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Full text of "Crónica histórica del No. 2 de Infantería de Línea"

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BUENOS AIBES 

I Imprenta, Litografía, etc.— Arsenal Principal de Guerra 

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PBODBOMO 



La palabra austera de un veterano que hizo tronar -victorior 
sos los cañones de la Patria en los campos del Paraguay, el 
juicio severo y reposado,— inserto á continuación,— que al cot 
ronel Federico Mitre arrancó la consideración de que nuestros 
cuerpos carecen «aun de una simple reseña cronológica de sus 
hechos de armas más. notables», me indujo á rememorar la ac 
tuación de uno de ellos y al solicitar de S. E. el señor Minis: 
tro de la Guerra la publicación de la obra, le manifestaba que; 
«en el deseo de contribuir con mis modestos conocimientos á 
la divulgación de los gloriosos antecedentes del Ejército Ar- 
gentino he redactado la «Crónica histórica del N° 2 de Infan- 
tería de línea» desde su fundación á nuestros días, acumulando 
en sus páginas,— acrisolados por severa compulsación y con 
criterio imparcial,— los hechos más notables de nuestra tradi- 
ción militar de que ha participado, con actuación generalmente 
distinguida, esta unidad. El propósito queda revelado por sí 
mismo:— servir en la esfera de mis aptitudes al. conocimiento 
de hechos gloriosos que emulan y de los adversos que dejan 
enseñanzas previsoras, y quedaría satisfecho si esta tendencia 
ejemplarizara para despertar en otros el anhelo de dedicar su 
inteligencia y su tiempo á difundir los concernientes á los de- 
más cuerpos». 

Tal intención ha dado forma á esta obra; sin ser ajena á 
ella la persuasión de que es deprimente para la intelectualidad 



~ 6 - 

argentina que haya cantado el romance la vida de audaces 
bandidos— ó perdularios endiosados por el afán del lucro— y no 
se conozca la historia de las unidades del ejército que, al la- 
brar con su valor, lealtad y abnegación nuestra propia gloria^ 
modelaron con sus esfuerzos el pedestal en que la gratitud na- 
cional levantaría más tarde las figuras de nuestros proceres. 

Habré, pues, satisfecho cumplidamente mi propósito si la na" 
rración de los hechos con que el «2 de Infantería» ha jaloneado 
su pasaje en campañas memorables tiende á acrecentar en los 
soldados de hoy el noble espíritu de emulación que mueve á 
seguir las huellas de los privilegiados cuyas acciones y carác- 
ter despiertan el justo amor y respeto de la posteridad y excita 
en la familia militar el deseo de hacer resaltar el brillo de las 
insignias que la distingue por el mérito contraído por sus an- 
tepasados que es obligación de los sucesores conservar y acre- 
centar. 

El superior decreto que sigue demuestra por sí, que mi mo- 
desto esfuerzo no ha sido vano y al recompensarlo, con gene- 
rosidad que agradezco íntimamente, entiendo que difícilmente 
podrá estimularse mejor el celo de los que se sientan anima- 
dos á imitarlo: 

«Buenos Aires, julio 23 de 1904.— Habiéndose establecido con 
anterioridad por este Ministerio recompensar trabajos de la 
índole del que presenta el solicitante, pase á la Dirección Ge- 
neral de Arsenales de Guerra para que por los talleres de im- 
prenta y encuademación se impriman ochocientos ejemplares 
de la obra de referencia; de los cuales, quinientos serán remi- 
tidos á la Biblioteca Central para su distribución en el Ejér- 
cito y trescientos entregados al autor, en compensación de su 
útil trabajo. -Fdo. Pablo Riccheri. » 



BISTOBIA SB LOS OUBBPOS C) 



La historia de los cuerpos del ejército se encuentra tam- 
bién paralizada; las c^rdenes generales y disposiciones vigentes 
que mandan se remita á esta repartición la historia de cada uno 
y relación histórica anual del mismo, han quedado anuladas, y 
esto sin que la autoridad de V. S. las hubiere expresamente 
derogado, sino por la voluntad de los encargados de su cum- 
plimiento que, en vez de obedecerlas, han hecho caso omiso de 
ellas y su efecto como es consiguiente, no ha dado el resultado 
que se esperaba al dictarlas. 

Aflige verdaderamente un estado tal de indiferencia, y apena 
el considerar que ella pudiera indicar un principio de decaden- 
cia en nuestro sentimiento patrio por el amor de sus gloriosas 
tradiciones, y se presta también á graves reflexiones si se 
piensa que durante el lapso de tiempo transcurrido, aun no se 
ha dado cumplimiento á una disposición tan acertada, que no 
requiere por lo grande de su importancia, ni la acción del su- 
perior, ni el acicate de la obediencia, sino la iniciativa propia 
y espontánea de los encargados de mantener y avivar el espí- 
ritu de cuerpo, que debe fundarse en ilustrar y enaltecer con 
hechos y gloriosas hazañas, las páginas del que fué confiado á 
su pericia y dirección. 



(') De la Metnoria dvl Ministerio de Guerra y Marina correspondiente al afto 
1893. 



- 8 - 

Es tanto más notable esa falta de espontaneidad cuanto que 
nuestro ejército, con casi un siglo de existencia, presenta un 
caso típico que quizá no encuentre igual en los anales de 
los ejércitos regulares del mundo, como es, el de carecer 
sus cuerpos de historia y aun de una simple reseña cro- 
nológica de sus hechos de armas más notables, y ante esto, 
ocurre preguntar ¿Será acaso porque carecen nuestros cuerpos 
de acciones dignas, de brillantes y honrosas páginas por lo que 
su historia permanece en el olvido? V. S. sabe que es todo lo 
contrario. 

La gratitud nacional que levantó estatuas .á nuestros ilustres 
guerreros y hecho imperecedero su nombre, ha glorificado en 
ellos el valor y la constancia de las legiones que supieron di- 
rigir y que fueron las que conquistaron los laureles que la gloria 
ha ceñido á su frente; esas legiones las formaban nuestros 
cuerpos actuales que si en su origen tenían distintas denomi- 
naciones, la tradición de sus memon^bles acciones ha quedado 
inalterable, y cada cuerpo debe conservarla como un florón de 
inestimable precio por ser la herencia de gloria que le legaron 
sus fundadores; las páginas brillantes de nuestra historia na- 
cional tienen su origen también en los hechos de heroísmo de 
esos cuerpos, en su lealtad y bravura. 

Creo, pues, firmemente que una vez que V. S. se haya dado 
cuenta de un proceder t^m irregular, ha de procurar corregir 
con firmeza ese abandono qué tan hondamente lesiona la ins- 
titución armada, y que no es concebible, dado el impulso em- 
peñoso que su ilustrada competencia procura dar al ejército y 
al espíritu profesional que desea despertar en sus miembros. 

Federico MrrRE. 



F Época 



GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 

7 

Contra la anarquía 



CREACIÓN DEL N* 2 DE INFANTERÍA DE LÍNEA 

SSPEDICIÓIT CONTSA LOS BEACCIONABIOS 



Organización de las fuerzaB- -Itinerario de las marohas — Aprehensión 
de los reaooionarios— Ejecución — Toma de pueblos— Ataque & 
Cotagaita— Victoria de Suipacha— Fusilamientos. 

De varios de los cuerpos del ejército argentino que actua- 
ron en las campañas de la Independencia, (entre los que está 
comprendido el «N" 2 de Infantería»), puede su arranque iniciarse 
el 29 de mayo de 1810, fecha en que la junta dispuso que: «los 
batallones militares existentes se elevaran á regimientos con 
la fuerza efectiva de 1116 plazas, reservando proveer separa- 
damente sobre el arreglo de la caballería y artillería volante» C). 

Es, pues, desde el día citado que recibió su numero el cuerpo 
cuya actuación histórica rememoro; habiendo sido creado, lo 
mismo que el «N** 1 de Infantería», sobre la base de los «Patri- 
cios» que mandaba Saavedra O- 



o En los sig^uicntcs artículos s? ordenaba que volvieran al servido los sol- 
dados rebajados; se practicara una rlifurosa leva desde los 18 A los 40 años entre 
los que no tuvieran ocupación conocida y se encomendaba al coronel Miguel de 
Azcuénaga el cumplimiento de la orden. 

'») Al Tribunal y Audiencia^ Real de Cuentas se le ordenaba, el 21 de octubre 
de IKIO que arrejflas? sus operaciones, en la intelijfcncia que esos cuerpos «per- 
tenecían A la clase de veteranos desde el 29 de mayo de lt<10». lo que corrobora 
la afirmación del texto. 



- 12 - 

Convicciones arraigadas me liberan de relatar los antece- 
dentes del cuerpo que dio sus cuadros para formar la sólida 
columna' que más tarde sería para el ejército nacional el «X® 2 
de Infantería», porque conceptúo que no nos conciemen lasp:lo- 
rias conquistadas por los «^ Patricios», cuando aquéllos luchaban 
por y para la Corona y obedecían á la autoridad secular que 
caducara para siempre el 25 de Mayo. Tenemos sobrados lau- 
reles y es pesada la herencia de heroísmo que se nos ha legado, 
para que aun se pretenda recargarla con los arrancados á los 
valientes de Berresford y Witelocke. 

Uno de los primeros actos de la Junta revolucionaría, luego 
de crear el «N® 2» conjuntamente con el *X** 1», (') fué distri- 
buir entre el «2^ Regimiento» y el *3% las compañías de natu- 
rales que hasta entonces habían permanecido adscriptas al 
«Cuerpo de Castas» ('). 

Sentadas estas premisas en comprobación de asertos que des- 
dicen de lo aseverado por otros historiadores (^), réstame re- 
latar la actuación del *X** 2» en las primeras campañas eman- 
cipadoras. 

Como en el Cabildo abierto del 25 de Mayo se dispuso en- 
viar una expedición de auxilios á las provincias interiores, con 
el cometido de garantizar la libre elección de los diputados y 
sofocar la reacción realista, fué designado para comandarla el 
coronel D. Francisco Antonio Ortíz de Ocampo, quien revistó 
las fuerzas que la componían, en número de 1500 hombres, el 
26 de junio en la entonces Plaza Mayor {*). 

Con esas fuerzas, que el más desinteresado patriotismo sos- 
tenía, marchaban dos compañías del *X^ 2^ i"). 



(') siempre revistaron unidos ambos cuerpos en los documentos de los años 
10 y 11. 

(«) Decreto de la junta, del 8 de junio de 1810. 

(*) El Dr. Saldías en su obra «Los números de línea'^, asejrura que el <«L'» fué 
creado por un decreto del Triunvirato, en el aflo 1812. 

(*) F'ormaban la columna- dos compañías de cada uno de los reirimientos de 
infantería Nos. 1. 2. 3. 4 y ó; el de o Castas»)-, Tá) veteranos artillero^; 50 artilleros 
de la Tnión. 'ü) soldados del Fijo. :n) Drajrones, ."jO Húsares, 100 Blandentrucs; lle- 
vando además 4 piezas volantes y 2 obuscs. 

(*) En la subscripción levantada para cubrir los pastos de la expedición figu- 
ran los jefes y oficiales del «1» y «2'» unidos, oblando las sij;ulentes sumas: 

Corotid: Cornelio Saavedra, óO Es. 



- 13 - 

Después de proclamadíi por Saavedra, rodeado á la sazón 
por un pueblo que entusiasmado vitoreaba á los expediciona^ 
ríos, la división se trasladó en el día al Monte de Castro (^) y 
el 12 de julio abandonó su campamento para ocupar sucesiva- 
mente á Lujan el 14, Salto el 18, Pergamino el 20, y de allí, de- 
jando á la izquierda los fortines de Melincué é India Muerta, 
dirigirse á la Esquina^ pasó luego por Fraile Muerto y campó 
en Paso de Ferre3-ra el I*' de agosto. 

De allí se desprendió Balcarce con 306 hombres para entrar 
en Córdoba el 5 de agosto, mientras Ocampo, siguiendo sus 
pasos, llegó cinco días después. 

Enterado el primero de la huida de Liniers, emprendió una 
marcha forzadísima con sólo 75 hombres en su persecución, 
dándole alcance á inmediaciones de la posta de las «Piedritas» 
y en las cercanías aprehendió á los demás complotados (*) cuya 
sangre fué preciso verter para asegurar la independencia. 



Tenietite coronel: Esteban Romero, 400 Fs. 

Sargento mayor: Juan J. Viamontc, 150 Fs. 

Capitanes: Francisco Pico, 25 Fs.; Martín Medrano, 8 Fs.; Francisco Uzal, 50 
Fs,; Saturnino Saraza, 12 Fs.; Juan Antonio Pereyra, 200 Fs ; Benito Alvarez 
20 Fs.; Pedro M. Pardo, 8 Fs.; Pedro Castro Carranza, 48 Fs.; Eustoquio Díaz 
Vélez, 50 Fs.; Marcelo de la Colina, 8 Fs.; Gregorio Ig. Perdricl. 25 Fs. 

Ayudantes mayores: Francisco Martínez, 20 Fs.; Juan Francisco Tcllo, 20 Fs.: 
Juan M. Hernando. 20 Fs. 

Tenientes: Pablo Illescas, 20 Fs,; Manuel Albarracín. 8 Fs.; Melchor Martínez 
Echagüe, 12 Fs.; Francisco Perdriel, 4 Fs.; Vicente Silva, 4 Fs.; Juan Pablo 
Merlo, 8 Fs.; Manuel Albcrti, 20 Fs.; Francisco Fen, 4 Fs,; Mariano Díaz, 10 Fs,; 
Antonio Herrero, 29 Fs., Silvestre Santiago Alvarez, 16 Fs.; Victoriano Naya, 
8 Fts.; Benito Suárez. 4 Fs. 

Subtenientes de bandera: Leoncio Rodríguez. 6 Fs.; Jerónimo Helguera. 4 Fs.; 
Juan J. Martínez Fontes, 4 Fs.; F'rancisco Pelliza, 6 Fs. 

Subtenientes: José Roa 8 Fs.; Martín Justo Venteal, 4 Fs.; Manuel Blanco. 6 
Fs.; Francisco Pérez, 4 Fs.; Nicolás Pombo de Otero, 10 Fs.; Luciano Cuenca. 
4 Fs.; Agustín Vidal, 8 Fs.; Eustaquio Cabot, 4 Fs.; Pedro Corrudo. 12 Fs.; José 
Rodríguez, 10 Fs ; Mateo Fontuso, 8 Fs.; José María Rojas, 4 Fs.; Pedro Scran- 
tes, 2 onzas; Manuel Patricio Rojas, 6 Fs. mensuales. 

Cirujano: Matías Rivero, 15 Fs. 

Capellán: Roque Hlescas, 17 Fs. 

Sargentos: Pablo Heredla, 2 Fs.; Manuel Peña, 4 Fs, 

Soldado: Anselmo Farías, su mujer y siete liijos, 17 Fs. 

(>) Jurisdicción de San José de Flores. La fuerza campó en la finca de Juan 
Pedro Córdoba. 

(«) A Liniers lo tomó el ayudante José María lorien-, á Conclia, Allende. Mo- 
reno y Rodríguez y el teniente Domingo .Albariftos y al obispo Orcllana, el sub- 
teniente Manuel Patricio Rojas, que figura en la lista de donantes adscripto á las 
compañías del «2». 



- 14 - 

Reunido Ocampo á las fuerzas que quedaron en Córdoba, in- 
formó tí la Junta de lo ocurrido y recomendó al propio tiempo 
la abnegación, valor y subordinación de las tropas expedicio- 
narias C). 

Luego de reorganizadas las fuerzas y separados algunos ofi- 
ciales que desma3^aron en la primera prueba, las desprendió 
en unidades de 100 hombres para reunirse á Balcarce que á la 
sazón marchaba sobre Jujuy, á donde llegó el 16 de septiembre 
y continuó (Balcarce) la marcha en procura de las tropas del 
coronel español Indalecio González de Socasa, que hacían co- 
rrerías desde Tupiza á Yaví. Ocupó sucesivamente estos pun- 
tos y se dirigió á Cotagaita, donde lo esperaban los enemigos 
fortificados. Recibida por Balcarce la artillería y nuevos con- 
tingentes O decidió el ataque de la posición, que fué llevado á 
las 3 a. m. del 27 de octubre. Aquellas tropas bisoñas comba- 
tieron con increíble tesón hasta las 2 p. m.,hora en que se or- 
denó la retirada, que se ejecutó en perfecta formación hasta 
Machara, sin que se atreviera la fuerza realista á perseguir á 
la diminuta columna que se le había impuesto por su arrojo O. 

Entre este punto y Suipacha despachó el jefe patriota un 
espía para que informara á los españoles de un supuesto des- 
aliento y falta de municiones que se sentía en las fuerzas re- 
volucionarias, y alucinado Córdoba con tales noticias resolvió 
moverse y caer el 7 de noviembre á las 7 a. m. sobre Balcarce, 
que lo recibió con las guerrillas que había desprendido con or- 
den de retrogradar paulatinamente sobre el grueso de la co- 



(0 Oficio de fecha 11 de agosto, al que la Junta contestó el 18 dando las gra- 
cias nd ios ojicialvs y tropa dv la expedición, que es bevdecidn por ti pueblo 
agradecidos. 

(*) A las fuerzas que Ocampo le mandó de Córdoba unió un contingente de 300 
hombres que dio Tarija. Esta sucesiva acumulación de tropas, obligaba A Balcarce 
á reorganizar continuamente sus fuerzas, lo que hace imposible saber á ciencia cierta 
la actuación de las dos compañías del uL'» que partieron de Buenos Aires y de su- 
poner es, que. al ser incorporadas á otras unidades, perdieron su nominación. 
Fundo este aserto en que el único dato que al respecto he obtenido del «2» en es- 
tas acciones, es que frente á Cotagaita desertaron el cabo José Seijas y el sol- 
dado Santos Muria, que revistaban en ese cuerpo. 

{*) «La tropa se ha portado con intrepidez y valor, pues A llegado á Pecho 
descubierto A tomar agua y hacer fuego, vajo del de mosquetería y Baterías ene- 
migas: no le he permitido atacar á Bayoneta como lo solicitó repetidas ocasiones, 
reconociendo q'hiba mucha parte de ella a sacrificarse». (Parte de Balcarce). 



- 15 - 

lumna, cuando fueran seriamente hostilizadas. Así atraídos los 
realistas á las posiciones ocupadas de antemano, sufrieron tan 
vigoroso é imprevisto ataque que, á raíz de una corta lucha, 
se desbandaron huyendo por las serranías y arrojando las ar- 
mas que, parece, les molestaban C). 

Dos obscuros soldados arrancaron en Suipacha la primera 
de las muchas banderas que el Ejército Argentino tiene con- 
quistadas C). 

Obtenida esta brillante victoria marchó Balcarce sobre Cota- 
gaita para luego continuar su carrera triunfal hasta la imperial 
villa de Potosí, á donde entró el 25 de noviembre O. 

Allí tuvo que desarrollarse un nuevo drama de sangre en 
aras de la libertad. A las 9 p. m. del 14 de diciembre, en una 
de las piezas de la Real Casa de Moneda, el secretario Máxi- 
mo Zamudio leyó á Paula Sanz, Nieto y Córdoba, la sentencia 
en que el representante Juan José Castelli los condenaba á ser 
arcabuceados á las 10 a. m. del día siguiente, en la Plaza Ma- 
yor O. 

La isalvación de la gran idea exigía matar, regar con san- 
gre de opresores el territorio entero y sordo á las súplicas que 
paralizan las voluntades indecisas, el patriota Castelli, con ener- 
gía férrea, sembró el terror en el Alto Perú para redimir á los 
pueblos que se arrastraban y darles la soberanía que los dig- 
nificaría. 



(') Córdoba, en compañía del cura Latorre, fué el primero en huir. 

(•) Los hermanos Mifiru^l y Angrel Gallardo. 

(•) El 15 de noviembre la Junta había relevado del mando á Ortíz de Ocampo, 
desimanando A Balcarce para reemplazarlo; nombramiento que recién conoció éste 
el 1° de diciembre, en Potosí. 

(*) El día del fusilamiento cumplían 22 años que Sanz había inifresado al go- 
bierno de Potosí. Nieto y Córdoba fueron enterrados en la ijrlesia de la Cari- 
dad y Paula Sanz en el monasterio de Monjas Teresas. 



CAMPAÍ^A AL FABAaüAT 



Fuerzas expedicionarias — Invasión al Paraguay — Toma del Campi- 
chuelo — Combate de Maracaná— Combate de Faraguary — Betira- 
— Combate de Tacuary — Armisticio. 

El 4 de septiembre de 1810 la Junta designó al general Bel- 
grano para operar en la Banda Oriental y posteriormente (*) 
hizo extensiva su acción á Corrientes y Paraguay, nombrán- 
dolo comandante en jefe de la expedición que había de llevar 
el credo de la libertad al centro de aquel país en que no es la 
tiranía una planta exótica. 

Con un plantel de 200 veteranos marchó hasta la Bajada, 
en donde se le unió el capitán (con grado de teniente coronel) 
Gregorio I. Perdriel (•) con 200 soldados de los regimientos 1° 
y 2 de infantería, formando en la 4^ división ('). 

En los últimos días de octubre marcharon las fuerzas á Cu- 
ruzú-Cuatiá y adelantaron hacia el río, pasándolo por Caagua- 
zú, para seguir hasta Candelaria, á donde llegaron el 15 de 
diciembre. 

Allí prepararon botes y balsas para pasar al Campichuelo {*). 

Al vadear el Paraná para internarse en aquel delta en que 



(«) 24 de septiembre de 1810. 

O 16 de octubre de 1810. 

(*) Con algunas milicias que reunió y las fuerzas veteranas formó Belgrano cua- 
tro divisiones. 

(*) Entre las balsas se construyó una de mayores dimensiones que sostenía un 
caftón de A 4 en condiciones de hacer fuego. 



- 18 - 

la naturaleza ha prodigado sus más lujuriosas galas, encontró 
Belgrano un pueblo que, al renegar de las tendencias que 
llevaron al cadalso á Padilla, había sido domado por la dis- 
ciplina teocrática y apático soportaba el suave yugo de Ye- 
lazco. 

Antes de decidirse á abrir la campaña comisionó á Wames 
para conducir los pliegos y proclamas en que incitaba á los 
paraguayos á liberarse; pero, enterado que su enviado había 
sido engrillado y maltratado por la soldadesca y los nativos, 
que preferían la esclavitud en que los había educado Lázaro 
de Rivera á la independencia que les brindaba el más noble 
de los generales argentinos, emprendió el pasaje del río á las 
3 a. m. del 19 de diciembre, apoderándose momentos después 
de la Batería del Campichuelo; luego ocupó á Itapuá y cinco 
días después se posesionó de Tacuary. 

Al aproximarse el 5 de enero á Tebicuary, supo por conducto 
del alcalde de segundo voto del pueblo de Santiago (') que lOÜ 
soldados paraguayos habían aprehendido al subdelegado Pedro 
Rivera porque se le encontraron proclamas de los patriotas y 
en persecución de éstos lanzó á Perdriel con la compañía del «2». 
Dieron alcance al enemigo, después de marchar toda la noche, 
en el Monte de Maracaná librándoles un breve pero brioso 
combate en que el empuje de los 70 soldados independientes 
fué tan vigoroso que puso en fuga á la partida de Roxas (*). 
Perdriel regi'esó con dos prisioneros, un paraguayo y un mi- 
ñón O, y se incorporó al grueso de la columna en Espíndola. 

Después de este segundo triunfo se continuó la marcha hasta 
el Arroyo de Ibáñez (16 de enero); ordenadas sus fuerzas (*) 
lo vadeó á la vista del enemigo (*) y desde el 16 hasta el día 



O En la tranquera de San Patricio recibió el aviso. 

{^) El comandante Roxas huyó arrastrando en su fuga á Rivera, hombre seten- 
tón, según el concepto de Belífrano. 

(») El último fué fusilado. 

{*) Tenía sólo 460 hombres, según los apuntes de Belgrano A que posteriormente 
aludo en el texto. 

(-) En esta fecha escribía Belgrano: 'Estoy convencido de que este país no 
quiere perder los grillos, aunque me persuado que con el tiempo llegara í\ con- 
vencerse de los errores, en que csti\ contra nuestra justa causa." etc. 



- 10- 

18, en que una junta de guerra resolvió el ataque, se ocuparon 
los patriotas en reconocer Ja situación del adversario. (*) 

A las 4 a. m. del 19 se inició el avance sobre las posiciones 
de Velazco (*) divididas las fuerzas de Bclgrano en dos colum- 
nas O que pronto deshicieron el centro del enemigo apode- 
rándose de las baterías del Paso Yuquery; pero las alas que 
se habían mantenido intactas, restablecieron el combate y deci- 
dieron la derrota de los patriotas. 

Belgrano, en los apuntes que escribió en 1814, atribuye ésta 
á que su caballería de reserva fué confundida por la infantería 
con el enemigo y á las voces nos cortan se pronunció la reti- 
rada, momento que apro\>echaron los realistas para hacer jugar 
toda su artillería y caballería sobre la columna que retrocedía^ 
sí, pero imponiendo á su adversario veinte veces superior en 
número con su intrepidez. 

Un segundo ataque intentó Belgrano para auxiliar á los 100 
hombres que en el primero habían sido cortados (*) pero in- 
fructuosamente, aunque logró tomar 16 prisioneros; lo que 
decidió la retirada completa á las 3 p. m. 

Sin ser molestado (*) se efectúo ésta y luego de pasar el 
Tebicuary, Aguapey y Tacuary, campó sobre la margen iz- 
quierda de éste, en donde fué atacado el 9 de marzo por las 
fuerzas que mandaba Cabanas. (") 



(«) Cada partida exploradora era recibida con un fuego graneado de íusil y 
cañón, que los patriotas despreciaban. 

Según José Vicente Mila de la Rosa. Belgrano manifestó la necesidad de ata- 
car, exponiendo entre otras razones: "Es preciso convenir que son numerosos 
como las moscas- pero, en la situación en que nos encontramos, sería un graví- 
simo error emprender marcha alguna en retirada." 

(») Las fuerzas paraguayas fueron calculadas entre 6000 á 7000 hombres, con 16 
piezas de artillería y se hallaban perfectamente bien fortificadas. .Como Para- 
guary se encuentra cercano á la Asunción tuvo que recorrer .Belgrano, persi- 
guiendo á un enemigo que dejaba talados los campos que atravesaba, próxima- 
mente cien leguas. 

(*) En la segunda columna de ataque marchaban las fuerzas del «2 de infantería». 

(.*) Estos fueron tomados prísloneros y encerrados en buques que tenían sus 
escotillas enrejadas, sometiéndolos á duro trato durante el tiempo del cauti- 
verio. 

(*) A dos jomadas lo seguía el ejército paraguayo mientras se retiraban los pa- 
triotas llevando en hombros sus heridos. 

(•) Segtin Belgrano pasaban de 3400 soldados. 



Al apuntar la aurora el enemigo empezó á batir con varias 
piezas de artillería el paso de Tacuary; pero, notando Cabanas 
que el frente de Belgrano era inatacable, decidió abrir una 
picada en el monte para caer sobre el flanco derecho. Cuando 
el general patriota notó este movimiento del adversario, des- 
prendió á Machain con su división para que lo contuviera; mas 
fué rodeado y cayó prisionero con todas sus fuerzas, ventaja 
que Cabanas aprovechó para intimar rendición, la que fué viril- 
mente desechada ('). Momentos después los paraguayos ame- 
nazaban el flanco izquierdo pero fueron rechazados. 

Seguramente Belgrano se vio perdido; pero, como en la 
adversidad su gran alma adquiría el temple del acero, pensó 
que «lo mismo se moría á los cuarenta que á los sesenta años», 
y cubriendo su frente y flanco izquierdo con pequeños desta- 
camentos formó los restos de sus reducidas - fuerzas (•) y las 
llevó al ataque del grueso del enemigo que le amagaba nueva- 
mente el flanco derecho formado en la ceja del monte. Aquella 
falange pequeña de héroes avanzó, sin disparar un tiro y su- 
friendo el fuego crepitante de miles de fusiles, hasta cien me- 
tros de la línea contraria y rompió el suyo tan rápido, certero 
y terrible, que á los doce minutos obligó á los realistas á gua- 
recerse en el monte, oportunidad que aprovechó Belgrano para 
replegarse al Cerrito (") y enviar el parlamentario (*) que ajustó 
el armisticio de Tacuary; que algunos han atribuido á benevo- 
lencia de Cabanas, pero, que en realidad fué impuesto por 
el denuedo con que combatieron algunas de las fuerzas pa- 
triotas. (•) 



(O «Las armas del rey no se rinden en nuestras manos, dígale A su jefe que 
avance cuando quiera». (Contestación que sejrún el parte detallado de Beljrrano 
dio cuando se le Intimó rendición.) 

(■) Le quedaban 235 hombres y de estos eligió 135 para atacar. 

(*) Llamado de «Los Porteños» después de aquella acción. 

(*) Dióse esta comisión A José Alberto Calzena y Echevarría. 

(3) La verdad histórica impone la transcripción del siguiente párrafo del oficio 
que, dos días antes de la batalla, dirigió Belgrano á la Junta: «Hablando claro. 
Sr. Excmo., yo no cuento para los ataques mAs que con las tropas de la capital, 
ya por su instrucción, y ya, en algunos, por su entusiasmo patriótico; lo demAs, 
de naturales y de correntinos, «on A poco más ó menos, como los insurgentes, y 
tengo la prueba de esto muy reciente». 



- 21 - 

Con todos los honores de la guerra se retiraron éstas de los 
campos que habían inmortalizado; vencidas por la fuerza bruta 
dejaron triunfante la idea y fructificando el germen revolucio- 
nario entre los selváticos campeones de la dominación espa- 
ñola. (») 



^1) Al respecto dice en sus cMemorias» Marcelino Rodríguez, que era uno de los 
contados argentinos que en aquella época habitaba en el Paraguay* «Tuvo oca- 
sión de hablar (Belgrano^^ y entenderse con varios personajes de concepto como 
Caballero. Iturbe y los Yegros, á quienes explicó el objeto de su expedición que 
era auxiliar á los hijos del Paraguay para que sacudieran el yugo español». 

cEsa entrevista encendió la mecha que debía dar fuego al patriotismo en época 
cercana.* 



CAMPAÑA BE OBIENTE 



Befuerzos para la ezpedición— Separación de Belgrano del mando — 
Victoria de Las Piedras —Asedio de Montevideo • Encuentro 
del 10 de janio—v Beneméritos en grado heroico». 

De Tacuary marchó Belgrano á establecer su campamento 
en Candelaria, para recibirse délos refuerzos con que iba áex- 
pedicionar sobre la Banda Oriental. (') 

En aquel acantonamiento formó una columna de 1374 hom- 
ores (•) con la que pasó á la costa del Uruguay, vadeando 
aquel río el 13 de abril para tomar posesión de Mercedes. 

Contingentes posteriores elevaron sus fuerzas á 3.000 plazas, 
y, cuando había ocupado diversos puntos de iseconocida estra- 
tegia, tuvo que abandonar el mando en jefe para responder á 
los cargos que le enrostraban los revolucionarios del 5 y 6 de 
abril (*). 



f) El 7 de marzo la Junta le confió esa misión. 

I*) El doctor Mantilla en un interesante trabajo histórico divide así esas fuer- 
zas: 

Real cuerpo de artillería, 8(> plazas; fcranaderos de Fernando VII. 47; compa- 
rtía del 1er retclmiento, 53; Compañia del rvf^imivnto 2. S6; arribeflos, (»2; milicias 
de la Bajada, 207; compartía de Vapeyú, 178; infantería de Corrientes, 104; caba- 
llería de la Patria. 211; id de San José. 73; id. de Corrientes, 26:J plazas. 

(') De Buenos Aires recibió Síyl veteranos, entre los que iba otra "compartía 
del 2". 

(*) En esta revolución actuaron, apoyando A los saavedristas, los restos del «2» 
que habían quedado en Buenos Aires encabezados por el teniente coronel D. 
Francisco Pico. 



~24 -- 

Días después de este acontecimiento alcanzó Artigas, el cau- 
dillo de funesta memoria, la victoria de Las Piedras. (*) 

En esa batalla tuvieron señalada figuración los soldados del 
«2», mereciendo también sus oficiales,— entre otros el capitán 
Ventura Vásquez y subteniente José Roa,— ser recomendados 
por su comportamiento durante la acción, en el parte del ven- 
cedor. 

Esta victoria llevó á los soldados independientes á plantar 
sus tiendas de campaña alrededor de la muralla que en forma 
de zic-zac circuía á Montevideo, para establecerle el primer 
sitio. 

No tuvieron en el asedio sus armas ociosas los soldados del 
«2», pues, entre otras, dieron á la historia la brillante acción 
parcial del 10 de junio, en la que al mando del capitán Juan 
José Quesada (•) cincuenta hombres de aquel cuerpo, después 
de un ataque vigoroso, arrollaron y persiguieron hasta hacer- 
los guarecer bajo los fuegos de las baterías de la plaza á dos- 
cientos infantes y sesenta soldados de caballería realista que 
habían salido á forragear. 

£)urante los tres meses que se mantuvo el cerco, casi á dia- 
rio se guerrilleaban nuestros soldados con el enemigo y en esa 
escuela de continuados y rudos sacrificios permanecieron las 
fuerzas del «2» hasta que, firmado el armisticio, regresaron á 
Buenos Aires y fueron declaradas, con los demás cuerpos de 
aquel ejército, ^Beneméritos en grado heroico*. (') 



(>) Batalla librada el 18 de mayo de 1811. 

(*) Después coronel. Había solicitado Quesada de la Junta marchar á la «cam- 
paña de Oriente» y se le concedió ^sin goce de sueldo y costeando de su peculio 
las marchas*. Belgrano lo agregó á las fuerzas del «2» y Rondeau. que había 
respetado la decisión de su antecesor, solicitó su efectividad de capitán y la ob- 
tuvo *por su valiente coniportoiniettto en la batalla de Las Piedras*. 

(') Al respecto dice el general Rondeau en su Autobiografía: «Reuniéndose en 
el muelle nuevamente el ejército y marchando en columna hasta la plaza de la 
Victoria, en la que formaron cuadro, fué declarado este ejército por el gobierno, 
que se hallaba presente, benemérito en grado heroico». 



EZFSBICION AÜZILIAS DEL PEBU 



Beorganisación del «Besimiento N^ 2» — Oonspiración de Alzaga — 
Marcha del «2:> á Tucumán — Juramento de la bandera — Bata- 
lla de Salta — Bajas comparadas del ejército y del «2» — Ocupa- 
pación de Chuquisaca y Potosí — Befundioión del «2». 

Empeñado el gobierno patriota en dar nervio á la causa de 
la independencia, con constancia se preocupaba de las fuerzas 
que le servían de sostén, y al decretar la reorganización del 
estado mayor el 13 de noviembre de 1811^ dispuso la refundi- 
ción de algunos cuerpos (*) y entre estos quedaron comprendi- 
dos el 3 y 4 de infantería— antes «Arribeños»— (") que tomaron 
la denominación de «Regimiento N° 2» bajo el mando del co- 
ronel D. Francisco Antonio Ortiz de Ocampo. 

Preparando sus cuadros para la lucha permaneció el «2» en 
Buenos Aires sin que nada de notable ocurriera en sus filas, 
íl excepción de la participación que tuvo en los sucesos des- 
arrollados á raíz de ser denunciada por el esclavo Ventura, el 



(») «Notándose que los regimientos 1 y 2 deben conocerse por N<> 1. lo mismo 
que el 3 y 4 por N° 2». Decreto firmado por Rivadavia y publicado en el N° ó 
de la «Gazeta de Bufnos Aires». 

(») En sus «Memorias», Nicolás Villanueva asegura que los Arribeños, en que él 
mismo servía, tomaron la denominación de «Regimiento N° 2»: aunque al afir- 
marlo confunde el nombramiento de Ocampo con el de Alvear, tergiversación fá- 
cilmente explicable si se tiene en cuenta que las escribió muchos aflos después 
de producidos los sucesos que narra y ya en avanzada edad. 



- 26 - 

*J de julio de 1812, la conspiración que Alzaga encabezaba. (') 

Cuando en Buenos Aires se recibió la noticia de la memora- 
ble jomada de Tucumán, mientras el pueblo y el ejército (*) se 
empeñaban en honrar la memoria de los caídos, «el ífobierno 
•^ general, queriendo que se sacasen de la victoria los frutos que 
^ debían esperarse, reforzó al ejército con el regimiento 1 al 
'< mando de Perdriel y 300 hombres del *2*, al de Benito Alva- 
' rez»; (*) los que partieron en el mes de noviembre á unirse á 
Belgrano. (*) 

En Tucum;ín se les proveyó á las fuerzas de vestuario y el 
12 de enero empezó la marcha sobre Salta; saliendo la 1'*^ divi- 
sión formada por el batallón de cazadores y los 300 hombres 
del *2», siendo seguidos, al día siguiente, por el resto de las 
fuerzas para reunirse en el Río Pasaje en cuyas márgenes ju- 
raron la bandera el 13 de febrero. (*) 

En la tarde se continuó la marcha y á las 8 a. m. del día 14 
la vanguardia sorprendió y aprisionó en Cobos una guardia es- 
pañola y siguió para campar el 18 A tres leguas de Salta. 

Tristán, engañado por los movimientos de la vanguardia^ 
había creído que sería atacado por Los Portezuelos, y al sen- 
tir en la mañana del 10 á los patriotas en el Campo de Casta- 



0) «Queriendo el gobierno dar una prueba de »u {rratltud y estimación á la 
« persona del negro Ventura, esclavo de dofia Valentina Feijoo, que fué el pri- 
« mer denunciante de la horrible conspiración contra la patria que acaba de des- 
« cubrirse, ha venido en concederle la libertad y rl ;/so del twiformv del Ref^i- 
« intcftto 2, con un escudo en el brazo izquierdo que tenga la inscripción: "Por fiel 
« á la patria».— Decreto del 22 de julio. 

(*) El 18 de octubre el coronel Ortiz de Ocampo entregó al presidente de la 
Sociedad Patriótica Literaria, la cantidad de 8 '109 con que contribuía el cN^ 2> 
al esplendor de las honras fúnebres por los muertos en la batalla de Tucumán. 

(') Memorias del general José M. Paz. 

(*^ SegiSn la lista de revista del IS de diciembre, se componía así la oficialidad: 

1* Compaiiia: Teniente '2P José L. Villegas, subteniente Juan M. Vera. 2* Cow- 
pailia: Capitán Miguel M. Lezica. [V^ Compaiiia: Teniente 2° Pedro Roca, .subte- 
niente Calixto M. Cabral. 4" Coinpañin: Teniente José Baltasar García, ó" Com- 
patiia' Teniente Francisco de Sales (Guillermo, subteniente Apolinar Carrera, y 
()" Compañia: Capitán Segundo .Sotoca y subteniente M. Cisneros 

(') La misma bandera color de cielo que ondeó por primera vez en las batería*i 
Libertad é Independencia del Rosario en 1811, que Belgrano hiciera bendecir en 
Jujuy en 1812 y que, obedeciendo la orden de la Junta, arreó prometiendo: «que 
« la guardaría para levantarla después de una gran victoria", como lo cumplió en 
< las orillas del río que, después de escueto que consagró nuestra enseña, se llamó 
« del Juramento». 



- 27 - 

nares, tuvo que cambiar de posición á pesar de no darse aun 
cuenta exacta de las intenciones de Belgrano. 

El asfuacero copioso de la noche del 19 (') evitó que el ata- 
que se realizara antes de aclarar, y recién á las 12 m. entra- 
ron en combate las fuerzas formadas en cinco columnas. 

Lo inició la P que mandaba el coronel Dorrego, sostenida 
por la caballería del ala derecha, y entre tanto se dispuso «que 
«una sección del cuerpo de reserva fuese á atacar la guerrilla 
« que ocupaba la falda de San Bernardo y por este medio y el 
« movimiento retrógrado que hizo la caballería enemiga avan- 
«zandotoda la línea del ejército (*) en medio del fuego más 

* horroroso que hacía el enemigo hizo un cambio de frente á 
« retaguardia y arrolló cuanto se le presentó é hizo huir ver- 
« gonzosamente á las líneas del enemigo á refugiarse en la 
« plaza, dejando el campo cubierto de cadáveres y heridos y 

* muchos ahogados en el Tagarote (*). En la persecución el 
ala derecha y parte del centro llegaron hasta cuadra y media 
de la plaza, lo que indujo á Tristán á considerar inútil toda 
resistencia y enviar de parlamentario á La Hera, quien ajus- 
tó la capitulación por la que se entregaron prisioneros 2786 
hombres desde general á soldado. 

En la acción tuvieron los libertadores las bajas siguien- 
tes: n. 

Muertos 103 i 

Heridos 433 [ 578 

Contusos 42 » 

A este tributo de sangre contribuyó el '2 de Infantería» 
con: (*). 



f) «En esa noche el agua fué abundantísima y gloria eterna A los soldados 
1 de la patria que guardaban su arma y municiones con un cuidado grandísimo. 
« prefiriéndolas á sí mismos sufriendo el mojarse y estar A la intemperie antes 
«que permitirse les inutilizaran los medios de ofender A los tiranos». íParte de- 
tallado de Belgrano). 

(*) La quinta columna la formaba el *2 de Infantería» al mando del coman- 
dante Benito Alvarez. actuando las compañías A las Inmediatas órdenes de los 
capitanes Lezica, Bcldrtn. Guillermo y Villegas. En el parte, Belgrano recomendó 
muy especialmente al comandante Alvarez, oficial Luis García que le sirvió de 
ayudante y capellán Juan J. Castellanos, del «'_'«. 

í') Parte detallado del 27 de febrero de \H\X 

{*) Publicación de la «(iazeta Ministerial». 

(.>) Debe tenerse en cuenta que su efectivo era de 3tK.) plazas. 



- 28 — 

Muertos 21 ] 

Heridos 119 [ 152 

Contusos 12 1 

El efecto que esta victoria produjo fué gráficamente eviden- 
ciado por el decreto de la Asamblea General Constituyente 
del 5 de marzo (*), y á medida que el tiempo nos aleja de esas 
acciones mayor admiración y giatitud despierta el esfuerzo de 
los que las ejecutaron. 

La calma que sucede á las tormentas se produjo después de 
la batalla de Salta; la que aprovechó Belgrano para reorgani- 
zar las fuerzas y avanzar, por vía de Jujuy, ocupando sucesiva- 
mente á Chuquisaca y Potosí, para dedicarse en esta ciudad á 
la reorganización administrativa de aquellas provincias. 

Antes de marchar, en los primeros días de septiembre, para 
oponerse á Pezuela reorganizó su ejército, refundiendo enton- 
ces los restos del 2 de Infantería en el 8 de la misma arma 
(•); cambio de número que evitó al «2» verse envuelto en el 
polvo de las derrotas de Vilcapugio (•) y Ayohuma, reveses 
honrosos en que las fuerzas patriotas *se mantuvieron con 
« tanta firmeza contó si hubieran criado rafees en el lugar que 
« ocupaban» {*). 



í') Decía aquel decreto: «Los tjucrreros vencedores en Salta han defendido con 
« honor y bizarría los saturados derechos de la patria, haciéndose beneméritos de 
« su gratitud en alto grado». 

f«) «El efectivo de los cuerpos fué aumentado con la recluta hecha en Potosí 
* y Chuquisaca á pesar de la gran deserción que se experimentaba en los hijos 
« del país. Sobre las compañías del «N** 2») que mandaba D. Benito Alvarez, se 
«había completado un batallón que se denominó N° 8». (Memorias de Paz). 

Estos cambios originaron que el ejército de Belgrano quedara así constituido 
antes de Vilcapugio, según las «Memorias») antes citadas: 

Regimiento N° 1—1 batallón 
» N'» 6—2 batallones 

» NO 8—1 batallón 



3.«K) hombres 
1 batallón de cazadores 



1 »> de pardos y morenos 
14 piezas de artillería y 50(3 dragones 
í'; Benito Alvarez, que mandó el «2» en la acción de Salta, murió en Vilcapu- 
gio al frente del «8« murieron también Beldón y Villegas. 

(*) Parte de Pezuela, publicado en la «Gazeta de Lima» del 22 de diciembre 
de 1813. 



SSaUNSO SITIO DE MONTEVIDEO 



Nombramiento de Alvear — Fuerzas con que ezpedicionó — Combates 
oon la Fortaleza del Cerro — Derrota del cuerpo de Sevilla — Ca- 
pitulación — Toma de posesión de la plaza y fortaleza — Combate 
de lias Piedras — Begreso del «N^ 2» — Beneméritos. 

Al mismo tiempo que se desarrollaban los sucesos ya narra- 
dos, las armas de la patria continuaban asediando á Montevi- 
deo, cuyo segundo sitio estableció Sarratea el 20 de octubre 
de 1812, y, en momentos que la acción conjunta de Rondeau y 
Brown extremaba la situación aflictiva de los sitiados, fué de- 
signado Alvear (') para arrebatar al primero los laureles que 
la victoria le acarrearía en aquella lucha epopéyica. 

Llevando los dos batallones del «N° 2» que había reorgani- 
zado en Buenos Aires (*) hizo rumbo á la margen Oriental el 



(>) En el comando del «Regimiento 2» habm reemplazado á Ocampo el 12 de 
agosto de 1813. 

(*) En mérito A lo»* servicios prestados y atendiendo á la necesidad de comple- 
tar los cuadros de la oficialidad, el gobierno había efectuado antes las siífuientes 
promociones en el «Regimiento 2»: 

A capitanes: Pedro Conde, Marcelino Millán, Juan Antonio Argerich. Bruno 
Morón. Santiago Lacasa. Esteban Bonorino, Antonio Villalta, Juan V. Galicia. 
Justo Rufino Fleitas, Juan Santos Fernández y Agustín Murguiondo. 

A tetiientes Jos: Nicolás Vlllanueva, Manuel José Balbastro. Domingo Martí- 
nez, José M. Sechas. Francisco López, Juan Navarro, Manuel Blanco. Juan José 
Torres, Francisco S. Arias. José Monjaitta. Marcelino Sosa y Pascual Vásquez. 

.1 ayudante mayor: Juan Manuel Cabot. 

.4 tenientes 2os: Manuel Segovia, Manuel Mármol, Julián Viola, Manuel Caba- 



^ :^ - 

9 de mayo de 1814 ('), luego de haber partido toda la expedición 
(*), no sin antes proclamar á los valientes del cuerpo que man- 
daba con sobrias y prof eticas frases: «Soldados del «2», los 
campos orientales son los destinados para vuestros triunfos». 

«Esta división pasó á todo riesgo, después de entrada la 
noche, por el costado izquierdo de la escuadra española que 
bloqueaba al puerto, y se dirigió á la Colonia, en donde desem- 
barcamos sin novedad, emprendiendo en seguida nuestra marcha 
por tierra y á pie hasta incorporarnos al ejército sitiador, á 
donde llegamos también sin novedad, á pesar de las Jiostilidades 
de las fuerzas de Artigas, al mando de Otorguez, que también 
molestaban al ejército sitiador, como que se habían declarado 
en rebelión». (') 

Se recibió del ejército Alvear al día siguiente en que Brown 
destrozó la escuadra española (17 de mayo) en el combate naval 
que fué decisivo para la suerte de la plaza, quedando al frente 
del «N** 2» el coronel graduado Ventura Vásquez, hijo de Mon- 
tevideo. 

Este cuerpo recién se incorporó al anochecer del 28 de mayo 
(*) á los sitiadores. 

El 1° de junio fué designado Váscjuez para intimar rendición 



llcro, Miguel Pizarro. Pedro García, José Gil Domínguez. Francisco Javier Cabot. 
Andrés Seguí, Ildefonso Catolis. Ramón Amoroso y Anaclcto Millán. 

A subtenientes: Eugenio Perichón, José María Moldes. Pastor Albarracín, Alejo 
Colet, Francisco Linch, Miguel Rolón, Adolfo O'Gorman, Luis Salvadores, Juan 
Manuel Molina, José Guacia, Felipe Alfaro y Vicente Acosta. 

Posteriormente fueron ascendidos á- 

Ayudante mayor: Domingo Martínez y José María Sechas. 

A tenientes los: Manuel Caballero y Felipe Alfaro. 

A tenientes 2os: José M. González Cortinas > Eugenio Perichón. 

A subteniente de bandera: Vicente Balbastro. 

A subteniente: Manuel Sánchez Acevedo; pertenecientes todos al 1er. batallón. 

Del 2« batallón: 

A teniente 1^: Manuel Segó vía. 

A subteniente de bandera: Saturnino Perdric!. 

A subtenientes: José Riglos y Francisco Badcza. 

{}) «Al Regimiento 2» se le dio orden de marchar á las 5 p. m del 7 de mayo 
y, aclamado frenéticamente por el pueblo, se embarcó con los (íranaderos á 
Caballo el día siguiente á las 1 p. m. 

(■) Regimiento de Granaderos de Infantería y un escuadrón de los Granaderos 
á Caballo, la componían además del «2i>. 

(') «Memorias de Nicolás VillanuevaM, actor en la campaña. 

(*) «Diarlo de Francisco Acuña de Figueroa» el poeta y cronista de los sitiados. 



- 31 - 

ú las fuerzas realistas que ocupaban, al mando de Piriz, la for- 
tal.eza del Cerro; rechazada la intimación (') se dio orden de 
tomarla al «N° 2»; pero, al principio del combate, tuvo que 
desentenderse de los defensores de aquélla para atacar al 
cuerpo de Sevilla que en esos precisos instantes desembar- 
caba con objeto de relevar á las fuerzas allí destacadas. 

No sólo evitó la internación de los realistas sino que después 
de un sostenido fuego de tres horas logró rechazarlos. 

A raíz de esta victoria parcial campó el «2» en las márgenes 
del Arroyo Coello, sosteniendo en los siguientes días guerri- 
llas con los defensores del Cerro, hasta que el 4 de junio lle- 
varon 200 de sus soldados un brioso ataque á la fortaleza, lle- 
gando á tiro de pistola de ésta, de donde tuvieron que retroceder 
defendiendo el terreno risco por risco para regresar á su acan- 
tonamiento. 

El 7 de junio se iniciaron las conferencias, en la Capilla de 
Pérez, para la rendición de la plaza y el 20 (á las 3 p. m.) se 
firmó la capitulación, en cuyo cumplimiento fué entregada la 
fortaleza del Cerro el 22 del mismo, siendo ocupada por fuer- 
zas desprendidas del <2»,las que izaron la bandera española que 
los realistas habían arriado (*). 

El 23 de junio, en ejecución de lo pactado, se movió el ejér- 
cito independiente para tomar posesión de la plaza, puesto que 
se había estipulado que mientras salieran por el Portón de San 
Juan las fuerzas realistas, las de la patria entrarían por el de 
San Pedro. 

Terminada la ceremonia de la entrega de las llaves á Ni- 
colás de Vedia, la que fué presenciada por Miguel Estanislao 



(') Después de una «junta de guerra» formada por el comandante José Piriz y 
oficiales Miguel Gallardo. Manuel Vidal, Andrés Robles y Antonio Acuña, todos 
de aquella guarnición, se resolvió rechazar enérgicamente la intimación. 

