía por la alturas con las
caballadas. Al internarse los infantes fueron cargados de sor-
presa por los indígenas que se habían mantenido emboscados
y los pelearon en detalle debido á que la estrechez del sende-
ro y la postración de los caballos originó la consiguiente dis-
persión. Los más audaces pagaron caro su arrojo y del en-
cuentro resultaron Aniceto Valdéz muerto y gravemente herido
de dos lanzadas otro individuo de tropa. Sin haber logrado el
fin que se perseguía regresó la comisión tres días después al
campamento, puede decirse, á pie.
El fracaso sufrido, unido al deseo de castigar la audacia de
los indios, indujeron al comando á desprender una segunda co-
misión para que batiera los parajes en que se suponía guare-
cidos á los ladrones. Marchó ésta al mando del 2^ jefe del
cuerpo, teniente coronel graduado D. Juan G. Díaz, y á pesar
de ir como la anterior, malamente montada, hizo una detenida
requisa en los valles y cajones andinos de aquella zona, sin
conseguir rescatar animal alguno, en razón de que los habían
pasado á la vecina república, no obstante que la estación de
las nieves estaba avanzada, la que, para los indios, no ofrecía
mayores inconvenientes, pues trasponían la cordillera en cual-
- 233 -
quier época, merced á los caminos de carretera que entonces
sólo conocían aquellos que comerciaban con el producto de las
exacciones que el salvaje imponía á la campaña argentina.
Desprendiendo continuamente partidas que incursionaban en
los que eran dominios de los indios, las que se desempeñaron
con resultado varío, permaneció el «2» hasta febrero de 1882^
en que le cupo expedicionar en el avance que se hizo de la
línea de fronteras^ llevándola hasta Ñorquin y ocupó aquel valle
con la 1* brigada de la 2^ división que operaba al mando del
teniente coronel D. Rufino Ortega.
Dos meses después se le destinó á formar parte de la 2^ bri-
gada y para incorporarse á ella marchó el 12 de abril á Fuerte
General Roca, recogiendo á su paso el destacamento que con
anterioridad se había desprendido con la misión de fundar el
Fortín CoUom-Có.
Fueron tan penosas como lentas las jornadas que realizó, ^fües
en virtud de careccrse en el campamento de partida de víveres
se le entregaron animales en pie, en concepto de media ración
de carne de yegua 5^ á razón de un caballo por plaza. La ex-
tenuación en que el ganado de servicio se encontraba, obliga-
ba frecuentes demoras y descansos que hacían más difícil la
situación de la tropa, sometida como estaba, á escasa y mala
alimentación; pero todo fué soportado con esa entereza y al-
tiva resignación que hace ejemplar á nuestro soldado y ha sido
su característica resaltante desde los tiempos, heroicos á nues-
tros días, pues, modestia aparte, bien pueden equipararse las
penalidades sufridas en el desierto con las que experimentaron
los «veteranos de bronce» que formó Belgrano, cuando este
noble general atenía qtie pedir prestado para comer».
Llegado el cuerpo á Roca, fué destinado á cubrir la línea de
fortines sobre los ríos Negro y Neuquén, servicio que solo
pueden aquilatar los que lo ejecutaron, acechados á diario por
el indio astuto y sanguinario y experimentando la nostalgia
del hogar y la sociedad que hora por hora azuzaba la tediosa
soledad del desierto.
EZFESICION A LOS ANDES
Avanoe de las fuerzas — Plan de operaciones — La 2* brigada — En per-
seouoión de S'ancuoheo — Expedición contra Beuque-Gurá, Na-
mun-Cur& y Mainquel — Combate de lia Trinchera — Xios aliados
del salvaje — Toma de la posición — Muerte de Nogueira — Acción
distinguida — Nueva batida á S'ancucheo — En busca de Gura —
Huinc& y sus capitanejos — Oambio de campamento — En el valle
de Fulmary — Combate del 17 de febrero — Indios y chilenos — Cas-
tigo de los felones — Derrota del enemigo— Toma de armas y per-
trechos — Muertos del «2» — «Acción heroica» — Cuarteles de invier-
no — Resultados de la expedición — Ascensos y recompensas.
A la 2^ división, que mandaba en jefe el general D. Conrado
Villegas, se había encomendado la misión de batir y librar de
indios los extensos territorios comprendidos entre los ríos Neu-
quén y Limay, lago Nahuel Huapí y cordillera de los Andes, >%
para realizarlo en forma, dispuso aquel jefe que tres brigadas
acantonadas en puntos estratégicos, diseminaran fuertes ó pe-
queñas partidas, según los casos, con la misión de perseguir
con actividad á los incómodos moradores del inmenso trián-
gulo para someterlos, obligarlos á emigrar ó destruirlos.
En la práctica de este plan se dispuso que la 1* brigada em-
prendiera las operaciones de su campamento de Ñorquin; la
2^ brigada vadeara el Neuquén por la Confluencia y remon-
tando el curso del Limay, oblicuaría luego, para situarse en la
junción de los ríos Collom-Curá y Quemquentren, para esta-
blecer allí su base de acción; mientras que la 3^, siguiendo en
- 236 -
parte el itinerario de la anterior por las márgenes del Limay,
se ubicaría á inmediaciones de Nahuel Huapí.
La 2^ brigada, al mando del coronel D. Enrique Godo}- (*) y
formada por el * Batallón 2 de Infantería» (*), y regimientos 2
y 5 de caballería (^), debía batir la zona comprendida entre
los ríos Collom-Curá y Caleufú, de§de el nacimiento de ambos
hasta el límite de la república vecina, por su frente; y por los
flancos hasta encontrarse con los destacamentos de la 1*'^ y 3*'*
y, en las operaciones que realizara, dominar ó perseguir á las
tribus de Ñancucheo, Reuque-Curá y Namun-Curá; como asimis-
mo, Á todas las que pudieran escapar á la acción de las otras
unidades.
Para llenar su cometido en tan vastísima zona, que no baja
de dos mil cuatrocientas leguas cuadradas, marchó de su cam-
pamento de Fuerte General Roca en la madrugada del 20 de
noviembre y al día siguiente vadeó el Neuquén, frente al For-
tín 1''^ División, habi(:ndole prestado oportuno concurso en esta
operación el comandante de la armada Erasmo Obligado y el
teniente O'Connor.
Al terminar el pasaje, fué desprendido el comandante Pei-
teado con ciento treinta plazas de su regimiento y diez infantes
del «2», á sorprender las tolderías de Ñancucheo {*), que se su-
(») Su efectivo era el sljruiente: 6 jefes, 32 oficiales, 512 soldados y 12 arrieros.
Llevaba, además: 1393 caballos. 180 yejfuas, 769 muías y 449 novillos; como también
100 cargas con víveres y vicios.
(*) El cuadro de jefes y oficiales lo componían: jefe, teniente coronel Benjamín
Moritán; 2° jefe: teniente coronel graduado Juan G. Díaz; capitanes: Adolfo Sdez
y Guillermo R. Damcli; tenientes: Manuel Sontang, Rogelio de los Llanos y Cé-
sar Aguirrc; subtenientes: Emilio Rouquand, Juan R. Cambas. José M. Castro, Car-
los Wappers. Horacio Pintos, Aquileo Zuluaga, Luis Roverano y Eduardo Ro-
dríguez.
(') El teniente coronel Roque Peiteado mandaba el 2 de caballería y el sar-
gento mayor Mi^ruel E. Vidal tenía á sus órdenes accidentalmente al 5" de la
misma arma.
(*) En parte fracasó esta expedición, debido á que los indios sintieron la aproxi-
mación de la tropa; pero los alcanzó una partida de 25 soldados que mandaba el
capitán D. Vicente Bustos y teniente 1^. Vicente Grímau; librándoles un encarni-
zado combate á arma blanca durante media hora, que terminó con la completa
dispersión de los salvajes. Trece muertos tuvieron estos y numerosos ahogados en
el río Chimchuin. Bustos perdió un cabo y cuatro soldados y tuvo cuatro heridos
inclusive él mismo y la mayor parte de la tropa contusa á golpe de bola. Re-
gresó al campamento con 24 prisioneros, numerosa caballada y ganado vacuno y
lanar.
- 237 -
ponían ubicadas en Huichú-Lauquén, mientras que la brigada
sig^uió su marcha rumbo al oeste, costeando el Limay, hasta
el día 30, en que campó en Picum-Leufú para construir el for-
tín del mismo nombre.
Un día después se separó de la columna el coronel D. Enri-
que Godoy, acompañado por el jefe del «2 de Infantería», 3
oficiales y treinta infantes y el sargento mayor Vidal con cinco
oficiales y ciento treinta soldados del 5 de caballería, para ope-
rar contra las tribus de Reuque-Curá, Namun-Curá y Mainquel
á objeto de obligarlos al sometimiento que desde tiempo atrás
tenían prometido ('). El resto de las fuerzas continuaron, á ór-
denes del comandante D. Alejandro Montes de Oca, su ruta
hacia Collom-Curá, á cuyas márgenes camparon el 6 de diciem-
bre, de acuerdo con las instrucciones que les fijaban aquel lugar
como base de operaciones.
El jefe accidental de la brigada desprendió á los tres días al
2° jefe del «2 de Infantería» con dos oficiales y veinticinco
soldados de su cuerpo y cinco oficiales y sesenta de tropa del
regimiento 2 de caballería, con la misión de sorprender y batir
á la tribu de Ñancucheo que á la sazón se hallaba refugiada en
un hermoso valle que, cubierto de gigantescos y frondosos pinos,
manzanos, ñire y ciprés, se extiende detrás de las moles de
granito que escalonadas en talud rápido forman la estrecha senda
á que se denominó «La Trinchera».