(') Cumpliendo una de las cláusulas de la capitulación tuvieron los patriotas 
del «2» que izar la enseña rojo y gualda al posesionarse de la fortaleza rendida, 
en lugar de la hermosa de color de cielo; acción que provocó la siguiente cuar- 
teta que copio del «Diarlo» del poeta Acuña de Figueroa: 
«Noble insignia que en un tiempo 
Lograste honor y grandezas. 
Hoy, cual dama envejecida, 
Te hacen servir de tcrccrm) 



- :í2 - 

Soler y quinientos de sus heroicos negros, entró Alvear con 
su escolta y estado mayor (') para posesionarse del último 
baluarte de la dominación española en el Plata, luego de 
haber impuesto rendición á los 5.730 leones que lo defen- 
dían (•). 

Recién rendida la plaza de Montevideo se acercó á sus su- 
burbios el caudillo artiguista Femando Otorguez y campó en 
Las Piedras á la cabeza de 1300 hombres de caballería con la 
osada pretensión de que se le entregara la ciudad de cuyo si- 
tio había desertado cobarde y traidoramente. 

Enterado Alvear de sus intenciones resolvió desbaratarlo á 
sablazos. 

El 24 de junio marchó á su encuentro, formadas las fuerzas 
que había elegido, en tres divisiones: 

1*^. 200 «Granaderos á Caballo» al mando del coronel \"alde- 

negro. 
2®. 200 «Dragones» al mando del coronel Hortiguera, y 



(M En el siguiente orden entraron las fuerzas restantes: 

Regimiento de la «EstrcUan N° 3, al mando de Juan S. Fernández. 

Regimiento 9 de Infanteria, con Pagóla al frente. 

Holmberg y Oyuela con los nZapadoresn. 

Ventura VAsquez jete, y Román Fernández su segundo, con el uRegimienio 2 
de Infanterian. 

Matías Irigoyen con la Artillería. 

Matías Zapiola con los Granaderos á Caballo, 

Francisco Zelada con el resto de los negros de Soler. 

Hortiguera y Pico con 4 escuadrones de Dragones. 

Pintos, con un piquete de caballería; inmediatamente el 8 de Infantería y de- 
trás Valdenegro con las fuerzas de vanguardia que había demorado para ren- 
dir honores á los vencidos. 

(") Fueron prisioneros: 

Mariscales de campo 2 | 

Brigadieres 2 

Coroneles 7 

Tenientes coroneles 11 

Sargentos mayores 8 

Ayudantes 25 

Abanderados 10 

Capellanes 9 

Cirujanos 8 

Capitanes 85 

Tenientes 107 

Subtenientes 116 , Individuos de tropa.... :x340 



Sargentos veteranos 221 

id milicia lOT 

Tambores veteranos 94 

id milicia l.T 

Cabos veteranos 379 

id milicia 171 

Soldados veteranos 2460 

id milicia 1899 



Jefes y oficiales 890 



~ 33 - 

3®. 400 infantes á las órdenes del comandante Fernández; siendo 
200 del regimiento «2» y otros tantos del N" 8. 

Otorguez con anticipaci(3n había tendido su línea (') pero, 
flanqueado por la primera división, mientras que el centro era 
batido por la 2*'* y 3^, cedió al empuje irresistible de aquellos 
bravos que lo envolvieron, arrollaron y acuchillaron hasta cinco 
leguas fuera del campo de batalla. (*) 

Días despuíTs de aquella acción regresó á Buenos Aires, de- 
jando en la Banda Oriental una de sus compañías (■), el «Regi- 
miento N*^ 2% prometiéndose, tras el breve descanso, que bien 
ganado tenía, dedicar sus esfuerzos á destruir á los realistas 
que por el norte amenazaban la estabilidad nacional y luego 
de pisar las playas de la cuna de la libertad sudamericana me- 
reció ser, una vez más, declarado Benemérito de la patria en 
grado heroico, (*) 



{}) El ataque comenzó A las 8 de la noche. 

\^) 200 hombres perdió Otorgue/; 2 banderas, 1200 caballos. 2000 cabezas de fra- 
nado, infinidad de armas y alfcunas de las infelices mujeres que arrastraba en sus 
correrías para saciar sus apetitos de lubricidad. 

(■) SeKtin el «Diario» de José M. G. de Echaundía. á esta compañía le cupo ac- 
tuar en la campaña que el gobernador intendente de la Provincia Oriental, Mi- 
guel Estanislao Soler, emprendió en diciembre del año 14 contra los artiguistas; for- 
mando en la 3* división que mandaba el comandante José M. Rodríguez. Se batió 
en El Tala contra tropas de Otorguez y luego de ocupar á Mercedes, Canelones 
y otro« poblados de menor importancia, regresó á Montevideo el V* de febrero 
de 1815. 

(*) Decreto de la Asamblea General del 27 de agosto de 1814. 



CAMPAÑAS BE 1814 A 1817 



Oambioa en el «Begimiento 2;» — Marcha al norte — Conspiración 
contra Alvear— Desorsanización — Befuudición de los restos del 
«2»— Bemonta del regimiento — Sorpresa del Puesto del Mar- 
qués — Sipe-Sipe — Apoyo del «Begimiento 2> — Quemes y Bon- 
deau — Belgrano al frente del ejército — Beorganizaoión — Sedi- 
ción de Borges — Su fusilamiento —Premio á los pacificadores — 
Auxilios á Quemes — Expedición de La Madrid — Varios comba- 
tes— Betirada. 

En el batallar continuo de aquellos años, la reorganización 
de las fuerzas combatientes se imponía á menudo. Aquella sen- 
tida necesidad indujo al gobierno patriota á disponer, el 9 de 
agosto de 1814, la separación de las dos compañías de pardos 
que se habían adscripto al «Regimiento 2», por decreto del 8 de 
junio de 1810 (') y posteriormente se dispuso la creación de un 
tercer batallón para completar esta unidad, fundándose la re- 
solución en que era <uno de los principales cuidados el aumento 
« de la fuerza física que ha de hacer la defensa y sostén de las 
«Provincias Unidas». (*) 

El ejército que en el norte jaqueaba á los realistas, en cuyo 
comando en jefe había reemplazado Rondeau á San Martín, 
tuvo que ser reforzado y el gobierno dispuso que el 21 de sep- 



(») Sirvieron de plantel al regimiento 10. 
(«) Decreto del 24 de agrosto de 1814. 



- :^ - 

ticmbre marcharan dos batallones (') del «Regimiento 2», con- 
juntamente con otras fuerzas veteranas. (") 

Estas unidades, que expedicionaron al mando del comandante 
Ramón Rosendo Fernández, llegaron á Jujuy en momentos de 
estallar la conspiración tramada por el coronel Pagóla á objeto 
de que todos los jefes de cuerpo presionaran moralmente á 
Rondeau para que resistiera la entrega á Alvear del mando 
del ejército del Alto Perú y malgrado se adhirieron al movi- 
miento, no obstante que los conjurados dudaban contar con tan 
valioso refuerzo por la vinculación que debería haber existido 
entre el «Regimiento 2» y su jefe. 

Prendidos y deportados á Catamarca los jefes adictos á Al- 
vear, se obtuvo que Rondeau desconociera el nombramiento 
de éste y moviera el ejército hacia Humahuaca, para establecer 
allí el cuartel general. O 

En aquel acantonamiento permanecieron las fuerzas en ener- 
vante inacción; minando la indisciplina de los jefes de cuerpo 
(que se habían sobrepuesto al general en jefe aprovechando la 
debilidad que demostrara á raíz del movimiento sedicioso de 
Jujuy) y la deserción de la tropa el organismo del ejército, al 
extremo que de cinco mil plazas había quedado reducido en 
solo cuatro meses á tres mil. 



(») 1° y *i*> batallón, formados como sigue; 

1er. batallón: Compaüia de Granaderos: capitán Agrustín Murguíondo. te- 
niente 1° Manuel Besares, la. Contpaiiia: ca-pitAn Ramón López, teniente l^José 
María Moldes, subteniente Basilio Borches. 2a. Cotnpañia: capitán Miguel Piza- 
rro, teniente 1° Abraham Gonzáles teniente 2^ Gregorio Sánchez, subteniente 
José Sedaño. 3a. Cotnpañia: capitán Manuel Segovia. teniente 2° Dionisio Mo- 
rales, subteniente Pedro Arrascacta. 4a. Cotnpatlia: capitán Domingo Martínez, 
teniente 1<* José Gil Domínguez, subteniente José Duran de Castro. 

2° batallón: Compañía de Granadinos: capitán Juan Manuel Cabot, teniente 
2® José Antonio Baptista. la. Compañía: capitán Felipe Alfaro. teniente 1° Ma- 
nuel Sánchez Acevedo, subteniente José María Rodríguez. 2a. Compañía: capitán 
José María Secchas, teniente 1° Francisco Besada, subteniente Ventura José Ga- 
licia. 3a. Compañía, capitán Nicolás Villanueva, teniente V* Manuel Castañer, 
subteniente Francisco Guerreros. 4a. Compañía: capitán Juan Navarro, teniente 
1° V'icente Balbastro. (Libro 1® de Listas de Revista). 

(«) Paz dice en sus «Memorias» que en los últimos días de diciembre se incor- 
poraron al ejército: 2 batallones del regimiento 2 con 1100 hombres-, / batallón 
del 6 con 500 plazas y 2 batallones del 9 de infantería con 700. 

(») En este punto fueron desarmados los prisioneros españoles que en Bueno4 
Aires se habían agregado voluntariamente á los cuerpos y enviados á .Salta; Paz 
llevó los del «Regimiento 2». 



- 37 - 

Con la intención de aminorar estos males resolvió Rondeau 
moverse sobre Potosí; pero, antes hubo necesidad de reorga- 
nizar las fuerzas y las del «Regimiento 2^ que habían quedado en 
esqueleto á causa de la separación de los prisioneros españo- 
les y del desquicio reinante que también trabajaba sus filas (') 
fueron refundidas en el regimiento 9 de infantería que man- 
daba el coronel Pagóla. (*) 

Mientras tanto, sobre la base del batallón que, al mando del 
comandante Pedro Conde, había quedado en Buenos Aires, se 
remontó nuevamente el regimiento. Luego de repercutir en el 
ejército campado en los Olivos la revolución del 15 de abril» 
que trajo como inmediata consecuencia la caída del director 
Alvear, fué dividido el cuerpo recientemente remontado en 
dos batallones (■) que quedaron al mando del coronel Juan 
Bautista Bustos. (*) 

El movimiento que Rondeau había ideado se inició con la 
sorpresa del Puesto del Marqués, á la que siguió la ocupa- 
ción sucesiva de Potosí, Maccha y Chayanta; ventajas que con- 
trarrestaron los españoles en Venta y Media y anularon por 
completo en Sipe-Sipe (*), en donde cortó Pezuela el paso á 
Cochabamba á Rondeau y derrotó el ejército que ya actuaba 
deshecho por la inepcia é incapacidad de sus jefes. Los 
derrotados se replegaron á Humahuaca, encontrando en ésta 



(») Los restos del «2» habían quedado A órdenes del capitán Juan Navarro 

(*) En sus «Memorias» asegura Paz que esta refundición se produjo en Humahua- 
ca: en cambio Villanueva en las suyas la da como ocurrida en Ucquia. 

(*) De los batallones fueron desiij^nados jefes, respectivamente, los comandantes 
Josí' León Domínffuez y Bruno Morón. 

(*j cTuan Bautista Bustos comenzó A fí^rurar con brillante mérito en la milicia 
durante la secunda invasión injílosa. habiendo venido A Buenos Aires en el con- 
tinfrente con que la provincia de Córdoba, que era la de su nacimiento, contri- 
buyó A la defensa de la capital del virreinato en 18()7. Partidario de la revolu- 
ción de Mayo, peleó en sus ejércitos contra el español, alcanzando el elevado 
ranjfo de coronel. Ascendió en la milicia al alto jfrado de ifcneral y fué grober- 
nador de Córdoba. Envuelto en las cuestiones intestinas traicionó las esperanzas 
del ífobierno general y dio la espalda íl sus honrosos antecedentes militares, 
obteniendo una fama tristemente célebre. Como militar fué una completa nulidad 
a pesar de ffozar como gozó en cierta época de bastante ascendiente moral entre 
sus compañeros de armas que reconocían en él un valiente soldado. Como go- 
bernante no se elevó de la altura de los caudillejos obscuros que han labrado la 
desífracia de la patria.» (Bio^rrafía de Espinosa por José J, Biedma.) 

(») Acción del 28 de noviembre en que descollaron por su tenacidad los regi- 
mientos 7 v 9 de infantería. 



-38 - 

al «Regimiento 2» que llegaba á órdenes de Bustos ('), y formaba 
parte de la división que al mando del coronel French había 
salido de Buenos Aires, en oportunidad de prestarles valiosa 
protección. (•) 

Auxiliados los restos de aquel ejército por las tropas de re- 
fresco, se retiraron á Jujuy y ocupó la vanguardia el «Regi- 
miento 2 de infantería», siendo á la vez jefe de ésta y del cuer- 
po el coronel Bustos. En este acantonamiento fué que Rondeau 
experimentó las primeras hostilidades de Güemes y, prome- 
tiéndose castigarlo, marchó sobre Salta; pero, en los Cerrillos; 
se vio precisado á pactar, obligado por las contingencias desfa- 
vorables de la guerra de recursos que hacía rreductibles á los 
célebres gauchos del norte é influenciado por la actitud del 
Congreso Nacional ("), recientemente instalado en Tucumán, y, 



O En el número 19 de la aGazcta de Buenos Aires» apareció el decreto que 
disponfa marcharan refuerzos al ejército del Alto Perú; saliendo en su cumpli- 
miento el 16 de agosto. Juan Bautista Bustos con el «Regimiento 2» y French con 
el número 3. Los dos batallones del «2» se reunieron en TucumAn el 25 de octubre, 
do donde marcharon al norte, A excepción de la compañía del capitán Blanco 
que había sido enviada desde la capital, en el mes de julio, íl guarnecer el fuerte de 
Carmen de Patagones. 

{*) En la proclama que encabezaba: «El coronel mayor D. Domingo French, co- 
mandante en jefe de la división auxiliar del ejército del Perú, á las tropas en la 
Plaza Mayor, les hablo, decía en el segundo párrafo: «Corramos, pue«, amados 
compañeros, á ponernos entre las fllas de aquellos campeones, para dar el último 
testimonio al mundo entero, de que nuestras vidas las miramos en poco, cuando 
la guerra se hace por la libertad é independencia del territorio americano; pero 
antes de nuestra partida, uniéndonos de un modo indisoluble, protestemos á todos 
los habitantes de esta benemérita ciudad capital de la Santísima Trinidad, á los 
de los pueblos todos del continente, y á los que no lo fueren, que nuestros votos 
y unidad de ideas son para propender á concluir con cualquier tirano opresor 
que atente contribuir á ponernos el cuchillo del despotismo, y que por donde 
quiera que transitemos no han de ver sino testimonios de esta verdad, justificán- 
donos de las imposturas de los malignos que han fulminado especies contra la 
dignidad y resplandecientes sentimientos que animan al ejército de Buenos Aires.» 

(») Sesión del dia 25— «La entrada del general Rondeau á la ciudad de Salta 
causó amargas divisiones entre él y su gobernador D. Martin Güemes, que pusie- 
ron á aquel pueblo en la mayor consternación. Era un deber del soberano con- 
greso promover las medidas de terminar discusiones é impedir la*? consecuencias 
funestas que de su continuación resultarían á la causa general ba>tantcmentc 
indicadas en oficio del gobernador dirigido á los diputados reunidos para el con- 
greso. Se determinó después de bien meditada la materia, se oficiara previamente 
á uno y otro, noticiándoles de la instalación del soberano cuerpo y haciéndoles 
entender que esperaba en prueba de su reconocimiento cesarían inmediatamente 
de las hostilidades. Al efecto se hicieron los oficios correspondientes.» (Crónica 
de las primeras sesiones publicada en el número 1 del «Redactor del Congreso 
Nacional» que se editaba en Buenos Aires). 



-39- 

en consecuencia, regresó á encerrarse en Jujuy en junio de 
1816. 

Los desaciertos y la debilidad de Rondeau, unidos á las des- 
inteligencias con el caudillo salteño, dieron origen á la orden 
de regresar á Tucumán que de la capital se le impartió y se- 
guidamente su reemplazo por Belgi*ano; recibiéndose del mando 
el nuevo comandante en jefe en el «Campamento de las Tran- 
cas», el 24 de julio de 1816. 

Al tomar posesión de este cargo, que tantos sacrificios le 
demandaría, el general de más noble alma que ha tenido la 
nación encontró al ejército completamente desorganizado, des- 
nudo (*), sin víveres ni municiones, y comprendiendo que, para 
colocarlo en pie de combate, se requerían medios y elementos 
de que no podía disponer en aquel campamento volante, ordenó 
el 18 de agosto el regreso á Tucumán. 

Acantonóse en la Ciudadela, y se dedicó con ahínco á tan 
meritoria obra; dividiendo el ejército en ala derecha, izquierda 
y centro, y dio el mando de la segunda al jefe del «2 de infan- 
tería». 

Empeñado en aquella empresa, que le obligó á adoptar me- 
didas disciplinarias de una rigidez desusada (•) y le impuso la 
necesidad de idear los medios de obtener los elementos más 
indispensables de vida sin contar con recurso alguno para 
adquirirlos (*), tuvo conocimiento de la sedición que en San- 
tiago del Estero acaudillaron el comandante Juan Francisco 
Borges y capitán Lorenzo Lugones, y, cumpliendo órdenes del 
gobierno, desprendió á sofocarla á La Madrid con un escua- 
drón de húsares y, seguidamente, como jefe de la división, al 
coronel Bustos con 200 infantes del «N° 2». {*) 



(*) Del «Libro de órdenes del regimiento 2 de infantería» copio la siguiente: 
«Agosto 11 de 1816.— Solo se permitirá el uso del poncho á los que no tengan cha- 
queta ni pantalón. — Frr/icA.» 

O En una «Orden del día» establecía que seríam rebajados á soldados los ofi- 
ciales á que se sorprendiera murmurando. 

(■) En oficio del 20 de octubre decía al gobierno- «Yo mismo estoy pidiendo 
prestado para comer». 

(*) Orden del 24 de diciembre. En la fecha el efectivo del cuerpo era de 3 je- 
fes, 10 capitanes, 6 tenientes I-, 9 tenientes 2**, 8 subtenientes y 622 individuos de 
tropa. 



- 40 - 

Derrotaron á los sediciosos en el primer encuentro el 26 de 
diciembre (*), y, como aquella sublevación al frente del ene- 
migo mereciera un severo correctivo, fué Borges condenado á 
muerte y fusilado el 1° de enero de 1817 al pie de un alga- 
rrobo, á las 9 a. m., por tiradores sacados de los húsares (*), 
salvando Lugones la vida merced á las instancias de José M. 
Paz." 

Algunos de los prisioneros santiagueños fueron agregados á 
las fuerzas del «2», que, cuatro días después, regresaron á Tu- 
cumán, mereciendo por esta campaña el escudo con que el Direc- 
tor del estado premió «á todos los oficiales y tropa que con- 
« currieron á la expresada pacificación». (*) 

Desentendido ya Belgrano de los sediciosos, se propuso se- 
cundar la acción de Güemes contra La Sema, que se había 
apoderado de Jujuy, y al efecto desprendió el 3 de marzo una 
columna volante al mando de La Madrid para que picara la 
retaguardia de los realistas y procurara cortarles su línea de 
comunicaciones, en la que marchó la 1*'^ compañía del «2» que 
mandaba el capitán Alejo Colet secundado por el teniente 2** 
Celedonio Escalada y subteniente Justo Díaz (*) y para prote- 
ger este movimiento en sus comienzos y ayudar las operacio- 
nes posteriores de Güemes hizo avanzar al «Regimiento 2», á 



(>) La Madrid dice en sus «Memorias» que el combate fué librado en Pltambalé; 
pero Bustos, en su parte, asegrura que en Chupa. 

(*) «Excmo. Señor —El coronel del Regimiento 2. D. Juan Baustista Bustos, co- 
« mandante de la división restauradora del orden en Santiago del Estero con 
« fecha 2 del corriente me dice lo siguiente*. Excmo. Señor; Ayer á las 9 de la 
« mañana fué fusilado el reo D. Juan Francisco Borges en la estancia de Santo 
« Domingo y se le dio sepultura en la «Capilla de los Robles», lo que pongo en 
« noticia de V. E. para su conocimiento. Lo que tengo el honor de comunicar A 
« V. E. Dios guarde á V. E muchos años. -Tucumán enero 3 de 1S17. Excmo 
« Señor Manuel Belgrano. Excmo. Señor D. Juan Martín de Pueyrrcdón, supremo 
« director del estado». (Original en el A. G. de la X ) 

(*) Decreto del 4 de febrero. Era el escudo de paño celeste con la inscrip- 
ción en letras de oro; «Honor á los restauradores del orden»; y debía llevarse en 
el brazo izquierdo. 
(*) Componían esta columna- 

1* Compañía del 2 con fiO plazas 

3» Compañía del 9 con íá) 

2* Compañía del 3 con fV) 

Milicianos de Tucumán 7á) 

!<> Escuadrón de húsares 100 

y dos piezas de artillería con su correspondiente dotación de soldados. 



~ 41 - 

las órdenes de Bustos, hasta el campamento de la Laguna del 
Yeso, con orden de que sólo en el caso que el enemigo se 
retirara, se pusiera á la vanguardia para perseguirlo y des- 
truirlo; pero, desaprobadas estas últimas operaciones por el go- 
bierno, dio Belgrano contraorden, retirándose Bustos el 26 de 
abril á Tucumán. 

No obstante. La Madrid avanzó á cumplir sus instrucciones 
que lo llevarían á operar en una zona de más de doscientas 
leguas á retaguardia de los realistas y con el arrojo que á este 
jefe caracterizaba las ejecutó, batiendo á los españoles, que 
oían ya amedrentados la pertinaz voz de mando de aquel hé- 
roe: ¡carabina á la espalda y sable en mano!, en el campo 
del Marqués de Yavi (*), en Cangrejillos, en Tarija (•), é 

(O En esta acción cuarenta húsares y veinticinco soldados del «2 de infantería» 
tomaron prisionera una avanzada de 30 españoles después de un breve com- 
bate librado á raíz de la sorpresa con que los atacaron. 

(») En Cangrejillos también coparon de sorpresa una partida de españoles; 
muriendo en el encuentro el oficial que la mandaba y cinco soldados. El resto 
fué prisionero é internado á Tucumán. 

—De ahí marchó sobre Tarija y el 14 de abril de 1817 se presentó por la puerta 
del «Gallinazo». Desprendió La Madrid la compañía del «2» con otras fuerzas á 
ocupar el campo de las Carreras é hizo avanzar el resto á atacar las fortifica- 
ciones en que se había encerrado el enemigo. En estas operaciones y sin obte- 
ner resultado alguno lo tomó la noche; la que, sin embargo, aprovechó para 
circunvalar todo el pueblo con sus fuerzas, evitando así la fuga del adversario. 
Al rayar la aurora mandó ocupar el alto de San Juan y las calles de San Fran- 
cisco y San Agustín, mientras que la compañía del «2» marchaba á tomar la capilla 
de San Roque, que era la posición más fuerte, y «fué, como dice el parte del ven- 
« cedor, tanto vi anior con que se avanaaron que labraron sititarse , á pesar del 
« vivo fuego que recihian, en unos ranchos que distaban diea ó doce varas de 
€ dicha fortificación" . En tal situación los combatientes, apareció por la pampa 
de la Tablada la caballería enemiga que venía en auxilio de la plaza, pero fué 
cargada briosamente y derrotada. A raíz del triunfo parcial intimó La Madrid^ 
por segunda vez, rendición á los defensores de la posición, notificando al jefe 
realista: Si en el t termino de una hora no se rinde Vd. á discreción, tanto Vd* 
como su división, serán pasados á cuchillo^*. 

—El coronel Mateo Ramírez, jefe de la plaza, tres tenientes coroneles, dieci- 
siete oficiales y doscientos ochenta y cuatro individuos de tropa entregaron sus 
armas á los libertadores y fueron acto continuo enviados bajo segura escolta á 
Tucumán. También se tomaron cuatrocientos fusiles y valiosos pertrechos en 
número considerable. 

—A propósito de esta acción, dice el Boletín N<* 28 del ejército: «El teniente co- 
« ronel La Madrid no encuentra elogios bastantes para dar una idea del valor y 
« denuedo con que los oficiales y tropa se presentaron al enemigo desalojándolo 
« de cuantas posiciones ocupaba; como del entusiasmo y deseos que tenían de asal- 
« tar las trincheras y acabar con el tirano sus húsares, los artilleros, las compa- 
« nías de los regimientos 2, 3 y 9 y las de milicias de la valerosa Tucumán, igual- 
«. mente que los soldados del país que se le habían reunido». 



- 42 - 

inmediaciones en Concepción y Cachimayo C)^ para de ahí 
pasar á Chuquisaca, ciudad en que so había atrincherado el 
general Vivero que desechó la intimación de rendirse que al 
presentarse en los suburbios le hizo el jefe patriota. 

El ataque de las fuertes posiciones que habían ocupado los 
españoles fué llevado al amanecer del 21 de mayo por seis pun- 
tos á la vez, avanzando la compañía del «2» con una pieza de 
artillería á tomar la trinchera de la derecha; pero, después de 
un rudísimo combate, fué rechazada; como antes lo habían 
sido las demás fuerzas asaltantes. 

Tentó La Madrid un segundo avance, poniéndose personal- 
mente al frente de la compañía del «2» y tuvo que retroceder 
á pesar del denuedo con que los soldados llegaron hasta una 
cuadra de la plaza debatiéndose en aquel antro de fuego, plo- 
mo, agua hirviendo y toda clase de proyectiles que les arroja- 
ban de las trincheras, los tejados y las ventanas. (*) 

Penetrado de la inutilidad de tan heroicos esfuerzos y con- 
vencido que sólo en unión de la división Fernández tomaría la 
plaza, optó por retirarse, llegando á Yamparaez al siguiente 
día y continuó la marcha buscando su junción; pero, al trepar 
la cuesta del Abra de las Carretas fué sorprendido por los 
españoles que habían salido de Tarabuco sigilosamente, librán- 
dose un combate nocturno en que, mediante una bizarra carga 
llevada en persona por La Madrid, fueron dispersados los sol- 
dados del rey, dejando en el campo 23 muertos, 2 prisioneros 
y numerosos pertrechos. (') 

De ahí marchó nuevamente á Chuquisaca, pero avisado de 



(') En los varios encuentros librados á inmediaciones de Concepción tuvieron 
señalada participación los soldados del «2» y en uno de ellos fué muerto el di^tln- 
tfuldo Colet, logrando su hermano, el capitán de la compañía, salvarle el caballo 
que montaba, teniendo que dejar su cuerpo en poder del adversario. 

—Según las ^Memorias de La Madrid», tomó en Cachimayo prisionero al co- 
mandante López, cinco oficiales y cincuenta individuos de tropa, mediante la 
hábil estratagema militar de presentársele como parcial para rodearlo y reducirlo 
sin disparar un tiro. 

(*) Relación extractada de las «Memorias de La Madrid» y el Boletín N*» 24 del 
ejército. 

(*) En esta acción fué herido el capitán Alejo Colct, comandante de la compa- 
ñía del «2» 



- 43 - 

la aproximación de refuerzos enemigos, siguió á Sopachuy, en 
donde fué batido y obligado á retirarse á Pomabamba. 

Amenazado por La Serna y Canterac burló la doble perse- 
cución con movimientos de increíble audacia é imposibilitado 
para seguir esta campaña, que se creería novelesca á no justi- 
ficarla la documentación histórica, se retiró á Oran, cumplidos 
los nueve meses de emprendida, para de allí regresar á Tucu- 
mán á fin^s de diciembre. (*) 



(*) Desde Oran al límite de Tucumán tuvieron que marchar, por falta abso- 
luta de cabalgaduras llevando al hombro las monturas y demíls elementos, pue»^ 
Güemes les negó todo auxilio, según el mismo La Madrid lo asegura; pero al 
respecto debemos recordar el juicio de Paz- «Si Güemes cometió grandes errores 
« sus enemigos domésticos nos fuerzan á correr un velo sobre ellos para no ver 
« sino al campeón de nuestra libertad política, al fiel soldado de la independencia 
M y al mártir de la patria». 



aüEBBA CIVIL 



Campaña contra López — Marcha del «2» — Combate en Fraile Muerto — 
Retirada de Ijópeí -Combate de Herradura — Bscaramuzas — Mo- 
vimientos estratégicos — Toma del Fuerte del Tio — Armisticio — 
Beanudaoión de las hostilidades — Sublevación de Arequito — 
Pacto — Combate con las montoneras- -Intervención de Heredia — 
fin la gobernación de Córdoba. 

En septiembre de 1818 el directorio resolvió llevar enérgica- 
mente la guerra á Santa Fe, á la sazón soliviantada, al igual 
de las otras provincias limítrofes, por la funesta influencia del 
caudillejo José Gervasio Artigas. (*) 

Reunió con ese determinado objeto en San Nicolás el «Ejér- 
cito de observación» á órdenes de Balcarce, y de Tucumán 
fué desprendido el coronel Bustos con 300 hombres del «Regi- 



(*) «Llegó el tiempo de que fixaseis vuestros destinos de un modo noble. Una 
opinión extraviada os ha hecho pasar días amargros; pero ella, quando mas, ha 
sido error de entendimiento, y de ningpán modo, perversidad de corazón. Con las 
mejores intenciones librasteis vuestra confianza en el supuesto Protector de los 
Pueblos, consternándole el sagrado depósito de vuestros derechos. Habéis visto 
que él destruye en vez de edificar. Habéis observado, que despotiza en lugar de 
proteger; y no ha pasado tiempo perceptible entre conocer vuestro yerro, y ad- 
jurarlo con franqueza» 

«Arrancad la simiente perniciosa de esa doctrina antisocial que el peligroso 
José Artigas ha esparcido en esos hermosos países. Creed que solo en el orden 
y en la armonía de la sociedad puede encontrarse el remedio á las calamidades 
que algunas veces afligen al estado. Así os grangearéis las bendiciones de la 
patria y de una posteridad feliz». (Párrafos de una proclama del supremo di- 
rector de las Provincias tenidas, D. Juan Martín de Pueyrrcdón). 



^ 46 - 

miento 2» (') para operar de acuerdo con aqu<!l y amagar el 
flanco derecho del ejército santafecino 

López, con un movimiento rápido y bien combinado, que dio 
idea ( lara de su audacia, se desentendió de Balcarce, situado 
á su vanguardia, y buscando batir en detalle á las fuerzas que 
lo amenazaban se dirigió sobre Bustos, que estaba campado 
en Fraile Muerto (*); esquivó el encuentro con la avanzada de 
90 hombres que Pueyrredón (hermano del director) tenía en 
Cruz Alta y dispersó el destacamento que en Litin estaba á 
órdenes del capitán Quevedo. 

El 7 de noviembre se avistaron las fuerzas combatientes y 
el 8 vadeó López el Río III y atacó decididamente á Bustos 
que tenía sus fuerzas resguardadas tras un cuadro formado 
por carretas. 

Los montoneros fueron rechazados; pero en la retirada arrea- 
ron las cabalgaduras y el ganado que tenían para la subsisten- 
cia las fuerzas de Bustos. 

Desde este día hasta el 15 se libraron varios combates par- 
ciales, sin obtener las fuerzas del orden rescatar el ganado, 
hasta que López, sintiendo la aproximación de Arenales, se 
retiró apresuradamente para operar nuevamente sobre Bal- 
carce. 

Después de esta acción las necesidades de la campaña lleva- 
ron á Bustos á la Villa de los Ranchos, teniendo posterior- 
mente que trasladarse á Herradura para unirse á las fuerzas 
que en su apoyo mandaba Belgrano. 

Entretanto, Viamont, que había reemplazado á Balcarce, fué 
distraído en Carcarafiá con algunas partidas de guerrilleros, 
mientras que López se corría sigilosamente, al frente de lóOO 
hombres, para atacar á Bustos que permanecía aun en Herra- 
dura teniendo resguardados los flancos y la retaguardia por 
el Río III y el frente por «una especie de cerca de postes con 
varas atravesadas»; palizada en que en la acción se sostuvie- 



(») En esta fecha el efectivo del cuerpo era de: jefes 3, capitanes 7, tenientes 
1° 3, tenientes 2® 8, subtenientes b, tropa 555. 

(*) Se le habia unido un piquete de (rranaderos de Sayos y 2lKí milicianos cor- 
dobeses. 



-47 - 

ron los infantes del *2* quedando la caballería en seg^unda 
línea. 

López comenzó el combate (*) con guerrillas de infantería, 
para lo cual desmontó parte de sus montoneros, y luego de 
un tiroteo bien sostenido inició una impetuosa carga de caba- 
llería é infantería sobre la débil trinchera, siendo rechazada 
por el fuego metódico y firme que le hicieron los infantes del 
«Regimiento 2» rodilla en tierra ('); momentos que aprovecharon 
las caballerías de Paz y La Madrid para cargar á fondo y des- 
ordenar al enemigo. 

Tan rápido fué el avance de los dragones y húsares, que de- 
jaron á sus flancos cientos de montoneros que, pasado el pri- 
mer momento de estupor, reaccionaron y pretendieron picar- 
les la retaguardia, movimiento que Bustos reprimió avanzando 
aceleradamente con los infantes, como también privó á la ca- 
ballería enemiga de intentar el contraataque que su mayor nú- 
mero hubiera facilitado. (*) 

Al día siguiente volvió el enemigo á presentarse, siendo es- 
perado por las fuerzas de Bustos en las mismas posiciones que 
el 18 y tentó inútilmente sacar fuera de la trinchera á la ca- 
ballería para abatirla con la superioridad numérica. 

Frustrado su empeño simuló retirarse el caudillo santafecino 
y, como las escaramuzas que en la noche provocó no le die- 
ran resultado favorable alguno, decididamente se dirigió en la 
mañana del 20 á la Villa de los Ranchos. Prejuzgando Bustos 
fuera el objetivo de este movimiento la ciudad de Córdoba, se 
movió aceleradamente para evitarlo, con lo que obligó á Ló- 
pez á replegarse hacia Santa Fe, en donde más tarde fué á 
chocar con el ejército de Viamont. 



1») Según lo refiere La Madrid, López fué inducido á atacar por una treta 
que le jugaron valiéndose de un salteño apellidado Robles, al que el mismo La 
Madrid le propuso que cometiera un hurto, falta por la que sería castigado y 
rapado, para que, convertido en un cccc-honio, se presentara il López y lo infor- 
mara, fingiendo ser impulsado por instintos de venganza, que el ejército de Bus- 
tos se hallaba completamente desorganizado y falto de municiones. A estar A la 
aseveración de las reminiscencias que invoco, López creyó ciertas tales afirma- 
ciones y, en consecuencia procedió como si obrara sobre seguro. 

(•) Extractado de las «Memorias» de Paz 

(*) En el parte de la acción Bustos atribuye al enemigo 150 pérdidas y 7 íl 
sus fuerzas. 



- 4« - 

Ubre del adversario contramarchó Bustos para unirse el 2S 
de febrero, en la Villa del Rosario, al ej<?rcito del Alto Perú 
que, á órdenes de Belgrano, venía i\ prestar su concurso efi- 
ciente en la campaña. Seg^uidamente, y para contener las in- 
cursiones de los montoneros, fué desprendido Bustos con 800 
hombres, éntrelos que marchaba el «Regimiento 2», y enterado 
de que se habían apoderado del Fuerte del Tío marchó á res- 
catarlo; pero el enemigo se retiró rehuyendo el encuentro. 

Incorporado nuevamente al grueso del ejército siguió á la 
posta de Candelaria, de donde retrogradó Belgrano hasta Cruz 
Alta acatando lo pactado entre Viamont y López el 5 de abril; 
pero, por falta absoluta de recursos, tuvo que trasladar su 
campamento á Capilla del Pilar. (*) 

El 10 de septiembre, por enfermedad de Belgrano, se recibió 
del mando del ejército el general Francisco Fernández de la 
Cruz y días después en\iaba al «Regimiento 2», con la infantería 
restante, á Tucumán; pero, en diciembre, tuvieron que retro- 
gradar á su campamento de Capilla del Pilar, pues la guerra 
del litoral se encendió nuevamente. 

El 12 de diciembre el ejército se dirigió al río II y en enero 
se acercó á la jurisdicción de Santa Fe, llegando á la Posta de 
Arequito el 7 de aquel mes. 

Cruz, que había notado ya que la anarquía minaba sus fuer- 
zas, expidió, antes de llegnr á Arequito, .su pasaporte á varios 
oficiales, pero, por debihdad ó ignorancia de los hechos ('), no 
lo hizo con su jefe de estado mayor coronel Bustos y el coro- 
nel Heredia, que eran los que con más ahínco conspiraban 
contra su autoridad. 

La permanencia en las filas de las cabezas dirigentes del 
complot facilitó la sublevación y en la media noche del día 



(») *Me ordena el señor director que eleve las fuerzas de ral mando? ¿Cómo 
podré hacerlo cuando no puedo mantener los hombres que hoy la componen? Mu- 
cho» días pasan que no tengo absolutamente nada que dar de comer ni aun á 
los jefes. Es preciso palpar esta miseria para formar concepto del forado de he- 
roicidad á que pueden ascender las pasiones humanas». Oficio de Belgrano del 
27 de junio de 1819. 

(«) Estos datos han sido entresacados, con las salvedades del caso, de las «Me- 
morias» del general La Madrid, A quien, como se ve, le cupo un rol interesante 
en aquellos sucesos. 



. - 49 - 

citado prendieron á Zelaya, jefe de los dragones; Pinto, jefe 
del regimiento 10 de infantería; y Morón (*) del «Regimiento 2»; 
separándose Bustos con estas fuerzas y un escuadrón de hú- 
sares á diez cuadras del campamento. 

El «Regimiento 2» no se sublevó en masa, pues parte de sus 
fuerzas permanecieron fieles durante las primeras escenas de 
aquel sombrío drama. (■) 

En la mañana del día siguiente aparecieron los amotinados, 
en número de 1600 hombres y á las órdenes inmediatas de 
Bustos ('), formados en batalla frente á las fuerzas de Cruz, 
que contaba con 1400 plazas; mientras los representantes de la 
barbarie, las hordas de montoneros, acechaban el momento de 
cebarse en ambos. 

El general Cruz, con la sangre fría que lo caracterizaba y 
natural reposo, evitó la efusión de sangre pactando con Bus- 
tos y, como resultado inmediato de este arreglo, le entregó la 
mitad del parque á cambio de los jefes que, desde la noche, 
mantenía en calidad de prisioneros. 

Al obscurecer, los restos del «N° 2», que se habían mantenido 
leales á su bandera y á sus jefes, se unieron á los revoltosos 



(») La siguiente semblanza mereció la personalidad de Bruno Morón, de Da- 
mián Hudson. «Estatura elevada y estructura física bien repartida; tez morena 
pálida: barba y cabellos negros, facciones pronunciadas y de perfecta regularidad, 
ojos negros, rasgados y mirada que revelaba penetración; rápida concepción y 
viveza. De gallarda presencia y continente marcial al frente de sus tropas era 
de una apariencia escultural. Con voz clara, metálica y poderosa hacía entu- 
siasmar á sus soldados al llevarlos al combate. Su elocuencia era persuasiva y 
breve; esencialmente militar, á par que de valor probado y sereno, infundía á los 
subordinados la confianza de hallarse bien dirigidos». 

Después de Arequito, Morón se retiró á Mendoza; allí organizó las milicias con 
que había de combatir al funesto José Miguel Carrera. En la acción del 23 de 
junio de 1821 Morón comprendió que el éxito dependía de la primer arremetida 
y picando espuelas á su fogoso tordillo se lanzó sobre el enemigo sin dar tiempo 
á sus fuerzas para que lo siguieran. El noble bruto rodó arrastrando en su caída 
al valiente jinete que, sin tiempo para pararse, fué ultimado. 

{') Los sublevados del «2^ se retiraron á órdenes del 2° jefe, mayor Castro. 

(*) El irlandés Mr. Yates, compañero del general Carrera en sus vandálicas 
correrías, decía en su «Diario», publicado en Londres en 1824 por María Graham- 
«En este estado el coronel mayor don Juan Bautista Bustos, segundo en el 
mando, se puso al frente de la revolución y se declaró por el ejército federal, 
exigiendo de Carrera y de Ramírez que se le cediese el gobierno de Córdoba, 
protestando su mayor veneración y amistad á sus nuevos aliados y su disposi- 
ción á auxiliarles á llevar á cabo sus miras». 



J 



-so- 
para servir las ambiciones bastardas de los que anarquizaron 
;il ejército. 

Al retirarse hacia Santa Fe el general Cruz fué alcanzado 
por el coronel Heredia que, con quinientos jinetes, llegaba á 
reclamarle la parte de convoy que decía corresponderle á los 
amotinados; en esos precisos instantes los leales se hallaban 
rodeados por las montoneras y con tenacidad se defendían de 
sus repetidos ataques. Aunque infundadas fueron satisfechas 
las reclamaciones de Heredia y recién entonces se resolvió á 
intervenir para hacer cesar el derramamiento de sangre y no- 
tificó á las fuerzas de López «se abstuvieran de seguir peleando 
porque las cargaría». (*) 

Abandonaron éstas el campo y Cruz, convencido que en ta- 
les condiciones le sería imposible continuar su marcha hasta 
Buenos Aires, se resignó á delegar el mando en Bustos y en 
consecuencia le hizo entrega de las fuerzas que aun le perma- 
necían fieles. (') 

Fué en las condiciones expuestas que el coronel Bustos privó 
á la patria en su lucha contra la anarquía y los tiranos de una 
de sus fuerzas más eficientes con el falaz pretexto de evitar 
la guerra civil y el solo objeto de concentrar aquellos cuer- 
pos en Córdoba, á manera de guardia pretoriana de su go- 
bierno, sin preocuparse que en el puerto de Cádiz y en la 
Isla de León se continuaban forjando aceleradamente las cade- 
nas con que el monarca español se empeñaba aun en aberreo- 
jar á la que fué la perla más preciada de su corona en la 
América latina. (•) 



O «Historia de Belg^rano» por Mitre. 

(*) SefiTún testimonio de La Madrid, Bastos colocó una guardia de soldados del 
«N<^ 2» á los jefes que permanecieron leales carrestándolos así disimuladamente» y 
en Herradura les entregó los pasaportes y doce y medio pesos fuertes para los 
gastos del viaje. 

(•) A propósito de los preparativos bélicos que en España se hacían, el supre- 
mo director de las Provincias Unidas en Sud América, promulgó el «bando» de 
que copio algunos de sus párrafos más salientes: 

«Nuevos riesgos amenazan la existencia de la patria. La venida de una expe- 
dición española A las costas de este río ya no admite duda. Es verdad que los 
conflictos pecuniarios del gobierno español son los más grandes; pero una nación 
constituida, que cuando menos conserva apariencias de grandeza, que tienen con 
otros potentados conexiones políticas, relaciones estrechas y vínculos de familia. 



- 51 — 

y que no carece de algninas ricas posesiones para consignarlas en indemni- 
zación á quien le preste auxilios, no debe decirse que absolutamente se halla 
desprovista de medios para poner en obra lo que sea el objeto de sus vehemen- 
tes deseos. Una confianza necia es generalmente más perjudical que la descon- 
fianza excesiva. La nación española sanguinaria por carácter, vengativa por 
sistema, y orgullosa por costumbre, hará para satisfacer estas pasiones innobles 
esfuerzos que no ejecutaría para establecer su dicha sólida. Ciudadanos de las 
Provincias Unidas en Sud América: Vendrán los españoles, pero vendrán al sa- 
crificio. El imperio de la tiranía no puede volver á establecerse en estas regio- 
nes. El orden de los tiempos, el curso de los sucesos, la naturaleza misma de 
las cosas, la distancia, esa grande barrera del océano, la diferencia de intereses 
recursos, proporciones y conocimientos que tienen en esta lucha los agresores y 
los invadidos, todo concurre á darnos ventajas con usura. A vuestra cabeza yo 
seré el primero de participar de vuestras fatigas y de vuestras glorias. Juntos 
andaremos la carrera del honor. El término será la «victoria ó la inmortalidad». 



EN EL CAOS 



El ejército del Alto Perú y el gobernador Bustos — Faoto del Arroyo 
del Medio — Sus conseouenoias — Bamlrez 7 Oarrera en Córdoba — 
Acciones del Sauce 7 Ghajan — Combate de Crus Alta — Persecu- 
ción de los derrotados — Movimientos sediciosos — Conclusión de 
la «1^ época». 

Se ha demostrado hasta la evidencia que al provocar Bustos 
los sucesos de Arequito fué cegado por la ambición de ocupar 
el gobierno de Córdoba con la suma de poderes que gozaban 
López en Santa Fe, Ramírez en Entre Ríos y los demás cau- 
dillos que hicieron de la anarquía su arma más poderosa de 
combate. 

Hasta entonces ocultó con hipocresía refinada sus intencio- 
nes y, no obstante que había escrito á Belgrano renegando de 
aquellas miras (*), con cautela felina trabajó primero la caída 
del gobernador Castro y luego la de Díaz; logrando ocupar el 
sillón de mando el 21 de marzo de 1820, elevado por la misma 
asamblea que el 18 de aquel mes declaró á Córdoba «indepen- 
diente, soberana y libre». 



(O En carta á Belfcrano decia Bustos: «En las propuestas que se hicieron en 
« Córdoba para gobernador sé que me propusieron; pero escribí al director para 
« que se desentendiera de mí, diciéndole que rnds quería morir de soldado en el 
« ejército, que de gobernador de Córdoba, porque para serlo es preciso ser loco 
« y dar palo de ciego*. 



- 54 — 

Apoyado en los restos del ejército del Alto Perú (*) vegetó 
tranquilamente en la gobernación hasta los primeros meses 
del año 21, en que turbó la tranquilidad que se había procu- 
rado la invasión de Ramírez y Carrera y las montoneras que 
se sintieron en las sierras inmediatamente de conocerse la 
aproximación del «Supremo entrerriano» y su cómplice chi- 
leno. 

Este avance sobre Córdoba fué motivado por la interven- 
ción que su gobernador tuvo en la reconciliación de los de 
Santa Fe y Buenos Aires; mediación que al producir el tratado 
del Arroyo del Medio, signado el 24 de noviembre, dio pie á 
Ramírez y Carreras para hacer extensivas sus hostilidades á 
Balcarce, López y Bustos. 

Derrotados por López en Santa Fe los caudillos alzados, 
penetraron en la jurisdicción de Córdoba y el ó de marzo cho- 
caba Carreras con Bustos en Chajan, y, debido á que la caba- 
llería miliciana de éste no pudo resistir el empuje de los mon- 
toneros, las fuerzas del último se desbandaron. 

Con los refuerzos de línea, en que marchaban infantes del 
«Regimiento 2», que recibió de la ciudad de Córdoba y algu- 
nos milicianos de Calamuchita, inició Bustos la ofensiva, ven- 
ciéndolo, á su vez, en el Sauce; contraste que obligó á Carreras 
á retirarse buscando la junción con Ramírez, la que se efectuó 
á inmediaciones de la Villa del Rosario. 

«Carreras y Ramírez se dirigieron hacia el Sauce en perse- 
cución de Bustos, pero éste se retiró á la Cruz Alta sin que 
hubieran podido darle alcance por las muchas paradas que ha- 
cía Ramírez para hacer menos fatigosa la campaña á Doña 
Delfina (*), la hermosa amazona de que se ha hablado arriba. 



(') De un oficio del jefe del estado mayor de Bustos, coronel Hercdia, se des- 
prende que en esa fecha el efectivo del ejército era de: tenientes coroneles 4, 
sarf^entos mayores 5, ayudantes mayores 7, Porta guiones 3, capitanes 21?, cape- 
llanes r>, tenientes !"• íí9, tenientes 2"» 25, subtenientes 42, cirujanos 2, boticario 1, 
sangrador 1, oficial de secretaría 1, id id comisarla 1, maestros mayores 2, sar- 
gentos 169, cabos 25f>, individuos de tropa 1721. Total 2.305. 

(*) Fué fatal A Ramirez la compañía de su amante. Derrotado en Cruz Alta 
se dirigi;j al norte seguido por las fuerzas de López, que obraba en combinación 
con Bedoya. 

En el combate que se vio obligado á librarles fué muerto por lo> soldados de 



- 55 - 

Bustos se fortificó en aquel lugar». O 

El 16 de junio se aproximaron á las posiciones estratégicas 
que tenía de antemano ocupadas y le intimaron «se rindiera 
sin condiciones ó se preparase á sufrir el asalto», concedién- 
dole tan sólo quince minutos para contestar. 

A Bustos se le presentó la oportunidad de reparar la crimi- 
nal s,ublevación de Arequíto, y quizá recordó en aquel mo- 
mento supremo que había sido un soldado ejemplar entre los 
veteranos de ac^ro que Belgrano formaba y con la arrogancia 
propia del que defiende una causa nobilísima y está dispuesto 
á marchar con la entereza del mártir al sacrificio para revivir 
en la historia, contestó: «Ms armas no se rinden nunca, ni se 
entregan sino bañadas en la sangre délos que las empuñan*. 

La altivez de la respuesta provocó el ataque inmediato. 

Ramírez desmontó 300 de los 1.200 hombres que mandaba 
para que cayeran, operando como infantes, sobre los flancos 
de los fuertes, avance que la caballería protegería. (*} 

Bustos solo contaba con 580 soldados. 

Como de las versiones que existen de este combate de fuer- 
zas tan desproporcionadas la que mejor y con mayor breve- 
dad relata sus diversas faces es la del irlandés Mr. Yates, el 
compañero inseparable de Carreras en sus vandálicas córre- 



la vanguardia \iue mandaba el teniente de dragones José Maldonado. El general 
Mitre en la «Historia de Belgrano» relata así este episodio: 

«El 10 de julio á las 7 de la mañana fué alcanzado kamírez en San Francisco, 
&. inmediaciones del Río Seco, y completamente destrozado se puso en precipita- 
da fuga en compañía de su querida doña Delfina y de cinco ó seis soldados que 
no le abandonaron en aquel trance. Una partida de santafecinos lo seguía de 
cerca y consiguió apoderarse de doña Delfina, á la que despojaron de su casa- 
quilla y su sombrero. A los gritos que daba su querida volvió caras el caudillo 
al frente de dos de sus soldados y consiguió rescatarla; pero al mismo tiempo 
que ella se ponía en salvo un pistoletazo le atravesó el corazón. ■. Se abrazó del 
pescuezo del caballo, que asustado tomó el galope, y á poca distancia cayó 
muerto con la cabeza envuelta en su poncho colorado». 

(<; «Diario» de Mr. Yates publicado en Londreis en 1824 

(') Era en aquella época Cruz Alta una aldea ligeramente fortificada para 
prevenirla de las incursiones de los indios. Contaba con tres pequeños fuertes 
en ángulos rectos formados con palizadas, tierra, etc.; un lado del triángulo fué 
protegido por una línea de carretas, los otros dos estaban formados por casas, 
potreros etc Bustos había reforzado estos fuertes insignificantes con una pieza de 
artillería en cada uno; los intervalos entre fuerte y fuerte los ocupaba la infan- 
tería parapetada en improvisadas trincheras. 