Avanzó la reducida columna hasta enfrentar el desfiladero
el 11 de diciembre y no sin sorpresa pudieron apreciar que
sus condiciones naturales de defensa habían sido reforzadas con
obras artificiales de fortificación pasajera que no se debían al
ingenio del indio, pues su uso les era en absoluto desconocido
(*) Durante catorce días expedicionó el coronel Godoy. Llegó íl las tolderías de
Reuque-Curá y NamuncurA cuando ambos caciques habían levantado sus reales
y huido A Chile, debido á que fuerzas de la 1** brigada habían batido el campo
inmediato al que habitaban
A pesar de esta incidencia, una comisión que desprendió de sus fuerzas, com-
puesta de 25 soldados del «2 de Infantería» y 5 del 5 de caballería, á órdenes
del comandante Moritán y subtenientes Cambas y Roverano, tomó al cacique
Mainquel con 08 lanceros y 326 indios de chusma. Además de estos prisioneros
las fuerzas que siguieron al coronel Godoy coparon 59 guerreros que pertenecían
á diversas tribus.
— 238 "
(*), sino á la mano práctica de profesionales de ultracordillera,
que veían en los soldados de la civilización argentina los repren-
sores de su comercio criminoso y los adversarios de determina-
dos personajes chilenos que eran notorios aliados de los indios
(*). Sin hesitaciones ni debilidades que desnaturalizaran su ac-
ción, la tropa se internó en el desfiladero recibiendo una avalan-
cha de gruesas piedras que le arrojaban rodando por la rápida
pendiente las indiadas que coronaban la cerrillada; mientras que
otro grupo numeroso, provisto de armas de precisión y previ-
soramente oculto tras la defensa artificial, le hacía un fuego
graneado y bien sostenido. El bravo teniente del regimiento 2
de caballería, D. Joaquín Nogueira, comprendiendo lo difícil de
la situación, se lanzó con ardimiento al asalto de la inexpuna-
ble posición seguido por un diminuto grupo de soldados de su
cuerpo; pero, al escalarla, fué mortalmente herido de un bala-
(0 «Hasta este momento no tenía conocimiento de la existencia en este punto
« de la fortificación hecha de palos á pique, piedras y madera amontonada, la
« que interceptaba el camino y abrlg^aba á los enemigos armados ¿i lanza y re-
« mington. Tamt^ién se encontraban cantidad de ellos en la cumbre arrojando
« piedras, las que indudablemente habían sido preparadas allí con tal objeto. No
« se distinguía á los defensores por la buena posición que ocupaban, lo que hacía
« casi inútiles nuestras armas de fuego. Me permito llamar la atención de IT. S.
« sobre esta trinchera que evidencia demasiados conocimientos sobre la construc-
« ción de ellas para poder ser hechas por los indios». (Parte del comandante
Juan Gregorio Díaz).
(«) El cacique «Juan Agustín» de negra fama en Mendoza, era en Chile el propie-
tario y juez de Barrancas Sr. D. Juan A. Terrado; «Caepé» el sanguinario cacique
del Neuquén. era un distinguido sobrino político del general Bulnes; el mayordo-
mo del fundo de este jefe y empleado de su confianza fué el cacique «Aillal»; el
capitanejo «Cayuman», ladrón de haciendas en la República Argentina era en Chile
el Sr. D. Francisco Palacios, perseguidor de bribones y juez de Río Grande; y el
Sr. D. Manuel Palacios, hermano del anterior y honesto comisario de policía en
los Afolles, era cómplice, de este lado de la línea, de los indios, instigaba sus ma-
lones y usufructuaba los productos.
Aparte de que los datos anteriores hacen cumplida fe á la afirmación del texto,
creo oportuno transcribir uno solo de los párrafos de la original carta que el co-
ronel Godoy recibió el lunes '29 de enero de 18S3. fechada el 11 en la Reducción
de Paquipulli de la provincia de Valdivia y firmada por el cacique Camilo Ca-
trigir.
Dice á la letra:
«Así Pues Caballero Argentinos que yo soi Chileno Catriglr coperador de la
M Patria i atendido en el Gobierno Chileno, por saber respetar las leyes Chilenas;
« porque asi tengo el documento de los Antigos de mis Antecesores, abuelos de
« los siglos asta el presente del siglo que vivimos como hermanos. Aliado uno
« con otro».
A confesión de parte, afirman los juristas, relevo de pruebas.
- 239 -
zo (*). En tanto el teniente Sontang, con un piquete de soldados
del «2 de Infantería» ('), desafiando la interminable caída de
pedruscos, trepó á pie el empinado cerro para caer sobre el
flanco de los defensores desalojándolos á bayonetazos de la
trinchera; momento que fué acertadamente aprovechado por
las fuerzas restantes para forzar, con Grimau á la cabeza, el
desfiladero que se juzgaba inaccesible y derramarse por el valle
dispersando completamente á la indiada y sus cómplices, que
huyeron á pie por las escarpadas montañas vecinas con tanto
apresuramiento que dejaron en poder de los arrojados asaltan-
tes todos sus útiles y animales y tres carabinas Remington.
Cuatro días después de este lance, que la justicia del go-
bierno y la opinión clasificó de «acción heroica», regresó el
comandante Díaz conduciendo un prisionero y 636 cabezas de
ganado^ además de haber racionado á la tropa durante la mar-
cha con los animales quitados, y en el campamento recibieron
el justo tributo que su valor y abnegación merecieron. (*)
Las incidencias de esta batida á Ñancucheo indujeron al co-
(») «Díaz Grimau, que oculta con modestia encantadora un corazón de león, los
« no menos temerarios Sontnni?, Nogucira y el chiquilin \VappA"s. como le llaraá-
« hamos cariñosamente sus íntimos, tienen el presentimiento de que no sólo hay
« allí indios, que también ocultos por aquellos muros de piedra les acechan los
« hijos de Chile, con el alma impregnada de odio, el ojo avisor y el arma preve-
« nlda para descargarla á mansalva sobre ellos y cargan furiosamente
« y enseñan á sus adversarios cómo toman á bayoneta y sable los infantes y ji_
« netc*í argentinos trincheras enemigas. Allí cayó Joaquín Nogueira con el pecho
« atravesado por una bala chilena («Wappers«, por José Juan Blcdma).
(«) «Viendo imposible el asalto de frente mandé echar pie á tierra á la fuerza,
« dejando una guerrilla que continuara el fuego para arredrar "á los defensores y
« colocando los caballos defendidos en una arboleda que existe allí cerca, mandé
« al teniente Sontang con una guerrilla de infantes trepar A la cumbre de la cor-
« dillera y atacar el flanco derecho del enemigo». (Parte oficial del comandante
Díaz\
(■) Aparte de las demostraciones que merecían los que actuaban en hechos cla-
sificados de «acción heroica», el jefe de la brigada acusó en los siguientes térmi-
nos recibo del parte oficial: «Al aprobar, como lo hago, su proceder en dicha
« jornada, me es muy agradable felicitar á Vd. y subalternos por la actividad y
« tino empleado en la expedición, como por el valor demostrado en la pelea. Al
« elevar al .superior su precitado parte me haré un honor en recomendar á Vd. y
« fuerzas que condujo á las consideraciones que se han hecho acreedoras, sin
« olvidar una mención especial para la memoria del infortunado teniente Noguei-
« ra, muerto en su puesto de honor al forzar intrépidamente la fortificación ene-
« miga»
En la Orden de Brigada del 17 de diciembre se dispuso: «Llámese «Fortín Te-
« niente Nogueira» al establecido en Pichín-Picum-Leufú y que va á guarnecer
« un destacamento del regimiento 2 de caballería»
— 240 -
ronel Godoy á salir personalmente en busca del recalcitrante
cacique, llevando doscientos soldados de los tres cuerpos que
formaban la brigada.
Partió del campamento con el jefe y 2** jefe del «2 de Infan-
tería» y comandante Peiteado el 18 de diciembre, y once días
después regresó sin haber podido tomarlo porque se internó
en territorio chileno, pero con 10 indios de lanza prisioneros,
30 de chusma y numerosa hacienda (')• Durante esta batida
desprendió, desde Huichú Laiquén, al comandante Moritán con
100 plazas de infantería y caballería para que buscara en sus
guaridas inmediatas á Curuhué, á los capitanejos Gervasio, An-
tener, Coilla y Nahuelquil y luego se corriera á los toldos del
cacique Curá-huinca, á fin de someterlos de acuerdo con las
proposiciones de paz que habían iniciado ó en su defecto batir-
los. A pesar de haber recorrido los expedicionarios el itinerario
fijado y llegado en sus requisiciones hasta la línea divisoria^
sólo dieron con un grupo de diez indios á que quitaron sesenta
y un caballos y dieciséis muías, con los que regresaron á
Collom-Curá el 1° de enero.
Al día siguiente la brigada cambió de campamento, trasladán-
dose dos leguas al N. N. O. del que ocupaba. Se estableció en un
valle de aspecto hermoso y excelentes pastos que se extendía,
sobre la margen derecha del Collom-Curá, en una extensión
de cuatro leguas de frente por diez cuadras de fondo y en el
que la revistó el jefe de la división, general Villegas, que á la
sazón recorría la línea hasta Nahuel Huapí.
Todo el mes de enero (') transcurrió sin que se desprendieran
(1) Mientras se realizaba esta expedición, salió el 25 de diciembre el mayor Vidal
con 10 soldados del «2 de Infantería» y 45 jinetes & operar sobre una partida d
indios que se sintió en las inmediaciones del campamento. La persiguió tomándole
un prisionero y todas las monturas de los indios que tuvieron que huir en pelo.
Regrresó al día sip^uicnte 6 inmediatamente fué comi* ionado para batir la vega
de Chepelcó. Con eve obieto elipió otros 10 infantes y cuarenta y cinco de caballería
y durante varios días expedicionó sin resultado satisfactorio, en razón de que los
baquianos indígenas procedieron de mala fe.
(*) Con fecha 31 de enero se dictó un decreto que reducía los 12 batallones exis-
tentes A 6 regimientos, perdiendo seis unidades su numeración y por consi fruiente
al «Batallón 2 de Infantería» se adscribió el 12 de la misma arma, para formar
el «Regimiento N*» 2»>, de que fuó nombrado jefe el coronel D. Rufino Ortega. Este
decreto fué derogado el 14 de marzo de 1887, por otro de que oportunamente me
ocuparé.
- 241 -
fuerzas del «2» en persecución de los indios, pues la nueva
batida con que el coronel Godoy obligó á Ñancucheo á buscar
nuevamente refugio en temtorio chileno, así como la infausta
expedición del capitán Crouzeilles fueron ejecutadas con tropas
de caballería. Por consiguiente, permanecieron inactivos los
infantes hasta el 2 de febrero en que el comando dispuso que
dos comisiones á órdenes respectivas de los comandantes Díaz {*)
y Peiteado avanzaran sobre los valles de Pulmary y Quilquilihué
para perseguir á las indiadas que ocupaban esos parajes y sus
inmediaciones.
La índole de esta crónica me induce á seguir la mandada por
el comandante Díaz que, por otra parte, fué en la que con mayor
lucimiento descollaron los soldados del «2 de Infantería».
Esta, que la formaban el teniente Songtan y subteniente Wap-
pers con quince plazas del «2» y dos oficiales de caballería y
cuarenta y cinco jinetes, marchó con rumbo á Nahuel Huapí,
tomando en el trayecto cinco indios prisioneros. Desde el lago
continuó su avance hasta el arroyo Colom-Có en que se tenían
noticias existía una toldería; pero los expedicionarios la encon-
traron recientemente abandonada y tomaron sólo un lancero y
dos indios de chusma que se habían rezagado. Inmediatamente
se emprendió la persecución de los que huían y avivando el
aire de las marchas llegaron el 12 á campar en Pulmary De
acuerdo con las instrucciones que reglaban sus procederes, dis-
puso el comandante Díaz una batida de los montes inmediatos,
que fueron requisados por varios piquetes durante cuatro Üías,
al cabo de los cuales reanudó la marcha con rumbo al norte,
dejando á su espalda un destacamento con solo tres oficiales
y treinta y tres individuos de tropa. Durante el avance dio con
(») Instrucciones que recibió el comandante Díaz:
«Con 4 x)íiclales. 60 soldados y b indios auxiliares marcharA A Pulmary con el
« propósito de hacer una batida general de sus bosques y contornos. Siendo el
« citado paraje el punto céntrico de los bosques de pinos, cuyo fruto constituye
<( el principal alimento de los indios, lo adoptará como base de operaciones; al
« efecto puede construir corrales para la seguridad de sus haciendas. Debiendo
« ser ocupado ese paraje, en breve, por fuerzas de la 1** brigada, operará de
n acuerdo con ellas. Su permanencia durará lo menos veinte días, pudiendo re-
« tirarse vencido ese término, siempre que tuviera la convicción que la preseficia
« de sus fuerzas no sea necesaria y que haya sido ocupado por las de la P b(igada»i
etc., etc.
- 242 -
una rastrillada fresca, y á objeto de seguirla, desprendió á los
tenientes Songtan y Canaveri, continuando el jefe de la expe-
dición su camino con el subteniente Wappers, seis soldados del
«2 de Infantería», ocho del regimiento 2 de caballería y dos del
5° de la misma arma.
Con tan reducida tropa y mientras seguía una de las huellas
que señalaban el pasaje de indios, fué sorprendido en la ma-
drugada del 17 de febrero por el ataque de ciento cincuenta
ó más salvajes (') que salieron de improviso del monte y por
tres veces lo cargaron siendo otras tantas rechazados. El co-
mandante Díaz, que se había mantenido á la defensiva por la
enorme desproporción numérica, emprendió lentamente la reti-
rada para posesionarse de una pequeña defensa natural que
había dejado á su espalda, haciendo siempre sentir el peso de
sus armas á los salvajes que aun le contestaban el fuego desde
la ceja del monte.
Pero tuvo en breve que suspender este movimiento retrógrado,
al avistar una compañía de cuarenta y dos soldados del ejército
chileno que, á órdenes del teniente Domingo A. Rodríguez y
alférez Norambuena (*), se arrastraban— como el felino oculto
en la espadaña— para cargar á mansalva al grupo escueto de
nuestros veteranos. Desplegados ya en guerrilla y aunque se
deslizaban sigilosamente entre el alto pastizal fueron denunciados
por el brillo de las bayonetas, y el vibrante toque ¡á degüello!,
lanzado á los aires espontáneamente por el valiente trompa del
O Segrún los documentos oficiales eran 150 indios de lanza; pero las versiones
que he recogido dan todas mayor número; Wappers me aseguró que eran más
de 200 y en los apuntes que poseo del comandante Castro se establece en 300 la
cantidad de indígenas.
(*) Pertenecían á la guarnición del Fortín Liencurá. Este fortín chileno era el
refugio de los indios tnaloucs y il su respecto dice en informe oficial el jefe de
la 2* brigada, coronel D. Enrique Godoy: «Me aseguran que los indios de los caci-
« ques Queupo Paineo y Nahucl, que han sido y son los más tenaces y crueles
• invaí^ores de nuestras poblaciones fronterizas, habitan actualmente en la misma
« línea divisoria con la república de Chile, á vanguardia de sus fuertes y próximos
« al Fortín Liencurá de aquella nación, amparados por su guarnición como queda
« comprobado, y por consiguiente en plena libertad de pasar á nuestro territorio,
« armados como están, y continuar sus latrocinios y asesinatos, salvaguardados
■ en su residencia por el derecho de gentes, que nos impide penetrar hasta ellos,
(c Muy duras serían las consideraciones á que dan lugar tan tristes circunstancias
« y absténgome por mi parte de producirlas en este informe por un exceso de
« respeto á aquella nación».
- 243 -
«2», reveló á los pérfidos aliados de Queupo que los veteranos
de Díaz y Wappers se hallaban prevenidos al combate y dis-
puestos á castigar rudamente su desleal osadía.
Ante la evidencia de esta decisión bajaron los chilenos el
trapo blanco O* con que pretendieron alucinarlos para atacarlos
á traición,— tal como anteriormente lo habían hecho con el ma-
yor Vidal, capitán Bustos y los malogrados Crouzeilles y Las-
cano,— é iniciaron un recio tiroteo para luego lanzarse en una
carga á la bayoneta que llegó hasta 30 pasos (*) de la posición
en que á pie firme los esperaban nuestros veteranos para fla-
gelarlos con sus fuegos y obligarlos á dar la espalda dejando
siete muertos y sus armas en el campo del escarmiento. (')
En este encuentro (grandioso en su propia pequenez, desarro-
llado en el fondo de un lujurioso valle que lucía todas las ga-
las de la naturaleza y bajo un cielo límpido que acariaba con
la brillantez de sus fulgores y en el que sólo dieciséis soldados
argentinos, alentados por la serena arrogancia de los fuertes,
pusieron en precipitada fuga á cuádruple número de veteranos
chilenos (*) que combatieron auxiliados por las indiadas de
Queupo, Paineo y Nahuel), tres de nuestros beneméritos veté-
is) «El comandante Díaz en su parte oficial manifiesta: que tras la batidera par-
« lamentaría alzada por el eneiHigo, tnarchaha uua compatlia de iiifatiicria clii-
n leita desplegada eti guerrilla y que temiendo le acouteciera lo que á otras
« comisiones mandó romper el fuego. En efecto, el capitAn Crouzeilles y tcnicn-
« te Lascano fueron asesinados de un modo misterioso. En medio del combate
« el enemigo inició toques de corneta y el capitán mandó cesar el fuego. Momen-
« tos después los oficiales argentinos eran muertos alevosamente y sin darles
« tiempo para defenderse. Entre los adversarios vióse un oficial con revólver
« y espada en mano que les animaba». (Diario de la Comandancia de la Divi-
sión, llevado por el teniente Oliveros Escola).
(*) «El enemigo cargó á la bayoneta á nuestros valientes hasta la distancia de
(( treinta pasos donde fué obligado á dar la espalda, abandonando, acto continuo,
« cristianos é indios el campo de combate llevándose numerosos heridos. (Parte
del coronel don Enrique Godoy).
(») Los fusiles y correajes quitados á los soldados chilenos fueron cortcsmen-
te devueltos al gobierno de aquella nación por el argentino. La espada de uno
de los oficiales, de empuñadura de bronce con la «estrella solitaria del Pacífi-
co» en relieve, se conservó durante varios años en la gobernación del Río
Negro.
(*) «La lección dada á los chilenos que han hecho causa común con los salvajes
« ha sido tan tremenda como merecida. Es bueno que se vayan acostumbrando
« nuestros pérfidos vecinos á dar la espalda á nuestros soldados en proporción
<( de uno contra diez^ como ha sucedido en la brillante acción dirigida por Vd.