- So- 
rías, he creído oportuno transcríbir de su c Diario» la parte 
pertinente. Habla aquel aventurero: 

«Desalojamos al enemigo de un puesto avanzado 3" tomamos 
uno de sus fuertes. Entonces Ramírez hizo que la caballería 
cargara, lo que hicimos al galope y entramos á la plaza su- 
friendo de frente el fuego vivo del enemigo. Allí encontra- 
mos sólo los caballos de la gente de Bustos, pues los jinetes 
se habían guarecido en los fuertes. Permanecimos unos mi- 
nutos en la plaza cubiertos de polvo y de humo y expuestos 
al fuego que el enemigo en todas direcciones nos hacía. Nues- 
tra infantería dejó de tirar porque sus fuegos ofendían lo mis- 
mo, al enemigo que á nosotros. Entonces nos retiramos en 
desorden y nuestra infantería desocupó los puestos ventajosos 
que había ganado, los cuales fueron tomados inmediatamente 
por el enemigo.» 

Quebrado el nervio de los invasores y casi aniquiladas sus 
fuerzas por la defensa tan bien concebida como bravamente 
ejecutada y sintiendo la proximidad de La Madrid y López, 
se retiraron apresuradamente al Sauce para recoger sus baga- 
jes y pasar á Fraile Muerto, en donde los caudillos se separa- 
ron por desinteligencias que surgieron debido, especialmente, 
á la influencia que en Ramírez ejercía el fraile Monterroso. 

Bustos siguió en persecución de Carreras y al acercarse á 
Río IV, como se informara que el comandante José Albino 
Gutiérrez lo había apresado y hecho purgar en el patíbulo sus 
notorios crímenes, regresó á Córdoba. 

A la sazón habían sido dominados los movimientos sedicio- 
sos, que se iniciaron en las sierras aprovechando la invasión 
que á grandes rasgos dejo relatada, por las fuerzas despren- 
didas, por el gobernador delegado Francisco de Bedoya, pri- 
mero al mando de Díaz Colodrero y luego al de Catolis, ofi- 
ciales que se habían formado en las filas del «Regimiento 2». 

El primero, procediendo con una bonhomia tal que le valió ser 
enjuiciado (causa que fué después sobreseída) había pactado con 
los sediciosos, por cuya razón fué^relevado y su substituto (Ca- 
tolis) correteó y dispersó á aquellos que sólo alcanzaban al nú- 
mero de 400 hombres armados de garrotes y macanas. 



— 57 - 

Otras montoneras se hicieron sentir; pero, muertos Padilla y 
Pintos que las encabezaron, volvió Córdoba á la paz octaviana 
que era la idea más fundamental de gobierno que Bustos tenía. 

En conclusión, si el exjefe del «Regimiento N^ 2» subvirtió 
las formas más elementales de gobierno, dio la espalda á sus 
honrosos antecedentes militares y no trepidó en imponer sobre 
la fuerza moral del derecho el recurso brutal de la fuerza, 
tiene en su haber las mejoras que introdujo en Córdoba y su 
acción eficiente para coadj^uvar á robustecer al ejército con 
que la República contribuyó en los campos memorables de 
Ituzaingó á consolidar la independencia de la patria de Lava- 
lleja, como se verá en la «2* época* de esta crónica. 



2\ Época 



GfUEERAS CONTRA EL BRASIL 

y 

el caudillaje 



FBOLEGOHENOS SE LA CAUFAÑA 



Sas causas — Grasada de los «84 orientales» — Sentimientos populares 
— Anexión de la Banda Oriental — Declaración de guerra — Orga- 
nisación del ejército — Ck>ntinsente8 de Salta 7 Córdoba — Beor- 
sanización del «N^ 2> — Uniformes. 

Los desmanes de Artigas y los montoneros que seguían sus 
anárquicas inspiraciones {') dieron pretexto á Jaime VI de Por- 
tugal para lanzar sobre la Banda Oriental el ejército de ocupa- 
ción ('), que se posesionó de aquel territorio con la indiscutible 

(•) Para evidenciar el juicio que á sus contemporáneos mereció la actitud de 
Artigas, transcribo á continuación alanos de los párrafos de la proclama lan- 
zada por el «Excmo. Ayuntamiento de la ciudad de Buenos Aires á sus habitan- 
tes», á propósito de este caudillo: 

«Un aventurero se ha levantado alrededor de nuestra misma patria. De uno 
en otro error se ha precipitado en los más escandalosos excesos La felicidad 
de los pueblos, su unión hacia el mismo sistema, su libertad, en fin. lo enfurece. 
Enemijfo de la prosperidad pública él la ataca en donde quiera que la advierte. 
Ya ha convertido en lugares de muerte todos aquellos puntos por donde ha pa- 
sado su influjo devorador. Pequeños ensayos han aumentado más su audacia, y 
los despojos de algunos pueblos menos considerables lo han inducido á codiciar 
los de la rica capital. Con el vano título de Jefe de los oriéntales y Protector 
de los pueblos libres, D. José Artigas dirige ya los bandidos que lo siguen á ocu- 
par nuestras propiedades, á dilapidar nuestras fortunas, á manchar el pudor de 
nuestras familias, á derrumbar nuestro gobierno, á humillar y talar á la gran 
capital, á atar, en fin. á los que han nacido en la cuna de la libertad, A su carro 
de desolación, de ruinas y de espanto» 

(*) «A pesar de las seguridades que presta este armisticio la conducta anár- 
quica del jefe Artigas en la Banda Oriental suministró un pretexto á la Corte 
del Janeyro para invadir y ocupar este territorio. El gobierno de las Provincias 
Unidas reclamó inmediatamente este acto y S. M. F. no pudo menos que procu- 
rar satisfacer por una nota dirigida de su real orden por el ministro de negó- 



- 62 - 

mira de extender los dominios lusitanos hasta el estuario del 
Plata; pero, á pesar del desorden que la acción desquiciadora 
y las felonías del ^Protector de los pueblos libres*^ habían en- 
tronizado y de contar con la adhesión y apoyo de algunos 
caudillejos faltos de elevadas tendencias, no pudieron dominar 
la altivez y patriotismo de los que aspiraban, sin ambiciones 
innobles ni vituperables traiciones que desnaturalizaran su ac- 
tuación, contemplar aquel suelo privilegiado libre de planta 
extranjera y de las tutorías nativas que lo envilecían; y los 
que prefirieron el sacrificio á la dominación extraña, los que se 
sintieron capaces de remediar los males que sus hermanos ex- 
traviados sembraron á su paso, se embarcaron en San Isidro 
el 11 de abril de 1825 para emprender la cruzada que inmorta- 
lizaría sus nombres y llevaría á su jefe, el general Lavalleja, 
á ser considerado el bueno entre los mejores hijos de aquella 
nación hermana. 

Los «34 orientales» (*) que en el Arenal Grande juraron pe- 
recer en la demanda ó aniquilar al invasor, contaban con las 

dos extrankroB con fecha 23 de julio de 1818; y en la cual no sólo ratificó el 
preindicado armisticio de 1812, sino que también declaró que aquella ocupación era 
puramente militar y provisoria, sin que por ello pudiera jamás deducirse dere- 
cho alguno de perpetua posesión». (N° 48 de «El Mensajero Argentino») 

(') Como es general la creencia que sólo «33 orientales» emprendieron la his- 
tórica cruzada, para desvirtuarla, transcribo la nómina verdadera, publicada en 
el <Catálogo de la Correspondencia Militar del año 1825*: 

«Los individuos de que se compone la siguiente lista, pisaron en la margen 
oriental del Uruguay para promover la libertad de la provincia el 19 de abril, 
de 1825: 

«Coronel, comandante en jefe Juan A. Lavalleja; mayores Pablo Zufriategul, 
Manuel Oribe, Simón del Pino; capitanes Manuel Lavalleja, Manuel Freiré, Ja- 
cinto TrApani. Gregorio Sanabria; tenientes Manuel Meléndez, Atanasio Sierra, 
Santiago Gadea; alférez Pantaleón Artigas; cadete Andrés Spikerman; sargento 
Juan Spikerman, cabo 1° Celedonio Rojas, baquiano Andrés Cheveste, soldados 
Juan Ortiz, Ramón Ortiz. Avellno Miranda. Carmelo Colman, Santiago Nievas, 
Miguel Martínez. Juan Rosas, TIburcio Gómez, Ignacio Núflez. Juan Acosta. José 
Leguizamón. Francisco Romero, Norberto Ortiz. Luciano Romero. Juan Arteaga, 
Dionisio Oribe (criado de D. Manuel Oribe), Joaquín Artigas (criado de Panta- 
león Artigas). 

«El capitán D. Basilio Araujo no vino incorporado á los Treinta y Tres pero 
sí en la misma condición; hizo el viaje por tierra, pasó el Uruguay, cumplió su 
comisión y se incorporó en la co-^ta á los Treinta y Tres». 

Una imprevisión limitó el número á «33» eliminando en un principio al capitán 
Basilio Araujo á pesar de ser uno de los juramentados y haber merecido de su 
jefe la confianza de que se le confiara la misión de llevar la palabra de orden 
á algunos comprometidos y reunir las caballadas, lo que lo obligó á cruzar antes 
el Uruguay; cumplida la cual se Incorporó A sus compañeros en el Arenal Gran- 



- 63 - 

simpatías y decidida adhesión del pueblo argentino (*) que bien 
pronto se tomó tan agresiva hacia el Brasil que hizo inevita- 
ble la guerra y el Congreso Constituyente, sin poder subs- 
traerse á las corrientes impetuosas y avasalladoras de aquella 
opinión entusiasta, la provocó decididamente con la ley de 24 
de octubre de 1825 (■) que aceptaba las resoluciones del Con- 
greso de la Florida. 

Fué, por consiguiente, la ansiada declaratoria de guerra fir- 
mada el 10 de diciembre de 1825, en el «Palacio de Río Ja- 
neiro», por S. M. F. Pedro 1^ y el vizconde de Santo Amaro 
y hecha conocer oficialmente del pueblo, que la recibió con 
indescriptible júbilo, el 3 de enero por el gobernador de la 
provincia de Buenos Aires y encargado de la representación 
nacional, general Juan Gregorio de Las Heras, una de nues- 
tras más puras glorias militares, con una vibrante proclama 
(") que es muestra fehaciente de su acrisolado patriotismo. 

de. Lava lie ja y Oribe, pretendiendo salvar esta omisión, con injustificable lige- 
reza y mala fe. suplantaron á Tiburcio Gómez con Araujo en la creencia que 
aquel había muerto en poder de los brasileños que lo tomaron en el segundo 
asedio que Oribe llevó á Montevideo; pero Gómez libertado al terminar la gue- 
rra reclamó, justificando sus derechos con el testimonio del mismo Oribe, lo que 
originó un informe del jete del estado mayor, coronel Pedro Lenguas, que em- 
pieza con el siguiente párrafo: «Excmo. señor: El ntSmero de los Treinta y Tres 
« para quienes se decretó el premio, está llenado según consta por las revistas 
€ de comisario; ahora aparece otro individuo, que lo reclama como uno de los 
« de aquel número, y los Informes que anteceden acreditan que fué uno de ellos». 

(*) «Estos son los votos de todos los argentinos y es llegado el momento de 
que no sean secretos; ellos deben recordarse á todas horas y en todas partes; la 
guerra debe ser el saludo en todos los círculos, y proscribirse hasta el nombre 
de paz que enerva el espíritu público y desnaturaliza la situación del país». («El 
Mensajero Argentino»). 

«Acaba de echarse un bando en esta capital para armar 400 negros y espera- 
mos que otras disposiciones de guerra seguirán muy pronto á las medidas pre- 
cautorias que es preciso abrazar. Un pueblo que nunca ha sido conquistado, un 
pueblo que tuvo la gloria de reducir á polvo las mejores tropas inglesas, un 
pueblo heroico que ama el estruendo de la guerra por carácter, y que la hace 
siempre con gloria. Buenos Aires clama por su defensa». («La Crónica Argen- 
tina»). 

(•) «Artículo 1° De conformidad con el voto uniforme de las Provincias del 
Estado, y con el que deliberadamente ha producido la Provincia Oriental por el 
órgano legítimo de sus representantes en la Ley de 25 de agosto del presente 
año. el Congreso General Constituyente, en nombre de los pueblos que representa, 
la reconoce de hecho incorporada á la República de las Provincias Unidas del 
Río de la Plata, á que por derecho ha pertenecido y quiere pertenecer. Art. 2° 
En consecuencia, el gobierno encargado del poder ejecutivo nacional proveerá 
á su defensa y seguridad». 

(■) No puedo substraerme á reproducir los dos últimos párrafos, copiados del 



— 64 - 

No sorprendió al gobierno el reto, pues desde tiempo atrás 
se preocupaba con ardoroso empeño de la preparación de la 
tuerza armada que había de arrostrar los albures de la gue- 
rra para llevar el credo de la libertad donde quiera llegara 
su planta. Así lo evidencia la circunstancia de que el 31 de 
mayo de 1825 había dispuesto el congreso la reorganización 
del ejército nacional que, en virtud de la ley sancionada, se 
formaría con las sisfuientes unidades: 

0^ Artillería: Un batallón de 6 compañías y cada compañía de 
70 plazas; siendo 1p primera de zapadores. 

^Infantería: Cuatro batallones de seis compañías cada uno; 
cada compañía de 100 plazas, incluyendo sargentos, cabos y 
tambores. (*) 

^Caballería: Seis regimientos con cuatro escuadrones cada 
uno; cada escuadrón de dos compañías y éstas con la fuerza 
de 100 hombres; incluso cabos, trompetas y 13 plazas de plana 
mayor [or regimiento». 

El 10 de julio el gobierno reglamentó esta ley y posterior- 
mente se aumentó (■) el efectivo de cada cuerpo de infantería 
(*) á 720 plazas y de la artillería á 600; quedando también es- 
tablecido que el ejército se remontaría con los contingentes 

original impreso que profusamente se repartió en Buenos Aires; el qu« obra en 
mi colección: 

«Ciudadanos: desde hoy todos sin excepción somos soldados Que los tiranos 
conozcan otra vez cuál es la fuerza tremenda de un pueblo libre cuando defiende 
su honor v sus derechos. Si el emperador, en la embriaguez de su orgullo, ha 
equivocado la moderación con la pusilanimidad, que se desengañe. Que los pue- 
blos brasileños tengan en nosotros un ejemplo que reanime su coraje para arro- 
jar al monstruo que los degrada y los consume;— y que las repúblicas aliadas 
vean siempre las banderas de las Provincias Tenidas del Río de la Plata flamear 
á la vanguardia en la guerra de la libertad. Si alguno hay entre nosotros que 
no se conmueva A este noble sentimiento, la excecración caiga sobre él y lo con- 
funda. 

«Bravos, que habéis dado la independencia á nuestra patria, descolgad vues- 
tras espadas. Un rey, nacido del otro lado de los mares insulta nuestro reposo 
y amenaza la gloria y el honor de nuestros hijos. A las armas, compatriotas A 
las armas —Juan Gregorio de Las Ñeras». 

(») La plana mayor de cada batallón de infantería la componía: 1 coronel, 1 
teniente coronel, 1 sargento mayor, 2 ayudantes y 1 abanderado. Además, cada 
compañía llevaba: 1 capitán, 1 teniente 1**, 1 teniente 2° y 1 subteniente. 

(») Decreto del 15 de julio. 

(*) A los cuerpos de infantería se les numeró del 1 al 4 en virtud de que en 
el artículo 1° del decreto del 10 de julio se establecía: «Queda desde esta fecha 
« sin efecto toda denominación atribuida á cualquiera de los cuerpos del ejército, 
« fuera del número que les corresponda en su arma». 



— tX^) — 

que las provincias proporcionarían «de acuerdo con el Cupo 
que por su población se les señalara». 

He anticipado al terminar la «P Época» de la «Crónica His- 
tórica del N° 2 de infantería» que la actitud de Bustos ante el 
problema que planteaban los prolegómenos de la guerra con 
el imperio fué encomiable^ y aquel acertó está justificado por 
la eficaz ayuda que le reconoció el ministro Balcarce haber pres- 
tado á la organización de las fuerzas (*) que debían de contra- 
rrestar el empuje de los veteranos, fogueados en su mayoría en 
las campañas contra Napoleón el Grande, que componían el 
brillante ejército con que contaba el Brasil sacar triunfante su 
política absorbente. 

Y, en realidad, Bustos se había apresurado á deshacerse de 
sus mejores fuerzas con la mira de engrosar el ejército que se 
organizaba en la costa del Uruguay y á las inmediatas órde- 
nes del coronel Paz envió mil soldados veteranos (') y qui- 
nientos milicianos que en aquella situación apremiante tuvie- 
ron inmediato destino; prometiendo, además, contribuir, si 
necesario lo estimaba el gobierno central, con un regimiento 
de cazadores de 650 plazas y 300 reclutas de caballería. (") 

Estos valiosos refuerzos, conjuntamente con los veteranos 
que envió Arenales, se destinaron á planteles de las unidades 
de infantería y caballería que en el plan de operaciones estaban 
llamadas á iniciar la campaña y una parte engrosó las filas 
del «N^ 2» que había sido reorganizado por decreto de 22 de 
mayo de 1826. {*) 

La expresada reorganización se operó sobre la base del ba- 
tallón de cazadores que á órdenes del .sargento mayor Agus- 



(') Con este motivo le declaraba Balcarce. en oficio del 24 de noviembre de 
1825. que «el jyobierno nacional está satisfecho de la activa cooperación con que 
« el señor gobernador de Córdoba se ha empeñado en llenar las leyes del Con- 
« preso General Constituyente que han sido dictadas con tendencia á organizar 
« y defender la integridad nacional». 

(*; «El Mensajero», al noticiar la llegada de este contingente, saludaba A •los 
antiguos soldados del ejército de Belgrarw». 

(*) Informaciones tomadas del periódico «El Correo». 

(♦) «Debiendo procedersc & la organización del Batallón de Cazadores del eiér- 
%u cito de operaciones en la Banda Oriental se denominará este en adelante «Ba- 
« tallón N° 2» y el que existe en esta capital tomará el N° 1» 



— 6b - 

tín Rabelo se había incorporado en diciembre del 25 á las 
fuerzas'^campadas en el Arroyo del Molino. 

Este cuerpo, que constaba de cuatro compañías y 259 plazas, 
y en cuyo comando había reemplazado á Rabelo el teniente 
coronel José Gabriel de la Oyuela, al tomar la denominación 
de «Batallón N^ 2» había sido aumentado á seis compañías (') 
y se trasladó de la Villa del Uruguay, á la cual había llegado 
en enero del 26, á ocupar en el mes siguiente á San José del 
Uruguay, punto en que permaneció hasta el mes de octubre, 
en que marchó á incorporarse al ejército en el Arroyo Grande. 

Ya en este mes se había designado para comandarlo al co- 
ronel graduado Ventura Alegre, el que se recibió de su jefa- 
tura en los primeros días de diciembre. (*) 

Las fuerzas expedicionarias se encontraban en la fecha indi- 
cada completamente organizadas, uniformadas ('), abundante- 
mente provistas de pertrechos bélicos y en condiciones inme- 
jorables para llenar la nobilísima misión de redimir á un 
pueblo hermano que se les había encomendado. 



{») A las compañías 1*, '2^. 3o y 4° que antes tenía, se agregaron la de «Cara- 
tineros» y de «Volteadores». 

(.») En esta fecha su plana mayor la formaban: coronel graduado Ventura 
Alegre, sargento mayor Agustín Rabelo, ayudante mayor Raimundo Lafuentc. 
id id Agustín Romero, abanderado Mariano Escalada. 

Además los capitanes, comandantes de compañía, Bernardo Hencstrosa. Anas- 
tasio Encinas. José María Lahitc, Lorenzo Merlo y Doroteo Donado y en con- 
junto un efectivo de 395 plazas. 

{') Por decreto del 18 de agosto se reglamentaron los uniformes que debía 
usar el ejército, correspondléndole A la infantería el vistoso vestuario que deta- 
llo: 

«Casaca corta azul con vivos carmesíes, collarín, vuelta y solapa verde, ccr- 
« netas en los faldones, centro blanco y azul con botines y zapatos. 

«Casco con guarniciones doradas, cordones verdes y chapa con el número del 
« batallón. 



CAHFAÍ^A OFENSIVA 



Sfectivo 7 estado del ejército — Itinerario de las marchas — En terri- 
torio enemigo — Flanqueo— Toma de Bagé — Interrupción de comu- 
nicaciones — En San G-abriel — Combates de Baoaoay y Ombú — 
Movimientos estratégicos — Elección del campo de Batalla. 

Como queda dicho, el «Batallón N° 2» se incorporó días an- 
tes de abrirse la campaña al ejército que, desde agosto del 26, 
campaba en las márgenes del Arrogo Grande á objeto de ini- 
ciar las operaciones, bajo las inmediatas órdenes del general 
Alvear, que había sido nombrado general en jefe el 14 de 
agosto de aquel año, contra las fuerzas imperialistas queS. M. 
F. tenía de antemano destacadas en el territorio oriental y sus 
fronteras (*). 

(1) Antes de posesionarse Alvear del puesto había recibido el siguiente «Estado 
de las fuerzas» del adversario que su antecesor había formado: 
«Estado de fuerza en la línea del continente en 17 de mayo de 1826. 
«División de la derecha al mando del coronel Vento Manuel que 
debe situarse sobre la costa del Quarey, toda su fuerza caballe- 
ría en núm. de 600 

«Columna de Santa Ana al mando del coronel Tomás Antonio, si- 
tuada en las puntas del Ibicuy Chico, con 4 piezas de artillería, 
120 infantes (80 de estos alemanes y el resto guaraníes) y la de- 
más tuerza caballería, incluyendo entre estos el Regimiento deno- 
minado "Entre Rios'^ ó Guaraníes compuesto de 500 indios 2220 

«Columna de Piray Chico situada frente á los Cerros de Valles, 
compuesta toda de infantería, á excepción de dos escuadrones de 
á 200 hombres Paullstas y Mineros con 8 piezas de artillería, 
siendo la Infantería venida toda del Janeiro y entre ella como 

aOO t^aberrts , , ; 2900 

Suma á la vuelta. . . . 5720 



(S8 - 

Según lo afirma uno de los bravos de «Granaderos á Caballo», 
que había recorrido en rudo y constante batallar medio conti- 
nente, el mayor Domingo Arrieta, la composición de aquel 
ejército era como sigue: 

Artillería: 28 piezas y 500 plazas 

Caballería: Regimientos 1, 2, 3, 4, 8, 16, 17 C) y 

Escolta 5370 id 

Infantería: Batallones 1, 2, 3, 4 y 5 37a5 id 

Caballería oriental 3200 id 

ó sea un efectivo (') de 12805 plazas. 

*Este estaba hermosísimo; su fuerza considerable, bien vesti- 
do, armado y puntualmente pagado; mas como la mayor parte 
de los cuerpos de que se componía eran recientemente for- 
mados y aproximándose el tiempo en que debía abrirse la cam- 
paña es imponderable la contracción que se tenía en los ejer- 
cicios doctrinales». (*) 

Sobre la costa del Arroyo Grande se formó el ejército el 2b 
de diciembre, á las 5 de la tarde, para ser revistado y procla- 
mado {*) por el general en jefe, y una hora más tarde, en me- 

Suma de la vuelta óT'JO 

«División de la izquierda al mando del coronel Vento GonzAlez. 
situada en el Potrero de F"ranci<quito sobre el Yagruarón, toda 

fuerza de Caballería en número de -\W 

«Se anunciaba la llegada próxima á la columna de Santa Ana de 

un batallón de 800 infantes procedentes de Bahía 800 

«Fuerzas que ocupan A Montevideo y la Colonia calculadas en un 

total de 5500 

Resultando la suma de 12420 

(») De los testimonios de OlazAbal, Pedernera, Chenaud y Miró se desprende 
que el regimiento 17 de caballería se incorporó al grueso del ejército recién des- 
pués de Ituzaingó. En «Prlngles». por José J. Riedma, figura este cuerpo sitiando 
íl la Colonia. 

('} Eq cambio el historiador señor Vicente F. López le atribula 9.3(X) hombre» 
así repartidos: 

Caballería 5400 plazas 

Infantería 1600 

Artillería 300 

Milicias de Lavalleja 2000 

(3) «Memorias de un soldado» -Es de notar que su autor, el mayor Arrieta. ha- 
bía servido con San Martín. Bolívar y Sucre y aun mantenía frescos los laureles 
de Junín y Ayacucho, últimas acciones de guerra en que había actuado. 

{*) En uno de los pArrafos mis salientes de aquella proclama dijo: "En el cur- 
« so de nuestra marcha incontrastable nos esperan grandes fatigas y peligros, all- 
t. cíenles poderosos para los viejos soldados de la Independencia. La historia os 
« acompaña la posteridad os aguarda y cuatro millones de brasileños os tienden 
»• -;us manos oprimidas con las esposas de la esclavitud» 



-- 69 - 

dio de un entusiasmo febril, se movió el 2** cuerpo (') á cuya 
cabeza marchó el general Alvcar, para campar el 27 en el Arro- 
yo de los Porongos. 

El 28 lo siguió el 3^^ cuerpo á órdenes de Soler, con el que 
expedicionaba el "N^ 2 de Infantería" y conjuntamente los ba- 
tallones Nos. 1, 3 y 5 de la misma arma, 2 y 3 de caballería, 
la artillería ligera, llevando además el parque y maestranza del 
ejército. Esta fuerza llegó el 31 al Arroyo de Minas, y, en el 
mismo orden, siguiendo el 3** al '2? cuerpo, se continuaron las 
marchas hasta que el 14 de enero, después de una rápida y 
habilísima jornada diagonal por campos inhabitados y que has- 
ta entonces ningún ejército había hollado, pisaron los republi- 
canos territorio brasileño en las inmediaciones de Caraguatay, 
sin ser sentidos por el enemigo debido á que su atención ha- 
bía sido distraída .hacia Carpintería por las partidas que exprofe- 
so envió el general Alvear. 

Entraba en los planes de éste flanquear la izquierda de los 
imperialistas para cortar sus comunicaciones con Río Grande 
y tal empeño lo llevó á repasar el Río Negro con el 2°. y 3". 
Cuerpo y de ahí seguir al paso de «Valiente» en el que reunió 
todo el Ejército. 

En esta situación y encontrando su genio militar propicio el 
momento, destinó parte de sus fuerzas con la misión de tomar 
el pueblo de «Bagé» (•), siendo ocupado éste el día 26 por los 
batallones «Nos 2, 3, y 5 de infantería», que al efecto se des- 
prendieron de las sierras, sin que el enemigo les opusiera re- 

(») Componían este cuerpo los regimientos de caballería 1, 4, 8, 9 y Ib, escuu' 
drón de coraceros y milicias de la colonia. 

(•) «Al ponerse el sol del 25 todo el ejército se puso en movimiento en tres co- 
lumnas. El 2® y 3er cuerpo pasaron á la margen derecha del Rio Negro: en la no- 
che siguieron su marcha y el sol del 26 los vio con el 1° caer sobre Bailes, dejan- 
do A la Villa y las alturas & la derecha; y marchando paralelamente en columna 
los cuerpos 1° y 2° y el 3° en reserva por un cambio rápido de posición. Enton- 
ces los batallones 2, 3 y 5 de tropas ligeras se destacaron á penetrar por la mon- 
taña, caer A la Villa y conseguir su ocupación La caballería enemiga en número 
de 4000 hombre»* A las órdenes del brigadier Barreto inundaba la margen izquierda 
del Piray A legua y media de Ballet y del 1er cuerpo se destacó el comandante 
Gómez para rechazar sus avanzadas, poniéndose todo él en movimiento para re- 
conocer el enemigo. Al entrarse el sol estaba ya en retirada y habiéndole picado 
la retaguardia el comandante Oómez le mató un oficial y cuatro soldados y le 
hizo seis prisioneros sin tener pérdida alguna» (Boletín N° 3 del Ejército 
Republicano). 



- 70 - 

sistencia alguna; no obstante ser aquella posición de importan- 
cia para las ulterioridades de la campaña puesto que ocupaba 
el centro de los caminos que entonces se transitaban entre 
Rio Grande, Porto Alegre y Río Pardo. (') 

Al ocupar [militarmente aquel punto se respetaron escru- 
pulosamente los bienes particulares, tomándose tan solo los ele- 
mentos que, en abundancia, tenía el enemigo almacenados en 
los depósitos fiscales ('). 

Nuevamente emprendió la marcha el ejército el 31 de enero 
en persecución del enemigo que siempre se retiraba, procuran- 
do llevar á los republicanos á los parajes escabrosos que hacia 
el norte tenía de antemano reconocidos y eran los más apro- 
piados para que sólo su naturaleza abrupta anulara la fuerza 
viva y eficiente que representaba la caballería argentina; pero, 
Alvear, conociendo que el eje de su ejército reposaba en aque- 
lla arma montada, en cuj^a organización había evidenciado par- 
ticular y decidido empeño logrando hacerla incontrastable (*)» 
trató de entorpecer la táctica de los imperialistas y variando 
de movimiento emprendió uno de flanqueo mientras distraía su 
atención del grueso de la columna con partidas volantes de ca- 
ballería é infantería, entre las que operaron 100 hombres del 
«2 de Infantería». 

No pasó desapercibido al enemigo este movimiento. Procu- 
rando evitar el flanqueo y no creyendo segura su posición, no 
obstante de haber colocado de por medio las sierras de Cama- 
cuá, inició tan acelerada retirada que no sólo abandonó valio- 



(0 De una crónica de la época tomo los siguientes datos:— «La Villa de Bailes 
está situada en una pintoresca colina que domina hermosos valles y de su derecha 
se desprenden cinco arroyuelos que vierten sus aguas en el Rio Negro, dando a' 
paisaje un aspecto delicioso resguardado por los grandes cerros que forman la 
espalda del lugar en que reposaron de las fatigas del desierto que acababan de 
atravesar los bravos del ejército republicano. Los soldados del 2, 3 y 5 ocuparon 
tranquilamente las casas que los pobladores habían abandonado obligados por el 
jefe de la guarnición enemiga». 

{*) Alvear así lo recomendó al pisar territorio enemigo, en la proclama del 14 
de enero:— «Las propiedades del habitante pacífico y laborioso son sagradas como 
su honor y libertad; Soldados- Respetadlas». 

(") Al respecto dice Arrieta:— <Su columna de caballería ha sido la más hermo- 
sa y brillante que ha visto la América del Sur desde el grito de su independen- 
cia hasta aquella fecha. Puedo asegurar que hasta entonces no había visto tropas 
que estuviesen en mejor pie de arreglo que estas». 



^ 71 - 

sos pertrechos sino que también perdió 8.vt00 caballos y la po- 
sesión del pueblo de San Gabriel (*). 

Varios encuentros se sucedieron con las fuerzas desprendi- 
das del grueso del Ejército republicano, entre las que actuaba 
como antes lo afirmó parte del ^N^ 2»; la mayoría sin impor- 
tancia, á excepción de los combates de Bacacay y Ombú, en 
los que, primero Lavalle y luego Mansilla, hicieron sentir el 
temple de los sables de los soldados libertadores á la célebre 
caballería de Bento Manuel. 

Uno de aquellos arranques geniales, que iluminan la discuti- 
ble figura militar de Alve.ir para hacer menos densas las som- 
bras que rodean su personabidad, lo indujo á abandonar á 
San Gabriel y retroceder hasta llegar al Paso del Rosario el 
día 19 á las 12 m., de donde contramarchó, al ponerse el sol, 
para ocupar las inmediaciones del histórico campo de Ituzaingó, 
posición que había reconocido detenidamente en la marcha de 
aquel día. 

Con atrayente sensillez declara Alvear, en documentos de la 
época, que todas las evoluciones y marchas que había puesto 
en juego desde el 12 de febrero obedecían al propósito que 
tenia concebido y arraigado de sacar al ejército brasileño de 
entre las breñas en que la superioridad numérica de su infan- 
tería veterana le aseguraba el triunfo para llevarlo al campo 
abierto donde la caballería republicana pudiera ejercitar su 
irresistible pujanza. Con ese persistente empeño fingió una re- 
tirada apresurada que engañó con sus falsas exterioridades á 
Barbacena y lo indujo á lanzarse en su persecución, dando con 
ello á la estrategia del general argentino el más remarcado 
y completo éxito. 

Si bien fué la de Alvear en estos momentos la cabeza pen- 
sante y dirigente, justo es también declarar que si alcanzó tan 
señalado éxito fué en gran parte debido á que lo secundaban 
Soler, Mansilla, Lavalle, Paz, Lavalleja, Brandsen, Olazábal, 
Olavarría, Pacheco, Deheza, Alegre, (jefe del «N° 2»),Videla y 
cien más que tenían ya conquistado sitio predilecto en las pági- 
nas de oro de la historia y que contaba, además, con los brio- 

(») El 13 ele febrero lo ocupó el ejército argentino. 



- 72 - 

sos cuerpos del ejército nacional formados por veteranos que 
unían á la bizarría, emulación del deber y anhelos de gloria que 
les inculcara San Martín la nobleza y férrea perseverancia para 
contrarrestar la adversidad que les ejemplarizara Belgrano! 



ITUZAINQO 



Bzito de la falsa retirada — Sorpresa de Barbaoena— Disposición de 
las fuerzas— Ataque al «N^ 2» — Su rechazo —A vanee de la in- 
fantería—Dispersión del enemigo— Bajas j trofeos — Toma de 
San Qabriel. 

El movimiento retrói^rado de Alvear llevó el convencimiento 
al enemigo que respondía á un debilitamiento de sus fuerzas 
y en la seguridad de aniquilar al ejército republicano aceleró 
sus marchas para atacarlo en el Paso del Rosario, paraje en 
que lo suponía campado. Con las primeras luces del memo- 
rable 20 de febrero experimentó Barbacena las hostilidades 
iniciales de las fuertes guerrillas de caballería á que se había 
confiado la tarea de formarle la cortina que le ocultaría el 
verdadero objetivo de nuestro general. . 

Empecinado en la idea de concluir con el adversario que 
huia^ opuso sus avanzadas á las de los republicanos, mientras 
que el grueso de sus fuerzas (') seguía adelantando sin tomar 
las precauciones elementales que, á saber la proximidad del 
encuentro, hubiera seguramente adoptado. 

Entretanto, y como con intensidad creciente se sentía en el 

(') «Las fuerzas de ambos ejC-rcItos, eran, seffún los calculadores nuestros, 
V doce mil brasileros y nosotros nueve mil. incluso los orientales. Yo creo exa- 
« Bfí^rado el número de los brasileños porque la división que derrotamos en el 
* Ombú, no tuvo tiempo de incorporarse A su ejército-, y en este cíllculo se le 
« suponía reunida A éste en número de mil hombres». ^Recuerdos del ejército de 
operaciones contra el emperador del Brasil) 



-74- 

campo argentino el fuego de las avanzadas, con precisión ma- 
temática ocupaba el ejército de Alvear las posiciones que de 
antemano se le habían señalado. 

La caballería, casi en su totalidad, ocupó las alturas del 
frente, mientras que la artillería ó infantería, con la que mar- 
chaba el «Batallón N° 2» (*), corriéndose diagonalmente se po- 
sesionaron de las lomas de la izquierda para convertirlas en 
la llave del campo de batalla. 

El general Lavalleja, seguido por la caballería oriental, ocupó 
las alturas que por la derecha limitaban el campo en que se 
iba á librar aquel soberbio duelo, coronando las lomas, como 
en la izquierda lo habían hecho la artillería é infantería. 

Grande fué la sorpresa de Barbacena al encontrar irrepro- 
chablemente formado en batalla el ejército que suponía empe- 
ñado en esquivar el encuentro, y, aunque desde el primer mo- 
mento debió considerar desventajosa su posición, se vio 
precisado á iniciar el combate y tras de breve hesitación hizo 
romper á su artillería en un furioso cañoneo que fué certera 
y metódicamente contestado por la de los republicanos. 

Lamento que sea la índole de este trabajo inapropiada para 
describir las peripecias todas de aquella acción y debiendo, 
por los lincamientos en que lo he encuadrado, circunscribirme 
particularmente á la actuación que cupo al «Batallón N° 2» tó- 
came omitir las incidencias que arrancaron á uno de los acto- 



(') El efectivo del *N° 2» en esta acción se descomponía como sijrue: 

Plana mayor.— Coronel praduado Ventura Alepre. sargento mayor Aíjusiín 
Rabelo, ayudante mayor Raimundo Lafuente, id fd Agrustín Romero, abanderado 
Mariano Escalada. 

Compañía de voiteadores:— Capitán Anastasio Encinas, teniente 2° Sandaüo 
Mansilla. subteniente Rafael Fernández. Efectivo: 86 plazas. 

Compafiia de c<7ríi¿> mt^t>5-— Capitán Bernardo Henestrosa. teniente "2? Esteban 
Montaña, subteniente Miguel Gómez. Efectivo: 92 plazas. 

l*^ Compaiiia:— Con el mando accidental de ésta figura el ayudante mayor. 
Raimundo Lafuente, que después de la batalla fué ascendido á capitán de la 
misma. Efectivo: 51 plazas. 

2** ('o;///>fl;7/rt.— Capitán José María Lahitc, teniente 2" Saturnino Hieres, subte- 
niente Ascencio Monjaymc. Electivo: 6S plazas. 

3* (■();///>/i;}/í7;— Capif'in Lorenzo Merlo, teniente 1° Alejandro Romero, subte- 
niente Eufrasio Rabelo. Kfectivo 73 plazas 

4'^ C"<>m/>rt/7/íí.— Capitán Doroteo Donado, teniente 2" Joaquín Perc\ra, subte- 
niente Andrés C>alán. Efectivo: (v") plazas. 

En conjunto, 435 plazas. 



- 75 - 

res en ese drama de sangre la justiciera expresión: «Jamás se 
« vio tanta profusión de valor como en aquel día». 

A pesar de la carga á fondo que llevó impetuosamente la 
caballería de Lavalleja al enemigo, éste con tres batallones de 
infantería (*) apoyados por dos mil caballos y seis piezas de 
artillería avanzó con denuedo sobr^ el ala que cubrían la in- 
fantería y artillería, trabándose un tenaz combate que fué sos- 
tenido muy especialmente y con brío sin igual por los bata- 
llones «2» y 5» y mereció, como uno de los lances más salientes 
de la acción, ser citado en el «parte» de Alvear en los siguien- 
tes términos: «El «2» del coronel Alegre atacado por una fuerza 
« de caballería que tenía á su frente la abrazó con sus fuegos 
« obligándola á abandonar el campo». (■) 

Mientras tanto La valle con irretistible pujanza había arro- 
llado la izquierda; Brandzen conquistado la inmortalidad ca- 
yendo gloriosamente en las mismas líneas del enemigo (•); á 
Gómez y Medina su ardor los había llevado en la derecha á 
estrellarse contra fuerzas infinitamente superiores, teniendo 
que restablecer el combate en esta parte los «Coraceros», los 
«Dragones» y los «Lanceros» que Olavarría «hizo maniobrar 
como en un día de parada». 



(») Marchaba con éstos uno de alemanes que habían recibido el «óleo de los 
valientes» en las guerras contra Napoleón \^. La suerte que cupo á estos con- 
tratados la relata así el coronel Todd, guerrero del Brasil: 

«Continuando nuestra marcha, siempre en persecución del enemigo, encontra- 
« mos muchas partidas de alemanes que se habían establecido en las casas, ó 
« ranchos del camino; allí estaban fabricando pan. Todas estas partidas se nos 
« presentaban diciendo, por algunos de ellos que champurreaban el español, ó el 
« portuguéz, que ellos habían sido traídos de Alemania sin saber para qué y que 
« no querían pelear con nosotros por una causa que no conocían; que por eso se 
« habían quedado A esperarnos, no como enemigos sino como amigos. Cuando 
« ya fueron muchos los que tomamos, ó se nos presentaron, se les reunió á to- 
« dos y se les preguntó si querían marchar á Buenos Aires como prisioneros ó 
« deseaban agregarse á nuestra infantería. Prefirieron lo último y se les distri- 
« buyo en nuestros batallones». 

(*) El coronel Olivera con la división Maldonado y el 1° de caballería, «acu- 
chillaron esta fuerza en su retirada que fué dispersa y puesta fuera de combate». 
(Testimonio del general Mansilla). 

(') Aquel heroico francés encontró en Ituzaingó la muerte que á su alma fé- 
rrea cuadraba y que, desde mucho antes, buscaba pues en carta del 19 de octu- 
bre de 1820 decía á su íntimo Viel- «Pero soy ya algo maduro para acostumbrar- 
« me á ia esclavitud— y prefiero caer combatiendo de frente que retroceder 
« parando los golpes» 



- 76 - 

Fueron en esta acción el heroísmo y la estrategia unidos los 
que hicieron ceder el campo á las fuerzas imperialistas, no 
obstante que algunos de sus cuerpos, ya perdida toda espe- 
ranza pero templados sus soldados por ese fluido misterioso 
que impulsa al sacrificio, pretendieron resistir á todo trance. 
De cuatro posiciones sucesivas en que intentaron sostenerse 
fueron arrojados á bayonetazos por los bravos veteranos de 
los Batallones N»» 1, 2, 3 y 5 de infantería. 

Según los «Boletines del Ejército Republicano», que he con- 
sultado detenidamente para seguir esta campaña, dejó el ene- 
migo sobre el campo 1200 muertos, su parque, bagajes, gran 
número de prisioneros, 10 piezas de artillería, la imprenta, (*) 
dos banderas 3^ la marcial «marcha» que Barbacena llevaba 
para bautizarla con el nombre de la primera gran batalla que 
ganara y á la que el vencedor, explotando aquel designio en- 
fático, nominó de «Ituzaingo». 

Hasta la media noche de aquel día memorable parte de la 
caballería argentina se ocupó en perseguir á los imperialistas 
dispersos y el resto del ejército campó en Caciques para luego 
marchar pausadamente y ocupar el 26 de febrero á San Ga- 
briel, apoderándose de nuevos y valiosos pertrechos. (*) 

Xo es, en fin, en la batalla de Ituzaingo posible especificar 
cuales se distinguieron y los que sobresalieron del conjunto 
sin copiar íntegras las «listas de revista» de la mayoría de los 
cuerpos (*), cuyos individuos, según la frase del general en 



(») Arricia jitrlbuye al enemigo pérdida de 4780 hombres. 534 carretas de ar- 
mamento, vestuarios, etc.. todo el hospital. 'My piezas de artillería, 12 fragruas vo- 
lantes 5700 bueyes mansos, 14600 caballos y 42*2 prisioneros. 

Al ejército nacional 786 muertos y 1032 herido"«. 

A propósito de las bajas del enemigo dice José María Todd- «Como A las 10 
« de la noche no se podía sufrir en nue^^tró campo el hedor que producían los 
« muertos en el estado de descomposición en que se hallaban debido al gran 
<^ calor del día de Ja batalla y la quemazón que A casi todos alcanzaba produ- 
« clendo un olor nauseabundo; se mandó ensillar y se marchó atravesando el 
* campo de batalla por la pane ya quemada ó que no se había quemado». 

í') El Emperador tenía almacenada tal cantidad de víveres y pertrechos que 
un ejercito triple del que mandaba hubiera tardado dos aflos en consumirlo**. La 
mayoría de los efectos que tomaban los republicanos eran quemados para no 
entorpecer sus movimientos con un tren considerable. 

(*) Entre los ascensos que se confirieron fueron agraciados del «N** 2» los si- 
guientes: 

A coronel, Alegre; A teniente coronel Rabelo: A sargento mayor, Encinas-, A 



- 77 - 

jefe, «cuando regresaran al hogar de sus familias llevarían en 
« el corazón el noble orgullo de poder decir que habían sido 
* soldados del Ejército Republicano de la campaña del Brasil». 



capitán. Lafuente; A teniente 2°, Escalada y á abanderado, Recalde; los que ori- 
ginaron los cambios que á renglón seguido detallo en la Plana Mayor: 

Jefe, coronel Ventura Alegre; teniente coronel, Agustín Rabclo; sargento ma- 
yor, Anastasio Encinas; ayudante mayor, Agustín Romero; abanderado. Fran- 
cisco Recalde. 



BEANUDACION 7 TEBMINO DE LA CAMPAÑA 



Inicisoión de las hostilidades — Aooión sobre la sierra de Camacuá — 
Cuarteles de inirierno — Betiro de Alvear — El ejército abando- 
nado — Cambios en el comando del «2» — Uniformidad de tácti- 
cas — Bemonta del efectivo — Tratados de paz— Marcha á Mon- 
tevideo — Ijavalle y Dorrego — En el «Cerrito de la Victoria». 

Atribuye Alvear, en oficio que tengo á la vista, la inacción 
en que después de Ituzaingo permaneció el ejército; al mal es- 
tado de las caballadas y es, efectivamente, ésta la causa* que lo 
indujo á demorar hasta el 13 de abril la reanudación de las 
hostilidades; «llevando sobre las puntas de nuestras bayonetas, 
el pabellón celestial, signo de la libertad y de la justicia». (*) 

Paz, recientemente ascendido á general, mandaba el Ser. 
cuerpo del ejército, al que continuaba adscrípto el «Batallón 
N° 2». 

A las diez de aquel día se movió el ejército en dirección á 
la confluencia del Piray Grande con el Chico, y de ahí, luego 
de sorprender Oribe á las fuerzas de Bento Gonzáles, se con- 
tinuaron las marchas hasta posesionarse nuevamente de Bagé. 

Entretanto, Bento Manuel, Bento Gonzáles, y Barreto se 
habían reunido en las sierras de Camacuá y molestaban á los 
republicanos con frecuentes correrías. Alvear, procurando so- 
focar aquella guerra irregular, los hizo tirotear durante cuatro 
días con guerrillas, en que interpolaba tropas de infantería con 

(») Proclama de Alvear, del 13 de abril de 1827. 



- <S() - 

las de caballería, hasta que logró inspirar cierta confianza á 
los imperialistas acerca de la inamovilidad en que se mantenía 
el grueso de las fuerzas; esta creencia la aprovechó hábilmente 
para caer sobre ellos de improviso con 300 hombres del 1er. 
cuerpo y las divisiones de Lavalle, Zufriateguy y Pacheco el 
23 de abril, sableándolos durante tres horas (') y en tres días 
más de incursión por las sierras, las despejó de enemigos. 

El 7 de mayo se movió el ejército, de Bagé á Yaguaron (*) 
y en este campamento se rememoró el aniversario patrio, 
oyendo, por primera vez los republicanos las notas marciales 
de la <^ Marcha de Itusaingo*, que habían arrebatado al ene- 
migo. 

Ya en esta época, conceptuó necesario el general en jefe 
procurar á la tropa un descanso, dirigiéndose en consecuencia 
á Cerro Largo, en donde estableció los «cuarteles de invierno», 
campando el «N° 2» en las márgenes del Arro)'0 Tacuary. 

A la sazón el coronel Alegre fué comisionado para trasla- 
darse á Maldonado, quedando á cargo de la jefatura accidental 
del cuerpo, el comandante Rabelo. 

Fué desde este acantonamiento que el general Alvear soli- 
citó y obtuvo su relevo, fundando su pedido en que se hallaba 
en la necesidad de hacer la dimisión del «mando pues mi res- 
« ponsabilidad como general en jefe es muy grande y no puedo 
« en tales circunstancias satisfacer á ella dignamente, si no se 
« me envían todos los elementos que he pedido y que son necesa- 
« nos para poner al ejército en estado de obrar decididamente. {■) 

V*) Combate de Camacuá en que fueron derrotados tres de los jefes de más 
nombradía en el ejército del Imperio y que disponían de IWM) soldados elcsfídos. 
En la acción perdieron 53 hombres 

(■) En esta jornada fué comisionado el coronel graduado Ignacio Oribe 
para recoger desertores. Desobedeció la orden de Alvear de no acercarse á Cerro 
Largo y cayó en poder del enemigo al retirarse de un baile, conjuntamente con 
el mayor Lavalleja, 12 oficiales y 34 individuos de tropa. Alvear comunicó la no- 
vedad con los comentarios siguientes: «No he querido ocultar el suceso del coro- 
« nel Oribe; antes le he dado publicidad, ya para contrarrestar la importancia que 
« los enemigos querrán darle cuanto para presentar á la Banda Oriental las con- 
« secuencias de una desobediencia, y demostrarle que el primer suceso feliz que 
« ha obtenido el enemigo en toda la campaña, ha sido precisamente sobre jefes y 
« gente que hacen alarde de su indisciplina»! 

(») También aludía en el oficio que extracto á los siguientes refuerzos que con- 
sideraba Imprescindibles para poder posesionarse de Río Grande y sostener la 
ocupación: 3000 infantes, 2000 de caballería. 300 artilleros y 1500 orientales. 



^81 - 

y como adelantara que su «resolución era invariable», el go- 
bierno designó para reemplazarlo al general Lavalleja, el 13 
de julio ('). 

El general Paz que, desde la separación de Alvear, había 
quedado al frente de las fuerzas acantonadas en Cerro Largo, 
se preocupó con el empeño que lo distinguía de la reorganiza- 
ción del ejército; aunque para ello tuvo que luchar con la apa- 
tía de los hombres del gobierno (*), empeñados á la sazón en 
las luchas intestinas que fueron los preludios de la cruenta con- 
tienda entre federales y unitarios y, además, con la falta de 
jefes caracterizados, puesto que en gran número se habían re- 
tirado á Buenos Aires, decepcionados por la acción disolvente 
de los políticos. 

La vigilancia asidua que se ejercía sobre las fuerzas del ene- 
migo permitió enterarse á Paz, en el mes de setiembre, que se 
preparaba un ataque á la retaguardia del ejército Republicano^ 
tentativa que fué á tiempo frustrada por las hábiles disposicio- 
nes que adoptó el Manco de Venta y Media ("). 

En este mes fué designado el coronel José Videla del Cas- 
tillo para reemplazar en el mando del «Batallón N^ 2» al co- 
mandante Rabelo; nombramiento que dio origen á manifes- 

í/) El general Paz que había quedado en Cerro Largo, felicitaba en oficio de 
1° de agosto á Lavalleja, que se encontraba en el Durazno, por su nombra- 
miento. 

(*) Evidencian la situación de aquel ejército, los párrafos siguientes que ex- 
tracto de notas enviadas por Paz á Lavalleja- «En dos meses que lleva el ejér- 
« cito de cuarteles de invierno no ha podido todavía recibir la más pequefia seflal 
« de que su nación y su gobierno no le han olvidado». (Oficio del 12 de agosto). 

«El hospital del ejército, lejos de ser un asilo en que se alivie al soldado do- 

< líente, es una casa que en el estado en que se halla, es la más propia para 

< agravar las enfermedades y hacer mortales las más leves; no hay hilas, no hay 
« cobijas; nada hay con que alimentarlos ni confórtalos». (Oficio del 16 de agosto). 