« y tanto dice en honor de su valor y pericia reconocida». (De la carta que el co-
ronel Godoy dirigió al comandante Díaz el 21 de febrero de
- 244 -
taños rindieron á la patria en la desigual acción el extremo
tributo de la sangre, y sus nombres deben conservarse para
que sus hermanos de armas los recuerden ^empre que el
cumplimiento del deber los llame á desafiar peligros y pena-
lidades:
Esteban Godoy
}
^ , ^ , . Muertos
Pedro Leal
Domingo Ríos — Herido
Luego de recoger las armas dejadas por el enemigo en el
campo y colocar el herido en el único caballo sano que que-
daba, se retiró Díaz con rumbo á la Laguna Aluminé, en donde
lo alcanzaron una semana después los refuerzos que, al mando
del mayor Vidal, envió el jefe de la brigada en previsión de
otro ataque y hasta tanto el general Villegas adoptara las pro-
videncias que se le recabaron en oficio del 22 de febrero. (*)
Es sensible que no encuadre en esta crónica el estudio dete-
nido de la intervención de nuestros vecinos en la guerra con-
tra la barbarie, pues, á par que evidenciaría la perfidia y desleal-
tad de los aliados del salvaje, serían sus conclusiones asaz
honrosas para los que se debatieron contra tanta asechanza y
á unos y á otros flagelaron la espalda. Sobran los elementos
de juicio y oportimamente he de explotar ese rico venero de
revelaciones, sin otra intención ni más anhelos que propios y
extraños puedan justipreciar el esfuerzo generoso y los ejem-
plos de abnegación incomparable con que hermosearon aquella'
campaña los veteranos de la división Villegas.
Además, un sentimiento ingénito de justicia reclama se reme-
more la actuación de los que sobresalieron en la doble lucha
por la civilización y la soberanía; entre los que ocupa prominente
lugar— por la sutil diplomacia con que previno mayores excesos
«') «Las circunstancias especiales que rodean este acontecimiento por la inge-
« rencia de tropas extranjeras, armadas de fusiles de precisión y de un modelo
« desconocido para nuestros indios, el orden de formación observado en el ataque
tt que sólo se adquiere mediante la Instrucción en los ejércitos regulares, y, por
« fin, el uniforme de soldados que vestían, sugieren al insfrascripto serias con-
u sideraciones por la nueva faz que va tomando esta guerra y tanto mas que es
« el segundo hecho que se produce aparejado de las mismas circunstancias y
« acerca del cual cree de su deber llamar la atención de U. S. de una manera
« muy preferente y solicitar medidas é instrucciones especiales al efecto». (Nota
del cotonel Godoy al general Villegas).
-245-
y la habilidad y energía que desplegó en la campaña— el jefe
de la 2^ brigada, coronel Enrique Godoy, y los que ejecutaron
las acertadas disposiciones militares con que refrenó los avan-
ces ó debeló al adversario; así como también los manes de
Crouzeilles, Nogueira, Lescano y demás víctimas propiciatorias
de la traición y los odios menguados exigen que la verdad por
amarga que sea se sobreponga á medrosos circunloquios y
lapide perdurablemente á los aleves sacrificadores.
Hecha esta aclaración, que he conceptuado necesaria para que
resalte la razón por que silencio ciertos hechos, continuaré la
crónica de los sucesos de la campaña.
Mientras los acontecimientos narrados se desarrollaban había
marchado (el 8 de febrero) el comandante Moritán con cuarenta
y cinco soldados de su batallón, setenta y siete plazas de caba-
llería y varios indios reducidos á construir el fuerte y cuarte-
les de invierno para la guarnición que debía acantonarse en
Junín de los Andes.
Terminadas sus respectivas comisiones, tanto el jefe titular
como su segundo, regresaron al campamento de Collón-Curá
días antes que la 2^ brigada emprendiera la marcha de retorno
á Fuerte General Roca.
A este paraje llegó el 14 de abril de 1883; después de haber
reducido á más de setecientos indios; obligado á Ñancucheo,
el más recalcitrante de los caciques, á pedir por tres veces in-
dulto para él y su tribu, jurando con un Cristo en las manos,
según su propia afirmación, ser fiel y sumiso á las autoridades
argentinas; dispersado ó despedazado á los salvajes alzados y
entregado, en fin, á los pionners del progreso un espléndido
territorio de dos mil cuatrocientas leguas cuadradas que tan-
tas riquezas atesora y tan brillante porvenir promete.
En la guarnición de Roca recibieron, como premio de las ac-
ciones heroicas que el superior gobierno les había reconocido, la
efectividad de teniente coronel el que lo era graduado D. Juan
Gregorio Díaz, como también el nombramiento en propiedad de
jefe del«2 de Infantería», (*)y sus despachos de capitán ytenien-*
(>) El comandante Moritán se habfa hecho cargo del comando del 5^ de infan-
tería el 28 de julio y con fecha 8 de agosto fué también nombrado 29 jefe del -«2
de Infantería» el mayor don Rodolfo Kratzemsteing.
- 246 -
te respectivamente los dos oficiales que en la Trinchera y Piil-
mary (generalmente conocido por *Lonquimay»), se destacaron
arrogantemente entre los valientes que los acompañaron á de-
safiar de cara al enemigo la soberbia de los salvajes y la per-
fidia de sus aliados: Manuel Sontang y Carlos Wappers.
LOS ÚLTIMOS VEINTE AÑOS
En la linea de fronteras — De Boca á San Juan— Maroha penosa —
Quarniclón en Formosa — Bevoluoión de 1890 — Bn el Betiro —
Entrada á la Plaza Libertad — Cantón de Talcahuano y Para-
guay — Lucha encarnizada — Custodiando el palacio de gobierno
— Sorpresa — Decisión de los combatientes — Muertos y heridos —
Bemonta — Campamento en Maldonado — Maniobras en el Talar
de Pacheco — Bevolución del 93 — Marcha al Bosario — Cambios
en el comando— Movilizaciones — Extinción de la langosta — La
custodia del armamento — Instrucción de conscriptos — Creación
del 2^ batallón — Intervención á Buenos Aires— Las huelgas —
En Bahia Blanca y la Cordillera — Conclusión.
Con la expedición de que me he ocupado se solucionó com-
pletamente el problema secular que tantos desvelos y sacrifi-
cios había proporcionado desde la época de la conquista y las
unidades del ejército á que cupo la honra de concluir con la
prepotencia indómita del salvaje fueron distribuidas convenien-
temente en guarniciones y puestos avanzados. Tocó al «2»
continuar acantonado en General Roca, de donde desprendió
varios piquetes con la misión de cubrir la línea de los fortines,
que han sido, en su mayoría, la base de centros de población
llamados á convertirse, en un futuro no lejano, en emporios de
riqueza y progreso.
En los años que mediaron hasta el de 1887 fué para la tran-
quilidad y seguridad de los habitantes de aquellos lugares in-
dubitable prenda de garantía, sin que en sus filas ocurriera du-
— 248 -
rante ese lapso mayor novedad que la introducida en su orga-
nización por el decreto del 14 de marzo que derogó los
términos del de fecha 31 de enero de 1883.
Mediante esta resolución gubernativa, que con tino y enco-
miable acierto se fundó en que «los antiguos números de los ba-
« tallones significan glorias adquiridas y representan una tradi-
« ción que conviene recordar», el 12 de infantería recuperó el
propio y en su reemplazo se completó al «Regimiento 2» de la
misma arma con el de igual número de la guardia nacional de
Buenos Aires.
Así reorganizado el cuerpo, marchó su primer batallón, en
junio de 1887, con destino á San Juan y orden de efectuar la
travesía entre puntos tan equidistantes valiéndose de sus pro-
pios elementos.
A la sazón el ganado de que disponía el regimiento era su-
mamente escaso y se hallaba tan trasijado que en las primeras
jornadas, cuando sólo había traspuesto cuarenta leguas, quedó
en su mayoría aplastado; viéndose obligada la tropa á continuar
la marcha llevando unos soldados las cabalgaduras del cabestro
mientras que otros lo hacían cargando en hombros el recado,
pues ni aun éste soportaban las bestias cansadas.
Para imaginar los sufrimientos que tal situación les deparaba
es preciso tener en cuenta que ya las jomadas se hacían por
entre las estribaciones del maciso Andino, atravesando riscos
y quebradas, hollando terrenos fangosos en ocasiones, ásperos y
pedregosos generalmente, que bien pronto gastaron el calzado
de la tropa colocándola en condiciones indecibles; pero, no obs-
tante los extraordinarios esfuerzos que á diario los fatigaban,
el azote de la nieve que atería sus miembros en aquellas no-
ches pasadas al raso, el desamparo que los circuía y la desnu-
dez que hacía doblemente sensibles las penalidades, soportaron
los soldados del «2» la marcha con raro estoicismo durante tres
largos meses, dejando una vez más evidenciada la resistencia,
energía y vigor increíbles que nuestros veteranos despliegan
cuando la voz del deber y el mandato de sus jefes los incita
á satisfacer las más rudas obligaciones.
Puede ésta señalarse como una de las más difíciles y azaro-
- 249 -
zas que ha realizado la infantería reducida á sus propios me-
dios, sufriendo sin abrigo las inclemencias invernales, la falta
absoluta de recursos y las necesidades inherentes al tránsito en
parajes desiertos y, sin embargo, el batallón llegó á Mendoza
en condiciones regulares el 24 de septiembre y tras breves
días de descanso continuó su itinerario hasta San Juan, sal-
vando la distancia que á ambas ciudades separa en ferrocarril.
En este último punto prestó servicio de guarnición hasta el
1° de enero de 1900, fecha en qué retomó á Mendoza para se-
guir, quince días después, viaje al Rosario y de ahí pasar á la
frontera de Formosa con el cometido de relevar en la línea de
fortines al 7 de infantería.
Sólo cuatro meses permaneció cubriendo ese servicio, de-
bido á que en los primeros días de mayo recibió su comando
la orden de trasladarse á Puerto Barranqueras para formar
brigada con el 8 de infantería y 6 de caballería (') y seguir em-
barcado á la Capital Federal, en razón de que se sentían las pri-
meras manifestaciones del movimiento armado que preparaba
la Unión Cívica.
Llegado que hubo á Zarate bajó á tierra y se le mantuvo
acuartelado hasta el 19 de julio, día en que continuó hasta Bue-
nos Aires para ocupar el edificio de la aduana vieja.
Apenas alboreaba el 26 de aquel mes, cuando varias unidades
del ejército, confabuladas con el grupo dirigente de la Unión
Cívica y la masa popular que se sentía enardecida por la vi-
brante propaganda de la prensa independiente y la oratoria
persuasiva de las conferencias públicas, tomaron posesión del
«Parque de Artillería» y sus inmediaciones, en abierta rebelión
contra la autoridad nacional, que en los días ardorosos de la lucha
mereció ser tildada con el neologismo gobierno del tiñicato.
Los revolucionarios, bajo la dirección militar del general Ma-
nuel J. Campos,' tendieron la línea de cantones y manteniéndose
á la defensiva, sin causa real que justificara tal actitud, dieron
sobrado tiempo á que las fuerzas que permanecieron leales al
gobierno de Juérez Celman se concentraran en el Retiro.
(') La jefatura de esta brigada quedó á cargo del comandante Belaunde, cjue
iQ^ndabí^ A I4 sazón el 8 de Infantería,
- 250 -
Cupo al «2 de Infantería» ser el primero de los cuerpos fieles
que acudió al punto de cita, al que concurrió con solo 119 plazas
debido á que las restantes, in<51usive la banda, fueron destinadas
á custodiar el Palacio de gobierno C).
Los batallones que sucesivamente se incorporaron fueron for-
mados en columna de masas, á cuyo frente se colocó el ministro
de guerra, general Nicolás Levalle, para llevarla personal-
mente al fuego.
Ocupó la cabeza el «2 de Infantería» seguido por el 4 y el 6
de la misma arma, al mando respectivo de los comandantes
Kratzenteins, Reyes y Parkinson, y á continuación el cuerpo
de bomberos, otro de vigilantes y el regimiento 11 de caballería
que cerraba la marcha.
Estas fuerzas, á son de música y con toda decisión, avanzaron
por la calle Santa Fe y en la de Cerrito oblicuaron hacia el
sur. Los sublevados que ocupaban las azoteas de los edificios
O El efectivo del cuerpo en aquella jornada se descomponía así:
Platta iitaycr
Coronel Miguel E. Molina
Teniente coronel Rodolfo Kratzensteln
Cpts. ayudantes- Pedro Recuera, Car-
los Wappers y Martin G. de San
Martín.
Banda de música
Director Pedro Palavecino
Sargentos 5
Cabos 5
Músicos 11
Compañía granaderos
Capitán Juan B. Cambas.
Teniente 1" Félix Pineda.
Teniente 2^ Juan Covaro.
Subteniente Ricardo Perclra.
Sargento'^ 2
Cabos 3
Trompa 1
Tambor 1
Soldados 30
Jefes 2
Total Oficiales 16
Tropa 213
Total 231
Primera compailia
Capitán Juan L. Correa.
Teniente 2° Luis Llames.
Subteniente Jaime Croomcr.
Sargentos 3
Cabos 4
Tambor l
Soldados 34
Sí'gunda compañía
Capitán José M. Castro.
Teniente '2^ José Sas«íi.
Subteniente Mauricio N. Sola.
Sargentos 3
Cabos 5
Trompa i
Soldados 38
Compañía cajsadores
Capitán Rodolfo L. Correa.
Subteniente José M Bertres.
Sargentos 2
Cabos 6
Tambor 1
Soldados 57
- 251 -
con frente á la última y la enfilaban con su artillería, rompieron
tan nutrido fuego sobre la columna que la cortaron en dos
trozos, colocándola en situación sumamente dificil, pues en
aquella masa encerrada en la cal?;ada no se desperdiciaban las
balas. Un segundo de hesitación la hubiera perdido; pero los
jefes de los bizarros batallones acometieron resueltamente á su
frente para dominar toda la plaza Libertad y sus inmediaciones,
lo que consiguieron en breve, desalojando al adversario de sus
posiciones.
Inmediatamente el «2> se adueñó de la esquina formada por
las calles Libertad y Paraguay y desprendió dos compañías al
mando del capitán Cambas, para ocupar un cantón en Paraguay
y Talcahuano. Sobre éste convergieron, acto continuo, los fuegos
de las posiciones avanzadas del enemigo y á raíz de sostenido
tiroteo iniciaron los cívicos el avance con tanta decisión que
hubo necesidad de reforzar el punto con el resto del batallón
para resistirlo primero y luego rechazíirlo. Cinco muertos,
veintitrés heridos y el capitán Wappers contuso, fué para el
cuerpo el resultado de esta acción parcial.
Como esta posición avanzada era batida con encarnizamiento
y solo la defendían noventa y un soldados, se resolvió reforzarla
con ochenta plazas del 6 de infantería, al mando del capitán
Carlos Carpi, y dos piezas de artillería con su dotación corres-
pondiente de sirvientes, que dirigía el capitán Rafael Aguirre. (')
Al día siguiente se generalizó el combate con igual tesón que
el anterior, manteniéndose con pertinacia el fuego hasta las
10 a. m., en que la tregua pactada para enterrar los muertos y
atender los heridos lo suspendió momentáneamente; pero en la
tarde continuó con algunas intermitencias hasta que la capitula
ción del 28 ultimó al movimiento subversivo en que ambos
adversarios hicieron derroche de valor y evidenciaron soberbio
desprecio por la vida. (*)
l») «Con anticipación fueron colocadas dos piezas de ariillcría del regimiento 2
« á las órdenes del capitán D. Kafacl Aguirre, que fué iierido en las dos piernas
« ocupando su puesto en el combate dignamente, quedando al mando de ellas el
« teniente 1° D. Eduardo Villarruel». (Parte del jefe del «2 de Infantería»).
(«) Seria incurrir en injusticia si se hicieran excepciones al mencionar tales ó
cuales combatientes, puesto que todos lucharon con igual arrogancia; lo prueba
el hecho asaz ^^ugestivo que tanto en los partes de los revolucionarios como los
^ 252 -^
Mientras se producían los hechos que he relatado, con la com-
pañía y la banda del «2» que custodiaban al Palacio de gobier-
no, á órdenes inmediatas del capitán Reguera y subteniente
Sola, y piquetes de bomberos, vigilantes y marineros, se organizó
una línea de cantones hasta la calle Florida y el servicio de
rondines en dos cuadras A todas direcciones de la plaza Victoria.
Estas fuerzas habían llegado á sumar doscientos veinte hombres
cuando el coronel Molina, que ejercía su mando superior, recibió
orden del ministro de guerra de cubrir la calle Piedad desde
Cerrito á Talcahuano y en su cumplimiento avanzó por la pri-
mera; pero, al llegar á la última de las calles mencionadas, fué
sorprendido por el fuego violento que partía de los cantones
formados por los cívicos. Con tropas tan hetereogéneas y te-
niendo al frente un adversario perfectamente resguardado que
lo enfilaba por el frente y la retaguardia y lo dominaba con
sus descargas, fué el combate de corta duración, viéndose pre-
cisado el coronel á abandonar el punto, no obstante la firmeza
con que se sostenía una parte de la fuerza emulada por el
ejemplo de los soldados del «2» ('). Con veintiún hombres fuera
de combate, entre muertos y heridos y dejando dispersos algunos
vigilantes, bomberos y marineros, se corrió hacia la calle Riva-
davia, en donde reorganizó los piquetes, dividiéndolos en dos
producidos por los Jefes leales, se cita entre los que sobresalieron á los que actua-
ron. Evidencia esta circunstancia el parte pasado por el comandante Rodolfo
Kratzenstein, cuyos últimos párrafos transcribo A continuación, por emanar de^
jefe del «2 de Infantería»:
«Me permito citar los nombres de los jefes y oficiales que A mis órdenes se
€ encontraron y que V. S. sabe cómo se distinguieron:
^Teniente coronel: Maximino Rendón.
• Capitanes: Carlos Carpi (del 6), Rafael Aguirre (del 2 de artillería). Ramón
«Ruíz (del 1° de artillería), Carlos Wappers y Juan R. Cambas (del «•2»).
uTcftiettíes los: Cosme Caraball y Eduardo Villarruel (del 2 de artillería).
M Temefites 2os: SalusUano Gómez y Manuel Maciel (del b), Antonio G. Reinoso
« (del \^ de artillería), Emilio Ledesma idel 2 de artillería), Luis Llames. Juan
« Covaro y José Sassi (del «2.).
u Subtenientes: Pedro L. Cáceres (del 6), Teodomiro Garro (del 2 de artillería),
« Jaime Croomer, José M. Bertres y Ricardo Pereira vdel «2») y Gregorio Zeballos
« ^de gendarmes de Santa Fe)».
(*) Al ocuparse en el parte oficial el coronel Molina de las acciones distinguidas,
hace plena justicia A los soldados de su cuerpo al afirmar:
«Debo también llamar la atención de V. E. sobre el comportamiento del piquete
« del «Batallón 2 de línea» A las órdenes del subteniente Sola, que no se conmovió
« al recibir las primeras descargas A boca de jarro, sin embargo de haber sido
« sorprendido».
- 2^ -
g^rupos que quedaron: el primero al mando de los comandantes
Berón, Vivot y Rawson, capitanes Reguera y San Martín y
subtenientes Martínez y Sola y el segundo á órdenes inmediatas
del comandante Icaza, teniente de navio Aguirre, capitanes
Rodríguez y Mejías y el teniente ingeniero Dionisio C. Meza.