Con anterioridad á estos oficios el general Alvear decía al gobierno en nota «re- 
servada» del 25 de marzo de 1827: «Lo que sufre el ejército es inaudito; no hay 
« más que carne. Sin sal, sin tabaco, sin yerba; todas las privaciones se experi- 
« mentan y no hay cómo suplirlas absolutamente. El vestuario de la tropa 
c se ha destruido, porque era imposible pudiera resistir á tres meses de una cam- 
« paña continuada y fuerte. Es preciso señor ministre ver este ejército para co- 
« noccr su mérito». 

Cargos de que dejo constancia para que la responsabilidad histórica recaiga 
sobre los verdaderos culpables de los sucesos que dieron tan amargos días á la pa- 
tria y la privaron de obtener todos los beneficios que pudo reportarle el esfuerzo 
generoso de los guerreros del Brasil: Dorrego y su círculo. 

(■) Oficio de Paz A Lavalleja, del 10 de setiembre. 



- 82 - 

taclones de indisciplina que fueron breve y severamente 
reprimidas. (') 

Contados días después de recibirse del mando el coronel 
Videla dio pruebas fehacientes de sus condiciones de organi- 
zador y entre otras mejoras propuso y obtuvo se reemplazara 
en el cuerpo la táctica de los «Tiradores de Doile», que hasta 
entonces se observaba, por la que reglamentó el gobierno na- 
cional el año 26; medida que estableció rigurosa uniformidad 
con las demás unidades del arma, que desde tiempo atrás prac- 
ticaban esta última. 

Salvo una que otra partida que del «2» se desprendió para 
coadyuvar á la vigilancia que en la Laguna Merin se hacía, á 
fin de evitar los desembarcos de las fuerzas navales brasile- 
ñas, los meses siguientes se ocuparon exclusivamente en la 
preparación que exigía la próxima reapertura de la campaña. 

Incorporado al grueso del ejército en Cerro Largo fué au- 
mentado su efectivo (') y sucesivamente recibió nuevos refuer- 
zos (■) que cubrieron sus cuadros algo raleados ya por la 
separación de los alemanes que se le habían incorporado des- 
pués de Ituzaingó y las bajas que experimentó por las enfer- 
medades cuyo desarrollo fué propiciado por la desnudez y pri- 
vaciones que aquellos valientes soportaron con estoicismo real- 
mente admirable. (*) 



(M El 30 de setiembre envió Paz al cuartel g:encral do Lavallcja, encausado 
y suspendido de su empleo, al capitán graduado de mayor y 2^ jefe Interino del 
«Batallón 2». Doroteo Donado, por haber encabezado con su firma una «repre - 
« sentación tumultuaria en la que reclamaban algunos oficiales del nombramiento 
1 del coronel Videla del Castillo hecho el 29 de setiembre». (Catálogo de la 
correspondencia Militar publicado por la Inspección de Armas de Montevideo). 

(■) De un contingente de 107 púntanos llegados el 14 de febrero del 28 le fueron 
entregados 20 hombres. 

(■) En octubre se adscribió al «2» un contingente de Córdoba, en el que revis- 
taban el mayor José M. González, 1 ayudante mayor, 4 subtenientes y 54 Indivi- 
duos de tropa. 

(*) Refiere el coronel José M. Todd en sus interesantes «Recuerdos» que luego 
de ajustada la paz un jefe brasileflo visitó el campamento de las fuerzas repu- 
blicanas y al ver la desnudez de la tropa y apreciar la falta absoluta de recursos 
del ejército argentino le dijo con franqueza militar que encanta: «Recién me ex- 
« pilco por qué nos han vencido ustedes, porque nunca he creído que por más 
« valientes. No me persuadiré jamás que haya naciones de valientes ni de cobar- 
« des, sino que en todas partes hay de unos y de otros. Pero, con soldados como 
« los que veo, que pelean tan contentos, desnudos, sin sueldo y sin más alimento 
« ijuo la carne, creo que .serán siempre invencibles, si se conservan así», 



Kn esas condiciones, que ponían á dura contribución el tenl- 
ple de aquellas energías privilegiadas, permaneció el «2» hasta 
el 18 de octubre del 28 en que recién se esparció en su acanto- 
namiento la noticia de haberse ajustado la paz (*), que fué re- 
cibida por todo el ejército con muestras de regocijo. (■) 

Ajustándose éu las cláusulas de los tratados preliminares una 
parte de las fuerzas regresaron á Buenos Aires, quedando el 
«2» (*) con las restantes que, á órdenes de Paz, debían perma- 
necer en el Estado Oriental para «mantener la tranquilidad en 
« la nueva república mientras se coordinaba su sistema de go- 
« bierno». 

Días después se dirigieron á Montevideo y al llegar á Santa 
Lucía tuvieron recién noticia del movimiento revolucionario 
encabezado por Lavalle y luego, ya campados en el Cerrito, 
se enteraron del cruento drama del 13 de diciembre, cuyas 
consecuencias y responsabilidades se apropiara el héroe de 
Río Bamba con varonil entereza; carga pesada en sí de que 
lo ha liberado la justicia de la posteridad señalando indeleble- 
mente á los verdaderos y ocultos victimarios. (*) 



(*) En oficio del 4 de octubre comunicó el general Miguel de Azcuénaga á 
Lavalleja el canje de los tratados preliminares.. 

(«) «Con regocijo se recibió la noticia en el campamento, porque importaba 
« librarse de reabrir la campaña á órdenes de Lavalleja, & quien se consideraba 
« inhábil para dirigirla». (Memorias de Arrieta). 

(') En aquella fecha se componía su plana mayor de los siguientes jefes y 
oficiales: 

Jefe, coronel José Vldela del Castillo; teniente coronel, Agustín Rabelo; sargento 
mayor, Anastasio Encinas; ayudante mayor, Alejandro Romero; id id Sandalio 
Mansilla; abanderado, Domingo Ballesteros. 

Agregados: coronel José M. Aguirre, capitán Indalecio Chenaud, tenientes 2os 
Plácido Agüero. Juan Salas y Juan Baró, subteniente José Jerónimo Urquiaga. 

Con tal motivo el gobierno envió al general Paz las instrucciones «reservadas*) 
á que ajustaría sus procederes y en el artículo S® de las mismas disponía: «Queda- 
« rán para formar la División Auxiliar: infantería «Batallón N° 2», al que se 
« agregará la compañía de Córdova; N«> 3 al que se agregará la compañía Vete- 
« rana que tiene el 4 de milicia activa. Artillería: ochenta plazas con sus respec- 
« tivos ofíciales y cuatro piezas». 

(*) Ha sido hasta la evidencia probado que Del Carril y Várela fueron los 
que más se empeñaron en arrastrar á Lavalle al error de fusilar á Dorrcgo y 
con particularidad el segundo que, en cartas que religiosamente conserva la dis- 
tinguida matrona Dolores Lavalle de Lavalle. insistía en que era una necesidad 
nacional eliminarlo. En una que he tenido á la mano, aquel consejero quizá vis- 
lumbraba el juicio de la posteridad y creyendo esquivarlo le indicaba al noble 
soldado de la independencia uque los papeles comprometedores se arrojaban al 



►- ai - 

Con los primeros rayos del sol del 31 de diciembre, de ese 
sol que había acariciado dieciséis años antes en el histórito 
Cerrito las bayonetas tintas en sangre española y sido testigo 
del heroísmo de los soldados de Rondeau, abandonaron los ve- 
teranos del «2 de infantería» aquel paraje que sus hermanos 
inmortalizaron para regresar á la patria en que los esperaba 
el obscuro sacrificio de la contienda civil, la lucha sin glorias 
de la lid fratricida. 



fuego». Aunque estos asertos no necesitan de mayor comprobación, conceptúo 
oportuno justificarlos con la siffuiente anécdota de rifrurosa verdad: 

«A fines de 1839, dice un testifico fidedigno, mientras el ejército de Lavallc se 
organizada en la provincia de Corrientes, para abrir la cruzada libertadora, una 
siesta en que el general se paseaba agitado delante de los que componíamos el 
cuartel general, deteniéndose de pronto, exclamó con aire arrogante; 

^Señores, saben ustedes qué dia es hoy? 

«Varios contestamos que lo ignorábamos porque no teníamos almanaque. 

«A'o señores, aftadió, pregunto la fecha del mes. 

((Como todos quedamos en silencio agregó: 

^f^Hoy es trece de diciembre, aniversario del fusilamiento del coronel Dorrego 
*por mi orden», 

«Al pronunciar estas palabras levantó la voz y llevó la mano al pecho: si por 
timi orden, repitió, paseando la mirada sobre todos los presentes. 

tíSetlores: ¿qué significa este ''por mi orden'' de un mosto valiente de treinta 
'I años, que por disponer de quinientas lanaas atropella las instituciones para 
u quitar del medio al primer magistrado, al capitán general de una provincia?. 
t( Dorrego debió morir ó Juan Lavalle, no había remedio; la anarquía se en- 

(( troniJBaba. Yo fui más feliM, lo vencí; qué digo! más desgraciado Acaso 

u no había formalidades que llenar, no había leyes? Ah, señores, yo he sido el 
u que abrió la puerta á Roaas para su despotismo y arbitrariedades sin ejem- 
« pío. Los hombres de casaca negra, ellos, ellos con sus luces y experiencia me 
(( precipitaron en ese camino, haciéndome entender que la anarquía que devo- 
« raba á la gran República, presa del caudillaje bárbaro, era obra exclusiva de 

« Dorrego. Más tarde, cuando varió mi fortuna, se encogieron de hombros» .' 

(Esta anécdota ha sido publicada por D. A. J. Carranza, en «El general Lavalle 
nnte la justicia postuma»). 



campaITa contba el caubillaji: 



Maroha.Faz á Córdoba — Fuerzas de la expedición — Toma de la ciu- 
dad^ Acuerdos -Afiagasaa de Bustos — Combate de «San Boque» — 
Huida del gobernador— Quiroga y Faz— Invasión á Córdoba — 
Primeros éxitos— Batalla de «La Tablada» — Derrota del «Tigre 
de los Llanos» ~ Segunda acción— Decisivo ataque del «2 y 5 de 
Infantería» — Expediciones contra los montoneros. 

Posesionado Lavalle del gobierno se inclinó á aceptar las 
indicaciones del general Paz, que le pedía una división para 
marchar al interior, llevando, como primer objetivo de su cru- 
zada, la eliminación de Bustos y sojuzgamiento de los demás 
caudillos que ensangrentaban y enlodaban á la naciente repú- 
blica. 

De las fuerzas que habían sido acuarteladas en el Convento 
de la Recoleta, eligió el general Paz las unidades con que iba 
á abrir la campaña y el 14 de marzo, á las 2 p. m., se embar- 
caron en el orden siguiente: 

Compañía de artillería (4 piezas) 30 plazas 

Regimiento 2 de caballería 300 » 

Escuadrón de voluntarios argentinos — 80 

Batallón 2 de infantería 300 ^ 

» o » » 250 » 

Total.... 960 plazas (•) 

(•) Paz. en sus «Memorias», da 970 plazas así divididas: 

80 artilleros con 4 piezas de á 4 al mando de Arengrcin. 
300 infantes del «2». al mando de Videla del Castillo. 
2,t0 » del .>, al mando de Isidoro Larraya. 

90 plazas del escuacrón de La Madrid. 
'^.tO m del 2 de caballería, al mando de Pedíí^^nenv 



- 86 - 

El 26 desembarcó en San Nicolás la expedición, continuando re- 
cién el 31 la marcha para campar en la noche en el Arroyo de 
Pavón. Sin novedad alguna atravesó la provincia de Santa Fe y 
entró á territorio de Córdoba; sintiendo las primeras y débiles 
hostilidades del enemigo, recién el 11 de abril, en las proximida 
des de la ciudad, que había sido abandonada por su gobernador. 

El jefe de policía, Felipe Gómez, había quedado á cargo de 
la plaza y sin oponer resistencia alguna, la entregó al coronel 
Deheza, el 12 de abril ('); mientras Bustos permanecía en San 
Roque á cuarenta kilómetros al oeste de la ciudad. 

En la media noche de aquel día, entró el general en jefe y 
al siguiente inició negociaciones con Bustos, para evitar la efu- 
sión de sangre. Después de ocho días de tramitaciones, en las 
cuales se acordaron pactos que luego se reformaban, consintió 
Bustos en delegar su autoridad; pero como Paz notara que 
este arreglo lo había ocultado á sus subordinados y le sor- 
prendiera correspondencia que evidenciaba la trama de una 
felonía con la que procuraba ganar tiempo para recibir los 
auxilios que tenía pedidos á Río IV, San Luis y de su aliado 
el «Tigre de los Llanos», marchó por segunda vez, sobre San 
Roque el día 22, para librarle combate en las mismas fortísimas 
posiciones que el caudillo cordobés había elegido de antemano. 

Paz dividió sus fuerzas en dos columnas, encomendando á la 
primera el ataque del frente (*) para llamarle decididamente la 
atención, mientras que con la segunda iniciaba un movimiento 
de flanqueo. En ésta actuó en primera línea el «2 de Infante- 
ría» con su jefe Videla del Castillo á la cabeza. Realizado con 
completo éxit< , convergieron las fuerzas sobre la casa en que 
Bustos había situado su cuartel general. 



(*) El 4 de ese mes, Bustos había terminado su período administrativo sin poder 
ser otra vez reelecto, pues lo había sido ya y por ley constitucional le estaba ve- 
dado el tercer período. Sin embargo continuaba gobernando, puesto que hasta en- 
tonces, nada se había opuesto A su omnímoda voluntad. 

(*) «Resuelto el general á forzar la formidable posición que había elegido Bus- 
te tos, A trueque de definir una situación peligrosa, si no se resolvía pronto, frac- 
« clonó el ojército en dos divisiones; la primera compuesta del Regimiento Volun- 
« tarios y N^ 5 de infantería, al mando del general Deheza, para atacar por el 
« frente y la segunda con el Regimiento N° 2 de mi mando y «Batallón 2 de In- 
M fantería». bajo la dirección del mismo general Paz, que debía hacerlo por la de- 
« recha». (Memorias del General Juan E. Pedernera). 



•-87 - 

Este movimiento no sólo determinó la completa derrota, sino 
que permitió á Paz apoderarse del enorme parque del enemigo, 
dispersar toda su caballería y tomar doscientos prisioneros. 

El exgobemador huyó á incorporarse á Quiroga, dejando 
cincuenta y seis muertos y sus heridos abandonados (*) y recién 
el 25, el vencedor abandonó el campo de batalla, trasladando 
su ejército al bajo de Galán. 

Paz, después del triunfo, se dedicó empeñosamente á reorga- 
nizar el ejército que garantizaría la estabilidad de su autori- 
dad; atendió las tareas administrativas completamente desqui- 
ciadas y también tentó un advenimiento pacífico con los caudillos 
que dominaban en San Luís, Mendoza y La Rioja, con resul- 
tado infructuoso. 

Quiroga, el sanguinario mandón de los llanos riojanos, res- 
pondió á aquellas insinuaciones patrióticas, con un rugido pre- 
cursor de la matanza que le seguiría y se lanzó sobre Córdoba 
con sus temidas columnas de lanceros que recordaban aquellas 
aterradoras huestes de Tamerlán, con su séquito de muerte y 
destrucción. 

Conocedor de este avance, se movió Paz el 7 de junio, para 
cerrarle el paso y evitar depredaciones en el territorio de su 
provincia, á cuyo efecto dividió sus fuerzas en cuatro columnas: 

La 1* al mando de La Madrid, 900 hombres. La 2^ al mando 
de Videla del Castillo, compuesta de los batallones «2» y 5 de 
infantería. Cazadores de la Libertad y dos baterías de arti- 
llería; (■) 800 hombres. La 3^ al mando de Javier López, 400 
hombres. La 4^ al mando de Juan E. Pedemera, 250 hombres; 
que arrojaban un total de 2350 hombres, O que iban á chocar 
con 5000 llaneros que se le calculaban á Quiroga y ocupaban 
á la sazón la margen del Rio III á la altura del Salto. {*) 



0) Paz perdió al comandante Bengfolea y ocho individuos de tropa; y heridos, 
al teniente Paz y 12 soldados, seg^ún testimonio del mayor Arrieta, actor en la 
acción. 

\}) Constaba el «2» de 346 plazas. 

\^) Datos extractados de las «Memorias» de Paz. En cambio, el mayor Arrieta, 
le atribuye una fuerza efectiva de solo 1986 plazas. 

(*) «A mediados de mayo de aquel aflo, Quiroga entraba efectivamente á Cór- 
« doba por la Zcrrezuela, y Paz abandonaba la capital para batirlo; pero el cau- 
« dillo riojano, faldeando la parte occidental de la sierra, marchó al sur, entró 



Procurando darle alcance en aquel paraje, aceleró el aire de 
sus marchas consiguiendo llegar á Soconcho, á media jornada 
del Salto, al amanecer del día 20; pero Quiroga, que en el an- 
terior había campado en este punto, informado de las intencio- 
nes de Paz, se propuso burlarlas y, dejando encendidos los fo- 
gones en aquella noche, se deslizó con cautela felina por la 
margen derecha del río, lo vadeó dos leguas arriba y tomó 
apresuradamente el camino hacia la ciudad desguarnecida. 

Horas después seguía la misma ruta, á marchas forzadas, el 
general Paz. 

Los 250 hombres que habían quedado en la plaza, al mando 
del coronel retirado Agustín Díaz Colodrero (exoficial del «2»)i 
tuvieron que capitular, después de un bien sostenido combate, 
en que cayó gravemente herido su jefe, ocupando los quiro- 
guistas la posición tres horas antes que llegara Paz á las go- 
teras de la ciudad. 

Entretanto, Quiroga abandonó la población y ocupó posicio- 
nes de combate en la Tablada, dejando parte de su infantería 
guarneciendo la plaza. 

A la una de la tarde del 22, Paz hizo romper los cercos de 
los potreros de Pedro Juan González; para salir al llano de la 
Tablada con sus fuerzas ya formadas en tres columnas: 

La de la derecha, al mando del coronel La Madrid, com- 
puesta por el Escuadrón Volutarios, Lanceros de la Unción y 
Milicias de Santa Rosa, Ischilin y Río Seco. 

La del centro, á órdenes del jefe de estado mayor, coronel 
Deheza; la componían el batallón *2 de Infantería» al mando 
de Videla; el 5 de la misma arma, al del teniente coronel 
Larraya; parte de los Cazadores de la Libertad á órdenes do 
Barcala y la artillería ligera á las de Arengrein. 

La tercera, (ó sea la de la izquierda), á órdenes del general 
Javier López, estaba en su totalidad formada por milicias tu- 
cumanas. 



« en jurisdicción de San Luis y se situó en Renca, donde esperó los auxilios que 
«solicitó del fraile Aldao que imperaba en Mendoza y así que los recibió, invadió 
M nuevamente la provincia en dirección al Salto, sobre el Río Tercero». («Pringles.» 
por José Juan Biedma.) 



De reserva, marchaba el 2 de caballería á órdenes de Pe- 
dernera. 

La acción fué iniciada por La Madrid, con un brillante com- 
bate cuerpo á cuerpo y en el que obtuv^o ventajas positivas, el 
enemigo merced á su superioridad numérica, las que aprove- 
chó para caer sobre el ala derecha y el centro, pero una im- 
petuosa carga de Pringles, restableció la acción á tiempo que 
el «2» y f) de Infantería, (') con certero y metódico fuego, lo 
rechazaron y recuperaron la artillería que los llaneros ya 
habían enlazado. 

A raíz de estos duros lances, en que el valor, la disciplina y 
la táctica se impusieron á la arremetida irresistible de los lan- 
ceros de Quiroga, empezó la victoria á cernirse sobre el campo 
unitario (*). 

Después de vigorosas y múltiples cargas que se sucedían 
con la rapidez del relámpago, entró la desorganización entre 
las filas enemigas no obstante que la temible lanza de Quiroga 
prentendía contenerla. Las «figuras de contradanza» (*) del 
general Paz, ejecutadas con perfecto orden por los bizarros y 
entendidos batallones de línea y las milicias que á su lado se 
batían, neutralizaron la bravura indómita de los riojanos. 

Avanzando metódicamente, Paz llevó á su adversario hasta 
la ceja del monte, en donde concluyó de desbaratarlo haciendo 
jugar su artillería sobre la copa de los árboles, maniobra que 



(}) «El centro del enemlíTo cargó también hasta lograr penetrar por el inter- 
« valo de los batallones algunos soldados, en términos que uno de aiiuellos tuvo 
« que dirigir sus fuegos á retaguardia. Con esto huyeron bien escarmentados de 
« su arrojo, más bien debido á su ignorancia que á su intrepidez». (Paate de Paz). 

{*) «Aquellas enormes masas de jinetes que van A revolcarse sobre los ocho- 
cientos veteranos, tienen que volver atrás á cada momento y volver á cargar 
para ser rechazadas de nuevo. En vano la terrible lanza de Quiroga hace en la 
retaguardia de los suyos tanto estrago como el cañón y la espada de Ituzaingó 
hac?n al frente de las bayonetas y en la boca de los cañones. ¡Inútil! son las olas 
de una mar embravecida que van á estrellarse en vano contra la inmóvil y ás- 
pera roca; á veces queda sepultada en el torbellino que en .su derredor levanta 
el choque, pero un momento después sus crestas negras, inmóviles, tranquilas, 
reaparecen, burlando la rabia del agitado elemento. De cuatrocientos auxiliares, 
sólo quedan sesenta; de seiscientos colorados no sobrevive un tercio y los demás 
cuerpos sin nombre, se han deshecho y converttdosc en una masa informe é in- 
disciplinada que se disipa por el campo.» (Domingo F. Sarmiento). 

<3; Clasificación que Quiroga daba á la fría ciencia militar en que Paz hacía 
se estrellara la pujanza indómita de los llaneros. 



- 90 - 

introdujo, sino el pánico, el más completo desorden entre los 
que se habían asilado á su sombra después de lidiar como 
leones. 

Con una sexta parte de sus fuerzas Quiroga se replegó bus- 
cando el apoyo de la infantería que había quedado en la plaza, 
mientras los vencedores pernoctaron sobre el mismo campo de 
batalla. 

A las tres de la mañana del siguiente día dispuso Paz la 
marcha sobre la ciudad y al descender al llano que forma la 
playa del río fué atacada la retaguardia inopinadamente por el 
enemigo que anunció su presencia á cañonazos. Comprometido 
el benemérito manco en un callejón (') y temiendo que las 
fuerzas de la retaguardia se desbandaran por la sorpresa y 
cayeran sobre el resto de la columna arrollándola, aprovechó 
que el enemigo coronaba ya con infantería y artillería las lomas 
vecinas para confiar al «2» y 5 de infantería la difícil misión 
de restablecer el combate y asegurar la victoria. 

Aquellas dos unidades, que en toda la campaña dejaron fiel 
ejecutoria de ser barreras inconmovibles en la defensiva y arie- 
tes incontrarrestables cuando tomaban la ofensiva, fueron lan- 
zadas sobre las fuerzas enemigas que desde las crestas preten- 
dían inútilmente contenerlas con un fuego tan graneado como 
terrible. 

Al mando del coronel Deheza y avanzando el «2» con Videla 
del Castillo á la cabeza, cargaron denonadamente, trabándose 
un combate en que el valor salvó los límites del heroísmo por 
ambas partes ('). 

A punta de bayoneta arrojaron de sus posiciones á la infan- 

(M «Xo rayaba el alba todavía cuando nos pusimos en camino, formando mi 
reg:imiento la cabeza de la columna donde también iba el ífeneral en jefe. El ca- 
mino que llevábamos no merecía el nombre de tal. por cuanto era una senda es- 
trecha, de inclinación rápida como formada por la lluvia en el ffran barranco que 
bordea el río: en consecuencia, el reíjimiento podía apenas marchar por hileras, 
añadiéndose A esto que por los costados era un matorral de arbustos espinosos 
que hacían pedazos el vestuario de la tropa al menor descuido, por lo cual la 
columna alarifaba por necesidad su extensión; marchábamos en silencio porque 
el frío de la madrut^ada nos incapacitaba para todo, y empezaba A aclarar la 
aurora cuando de repente se oyó un cañonazo por la retagruardia y A los pocos 
minutos otro». (Memorias del írencral Juan E. Pedernera). 

^*i uEste movimiento de la infantería decidió el combate. Sin embargo, él se 
« hubiera prolongado, sin la bravura de esos baial Iones». (Parle de Paz). 



- 91 - 

tería y artillería de Quiroga, triunfo que fué coronado por la 
caballería en una tenaz persecución que solo permitió al san- 
guinario caudillo huir con una centena de sus secuaces. (*) 

Según lo atestigua el mayor Arriela, del ejército de Quiroga, 
quedaron sobre el campo 1591 individuos y 840 prisioneros. (*) 

Cuatro horas después de esta brillante acción, en que tan 
notable actuación le cupo al «2 de infantería», las fuerzas qui- 
roguistas que habían quedado en la plaza capitularon, tomando 
posesión de ésta y nuevamente del gobierno de la Provincia 
el general Paz para dedicarse á continuar la reorganización 
de la administracción todavía desquiciada por la acción obs- 
truccionista y disolvente de su antecesor; como también se 
preocupó de entablar gestiones diplomáticas tendientes á pro- 
ducir su acercamiento con los gobernadores de Buenos Aires 
y Santa Fe; tareas de que á menudo lo distrajeron las mon- 
toneras que en la campaña y en las sierras se levantaban; 
contra las que tuvo que dirigir varias expediciones, logrando 
recién^ sino destruirlas por completo, acobardarlas y contener- 
las con la campaña que personalmente inició el 31 de diciembre 
de 1829; la que sólo duró quince días y ha merecido ser juz- 
gada como la más osada, rápida y estratégica que se ha lle- 
vado á feliz término en las guerras americanas de esa índole. 



O «El encml^ro se desbandó entonces y la derrota fué declarada. Sus infantes 
« perecieron casi todos. Su caballería se dispersó completamente y mi ayudante 
«< de campo, teniente coronel Plaza, con algunos soldados de esta arma la persi- 
« sruió con tenacidad. El campo, que con corta diferencia había sido el mismo en 
M los combates, ha quedado cubierto de cadáveres; el número de prisioneros es 
«< considerable; el armamento, su artillería, todo está en nuestro poder». (Parte 
de Paz). 

(*) «Facundo vuela á la ciudad y al amanecer del día siguiente estaba como 
M el tiffre en acecho, con sus cañones é infantes; todo, empero, quedó muy en brc- 
« ve terminado, y mil quientos cadáveres patentizaron la rabia de los vencidos y 
'« la firmeza de los vencedores». (D. F. Sarmiento). 



ONCATIVO 



Ojeada retrospectiva — Fas y los caudillos del litoral — Mediación de 
Lopes— Intransigencia de Quiroga —Preparación délas fuerzas — 
Fas Y Iiavalle — Oficiosidad de Bozas— En campaña- Toma de 
posiciones— Duelos de caballería — Avance decisivo del «2» y 5 de 
infantería — Besultado de la acción. 

La explicación de los sucesos que antecedieron á la campaña 
que terminó en Oncativo exige una breve ojeada retrospectiva. 

Empeñado el general Paz y los hombres de gobierno que le 
acompañaban en alcanzar la reconciliación á que he aludido en 
el capítulo anterior no trepidó en renegar de las tendencias de 
predominio en el interior que á Lavalle expuso al partir de 
Buenos Aires (*) y procurando «entablar relaciones sumamente 
amistosas» con López y Rozas, envió cerca de estos con ins- 
trucciones bien definidas al doctor José M. Bedoya y don José 
Joaquín de la Torre. 

Fueron bien recibidos los comisionados en Santa Fe y logra- 
ron convencer á López de las intenciones tan francas como pacífi- 
cas de Paz, siendo el resultado inmediato de esta misión que 
el decano de los caudillos encargara á don Domingo de Oro y 

(«) Antes de la Tablada, su gobernador Delgado escribía á López:— «Desde el 
día que el general Paz salió para Córdoba se desligó enteramente de los intereses 
políticos del general Lavalle; él sabía muy bien que venía á tratar con un pueblo 
que era independiente del que presidía ei general Lavalle como gobernador, y 
que en nada menos debía pensar que en venir á Córdoba A formar el centro de la 
guerra para objetos que excedían la esfera de la política cordobesa». (Carta de 
Pedro Juan González del 13 de junio de 1829). 



^ 94 - 

presbítero José Amenábar para que provocaran un advenimien- 
to entre los gobernadores de Córdoba, San Luis y Quiroga. 

Afable fué la acogida que Paz les dispensó y luego de breves 
conferencias aceptó la mediación; no así Quiroga que lejos de 
admitir arreglo alguno continuó los preparativos, en combina- 
ción con el fraile Aldao, para invadir nuevamente, aguijoneado 
por el punzante anhelo de ahogar en sangre á los vencedores 
de la Tablada. 

Discutida en la legislatura cordobesa la intransigencia del cau- 
dillo riojano se optó por autorizar á Paz, que había sido nom- 
brado gobernador propietario el 26 de agosto de 1829, para 
«obrar militarmente defendiendo la provincia de las invasiones 
de Quiroga y de las fuerzas de San Luis». 

Una vez ultimada la expedición contra los montoneros, de 
cuyo resultado me he ocupado ligeramente, Paz reconcentró 
sus fuerzas en el Segundo, destacando una pequeña fracción en 
vigilancia de las sierras, y continuó preocupándose de la orga- 
nización del ejército, sin dejar por esto de mano los trabajos 
tendientes á propiciarse la amistad del sañudo Juan M. de Rozas. 

Solícito en este empeño é interesado en no darle al déspota 
motivo alguno de desconfianza llegó el general Paz hasta la 
cobardía de negar el hospedaje que le solicitara su noble y 
desgraciado amigo el general Lavallc (') que á la sazón pen- 
saba pasar por Córdoba para radicarse en Mendoza. 

No obstante estas demostraciones, Rozas le prohibió extrajera 
de Buenos Aires las armas que había adquirido y necesitaba 
para defenderse de Quiroga, viéndose precisado á recurrir para 
obtenerlas á la vecina república de Chile. 



(O He aquí el documento que dio origen á esta debilidad de Paz, bien censurable 
puesto que el pedido emanaba de su benefactor, de su amigo y de su jefe caído 
en desgracia por haber obrado con el patriotismo y altivez que fueron la mayor 
y mejor característica de su vida: «Buenos Aires, 29 de setiembre de 1829.— Mi 
querido Paz- En mi última dije á Vd. que pensaba irme á Montevideo. Mi plan 
se ha trastornado por falta de medios de subsistencia en un país tan extranjero 
para mí como lo sería la Persia. He pedido, pues, un pasaporte para Mendoza 
y he tenido la fortuna de obtenerlo. Pienso trasladar allí mi familia^ y le escribo 
con el objejo de darle un petardo, en la persuación de que Vd. lo aceptará con 
gusto. Yo voy por agua hasta San Nicolás, pero allí no tengo carruaje, y no me 
atrevo A mandarlo desde aquí porque me expondría A perderlo, y porque esto do- 
blaría los gastos de mi viaje; espero, pues, tenga la bondad de mandarme su galera 



^ ar- 
pero, el feroz tirano reaccionó aparentemente é inició el año 
30 con su mediación para salvar las dificultades entre Quiroga 
y Paz, con cuyo objeto comisionó á los señores Pedro Feliciano 
Cavia y Juan José Cernadas. Las negociaciones se entablaron 
con resultado negativo desde un principio, puesto que el Tigre 
de los Llanos, á par que atendía solapadamente á los mediadores^ 
continuaba su avance en territorio de Córdoba para provocar 
el choque en que la ciencia abatiría nuevamente su soberbia 
salvaje. 

Entretanto Paz movió su ejército y se posesionó de Anisacate 
para permanecer en observación del adversario que, ya arras- 
trado por el vértigo de sus exaltadas y sanguinarias pasiones, 
se lanzó decididamente á la pendiente y despidió con mal vela- 
das amenazas á los comisionados, en momentos de ocupar la 
llanura de Oncativo, para librar el duelo á muerte que insana- 
mente provocaba. 

El bosque que se levanta caprichoso en el centro de la her- 
mosa planicie había sido ocupado por los infantes y artilleros, 
circuidos por una doble hilera de carretas, á manera de trin- 
chera movible, y su caballería cubría extensamente las alas. 
Paz se colocó á su frente á las 10.30 a. m. del 25 de febrero, 
teniendo ordenadas sus fuerzas en tres columnas paralelas: la 
de la derecha de caballería; los batallones «2» y 5 de infantería 
con seis piezas de artillería, al mando inmediato de Videla del 
Castillo, al centro; y á la izquierda caballería é infantería 
interpolada. 

Iniciado el duelo de artillería por Quiroga, hizo el ejército 
libertador un movimiento de flanco por la derecha que obligó 
al enemigo á cambiar de frente y atrasar su ala izquierda. En 
tales condiciones y siendo favorable el cañoneo sostenido^ Paz 



hasta San Nicolás; y si no la tuviese hágame fletar un buen carruaje de cami- 
no, con tiradores contratados hasta ponerme en Córdoba; yo salgo de aquí el 15 
del entrante, y esperaré en San Nicolás el carruaje que Vd. me envíe, como 
el Santo Advenimiento, Vd. pensará que llevando mi familia tiemblo de que 
pueda sucederme algo en el camino. Como tal vez al camino desde Córdoba 
hasta Mendoza no ofrezca seguridad para transitarse con señoras, quizá me de- 
tendré en Córdoba algunos días, y espero también me haga alquilar una quinta 
de las más inmediatas á la ciudad» —(De esta carta fué portadora la seftora ma- 
dre del general Paz). 



- % - 

lanzó al ataque á la columna de la derecha, á las órdenes in- 
mediatas de La Madrid, mientras que Echevarría cargaba el 
flanco y Pedernera los sostenía. 

El choque fué espantoso, pues el enemigo movió sus masas 
de caballería hacia el sitio amenazado; renovando con encarni- 
zamiento el combate que se desarrolló en un sinnúmero de 
cargas sucesivas cuyos resultados definió la llevada á fondo 
por el 2 de caballería con ese incontrastable empuje que el 
héroe de Pescadores le comunicaba. 

Así contenida y luego envuelta la caballería llanera amainó 
su coraje, mientras que Videla del Castillo, al frente del «2» y 
5 de infantería, seguidos por el escuadrón de coraceros, penetró 
en el centro de la línea enemiga y despreciando la metralla 
de la artillería y el crepitante fogueo de la infantería con que, 
inútilmente pretendía el enemigo detener su avance, aseguró 
la victoria colocando entre las dos fracciones en que habían 
sido divididos un antemural infranqueable ('). 

Merced á la soberbia maniobra en que las fuerzas nombradas, 
y á las que luego se incorporó la división Puch, se incrustaron 
en el corazón del ejército enemigo, la infantería y artillería 
depusieron las armas acatando la intimación que les hizo el 
coronel \'idela del Castillo; en tanto que la caballería, á pesar 
de los esfuerzos que realizaba el temible caudillo riojano por 
reorganizarla, fué sacada á punta de lanza y sable del campo 
de batalla y completamente desbandada, quedando sólo de ella 
las armas que les arrebataban^ clavadas en el camino que los 
libertadores recorrían como otros tantos jalones que eviden- 
ciaban la tenaz y fructífera persecución. 

800 infantes, la artillería completa, todo el parque y bagajes y 
gran número de cabezas de ganado fueron los trofeos de esta 
acción; quedando también éntrelos prisioneros el apóstata, el 



o Entretanto el batallón N° 5 y en pos de él el «i*» de la misma arma, á las 
órdenes del señor coronel Videla, juntamente con el escuadrón de coraceros, al 
mando del señor mayor Paunero, penetraban por el centro de la línea enemiga, 
despreciando el fuego de su batería y cazadores que los flanqueaban. Este movi- 
miento concurrió eficazmente á asegurar las ventajas obtenidas por nuestra caba- 
llería, y lo que es más, privó á la contraria del apoyo de su artillería é infantería, 
que por él quedaron separadas de su ala izquierda. (Parte detallado del general 
Paz). 



- 97 - 

leroz asesino Aldao C) cuya vida se respetó cometiendo un 
grave y crasísimo error. 



(') «El ífeneral Aldao fué mandado á la plaza de Córdoba; y el coronel don 
« Hilarión Plaza, mendocino. que lo conducía, parece que lo hizo entrar montado 
« en un burro y fué bastantemente burlado por la chusma». («Memorias» de La Madrid) 

wEl pueblo no recibió & aquel desgraciado con las consideraciones que deseara 
<« el general Paz; hubo mujeres que en medio de las imprecaciones de la muche- 
« dumbre. cuando lo entraban á la ciudad por la hoy calle Constitución, le arro- 
« jaban Ala cara agua sucia y hedionda». («Crónica de Córdoba» por Ignacio Garzón) 



LOS MASTIBES SEL DEBEB 



Política pérfida de Bozas — Mediación ohilenoboliviana — Liga del 
litoral- -Tropas regulares y de «presidarios» — Toma de Fraile 
Muerto — Faz en campaña — Expedición de La Madrid — Su fracaso 
— Acción heroica de soldados del «2» — Prisión de Paz — La Madrid 
general en jefe — Sus errores — Principio de la anarquía — Abandono 
de Córdoba — Desquicio y desbande — Combate de la Ciudadela 
— Dispersión de la caballería— £1 «2« y el 6 de infantería — Ex- 
terminio de los infantes — Los fusilados. 

Las victorias del afamado táctico intranquilizaban á Rozas, 
que veía diseñarse claramente en el centro de la república un 
temible rival, y, no obstante de significarle ostensiblemente sus 
congratulaciones por el resultado de la acción de Oncativo, 
indujo secretamente á los gobernadores de las provincias del 
litoral á ligarse para dominar á la de Córdoba (*) procurando 
así, á todo trance, conjurar las ulterioridades que el acrecen- 
tamiento del poder de Paz pudiera acarrearle. 

Este que, á par de su genio militar poseía una diplomacia 
sutil, entrevio la perfidia del tirano y sintiéndose débil para 
contrarrestarla con las armas, provocó la mediación de Chile, 
con cuyo gobierno sostenía cordialísimas relaciones, y más 
tarde la del de Bolivia. 



(M El 4 de febrero de 1831 se ultimó el compromiso de una liga, ofensiva y de- 
' fcnsiva, firmándose su« bases en la ciudad de Santa Fe. 



- 100 - 

Tales tentativas, como todas aquellas que no se encuadraban 
en los intereses personales de Rozas y López, fracasaron, y los 
sucesos se precipitaron con el nombramiento de este último 
para general en jefe del ejército de operaciones á que se con- 
fiaba la triste misión de conculcar todos los derechos y sojuzgar 
todas las voluntades á la omnímoda de los caudillos; con la 
salida de una división de «presidarios» que al mando de Quiroga 
asolaría á las provincias de Cuyo y del ejército auxiliar que á 
las órdenes del general Juan Ramón Balcarce operaría sobre 
Córdoba. A estos actos de abierta hostilidad respondió la le- 
gislatura de Córdoba retirando al gobierno de Buenos Aires 
las facultades de mantener las relaciones exteriores, provocando 
así la franca declaratoria de guerra que se produjo en el mes 
de febrero, y á raíz de ésta la ocupación militar de Fraile 
Muerto por las fuerzas del general Pacheco. 

Paz reunió su ejército, que ha sido calculado en cinco mil 
hombres, en el Segundo, (') mientras que el confederado avanzó 
hasta Calchín, de donde tuvo que regresar á sus posiciones del 
Tío para esquivar la acción campal á que fué provocado. 

Visto que los federales se retiraban en procura de posiciones 
y recursos que harían desventajosa la acción del atacante, las 
fuerzas unitarias se replegaron nuevamente al Segundo, para 
ultimar su completa reorganización. 

De este acantonamiento fué desprendida la división que man- 
daba La Madrid y parte del «Batallón N° 2 de infantería» (*) 
con la misión de cortar la retirada á las partidas de montoneros 
que habían amagado á la capital; pero aquel valiente jefe no 
procedió en tan interesante comisión con la previsión y energía 
que eran menester. 

Sin conocer á ciencia cierta las posiciones del enemigo ni 
su número, desprendió, ya cercano á éste, al teniente Refojo 
con 12 soldados del «N*' 2» para bombearlos. En la primera 



[^) Allí se le incorporaron: La Madrid con líOO riojanos, Mariano Acha con '200 
catamarqucños y José Seg^undo Roca con 1(X) tucumanos. 

(9) Al mando accidental del cuerpo se hallaba el comandante Moyano, pue?* 
Videla del Castillo había ascendido A Kcneral por sus meritorios y valiosos 
servicios. 



- 101 -- 

jomada dieron con una partida de trescientos montoneros (') 
á los que le llevaron una temeraria carga 

Aquellos bravos lucharon como leones en proporción de uno 
contra veinticinco; pero, doblados por el número y acorralados 
en la ceja del monte, en que el enemigo había permanecido 
oculto, fueron sacrificados inhumanamente. Cuando I^a Madrid 
llegó con el grueso de las fuerzas, sólo pudo recoger los cadá- 
veres de los heroicos mártires que aun permanecían mezclados 
con varios de los de sus victimarios y, luego de darles sepultura, 
se empeñó en la persecución de la partida de Pajón, viéndose 
dos días después precisado á incorporarse á Paz en virtud de 
lo infructuoso de su tentativa. 

Con escaramuzas sin importancia transcurrieron los meses, 
hasta que el 10 de mayo Paz resolvió reabrir enérgicamente 
la campaña, llevando su infantería y artillería unificadas en una 
columna, al mando del coronel Larraya y en momentos que 
imprudentemente se adelantó á reconocer una pequeña fuerza 
que guerrilleaba á su vanguardia cayó, por uno de esos azares 
rarísimos de la guerra, prisionero, á las 5 p. m., de una partida de 
doce ó catorce montoneros, desprendida de la de ochenta hombres 
que mandaban Acosta, Benavídez y un sujeto apodado Chucasate, 
que á su vez dependían de la división de Francisco Reinafé. 

Es indescriptible la consternación que en el ejército produjo 
este acontecimiento. 

Los jefes y oficiales, reunidos en junta de guerra, designa- 
ron accidentalmente para asumir el mando al coronel Peder- 
nera; pero al día siguiente se presentó en el campamento el 
gobernador delegado, general La Madrid, y tomó la direc- 
ción del ejército, disponiendo, acto continuo, la marcha retró- 



(•) Los mandaba Pajón (a) Chula. A propósito de este sujeto, dice Paz. en sus 
«Memorias»), que cuando era conducido, ya prisionero, á Santa Fe, encontró en el 
Sauce, al mando de una partida, al capitán Domingo Pajón fa) Chula, quien lo 
recibió del modo más atento y obsequioso, alojándolo convenientemente y cedién- 
dole la cama. Al sijruiente día lo defendió de unos indios avipones que, ebrios, 
querían atentar contra su vida, y, al despedirlo le ofreció un atado de ropa, un 
poncho y disimuladamente le colocó en la mano cuatro pesos fuertes. 

Pajón siendo mayor fué muerto por unos indios que López había mandado 
ejecutar, el año 1S37. Con la desesperación propia de aquel trance, los condenados 
atropellaron á sus guardianes, les arrebataron las armas y los ultimaron á todos. 



- 102 - 

grada á la capital. Una parte de las fuerzas campó en la Cha- 
carita y la otra, segregada del conjunto, sobre el Arroyo Car- 
nero, debido á que el coronel Pedemera desobedeció las 
órdenes del general en jefe. 

Fué este acto de indisciplina la primera manifestación ex- 
terna de la anarquía que había de destruir al ejército. 

El error de abandonar los recursos de la campaña al invasor, 
retrogradando sin razón justificada á guarecerse en la ciudad, 
influyó notablemente en que la situación de La Madrid se 
agravara por momentos y, comprendiéndolo así, tentó un acuerdo 
con López, sin otro resultado que dar al caudillo el tiempo que 
necesitaba para recibir los refuerzos que esperaba y ultimar la 
organización de sus fuerzas. 

Ante la negativa del adversario optó por abandonar á sus 
propios recursos y esfuerzos al gobierno de Córdoba que hasta 
entonces había contribuido al sostenimiento del ejército; con- 
ducta que indujo á éste á liberar á sus comprovincianos de la 
obligación de continuar en el servicio de las armas. 

Resuelto á retirarse, á pesar de los trabajos, promesas y hasta 
rogativas de las autoridades y el vecindario que se veían en- 
tregados inermes á la zana de los federales, comisionó al co- 
ronel Roca para extraer todos los elementos de la comisaría 
de guerra, retirar los prisioneros y recibirse de las bandas de 
música de los batallones «2» y 5 de infantería, (') que habían 
quedado en aquella ciudad cuando Paz salió á campaña. 

Una vez obtenida la entrega, rompió la marcha el día 26, y 
el 2 de junio, al llegar al deshnde de la provincia, ya el efectivo 
del ejército quedaba reducido á la mitad, debido, muy particu- 
larmente, á que las fuerzas cordobesas se habían desbandado. 



(*) Córdoba, mayo 25 de 1831, (á las 11 de la noche).— Excmo. Señor: El coro- 
nel que subscribe, destinado por el señor general en jefe para sacar de esta ca- 
pital todos los efectos que tenga la comisaría del ejército, tiene también la or- 
den de conducir las bandas de música pertenecientes A los batallones «2» y 5 de 
infantería é igualmente al coronel Aldao y á los señores Rcinaíé (don Vicente). 
D. Faustino Velazco y D. Benito Monge que se hallan presos en la cárcel; y en 
caso de que V. E. se resista á entregar todo lo reclamado, el señor general dice- 
miraría como un paso hostil la retención de los objetos A que ha sido nombrado 
& conducir el infrascripto. Con este motivo, el que firma tiene el honor de salu- 
dar í\ V. E. con el mayor respeto. Excmo. Señor. Fdo. José Segundo Roca. 



- 103 — 

A medida que se retrocedía, el desquicio aumentaba y tra- 
bajaba el nervio del ejército, á pesar de las nndalitas» con que 
el general en jefe pretendía bonachonamente sostener el es- 
píritu militar, y en tales condiciones cruzaron el teiTitorio de 
Catamarca y penetraron en el de Tucumán para luego ejecutar 
varias marchas sin objetivo prefijo, mientras que Quiroga, con 
el intento de saciar sus apetitos de tigre cebado, acechaba 
sus pasos. 

El 4 de noviembre de 1831, avanzaron los llaneros por el 
Rincón de ligarte tiroteándose con las guerrillas que La Ma- 
drid había desprendido de sus posiciones de La Ciudadela. En 
ésta tenía apoyada su izquierda y la derecha en un potrero veci- 
no con cercas de tunas, habiendo colocado en el centro la 
infantería, formada en dos columnas é interpolada con la 
artillería. C) 

Quiroga que confiaba todo al ímpetu de la primera carga, 
inició el ataque con pujanza que resultó irresistible sobre la 
caballería, consiguiendo luego de breve y sangrienta lucha des- 
alojarla. Libre el paso, cayó como un alud sobre la infantería 
sin pedir ni dar cuartel hasta incautarse de los cañones. 

Los batallones «2» y 5 de infantería, que eran el eje de aquel 
ejército, iniciaron el contraataque con tal brío, que rescataron 
las piezas; pero, careciendo de apoyo, disminuido su efectivo 
en más de una tercera parte, aislados en la desigual brega 
á muerte que sostenían, sucumbieron á la impetuosa carga 



(*) Según el testimonio del (general Espejo, se descomponían así las fuerzas que 
combatieron en La Ciudadela: 
De La Madrid: 

Escuadrón de artillería 130 plazas 

Batallón «2» de infantería 350 

1) 5 de » 420 

Regimiento 2 de caballería 320 » } 1950 plazas 

» Lanceros de Tucumán. 250 

n Milicias de Tucumán... 250 

División Catamarqueña 230 

De Quiroga: 

Regimiento 1° Auxiliares de los Andes.... 600 plazas] 
» 2° » » » » . .. 500 



1 

» 
Batallón Defensores de la Libertad 450 » 



,- . . r- , ,.v. , líJ^O plazas 

Escuadrón Escolta 120 » i ^ 



- 104 - 

de aquellas hordas que los exterminaron, sí, pero sin lograr 
que la bravia falanje retrocediera un paso. (*) 

Los cadáveres de la mayoría de los infantes, horriblemente 
masacrados, fueron la prueba fehaciente que en aquel duelo de 
la civilización contra la barbarie, habían sido los batallones «2» 
y 5 de infantería, los que llevaron sobre sí todo el peso del 
sacrificio. 

Los que no rindieron su vida en el campo de batalla, los 
que no sucumbieron en la lucha encarnizada, sin tregua ni cle- 
mencia, fueron luego ultimados á sangre fría, por aquel tigre 
de corazón de acero que rara vez daba cuartel ni asidero al 
perdón y de quién, con verdad incontrovertible, se ha podido 
decir: que caer en sus manos era caer al sepulcro! 

El general Espejo salvó del olvido el nombre de los jefes 
y oficiales del «2», que fueron fusilados, sacrificándolos al odio, 
á los rencores, á las pasiones malvadas del siniestro caudillo, 
que hasta en sus menores faltas encarnaba un crimen. 

De documentos de su archivo, copio la nómina de los már- 
tires: 

Teniente coronel, Lorenzo Merlo. (*) 

Capitán Andrés Galán. {•) 

Capitán Manuel Romero. 

Teniente 1° Gregorio Pila. 

Teniente 2° José Cordero. 

Teniente 2° Santiago Heredia. {*) 



(') Pura concurrir en auxilio de estas fuerzas que tan heroicamente rc*»isiían. 
procuró La Madrid reunir su caballería dispersa; pero, cuando vio que eran inú- 
tiles sus esfuerzos, que de su ejército sólo le quedaban restos insi|?nlficantes y 
aislados, abandonó el campo para refu^riarse en Salta y de ahí emigrar & Bolivia. 

k») Capitán de la 3* compaftía del «2», en Ituzaingó. 

O Subteniente de la 4** compañía en Ituzaingó. 

(*; Siendo Heredia sargento, fué tomado prisionero en la acción del Pilar. > 
mandado fusilar por el feroz fraile Aldao, junto con 37 compañeros. Le tocaron 
3 balazos (1 en la frente. 1 en el pómulo derecho y el tercero en la mandíbula iz- 
quierda). Los ejecutores de aquella bárbara sentencia se retiraron dejándolo por 
muerto; pero el padre Guevaní, que notó en aquella víctima síntomas de vida, lo 
recogió y con esmerados cuidados le hizo recobrar la salud. Cuando Heredia 
pudo abandonar el rancho en que su benefactor lo había ocultado, se incorporó 
á las fuerzas de Videla del Castillo después de la derrota del Chacón. 

A este mismo Heredia se le encomendó la vigilancia del fraile Aldao durante 
se le condujo preso desde Córdoba á Tucumán y á fe que aquel bandido debió 
viajar bien custodiado! 



- 105 - 

Teniente 2*^ Santiago Pedresa. 

Subteniente José Bustos. 

Subteniente Manuel Alvarez. 

Subteniente Pedro Salas. 

Subteniente José Vásquez y 

Subteniente Juan José Criado. 