A esta altura de los sucesos" dispuso el comandante en jefe
de las fuerzas leales que las á cargo del coronel Molina se
concentraran en el Retiro, lo que efectuaron para, al día siguiente,
avanzar hasta la plaza Libertad y de ahí fueron destinadas á
ocupar nuevamente el Palacio de gobierno y la plaza Victoria,
acantonamiento en que permanecieron hasta que la revolución
quedó completamente dominada.
Durante tres días, en fin, se había peleado con pequeñas
treguas y encarnizamiento tan marcado, que en algunos en-
cuentros las líneas se foguearon á menos de treinta metros.
Bastaría esta circunstancia para evidenciar la tenacidad desple-
gada en la lucha sino la abonara el cupo enorme de los caídos
que llegó en algunas unidades á. la mitad del efectivo. Puede
entre éstas citarse al «2 de Infantería», que de 119 plaza dejó
en el sitio de la lucha trece muertos y cuarenta y nueve heri-
dos C).
No es, por consiguiente, aventurado afirmar que en aquel
momento histórico la entereza legendaria de los veteranos que
chocaron con los apasionados soldados-ciudadanos fué sometida
á ruda prueba y ello es lógico ya que á ambos adversarios los
animaba la misma sangre ardiente y generosa que bulle en los
argentinos cuando el traqueo de la fusilería y la bronca voz
del cañón los llama con el fascinador magnetismo del combate
á sacrificarse en aras de un ideal, á luchar por un principio ú
oponer la muralla de sus pechos esforzados á todo aquello que
pueda vulnerar la grandeza nacional.
Y, en efecto, en el duelo fratricida del 90 los soldados del «2»,
O Fueron mtieftoA en la jornada de julio:
Cabo 2«— Ramón Duran.
Soldados— Rufino Ferreira, Juan Carrizo, Alberto Torres, Braulio Morórt.
Jacobo E. de Grot. Fructuoso Cepeda. Francisco Ocarapo, Ger-
vasio Acosta, Carlos Perelra, Juan Robledo. José Panelo y José
Balbania.
- 2:>4 -
como todos los que permanecieron fieles al gobierno constituido,
tuvieron á su frente un adversario digno de su empuje, que
mereció del vencedor ser saludado en términos de nobleza y
justicia tan acentuada que el olvido jamás borrará: «Adversa-
« sarios de ayer, dijo en su proclama el general Le valle, volved
« tranquilos á \aiestros hogares y decid á quien quiera oirlo
« que os habéis batido como saben batirse siempre los argen-
« tinos y que tenéis el derecho de ser tratados con el cariño
« y la estimación que inspiran los valientes!»
Pacificada la capital y remontado el «2 de Infantería» con
tropa entresacada de la sublevada en el cuerpo de ingenieros,
regimiento 1^ de artillería y batallones 5°, 9° y 10 de infantería
O pasó á ocupar el cuartel cito en las calles Brasil y San José,
quedando así comprendido en las fuerzas de la guarnición; pero,
como se temía se reprodujeran los movimientos subversivos,
pues los jefes revolucionarios continuaban conspirando para
voltear la situación imperante, se le ordenó pasara á campar
en Maldonado, punto que había sido designado para concentra-
ción de las fuerzas en que las autoridades cifraban su confianza.
Despejada la pesada atmósfera política que los sucesos de julio
habían formado, regresó el cuerpo á acuartelarse en el Retiro.
Allí permaneció durante dos años y fué removido para incor-
porarlo á las fuerzas destinadas á actuar en las grandes manio-
bras que se realizaron teniendo por objetivo el Talar de Pacheco
y le cupo lormar parte de la división que tanto se distinguió
operando á órdenes superiores del general Nicolás H. Palacios.
Concluido el período de instrucción práctica, regresó nueva-
mente á su cuartel (*), en el que permaneció hasta el 5 de abril
de 1893, siendo en esa fecha designado para formar parte de
la división acantonada en Santa Catalina.
(*) Por decreto del 4 de aposto se remontó su efectivo á cuatrocientas plazas^
que se dividieron en cuatro compañías, designándose para el comando á un coro-
nel; un teniente coronel y un mayor. Posteriormente, con fecha !• de diciembre,
fueron nombrados para ocupar esos puestos el coronel Rodolfo Kratzenteins, el
comandante Juan L. Correa y el mayor Carlos Wappcrs.
(*; Ya en esta época desempeñaba la Mayoría del cuerpo el mayor José M.
Castro por enfermedad del de igual graduación Carlos Wappers, que, por decreto
de 6 de octubre de 1902, continuó revistando en las listas de esta unidad en con-
dición de «agregado».
— 255 —
Producidos los sucesos revolucionarios de aquel año, que
conmovieron intensamente á varios estados de la República,
fué el «2» llamado á la capital, encomendándosele el servicio
de guardia del Palacio de gobierno. Sólo un mes (el de mayo)
permaneció desempeñándolo, pues, habiéndose reagravado la si-
tuación en el Rosario, se le destinó á incorporarse á la división
que en San Nicolás organizó el teniente general Julio A. Roca
O para operar sobre la plaza en que los radicales se habían
concentrado.
Como simultáneamente con ésta convergieron sobre el grueso
revolucionario las divisiones del norte y del oeste y habían
fallado algunos elementos que antes de estallar el movimiento
creían adictos, los sublevados se consideraron impotentes para
medirse con las fuerzas leales y optaron, después de analizar
detenidamente la situación en una junta de guerra, por disper-
sarse, refugiándose en la vecina república los más comprome-
tidos; disgregación que hizo innecesario el avance de la división
que operaba al sur y consiguientemente acarreó su disolución
y el retorno del «2» al campamento de Santa Catalina.
Un mes después (el 28 de noviembre) se dispuso para marchar
nuevamente al Rosario con el cometido de prevenir y dominar
en caso extremo un segundo levantamiento de los partidarios
intransigentes de la fracción política que había establecido allí
su cuartel general/ Su presencia, unida á la circunstancia de no
haber encontrado eco en la opinión los afanes perturbadores de
los motineros, hizo fracasar la tentativa; no obstante quedó de
guarnición próximamente tres años y fué esta estadía la mejor
prenda de paz y tranquilidad que se pudo ofrecer al vecindario
laborioso.
Durante su permanencia en aquella ciudad reemplazó en el
comando del regimiento el coronel Mulleady al de igual gra-
duación Rodolfo Kratzenteins, ocupó la jefatura del batallón el
teniente coronel Carlos Wappers, continuando como 2^ jefe el
(O Componíase esa división de las siguientes unidades:
Batallón «2 de Infantería >, regimiento de caballería movilizado en San Nicolás,
dos batallones de infantería movilizados, batallón de infantería movilizado en Ra-
mallo, dos compañías de vigilantes de la policía de la capital, y una batería del
regimiento 2 de artillería.
-256 -
que lo era desde cuatro años atrás, mayor José M. Castro;
cambios que se produjeron en virtud de lo establecido por el
decreto del 20 de septiembre de 1895.
La movilización operada en 18% lo obligó á abandonar el
Rosario el 8 de abril para incorporarse á la brigada que se
organizó con la clase de veinte años en el campamento de la
«Calera» (provincia de Santa Fe) y siempre sirviendo de es-
cuela de instrucción á los guardias nacionales que hacían el
aprendizaje de la noble carrera pasó á la estancia «La Grande»,
para luego trasladarse al campamento formado en «El Polí-
gono». Terminada la misión en que sus veteranos ejemplariza-
ron á los soldados bisónos, retomó el 10 de julio á su primitiva
guarnición para ocuparse con particularidad en el servicio de
custodia de los penados recluidos en la penitenciaría.
Razones de tan alto orden que involucraban hasta el posible
sostenimiento con las armas de derechos tan caros como ina-
llanables, indujeron al gobierno á movilizar en 1897 una vez
más la guardia nacional de veinte años, repartiéndola en cam-
pamentos apropiados é interpolándola con los cuerpos de pri-
mera línea para hacer más factible su enseñanza. Con tal pro-
pósito el «2» fué embarcado en el ariete torpedero «Maipú» y
trasladado al campamento del «Arroyo de las Conchas» en
que se hallaba concentrada la clase proveniente de las pro-
vincias de Corrientes y Entre Ríos. Tres meses permaneció
entregado á ejercicios prácticos que servían de norma á los
cuerpos de reciente formación, que se ensayaban en la más
grande de las misiones que al verdadero ciudadano compiten
cual es la de prepararse para defender el suelo sagrado de la
patria.
Producido el hcenciamiento regresó nuevamente al Rosario
y acto continuo fué destinado á extinguir la langOvSta que ha-
bía invadido en mangas considerables el territorio de Santa Fe.
£ste servicio, tan ajeno á la acción privativa de las unidades
armadas que el solo hecho de ordenarlo implicaba el descono-
cimiento del cometido fundamental que les concierne, obligó
á dividir el cuerpo en numerosos destacamentos que actuaron
durante nueve meses repartidos en Melicué, Villa Casilda,
- 257 -"
Cañada de Gómez, Villa Constitución, El Trébol, Irigoyen, Las
Rosas, San Martín, Las Yerbas y otras localidades que la avi-
dez de los ortópteros asolaban y si fue' satisfactoriamente lle-
nado perjudicó, en cambio, la instrucción de la tropa que, so-
metida á tan ruda é inapropiada tarea y subdividida como
estaba, no podía recibirla á diario ni en condiciones regu-
lares.
Recién el 17 de febrero de 1898 fué relevado de esta ingrata
carga y destinado á la guarnición de Buenos Aires, no pu-
diendo en la movilización que se siguió concurrir á prestar su
concurso para la instrucción de los conscriptos, debido á que
se le encargó la custodia del armamento nacional, con cuyo
objeto dividió su efectivo en veintitrés puestos para cubrir
el servicio de destacamentos en el Arsenal Principal de Gue-
rra y depósitos de la guardia nacional de la capital federal, La
Plata y Rosario.
En los últimos años á que refiero y posteriormente fueron
las unidades de la línea las que sobrellevaron el mayor re-
cargo, puesto que equivalían al eje del ejército que en el caso
extremo había de sacar airosos los derechos de la nación que
desde tiempo atrás se veían amenazados por el prurito insano
de expansión y predominio que ha dado características bien
definidas á la acción diplomática de ultracordillera; eran ellas
la academia práctica por que pasaban los conscriptos á par que
daban sus instructores á la guardia nacional, que se aprestaba
virilmente á compartir con los cuerpos de primera línea los
peligros y laureles que la contienda les depararía. Mientras
el pueblo se hallaba con las armas en pabellón esperando con
la tranquilidad del fuerte el toque de generala, los hombres de
gobierno procuraban en empeñosa tarea ultimar la debida or-
ganización de las fuerzas para correr todo albur y bajo la in-
fluencia de esa decisión cívica se resolvió nuevamente remon-
tar los regimientos sobre la base de los batallones existentes
C); disposición que se hizo efectiva en el «2 de Infantería» con
(»j Por decreto del 17 de septiembre de 1898 se iotmó el 2<» batallón de qtte fué
hombrado Jefe el teniente coronel D. Ricardo Cornell, distinguido y preparado
militar y 2^ jefe el capitán don Ismael Lugones« La comandancia del 1er bata*
- 258 -
la incorporación de un mil cien conscriptos de la clase de 1877,
qu^ recibieron la sólida preparación que es en esta unidad
idiosincrática.
Causas de carácter económico obligaron el licénciamiento
por sorteo de una parte de los conscriptos, y así reducido el
efectivo del cuerpo fué comisionado, el 14 de febrero de 1899,
para construir en Santa Catalina un polígono de tiro que utili-
zaría en sus ejercicios la guardia nacional, obra que en sólo
doce días dejó terminada y regresó á su cuartel de la capital
para cuatro meses después trasladarse á la provincia de Bue-
nos Aires á objeto de apoyar moralmente la intervención na-
cional que, á cargo del Sr. Marco Avellaneda, hicieron indis-
pensable las tropelías é incidencias provocadas por su gobernador
el doctor Bernardo de Irigoyen y como fuera necesario afian-
zar en los vecindarios el libre ejercicio del derecho de sufra-
gio, se desprendieron del cuerpo varias comisiones encargadas
de garantizarlo y guardar el orden en los comicios. Realizadas
satisfactoriamente las elecciones y substanciadas las dificultades
que indujeron á la autoridad federal á ejercitar su acción de
acuerdo con los preceptos constitucionales, fué el «2» relevado
de su cometido el 23 de julio.
En el transcurso de los años 1900 y 1901 sus cuadros vetera-
nos sirvieron á la instrucción de los conscriptos que le fueron
adscritos de las clases del 79 )'' 80, como asimismo realizó di-
versas excursiones de resistencia y enseñanza práctica del or-
den de marchas hasta el Campo de Mayo.
El movimiento de resistencia gremial operado á fines de
1902, que adquirió faces bien definidas de desorden y extorsión
obligando á las autoridades á cubrir con retenes los puntos á
que concurrían los obreros, hizo necesaria la inten^ención de
la fuerza de línea y el «2 de Infantería» fué designado para re-
primir los excesos y amparar á los peones que en el Puerto y
la Aduana continuaban en el trabajo, contra los atentados de
los huelguistas más exaltados.
Uón la desempeñaba ya su actual jefe, teniente coronel D. José M. Castro, en ra-
zón de que el comandante Wappers la dimitió para trasladarse A Córdoba á
objeto de atender su salud minada por la enfermedad que concluyó con ese bravo
inteligente y pundonoroso militar.
- 259 -
Después de estos sucesos permaneció un año en su cuartel sin
que se le demandara ningún servicio especial fuera de los que
son comunes en la institución armada, hasta que en cumpli-
miento de una resolución ministerial fué trasladado á la guar-
nición de Bahía Blanca, en la que debía reemplazar al batallón
1° de infantería montada. Embarcado en el transporte nacio-
nal «1^ de Mayo» llegó á su destino el 13 de octubre de 1903 é
inmediatamente desprendió dos destacamentos á Choele-Choel
y General Roca con la misión de ' custodiar la sucursal del
Banco de la Nación y el Presidio Militar, respectivamente.
A la sazón se hizo sentir la necesidad de adscribirle una
fuerza móvil que le facilitara llenar determinadas comisiones y
en consecuencia se formó la «compañía de infantería montada»
con personal seleccionado del mismo cuerpo. Destinada ésta
en el mes de diciembre á cubrir el servicio que en la gober-
nación del Neuquén prestaba antes el regimiento 7® de caba-
llería, recibió en la Confluencia los elementos indispensables
para el acarreo de las cargas consignadas á las autoridades
civiles y militares, como también los que le eran precisos para
ejercer con regularidad la policía en los boquetes andinos, co-
metido que se encomendó al celo del teniente 1° Guillermo
Valotta.
En la actualidad (1° de enero de 1904) el «2 de Infantería»
tiene su plana mayor radicada en la guarnición de Bahía
Blanca, ur. destacamento en Choele-Choel y otro en Roca y la
«compañía montada» A que antes he aludido, compuesta por
ochenta individuos de tropa al mando del teniente 1** Guiller-
mo Valotta, teniente 2° Franklin Olmos y subteniente Enrique
Lalucat, destacada en pequeños puestos desde la Confluencia
hasta los boquetes que comunican con la república vecina y
entregada á la misión de facilitar las comunicaciones entre los
centros poblados y la más interesante aun de sanear aquellas
apartadas regiones de los elementos viciados con que las in-
festa la proximidad de la línea fronteriza.
« 260 -
He cumplido la tarea que voluntariamente me impuse de
hacer la crónica de la actuación del *2 de Infantería», seducido
por los rasgos de abnegación y heroísmo con que ha jaloneado
su carrera.
A darla á la imprenta me anima la íntima convicción que—
si bien aparecerá despojada de mérito literario é interés na-
rrativo—es, en cambio, fiel reflejo de una intención tan sincera
como patriota, puesto que sólo tiende á ejemplarizar, ya que
toda ella se ha encuadrado en la premisa que más hiere la
imaginaci'^n la descripción desnuda de un hecho real que cual-
quier ficción ricamente engalanada por la fantasía, en razón de
que el sujeto se considera siempre poseedor de condiciones
que lo habilitan para reproducir lo que otros han ejecutado y
muy particularmente porque existe en la generalidad de los
ánimos una intuición emulativa que incita á trillar las huellas
trazadas por los que han sobresalido merced á sus acciones ó
á su carácter. Tal inclinación instintiva ha convertido á la
«historia» en la fuente más práctica y eficaz de instrucción cí-
vica y es lógico recurrir á ella cuando se procura excitar la
pasión altruista y generosa que debemos á la patria.
Al ofrecer, pues, esta crónica á los soldados de la unidad
que desde el 29 de mayo de 1810 á nuestros días ha recorrido
sin hesitaciones ni debilidades que desnaturalicen su acción la
senda del deber militar, me asiste la creencia que se inspira-
rán en las enseñanzas que emergen de los hechos relatados
para revestirse del mismo ardor y anhelos que estimularon á
nuestros antepasados, siempre altivos, bravos y abnegados,
para burilar con caracteres indelebles en los anales patrios ha-
zañas de atletas que realzan el honor de las armas argentinas.
CAMPAfTAS, EXFEDICIOITES
7
funciones de ^erra
Ira. ÉPOCA
Expedición contra los reaccionarlos
Aprehensión de éstos.
Ataque á Cotagaita.
Batalla de Suipacha.
Campana al Parajjnay
Toma del Campichuelo.
Combate de Maracaná.
Combate de Paraguary.
Combate de Tacuary.
Campaña de oriente
Batalla de Las Piedras.
1er. sitio de Montevideo.
Combate del 10 de junio.
Expedición auxiliar del PerA
Batalla de Salta.
2^* sitio de Montevideo
Combates con la Fortaleza del Cerro.
Rechazo del Cuerpo de Sevilla.
Ataque á la Fortaleza del Cerro.
Combate de Las Piedras.
Expedición contra los artiguistas.
Expedición contra Borges
Expedición de La Madrid
Acción de Y a vi.
- 264 -
Sorpresa de Cangrejillos.
Ataque de Tarija.
Combates en Concepción.
Sorpresa de Cachimayo.
Ataque á Chuquisaca.
Combate del Abra de las Carretas.
Combate de Sopachuy.
Expedición contra los montoneros
Combate de Fraile Muerto.
Guerrillas contra los montoneros.
Combate de Herradura.
Escaramuzas.
Toma del Fuerte del Tío.
Expedición contra Ramírez
Combate del vSauce.
Combate de Cruz Alta.
Persecución de montoneros.
2^ ÉPOCA
Guerra del Brasil
Toma de Bage.
Guerrillas en las Sierras.
Ocupación de San Gabriel.
Ituzaingó.
Incursión á las sierras.
Vigilancia de la Laguna Merím.
Expedición de Paz á Córdoba
Guerrillas en las goteras.
Combate de San Roque.
Invasión de Qulro^a
Batalla de La Tablada.