Fué así cómo exterminó la turba desenfrenada y sedienta de 
crímenes y pillaje que rodeaba á Quiroga á los meritorios ven- 
cedores de Ituzaingó, San Roque, La Tablada y Oncativo; pero, 
en el lugar en que se desarrolló aquel episodio empapado en 
sangre generosa, aun resuena con eco misterioso la vibración 
del clarín de los bravos, tocando á gloria, pues por lo grande y 
noble de .su sacrificio, merece se eleve á las víctimas de la 
barbarie un altar en cada pecho, se desprenda un elogio de 
cada pluma y se mantenga inextinguible en cada hogar argen- 
tino la llama viva y radiante del recuerdo y la justicia pos- 
tuma ! ! 



3^. Época 



DE 1852 A 1904 



DEFENSA BE BUENOS AIBES 



Batallón Constitución — Causas de la revolución del Once de sep- 
tiembre — Bebelión de Iiagos — Organización del «2 de Infantería» 
— Beohazo de Bivero — lia defensa — Acción del 26 de diciembre — 
Salida del 1^ de enero — Auxilios de Urquiza — Jura de la ban- 
dera — Combate en el ^ueco de los Sauces — Segundo combate 
en el mismo — Acción distinguida — Combate del 2 de junio — La 
herida de Mitre — En la Chacarita de los Barbones — Media- 
ción — La paz — Proclama — Distinciones — Nómina de jefes y ofi- 
ciales. 

Teniendo por base los cuadros del Batallón Libertad (O el 
general Justo José de Urquiza formó en octubre de IR^l el 
Batallón Constitución. 

('; Este batallón, ó más propiamente clasificado, esta horda de degolladores, 
fué formado por el coronel Mariano Maza (a) Violótt. á principios del año 1836. 
sirviéndole de plantel dos compañías de infantería de marina. Reforzado por las 
levas que periódicamente hacía practicar el tirano y luego agregado á las fuer- 
zas que á órdenes de Pacheco y Oribe expedicionaron contra Lavalle y La Ma- 
drid, se encontró en las masacres de Quebracho Herrado, Rodeo del Medio y 
Arroyo Grande y luego de dejar jaloneado su tránsito con cabezas decapitadas 
y regueros de sangre, marchó á poner el sitio que dio á Montevideo el título de 
«Nueva Troya». Peleando á diario se mantuvo en el asedio hasta el 8 de octubre 
de 1851, día en que Oribe se vio forzado á capitular librando á los sitiados de las 
acechanzas de aquel tigre sediento de sangre de libres. Maza huyó cobardemente 
á Buenos Aires y el coronel Toledo fué nombrado jefe del cuerpo, que, como lo 
anticipo en el texto, tomó la denominación de Batallón Constitución. 

Esta unidad, que sirvió de plantel al «2 de Infantería de linea, según se verá, 
fué reorganizado por Urquiza en 1853 y ocho años después, por decreto de 9 de 
febrero de 1861, lo disolvió el presidente Derqul, pasando los jefes y oficiales á 
revistar bajo el titulo de «Cuadro del Batallón Constitución N° 2 de linea, anexo al 
estado mayor de la plaza». El armamento, instrumental y equipo fueron entrega- 
dos al jefe de la plaza de Corrientes, localidad que á la sazón guarnecía. 



- lio - 

Agregado al Ejército Grande Aliado, que se formó en el 
Diamante, marchó con la infantería á derrocar al tirano que, 
desde las alturas del poder, manejaba en las tinieblas el puñal 
de los aleves mazhorqueros, incitándolos á cometer los salva- 
jes, brutales, injustificados sacrificios que dieron características 
neronianas á aquel gobierno para el que era base el •crimen y 
ley el terror. 

Luego de pelear en Caseros asistió á la entrada de Urquiza 
á Buenos Aires. 

El vencedor, que más tarde evidenció el propósito de esta- 
blecer sobre las ruinas de la tiranía volteada, otra que preten- 
dió engalanar con los atavíos de la libertad, hirió, en su en- 
trada á la capital, los sentimientos de reivindicación que 
alimentaba el pueblo con la ostentación del cintillo punzó (') 
que simbolizaba de tiempo atrás el degüello y la matanza y, 
en breve, desmintió las proclamas en que había ofrecido ol- 
vido y perdón con el fusilamiento de prisioneros (*) y lanzán- 

{^) Urquiza se presentó vestido con uniforme de brigadier general, oculto por 
el tradicional poncho y cubierta la cabeza con sombrero alto y éste adornado 
con el «cintillo» Al enfrentar al «Coliseo»», (actual Banco de la Nación), desvió 
la cabeza para no saludar á los hombres del gobierno y miembros del cuerpo 
diplomático que lo esperaban para cumplimentarlo. Esta actitud hizo cesar los 
vítores y aplausos que le dispensaban, los que luego fueron prodigados á La Ma- 
drid, Mitre, César Díaz y otros jefes de talla. 

(■) «Un bando del general en jefe había condenado á muerte al regimiento del 
coronel Aquino y todos ios individuos de ese cuerpo que cayeron prisioneros fue- 
ron pasados por las armas. Se ejecutaban todos los días de A diez, de á veinte y 
de más hombres juntos. Los cuerpos de las víctimas quedaban insepultos, cuando no 
eran colgados en algunos de los árboles de la alameda que conduce á Pnlermu 
Las gentes del pueblo que venían al cuartel general se veían obligadas á cada 
paso á cerrar los ojos para evitar la contemplación de los cadáveres desnudos 
y sangrientos que por todos lados se ofrecían á sus miradas, y la impresión de 
horror que experimentaban á la vista de tan repugnante espectáculo, trocaba en 
tristes las halagüeñas esperanzas que el triunfo de las armas aliadas hacían na- 
cer. Se acercaban cautelosamente aun á las personas que les inspiraban más con- 
fianza para indagar la causa de aquella carnicería humana y sólo se tranquili- 
zaban cuando se les aseguraba que en ella no estaban comprendidos sino los 
autores y cómplices del asesinato de Aquino. Xo era ésta, sin embargo, la verdad. 
Morían otros que no habían pertenecido al regimiento rebelde, en la misma for- 
ma ejecutiva que aquéllos Hablaba una mañana con una persona que había 

venido de la ciudad á visitarme, cuando empezaron á sentirse muchas descargas 
sucesivas. La persona que me hablaba, sospechando la verdad del caso, me preguntó: 

«¿Qué fuego es ese?» 

«Debe ser ejercicio», respondí yo sencillamente, que tal me había parecido; pero 
otra persona que sobrevino en ese instante y que oyó mis últimas palabras: 

«iQué ejercicio ni que broma, dijo, si es que están fusilando gentel» («Memorias» 
del general César Díaz). 



- 111 - 

dose en la senda de los extravíos entorpeció la voluntad po- 
pular en el acto de la elección de sus representantes; distribu- 
yó entre vencedores, venados y neutrales los tesoros de Bue- 
nos Aires, extrayendo de sus cajas, en sólo ocho meses, cin- 
cuenta y cinco millones de pesos (*); prohijó el acuerdo de San 
Nicolás que le concedía un poder omnímodo, y consecuente con 
aquél derrocó al gobernador de Buenos Aires y disolvió la re- 
presentación provincial que lo había desconocido; impuso el 
destierro á algunos de sus miembros más conspicuos y nombró 
gobernador al Dr. Vicente López y Planes. (*) 

Producida la renuncia de éste, designó al general D. Miguel 
Galán para sucederle; pero el movimiento popular del Once de 
septiembre, á cuyo programa elevado contestó Urquiza que 
«sm Buenos Aires podía constituirse una república de trece pro- 
vincias, grande y poderosa*^ dio en tierra con su autoridad. 

Intertanto el Batallón Constitución permaneció fiel á la cau- 

(') En el número del 7 de julio de 1858 de «El Nacional», se publicó un artículo 
titulado «Las cuentas del Gran Capitán» en que se analizan detenidamente estas 
dádivas. He aquí una de las muestras que dio aquel diario: 

Al sreneral Flores, por no haber querido tomar parte en la puerra.. $ 100.000 
ídem ídem 1000 vacas y 500 yegruas. 

ídem ídem el grado de general. 

Al coronel Escalada, sin motivo conocido y con sorpresa suya » 100.000 

.^1 doctor López, siendo gobernador indicado por el general Urquiza.. » 200.000 
Al n Bernardo de Irlgoyen, para ir á entenderse con Benavídcz » 30.000 

Al « Elias Bedoya, por haber llegado á la sazón de Europa » 10.000 

A raíz de estos y otros datos el mi«ímo articulista cita alguno de los 
Hoftorarios de jefes vencidos en Caseros 

Al coronel Jerónimo Serrano $ 30.000 

Al » Eugenio Bustos » 25.000 

Al » Cayetano Laprida » 20.000 

Al » Ramón Bustos » 12.000 

Al » Hilario Lagos m 108.000 

Al » Cesáreo Domínguez » 10.000 

Al » Martiniano Charras » 8.000 

(2) «Viva la Confederación Argentina.— El Director Provisorio de la Confedera- 
« ción. Palermo de San Benito, Junio 23 de 1852, Al Jefe de Policía D. Miguel Az- 
n cuénaga. Considerando que en los momentos de crisis que han traído las sesiones 
" tumultuosas, provocadas por algunos agitadores de dentro y fuera de la Sala de 
M Representantes, el poder tiene el sagrado deber de restablecer la tranquilidad 
« pública por medidas enérgicas y limitadas al mismo tiempo á lo estrictamente ne- 
M cesarlo, el Director Provisorio de la Confederación Argentina ha resuelto que 
« U S. prenda á los individuos Doctor D. Dalraacio Vélez Sarsfield, D. Bartolomé 
tt Mitre, Doctor D. Irineo Pórtela. Doctor D. Pedro Ortiz Velez y D. Manuel del 
« Toro y Pareja y que embarcándolos inmediatamente á bordo del vapor de gue- 
« rra cMerced», se les deje la libertad de elegir el destino que mejor les pareciese* 
'-Justo José de Urquiaan. 



- 112 - 

sa de la capital y el coronel Toledo, que lo mandaba, huyó 
en la noche del once, seguido por algunos oficiales y tropa. . 
Esta última no tardó en reincorporarse á su cuerpo, que pasó 
completo del Campamento de San Benito de Palermo á for- 
mar parte de la guarnición de la ciudad, á las inmediatas ór- 
denes del coronel D. Juan Antonio Lezica, al que por decreto 
del 14 de septiembre se le había confiado el comando en 
propiedad, secundado por el sargento mayoT D. Emilio 
Mitre. (») 

La impotencia de Urquiza para dominar la revolución de 
septiembre, había inspirado confianza á los que se empeñaban 
en el afianzamiento del orden y con marcada liberalidad el go- 
bierno del doctor Alsina permitió que el coronel Hilario La- 
gos (que había sido separado temporariamente por informes 
que el general Pintos recibió acerca de sus maquinaciones 
contra las instituciones constituidas) se restituyera á la provin- 
cia, y por decreto de 4 de noviembre lo nombró comandante 
en jefe del departamento del Centro; cargo de que se valió para 
traicionar á su benefactor, tramando la sublevación que estalló 
el 1° de diciembre, en la Guardia de Lujan. (*) 

Mientras estos sucesos se desarrollaban, el gobernador Al- 
sina se empeñaba en regularizar la administración, sin des- 
atender la organización de las fuerzas del Estado, y en este 
concepto dispuso el 18 de noviembre, que, «en vista de haber 
« cumplido su tiempo de servicio los batallones de infantería 
« de línea del ejército de la provincia, los individuos de tropa 
« fueran licenciados sucesivamente á medida que se organizíi- 
« ran los batallones de nueva creación que debían reempla- 



;'^ En la «revista» de octubre, figura también como «agregado con fecha 4 de 
septiembre el mayor D. Ignacio Rivas». 

{*) Al retirarse de Buenos Aires para cumplir la orden del general Pinto, el 
coronel Lagos le manifestaba en nota de 25 de septiembre «que el que lo clasificase 
de conspirador, lo calumniaba y que estaba en su deber declararlo así por su 
honor». 

—Luego de ser nombrado comandante del departamento del Centro, manifestó 
en nota del 5 de noviembre su gratitud al gobierno por la importante comisión 
que se le confiaba, asegurando además, «que toda su vida había estado acostum- 
« brado ú. servir á su patria con incontrastable lealtad y honradez, siendo eso lo 
« mi\s importante que aun podía prometerle y cumplir». 



- 113 - 

« ;íarlos» C) y con motivo de esta resolución, se formó el «2 de 
Infantería» sobre la base del Batallón Constitución. (") 

Como á raíz de los sucesos del 1° de diciembre, Lagos mar- 
chó sobre Buenos Aires prometiendo «arrebatar el bastón de 
mando de manos del doctor Alsina», este noble ciudadano di- 
mitió para alejar todo pretexto á los revoltosos; acto de des- 
prendimiento y elevación de miras que fué interpretado como 
de manifiesta impotencia, y en tan craso error, dio el caudillo 
ensoberbecido principio á las hostilidades, enviando al coronel 
Matías Rivero^ el 7 de aquel mes, á apoderarse del Retiro; 
puesto de que fué enérgicamente rechazado por el ayudante 
Folgueras, teniente Berutti y otros oficiales del «1^ de Infan- 
tería». 

De ahí se corrió al cuartel que en las inmediaciones de las 
Monjas Catalinas, ocupaba el «2 de Infantería», á la sazón poco 
menos que en cuadro, intimándole á su jefe, coronel Lezica, 
que <Lse rindiera, puesto que el 1^ de Infantería ya lo había 
hecho, como igualmente otros puntos importantes de la ciu- 
dady^. (') 

La superchería de Rivero fué en breve descubierta y el co- 
ronel Lezica le ordenó se retirara en momentos que el coronel 
Bartolomé Mitre avanzaba con una pequeña columna de guar- 
dias nacionales para batirlo. Incorporada á ésta la fuerza del 



(') Decreto firmado por Alsina el 18 de noviembre de lífó2 y en sus dieciséis 
artículos se establecía la completa organización de estas fuerzas. Conceptúo sólo 
pertinente la transcripción de los Arts. 2*» y 3°: 

«2*» Para reemplazar il los batallones que deben licenciarse, se organizarán tres 
« batallones de nueva creación» que se denominarán: IS 2? y 3<» de Infantería de 
« línea, con el número de 623 plazas de tropa cada uno. 

«3° Nómbrase para el comando de los referidos batallones de nueva creación, 
« á los coroneles Mariano Echcnagucía, Juan Antonio Lezica y teniente coronel 
« Emilio Conesa». 

O Al «2 de Infantería» como á los demás del arma, se les dotó del siguiente 
uniforme: Una casaca azul de cuartel, y otra de parada con cuello, botas y vuel- 
tas punzóes: dos pantalones, uno blanco y otro azul; quepl azul con guarniciones 
amarillas y el número al frente: correajes blancos. 

(■) Mientras Lezica conferenciaba con Rivero logró con gran riesgo y disfra- 
zado penetrar al cuartel «2 de Infantería» el oficial del «1*»», D Alfredo Seguí, 
(muerto recientemente de coronel) ó informó á sus compañeros de armas de todo 
lo ocurrido en su cuerpo; antecedentes que sin duda alguna contribuyeron á ro- 
bustecer aun más la resistencia del coronel Lezica. 



- 114 - 

*J», siguieron en su persecución hasta el Retiro, donde le des- 
bandaron la fuerza después de un ligero escopeteo. (') 

Esta tentativa y el fracaso de las negociaciones que se en- 
tablaron» decidieron al gobierno á establecer vSus líneas de de- 
fen.sa, las que se tendieron desde la costa del río hasta la Con- 
cepción, guardadas por el batallón 2 de guardias nacionales (•); 
en esta plaza se acantonó el *2 de Infantería de línea» y á su 
derecha, cubriendo hasta la calle de Lorea, el batallón de te- 
nientes alcaldes que mandaba el teniente coronel Nicasio de 
Biedma. 

Desde Lorea hasta la plaza del Parque se acantonaron el 3® 
y el 4^ (') de guardias nacionales y posteriormente se les agregó 
la valiente Legión Extranjera que comandaba el coronel Sil- 
vino Olivieri: y de ésta al Retiro cubrieron la línea el 1° de 
guardias nacionales (*) y el batallón 1^ de infantería de línea. 
En el centro de la capital quedaron como fuerzas de reserva y 
listas para acudir á cualquier punto amagado el 3° de línea, 
un ligero cuerpo de artillería y el batallón de guardias naciona- 
les pasivos. 

No obstante la adopción de estas medidas, se tentó un adve- 
nimiento y su resultado negativo indujo al gobierno á dejar que 
las armas derimieran la contienda. En consecuencia se empe- 
ñaron con mayor violencia las guerrillas diarias al frente de la 
línea y el 2o de diciembre el general Pacheco dispuso un re- 
conocimiento que al propio tiempo ser\^iría para alejar las gran- 
des masas de tropa que el enemigo aglomeraba por las inme- 
diaciones de Barracas. Con ese determinado objeto marchó el 
general Hornos con una fuerza de caballería por la izquierda; 
el coronel Lezica al frente del «2 de Infantería» por la derecha 
y ocupando el centro los batallones de Echenagucía, Teje- 
rina y Bustillos. 

Estas fuerzas limpiaron de rebeldes las alturas de la Conva- 



(') Rivcro en su derrota recibió una herida y perdió el caballo que montaba. 

(8) Al mando del entonces coronel D. José María Bustillos. 
• (») Al mando del comandante Victorino Aguilar y coronel Domingo Sosa rcH- 
pectlvamente. 

(*) Era su comandante el doctor Pastor Obligado después gobernador de Bue- 
nos .Aires. 



- lio - 

lecencia y todo el largo de la calle de Barracas hasta arrojarlos 
al otro lado del puente, que atravesaron con intrepidez, arre- 
batándoles un depósito de pertrechos que allí existía. (*) 

Numerosos heridos del enemigo quedaron en el campo y el 
gobierno de Buenos x\ires, condolido de su suerte, ofreció á 
Lagos, por intermedio del cónsul español, señor Zambrano, re- 
cogerlos y curarlos; pero tan generosa proposición fué des- 
echada. 

Con otra salida el ministro de la guerra inauguró el año 53, 
puesto que el P de enero realizó un nuevo paseo triunfal hasta 
el mismo puente de Barracas con las fuerzas con que lo había 
ejecutado seis días antes é idénticos resultados, ya que logró 
incautarse también de armamentos del enemigo. 

La inutilidad de los esfuerzos de Lagos sobre la capital y el 
resultado siempre adverso de los combates que provocaba, in- 
dujeron á Urquiza á auxiliarlo, enviándole un fuerte contingente 
de pardos y morenos que á las órdenes de los coroneles Rami- 
ro y Costa se midieron con las fuerzas que el 21 de enero sa- 
lieron de la plaza, apoyadas por el «2 de Infantería», y llegaron 
hasta el Bajo de Palacios, á inmediaciones de San José de 
Flores. 

Entretenido en guerrillas sin importancia permaneció el «2 
Infantería» los días subsiguientes, sin que ocurriera otra nove- 
dad en sus filas que el cambio de jefe que se efectuó el 23 de 
febrero por haberse concedido la baja absoluta del ejército al 
coronel Lezica, siendo nombrado en su reemplazo el teniente 
coronel D. Emilio Mitre, y, posteriormente, el 13 de marzo, se 
designó 2° jefe al mayor D. Ángel Basso. 

El mismo día se juró la bandera del cuerpo (■) y en aquella 



0) «Las tropas de línea, dice el parte de la acción, bajo las órdenes de sus res- 
pectivos jefes han acreditado su agilidad, su valor y disciplina que las han hecho 
siempre tan recomendables y acreedoras por ello á las consideraciones del go- 
bierno. Los guardias nacionales, cuya abnegación y patriotismo llega hasta lo 
heroico, se hacen cada día más acreedores á la estimación de sus compatriotas y 
A la admiración del gobierno y del general, por su valentía y por el orden com- 
pleto que han observado especialmente en el peligro.> 

(*) En los siguientes términos relata el conocido cronista del sitio, seftor José 
Luis Bustamante, aquel acto: 

«£1 13 tuvo lugar en la iglesia de la Concepción la bendición de la bandera del 
«Batallón 2 de línea», mandado por el teniente coronel D. Emilio Mitre. El gene- 



116 - 

solemnidad el comandante Kmilio Mitre pronunció una vibrante 
arenj^a en la que hizo resaltar que «antes de recibir la bendición 
« del cielo, la bandera había sufrido el bautismo del humo de los 

* combates; antes de ser humedecida por el agua bendita, ella 

< había sido salpicada con la sangre de los soldados del cuer- 
« po y que por haber probado que eran capaces de sostenerla 

< el gobierno la colocaba en sus manos bajo los auspicios del 

* dios de las batallas.» 

Como la situación se hacía cada día más grave, pues ya Ur- 
quiza había arrojado la máscara de imparcialidad para ocupar 
militarmente á San Nicolás y allí prepararse á seguir sobre 
Buenos Aires, (') el gobierno dispuso el reforzamiento de las 
trincheras y las que ocupaba el «2» fueron inmediatamente com- 
pletadas y puestas en condiciones de resistir cualquier ataque (*) 
que era diariamente esperado á pesar de los simulados trabajos 
por la paz que hacían los sitiadores. 

Las negociaciones sólo ocasionaron una breve suspensión de 
armas, y las hostilidades se reanudaron con mayor vigor el 14 
de abril y el 18 al practicar tres ligeros cuerpo de caballería 



ral Hornos era el padrino. A las 10 de la mañana el gobernador de la provincia 
««e trasladó A aquel punto A presidir la ceremonia. El general en jefe del efército, 
con su estado mayor, se hallaba también allí, l^n numeroso concurso reunido en 
el templo daba gran realce A la ceremonia. En la calle formaba una compañía 
del batallón que debia recibir la bandera y la música del 1** de línea tocaba allí 
análogas piezas. El «Batallón L'» formaba en la plaza de la Concepción. Ter- 
minada en el templo la ceremonia, el gobernador de la provincia, acompañado 
del general en jefe del ejército, del general Hornos y de numerosos jefes, oficiales 
y ciudadanos, se trasladó A la plaza, haciendo colocar la bandera en el centro del 
batallón; dirigiéndole las palabras de ordenanza en que se recuerdan los deberes 
que se contraen al jurarla. El batallón respondió con una descarga gcneial en 
señal de que aceptaba esos compromisos. El batallón dobló sus filas y el padrino 
de la bandera le dirigió algunas palabras oportunas y llenas de entusiasmo, con 
vivas al gobierno y A la representación de la provincia Acto continuo el jefe del 
cuerpo lo proclamó dirigiéndole bellas y elocuentes frases llenas de buen sentido 
y patriotismo. Una reunión numerosa tuvo lugar en aquel mismo día en el alo* 
jamiento del batallón, con el objeto de festejar el acloque acababa de tener lugar. 
En ella se manifestaron A porfía los nebíes y generosos sentimientos que anima- 
ban A todos por el triunfo de la causa de la capital.» 

(') Llegó al campamento de Lagos el 27 de marzo y fué hecho reconocer por 
éste en su proclama como «(íeneral en jefe de los ejérictos de la ".ConfederEción» 
y disponía se le considerara como tal entre los sitiadores. 

('i Hsios trabajos, como los do toda la línea, los dirigió el tcnicnlc coronel de 
ingenieros Camilo Hulcil 



117 - 

á órdenes del coronel Hornos, (*) una descubierta al frente de 
sus posiciones se vieron comprometidos en un desigual com- 
bate en el Hueco de los Sauces con fuerzas sumamente supe- 
riores. Se ordenó entonces al «2» que marchara en su protec- 
ción y cargando con denuedo á la bayoneta desalojó á los si- 
tiadores de las ventajosas posiciones que habían tomado. A pe- 
sar del rudo ataque que llevó, y de haber perseguido al enemigo 
causándole pérdidas considerables de vidas y arrebatándole 
armamento, sólo tuvo 4 bajas en esta acción. 

Como se ha visto, además de las guerrillas parciales que 
diariamente libraban las descubiertas, hacían las fuerzas de la 
plaza continuas salidas y entre éstas descolló la realizada el 
13 de mayo porque se convirtió en un ataque general llevado 
á las avanzadas del enemigo. Por la parte del sur se le distrajo 
momentáneamente con un falso avance y retirada, que aquél 
atribuyó á derrota, mientras el coronel Olivieri con su «Legión 
valiente» lo cargaba por el centro, consiguiendo mantenerlo en- 
tretenido hasta que las fuerzas de la izquierda, en un segundo 
ataque, arrollaron las partidas tendidas á lo largo de la calle San- 
ta Lucía (•) y luego contramarcharon hacia la esquina de Pé- 
rez (') para reunirse al batallón 3 de línea y á las guerrillas de 
los mayores Muzlera y Galván, á fin de desalojar de aquellas 
posiciones á los rebeldes, lo que consiguieron acuchillándolos 
con encarnizamiento hasta las inmediaciones de la Convalecencia. 

En ese intervalo la Legión de Cazadores Escuchas, man- 
dada por el teniente coronel D. Nicasio de Biedma, cargaba al 
adversario por la calle de Salta á objeto de mantener las co- 
municaciones de estas fuerzas con la columna que operaba por 
la derecha con la intención de tomarlo por la retaguardia y 
batir las avanzadas que ocupaban en el Hueco de los Sauces, i*) 

Con esta última columna marchaba el «2 de línea». 

Las diversas faces de aquella diversión han sido así relatadas 
en la crónica del sitio que debemos al historiador Bustaman- 



• 'i Las gruerrillas de caballería que mandaban respectivamente los mayores 
Galván. Pérez y Muzlera. 
1*1 Hoy Avenida Montes de Oca. 
(•'•) Calle de Buen Orden esquina Caseros. 
<*) Plaza '2^ de Noviembre. 



~ 118 ~ 

te C): «El teniente coronel D. Emilio Mitre, encargado del man- 
do de la extrema, compuesta por el «Batallón 2 de línea» y la 
guerrilla N° o al mando del mayor D. Camilo Rodríguez, recibió 
del jefe de estado mayor coronel D. Bartolomé Mitre, por única 
orden la de avanzar con decisión, tomar al enemigo por el 
flanco y cargarlo con fe, en la confianza que sería apoyado 
eficazmente por las demás fuerzas, cuya incorporación debía 
buscar corriéndose por el flanco izquierdo, después de haber 
conseguido su objeto. El teniente coronel Mitre y el mayor 
Rodríguez marcharon al ataque, dice el parte de esa jomada, 
con la inconstrastable fe del triunfo que animaba á los defen- 
sores de la capital, poniendo al enemigo en completa derrota 
en el Hueco de los Sauces, tomándole su artillería, parte de 
su armamento, caballos ensillados, prisioneros y matándole á 
lanza y bayoneta como treinta hombres de las tres armas». 

«Los partes del teniente coronel Mitre y mayor Rodríguez 
sobre este tercer ataque de aquel día, demuestran nuevamente 
la superioridad de las fuerzas que defendían la capital y el 
extraordinario valor de sus jefes y oficiales. Esa columna mar- 
chó por la calle de Europa llevando á vanguardia la fuerza de 
caballería, la que tenía la orden de cargar al enemigo en sus 
posiciones cuando se lo indicara el toque de cometa. Luego 
que la caballería llegó á los fondos de la calle que atraviesa la 
quinta Rivadavia, (•) en dirección al Hueco de los Sauces, se 
mandó tocar á la carga, la que el mayor Rodríguez efectuó á 
la cabeza de su escuadrón con un denuedo y arrojo dignos de 
todo elogio, sostenido por el batallón del teniente coronel Mi- 
tre que marchaba á paso de trote sin que lo contuviera el vivo 
fuego de fusil y la metralla de una pieza de artillería que los 
enemigos tenían situada en aquel punto, esperándolos á pie 
firme y haciendo fuego á boca de jarro. 

«El mayor Rodríguez dio en ese día asombrosa prueba de 
valor, arrojándose personalmente con unos pocos de sus solda- 
dos sobre el cañón enemigo cuando acababa de disparar el 



0) cEnsayo histórico de la Defensa de Buenos Aires oontra la rebelión del ex- 
corone D. Hilario Lapos» 1*^ Edición, publicada en I8c>4. 
(*) Calle San José. La quinta abarcaba desde Santiago del Estero hasta Lorea. 



- 119 - 

último tiro, dejando tendidos á lanzasos á los artilleros que 
defendían la pieza, la cual quedó en su poder con la dotación 
y algunos paquetes de fusil á bala que se hallaron en el armón. 
«En esa jomada se distinguieron por su bravura los soldados 
del *2P Batallón» que cargaron á la par de la caballería: Fran- 
cisco Ibáñez, Juan Antonio Vera, José María Saveri y Barto- 
lomé Arballos, los cuales llegaron al cañón enemigo al mismo 
tiempo que la caballería. (^) 

El «Batallón 2 de línea» perdió en ese ataque al teniente 2P 
agregado á la plana mayor D. Serafín Sánchez, herido por una 
bala de metralla en la cabeza en el momento de desembocar 
al Hueco de los Sauces al frente de una guerrilla de la primera 
compañía, y dos soldados heridos. Los resultados generales 
de aquel día fueron de gran importancia para la plaza. Los 
enemigos perdieron como cincuenta hombres, tuvieron una 
porción considerable de heridos, perdieron una pieza de arti- 
llería de bronce de á cuatro bien dotada con treinta y un car- 
tuchos á bala y metralla, trescientos tiros de tercerola á bala, 
dieciocho caballos ensillados, seis monturas, ocho fusiles, cinco 
sables, tres tercerolas y algunas prendas de vestuario. Las 
fuerzas de la plaza tuvieron muerto al oficial Sánchez, que ya 
hemos mencionado del «2 de línea», un jefe, 3 oficiales y 16 
individuos de tropa heridos de los cuales pertenecían once á la 
división de caballería, tres á la Legión Extranjera y dos al «Ba- 
tallón 2 de línea». 

Conocidos los resultados de la acción, el gobierno recomendó 
oficialmente la bizarra comportación del comandante Mitre, así 
como la de los demás jefes que concurrieron á asegurar el 
triunfo. 



(') El arrojo de estos cuatro soldados fué premiado en forma, pues por resolu- 
ción gubernativa se mandó abonarles un mes de sueldo sin carg:o y se ordenó que 
en la revista de comisario se escribiese por una vez en seguida del nombre de 
cada uno la siguiente nota: 

uSe distinguió v/i el combate del 13 del corriente» 
palabras que debía repetir el capitán comandante de la compañía, cuando el 
soldado premiado pasase por delante del comisario. Además, dispuso también el 
gobierno que esos cuatro valientes quedasen exceptuados de todo servicio de 
fagina y se les ^recomendara á ¡a consideración de stis jefes y d la estimación 
de sus compaileros de armay>. 



- 120 - 

Trece días después los leales de Buenos Aires rememoraban 
con notorio entusiasmo y sin prevenciones el aniversario de 
Mayo, pues de acuerdo mutuo con los sitiadores se habfa re- 
suelto suspender durante ese día toda función de guerra; no 
obstante el compromiso, Lagos aprovechó las sombras de la 
noche para hacer volar con algunos barriles de pólvora la casa 
de C Luciano, en la que acostumbraban á apostarse «escu- 
chas» de la plaza, y la de Cayetano Molina {') que se hallaba 
á tres cuadras fuera de las trincheras. Sin otra novedad y con- 
memorado con patrióticas expansiones habfa transcurrido el 
25 de mayo de 1853 (*) para al día siguiente reanudar con ma- 
yor encarnizamiento la brega. 

En la noche del 31 los enemigos dieron principio á la cons- 
trucción de una trinchera en los potreros de Langdon, y al des- 
cubrir el general Paz en la mañana del P de junio la obra, 
lo observó á su jefe de estado mayor; (') quien al día siguiente 



(I) Molina era soldado del «2 de Infantería». 

í») Más se destacaban entre los adornos los que vestían la Pirámide de la plaza 
Victoria, formados en sus cuatro frentes por hermosos cuadros alegóricos. El pri- 
mero representaba la «Esperanza» con la leyenda: «La esperanza, columna del va- 
liente» y en el escudo- «11 de abril de 1852». El segundo, la «Justicia» con la ins- 
cripción: «La justicia nos alienta» y en el escudo: «1° de Julio de 1816». El tercero 
representaba la «Fuerza», y al pie «La anarquía al fin"perece» y en el escudo: «11 
de septiembre de 1852» El cuarto floraba la «Libertad» con la leyenda: «La li- 
bertad siempre renacen y en el escudo, «25 de Mayo de 1810». También los trans- 
parentes de la baranda tenían en sus frentes las inscripciones- «El pueblo triun- 
fante por la Ley», «La República independiente», «La América libre», «El pueblo 
triunfante por la fuerza». El «2» formando con el I, 3 y 4 de línea y el batallón 
Viírilantes de Policía, concurrieron á la parada. Mandaba la línea el cyronel 
D, Gregorio A. de La Madrid. 

O El día 1^ de junio se hallaban en la casa del inglés Britain, el general Paz, 
el coronel Mitre y varios jefes y oficiales del estado mayor. Desde la barranca 
se dominaba perfectamente el campo enemigo del lado de la Convalecencia, y 
era con el fin de inspeccionarlo que Paz y Mitre se hallaban en aquel lugar. 
Puestos en la altura, notaron que los sitiadores trabajaban una trinchera ya ade- 
lantada. 

— ¿Qué es aquello?— preguntó el general Paz señalando el objeto. 

El coronel Mitre tomó el anteojo y observó bien. 

—Parece que es una trinchera, -dijo. 

—Me extrafia mucho que el señor coronel y jefe de estado mayor no sepa con 
certeza lo que hace el enemigo.- agregó Paz. 

—El enemigo ha trabajado durante la noche, hora en que no es posible obser- 
var su campo, señor ministro.— respondió fríamente Mitre y agregó:— Mañana in- 
formaré á U. S en mi parte circunstanciadamente qué es lo que el enemigo hace 
y ha hecho. 

Descendieron todos de la barranca y se dirigieron á sus respectivos despachos, 



- 121 - 

inició el reconocimiento de la posición por las inmediaciones 
de la quinta de Balcarce con una columna formada por el «2 de 
Infantería», el escuadrón de caballería que mandaba el coman- 
dante Rodríguez y las guerrillas de Henestrosa y Muzlera. 

Estas fuerzas se dividieron en dos columnas á fin de atacar al 
enemigo por el frente y la izquierda y, mientras el «2» se dete- 
nía á esperar el momento oportuno de empezar la acción al pie 
de la barranca de Balcarce, el coronel Bartolomé Mitre se ade- 
lantó con la caballería, manteniendo fuertes guerrillas en el 
mismo terreno que al enemigo conquistaba; forma en que llegó 
á solo doscientos pasos de la improvisada trinchera, donde cayó 
« derribado de un balazo del mismo caballo que había montado 
« en la plaza de la Victoria el 7 de diciembre» (') expresando 



el ministro y el Jefe de estado mayor. 

Mitre trazó enseg:ulda el plan de operaciones para el reconocimiento del 2 y A 
las 12 de la noche fué llamado por el ministro. Tan luego como se presentó, éste 
le dijo con sequedad- 

— Y, ,;qué piensa hacer? 

—Lo que debo hacer ya estA hecho; mañana pasaré el parle correspondiente, 
como ya tuve el honor de decirlo hoy al seftor ministro. 

—Hay que practicar un reconocimiento, dijo Paz. 

—Está hecho. 

— Ud. debe darse cuenta de las responsabilidades que pesan sobre un jeje de 
estado mayor. 

—Sé apreciarlas, seflor ministro; mañana veril U. S. si he cumplido con mi 
deber. 

No continuó el ministro; nada tenía que decir. Al rigor de la ordenanza militar 
estaba por segunda vez derrotada su vanidad. Habría sabido lo que deseaba co- 
nocer si lo hubiera preguntado directamente; pero no lo hizo por amor propio y • 
Mitre con razón, reservó su espontaneidad. Una serla despedida puso término A 
la conferencia (Extractado de la «Herida de Mitre», por el doctor Manuel F. 
Mantilla). 

(») Carta de Mitre al doctor Juan Carlos Gómez. 

A propósito de este hecho, dice el historiador Dr. Mantilla en su artículo ya ci 
tado: 

«Estaba á caballo, próximo A un arbolito. con sus ayudantes A retaguardia; 
llevaba pantalón y casaca militar de paño negro, chaleco blanco y quepi« El 
grupo era un buen blanco para los rifleros y sobre él tiraban. Con la tranquili- 
dad de quien mira una parada, veía Mitre las descargas y oía pasar las balas, 
expuesto como el que más á morir de un instante á otro. Sólo lo fastidiaba y 
preocupaba la tardanza de Arenas. Su serenidad se comunicaba al grupo de que 
era cabeza y el todo presentaba un admirable cuadro de valor frío. 

De pronto vieron los ayudantes que el coronel Mitre se encorvó sobre el cuello 
del caballo y luego se desmontó tranquilamente cubierto de sangre: su chaleco 
blanco parecía de paño rojo. 

«Estoy herido y quiero morir como el romano!, -fué la respuesta que dio á las 
preguntas de sus ayudantes que lo rodearon inmediatamente. -Vea qué tengo,— dijo 



- 122 - 

con serenidad admirable su designio: ¡Quiero morir de pie! (') 
Antes de ser conducido hasta el cuartel del «2 de Infantería», 
en el que recibió la primera cura, hizo adelantar al comandante 
Emilio Mitre, encargándolo del mando de las fuerzas comba- 
tientes. 

Inmediatamente el «2» cargó á la bayoneta; pero, como el 
enemigo había reforzado considerablemente su línea, se sucedió 
un desventajoso combate que fué sostenido con inaudito tesón 
por ambas partes. «En estas circunstancias, el comandante ge- 
neral de armas, que presenciaba los sucesos, ordenó la retirada 
de la caballería y al «Batallón 2 de línea» tomar posiciones 
para sostener esa operación. La caballería en su retirada dio 
algunas cargas á las guerrillas enemigas que imprudentemente 
se aproximaban hasta que el «Batallón 2 de línea» ocupó la 
retaguardia y contuvo decididamente á los enemigos con sus 
fuegos, en cuya operación tuvo un muerto y dos heridos. (*) 

Llenado el objeto del reconocimiento, las fuerzas se retiraron 
á sus respectivos acantonamientos y dieciocho días después 
hicieron una nueva salida general á la que contribuyó el «Ba- 
tallón 2» ocupando la batería de Acosta en el Hueco de Ca- 
rrasco, (•) la que era mandada por el coronel Nazar. En esta 
acción el enemigo fué nuevamente arrollado y obligado á gua- 
recerse bajo los fuegos de sus baterías. (*) 



*á Ezcurra, sacándose el quepl. Ezcurra halló una herida de bala en la pane su- 
perior de las dos protuberancias frontales; lo examinó, como podía hacerlo un 
profano y contestó: «Es nada!»— «Sin cmbartro, la sensación que experimento es 
como si tuviera adentro el proyectil,— observó severamente Mitre». 

(^) Tal es la frase positivamente histórica que pronunció el general Mitre. La 
tradición le ha agreírado luego: «como un romano», ampliación que el mismo ac- 
tor ha descalificado bajo su firma. 

Paz, el hombre áspero c incisivo, el austero general, hizo cumplida justicia al 
mérito de Mitre al exclamar, cuando el capitán Carreras lo notició del suceso* 
«Hubiera preferido perder la mitad del ejército antes que al coronel Mitre.» 

(») Relato del historiador José Luis Bustamante. 

{*) A inmediaciones de la actual plaza de la Libertad. 

(*) Fué en este día que la causal de Urqulza recibió un golpe de muerte con 
el reconocimiento que hizo la escuadra bloqueadora de la autoridad del gobierno 
de Buenos Aires, uniéndose á las fuerzas navales que éste sostenía. La defección 
del coronel Coe fué largamente remunerada, pues coincidió con la resolución de 
la Cámara de Representantes do autorizar á la Casa de Moneda para emitir 
veinticinco millones de pesos que se invertirían en gastos reservados de la 
guerra. Coe puso á disposición del gt)bierno h»s buques: s.Hn¡gma>í, «Constitución». 



- 123 - 

Los sucesos favorables á la causa de Buenos Aires se preci- 
pitaban haciendo vislumbrar la rápida conclusión de la guerra, 
pues, á la defección de Coe se sucedió la invasión del general 
Flores por el norte y de acuerdo con ésta, como asimismo 
conocer el estado de las fuerzas del adversario y llamar su 
atención para impedir que distrajera algunas destinadas á con- 
tener las operaciones que se iniciaban por el Baradero, se 
efectuó el 11 de julio una salida en que actuaron, por la dere- 
cha el 1 de línea, el Batallón Buenos Aires, la Legión Co- 
rrentina y la guerrilla de caballería que mandaba el comandante 
Villar avanzando hasta el Hueco de los Olivos; mientras que 
las legiones «Valiente» y «Española», con las fuerzas de caba- 
llería que mandaban respectivamente el comandante Esteban 
García y el capitán Castillo adelantaron hasta el Hueco de la 
Yegua O cargando al enemigo. 

Al mismo tiempo salían de la plaza Concepción el «Batallón 
2 de línea», el de guardia nacionales de policía y un escuadrón 
de caballería para cargar por el Hueco de los Sauces la derecha 
del enemigo, haciéndolo con tanto empuje que á punta de ba- 
yoneta y filo de sable lo arrojaron maltrecho más allá de los 
fondos de la Chacarita de los Barbones. (•) 

Del enemigo quedaron sobre el campo cien muertos. Sólo 
ocho muertos y veintitrés heridos costó á los sitiados esta 
salida. (■) 

«Los cuerpos del ejército de la capital, dice un testigo presen- 
cial, que operaron en aquel último día de combates y de triunfos 
sobre los rebeldes, se condujeron bizarramente, dejando estable- 



«Merced», «Correo». «Maipú» y «11 de Septiembre». Este suceso indujo á Lagfos 
á hacer volar en la noche del 1<^ de julio la hermosa casaquinta del general Juan 
Ramón Balcarce. por hallarse emparentado con Coe. 

(») Belgrrano á la altura de Entre Ríos. 

(*) Terrenos ocupados por el Arsenal Principal de Guerra. 

í*) En este combate fué herido de muerte el capitán Adolfo Folgueras, del 1° 
de linea. Este oficial empezó la defensa rechazando con varonil entereza la inti- 
mación de Rivero el 7 de diciembre y cayó como bueno en el último combate. Su 
cuerpo se conserva en el panteón de San Francisco, completamente «momificado» 
y su hallazg^o dio lugar á una interesante controversia histórica en el diario «El 
Nacional», hasta que el historiador seftor José Juan Biedma evidenció á quien 
pertenecía, destruyendo afirmaciones de otros que aseveraban ser el cadáver de 
alguno de los personajes que descollaron en la época del coloniaje, ó el del general 
chileno Makenna, muerto en duelo. 



124 

cida de nuevo la reputación de bravos, conquistada desde el 7 
de diciembre y mantenida sin interrupción los ocho meses que 
duró el asedio». 

Arrollados diariamente los rebeldes frente á la capital y ama- 
gados por el norte «se echaron en brazos» de los ministros 
de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, y luego de breves 
tramitaciones se ajustó la paz, que fué sellada por la proclama 
tan noble como concisa que el gobierno lanzó: 

«Compatriotas: El gobierno, después del grandioso triunfo que 
ha obtenido la causa de las leyes, y lamentando la sangre de 
hermanos que ha empapado nuestra tierra, sólo quiere la paz 
entre todos y el olvido de todo lo pasado. Tan generoso^ como 
ha sido fuerte en la defensa de las leyes, os ofrece hoy un 
olvido completo de todo lo pasado desde el 1° de diciembre 
hasta esta fecha, y solo desea para que convalezca el país de 
todas las desgracias que ha sufrido, os entreguéis á vuestros 
trabajos, bajo el amparo de las leyes y la decidida protección 
que os ofrece el gobierno.- Buenos Aires, julio 14 de 1853.— 
Lorenzo Torres.— Francisco délas Carreras— José María Paz^ 

Luego, procurando evidenciar el mérito contraído por las 
unidades de línea y guardia nacional que actuaron en la defensa, 
decretó que usaran en sus banderas el lema: «Combatió con 
gloria en defensa de Buenos Aires.— Años 1852 y 1853», (') y 
tres días después, á los que aun carecían de la enseña color 
de cielo, les fueron entregadas en la plaza de la Victoria y 
en presencia de un pueblo entusiasta que se mostraba tan grande 
en la paz como heroico había sido en la guerra. 

(*) «Considerando el gobierno el mérito especial que han contraído los cuerpos 
« que formaron el ejército de la capital en la gloriosa lucha que han sostenido 
« por espacio de más de siete meses defendiendo á costa de su sangre las institu- 
< clones de la provincia: y queriendo darles una muestra de estimación que mere- 
« cen sus grandes servicios y de la gratitud á que se han hecho acreedores, ha 
« acordado y decreta: 

«1° Los batallones desde la fecha de este decreto llevarán en sus banderas la 
« siguiente inscripción en letras de oro orleadas de laureles «fCombaiió con gloria 
« en defensa de Buenos Aires. -Años 1852 y 1K^8». 

«2** Los estandarte» de artillería y caballería que se hallen en idéntico caso 
* están incluidos en esta resolución y tienen el mismo derecho. 

<';!** Este decreto, que se remitirá á cada uno de los cuerpos por medio de un 

edecán del gobierno, será acompañado de una nota que deberá el cuerpo depo- 
« sitar en el archivo y conservarla como un recuerdo de inmarcesible gloria». - 
( Decreto firmado por v\ ;robern;ulor Obligado, el 27 de julio). 



- l'J5 - 

A dar realce á aquella ceremonia concurrieron los cuerpos 
de línea y en ella se destacó la marcialidad que al «2» supieron 
inculcar los bizarros veteranos que lo habían conducido diaria- 
mente á la victoria y cuyos nombres cito á continuación como 
un recuerdo justiciero: 

Jefe: Teniente coronel D. Emilio Mitre (*) 

2^ Jefe: Sargento mayor 1). Ángel Basso. 

Capitanes: D. Juan Bautista Charlone, D. Juan José Pérez, 
D. Manuel Fació y D. Benjamín Villegas. 

Ayudantes mayores: D. Pascual Espíndola y D. Pedro C. Díaz. 

Tenientes 1^^\ ü. Francisco Salomón, D. Ezequiel Tarragona, 
D. José M. Burgos, D. Manuel Salvadores y D. Domingo Casalla. 

Tenientes 2os: D. Custodio Alvarez Sosa, D. Manuel Navarro, 
D. Segundo Rossi y D. José M. Arredondo. 

Subtenientes: D. Francisco Florini, D. Juan Salvadores y D. 
Julio Honfend. 



O «Ya era mayor y uno délos vencedores de Caseros para pasar poco después 
« como se^ndo jefe del batallón que formó el coronel Lezica. dejando la vacanic 
« con el retiro de este jefe para el comandante Mitre, quien desde entonces demostró 
« las dotes de gran soldado, llc^atulo á hacer de su nBatallótt 2 de linean ¡a 
« cacuelo militar de aquella épocas. (Discurso del teniente jreneral Luis M. Campos). 



INVASIÓN DE LAGOS 



El «2 de Infantería» en campaña — Observando á los rebeldes — Marcha 
al Pergamino — Ija invasión — Ferseoución — Combate del Tala — 
Fuersas que actuaron — Dispersión de los Blandengues — Avance 
decisivo — Aniquilamiento del enemigó— Jefes y oficiales del «2» 
— Besultados fructíferos. 

Momentáneamente pacificado el Estado, permaneció el «2 de 
Infantería» prestando servicio de guarnición hasta el 3 de agosto 
de 1854; fecha en que el gobierno dispuso que marchara á situarse 
en Villa Mercedes, en observación de los movimientos sospe- 
chosos de los partidarios del coronel Lagos, que amenazaba con 
una nueva invasión, no obstante la fe jurada y sus promesas 
anteriores. 

El general Hornos, que había sido nombrado comandante en 
jefe de las fuerzas que operarían contra los rebeldes, ordenó 
al comandante Mitre que se trasladara con su cuerpo á San 
Pedro, en razón de que en las islas vecinas se habían hecho 
sentir grupos de facciosos que amenazaban la población (*). Allí 
permaneció hasta el 4 de octubre en completa inactividad, puesto 
que el enemigo, ante la aproximación del «2», no dio señal alguna 
de vida. 



(') Ya en esta fecha (25 de agosto) el 2^ jefe del «2». mayor D. Ángel Basso, 
había solicitado su separación y el 24 de septiembre se le acordO, reemplazándolo 
el de igual graduación, después general, D. Ignacio Rivas. 



- 128 - 

A las 12 de aquel día, cumpliendo una orden urgentísima que 
recibió del general Hornos, se movió en dirección al Pergamino, 
llegando á esta localidad veinticuatro horas después. 

Los avisos que daban como inmediata la invasión, resultaron 
anticipados, pues recién al mes de espera ésta se produjo. A 
su respecto, y acerca del combate del Tala, dice en su ^auto- 
biografía*^ con autoridad indiscutible, el meritorio veterano que 
en aquellos sucesos comandaba al *2 de Infantería»: ' 

«El general tuvo noticia de la invasión después de media 
noche, y al otro día, al salir el sol, emprendimos la marcha en 
busca del enemigo, que se dirigía rápidamente al interior de 
la provincia. En la tarde de ese día tomamos el rastro y con- 
tinuando la marcha, durante la noche, siguiéndole siempre, 
encontramos al enemigo por la mañana en el Tala, donde 
tuvo lugar el encuentro en que Lagos fué completamente de- 
rrotado. (*) 

Describiré rápidamente ese combate que, aunque dado por 
pequeñas fuerzas, se puede asegurar que tuvo resultados tan 
completos como los de una batalla. (*) 

Nuestras fuerzas se componían de mi batallón «2 de Infante- 
ría» de 220 hombres, con dos piezas de artillería, mandadas por 
el capitán Insiarte; de un escuadrón de dragones á las órdenes 
del comandante Susviela; de 80 hombres del regimiento Blan- 
dengues de caballería á las órdenes del comandante Molinas; 
de unos 60 á 80 milicianos de caballería de Arrecifes á las ór- 
denes del capitán Bevy y de otros tantos del Pergamino á las 
del capitán Tierso, y no recuerdo si algún piquete más al mando 
en jefe del coronel Gorordo. 

Lagos traía un regimiento de caballería de línea de más de 
doscientos hombres y otros tantos de partidarios bien organi- 
zados y armados. 

Sintiendo ya cerca al enemigo, sosteníamos una marcha rá- 



(!) 8 de noviembre de 1854. 

(>; Sus resultados fueron realmente sorprendentes á pesar de su insignificancia 
como acción de ífuerra puesto que impuso A los fomentadores del desorden polí- 
tico y social evidenciándoles el poder incontrarrestable de las armas de Buenos 
Aires y asejruró por algún tiempo la paz con el afianzamiento de las autoridades 
constituidas. 



~- 129 - 

pida, cuando se oyeron los primeros tiros de nuestra vanguar- 
dia, que la llevaba el escuadrón Blandengues, tomando entonces 
al trote y galope. Cuando acreció el fuego mandé desplegar 
mi batallón en batalla sobre la marcha. Mi batallón iba á ca- 
ballo; compuesto todo él de hijos del país, maniobraba con la 
soltura de un cuerpo de caballería. 