Segunda acción de La Tablada.
Campaña contra los montonero i
Sej(unda Invasión de Qnlrojta
Batalla de Oncativo.
^ 265 -
Qnerra del litoral
Expedición de La Madrid.
Combate contra los montoneros.
Escaramuzas.
Retirada de La Madrid
Combate de La Cindadela.
3^ ÉPOCA
Defensa de Bnenos Aires
Rechazo del coronel Rivero.
Guerrillas diarias.
Reconocimiento del 25 de diciembre.
Salida del 1° de enero.
Avance del 21 de enero.
Combate en el Hueco de los Sauces.
Segundo combate en el Hueco de los Sauces.
Combate del 2 de junio.
Salida del 20 de junio.
Reconocimiento del 11 de julio.
Campafla contra La^os
Observación de los invasores.
Combate del Tala.
Canpafla contra Callvocnrá
Combate de Sierra Chica.
Combate de Tapalqué.
Sablevacidn de lejflonarlos
Ocupación de Bahía Blanca.
Expedición contra Coliqneo
Combate de Cañada de los Leones.
Internación en el desierto.
Combate de Chiquilofó.
Avance de la línea de fortines.
Qnerra con la confederación
Encuentro del 2 de agosto.
Batalla de Cepeda.
Retirada sobre San Nicolás.
- ^6 -
Combate naval.
Defensa de Buenos Aires.
Batalla de Pavón.
Ocupación del Rosario.
Fortificación de Martín García
Guerra del Paratfnay
Toma de Corrientes.
Combate de Yatay.
Sitio y rendición de Uruguayana.
Paso de la Patria.
Ocupación del campo atrincherado.
Sorpresa del 2 de mayo.
Reconocimiento del 9 de mayo.
Escaramuza en Paso Sidra.
Batalla de Tuyutí.
Ataque del -Boquerón.
Reconocimiento de posiciones paraguayas.
Asalto de Curupaity.
Flanqueo de Tuyu-Cué.
Reconocimiento de Paso Fretes.
Ocupación de Paso Pucú.
Expedición contra Cáceres
Represión del bandolerismo
Expedición á la frontera sur
Primera guerra de Entre Ríos
Segunda expedición á la frontera sur
Combate del 11 de agosto de 1871
Batalla de San Carlos.
Expedición á la frontera norte
Combate de Laguna del Mono.
Combate del 24 de agosto de 1872.
Combate de Fortín Vigilancia.
Segunda guerra de Entre Ríos
Revolución de septiembre de 1874
Escaramuzas en Las Flores y Qnallcko
- 267
Avance á Trenqne-Lauqnén
Combate del 10 de julio.
Sorpresa de tolderías en Anquelén.
Ataque á Malal.
Expedición al Río Ne^ro
ReVoInción de 1880
Escaramuza con los sitiados.
Intervención á Corrientes
Avance á Fnerte 4*^ División
Combate del desfiladero.
Avance á Ñorqnin
Expedición á los Andes
Batida á Nancucheo.
Batida á Reuque-Curá y Namun-Curá.
Aprehensión de Mainquel.-
Combate de La Trinchera.
Persecución de Nancucheo.
Batida á la Vega de Chcpelcó.
Batida á Curuhué.
Combate de Pulmarí (Lonquimay).
Revolución de l8fNI
Combates del 26, 27 y 28 de julio.
Revolución de 1885
'intervención á Buenos Aires.
Página
Pródromo 5
Historia de los cuerpos 7
1» ÉPOCA
Creación del N" 2 de Infantería de línea*— Expedición contra los reaccio-
narios—Organización de las fuerzas— Itinerario de las marchas— Apren-
hensión de los reaccionarios— Ejecución— Toma de pueblos— Ataque á
Cota gaita— Victoria de Suipacha— Fusilamientos 11
Campaña al Paraguay.— Fuerzas expedicionarias— Invasión al Paraguay
—Toma del Campichuelo— Combate de Maracaná— Combate de Para-
guary— Retirada— Combate de Tacuar y— Armisticio 17
Campafia de Oriente.— Refuerzos para la expedición— Separación de Bel-
grano del mando— Victoria de Las Piedras— Asedio de Montevideo-
Encuentro del 10 de junio— «Beneméritos en grado heroico» 23
Expedición auxiliar del Perú.- Reorganización del Regimiento N^ 2—
Conspiración de Alzaga— Marcha del «2» á, Tucumán— Juramento de
la bandera— Batalla de Salta— Bajas comparadas del ejército y del
«2»- Ocupación de Chuquisaca y Potosí -Refundición del «2» 25
Segando sitio de Montevideo.— Nombramiento de Alvear— Fuerzas con
que expedicionó— Combates con la Fortaleza del Cerro— Derrota del
aCuerpo de Sevilla»- Capitulación— Toma de posesión de la plaza y
fortaleza— Combate de Las Piedras— Regreso del «N° 2«— Beneméritos. 29
Campañas de 1814 á 1817.— Cambios en el «Regimiento 2*— Marcha al norte
—Conspiración contra Alvear— Desorganización— Refundición de los
restos del «2»— Remonta del regimiento— Sorpresa del «Puesto del
Marqués»— Sipe-Sipe— Apoyo del «Regimiento 2»— Gtiemes y Rondeau—
Belgrano al frente del ejército— Reorganización— Sedición de Borges—
Su fusilamiento— Premio A los pacificadores— Auxilios á Güemes— Ex-
pedición de La Madrid— Varios combates— Retirada 35
Querrá clVil.^Campafía contra López— Marcha del «2*— Combate en
Fraile Muerto— Retirada de López— Combate de Herradura— Escara-
muzas— Movimientos estratégicos— Toma del Fuerte del Tío— Armisti-
cio— Reanudación de las hostilidades— Sublevación de Arequlto— Pacto
—Combate con las montoneras— Intervención de Heredia— En la go-
bernación de Córdoba 45
Ett el caosé— El ejército del Alto Perú y el gobernador Bustos—Pacto
del Arroyo del Medio— Sus consecuenclas-^Ramírez y Carrera en Cór-
doba—Acciones del Sauce y Chaján— Combate de Cruz Alta—Perse-
cución de los derrotados— Movimientos sediciosos— Conclusión de la
ttl^ Época» i 58
IV
Página
Jordán— Combate del 11 de affosto— Reconocimientos— Recelos indíge-
nas— Venganza de Callvucurá— El malón— Decisión de Rivas— Fuerzas
combatientes— Batalla de San Carlos— Lucha encarnizada— Acción
brillante del «2» —Derrota de los salvajes— Rescate de botín— Bajas-
Jefes y oficiales — Combate de Laguna del Mono— Acciones del li4 de
agosto y 17 de septiembre— La guerra civil 201
Revolución de septiembre.— Trabajos revolucionarios— Previsión del go-
bierno—El general Rivas— Movimiento de fuerzas— Marcha del coro-
nel Borges— Incorporación del «2»— Escaramuzas— Itinerario y perse-
cución— Catriel— La Verde— Capitulación de Junin— De guarnición. . 215
En la frontera.- Ocupación paulatina del desierto— Alsina y Roca— Tiem-
po perdido— Angustias y penalidades— Proclama viril- Avance de la
línea— Construcción de fortines— La zanja— Guerr» ofensiva— La acción
del general Roca— Incursiones á los toldos— Combate del 10 de julio-
Partidas volantes del «2»— Sorpresa de Anquelén— Expedición del co-
ronel Villegas— Ataque á Malal— Toma de Pincén— Felicitaciones—
En marcha al Río Negro- Ocupación de Choele-Choel— Jefes y oficiales
expedicionarios 219
De 1880 á 1882.— Revolución del K)— A bordo del uVillarino»— Sitio de Bue-
nos Aires— Escaramuza— Combates -del 20 y 21 de junio— Desarme-
Intervención á Corrientes— De Villa Mercedes á San Rafael— Marcha
penosa— En 4* División— Pérdida de la caballada— Persecución Infruc-
tuosa— Sorpresa— Avance de la línea— Fundación de CoUora-Có— Cambio
de destino— A media ración— Entereza y resignación— En servicio de
fortines 229
Expedición á los Andes.— Avance de las fuerzas— Plan de operaciones
—La 2* Brigada— En persecución de Ñancucheo— Expedición contra
Reuque-Curá. Namum-Curá y Mainquel— Combate de La Trinchera—
Los aliados del salvaje— Toma de la posición— Muerte de Xogueira—
«Acción distinguida»— Nueva batida á Ñancucheo— En busca de Curá-
Huincá y sus capitanejos— Cambio de campamento— En el valle de
Pulmary— Combate del 17 de febrero— Indios y chilenos— Castigo de
los felones— Derrota del enemigo— Toma de armas y pertrechos— Muer-
tos del «2»— «Acción heroica»— Cuarteles de invierno— Resultados de la
expedición— Ascensos y recompensas 235
Los últimos Veinte años.— En la línea de fronteras— De Roca á San Juan
—Marcha penosa— Guarnición en Formosa— Revolución de 1890— En el
Retiro— Entrada á la Plaza Libertad— Cantón en Talcahuano y Pa-
raguay-'Lucha encarnizada— Custodiando al palacio de gobierno—
Sorpresa— Decisión de los combatientes— Muertos y heridos— Remonta
—Campamento en Maldonado— Maniobras en el Talar de Pacheco-
Revolución del 93— Marcha al Rosario— Cambios en el comando— Movi-
lizaciones— Extinción de la langosta— La custodia del armamento— Ins-
trucción de conscriptos— Creación del 2° Batallón— Intervención á Bue-
nos Aires— Las huelgas— En Bahía Blanca y la Cordillera— Conclusióti, 247
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