Momentos después pasaban dispersos los Blandengues por 
nuestra derecha; entonces hice hacer alto mandando echar pie 
á tierra, saliendo mi batallón en batalla en un momento, y á 
paso de trote lo dirigí á una altura que tenía á cien pasos de 
distancia á mi frente; tomando las dos piezas de artillería me 
dirigí con ellas al galope ala misma altura: puestas inmediata- 
mente en batería rompí el fuego sobre una fuerza de caballería 
desplegada sobre nuestra izquierda y contra la cual se dirigía 
el coronel Gorordo con sus bravos milicianos, los que cargan- 
do á fondo con su jefe á la cabeza derrotaron esa fuerza; que 
era precisamente el regimiento de línea que de la guarnición 
de la frontera de Melincué se había incorporado á Lagos para 
realizar la invasión. 

A esta derrota contribuyó, seguramente, el fuego de la ar- 
tillería y el del batallón de mi mando. 

La caballería invasora que había vencido á los Blandengues, 
notando nuestra formación y el fuego que hacíamos, detuvo su 
persecución y trató de incorporarse á las fuerzas que había 
dejado á nuestro frente y, para efectuarlo, tuvo que regresar 
por un áspero cardal, sobre nuestra derecha, sufriendo el fuego 
de los dragones y de mi batallón, que los desorganizaron com- 
pletamente; pasaron el Arroyo del Tala derecho, y encontrán- 
dose con el regimiento que también estaba en derrota, no les 
quedó más que seguir su disparada. 

Nuestra persecución fué corta; pero la invasión estaba des- 
truida y no tenía levante». 

En la acción que, con tanta sencillez, describe el comandante 
Emilio Mitre, actuó incompleto el «2 de Infantería» debido á que 
su compañía de granaderos (*) había sido destinada al Azul para 

(») Esta compañía la comandaba el capitán Andrés Siseo, secundado por el te- 
niente 2° Alfonso Laplerre y el subteniente José Benito Merlo, 



- 130- 

prevenir un levantamiento que en las inmediaciones de aquella 
localidad se temía. 

Se batieron, pues, en el combate del Tala el comandante 
Emilio Mitre, sargento mayor Ignacio Rivas, los capitanes Ma- 
nuel Fassio, Jacobo Jardón y Pedro C. Díaz; ayudantes ma- 
yores Miguel Panelo y José M. Arredondo, tenientes lo» Eze- 
quiel Tarragones y Segundo Rasi; tenientes 2os Emilio Alfaro, 
Adolfo Orma y Juan Meana y los subtenientes Emilio Casavega 
y Augusto Segovia. 

Los prestigios que esta victoria dieron á la causa de Buenos 
Aires no sólo afirmaron la influencia de las autoridades del 
Estado sino que también facilitaron la rápida creación en San 
Nicolás de los Arroyos de un poderoso cuerpo de ejército, 
compuesto de cerca de cinco mil hombres, ante cuyas bayone- 
tas creyó oportuno el general Urquiza dar amplísimas satisfac- 
ciones al gobierno, que, al aceptarlas, ordenó la disolución de 
aquellas fuerzas. 

Consecuentemente el «2 de Infantería» regresó á la capital y 
permaneció de guarnición hasta el 10 de mayo de 1855, en que 
fué requerido para marchar á castigar la soberbia de los sal- 
vajes que bajo la férrea influencia de Callvucurá (') devastaban 
las Pampas desde Cuyo á Olavarría é imponían el imperio de 
la barbarie con su séquito de latrocinios y horrores. 

O CallviK azul: Curdt piedra 



FBO- CIVILIZACIÓN 



En la frontera — Sierra Chica — Los cuadros — Besponsabilidad histó- 
rica — Ardid de Mitre — Betirada--£3j6roito de operaciones del sur. 
— Tapalqué — Gallvuourá versus Hornos — Astucia y errores — Ija 
derrota — Bl «2» salva á los dispersos — Sublevación de la Lesión 
Militar — A Bahia Blanca — En la división del norte — Invasión de 
indios — Cañada de los Iieones — Hábiles maniobras — Descalabro 
7 persecución — Apresamiento de botin — Guerra otensiva — Per- 
didos en el desierto — La sed! — Betroceso — Elosio merecido. 

Marchó el «2» directamente hasta el Toro, á treinta leguas 
del Azul, donde recibió caballada de refresco y la orden de 
apresurar las jornadas para incorporarse á la división que el 
coronel D. Bartolomé Mitre, ministro de la guerra, movería 
sobre las indiadas que habían asaltado aquella naciente ciudad 
dejando en sus calles más de trescientos vecinos muertos. 

Veinticuatro horas después se operó la concentración y la 
división, impaciente por inflingir el severo castigo que la zana 
de los salvajes merecía, emprendió una bien dirigida marcha 
de flanco sobre Olavarría en que se aprovecharon con señalada 
habilidad los accidentes estratégicos del terreno. 

Por un error de los baqueanos, explicable si se observa que 
era para todos un misterio el camino del desierto, estas fuerzas 
que por el aire de la marcha debieron llegar á Tapalqué (*) en 
la madrugada del 30 de mayo, fueron sentidas por la vanguar- 

(M De uTapalclenn sierra pelada. 



- 132 - 

dia que comandaban Cachul y Catricl ya levantado el sol, lo que 
permitió á los secuaces de Callvucurá apercibirse para librar 
la acción en condiciones que les eran ventajosas. 

No obstante, las primeras faces del combate de Sierra Chica 
fueron favorables á las fuerzas expedicionarias; pero una violenta 
reacción de los salvajes, favorecida por el desbande de parte de 
la caballería, obligó á los infantes á formar cuadros y sostenerse 
con valor insuperable durante dos días de rudo batallar. El «2 de 
Infantería >, acosado con increíble audacia por los lanceros de 
la Pampa que, montados y á pie, se estrellaban y caían al frente 
del férreo cuadro que oponía á su empuje hasta entonces irre- 
sistible, experimentó sensibles pérdidas pero evidenció una vez 
más que si era ariete en la ofensiva se convertía en barrera 
inamovible en la defensiva. 

Si la pericia del jefe y el heroísmo de los subordinados no 
lograron arrancar la victoria á los bárbaros, fué causa esencial 
que el coronel Laureano Díaz, que debió con una división (la 
del oeste) de excelentes tropas oblicuar desde el Fortín Cruz de 
Guerra hacia el sur, batir los campos de su frente, y converger 
á retaguardia de la sierra de las Dos Hermanas para atacar 
por ella á los indios, no cumplió las instrucciones bien definidas 
del coronel Mitre y permitió á Callvucurá interponerse entre 
ambas fuerzas para proteger á sus aliados en el momento deci- 
sivo del combate. O 

Los soldados de la civilización, desfallecidos de hambre y 
fatiga, tuvieron que abandonar el campo, protegidos por los 
bravos del «2 de Infantería* que en la última escena de aquel 
drama sangriento, ocuparon, como al principio, el puesto de 
mayor peligro y responsabilidad. 

Acerca de esta retirada, ejecutada con orden admirable }' sin 



(*) «Esto y no haber acudido el coronel Laureano Díaz al punto marcado, como 
pudo haberlo hecho, hizo poco para esta expedición, que debía habernos dado 
completos resultados.» (Autobiografía del teniente general D. Emilio Mitre), 

«No es la división del oeste que acude puntualmente á la cita de honor de Síc- 
« rra Chica, es Callvucurá que se interpone entre las fuerzas de Díaz y Mitre, al 
« frente de seiscientos indios elegidos, que forman el Regimiento de la Guardia». 
« («La dinastía de los Piedra», por Estanislao S. Zeballos), 



- 133 - 

abandonar un herido, (*) decía el coronel Mitre en el «Parte 
oficial». 

«A las siete y media de la noche volvieron dos hombres con 
la noticia de que la columna que habíamos visto era la de 
Callvucurá. No había xr que trepidar; mucho más desde que 
teníamos que esperar ser asaltados en la madrugada en nues- 
tro propio campo, lo que, en efecto, he sabido, tuvo lugar des- 
pués creyendo que aun permanecíamos en él; lo que es debido 
á que antes de marchar, se ordenó dejar encendidos todos los 
fogones, dándoles pávulo con grasa de potro para que durasen 
más y dejando en pie dos tiendas de campaña, lo que unido á 
la mancha negra producida por los 1200 caballos que encerraba 
el cuadro, formaba una ilusión completa.» 

«A las ocho y media estuvo formado el cuadrilongo, cubriendo 
cada costado dos escuadrones de caballería paralelos, al frente 
de una compañía de infantería, en el centro la artillería, los 
heridos y bagajes, al costado derecho la caballada y soste- 
niendo la retirada el «Batallón 2 de línea», (") con la compa- 
ñía del 1° agregada á él.» 

«En este orden se emprendió la retirada á las ocho y media 
de la noche, marchando todos á pie, desde el primer jefe hasta 
el último soldado, observando el mayor orden y silencio. 

«Descendimos al llano para tomar el camino de la derecha 
del Azul, que era más corto, pero más peligroso que el de la 

(») « Se retira en orden, sin abandonar un solo herido y desde entonces Sierra 
M Chica que es para el soldado arj^entino (en cuyo favor podemos deponer los 
« que conocemos prácticamente esa terrible clase de guerra) un título hermosísimo 
M por el ejemplo inimitable de bravura heroica é indomable constancia que allí 
M dio, se convierte por los implacables adversarios de Mitre, en objeto de amarga 
« ironía ó sanjírienta burla; que no saben ó no quieren preciar con imparcialidad 
« y altura, dominados como se sienten por pasiones estrechas, que hay polvo de 
« contrastes militares que glorifica las charreteras en que cae». («El teniente ge- 
neral D. Bartolomé Mitre», por Josó Juan Biedma). 

(*) Asistieron á esta acción y sostuvieron con bizarría el renombre del «2 de 
Infantería», los siguientes jefes y oficiales: 

Coronel Emilio Mitre, teniente coronel Ignacio Rivas, ayudante mayor Adolfo 
Orma, abanderado Pedro Palavecino, capitanes Andrés Siseo, Ezequiel Tarra- 
gones, Manuel Fassio, Jacobo Jardón y José M. Arredondo, tenientes Iros. Alfon- 
so Lapierre, Emilio Altaro, Juan Meana y Maximlano Matoso; tenientes 2dos. José 
Benito Merlo, Felipe Pcrichón. Augusto .Scgovia y Emilio Casavcga; subtenientes 
Francisco Agramonte, Mariano Bejarano. Pedro (iimeno, (icniíro Raccdo, Ramón 
Patria y Miguel Ochagavia. 



- 134 - 

sierra, razón por la que lo elegí, pues, no debiendo suponer el 
enemigo que por allí saliese, á eso debe atribuirse el que no 

hayamos sido sentidos. 

«A las tres de la mañana llegamos al Arroyo de Nievas, dis- 
tante cinco y media leguas. Allí montamos á caballo y toman- 
do cada uno un infante á la grupa, estuvimos en el Azul á las 
ocho de la mañana del día de ayer, trayendo todos nuestros 
heridos.» 

Las tuerzas se acantonaron en el Azul y, bajo la denomina- 
ción de «Ejército de Operaciones del Sur», el general Hornos, 
que había reemplazado en el mando al coronel D. Bartolomé 
Mitre, comenzó su reorganización manteniéndose á la defensiva; 
pero, habiéndole los indios copado y exterminado al Regi- 
miento de carabineros de guardias nacionales, se decidió á 
avanzar hasta Tapalqué para librarles combate. 

Callvucurá lo esperó con sus hordas reconcentradas al pie 
de la Sierra de San Jacinto. Entre ésta y el arroyo se exten- 
día una pampa dilatada, sólo interrumpida por un denso pajo- 
nal, que había sido abandonada por la astucia del indio. A jui- 
cio del general Hornos, que, como se sabe, era demasiado 
lanza y poco general, en aquella posición resistiría ventajosa- 
mente la pujanza de la temible caballería de la Pampa y sería 
más eficaz la acción de su infantería y artillería; mientras que 
el jefe de la dinastía de los ^Curd», explotando con habilidad 
felina ese propósito, maniobraba para alejarlo de las márgenes 
del Tapalqué. 

Seducido Hornos por la perspectiva del pajonal, se internó 
en la llanura^ luego de ocupar con el «2 de Infantería» el único 
vado practicable del arroyo, que en aquellos parajes es de ba- 
rrancas altas y escarpadas y, á medida que avanzaba temera- 
riamente, el salvaje se movió con cautela y lentamente le dio 
tiempo á llegar al centro de la pampa, que ocultaba entre las 
altas pajas, un tembladeral. 

Así, encenagados en el pesado lodo, los veteranos y guar- 
dias nacionales del Ejército de Operaciones fueron lanceados 
á mansalva. Dieciocho entre jefes y oficiales y doscientos 
cincuenta soldados muertos fueron la consecuencia fatal é in- 



-- 135- 

mediata de aquel error y hubieran todos perecido inermes, á 
no mediar el fuego recio y bien dirigido que el «2 de Infante- 
ría» abrió sobre la masa compacta de salvajes, desde la restin- 
ga estratégica que tenía ocupada al iniciarse la acción. 

Coadyuvó con el «2» á que la carnicería de cristianos fuera 
menos deplorable, el escuadrón de coraceros, que mandaba 
el capitán Pedro Escalada, y protegidos por estas dos unida- 
des, únicas que salieron hechas del campo, se retiraron los de- 
rrotados de la acción del 29 de octubre, para acantonarse nue- 
vamente en el Azul. 

Breve tiempo después de este revés, abandonó Hornos la 
jefatura de la frontera, quedando con el comando de las fuerzas, 
el bizarro jefe del «2», coronel Emilio Mitre, que más tarde 
fué sucedido por el general D. Manuel Escalada. 

El «2 de Infantería» regresó á Buenos Aires el 7 de octubre 
de 1856; ocho días después de haberse sublevado en «Nueva 
Roma» la Legión militar agrícola y dado muerte á su jefe el 
coronel Olivieri. (') Las noticias de este luctuoso hecho lle- 
garon sumamente desfiguradas á la capital; y el gobierno, te- 
miendo un asalto de los sublevados á Bahía Blanca, desprendió 
el 15 del mismo mes, tres compañías á órdenes del 2° jefe 
del cuerpo, comandante Rivas y de los capitanes Orma, Ta- 
rragones y Arredondo, para que ocuparan y defendieran la 
ciudad; pero, como los amotinados habían depuesto las armas 
ante el jefe militar del punto, comandante Susviela, regresa- 
ron los expedicionarios conduciendo presos á los más com- 
prometidos. 



(») A iniciativa del teniente g^eneral D. Bartolomé Mitre se formó la Legión 
Militar que tenia por misión flanquear á una distancia relativamente corta, las 
principales posiciones de los indios y al propio tiempo proteger á Bahía Blanca. 
Este acertado pensamiento fué frustrado por las desinteligencias que nacieron en- 
tre los legionarios que, divididos en dos bandos, apoyaban el uno al mayor Cal- 
zadllla y el otro, compuesto de oficiales napolitanos á que se ridiculizaba con el 
apodo de ^Oficiales del Rey Bomban, por haber servido al Borbón en Sicilia, so- 
guían á Olivieri. El destierro de Calzadilla bajo la acusación de indisciplinado, y 
la prisión de dieciséis sargentos hicieron estallar el motín en que inicuamente 
se asesinó al valiente legionario del 52. Los sublevados proclamaron jefe al ca- 
pitán Serafín Rodino, que los llevó á Bahía Blanca y entregó á la autoridad mi- 
litar. Muchos de estos fueron destinados al servicio de las armas, otros confina- 
dos á Patagones; y á Rodino se le vio años después, empleado de acomodador en 
el teatro Colón. 



- 136 - 

Permaneció de guarnición en la capital hasta el 17 de sep- 
tiembre de 1857, en que marchó á formar parte de la Divi- 
sión del Norte, cuyo mando el gobierno había confiado á la 
pericia, capacidad y arrojo del coronel Emilio Mitre que, al 
aceptar la enorme responsabilidad de luchar en condiciones 
desventajosas contra el ensoberbecido salvaje, contestó: 

«Como patriota y como soldado, mi vida pertenece á mi país, 
« mi obediencia á mi gobierno; de consiguiente, cualquiera que 
« sea la deficiencia que en mí encuentre para el desempeño de 
« la difícil misión que se me confía, la acepto porque no conozco 
« otra consigna que la del respeto y obediencia á las autorida- 
« des convStituídas.» 

Apenas hacía un mes que el «2» se hallaba campado en Lo- 
ma Negra, á tres leguas de Rojas, cuando se sintió un fuerte 
malón traído sobre el Pergamino por Coliqueo, el que, como 
más tarde se comprobó, invadía protegido por el coronel Bai- 
gorria (*). Para contrarrestarlo el coronel Mitre reunió apre- 
suradamente las escasas fuerzas de que disponía, que sumaban 
menos de quinientas plazas, y, con encomiable acierto, se dirigió 
hacia el Fortín Mercedes á cortar la retirada de los salvajes, 
desprendiendo antes varias partidas de bomberos á fin de que 
le noticiaran todo lo relativo á la marcha de los invasores. Los 
avisos que recibió lo indujeron á moverse sobre Melicué (') 
y á sus inmediaciones les libró el combate de «La Cañada de 
los Leones», aprovechando la circunstancia que se retiraban 



(') Este coronel Baigorrla mandaba las fuerzas d e la Confederación en la 
frontera del Río IV y protegió abiertamente la invasión, permitiendo que los 
indios se reorganizaran en el Fortin Melicué, que estaba guarnecido por fuer- 
zas urqulcistas. En el sumario que se instauró por haber denunciado el doctor 
Alsina estos hechos en el recinto de la Cámara y que fué publicado en la'iS, de- 
claró el subteniente Santiago Rodríguez, del Regimiento 7° de Dragones de 
línea, que él no había tomado parte activa en la invasión y cuando llegó con sus 
soldados á los toldos de Coliqueo el cacique lo invitó para invadir A Buenos Al- 
res. Que entonces envió un chasqui al coronel Baigorria solicitándole licencia 
para entrar á malón, pero que éste le contestó: Mientras los indios realiaan su 
incursión á Buenos Aires, Vd. quedará en los toldos para defender y cuidar las 
familias. 

Es también oportuno anotar que algunos indios de prosapia hacían ostentación 
en los malones de la ^divisa punzó» de la Conferación. que decía: 
«Defendemos la Ley jurada» 
«Traidores son los que la combaten». 

(*) Meli, cuatro; cué, papas 



- 137 - 

con numerosos cautivos y arreando confiadamente sesenta mil 
cabezas de ganado, botín que hacía sumamente pesada su 
marcha. 

Como la experiencia había demostrado al coronel Mitre que 
la caballería no estaba en condiciones de luchar lanza á lanza 
con los indios, ensayó una nueva táctica, que bien puede deno- 
minarse de cuadros escalonados ofensivos. Al efecto formó dos 
de estos, repartiendo por partes iguales los veteranos del «2 de 
Infantería», unidos por un grueso eslabón de guerrilla? de ca- 
ballería C) é hizo adelantar un escuadrón de milicias de Rojas 
para que provocaran la acción y se retiraran al ser car- 
gados. 

Los indios, acostumbrados como estaban á envolver en el 
polvo de la derrota al cristiano, envanecidos por el resultado 
de sus arremetidas en Sierra Chica, Tapalqué, San Antonio de 
Iraola y otros encuentros, cargaron á fondo á los milicianos 
que, simulando ceder á su empuje, los llevaron á estrellarse 
contra los cuadros y estos rompieron sobre ellos un nutrido y 
mortífero fuego de fusilería que los sorprendió profundamente, 
haciéndolos retirarse á toda prisa. 

Obtenida la primera ventaja fué provechosamente usufructua- 
da por los que ensayaban tan audaz como acertado sistema de 
combatir, pues, sin alterar la formación, marcharon decidida- 
mente sobre el grueso del arreo consiguiendo cortarlo. En tal 
emergencia la indecisión de los indios era manifiesta^ ya que 
sólo se reducían á correr alrededor de los cuadros preten- 
diendo atemorizarlos con una gritería infernal, mientras que 
los soldados de la civilización avanzaban con firmeza, haciendo 
obrar oportunamente el fuego de mosquetería y cañón. Cuando 
el coronel Mitre apreció que esta táctica había enseñoreado 
por completo la desmoralización entre los salvajes mandó mon- 
tar á caballo y los cargó, sableándolos sin cesar durante dos 
leguas. 

Los veteranos del «2 de Linea», los Dragones y Milicianos 



(M Dirljtjíu estas prucrrillas el coronel Cruz üorordo; el cuadro de la derecha 
lo mandaba el coronel Eustoquio Frías y el de la izquierda obedecía las órdenes 
del coronel Manuel Sanabria. 



- 138 - 

de Rojas pudieron regresar á su acantonamiento conduciendo 
el enorme arreo que habían quitado y devolviendo á la vida 
civilizada á numerosos cautivos rescatados. 

El revés sufrido por los soberanos del desierto libró á la 
frontera norte de nuevas incursiones vandálicas y su jefe se pre- 
ocupó de preparar los elementos necesarios para iniciar la cam- 
paña ofensiva sobre las misteriosas tolderías ranquelinas (*) y 
á este efecto formó un cuerpo de dos mil hombres escasamen- 
te (') con los que el 10 de enero se internó tierra adentro^ 
siguiendo un camino secular de los indios, con huellas profun- 
das, que evidenciaban el constante movimiento de ganado, pero 
sin baqueano que lo guiara en aquel desierto inmenso y des- 
conocido. (*) 

Durante catorce días marchó el ejército con rumbo N.O., en- 
contrando pastos abundantes y agua en todas las jomadas, hasta 
dar con la bifurcación del camino que seguían, y optaron por 
internarse en el que arrancaba hacia el norte; marcha que ha 
relatado el coronel Mitre en los siguientes términos: «El ca- 
« mino nos llevó hasta los montes; marché en ellos durante 
« treinta horas sin encontrar más agua que la de una lagunita 
« pantanosa, en la que apenas pudieron refrescar la boca los 
« soldados. Las descubiertas que desprendí regresaron horas 



(») «Lo secundaban eficazmente el coronel Frías y el teniente coronel Ig^nacio 
Rlvas, comandante del «2 de Línea», jefe que había tomado parte meritoria en 
todos los accidentes dramáticos de la campaña desde 1855». (Estanislao S. Ze- 
ballos). 

(*) Dos divisiones lo componían: la primera al mando del coronel Frías, estaba 
formada por el «2 de Infantería», 2 de caballería y milicianos de Arrecifes, Per- 
g:amino, Rojas y Salto, con dos piezas de artillería. La segfunda que se incorporó 
en Médano de Acha, comandada por el teniente coronel Molina, comprendía los 
regimientos Blandengues 25 de Mayo y 9 de Julio y una pieza de artillería 

(») El coronel Mitre, esperaba para abrir la campaña que llegara de los toldas 
de Painé un sujeto apellidado Sánchez que, por haber cometido un asesinato en 
Chivilcoy. se refugió entre los salvajes, pidiendo luegopor intermedio de su herma- 
no Fermín Sánchez, soldado de Blandengues, el indulto á condición de que condu- 
ciría las tropas hasta la misma guarida del «jefe de los Piedra»; pero, instado por 
la orden urgente del doctor Valentín Alsina se resolvió á lanzarse en la región 
de las brumas al acaso. A propósito de esta incidencia dice en su «Autobiografía» 
el coronel Mitre: «Lo esperaba al referido individuo cuando recibí la orden de 
« abrir la campaña; y me lancé á ella esperando que el camino me conduciría á 
« los toldos, sin esperar baqueano». 



- 139 - 

« después á la «Laguna de la Providencia» C) nombre que le 
« puse á ésta, sin encontrar agua por ninguna parte; en conse- 
« cuencia, me vi forzado á retroceder, tratando de acortar el 
« camino, á la aguada de que había partido el día antes, á la 
« que llegué de 4 á 5 de la tarde del día siguiente con la ca- 
« bailada destruida y sin saber á punto fijo el lugar en que nos 
« encontramos*. 

El aspecto espantoso que presentaba la tropa sedienta, el pe- 
ligro de quedar desmontados en el desierto, pues los caballos 
caían con las fauces enjutas, indujeron al coronel á emprender 
la retirada, huyendo del más terrible enemigo que las pampas 
encierran: la sed. 

Aquella columna retrocedió lentamente; agobiada por el duro 
tormento á que pagaron el tributo de su vida un infante del 
«2» y un artillero, no hizo crisis ni dejó que el desfallecimiento 
abatiera su entereza ó relajara un segundo el principio de dis- 
ciplina; y el gobierno, valorando el esfuerzo realizado, premió 
con algunos ascensos á los expedicionarios, confirió la efectivi- 
dad de mayor del «2» al que lo era graduado don José M. 
Arredondo, y al pie del parte oficial del coronel Mitre estampó 
los siguientes conceptos lisonjeros: 

«Acúsese recibo^ manifestándole que el gobierno está satis- 
« fecho de la distinguida comportación de la columna á sus ór- 
« denes durante la penosa campaña al desierto, en la que si 
« bien no han sido batidos los bárbaros por accidentes muy 
« frecuentes en casos semejantes, han quedado al menos adver- 
« tidos que los soldados cristianos son capaces de ir á sacarlos 
<-■ de sus guaridas, á pesar de toda clase de privaciones como 
« las que han sobrellevado con ejemplar resignación». 

(') La expedición había seguido la travesía que conduce á la Laguna del 
Cuero rodeada por campos inhospitalarios y sin raAs agua que la barrosa de la 
laguna Chapaleó (Chapal, barro có, agua), A que el coronel Mitre nominó de la 
«Providencia». 



CEPEDA 



En Ohiquilofó — Avance de la linea de fortines — Encuentro del 3 de 
asesto — Cañada de Cepeda — Desbande de fuerzas — Eficacia de la 
infantería — El <2» sostiene la izquierda — Besultados indecisos — 
Betirada — Combate naval — Derrota — Defensa de la capital — Me- 
diación — Tratado de paz. 

En los últimos días de febrero el «2 de Infantería» regresó, 
con el resto de las fuerzas expedicionarias, á Rojas; permane- 
ciendo en aquel acantonamiento, sin que se produjera novedad 
alguna, durante seis meses; pero, una nueva correría de los in- 
dios obligó su salida en agosto, formando parte de la división 
puesta á órdenes del 2** jefe de la línea fronteriza, coronel 
Frías. 

El 14 de aquel mes alcanzaron á los invasores y los batieron 
en los campos de Chiquilofó, hecho de armas que mereció ser 
señalado como un brillante triunfo en la «Orden general del Mi- 
nisterio de Guerra» cuatro días después de librado el combate. 

Las ventajas que se obtuvieron fueron aprovechadas conve- 
nientemente, pues el coronel Mitre se empeñó en adelantar la 
línea de fortines en diez leguas hacia los dominios indígenas 
('); ocupación en que lo sorprendió la orden de incorporarse 



(») Al efecto hizo levantar pequeftos fortines foseados A distancias relativas y 
munidos de una pieza de artillería para que, cada destacamento, al sentir la 
aproximación de los indios diera la alarma con tres disparos de cañón; los que 
señalaban con precisión el punto A que inmediatamente debían converger las 
fuerzas para repeler la invasión, sistema éste que dio bueno? resultados. 



- 142 - 

con su batallón al ejército que se formaba en San Nicolás de 
los Arroyos para oponerlo al de la Confederación que, al man- 
do de Urquiza, marchaba sobre la provincia á hacer ejecutiva 
la autorización del Congreso, de obtener la incorporación de 
Buenos Aires á la comunidad de la Nación, empleando, si era 
necesario, hasta las armas. 

El 21 de junio de 1859 se incorporó á las fuerzas que man- 
daba en jefe el Ministro de Guerra; y en los prolegómenos de 
aquella campaña tocó al «2» ser de los primeros cuerpos que 
se midieron con el enemigo en el combate librado el 2 de agosto, 
á las puertas de San Nicolás, contra la caballería federal, que 
fué rechazada con sensibles pérdidas. 

Al marchar al encuentro del grueso del ejército confedera- 
do formaba parte de la 2^ brigada del 3er. cuerpo, compuesta 
en su mayoría de infantería, que fué, con la artillería, la que 
sostuvo el choque de los quince mil veteranos de Urquiza y de 
las hordas salvajes que se habían interpolado á la caballería 
federal. (') 

Llegado á la Cañada de Cepeda el ejército de Buenos Aires, 
en número de seis mil hombres, tomó la formación de batalla 
quedando el «2» en el ala izquierda de la línea, con los Bata- 
llones 4 Norte y San Nicolás. 

Sabido es que en esta acción la caballería huN^ó cobarde- 
mente sin combatir, quedando de ésta sólo 60 hombres forma- 
dos que pudo contener el general Venancio Flores; como 
igualmente que tres de los cuatro cuerpos de infantería que 
cubrían la izquierda se desbandaron al experimentar en sus fi- 
las los primeros efectos de los cañones que el enemigo tenía 
convenientemente emplazados. 

Los batallones Norte, San Nicolás y 4 de Infantería fue- 
ron los que dejaron en el primer encuentro descubierta aque- 

(») Al estallar la g:uerra los indios ranqueles se dividieron en dos grupos. Uno, 
con Coliqueo á la cabeza, se incorporó á la división del coronel .Baigorria para 
reforzar el ejército de la Confederación. El segundo, que obedecía directamente 
& Callvucurá. marchó á posesionarse de 25 de Mayo y Azul, mandado por el co- 
ronel Pedro Rosas (sobrino del tirano) y el teniente coronel Federico Olivencia. 
para distraer la atención del general Mitre y obligarlo & debilitar las fuerzas con 
que operaba contra la Confederación. 



- 143 - 

lia parte de la línea, de vital importancia, la que únicamente 
^fué sostenida más de una hora por un solo batallón forma- 
do en cuadro^. Esta unidad» á que tan especialmente alude el 
parte oficial del comandante en jefe, en los conceptos que an- 
tes se transcriben, contaba sólo con 250 plazas que se mantu- 
vieron en la desventajosa proporción de uno contra diez, con 
tal decisión, con tan pasmosa energía, que la firmeza de su de- 
fensiva impuso al adversario poderosamente superior, mante- 
niéndolo á raya durante más de una hora: hasta que, reforzado 
en último trance por el 3 de infantería de línea C), que se 
había batido con encomiable denuedo en la derecha, logró re- 
chazar á la infantería enemiga que ya tenía encima á punta de 
bayoneta, arma á que recurrieron en aquel supremo momento 
en razón de que á los valientes del «2 de Infantería» después de 
tanto combatir sólo les quedaban tres cartuchos por plaza! 

Mientras tanto, la derecha había repelido las fuerzas que la 
cargaron y mediante un hábil cambio de frente se corrió á la 
izquierda para restablecer el combate; con lo que se obtuvo 
que al anochecer ambos ejércitos ocuparan, sin diferencias sen- 
sibles, las posiciones que tenían al comienzo de la batalla. 

En los dos campos se adjudicaron la victoria; pero, en ver- 
dad, ésta se mantuvo indecisa, no obstante que el mayor nú- 
mero de probabilidades de obtenerla estuvo de parte de los 
confederados por su efectivo infinitamente superior y el aban- 
dono incalificable que la caballería hizo de su puesto; lo que 
obligó la retirada de las fuerzas, á las once y media de la no- 
che, hasta San Nicolás, en situación tal que este movimiento de 
retroceso hace cumplido honor á la presencia de ánimo, sere- 
nidad y dotes militares del comandante en jefe y á la disci- 
plina que la infantería evidenció. 

Al día siguiente de la ocupación de aquella ciudad se pre- 
sentó á la vista del puerto la escuadra de la Confederación, 
resolviendo el general Mitre salir á batirla con la sutil de 
Buenos Aires. Al efecto tripuló los mejores buques con tropa 
de línea, destinando los de cabotaje para la guardia nacional. 



(*) Mandaba este cuerpo el teniente coronel D. Ignacio Rivas que de segundo 
jefe del «2», pasó A dcsempeflar su comando el 9 de abril de 1858. 



- 144 

El «2 de Infantería^ se embarcó en la 25 de Mayo». 

Así equipada la flota provocó el combate y quedó dueña de 
las aguas en mérito á que «los comandantes de buque, tenien- 
« do cada uno de ellos un jefe que lo que quería era Herrar 
- al abordaje, se dirigieron resueltamente sobre la contraria de 

* tal manera que, en vez de un combate naval, puede decirse 
« de éste que fué una carga de caballería; así fué que el ene- 
« migo que rompió el fuego de sus cañones, no se atrevió á es- 
perar nuestro ataque, y se puso en retirada, á todo lo que 

' daban sus máquinas. Sin embargo, algunos buques hubieran 

« caído en nuestro poder si una tormenta violenta no paraliza 

* repentinamente nuestros movimientos, lo que les permitió po- 

* nerse fuera de nuestro alcance». (') 

Quedó el enemigo imposibilitado para oponerse á que la re- 
tirada se hiciera hasta Buenos Aires sin entorpecimiento algu- 
no; como igualmente los preparativos de defensa de la Ciudad. 
Días después era sitiada por un ejército de 2C»322 hombres ('), 
el que estableció su cuartel general en Morón mientras sus 
avanzadas llegaron hasta Barracas, Once de Septiembre y Pa- 
lermo. 

El «2» ocupaba en la defensa la sección del centro de la lí- 
nea de trincheras, al mando de los jefes }" oficiales con que, 
con tanto denuedo se sostuvo en Cepeda. (') 



(«) Versión del teniente general D. Emilio Mitre. 
(*) Su efectivo se descomponía como sigue: 

General en jefe 1 

Mayor General 1 

Plana Mayor 7013 

Servicio Sanitario y Parque 830 

Artillería 370 

Infantería 2.94i< 

Caballería 13.470 

Indios 2.000 

Contaban además con 1¿7 cañones y 47.000 caballos. 
(•) A continuación va la nómina: 
Jefe coronel Emilio Mitre. 
2° Jefe sargento mayor José M. Arredondo 
Ayudante mayor Benjamín Calvete. 
Abanderado Orfllio Casariego. 

Compañía de Granaderos: Sargento mayor graduado Adolfo Orma; teniente 1** 
Ramón Zabalía y subteniente Carlos Duport. 
7* Compofiia: Sargento maxor graduado Ezequiel Tarragona, teniente 1*» Ge- 



- 145 - 

Convencido el presidente de la Confederación que, á sangre 
y fuego, no dominaría la plaza, aceptó la mediación oficiosa 
ofrecida por el tirano paraguayo, brigadier general Francisco ^ 
Solano López, y el 10 de noviembre se firmó en San José de 
Flores el pacto de unión que convino Ja reincorporación de 
Buenos Aires al concierto nacional, previo examen y modifi- 
cación de algunas cláusulas de la Constitución del 53. 

El ejército sitiador se retiró al territorio federalizado de En- 
tre Ríos y, al regresar los veteranos de la defensa á sus cuar- 
teles y los guardias nacionales á sus hogares, pudo en rigor de 
justicia decirles su general en jefe, en la «Orden del día» del 
15 de noviembre: 

«Al bendecir la paz que el cielo y nuestros esfuerzos nos 
« han dado, al abrir los brazos para estrechar á todos los her- 
« manos de la familia argentina, no olvidéis que en el recinto 
« de Buenos Aires se han salvado una vez más los inmortales 
« principios de la revolución de Mayo, y decid conmigo en este 
« momento solemne, Viva Buenos Aires, y que éste grito os 
« aliente en medio de la paz á perseverar en la virtud cívica, 
« como os ha alentado tantas veces en medio de las luchas san- 
« grientas que hemos empeñado en defensa de nuestros dere- 
« chos». 



naro Racedo, teniente 2° Miguel Rubio y subteniente Manuel Frías. 

2* Compatlia: Capitán Emilio Alfaro, teniente 1° Pedro Palavecino y teniente 
2® Federico Echevarría 

3* Compañía: Teniente 1° Manuel Diez y subteniente Carlos Winclerk 

Compañía de Casadores: Capitán Aug^usto Segovia. teniente 1° Francisco Bor- 
ges. teniente 2*» Federico F. Soarez y subteniente Valentín Monterroso. 

Subtentetttes agregados: Bernabé Bejorge. Jacinto Quiróz. Juan Chassaing, Ma- 
nuel S. Argerich y Epifanio Martínez. 



PAVÓN 



Causas de la campaña — División de vanguardia — Marcha estratégica — 
Objetivos — Composición del ejército — En Pavón — Avance teme- 
rario del «2» — Combate contra artillería — Dispersión del enemi- 
go — Juicios 7 mención honrosa — Disolución de las fuerzas de la 
Confederación — Fró la unidad nacional. 

Quince días después de producirse los acontecimientos que 
dejo relatados el «2» fué destacado á la frontera norte. La ac- 
titud pasiva que observaban los indios lo obligó á permanecer 
inactivo en la línea de fortines que guarnecía; pero este parén- 
tesis de relativa calma fué cerrado por los sangrientos sucesos 
que provocaron la ruptura de las hostilidades entre Buenos 
Aires y la Confederación. 

Aquéllos tuvieron su arranque en la intervención federal que 
azotó á San Juan (*). La crueldad y barbarie desplegada por 
Saá en la Rinconada de los Pocitos y el fusilamiento del vene- 
rable ciudadano D. Antonino Aberastain, revistieron tales carac- 



(») El 16 de noviembre de 1860 fué derrocado en San Juan el gobernador Vira- 
soro que tenía colmada la medida de los desaciertos. El gobierno federal nombró 
para intervenir á la provincia al gobernador de San Luis, general Juan Saá, 
quien entró al estado convulsionado Á sangre y fuego. El 11 de enero de 1861 hizo 
sacrificar (según su propia expresión* á ¡anaa scca^ que le valió ser posteriormente 
conocido con ese mote) á las fuerzas sanjuaninas en la Rinconada de los Pocitos 
y al día siguiente, sin formación de juicio, mandó fusilar en el paraje conocido 
por Alamos de Barbosa A D. Antonino Aberastain: sentencia bárbara que se con- 
sumó por la espalda. 



- 148 - 

terísticas de ensañamiento que conmovieron á la República y 
el gobierno de Buenos Aires, interpretando los sentimientos de 
indignación que la opinión evidenciaba en todas sus manifes- 
taciones, pidió al de la confederación el castigo de los verdu- 
gos. Pero, como éste aprobó los atentados consumados y com- 
plicó tan inconsulta resolución con el rechazo de los diputados 
que la provincia enviaba al congreso nacional se encendió nue- 
vamente la guerra civil. 

Para llevarla se formó sobre la línea de la División del Norte 
la de vanguardia del ejército de operaciones en Rojas, por re- 
solución del P de julio de 1861. 

Definitivamente organizadas las fuerzas en agosto, se confirió 
al coronel D. Emilio Mitre el mando del 3er. cuerpo de ejército, 
y el 31 del mismo se abandonó aquel acantonamiento, que era 
considerado sólo posición estratégica durante se mantuviera la 
defensiva, para dirigirse á ocupar el ángulo saliente que forma 
el Arroyo del Medio en la embocadura del arroyo de Juárez, 
persiguiendo el cuádruple objetivo de flanquear al adversario, 
cubrir aquella frontera, tomar á San Nicolás como base de ope- 
raciones y amagar la línea de comunicaciones del enemigo con 
el Rosario y de paso incorporar el batallón Murga. 

Mientras este avance estratégico se ejecutaba, ajustándolo en 
todas sus partes al plan ideado de antemano por el general 
Mitre, el adversario se reconcentraba sobre Pavón mateniéndose 
en cerrada defensiva y con la decisión evidente de aceptar la 
batalla á que era invitado desde que el ejército de Buenos 
Aires llegó al Arroyo del Medio. (*) 



O Desde Puntas de Cepeda decía, el general Mitre, en carta del 10 de septiem- 
bre, al general Gelly y Obes: 

«Ya tengo hecha mi composición de lugar por lo que respecta á ella (la batalla) 
« y en cualquier campo y á cualquiera hora estoy dispuesto á darla ó recibirla. 
« pues no es exageración cuando le digo que este ejército se mueve hoy y ma- 
« niobra en dos líneas en columnas paralelas en la extensión de más de una legua, 
« con la facilidad con que se abre y cierra un abanico, espectáculo que sor- 
« prende á todos por la misma sencillez de los medios, ya sea en marcha ó cuando 
« campamos, y que puede decirse es nuevo entre nosotros operando sobre una 
« masa tan considerable y complicada en su mecanismo.» 

En otro párrafo de la misma carta agregaba: 

«Dando un salto atrás y como contera de esta carta, le diré que me decido á 
« tomar la ofensiva, como dicen vulgarmente, por lo mismo. Si Urquiza está débil 



- 149 - 

Posesionado del campo que había sido desde su salida de 
Rojas el objetivo de la marcha, punto por el cual creyó Urqui- 
za recibir el ataque, conceptuó el general en jefe más propio 
y ventajoso continuar orillando, durante tres leguas, al Arroyo 
del Medio. Así, retrocediendo para avanzar hacia el enemigo, 
(*) llegó el 14 á la Posta de Vergara, en que campó. 

A las seis y media de la tarde del 16 de septiembre traspuso 
la corriente y en las primeras horas del 17 se pusieron ambos 
ejércitos en contacto. El de Buenos Aires rompió á las ocho 
de la mañana la marcha de frente, formado en cinco columnas 
paralelas en primera línea compuestas por el l^r cuerpo á la 
derecha á órdenes del brigadier general Flores; inmediato á 
éste el 3er cuerpo (*), dividido en dos columnas que llevaban 
en su centro al regimiento de artillería ligera, todo al mando 
del coronel D. Wenceslao Paunero; á la izquierda el 2^ cuerpo 
que lo comandaba el general Manuel Hornos y en segunda 
línea la reserva, á quinientos pasos á retaguardia, seguida por 
el parque. 

Al desplegar en batalla, quedó la 1^ brigada del 3° cuerpo 



« para vencerlo; si está fuerte, porque el ha de venir á buscarme y perderé yo 
« la ventaja de la iniciativa. Yo nada tengo ya que esperar de la demora ni en 
« número de fuerzas ni en organización, y él si, razón por la cual debo tomar la 
ce ofensiva. Así, pues, debo moverme sobre el enemigo, sea porque esté fuerte pues 
« yo no lo estaré más dentro de ocho días, sea porque esté débil para usar 
« de la ventaja» 

(») «Por estas poderosas consideraciones, que Vd. sabrá apreciar debidamente, 
« he resuelto correrme dos ó tres leguas más Arroyo del Medio abajo De este 
« modo marchando al parecer hacia atrás, me acerco al enemigo; pues como 
« Pavón y el Arroyo del Medio desaguan en el Paraná y á medida que corren se 
« van acercando más, es claro que bajando tres leguas en el sentido de la corriente 
« me he acercado tres leguas de la costa opuesta de Pavón, con lo cual tiene 
« LTd. explicada mi aparente paradoja, que marchando hacia atrás se marcha 
« hacia adelante. (Cartas del general Mitre al general Gelly y Obes). 

(*) Este 3**' cuerpo que ocupó la derecha de la línea, además del regimiento de 
artillería citado, constaba de seis brigadas: 

1* Brigada: «Batallón 2 de Infantería» de línea. 2<» y 3° Norte 

2» id P de línea y 1° Norte. 

3<» de línea y 1° del Ser. regimiento de Buenos Aires. 
4° de línea y San Nicolás. 
6*» de línea y Legión Militar. 
5° de línea y 1° del Sur. 

Se subdividló en dos secciones; la I* al mando del coronel Rivas y la 2" al de! 
coronel Argücro, quedando toda la infantería á las órdenes inmediatas del coronel 
Emilio Mitre. 



3» 


id 


4a 


id 


5a 


id 


6» 


id 



- 150 - 

en que marchaba el «2 de Infantería», frente al centro del ene- 
migo que, como sostén, tenía tres baterías de artillería y cohe- 
teras convenientemente emplazadas. 

Luego de haber dispuesto que atacara con la 2^ y 3^ briga- 
da el coronel Rivas, se hizo cargo el coronel Mitre de la I*"* y 
emprendió resueltamente el avance. Al destacarse estas fuerzas 
en lo alto de la lomada que las ocultaba á la vista del enemigo, 
fueron recibidas por un certero y sostenido fuego de cañón 
que sorprendi'3 y conmovió á los batallones 2° y 3^ Norte; cas- 
tigados por los cohetes, taladrados por la metralla, fueron presa 
de pasajero abatimiento, demandando intensos esfuerzos de ac- 
tividad y energía á sus jefes y oficiales para mantenerlos en 
formación. En aquellos momentos realmente supremos, el co- 
ronel Mitre, que en lo más álgido del peligro agigantaba su 
figura militar, se colocó al frente del «2» para conducirlo en 
persona á la fatal lomada y lanzarlo con empuje irresistible 
sobre las líneas enemigas. 

Al coronarla, una bala de cañón le mató el caballo; pero, la 
nube de tristeza que cubrió á los valientes que lo seguían, fué 
pasajera, pues el bravo jefe del «2> se levantó instantáneamente 
de entre el polvo y radiante de decisión, los exhortó con un 
vibrante: ¡Viva la Patria! á marchar siempre adelante. (') 

Cuarenta y dos cañones y dos coheteras se habían asestado 
sobre el «2» con fuego tan crepitante y puntería tan certera, 
que en breves instantes le dejaron treinta y siete hombres fuera 
de combate, tocados todos por bala rasa; pero con firmeza, que 
á no ser argentina clasificaría de espartana, aquel puñado de 
aguerridos soldados cerraba sus claros para continuar avan- 
zando hasta comprometerse en un combate tan desigual que el 
coronel Mitre desprendió al ayudante capitán Lucio V. Mansi- 
11a para que reclamara el envío de refuerzos. 

Intertanto, el coronel Rivas, que había arrollado con los tres 
batallones á sus órdenes á la primera brigada enemiga, se co- 



(') «No es él.— el que cae es su caballo; él se destaca de entre una nube de 
« polvo que lo envuelve momcntAneamentc— como un nimbo que envolviera la 
« Imapen de la victoria, gritando con una voz que estremece la tierra lo mismo 
«que el estampido horrísono de la artillería- n/Vii*a la patria/ ¡Fucf^o mucha- 
« chos/» (Discurso del general Lucio V. Mansilla.» 



- 151 - 

rrió hacia la derecha en socorro del «2 de Infantería» que á la 
sazón se encontraba en situación sumamente peligrosa, pues lo 
rebalsaban las fuerzas contrarias y podían fácilmente flanquearlo. 
Con el oportuno refuerzo se llevó tan incontrarrestable ataque 
que los confederados desalojaron sus ventajosas posiciones en 
desordenada retirada (*): triunfo que coronó la intervención de 
la división al mando del coronel Argüero logrando dispersar las 
fuerzas que se apoyaban en la casa de Palacios. 

La victoria se cernió por fin sobre el ejército de Buenos Ai- 
res, porque, como lo afirmó textualmente en su parte el gene- 
ral Paunero, «la artillería é infantería han cumplido con su deber, 
« rivalizando todos en esfuerzos, en valor y entusiasmo, y si 
« hubiera alguna mención honrosa que hacer sin detrimento de 
« los demás, sería la que justamente han adquirido los batallo- 
« nes 1° y «2» de línea, P, 2° y 3^ Norte, que barridos por la 
« metralla y taladrados por las balas rasas y cohetes á la con- 
« gréve del enemigo conservaron sus posiciones sin desesperar 
« en el conflicto, del éxito de la jornada, sosteniendo con mano 
« firme sus banderas que son la enseña de la libertad argenti- 
« na y de la gloria de Buenos Aires.» 

Los frutos de aquella batalla, que es la única de la guerra 
civil que no ha dejado rencores subsistentes ni heridas abiertas y 
vinculado, en cambio, á la familia argentina desde Jujuy hasta 
las heladas regiones del Cabo de Hornos, fueron inmediatos, 
pues dos meses después el ejército vencedor se posesionaba de 
Santa Fe, sin ejercitar hostilidades ni persecuciones partidistas, 
respetando las opiniones, intereses y derechos de todos y sin 
verse obligado á verter más sangre que la generosa derrama- 
da en la dispersión de las fuerzas de Virasoro y Laprida en 
la Cañada de Gómez, únicas que permanecían en armas en la 
provincia. Consecuentemente, el principio sostenido por las ar- 



co «Fué la brig:ada de artillería á las órdenes del teniente coronel D. Leopoldo 
« Nel5»on, que estaba á la derecha del centro, la que rompió un mortífero y cer- 
« tero tuefifo que causó bastante daflo al enemigo; pero, sensible me es decirlo, la 
« brigada de Infantería que debía apoyar á esa brigada no cumplió con su deber". 
(( dejó abandonado al comandante Nelson cuya batería era doblemente flanqueada 
« y pronto se esterilizó el coraje de ese bravo oficial que se vio obligado A reti- 
« rarsc casi en derrota. (Parte oficial de ITrquiza.) 



- 152 - 

mas de Buenos Aires» se impuso en toda la República:— el ge- 
neral Urquiza, desde Entre Ríos, se sometió; en Córdoba un 
gTupo de jóvenes decididos de la guardia nacional dispersó á 
la fuerza federal; Videla huyó de Mendoza á guarecerse en 
Chile y al sanguinario Juan Saá lo abandonaron las fuerzas con 
que pretendió resistir en las provincias que había sojuzgado. 

Terminada la breve campaña quedó el «2» de guarnición en 
el Rosario de Santa Fe, contribuyendo su jefe, (') oficiales y 
tropa, con la corrección de sus procederes, á la misión nobilí- 
sima de suavizar las asperezas levantadas por la contienda y 
borrar las luctuosas tradiciones que habían llevado á las dos 
viriles provincias del litoral, Buenos Aires y Santa Fe, á con- 
siderarse enemigas, al parecer, irreconciliables. 



(») Había quedado al mando accidental el sargento mayor D. Adolfo Orma 
en virtud de que el 3 de octubre de 1861 fué ascendido á general su comandante 
titular. 

Los jefes y oficiales del cuerpo que habían asistido & la jornada de Pavón fueron: 

Coronel Emilio Mitre 

Sargento mayor /\dolfo Orma. 

Ayudante mayor Federico Echavarría 

Abanderado Augusto García. 

Subte^niente agregado Hilarión Quintana 

Compañía de granaderos: Teniente t°.Orfilio Casariego, subteniente Eduardo Ra- 
cedo. 

1*^ Compañía: Teniente 1° Carlos Winclek, teniente 29 Lucio Salvadores, subte- 
niente Miguel Molina. 

2* Compañía: Capitán Emilio Alfaro, teniente 1° Manuel Frías, teniente 2° Juan 
Salvadores, subteniente Manuel Bucear. 

3*^ Compañía: Capitán Benjamín Calvete, teniente 1° Valentín Monterroso. te- 
niente 2° Carlos O. Alcalde, subteniente Esteban Chouciño. 

Compañía de cazadores: Capitán Francisco Borges, teniente 1<> Martín García, 
subtenientes Emiliano Sáez y Prudencio Gamboa. 



GUEBBA DEL FABAGUAT 



CAMPABAS SE C0BBIE277ES 7 VBUaUA7ANA 



8u8 causas — Semblanza — Neutralidad argentina — Atentado brutal — 
Beolaración de guerra — Marcha del «2 de Infantería» — Jefes y ofi- 
ciales — Un Corrientes — Besembaroo — Ataque — Oportuna interven- 
ción del «2» — Ijos primeros trofeos — Bajas del €2» — Retirada — 
Beorganisaoión — Marcha al Uruguay — Yatay — Imprudencia de 
Pallejas — Movimiento envolvente — Derrota de Duarte — En busca 
de Estigarribia — Intimación desechada — Sitio y rendición de 
Uruguayana — Fracaso de los planes de López. 

El 29 de enero de 1863 se ordenó al «2 de Infantería* que 
pasara á la guarnición de Buenos Aires (') y cinco meses des- 
pués regresó á acantonarse en el Rosario, para seguir, el 14 de 
diciembre á Martín García; en donde fué ocupado en levantar 
las fortificaciones que previsoramente el gobierno dispuso se 
ejecutaran en la isla. 

Las obras de defensa las hicieron los soldados del «2» á ór- 
denes superiores del jefe de la escuadra, coronel don José Mu- 
rature y bajo la dirección de competentes ingenieros. (*) Una 

O El 28 de febrero se nombró jefe en propiedad con el empleo de teniente co- 
ronel, al que lo era graduado D. Adolfo Orma y el 23 de abril obtuvo la efecti- 
vidad de mayor del mismo el graduado D. Francisco Borges. 

(') Las obras de defensa ejecutadas por el «2» en Martfn García, provocaron 
notorios recelos en el déspota que reinaba en el Paraguay. López se creyó, mal 
aconsejado por sus temores, facultado para pedir explicaciones al gobierno ar- 
gentino, pero nuestra diplomacia, procediendo con la altivez requerida por el 
caso, no contestó aquellas reclamaciones infundadas. 



- 154 — 

vez terminadas regresó el cuerpo á Buenos Aires, incorporán- 
dose á las fuerzas de la guarnición el 24 de abril de 1864 y de 
la que formó parte hasta que el brutal atropello del déspota que 
imperaba en el Paraguay obligó al gobierno argentino á tomar 
sangrientas y justísimas represalias, contestando al ultraje trai- 
dor hecho á nuestra soberanía con la franca declaración de 
guerra y al insulto con el castigo severo del bárbaro ofen- 
sor. 

Las causas complejas de esta trascendental guerra, que fué 
encarada con dignidad y llevada con abnegado valor, han sido 
desfiguradas por los que echaron sobre sí la ingrata tarea de 
detractar la acción argentina en sus relaciones internacionales 
y aunque conocidas por la generalidad es, pues, oportuno reme- 
morarlas ligeramente. 

Los favores paternales hicieron de F'rancisco Solano López 
un general de dieciocho años tan pretencioso como ignorante 
y sus condiciones naturales de predominio, desarrolladas en el 
ambiente propicio de la infancia, adquirieron mayor vuelo y lo 
aturdieron al presenciar las fiestas aparatosas del segundo Im- 
perio y contemplar bajo la «Cúpula de los Inválidos» los tro- 
feos amontonados por el genio guerrero de Napoleón el Grande, 
al que creyó poder imitar en el continente que había agotado 
el hierro duro de forjar cadenas. 

Cuado se hizo nombrar «Presidente», (') sugestionado por la 
condición esencial de su idiosincracia, pretendió aliarse con el 
Brasil para ensanchar al Paraguay á costa de la Argentina; 
pero, disgustado porque la diplomacia de Río no tomó en serio 
sus proyectos, se dejó envolver por las artimañas del ministro 

o A la muerte de Francia fueron nombrados cónsules D. Carlos Antonio Ló- 
pez y D. Roque Alonso. Era el secundo un hombre bunio que dócilmente se dejó 
manejar por el primero, que en un momento de mal humor lo apostrofó: «Vete 
animal m; y á la palabra unió la acción quedando solo y dueño absoluto del poder 
público. Su reinado concluyó con la muerte en 1862, legrando la vicepresidencia 
A Francisco Solano Inmediatamente éste se posesionó del gobierno en condicio- 
nes similares á sus antecesores, puesto que redujo al Parajfuay al más descarado 
vasallaje y luego lo sacrificó estérilmente á sus ambiciones de poderlo El 16 de 
octubre del año citado se hizo nombrar "Presidente»» por el congreso que reunió 
á ese solo efecto. .-Xun en los pueblos más enervados siempre se encuentran hom- 
bres menos abyectos que la generalidad y A los de esta condición que osaron opo- 
nerse A este gobierno hereditario se les reprimió en pestíferos calabozos. 



— 155 — 

Carreras (*) enviado del gobierno Oriental, quien, explotando 
mañosamente sus tendencias bélicas y desmedidas ambiciones, 
le hizo creer que argentinos y brasileños se hallaban de acuer- 
do para poner dique á sus ilusorias expansiones y evitar que 
ciñera sus sienes la corona imperial que tenía encargada al 
representante Benítez. 

Estos y otros antecedentes, así como las falsas teorías de 
gobierno que profesaba, que lo hacían considerar á su país un 
fundo manejable solo de acuerdo con las tradicionales tropelías 
del neurótico Francia y su padre y á los vecinos incapaces de 
merecer mayores consideraciones, lo indujeron á imaginarse 
protector del equilibrio político del Rio de la Plata y, alar- 
deando de tal doctrina, protestó contra la ingerencia del Brasil 
en los asuntos orientales para luego llevarle de hecho la gue- 
rra, que tenía de antemano preparada, (") con la invasión vandá- 
lica de la provincia de Mato Groso, (') 

A raíz de estos sucesos, que el pregón de la civilización ha 
condenado enérgicamente, el gobierno del general Mitre decla- 
ró su absoluta neutralidad en la contienda y, así como rechazó 
las primeras proposiciones de alianza del emperador Pedro II, 
negó á López el permiso que solicitaba para pasar las fuerzas 



(») «El mismo López se ocupó en hacer públicas todas las confidencias del 
« ministro oriental, diciendo que éste le habla propuesto una allaza ofensiva y 
« detensiva contra la República Argentina, para lo cual ofrecía la seg:uridad de 
« una liga con el general Urquiza y neutralizar la isla de Martín García que 
« pertenecía de derecho á la República Oriental siempre que López consiguiese 
« ponerla á disposición de aquella república, concluyendo por declararse el Pa- 
« raguay á favor de la República 0rlental»>— («Historia política y militar de las 
Repúblicas del Plata» por Antonio Díaz). 

—También Thompson en diferentes capítulos de su interesante «Guerra del Pa- 
raguay» menciona estas maquinaciones y se ocupa de la cooperación que de Ur- 
quiza se esperaba en el Paraguay y con particularidad al ocuparse de las suble- 
vaciones de Basualdo y de Toledo. 

{*) Ya en marzo de 1864 tenía López un depósito de reclutas que recibían ins- 
trucción diariamente en Cerro León, todos hombres hábiles de dieciocho A cincuen- 
ta años. Un depósito igual de diecisiete mil plazas se adiestraba en Encarnación 
y otros diecisiete mil en HumaytA. En Asunción y Concepción había fijado gran- 
des almacenes de armamento y municiones. 

(«) Salvajes y brutales atentados cometieron los invasores en el indefenso Estado. 
Es prueba fehaciente de esta aseveración uno de los muchos hechos que cita Thomp- 
son, que en esa época estaba al servicio de López. Según este ingeniero inglés 
los marinos del «Ipora» engalanaron sus obenques con orejas de brasileños, las 
que fueron recién retiradas en la Asunción por orden suprema. 



— 156 - 

que operarían sobre Río Grande por territorio argentino; (') 
acto de indiscutible lealtad que indujo al tirano á lanzar sus 
marinos á asaltar alevosamente nuestras naves desarmadas en 
el puerto de Corrientes, (") asesinar, sus equipajes sorprendidos 
y apoderarse, con flagrante violación de todo derecho, de la 
ciudad y saquear la campaña, aduefíándose de los ganados y 
bienes de los pobladores. 

Al atentado brutal y cobarde se contestó con la declaración 
franca y enérgica de guerra, firmándose el 1^ de mayo de 1865 
el tratado de la triple alianza, mediante el cual tres pueblos 
civilizados cooperarían á destruir la simiente de la barbarie 
en aquella nación hermana. 

Seis días antes de ultimarse el pacto que mancomunaría á ar- 
gentinos, brasileños y orientales en las glorias y sacrificios de 
la campaña, partieron de Buenos Aires la primeras fuerzas que 
se destinaban á recuperar á Corrientes. Entre éstas figuraban 
el «2 de Infantería» á órdenes del teniente coronel D. Adolfo 
Orma y sargento mayor D. Francisco Borges, secundados por 
los siguientes oficiales: (') 



0) Nota de 14 de enero de 1865, la que fué contestada el 9 de febrero, fundando 
la nepativa en la obligación de respetar los derechos de ambos beliírerantes. A 
esta razonable argumentación se respondió con un acto vandálico. El ministro 
brasileño en París, señor Macedo. en un fundado capítulo de 19 carpos que hizo 
A López le acusó en el 4** de haber invadido A Corrientes divcinuf^'c (lias antes de 
declararse la guerra A la República Argeniina. 

{*) «Corrientes, abril 13 de 18(^-Al Excmo. señor Ministro de Guerra y Mari- 
na, general D. Juan A. (lolly y Obes. Participo A V. E. que á las 7.15 de la ma- 
ñana una escuadrilla paraguaya de cinco de los principales vapores de aquella 
marina con numerosas fuerzas de desembarco, bajaron por frente A esta capital 
regresando después y acometieron al vapor «25 de Mayo» surto en este puerto y 
tomaron una actitud de desembarco La actividad con que se hace necesario di- 
rigir ésta y la premura con que deben tomarse las medidas que las circunstan- 
cias aconsejan, me hacen terminarla sin más detalles; siendo no obstante lo sufi- 
ciente para que V. E. comprenda la actitud de aquel gobierno apoderándose de 
un vapor de guerra nacional y tal vez intentando algo sobre esta ciudad. El 
Excmo. señor Presidente. A cuyo conocimiento espero llevará V. E esta nota 
dispondrá lo conveniente, quedando por mi parte A cumplir con mi deber. Dios 
guarde A V. ^.—Manuel Lafi¡ratla, Juan José CavicUíto. 

Ultimo momento.— 1^0^ vapores han sido tomados; es decir, el «25 de Mayo» y 
«Gualeguay» y se los llevan Se dice que ha habido muchos muertos en estos va- 
pores. Los buques enemigos permanecen en movimiento frente A este puerto». 

(*) A la sazón se componía de seis compañías con ochenta plazas cada una. 
subdivisión adoptada por decreto del 2() de abril de 1865. 



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Plana Mayor: Capitán supernumerario Esteban Chousifto. 
Ayudante mayor Teodoro García. 
Teniente 1° Mariano Villalba. 

Id 2° Clodomiro Rosales. 
Abanderado Manuel Penal oza. 
Compañía de granaderos: Capitán Miguel E. Molina, tenien- 
te 1° Juan B. Reyes^ teniente 2P Manuel Gómez, subtenientes 
Amaro del Valle y Francisco Bosch. 

1^ Compañía: Sargento mayor graduado Lucio Salvadores, 
teniente 2** Sebastián Hernández, subtenientes Pedro Racedo y 
Benjamín Moritan. 

2^ Compañía: Capitán Eduardo Racedo, teniente 2^ Pedro 
Chenaut, subtenientes Julio Sáez, Julio Dantas y Olegario Rodas. 
3^ Compañía: Teniente P Juan Salvadores, teniente 2** San- 
tiago Moritán y subteniente Félix Díaz. 

Compañía de cazadores: Capitán Emiliano Sáez, teniente 2^ 
Marcelino Salvadores, subtenientes Pablo Aires, Augusto Patino 
y Máximo Ugalde. 

El 4 de mayo, con la Legión militar y 3er escuadrón de arti- 
llería, desembarcó en Bella Vista, incorporándose inmediata- 
mente al cuerpo de ejército que mandaba en jefe el general 
D. Wenceslao Paunero. Nuevamente á bordo de la escuadra 
avanzó, el 13 de aquel mes, hasta Empedrado; pero, noticiados 
los expedicionarios que el grueso del ejército invasor se hallaba 
en aquellas inmediaciones, retrocedieron hasta el Rincón de 
Soto, donde se les unieron los batallones 1** y 3^ de infantería 
y el 2^ escuadrón de artillería. 

Reorganizadas en este acantonamiento las fuerzas, bajo la 
denominación de 1^ división, avanzaron días después decidida- 
mente sobre Corrientes y el 24 echaron anclas los buques que 
las transportaban á tres leguas de la ciudad (*), á cuyo frente 
se presentaron á las 2 de la tarde del 25 de Mayo. 



{^\ Buques argentinos y brasileños formaban la escuadra que embarcó á la 1* 
división, compuesta por los batallones 1", «2<»» y 3° de infantería, al mando respec- 
tivamente de Rosseti. Orma y Rivas; Legión Militar al de Charlone y escuadrones 
2° y 3° de artillería á órdenes de Viejobueno y Maldones. La tropa era comandada 
en jefe por el general Paunero y la escuadra obedecía al de igual graduación de 
la marina imperial Francisco Manuel Barroso. 



- 158 



OOBBI1CNT1C8 



A la vista del enemigo, que á mansalva había ultrajado el 
territorio nacional, tal era el entusiasmo y la decisión imperante 
en la «1* división» que hubiera sido imposible deferir el ataque. 
Desde el general hasta el humilde soldado se transparentaba 
el anhelo noble y generoso de abatir el pendón extranjero que 
flameaba en suelo argentino como el más grande homenaje al 
día de gloriosas tradiciones que podía iluminar el límpido sol 
de nuestra redención. 

Bajo esas viriles impresiones y sufriendo un nutrido fuego de 
fusilería, ejecutaron la arriesgada operación del desembarco á 
la vista del enemigo ensoberbecido; bajando entre las primeras 
fuerzas la 2^ compañía y la de cazadores del «2 de Infantería» 
con su efectivo completo; más veinticinco soldados de la 1* 
compañía que se confiaron al arrojo del subteniente Benjamín 
Moritán. 

Charlone y Rosseti, que encabezaron la columna de desem- 
barco, inmediatamente de tomar tierra avanzaron con denuedo 
sobre el Cuartel de la Batería y seguidos por solo ciento 
cincuenta hombres se trabaron en tan heroico como desigual 
combate con los valientes paraguayos que le ocupaban aperci- 
bidos á la lucha. 

Dobladas por el número, se encontraban las fuerzas argentinas 
seriamente comprometidas, pues á la desproporción del efectivo 
se unían las sensibles bajas de jefes, oficiales y soldados que 
desde el primer momento experimentaron, y hubieran tenido 
que retroceder, á pesar de sentirse animados por ese fluido 
que convierte á los combatientes en héroes en el momento de 
la prueba; pero en aquellos instantes, que eran realmente su- 
premos, llegaron á paso de carga los cazadores del «2 de In- 
fantería» con el capitán Emiliano Sáez á la cabeza y los 25 
soldados con que desembarcó Moritán que conjuntamente con 
los granaderos y 1^ compañía del 1' de línea arremetieron con 
tan decidido empuje que restablecieron el combate y provocaron 
la retirada del enemigo (*). A propósito de esta primera faz 

(1) «Muy oportuna fué también la cooperación que prestó el comandante Rosseti, 



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de la acción y del avance decisivo de las fuerzas de refresco, 
dice un actor en aquella lucha de atletas, el general D. Daniel 
Cerrí: «Todos estos refuerzos envuelven al cuartel y arrojan á 
« culatazos hasta el último enemigo que^ no pudiendo resistir el 
« empuje de aquellos bravos, se pronuncia en retirada y se dis- 
« persa al otro lado del puente, parapetándose detrás de casas, 
« paredes y bosquesillos de naranjos, á cien metros de distan- 
« cia, rompiendo un fuego convergente sobre el puente con el 
< fin de impedir el avance de nuestros soldados. En esta reti- 
« rada los enemigos dejaron en poder del «2 de línea» dos pie- 
«zas de artillería». 

Frente á aquel puente de piedra en que los paraguayos en- 
contraron sólidos parapetos, se reanudó el reñido combate, en 
que sólo cejaron los adversarios cuando los argentinos se lan- 
zaron arrojadamente á desalojarlos á punta de bayoneta. 

Orma, Rosseti y Rivas encabezando á sus veteranos^ fueron 
los primeros en salvar el obstáculo y á raíz de una lucha soste- 
nida brazo á brazo, obligaron á los invasores á desbandarse. 

Cupo á los soldados del «2» tomar los primeros trofeos en el 
desigual y porfiado combate en que lucharon quinientos solda- 
dos de la «1* división» contra dos mil paraguayos, que á dos 
jomadas tenían veinte mil de refresco; como también le co- 
rrespondió resaltante proporción en el tributo de sangre, puesto 
que perdió al subteniente Ugalde y treinta y nueve plazas entre 
muertos y heridos. 

Despejada la población de invasores, entraron en la tarde el 
resto de las fuerzas; pero, como se informara el general Paunero 
que una fuerte columna enemiga marchaba con intenciones de 
recuperarla, ordenó inmediatamente su embarque en razón de 
que no recibiría refuerzos para sostenerse en la posición. 

Siguió hasta Esquina para luego continuar al Paso de Platero, 
en el que se reorganizaron las fuerzas bajo la denominación de 
1er cuerpo de ejército; siendo el «2 de Infantería» destinado á 



« con parte de su batallón, pues llegó al lugar del combate en momentos críticos 
« y se comportó con bravura; como lo hizo también parte del ttBatallón 2 de 
« Infantería», con el capitán Sáez á la cabeza de la tropa, que pudo desembarcar 
durante el combate». (Parte del general D. Wenceslao Paunero). 



- 160 - 

formar la T" brigada de la 2* división con el 1° de voluntarios 
al mando del comandante Giribone. 

Contaba el ler cuerpo con cuatro mil ochocientas plazas y 
fué destinado, en unión de una brigada oriental y otra brasileña, 
á contener el avance de las fuerzas paraguayas que operaban 
en el Uruguay. Por consiguiente, marchó á Buena Vista y de 
ahí sucesivamente á Paso de Giles, Puesto del Medio, vadeo el 
río Corrientes y siguió hasta Santa Ana para efectuar el 13 de 
agosto su conjunción con los aliados. Formado el ejército en 
cinco columnas paralelas continuó avanzando hasta ponerse en 
contacto con la vanguardia enemiga, fuerte de 3200 hombres, 
tres días después, en las inmediaciones del Arroyo San Joaquín. 

YATAY 

En la misma noche del 16 camparon los aliados á una legua: 
del Arroyo Capikicé y se alistaron para atacar al día siguiente 
al enemigo que los esperaba en la posición defensiva del Om- 
bucito, nombre con que es conocido el «albardón» que forman las 
cuencas de los arroyos Yatay y Despedida, á veintidós kilóme- 
tros al norte de Paso de los Libres. Una vez conocida la 
situación de Duarte, en «junta de gueira» se combinó el plan 
de ataque^ que consistía en batir violentamente con fuegos de 
artillería los ligeros atrincheramientos del enemigo y cuando 
éste fuera conmovido, lanzar al ataque del centro y la izquierda 
á orientales y brasileños, mientras que los argentinos envolve- 
rían la derecha, cortándole la retirada. 

Listo el ejército para iniciar las hostilidades y formado en 
columnas paralelas, en que llevaban la derecha los orientales 
al mando de Pallejas, la izquierda los argentinos al de Paunero 
y las reservas á órdenes del coronel D. Matías Rivero, avanzó 
resueltamente sobre el enemigo y momentos antes de comenzar 
la acción el general Flores le intimó rendición, á lo que con- 
testó el mayor Duarte con altivez que le hace cumplido honor 
«No tengo órdenes en ese sentido del Supremo Gobierno». 

La arrogancia de aquel valiente impuso el deber de destruirlo 
y minutos después veinticuatro bocas de fuego iniciaron un 
furioso cañoneo tendiente á anonadarlo; pero, hubo en breve 



- 161 - 

que suspenderlo, debido á que el coronel Pallejas, desobedecien- 
do las instrucciones que tenía recibidas y dejándose llevar por 
los impulsos irreflexivos de su temperamento ardoroso, se 
lanzó al ataque antes de tiempo, rompió la cortina de tiradores 
paraguayos que ocultaban el grueso de las fuerzas y fué— como 
ariete lanzado á la ventura con impulsión sobrehumana— á in- 
crustarse en el centro del enemigo con su Batallón Florida, con 
lujo de valor y pérdida innecesaria de vidas. 

El silencio obligado de la artillería lo aprovechó Düarte para 
tomar la ofensiva con su caballería y cayó impetuosamente 
sobre la de los aliados que, confundida con el adversario, re- 
trogradó hasta dar con el 1° de línea y Batallón San Nicolás, 
que recibieron á enemigos y dispersos á balazos para librarse 
de ser envueltos por el tumultuoso alud que semejaban. 

En tanto la división argentina que cubría la izquierda, manio- 
brando como en una parada al mando inmediato del coronel 
Arredondo, ejecutaba el movimiento envolvente de la derecha 
enemiga, mientras que en el resto de la línea restablecían la 
acción los aliado^ y las reservas de Rivero. Este movimiento, 
en que actuó el «2 de Infantería», fué ejecutado con tal orden 
y acierto que, á raíz de un breve y decisivo combate, obligó á 
los paraguayos á declararse en derrota, salvándose sólo dos- 
cientos hombres que se arrojaron á nado en el Uruguay. (*) 

El distinguido historiador del 3 de línea, mayor José E. Ro- 
dríguez, dice, al ocuparse de esta función de guerra, que: «fué 
« decisiva para las operaciones de los ejércitos paraguayos en 
« Corrientes, sobre todo para las que se ejecutaban al este de 
« la laguna de Ibera y muy particularmente para la columna 
« de Estigarribia tan torpemente comprometida en Uruguayana, 
« tanto por las pérdidas materiales como por la influencia per- 
« niciosa que ejerció en el ánimo de López, que veía fracasado 
« claramente su plan de campaña». 



(») «Quedando en poder del ejército de vanguardia- 1200 prisioneros y su jefe 
€ Duarte; 1700 cadáveres. 4 banderas, armamento, municiones, ocho carretas y sus 
€ caballos flacos y más de trescientos hcrldos>. (Parte del general Flores). 



162 



UBITQUAYANA 



Después de la victoria de Yatay permaneció el «2 de Infan- 
tería» ocupando el pueblo de Paso de los Libres hasta el 23 
de julio en que pasó al Sauce, para luego incorporarse al ejér- 
cito sitiador de la Villa de Uruguayana, que, á la sazón, ser- 
vía de refugio á la columna de Estigarribia. (^) 

En previsión de un asalto habían los paraguayos mejorado y 
reforzado las obras de fortificación que Canavarro les aban- 
donó con vituperable apresuramiento y cercado, además, la 
población con enmarañados «abatíes». 

El jefe de los sitiados rechazó en términos altivos y excesi- 
vamente ampulosos la intimación de rendirse que se acordó 
hacerle en la «junta de guerra» celebrada el 2 septiembre, pero, 
once días después, penetrado de la inutilidad del sacrificio, di- 
rigió un oficio al general en jefe brigadier Mitre (■) manifes- 
tándole que «si desea evitar el derramamiento de sangre está 
<r en ocasión oportuna de hacerlo pero hacerlo con la altura 
« que V. E. desearía en un caso semejante al mío». Por parte 
de los aliados se insistió en la fórmula de «rendirse sin condi- 
ciones» en razón del rechazo de las honrosas que con anterio- 
ridad se le habían ofertado y á ello tuvo que inclinarse Estiga- 



(») Componían ésta los batallones Nros. 14, 15. 17, 31, 32 y 33, cuatro Regi- 
mientos de Caballería de cuatro escuadrones cada uno; siete piezas de artillería y 
un obús. 

(•) Cuando el general Mitre llepó A territorio brasileño el barón de Porto Ale- 
gre se negó á ponerse á sus órdenes, fundándose en la interpretación que daba á 
lo establecido en el Tratado de la Triple Alianza; pero, como ésta no era la ra- 
zonable ni se ajustaba al criterio del general Mitre, la resistió el jefe argentino» 
ofreciendo, para zanjar toda dificultad, trasladarse á la orilla opuesta y ser sim- 
ple espectador— rio por medio— de las operaciones. A esta proposición hecha con 
firmeza y resolución se opuso Tamandaré, exclamando en tono festivo y conci- 
liador que c(él estaba allí para evitar con sus naves tal pasaje». 

Por fin se arribó al temperamento de esperar el arribo del emperador Pedro 
11, que de un momento A otro llegaría al campamento de los aliados.. El noble 
y grande monarca no podía por Li Constitución brasileña ponerse A órdenes de 
ningún general; pero, admirador como era de las dotes del general Mitre, resol- 
vió el punto con toda diplomacia y sagacidad exclamando ante todos los jefes 
superiores que se congregaban A su lado- «Asumo el mando del ejército y lo de 
« lego en manos del general Mitre, presidente de la República Argentina». A esta 
incidencia se debió que la rendición fuera directamente tramitada con el patriarca 
argentino. 



- 163 - 

rribia, entregando la guarnición de la plaza, fuerte de seis mil 
hombres; «siendo, como á la letra lo dice el parte del general 
« Mitre, los trofeos de esta victoria incruenta: 5 cañones, 9 ban- 
« deras, más de 5.000 fusiles, como 1.300 lanzas con sus ban- 
« derolas de colores paraguayos, tercerolas, correajes, cajas de 
« guerra y otros equipos, y además una escuadrilla de canoas 
« en que intentaban evadirse de la suerte que les esperaba». 
Esta capitulación, de la más alta importancia para las armas 
aliadas, trastornó por completo los descabellados designios de 
López, que tuvo que disponer la inmediata evacuación de las 
posiciones que había tomado merced á una felina sorpresa. Los 
que habían sido instrumentos de sus ambiciones y víctimas de 
sus neuróticas tendencias de predominio dejaron á sus espal- 
das, al operar la concentración, veintiún mil hombres, entre 
muertos y prisioneros; la escuadrilla paraguaya aniquilada; 
cuarenta y dos piezas de artillería perdidas y, entre miles de 
trofeos, diez banderas que, conservadas religiosamente, serán 
siempre la más fiel ejecutoria del genio estratégico que ideó 
las campañas de Corrientes y Río Grande y del valor y abne- 
gación de los que las realizaron regando con la sangre genero- 
sa de 2.581 argentinos, brasileños y orientales el territorio sa- 
grado de las naciones aliadas. 



DE FASO SE LA FATBXA A TÜUSTY 



Maroha difionltosa — Prolegómenos de la invasión — Aooión deficiente 
de la esouadra — TUl pasaje — Primeros choques — Ocupación del 
campo atrincherado — Sorpresa del €2 de mayo» — Alternativas de 
la lucha — Flanqueo — Acción parcial — Avance de los aliados — cPaso 
Sidra» — Tiroteo— Campamento de Tuyuty — Plan de ataque — La 
ffran batalla — iBn la vanguardia y la isquierda— Besquin en acción 
— liucha encarnizada— Avance del <2 de Infantería» — Combate 
contra caballería — Bechazo — Bizarra comportaoión — La «Orden 
del día». 

Distribuida convenientemente la rendida guarnición de Uru- 
guayana, vadearon los aliados el Río Uruguay para reconcen- 
trarse en Mercedes é iniciar la campaña sobre las fuerzas de 
Resquín que apresuradamente retrocedían hacia el Paso de la 
Patria talando los campos, incendiando las poblaciones, roban- 
do las haciendas y bienes transportables, depredando, en fin, el 
territorio en forma que una horda de bárbaros no podía jamás 
sobrepasarla. (*}. 

O El ejército que V. E. lanzó sobre esta provincia de Corrientes y que alcanzó 
« hasta el Paso de Santa Lucía ha cometido hechos más atroces aún, arrebatando 
« violentamente todos los ganados de millares de establecimientos de campo 
« incendiando las habitaciones y dejando sin techo ni abrigo á miles de fami- 
V lias de la extensa campaña que han asolado; llevando su inhumanidad, ó más bien 
« dicho la de V. E., cuyas órdenes se invocaron para el efecto, hasta la barbarie 
« de arrancar de las casas y conducir prisioneras al Paraguay las inocentes es- 
" posas y tiernos hijos de jefes patriotas y valientes pertenecientes al ejército 
« argentino » (Párrafo del oficio dirigido por el general Mitre el 25 de noviem- 
bre de 1865 al tirano López). 

El general Resquín que tanto había depredado el territorio nacional salvó in- 



- 166 - 

En marcha de increíbles , sufrimientos por el estado en que 
los campos quedaban y el desborde de las corrientes de agua, 
pasaron los aliados los ríos Corrientes y Santa Lucía y en las 
orillas del «Batel», al darse organización definitiva al Ejército 
pasó el «2 de Infantería» del 1° al *2P cuerpo que mandaba el 
general D. Emilio Mitre. Fué destinado á formar la 7^ briga- 
da de la 4^ división con el 1er Batallón del 3er Regimiento 
de guardias nacionales de Buenos Aires y así continuó su ruta 
con destino á la Ensenada, en donde campó el 31 de diciembre. 

Como en la «junta de guerra» celebrada en Corrientes el 25 
de febrero, se había resuelto la forma en que los aliados in- 
vadirían el territorio enemigo, dispuso el general en jefe la 
reconcentración del ejército frente al «Paso de la Patria» , para 
operar el pasaje acordado y en tal virtud llegó á aquel paraje 
el 9 de abril el «2 de Infantería» conjuntamente con las demás 
fuerzas del 2P cuerpo. 

A los tres días de estadía y en razón de haber dado los re- 
sultados buscados los reconocimientos practicados por los alia- 
dos, corrió por el campamento la grata nueva de haberse adop- 
tado detinitivamente la ejecución de la brillante operación con- 
cebida por el teniente general D. Bartolomé Mitre, que como 
se sabe había sido ya discutida por los principales jefes del 



tactas sus fuerzas pasando al Paragfuay á la vista de la Escuadra brasilefia. Ex- 
cesiva buena voluntad se necesitaría para pretender disculpar la inaraovilidad de 
la flota al permitir el pasaje del rio en canoas á una legua de sus aceradas proas 
y no somos los primeros en lanzar este severo cargo, pues la autorizada voz del 
general Mitre lo formuló en Tuyú-Cué en 1867, incluyéndolo entre los varios que 
contenía la «Memoria» que envió al mariscal de Caxias. He aqui sus palabras 

tt Cuando después de la rendición de Uruguayana presenté las bases del plan de 
« campaña que debía seguirse y que fueron unánimemente aprobadas por los gene- 
« rales aliados, hallándose presente S, M. el emperador del Brasil, y concurrien- 
« do al acuerdo el ministro de guerra del imperio, seftor Ferraz, se estableció 
« que inmediatamente se llevaría la guerra por el Paraná con toda actividad 
« y sin pérdida de tiempo, concurriendo parte de la escuadra con todos sus me- 
€ dios, ya fuese para hacer evacuar el territorio de Corrientes, ya para impedir 
« el pasaje del enemigo al tiempo de retirarse, ya fuese para efectuar la inva- 
« sión á territorio paraguayo sin mayor dilación. El almirante Tamandaré. pre- 
« senté al acuerdo se comprometió á ello. En consecuencia del plan acordado, el 
« ejército aliado marchó en busca del enemigo y le hizo evacuar la provincia de 
« Corrientes. La escuadra no concurrió en esta ocasión como podía y debía para 
« impedir ó dificultar el pasaje 'del ejército enemigo en retirada por el Paso de 
« la Patria, y desde luego se hizo más indispensable la invasión al territorio 
« enemigo». 



- 167 - 

ejército aliauo. Con el entusiasmo propio del soldado que sien- 
te su patriotismo ingénito alentado per la confianza que inspi- 
ra la ilustración y pericia del comando se prepararon las tro- 
pas para el pasaje que se ejecutó, por parte del ejército, sin 
que la práctica discrepara en lo más mínimo con la teoría en 
que se fundó. 

A ese efecto debía tender la escuadra sus líneas de combate 
frente á las islas de Santa Ana y Cabrita, para bombardear el 
campamento general de López y al propio tiempo atacar al Fuer- 
te Itapirú, ametrallando también los refuerzos que, en protección 
de las fuerzas opuestas al desembarco, se desprendieran. Con 
estas demostraciones y la consiguiente acción se procuraba em- 
peñosamente mantener al enemigo en la creencia de que la in- 
vasión se realizaría arriba de Itapirú, á fin de que descuidara ia 
Confluencia, lo que con usura se consiguió, pues, no obstante 
que los buques ejecutaban deficientemente (*) la primera parte 
del propósito, embarcó el general Osorio un cuerpo de diez mil 
soldados, que fué inmediatamente reforzado por el 1er. cuerpo 
del eiército argentino (■) y la división oriental, y fingiendo la in- 
tención de tomar tierra en la margen izquierda frente á la po- 
sición de Itapirú oblicuó rápidamente al oeste para doblar el 
vértice de la Confluencia y desembarcar á dos mil quinientos 
metros de ésta. La astucia y el cálculo obtuvieron el más bri- 
llante y fácil triunfo, ya que en la arriesgada operación sólo 



(») «Cuando se trató de efectuar el pasaje del ejército por el Paso de la Pa- 
« tria, el almirante (se alude á Tamandaré) volvió A declarar en junta de gue- 
« rra de los íjenerales aliados que en veinticuatro horas arrasaría las fortlfica- 
« clones de Itapirú. para allanar el referido pasaje. Tampoco se hizo esto, y ha- 
« biéndosc convenido un nuevo plan por el cual la escuadra tenía que dominar 
« la punta de Itapirú, armada con un cañón, y penetrar en la ensenada del mis- 
« mo nombre, defendida por una chata con un cafíón y un vaporcito con dos ca- 
« ñones de & cuatro, el Almirante se comprometió á realizar por su parte el 
« movimiento simultáneamente con el desembarque del Ejército en territorio pa- 
« raguayo. Sólo después de ocupado el territorio enemigo por el ejército y sólo 
« después de haber obtenido el general Osorio dos victorias con las fuerzas in- 
« vasoras, la escuadra penetró en el canal de Itapirú. donde se vio. como lo ha- 
« bían asegurado los baqueanos, que los buques de mayor calado podían fondear 
« contra la barranca, como en realidad lo efectuó el acorazado «Brasil». (Memo- 
ria para el pasaje de Humaytá. por el teniente general D. Bartolomé Mitro. 1867). 

(*) Cinco mil setecientos veinte hombres. El ejército aliado que se había recon- 
centrado para el pasaje, se descomponía en: Veintiocho mil brasileños, doce mil 
argentinos y dos mil quinientos orientales. 



- 168 - 

tuvieron los aliados que arrollar al Batallón 18° de infantería 
y Regimiento 20^ de caballería que, á órdenes de los capita- 
nes Venegas y Hermosa, pretendieron hacerles resistencia y 
al día siguiente envolver y desalojar de sus posiciones á la 
«reserva» de los primeros, formada por los batallones 7^ y 12° 
de infantería y Regimiento 23° de caballería. 

Con estas fáciles victorias, que sólo costaron á los aliados 
trescientas treinta y siete bajas, se aseguró el resultado de la 
hermosa operación, que, comenzada el 16 terminó el 20, de- 
jando á la historia un día más de radiosa gloria y á la ciencia 
de la guerra las enseñanzas fructíferas de maniobra tan per- 
fecta que, en razón, puede equipararse al genial pasaje de los 
Andes por San Martín. 

SOBPBBBA D£L 2 DJC MAYO 

En la madrugada del 23 de abril, López desmoralizado por 
el fracaso que sus maríscaladas habían sufrido, se consideró tan 
inseguro que abandonó el campo atrincherado del Paso de la 
Patria, reduciendo antes á cenizas todas las existencias que no 
pudo arrastrar y los aliados avanzaron para ocuparlo tranquila- 
mente el 24 con la vanguardia, que la componían la 1* divi- 
sión del 1«' cuerpo argentino, tres batallones orientales y la 
12^ brigada brasileña. El resto del ejército se le reunió al si- 
guiente día, acantonándose las fuerzas argentinas, tendidas en 
dos líneas, á la derecha del campamento aliado y á retaguar- 
dia de un pequeño bosque que faldea el bañado en que muere 
la Laguna Pasope. Desde aquel día hasta el 2 de mayo se pro- 
dujeron varios tiroteos insignificantes que fueron precursores 
de la audaz sorpresa en que cifró el adversario la destrucción 
de los invasores. 

Al amanecer de aquel día se practicó la descubierta sin no- 
vedad; pero, luego de retiradas las fuerzas, ocupó posiciones 
convenientes el comandante Díaz con seis mil paraguayos, que 
dividió entre los «Paso Sidra», «Carreta» y «Piris» para des- 
arrollar el plan concebido por el genio aventurero de López. C) 

(*) A la sazón, las posiciones de los ejércitos beligerantes eran como sigue: 



- 169 - 

Con sus fuerzas divididas en tres columnas, cayó de impro- 
viso sobre los aliados. La del comandante Valiente (izquierda) 
se lanzó sobre la artillería, tomando cuatro cañones que fueron 
inmediatamente transportados á retaguardia y desbandando el 
7® de línea brasileño; la del centro, á órdenes del comandante 
Cáceres. desordenó el 21*^ y 38^ regimientos, mientras que la 
columna de la derecha, formada por caballería paraguaya, 
chocó con el Batallón 24 de Abril que, al ser rechazado, dis- 
putó el terreno con toda energía. 

El retroceso de las fuerzas aliadas fué general y el Batallón 
Florida lo efectuó encastrado en la columna paraguaya del 
centro y defendiéndose con prodigioso esfuerzo. Envueltos en 
ese desorden, que era espléndido por el valor desplegado por 
los adversarios y los aliados, llegaron hasta el centro del cam- 
pamento, siendo á esta altura bizarramente cargados por Oso- 
rio al frente de la sexta división brasileña. 

Mientras que la vanguardia se debatía contra el enemigo po- 
derosamente superior, los regimientos paraguayos 1^ y 13^ 
de caballería, cayeron sobre el V de la misma arma argen- 
tino, provocando un desigual combate, en que jefes, oficiales y 
soldados lucharon brazo á brazo con pujanza tanta, que el cho- 
que de los aceros ha irradiado chispazos de imperecedera glo- 
ria para la historia de aquel bizarro cuerpo. «El lugar de este 
« hecho de armas,— decía en su parte el general. Paunero— hoy 
« sembrado de cadáveres, es un elocuente testimonio de la glo- 
« ría conquistada por el Regimiento 1*^ de caballería de línea». 

Al percibirse en el campo argentino el fragor de la lucha, 
formaron los cuerpos en el mayor orden y el general en jefe, 
dándose cuenta exacta del estado de la acción y posiciones de 
los combatientes, dispuso, con previsión que revela sus espe- 
ciales condiciones, un movimiento tendiente á flanquear la iz- 
quierda del enemigo, cortándole la retirada; pero éste, doblado 
por las fuerzas que habían detenido su audaz avance, empeza- 

Los paraguayos habían campado al norte del Bellaco del Norte, con cien piezas 
de artillería y su vanguardia colocada entre ambos esteros. 

Los aliados ocupaban la altura que de este á* oeste se extiende á una milla 
del Paso de la Patria, teniendo su flanco izquierdo apoyado en el Carrizal y su 
vanguardia campada al sur del Bellaco del Sur. 



- 170 — 

ba ya su marcha de retroceso, que bien pronto se convirtió en 
desordenada y desesperada fuga, dejando en poder de los alia- 
dos más de mil doscientos muertos, tres piezas de artillería, 
dos banderas, ochocientos fusiles y gran cantidad de prisione- 
ros, en su mayoría heridos. 

A su dispersión total contribuyó muy eficazmente el bien 
combinado fuego de la artillería argentina, que deshizo las re- 
servas y abrió grandes claros en las fuerzas en retirada. 

No actuó durante la acción el «2 de Infantería», pues le cupo 
sólo marchar con las fuerzas flanqueadoras, que, en razón de la 
circunstancia antes aducida, no tuvieron ocasión de entrar en 
fuego, para cooperar con su arrojo reconocido á la derrota del 
audaz agresor. 

Después de la victoria del «2 de Mayo», continuaron los alia- 
dos el transporte de los elementos de guerra y vituallas, ope- 
ración en que estaba ocupado el 2^ cuerpo al iniciarse aquella 
acción, como también reforzaron sus avanzadas y descubiertas; 
las que á diario Sostenían encuentros parciales, que eran pro- 
vocados por la audacia del enemigo; singularizándose entre és- 
tos el librado el 9 de mayo, con motivo de haber - adelantado 
López algunas fuerzas del lado opuesto del estero y estable- 
cido una batería para bombardear el centro y la izquierda de 
los brasileños. Estos sucesos obligaron el pasaje del coronel 
Correa con un cuerpo de correntinos, que era á su vez soste- 
nido por el «2 de Infantería» y el 1° del 3° de guardias nació 
nales, los que al iniciar un severo reconocimiento de las posi- 
ciones enemigas, sorprendieron y deshicieron sus avanzadas. 

Sin mayores novedades, llegó el momento de adelantar la 
línea. 

Como en la junta de guerra celebrada el 18 de mayo, se tenía 
resuelto definitivamente este avance, se dispuso que el mayor 
núcleo de fuerzas lo ejecutara por el Paso Sidra, por ser el 
vado que mayores facilidades presentaba para el pasaje de una 
gruesa columna, y á fin de despejarlo, tomando la trinchera 
que dominaba al terreno descubierto, cayó sobre ella la van- 
guardia aliada á órdenes del general Flores correspondiéndole 
al 2 de línea brasileño el honor de ser el primero en escalarla. 



- 171 - 

Las fuerzas restantes sostuvieron moralmente el ataque; á ex- 
cepción de una sección de nuestro «2 de Infantería» que se gue- 
rrilleó con una pequeña fuerza paragruaya, que intentó detener 
su paso. 

El enemigo fué tiroteado por las fuerzas de vanguardia hasta 
remontar la altura de Tuyutí; y á las tres de la tarde, todo el 
ejército aliado sentaba su real en el terreno comprendido entre 
los dos grandes brazos del Estero Bellaco; campo que cuatro 
días después inmortalizaría librando la batalla más grande, re- 
ñida y sangrienta, que ha tenido lugar en la América del Sur. 

TUYUTI 

En este campamento los aliados ocuparon acto continuo, con 
la vanguardia al mando del general Flores, el terreno bajo al 
sur del Estero Bellaco Norte. Los brasileños, mandados por 
Osorío, se extendieron desde la izquierda de Flores hasta el 
Potrero Piris, y los argentinos, á órdenes respectivamente de 
los generales Gelly y Obes, Paunero y Emilio Mitre, cubrieron 
la derecha hasta Rori. El campamento abarcaba cerca de tres 
millas y contaba con dos reductos, uno al centro y el otro á 
la izquierda. 

A su frente el enemigo tendió sus líneas en la orilla norte, 
apoyando su derecha en el bosque del Sauce y la izquierda, 
en el Paso Rojas, mientras su reserva ocupaba á Paso Pucú. 
En previsión de un avance, tenían fortificados los principales 
vados del estero. 

Sea porque el tirano paraguayo tuvo conocimiento que el 
general Mitre preparaba un reconocimiento ofensivo sobre sus 
líneas, ó impulsado por el genio aventurero que lo caracteri- 
zaba, puesto que la razón del ataque lio ha sido plenamente 
aclarada, es lo cierto que éste se decidió en la noche del 22, 
en la que López explayó ante varios jefes su proyecto de ini- 
ciar un movimiento envolvente que abarcara los dos extremos 
del ejército aliado, al propio tiempo que con una fuerte divi- 
sión atacaría su centro. 

Para desarrollar este plan destinó 21 batallones de infantería 
con 15.250 plazas; 14 regimientos de caballería con 8.310 jinetes y 



- 172 - 

80 artilleros con cuatro cañones y coheteras. De estos 23.640 sol- 
dados, siete mil á órdenes de Díaz y Marco, caerían sobre la 
vanguardia de Flores y el centro, y á una señal convenida de 
cañón Barrios con ocho mil paraguayos envolvería la extrema 
izquierda brasileña; al propio tiempo que Resquín con los res- 
tantes rebalsaría la derecha argentina para hacer junción con 
el segundo á retaguardia de los aliados, cortándoles así la re- 
tirada y acuchillándolos por la espalda. 

Teóricamente descontaban los paraguayos el triunfo y en tal 
convicción se ocultó Resquín en la noche del 23 tras el monte 
de Yataity-Corá y Díaz se encajonó en el abra del Potrero 
Sauce; en donde debían esperar á que Barrios atravesara 
los pajonales del estero para iniciar la acción con la vanguar- 
dia. A los efectos de la .sorpresa confió el enemigo todas las 
probabilidades del triunfo; pero, para que ósta fallara, se unió á 
las circunstancia de haber sido aleccionados los aliados por el 
ataque violento del 2 de Mayo, el hecho de que el ejército 
se hallaba en su mayoría sobre las armas, en virtud que al si- 
guiente día realizaría el reconocimiento ofensivo que el general 
en jefe tenía ideado con la 3*'^ división brasileña y la 1* y 2^ 
del 1er. cuerpo del ejército argentino, mientras que las fuerzas 
restantes permanecerían en condiciones de afrontar y compro- 
meter en cualquier momento una batalla decisiva. Por consi- 
guiente, la audacia del enemigo se estrelló contra 18.000 brasi- 
leños, 12.000 argentinos y 1300 orientales que se hallaban pre- 
venidos á la acción. 

E.stos fueron los prolegómenos de la batalla que bien puede 
dividirse en dos combates; el primero librado por brasileños y 
orientales, el segundo solamente por argentinos. Cedamos, pues, 
la derecha en la crónica á los aliados. 

Conforme con el plan de ataque, á las once y media se per- 
cibió tras de los montes el estampido de un cañonazo y mo- 
mentos después atacaba á la izquierda, á los gritos de yajah! 
yajah!, la columna de Barrios que arrolló de improviso las 
fuerzas brasileñas hasta las inmediaciones del Estero Sur; pero 
éstas reaccionaron enérgicamente, electrizadas por el denuedo 
y las varoniles excitaciones del bayardo riograndés, general 



— 173 - 

Osorio, para rechazarla á Ja linde norte, repitiéndose tres veces 
durante cuatro horas de rudo batallar el movimiento de avance 
y retroceso en lucha tan persistente y tenaz que el fragor cre- 
pitante de la fusilería no se interrumpió un segundo, hasta que 
el jefe paraguayo, comprendiendo la inutilidad del sacrificio y 
contemplando sus unidades diezmadas, se retiró en completo y 
desalentador desorden. 

Al mismo tiempo las fuerzas de Díaz y Marco se habían des- 
bordado como torrente impetuoso sobre la vanguardia, des- 
haciendo los batallones Libertad é Independencia, y cargando 
con avasalladora osadía al centro que los recibió con un fuego 
horroroso de fusilería y cañón, que contuvo su empuje, dejando 
exánimes á los más audaces adversarios á veinte metros de las 
piezas de artillería: Aniquilada esta columna retrocedió disper- 
sa, buscando rehacerse entre los mismos pajonales de que ha- 
bía salido llena de bríos para conseguir sólo dejar el campo 
cubierto de despojos sangrientos. 

Simultáneamente con el ataque del centro y la izquierda cargó 
Resquín, que había permanecido oculto por el Palmar, la dere- 
cha argentina con su fuerza dividida en dos grandes unidades, 
destinadas á ejecutar al propio tiempo el asalto de las posicio- 
nes del 1° y 2<^ cuerpo. (*) 

La caballería avanzada, en su mayoría correntina, fué tan de 
improviso tomada» que casi todos los soldados se defendieron 
á pie, y hubiera el enemigo continuado su avance sobre el 
grueso del 2° cuerpo sin mayores obstáculos si á su vez no lo 
acometen con increíble arrojo varios escuadrones de los regi- 
mientos P y 3^ de caballería que consiguieron detenerlo mo- 
mentáneamente. Mientras que estos duelos parciales se libraban, 
toda la infantería de Resquín había chocado con la brigada del 



(>) El ejército ariyentino ocupaba el terreno alto en que empieza el extenso Pal- 
mar que se extiende en dirección este. Campaba dividido en dos cuerpos y tres'^ 
líneas, formando su frente de batalla un ángulo recto. Miraba el primer cuerpo 
hacia el Estero Bellaco norte y el segundo ocupaba la extrema derecha inmediato 
al Palmar. La posición de este cuerpo evitaba que el enemigo pudiera tomar la 
retaguardia de los aliados. Como antes lo he afirmado el «2 de Infantería» for- 
maba la 7* brigada de la 4** división, que en total la componían diez jefes, ciento 
siete oficiales y mil ochocientos veintecinco soldados, al mando superior del 
coronel Argucro. 



- 174 - 

comandante Fraga que fué diezmada por el enemigo infinitamente 
superior en número; pero, apoyada paulatina y conveniente- 
mente por las otras unidades del 1er. cuerpo, se logró restable- 
cer la acción y agobiar á los veteranos del enemigo con la me- 
tódica lluvia de hierro y plomo que á solo ochenta metros de 
distancia clareó sus filas^ haciéndoles imposible la permanencia 
en el campo en que tan efímeras ventajas habían conquistado. 

Para mencionar la acción del «2 de Infantería» en esta gran- 
diosa batalla, es preciso retrogradar á su iniciación. La circuns- 
tancia do haber sido detenido el primer avance del enemigo 
por el denodado esfuerzo del 1° y 3° de caballería dio margen 
á que la alarma cundiera á tiempo en el segundo cuerpo y de 
éste se desprendiera la 1*, 2* y 4^ división en protección de 
las fuerzas comprometidas; resultando esta maniobra de acabada 
pericia, pues con ella se rechazó la caballería que intentaba en- 
volver el flanco del ejército argentino, se libró de una situación 
sumamente peligrosa á la caballería y á la artillería de Maldones 
y luego se prestó eficaz apoyo á las fuerzas del primer cuerpo 
contribuyendo así á asegurar la victoria. (*) 

Al principio de ese movimiento de resaltante importancia y 
con el objeto deliberado de cubrir la extrema derecha, que era 
amagada por cinco regimientos de caballería y dos de infantería^ 
hizo avanzar el general D. Emilio Mitre á la 2** división hasta 
ponerse en contacto con la caballería argentina, é inmediata- 
mente extendió sus columnas á la derecha del Palmar á fin de 
detener al enemigo en su paso por el estero. Cumpliendo la 
segunda disposición, se adelantó por el abra inmediata la 7^ brí- 
gada, que era á la vez apoyada por el regimiento «Escolta». 
Este movimiento se ejecutó en los precisos momentos en que 
una fuerza de caballería enemiga, buscando abrirse paso para 
el estero, chocó con la división Buenos Aires, que la rechazó 
con sensibles pérdidas, yendo, en su retirada, á caer á fondo 
sobre el «2 de Infantería» que sin tiempo para formar cuadro 

(*) «El segundo cuerpo de ejército, bajo las órdenes del general D. Emilio Mitre 
« contribuyó eficazmente A la victoria, cubriendo la derecha, apoyando al primer 
« cuerpo, poniéndose parte de él en línea de batalla y rechazando el último ataque 
« que el enemigo trajo sobre nuestro flanco derecho». (Parte del general en jefe 
y director de la guerra ) 



í' - 175 - 

cuvo que sostenerse en el desventajoso orden de batalla contra 
un enemigo más poderoso. 

Los soldados paraguayos, ansiosos de teñir en sangre gene- 
rosa sus filosos sables, revelando en su mirada feroz y sangui- 
nolenta la vehemencia de exterminar á los impertérritos vete- 
ranos del «2» los cargaron á fondo estorbándose para herir, 
mas, así como la avalancha se estrella en la enhiesta mole de 
granito, primero fueron contenidos en su avasallador empuje 
por la firmeza de aquella avanzada que parecía adherida al te- 
rreno que pisaba y luego rechazados completamente, haciéndo- 
les experimentar considerables pérdidas á bala y bayoneta. 
La emulación de los jefes (*) y oficiales, que pelearon á la par 
de los soldados, y el valor desplegado por los fogueados vete- 
ranos del «2» suplió soberbiamente lo desventajoso de la po- 
sición en que lo tomaron y, si bien es cierto, que este cho- 
que parcial fué breve, estereotiparon su rudeza los numerosos 
cadáveres del enemigo que quedaron en el lugar del com- 
bate, en considerable desproporción con las bajas que experi- 
mentaron los argentinos. 

Fué, puede decirse, este choque la última escena de aquel 
drama de sangre, pues á las cuatro de la tarde el fuego cesó 
en toda la línea por la dispersión completa del enemigo que 
tuvo que abandonar en su fuga, cañones, banderas, toda clase 
de trofeos, en fin ("), y con justicia pudo afirmar el general en 
jefe en la «Orden del día» datada sobre el campo de la victoria 
que » tanto los soldados brasileños como los orientales y argen- 
es «Debo hacer mención especial del sargento mayor Borges, el cual, á pesar 
« de haberle sido atravesado un hombro por una bala, interesándole el hueso, 
« permaneció al frente de su batallón hasta la mañana de hoy en que le ha sido 
« forzoso pasar al hospital.» (Parte del general D. Emilio Mitre.) 

^») «Más de cuatro mil muertos del enemigo abandonados en su fuga sobre el 
« mismo campo de batalla; trescientos setenta prisioneros, en su mayor parte he- 
« ridos; cuatro piezas de artillería de bronce; cinco estandartes; tres banderas; 
« doce cajas de guerra; quince cornetas; como cuatro mil setecientos fusiles, de 
« los cuales más de un tercio de chispa; más de cuatrocientas tercerolas y otras 
« tantas lanzas; trescientos sables; doscientos machetes; como cincuenta mil 
« tiros de fusil á bala; cartucheras: monturas, etc. y otros despojos recogidos por 
« los vencedores sobre la línea de fuego ocupada por el contrario, son los trofeos 
« de esta victoria tan gloriosa para las armas aliadas como sangrienta y luctuosa 
« para el enemigo » (Orden del día citada en el texto). 
Por parte de los aliados las pérdidas ascendieron á 702 muertos y 2645 heridos 



— 176 ~ 

« tinos han combatido con el entusiasmo y la bizarría propia 
« de los defensores de los pueblos libres y de la grande y justa 
« causa que sostenemos en la guerra á que hemos sido provo- 
« cados». 



de los que correspondieron al ejército argentino 4 jefes, 7 oficiales y 115 indivi- 
duos de tropa muertos y 2 jefes, 35 oficiales y 443 soldados heridos. 

Según JoTge Thompson, que servia como teniente coronel de ingenieros de López, 
los paraguayos tuvieron seis mil muertos, siete mil heridos y trescientos cincuenta 
prisioneros. 



BOQVSBON 



Guerrillas-:- Ifatayti-Oorá — lias trincheras del Sauce — Potrero Firls — 
Situación difioil — Predicción de Mitre — Inacción censurable — El 
ataque — Bizarría de los soldados brasileños — Avance de los ar- 
gentinos- Beanudación del combate — Heroísmo de la división 
Domínguez — Errores de Flores — Qeneral Emilio Mitre — El «2 de 
Infantería» en acción — En el antro de la muerte — Ijos jefes heridos 
— Estoicismo sobrehumano — Acciones distinguidas — Por salvar la 
bandera — Abnegación de un soldado — lia retirada — Homenaje jus- 
ticiero — Tributo de sangre. 

Mientras López rehacía el ejército descalabrado en Tuyuty^ 
continuó el sistema de hostilidades que, sin producir mayores 
perjuicios á los aliados, debilitaba sus fuerzas con el sacrificio 
estéril de soldados dignos de mejor suerte y ajustándose á esa 
táctica insistió en provocar, á diario, guerrillas entre las avan- 
zadas, hasta que el 10 de julio se resolvió á ordenar un falso 
ataque á la infantería argentina que ocupaba y resguardaba el 
norte del Paso Leguizamón, pero fué la agresión severamente 
rechazada. En la mañana del 12 repitió la tentativa que dio 
origen á los dos combates llamados de Yatayti-Corá, que los 
sostuvieron parte de las tropas del l^r cuerpo de ejército argen- 
tino, ocasionándole al enemigo más de quinientas bajas y tomán- 
dole treinta prisioneros, ciento sesenta y cinco fusiles y dos 
cajas de guerra. 

Estos reveses, al atormentar su inmenso orgullo, lo hacían 
empecinar en continuar provocando á los aliados para que le 



- 178 - 

llevaran un ataque y, entre otros medios ideados por aquella 
imaginación calenturienta para llegar á su soñado objetivo, eligió 
el de abrir durante la noche una trinchera que abarcara el 
terreno comprendido entre Punta Ñaró y Potrero Piris, la que 
por su posición comprometería el flanco izquierdo de los bra- 
sileños y amenazaría la retaguardia de los orientales, trabajo 
que encomendó al ingeniero inglés Jorge Thompson, quien en 
los térmmos siguientes lo detalla: «Las selvas que mediaban entre 
Sauce y Piris no eran ocupadas por ninguno de los ejércitos; 
pero los paraguayos tenían siempre en ellas hombres que las 
exploraban. Estos montes y los espacios que los dividían estaban 
aun sembrados con los cadáveres del 24 de Mayo. Estos no 
estaban descompuestos, sino completamente momificados; el cutis 
se había secado sobre los huesos; los cuerpos tenían un color 
amarillento y estaban sumamente enjutos. El campo estaba 
literalmente cubierto de balas, cartuchos y proyectiles de toda 
especie y los árboles de la selva acribillados. Atravesamos ésta 
hasta llegar al Potrero Piris; seguimos el curso del Yurui hasta 
un punto del monte, desde el cual podíamos ver todo perfecta- 
mente y solo distaba quinientas yardas de las trincheras brasile- 
ñas. Los brasileños notaron algo raro en la selva, pues reunieron 
apresuradamente sus ganados, recelando probablemente algún 
malón como los que habían sufrido varias veces. Sin embargo 
no nos hicieron fuego y la comitiva, entre la que se hallaban 
los generales Díaz y Aquino, volvió por el campo abierto. Di 
parte de que la obra era practicable y López determinó abrirla 
inmediatamente. Con este motivo todas las azadas, palas y picos, 
en número de setecientos, fueron enviados al Sauce y los bata- 
llones 6 y 7 (que habían hecho los terraplenes y trincheras de 
Humaitá) los escogidos para realizar la obra. Se encargó á los 
soldados el mayor silencio y las mayores precauciones para que 
el enemigo no oyera el choque de las herramientas y de las 
armas. A veinte varas de la línea de trabajadores se tendieron 
cien hombres en guerrilla, para cubrir á los zapadores, los que 
para divisar mejor si alguno se acercaba se echaron de barriga. 
En algunos puntos estaban tan mezclados con los cadáveres que 
era imposible distinguirá los vivos de los muertos. Hice trazar 



- 179- 

la línea á la luz de una linterna que estaba colocada en la ex- 
tremidad opuesta y oculta al enemigo por un cuero; los zapado, 
res fueron enfilados en línea con ella. Entonces cada uno puso 
su fusil en tierra, al frente de su puesto de trabajo y empezaron 
á abrir la trinchera de una vara de ancho y otra de profundidad, 
arrojando la tierra hacia el frente, para ponerse á cubierto lo 
mas pronto posible. Las líneas enemigas estaban tan cerca que 
oíamos claramente el alerta de los centinelas y hasta las toces y 
las risas del campamento. Aunque se tomaron todas las precau- 
ciones posibles para no ser sentidos, las azadas y los picos de- 
bieron chocarse alguna vez en aquella tenebrosa noche; pero 
lo sorprendente es que los orientales y brasileños no se aper- 
cibieran de nada hasta la salida del sol, hora en que toda la 
extensión de la trinchera (900 yardas) estaba tan avanzada que 
los trabajadores se hallaban á cubierto del enemigo y empezaban 
á arrojar la tierra al lado opuesto, para hacer el parapeto. Se 
colocaron cuatro cañones pequeños en la punta Ñaró, situados 
de manera que, en caso necesario, pudieran ser retirados». 

La obra encomendada á la pericia de Thompson fué dividida 
en dos segmentos, de los cuales el menos extenso se hallaba 
próximo al Potrero Piris y cerraba el primer boquete y el se- 
gundo el camino que iba á la trinchera del Potrero Sauce. 

Los trabajos de zapa realizados en la noche del 13 y madru- 
gada del 14 de julio flanqueaban audazmente al ejército aliado 
y penetrado el generel Osorio de la situación grave en que se 
le colocaba, dio apresuradamente aviso al general en jefe. 

«S/ se toma la trinchera hoy, (se refería al 14), costará dos- 
« cientos hombres; mañana quinientos^ después quién sabe, pues 
« con arreglo á las defensas que se construyan serán nuestras 
« pérdidas^, contestó el general Mitre al incitar al bravo río- 
grandés á que con urgencia se apoderase de las obras. Pero, 
Osorio, que se hallaba enfermo y á punto de ser relevado por 
el general Polidoro, argüyó que: «estando aquel general en 
Itapirú no deseaba privarlo del honor del comando en esta 
jornada». 

Al posesionarse Polidoro del mando, insistió el general Mitre 
en Ja necesidad ineludible de atacar en el día; pero éste le 



- 180 - 

objetó: «que recien se recibía del ejército y en consecuencia 
necesitaba conocer su situación». 

El general en jefe, haciéndose cargo de la responsabilidad 
moral que traía aparejada la inexplicable apatía de los aliados^ 
se expresó con mayor insistencia acerca de lo imperioso del 
ataque, con argumentos que no admitían réplica y terminó con 
esta profética manifestación: *Ayer dije al general Osorio que 
« la toma de esa trinchera nos costaría doscientos hombres, y 
« que hoy quinientos; pues bien, ahora digo á F. E. que mañana 
« ó pasado perderemos más de tres mih. 

La rudeza incuestionable de los hechos justificó con usura 
sus previsiones, pues cuatro mil seiscientos veintiún comba- 
tientes pagaron su tributo de sangre á la inactividad de los 
generales brasileños. 

Recién en la noche del 15 fué desprendida la 4* división de 
infantería brasileña, al mando del brigadier Souza, con instruc- 
ciones de emboscarse en el albardón próximo al segmento de 
trinchera que cerraba el primer boquete, para atacarlo al aclarar, 
mientras que al general MenaBarreto se encomendó la ocupa- 
ción del Potrero Piris con una brigada también de infantería, 
que apoyaría el avance. 

A las 5.30 del 16 cargaron con bizarría admirable los brasile- 
ños y después de una hora de combate tenaz, en que fueron 
secundados por la artillería de Flores, conquistaron la posición; 
pero, los paraguayos, que no habían cejado en la resistencia, re- 
forza dos á tiempo por las tropas de Aquino, retornaron á la ofen- 
siva, empeñándose en un combate despiadado en que tres veces 
atacaron, siendo rechazados otras tantas para continuar en los 
intervalos la lucha, ocultos por la frondosa y enmarañada selva» 
con tal encarnizamiento que el retumbar de la fusilería semejaba 
un trueno infinito á que daba variantes más sonoras el eco de 
los cañones. 

Exhaustas las fuerzas de Souza, las relevaron las de Argollo 
que, á su vez, fueron debilitadas por el brioso ataque que les 
llevaron los paraguayos dirigidos por el coronel Jiménez, que 
había reemplazado á Aquino, inmediatamente de ser retirado 
del campo gravemente herido en el vientre. En estas circuns- 



- 181 - 

tancias fué enviada á la línea de fuego la división argentina 
del coronel Conesa. Relevándose en el combate á medida que 
la munición se les agotaba, lucharon aquellos cuerpos como 
buenos, pero sin poder quebrantar la resistencia férrea de los 
enemigos, hasta las 10 de la noche y pernoctaron sobre el campo 
cubierto de cadáveres; siendo reemplazados con las primeras 
luces del 17 por la división del coronel Cesáreo Domínguez, 
mientras que el puesto de la de Argollo lo ocupaba la sexta 
división brasilera á órdenes del general Victorino. 

Relacionándolo con el cruento día anterior, puede decirse que 
en éste los aliados descansaron, ocupando argentinos y brasi- 
leños las posiciones tomadas á costa de raudales de sangre, 
en tanto que los enemigos se sostenían en el segundo seg- 
mento. 

Amaneció el 18 y con los primeros arreboles de un día diáfa- 
no avanzaron las fuerzas de Victorino hasta llegar, luego de 
desalojar al adversario del segundo segmento, con brioso y des- 
ordenado empuje á la contra-escarpa de la trinchera que los 
paraguayos denominaban del Sauce; pero, ametrallados por el 
frente y flanco, tuvieron que retrogradar, movimiento que el 
enemigo aprovechó para salir de sus líneas al único objeto de 
ultimar á los infelices heridos. A esta altura del combate se 
ordenó al coronel Domínguez que, con la 5^ y 6^ brigada ar- 
gentina, atacase la trinchera que se destacaba en una altura de 
a estrecha vía á que daban contomos sombríos las tupidas 
arboledas y íispecto aterrador el rebote incesante de la metralla 
que la barría en toda su extensión de cuatrocientos metros. 
Marcharon aquellos bravos al sacrificio orilleando el monte y 
protegidos por el Batallón Florida, y al enfrentar la posición 
enemiga un furioso fuego de fusilería y metralla diezmó sus 
filas, pero animados por Ivanowsky, Palacios, Caraza, Giuffra y 
sus denodados oficiales, cerraron los claros con vibrantes ¡viva 
la patria! para arremeter hasta medirse brazo á brazo con los 
valientes defensores de la posición que impedían su escala- 
miento á bayonetazos, golpes de escobillón, á botes de lanza y 
filo de sable, hasta que la resistencia inquebrantable fué doblada 
por la intrepidez y esfuerzo sobrehumano de los asaltantes que 



- 182 — 

hicieron flamear gloriosamente sobre aquel baluarte las bande- 
ras agujereadas de los batallones Córdoba y San Juan. 

Retomaron los paraguayos con fuerzas de refresco, mandados 
por el general Díaz, y nuestros batallones, exhaustos de fatiga, 
sin municiones ni la protección inmediata que debió apoyarlos, 
retrocedieron imponiendo al enemigo con su arrogancia y dis- 
putándole el terreno árbol por árbol hasta la primera posición, 
de la que horas antes habían partido á ejecutar el avance tan 
temerario como irreflexiva y estérilmente ordenado por el ge- 
neral Venancio Flores. 

Cuando se tuvo noticia en el campo aliado que la división 
del coronel Domínguez se hallaba seriamente comprometida, 
fué desprendida la 4*'^ división del T cuerpo argentino con 
orden de prestarle apresuradamente apoyo y, al llegar, condu- 
cida personalmente por el general D. Emilio Mitre, al punto 
avanzado en que se hallaba el general Flores, éste le ordenó 
que: atacara la trinchera, 

*Si es una orden, general, la cumpliré, respondió el arro- 
« gante jefe argentino; pero debo observarle que la fuerza es 
« i7tsuficiente y será rechazada pues desde la vigía acabo de 
« presenciar la concentración de grandes masas sobre la linea 
« del Sauces. 

Se dará el real alcance á la previsión del general Emilio 
Mitre teniendo en cuenta que la división que se mandaba al 
fuego estaba sólo compuesta por: el «2 de Infantería», al mando 
del mayor Borges en razón de hallarse el comandante Orma 
al frente de la 1^ brigada; 1° del 3^ de guardias nacionales, á 
órdenes dé Mateo Martínez; 9 de infantería de línea con el co- 
mandante Calvete y dos compañías del 3^ de Entre Ríos co- 
mandadas por Pedro García. 

No obstante lo razonable de la indicación y á pesar de que en 
esos momentos se anunció la llegada de la división rechazada, 
el general Flores insistió: *Hay fuerzas comprometidas y es 
necesario salvarlas^ . 

^Está bien, general, pero en ese caso, preguntó con firmeza 
el general Mitre, si soy rechazado, insisto en el ataque?* 

«iVc? general, se retira*. 



- 183 — 

Antes de lanzar sus bizarras tropas en aquella senda de muerte, 
el general Mitre, las arengó con palabra sincera y candente en 
que vibraba el entusiasmo de su alma templada al recuerdo de 
las pasadas glorias. 

Avanzaron los cuerpos por la vía que habían jaloneado luctuo- 
samente los cadáveres de miles de argentinos y brasileños y al 
llegar al recodo del monte reorganizaron sus líneas ya casti- 
gadas por la artillería de Paso Gómez. 

Las diversas faces de este combate, en que hubo lujo de he- 
roísmo, han sido, con el calor propio de un patriota, descritas 
por el señor general D. José Ignacio Garmendia. Es, pues, 
oportuno ceder la palabra á aquel luchador de la cruenta guerra: 

«El «2 de línea», en columna cerrada, marchó á vanguardia 
siguiendo por el costado derecho del ancho camino; más á re- 
taguardia y sobre el costado izquierdo, avanzaba en la misma 
formación el P del Ser. batallón porteño bravo y entusiasta, 
mandado por un viejo de corazón esforzado, que vive como un 
recuerdo santo en el pecho de sus camaradas. 

Mientras tanto los paraguayos habían reconcentrado grandes 
masas sobre el potrero del Sauce y esperaban con la mecha 
encendida y las punterías hechas que se agolpasen nuestras 
tropas á la vía para barrerlas con el fuego infernal que domi- 
naba completamente aquel camino irregular, que en forma de 
embudo seguía la proyección de la metralla. 

El coronel Argüero, con el entusiasmo de un joven, se puso 
á la cabeza de la escalonada columna, y avanzó resueltamente. 
No bien desembocó en el boquete y enfrentó la batería aquella 
masa de carne humana, fué recibida por un fuego horrible de 
mosquetería y metralla, que horadando hombres, atravesaba 
toda su extensión para ir á incrustarse, tal vez, en las últimas 
hileras; claros que se abrían entre el dolor y la agonía y se 
cerraban en silencio á la voz seca de sus oficiales. Desde el 
primer momento la sangre corrió á torrentes y Argüero, Martí- 
nez, Orma y Borges y otros tantos se hicieron dignos de las 
tropas que mandaban. 

Al comienzo de la lucha es herido el comandante Orma, 
jefe de la 7^ brigada, y al retirarse le ordena al comandante 



- 184 - 

Martínez que tome el mando de esa unidad de fuerza y se 
ponga á la altura del «2 de línea», que sigue más á vanguardia, 
despedazado ya por los proyectiles; y el coronel Argüero le 
hace decir también que la batería enemiga está en nuestro 
poder. Vana ilusión de aliento, para disimular aquel sacrificio 
inútil que conquistó una gloria sin provecho. 

Los dos batallones comprometidos en esta crítica situación, 
solos en la boca del lobo, avanzaron contestando con un fuego 
desigual el mortífero de la trinchera, de los flancos, de todas 
partes; detrás de cada árbol un fogonazo, enormes proyectiles 
que cruzaban rugiendo como una jauría de tigres; se tropezaba 
en los muertos; los lamentos se confundían con las detonaciones, 
y aquel modo de morir era tan bárbaro que sólo el aturdimiento 
de la batalla puede hacer soportar como un autómata espectáculo 
tan commovedor. 

El «2 de línea», que seguía á vanguardia sobre el costado 
derecho, marchaba con el empuje de los veteranos y el estoi- 
cismo de la disciplina. Aquellos altivos soldados, devorados por 
el fuego de sus gloriosas tradiciones, impasibles desafiaban la 
muerte como el rudo cumplimiento de su deber. 

Esa masa obscura, nerviosa, automática, envuelta en una nube 
de blanquecino humo, de cuyo centro se erguía como una va- 
nidad ostensible la bandera de los argentinos, ilesa en la honra 
de las batallas, refulgente por sus victorias y noble por su cuna, 
representaba allí á dos glorias de Buenos Aires como para 
completar el cuadro de los heroicos sacrificios de la República. 
Los dos cuerpos casi á la misma altura^ avanzaban ganando 
terreno, dejando á cada paso un reguero de abundante sangre. 
El intrépido Borges acababa de ser herido y tomaba el mando 
de su cuerpo el capitán Saez. Y esos dos grupos, tan bravos 
y tan constantes, soportando toda la atrocidad de un combate 
desigual, continuaron la ascensión gloriosa de la inmortalidad- 

Las dos columna sagrupadas en fragmentos, en formación irre- 
gular, aturdidas por el estampido del cañón y la embriaguez 
de la sangre, é impulsadas por su propia fuerza cívica alcan- 
zaron en desorden hasta el pie de lá trinchera. 



- 185 - 

Una tropa paraguaya que estaba oculta para sostén de los 
defensores, se levantó de repente y rompió en una descarga 
voraz. A la sorpresa de esta detonación unísona siguió un se- 
gundo de silencio y en seguida un fuego mortífero. Debajo de 
la nube de humo que envolvió á los asaltantes se pudo ver 
entonces un espectáculo aterrador. 

El suelo acababa de ser cubierto con nuevos muertos y mo- 
ribundos; éstos últimos se habían mezclado á más de trescientos 
de los caídos en los combates anteriores. 

Nuestras tropas rompieron un fuego certero, que barrió la 
artillería enemiga; pero nuevamente reforzados los paraguayos 
contestaron con mayor ventaja, y se vio al mismo tiempo á sus 
numerosas reservas, allí en el fondo del abra del Potrero 
Sauce, que con el arma descansada esperaban tranquilamente 
nuestra entrada. 

Estas reservas, colocadas al alcance de los proyectiles, sufrían 
continuas bajas. 

A pesar de haber nuestra ofensiva dominado un momento con 
su influencia moral, no se adelantó un paso porque el enemigo 
aumentaba cada vez más el poder de la resistencia. 

En el «2 de línea». García, Racedo, Molina, Sáez, Chouciño, 
capitanes educados en aquel cuerpo, animaban sin descanso á 
su tropa, fatigada de tan desigual combate. 

Una granada de 68 levanta una mole de tierra que, dando 
contra el cuerpo del capitán Molina, lo lanza por el suelo á 
cierta distancia; todos los creen muerto, pero resucita el capi- 
tán del «2» lanzando un sarcasmo oportuno en el que demues- 
tra su calma estoica, y se pone de nuevo al frente de su com- 
pañía, animándola con más bríos. 

Aquellos dos batallones, hermanados por el peligro y el sacri- 
ficio, noble abnegación que tenía en perspectiva el martirio, pre- 
sintiendo lo imposible de la empresa, empiezan á sentir los som- 
bríos efectos de una victoria inabordable. Un momento más y 
se dirá de ellos / Ya fueron!. Dantas comprende aquella situa- 
ción y se arroja con la bandera á la trintera, pero una bala 
enemiga previene tanta audacia y le tritura fuertemente una 



- 186 - 

mandíbula; se desploma sin soltar el trapo sagrado que oprime 
aun con las últimas fuerzas que le quedan. C) 

La enseña de Mayo ha caído al lado de ios paraguayos, que 
ansiosos la codician sin atreverse á saltar el parapeto; pero al 
instante se precipitan sobre ella el capitán (iarcía y el subte- 
niente Bosch. García la toma primero, pero Bosch ejecuta el 
primer movimiento para arrancarla al moribundo y exclama 
conmovido: «Capitán, yo soy más subalterno, cédame ese honor». 

Y el capitán García, abrazándolo, le dice con gravedad: 
«Subteniente la llevaremos los dos y si Dios no nos ayuda 
«será nuestra gloriosa mortaja». 

Los batallones retrocedieron sin guardar formación en un 
desorden silencioso y el supuesto cadáver de Dantas quedó 
extendido al pie de la trinchera. (*) 

Entonces se vio volver de uno de los grupos que se retira- 
ban, un soldado de aspecto varonil y sudoroso; se detuvo un 
momento, lanzó una mirada indescriptible al campo enemigo; 
una resolución suprema convulsionó su espíritu en ese instante, 
y, venciendo la vacilación de la vil materia con un arranque 
sublime, se aproximó rápido al moribundo abanderado, lo tomó 
por debajo de los brazos, levantándolo con fuerza hercúlea y 
echándoselo á la espalda echó á correr. Se oyó en ese mo- 
mento una voz estentórea que gritó en guaraní: *No maten á 
ese patas blancas^. Enrique Flores, asistente de Dantas, había 
conmovido con su abnegación un corazón paraguayo». 



(') En este recio combate la bandera del «2» recibió once balas en las fajas azules, 
tres en la blanca, tres cascos de metralla en el sol y dos balas en el asta. Este 
fjlorioso paflo se quemó el arto 1881 cuando el incendio del Hospital Militar en 
Chocle Choel, salv.'indosc de ól la parte correspondiente .1 la nariz del sol, resto 
que es religiosamente conservado por el jefe del cuerpo teniente coronel D. José 
M. Castro. *Cota del autor. 

(') Este movimiento de retroceso se operó en virtud de órdenes expresas que 
recibió el «2 de infantería», como lo atestijíua el sip:uiente párrafo del parte pa- 
sado por el ííeneral ü. Emilio Mitre: «La carjra de la 7* bri^rada, compuesta del 
« 2 de línea y 1° del H** sobre la misma trinchera, llegando al mismo pie de ella 
« á pesar del horroroso fueíío con que el enemigo la recibió, aun cuando no pudo 
« dominar este obstáculo, supo, no obstante sostenerse sobre el foso hasta reci- 
« bir orden de retirarse, lo que efectuó en el mayor orden al mando del teniente 
t< coronel D. Mateo Martínez, quien realizó esta delicada operación con una se- 
» renidad diurna de sus antecedentes y á pie, pues al llcgrar á la trinchera le hi- 
« cicron á boca de jarro un tiro de metralla que mató el caballo que montaba y 
« el de su ayudante capitán D. Benjamín Madeiro» Xota del autor. 



— 187 - 

Con más de la mitad de su efectivo fuera de combate; heri- 
dos el comandante Orma, mayor Borges, los tenientes Santia- 
go Moritán y Pedro Chenaut y los subtenientes Augusto Pati- 
no y Julio Dantas; muertos los ayudantes mayores Juan B. 
Reyes y Mariano Villalón y cuarenta y seis héroes ignorados 
continuó el «2 de Infantería» alejándose de aquel antro de la, 
muerte, del que lo había arrancado la orden expresa del ge- 
neral D. Emilio Mitre, y debatiéndose contra el aleve enemigo 
que se ensañó en sus deshechas filas, ocultándose entre la sel- 
va para herir á mansalva, hasta que concurrieron fuerzas del 
2° cuerpo á sostener su retirada. 

Con el sacrificio estéril (*) de estos veteranos ordenado in- 
consultamente por el general Flores, no obstante haberse al- 
canzado en la mañana de ese día el objetivo de la acción, que 
no era otro qua destruir las obras de fortificación pasajera que 
flanqueaban á los aliados, puede decirse que se cerró aquel 
luctuoso episodio que si bien puede escribirse con letras de 
oro en la historia, representa, en cambio, una gloria tan cruen- 
ta como infecunda. 

Este hecho de armas costó solo á la 4*'^ división del 2^ cuer- 
po seiscientas veintidós bajas (*) y ante esas pérdidas irrepa- 
rables pudo con justicia indudable decir el general D. Emi- 
lio Mitre en el parte oficial, al hacer mención especial de la 7* 
Brigada de esta unidad que sobrellevó el mayor peso del sa- 
crificio: 

« El valiente coronel D. Luis María Argüero, que dirigió la 
« carga de que se hace mérito, obrando siempre según mis ór- 
« denes é instrucciones, cayó gloriosamente muerto al pie de 



O No reportó otra ventaja á los aliados el empecinamiento del general Flores 
en enviar uno tras otro los batallones argentinos á estrellarse en la trinchera que 
la de guarnecer las posiciones tomadas por los brasileños el 16 fó sea el primer 
segmento) con artillería y más tarde mandar abrir una picada hasta la margen 
del río, enfrentando al fondeadero de la escuadra. Estos resultados relacionándo- 
los con lo que importaron son los que obligan á motejar el proceder ligero del 
jefe oriental. 

(•) Se descomponían así: 

Muertos: 1 Gefe; U Oficiales y 18b soldados. 

Heridos- 6 id. 26 id. y 389 id. 

Como antes lo afirmo las bajas totales de los aliados alcanzaron á cuatro mil 
seiscientas veintiuna, desde jefes á soldados. 



- 188 - 

« la trinchera enemiga, junto con ios oficiales y soldados de 
« ambos batallones que en ese día conquistaron con su sangre 
« y con su heroica conducta un timbre de imperecedera gloria 
« para las armas argentinas». 



CT7BVPAZT7 7 ICOVDCENTO DS FLANOO 



Planes del direotor de la guerra — X^éroito 7 marina — Obras de de- 
fensa — Toma de Ouruzú — Error de Porto Alegre — Abnegación 
de Mitre — Beconooimientos — Preparativos para el asalto — Pro- 
mesas de . Tamandaré— ¿Ineptitud ó oobardiaP — Falsa señal — £1 
asalto — Heroísmo de los combatientes — Sacrificio estéril — En re- 
tirada — lia cubre el c2 de Infantería» — Oausas del fracaso — Los 
grandes culpables — £1 fallo de la historia — Marcha de flanco — 
Actitud decidida — Reconocimiento de un paso — Apoyo del «2» 
— Combate de Tuyú-Ouó — Ordenes á la escuadra — Reiteración de 
las mismas — Avance de la armada — Ocupación de Paso-Pucú. 

Después de la batalla de Tuyuty el general en jefe se empe- 
ñó decididamente, y procuró hacer arraigar la idea entre sus 
colaboradores de la alianza, en ejecutar un movimiento de flan- 
queo que rebalsara la derecha de las posiciones artilladas de 
López para tomarle la retaguardia y al propio tiempo cortarle 
su línea de comunicaciones, reduciéndolo á una situación real- 
mente precaria; operación para qué se calculaban suficientes 
treinta mil combatientes; pero fallaron los elementos de movili- 
dad y esta acción hábilmente coordinada hubo que postergarla. 
Los que, con mayor entusiasmo, apoyaron este plan (generales 
Flores y Osorio) más tarde lo desecharon, influenciados quizá 
por la opinión contraria del almirante Tamandaré que, en todos 
los consejos áulicos, ofrecía no dejar piedra sobre piedra de las 
posiciones enemigas, y, en la mayoría de las acciones, hizo 
tronar sus cañones con resultado negativo. 



— 190 - 

Y así, desgraciadamente, sucedía en efecto; mientras que los 
aliados, argentinos, orientales y brasileños, con igual valor y 
abnegación desafiaban á diario en tierra peligros y penalidades 
de todo género, daban y recibían la muerte hora por hora con 
estoicismo realmente admirable; los marinos imperialistas ence- 
rrados entre las resistentes bordas de sus acorazados y moni- 
tores, ejemplarizados por la apatía de Tamandaré, entretenían 
sus ocios con el aparejo y las líneas ó hacían sentir su presencia 
al vocerío ¡par agua!, ¡par agua! con que los unos á los otros 
se anunciaban la aproximación de algún primitivo torpedo que 
las seides del tirano fiaban á los caprichos de la corriente. 

Esta inacción obligaba la del ejército, que falto de medios 
propios de movilidad no podía disponer de los caballos de va- 
por de la armada porque, fuerza es decirlo, el almirante, según 
lo patentizaban todos sus actos, revelaba el preconcebido pru- 
rito de no exponer las corazas de sus buques á ser abolladas 
en una acción ofensiva, manteniéndolos fielmente en la actitud 
que cuadraba á «pasivos auxiliares*. 

Hubieron de c¿imbiar este estado las imperiosas órdenes que 
se impartieron á la escuadra para que se pusiera á tiro de me- 
tralla de Curupaity y bombardeara las baterías; pero la demos- 
tración de ésta revistió tales caracteres de ineficacia (') que sólo 
sirvió para hacer comprender á López que aquélla posición 
flaqueaba por su flanco y, en consecuencia, dispuso la construc- 
ción de la trinchera y batería de Curuzú que protegieron el 
punto vulnerable. (*) 

Mientras López se preparaba á todo evento para la defensiva, 
en el campo aliado se decidió el ataque definitivo á Curupai- 
ty (*) el que debía ejecutarse en combinación con la escuadra 
y tomtmdo previamente á Curuzú; función de guerra que realizó 

(^) A este respecto decía el general Mitre en su bien fundada ((memoria para 
el pasaje de Humaytá». «Cuando posteriormente el ejército de operaciones se 
« vio obligado á la inacción en Tuyuty. por falta de elementos de movilidad, re- 
(( querido por los generales aliados el almirailte para efectuar nn bombardeo so- 
(( bre Curupaity, se comprometió á ello; pero tampoco lo intentó, lo que dio lugar 
« á que se fortificase la posición de Curuzú. hasta entonces descubierta». 

^) Fué artillado con dos cañones de á 32 y uno de A 8 y guarnecido con 2.500 
hombres con tres piezas volantes. Todo al mando del general Díaz 

(') Tratado en la «junta de guerra» del 16 de agosto y la complementaria del 
28 del mismo mes 



- 191 - 

brillantemente el barón de Porto Alegre el 3 de septiembre. 
Sus tropas comenzaron el ataque con el agua al cuello y toma- 
ron á los paraguayos por el frente y flanco, obligándolos así 
á abandonar las posiciones en completo desorden; pero este 
triunfo, que costó mayores víctimas que las calculadas de ante- 
mano debido á haber fallado la acción ofensiva de la escua- 
dra, (*) no fué explotado convenientemente por el distinguido 
jefe brasileño, que en ese mismo día pudo también apoderarse 
de Curupaity sin pérdidas sensibles. Las razones por qué no lo 
efectuó no han sido aun suficientemente dilucidadas, y es, pues, 
lógico inclincirse ante su afirmación de descargo en la que ar- 
güyó que el cansancio de la tropa lo había obligado á dete- 
nerse en la primera posición conquistada. (*) 

Estos errores y las deficiencias subsiguientes produjeron el 
gran desastre; de cuya magna responsabilidad ha liberado ya 
•la opinión justiciera al general argentino que, con abnegación 
realmente indecible, soportó durante treinta y cinco años de 
silencioso estoicismo los cargos graves que le enrostraron pro- 
pios y extraños hasta que la calumnia lo obligó á descorrer una 
punta del velo y anonadó á sus oficiosos detractores con reve- 
laciones incontrovertibles que serán, sin duda alguna, una mí- 
nima parte de las grandes verdades que encierra el archivo 
que con patriotismo altruista tiene lacrado, pero que, tarde ó 



(*) «Cuando por sus indicaciones se incorporó la columna del Alto Uruguay al 
« ejército y por su opinión se iniciaron las primeras operaciones combinadas por 
« el Río Paraguay, el cuerpo de ejército que dio el asalto de Curuzú tuvo <iue 
« sufrir todo el fuego de la artillería enemiga, por no haber sido eficaz el fuego 
M de la escuadra sobre sus baterías, donde solo desmontó una pieza, siendo las 
tt bayonetas la que obtuvieron el éxito á costa de mayor sangre que la que debió 
« perderse en esa jornada, á lo que se debió no poder sacar todas las ventajas 
« que de otro modo hubiera dado». (General Mitre— Memoria antes citada). 

(*; «Si hubiera continuado la persecución podía haber pasado por Curupaity 
« sin perder un hombre; habría tomado la batería, quedándole aún doce mil sol- 
« dados para caer sobre la retaguardia de López.— Los aliados en e^a día hubic- 
« ran tomado inevitablemente todas las posiciones paraguayas y destruido su 
« ejército». (Jorge Thompson— Guerra del Paraguay). 

«Las trincheras de Curuzú eran las que defendían á Curupaity por el lado de 
« tierra-, tomadas éstas no había nada más fácil que el que los aliados se apode- 
« rasen de Curupaity y tomando Curupaity quedaba el ejército paraguayo com- 
« pletamente cortado. Fué después de la toma de Curuzú que se hicieron las 
« trincheras de Curupaity. trabajando á gran prisa noche y día». (Declaración del 
« general Resquin. después de ser tomado prisioneroj. 



- 192 - 

temprano, auscultará la crónica para aquilatar los errores ó 
aciertos, los méritos ó responsabilidades de los que han preten- 
dido adelantarse á la depuración que el crisol de la historia 
hará de sus actos. 

Conforme á lo deliberado en el consejo que resolvió el asalto, 
el general en jefe se trasladó el 10 de septiembre á Curuzú 
con las fuerzas argentinas destinadas á ejecutarlo, conjunta- 
mente con el cuerpo de ejército que comandaba Porto Alegre; 
y las que obedecían directamente las órdenes del general don 
Emilio Mitre fueron acta continuo destinadas á reconocer las 
posiciones enemigas. Estas exploraciones se repitieron hasta 
el 16, actuando en dos de ellas el «2 de Infantería», sin ser 
hostilazadas las fuerzas por el enemigo, á pesar de aproximarse 
á til o de metralla de sus líneas. 

Las últimas disposiciones para la operación decisiva fueron 
discutidas y aprobadas en la junta de guerra del 8 de septiem- 
bre >, contrariando una vez más la tendencia del general Mi- 
tre, que creía prudente y estratégico prescindir de Curupaity 
para envolver al adversario, se resolvió definitivamente que el 
asalto se realizaría el 17, avanzando los argentinos y brasile- 
ños por Curuzú, mientras que el general Flores con la caballe- 
ría amenazaría la retaguardia del punto atacado y Polidoro 
haría una manifestación enérgica por Tuyutí. 

Acepió el general en jefe este ataque combinado sólo'cuando 
Tamandaré, empleando la frase que muy frecuentemente gas- 
taba, prometió solemnemente: Amahá descangalharei ludo isto 
eni duas horas; lo que equivalía á garantizar que los asaltantes 
llegarían á las trincheras paraguayas para posesionarse de las 
ruinas en que las convertirían los formidables cañones de la 
armada. 

Amaneció el día 17. Argentinos y brasileños se prepararon 
para arrojarse sobre las líneas enemigas; pero los cañones que 
debían desbaratar las defensas que las ceñían permanecieron 
mudos; dando lugar á López para que convirtiera en inexpug- 
nables las obras que aún tenía en ejecución. (*) Al «día nublado» 

(}) Recién el 10 de septiembre y aprovechándose del error de Porto Alegre dis- 
puso López se abriera la trinchera que ciñó á Curupaity y serpeaba á lo largo 



- 193 - 

atribuyó el almirante Tamandaré su inacción injustificable y 
como en la tarde sobrevino un copioso aguacero, que persis- 
tió hasta el 20, fué indispensable deferir la operación al 22. 

Los ecos de un furioso y ensordecedor bombardeo anunciaron 
á las fuerzas de tierra al amanecer del día citado que la escua- 
dra llenaba el primer número del programa, y al cruzar el sol 
el meridiano la nave almirante hizo la señal convenida (*) y Ta- 
mandaré comunicó al ^neral en jefe haberle despejado el ca- 
mino arrasando completamente las trincheras. (*) 



de la escarpada barranca, abarcando una extensión de dos mil yardas. En la 
tarde del 21 de septiembre quedó este trabajo concluido; cavado el foso de seis 
pies de profundidad y once de ancho; colocada en posición toda la artillería y 
terminada la formación de los abatíes que completaron las defensas. Cuando el 
«2 de Infantería*, con otros cuerpos argentinos, efectuó el reconocimiento de que 
antes me ocupo recorrió sin sufrir hostilidades, sitios que seis días después eran 
materialmente barridos por la metralla. Este antecedente y la circunstancia de 
que los exploradores no notaron ninguna de las grandes obras que después apa- 
recieron corrobora aún más la afirmación del texto. 

(') «Creemos haber dicho antes, y lo repetimos ahora, que esa seflal importaba: 
« 1° La destrucción ó dominio absoluto de las baterías de la costa, 2° Quedar 
» expedito el pasaje del río, interceptado por una fuerte palizada de vigas. 3° Que la 
t escuadra, remontando el río á altura conveniente, había enfilado las líneas que 

< iba á atacar el ejército, destruyendo ó inutilizando, en gran parte, á la artillería 

< enemiga». (Comentarios del señor Ángel Estrada á la obra de Jorge Thompson). 
(>) En 1867 el general Mitre lo afirmó en la Memoria que antes he citado. He 

aquí sus palabras, que no han sido ni serán levantadas por los que se empeñan 

en tergiversar los hechos: 
« Posteriormente, cuando el asalto de Curupaity (que fué consecuencia necesa- 
ria de la toma de Curuzú y de no haberse podido atacar y tomar inmediata- 
mente aquella posición) el almirante al combinar sus medios con los del ejército 
de tierra, se comprometió á dominar en cuatro horas de fuego las expresadas 
baterías de Curupaity, salvando la estacada y batiéndolas desde más arriba, 
para facilitar el asalto al ejército, ahorrar la efusión de sangre y abrirse el ca- 
mino para seguir inmediatamente hasta Humaitá. El bombardeo fué corto é 
ineficaz, y la escuadra no subió hasta donde podía y debía para conseguir el 
objeto que se tenía en vista, no obstante que dos acorazados salvaron la esta- 
cada. Si la escuadra hubiera hecho entonces lo que ha efectuado hoy el almi- 
rante Ignacio, pasando con la escuadra acorazada más arriba de Curupaity, 
cuando esa posición estaba menos fortificada y menos artillada por el lado del 
agua, y si á la vez de esto el bombardeo hubiese sido más eficaz, no hay duda 
que aun sin llegar hasta Humaitá, la empresa de Curupaity hubiera tenido 
otro resultado. Esto sucedió, no precisamente porque el almirante no quisiese ó 
no creyese concurrir eficazmente á la operación, sino simplemente porque se 
equivocó en cuanto á los medios, pues poco antes de emprenderse el asalto y 
cuando la escuadra cesó el fuego, enarbolando el almirante la señal de que ha- 
bía llegado la oportunidad de darlo con ventaja, me mandó decir verbalmente al 
vizconde de Porto Alegre y á mí, que las baterías de Curupaity estaban comple- 
tamente dominadas por sus fuegos, desmontadas sus baterías por la parte del 
río (el acorazado «Brasil» tuvo poco después que retroceder ante ellas con gran- 



— 194 — 

Con tales seguridades rompieron el aire las vibrantes notas 
del clarín que lanzó á cuatro garbosas columnas al asalto de 
la posición en que sólo había inutilizado ¡un cañón! el formi- 
dable bombardeo de la armada. (*) 

Las dos columnas de la izquierda se componían de tropas 
brasileñas, las de la derecha pertenecían al ejército argentino; 
de manera que la base del ataque, ' que la formaban las dos 
centrales, era mixta. A la derecha de las fuerzas asaltantes mar- 
chaba la 8''^ brigada de la 4* división del 2^ cuerpo y le servía 
de reserva la 7^ brigada, que la constituían el «2 de Infantería» 
y el P del 3^ de guardias nacionales. 

Nuestros batallones, derramados en dos soberbias columnas, 
forzaron bajo el fuego de fusilería y cañón la primera línea y 
avanzaron con tanto denuedo, con tan magestuosa indiferencia 
ante el peligro, que hicieron flaquear al adversario oculto 
en las fortificadas posiciones; pero, reprimido severamente ese 
terror pasajero por los jefes y oficiales paraguayos, lanzaron 
sobre los asaltantes un infernal alud de hierro y plomo, preten- 
diendo detener aquellas falanges que impertérritas cerraban 
sus claros y continuaban acometiendo con bríos de leones y 
aliento de titanes para procurar luego franquear lo inexpugna- 
ble de la línea de abatíes que obstruían el acceso á la trinchera, 
sistema de defensa que en asalto franco no había sido jamás 
dominado por ningún ejército del mundo. 

Con temerario tesón, sugestionadas por el deber y el entu- 
siasmo, lograron algunas fuerzas abrir boquetes en las talas de 
árboles frescos y se lanzaron en aquel torbellino de rayos para 
ser sacrificadas por el plomo que se hundía en los viriles pechos al 
propio tiempo que los fogonazos los tostaban; pero, todo empeño 
fué vano, era inútil luchar contra un imposible, y el arrojo, que 
exteriorizó tan inmenso desprecio por la vida, resultó estéril. 



« des averías) y que en su concepto el enemigo habia evacuado la posición por los 
* estragos que le había causado el bombardeo de la escuadra, según se veía desde 
' lo alto de los mástiles Bajo estas seguridades se emprendió el asalto, no obstante 
« que los generales de tierra veían bien que ni la posición estaba evacuada ni la 
« artillería enemiga dominada». 

(') Una bala de 150 dio sobre una pieza de ocho pulgadas, colocada en la bate- 
ría del río, llevándole el segundo cuerpo y desmontándola. López la hizo arre- 
glar y sirvió posteriormente para tirar metralla. 



' - 195 - 

Nuevos batallones se adelantaron á recibir la muerte en la 
boca de los fusiles y cañones enemigos, hasta completar vein- 
ticuatro masas que vertieron tan abundante y generosa sangre 
que servirá para recordar en todas las edades el nombre de 
ese drama de luto y heroísmo. 

El general en jefe que había seguido dentro de la línea de 
fuego {') la progresión del combate, conceptuó inconveniente 
comprometer las reservas generales contra un enemigo que 
permanecía invisible tras del alto parapeto, y ordenó la retirada 
de los que habían sobrevivido á la gran catástrofe. 

Mientras que las legiones diezmadas soportaban en aquella 
marcha retrógrada, en que cedieron el terreno palmo á palmo, 
el fuego incesante y más certero con que las despedía el ad- 
versario, se escuchaban más allá de las trincheras los alaridos 
salvajes de una alegría desenfrenada y las dianas de victoria 
con que el sarcasmo de la guerra dominaba los ayes desga- 
rradores de I03 mutilados y los extertores agónicos de los que 
habían encontrado tumba envidiable á la sombra del lábaro sa- 
grado de la patria. 

El «2 de Infantería» O que formaba en el primer escalón de 
las reservas y había estado hasta ese momento soportando im- 
pasible los golpes de metralla que abrieron once sensibles cla- 
ros en sus filas, avanzó á tomar nuevas posiciones para proteger 
con un antemural infranqueable el tétrico desfile de los batallo- 
nes deshechos, que caminaban revelando el cansancio angustio- 
so de la jomada pero imperturbables, aun erguidos, porque te- 
nían la conciencia que sólo el infortunio podía haberlos detenido. 

{}) A escritores paraguayos se debe la aseveración que el general Mitre per- 
maneció resguardado en Curuzú. Es absolutamente falsa y antojadiza. Desde el 
principio del combate siguió sus peripecias bajo los fuegos de las baterías para- 
guayas. Tuvo el caballo herido de metralla y se vló precisado A desparramar su 
estado mayor para que no sirviera de blanco compacto al cañón. Su proximidad 
á las líneas enemigas dio lugar á que el rebote de una bala de grueso calibre cu- 
briera de lodo á su ayudante, el hoy coronel Eudoro J. Balza, en momentos que 
le transmitía una orden.— Qué mal lo tratan los paraguayos que sólo le tiran con 
barro, le dijo con esa calma granítica que lo distingue e*n lo más álgido del pe- 
ligro. 

(*) Era mandado accidentalmente por el capitán Pedro Palavecino, por hallarse 
heridos sus dos jefes. También se hallaban ausentes por la misma causa, los te- 
nientes Moritán y Chenaut y los subtenientes Patino y Dantas. Con licencia se 
encontraba el de igual graduación, del Valle. 



- 1%~ 

Cuatro horas duró el desventajoso duelo en que derramaron 
su sangre íjenerosa dos mil setenta y ocho argentinos y otros tan- 
tos brasileños que, al fraternizar una vez más en el campo de 
batalla, rivalizaron con nuestros soldados en la impetuosidad 
5' brío del ataque y si en el desastre no cayó también envuelta 
la alianza se debió exclusivamente á la abnegación con que el 
general Mitre silenció é hizo silenciar los cargos. 

Pero la hora de las reivindicaciones ha llegado, provocada 
por los detractores que pretenden insensatamente vulnerar á 
nuestro glorioso ejército y empequeñecer la arrogante figura 
militar de su general en jefe, y no debemos ni podemos subs- 
traemos á la obligación de hacer pesar la responsabilidad his- 
tórica sobre los reales y verdaderos culpables del fracaso que 
se produjo: 

1° Porque el 17 consideró Tamandaré el «día nublado» para 
comenzar la acción, dando así tiempo á López que reforzó é 
hizo inexpugnables las obras de defensa. 

'2? Porque el mismo almirante dio el aviso convenido de ha- 
ber arrasado las baterías é inutilizado á la artillería paraguaya 
cuando sólo había desmontado uno de sus cañones. Mediante 
tan falsos datos, fueron lanzados al sacrificio argentinos, orien- 
tales y brasileños. 

3° Porque el general Polidoro no hizo porTuyuty la demos- 
tración enérgica á que se comprometió y permitió con su inac- 
ción que López dispusiera á su arbitrio de las fuerzas que, para 
contenerlo, hubiera tenido que distraer; y 

4° Porque el general Flores, oblicuando con la caballería hacia 
la derecha en vez de dirigirse á la izquierda como se le había 
ordenado, no amagó la retaguardia de López para llamarle la 
atención y coadyuviu* al éxito del ataque de frente con la con- 
siguiente sorpresa que hubiera aquél experimentado. 

En fin, mientras la personalidad espectable del general Mi- 
tre, que han osado deprimirla los interesados en desfigurar la 
verdad histórica ó los ignorantes, se engrandece á diario, la 
sangre tan estérilmente vertida en Curupaity enrojecerá inde- 
leblemente y ante la evidencia de los hechos indestructibles, 
las charreteras de Tamandaré, Polidoro y Flores. 



- 197 - 



DE TUYUTY A TUYU-OUE 



Condenado á la inactividad y á las consecuencias siempre 
deplorables que la inacción trae aparejadas para las tropas en 
camapaila; soportando el azote del cólera, experimentando á 
diario el bombardeo y las insignificantes escaramuzas que las 
fuerzas enviadas en servicio de exploración libraban con las 
avanzadas enemigas, permaneció el «2» campado á la derecha 
del grueso del ejército argentino, durante diez meses, hasta 
que la «junta de guerra* celebrada el 21 de julio de 1867, deci- 
dió ejecutar el movimiento de flanco que tanto había auspicia- 
do el director de la guerra y consistía en atacar las posiciones 
paraguayas por el lado este, despuntando á ese efecto el Es- 
tero Bellaco, por el Paso Tío Domingo. 

Al día siguiente tomíiron la vanguardia los brasileños y for- 
mando el ejército argentino, con un resto insignificante de 
orientales, la columna principal, se pusieron en marcha, ori- 
llando esta última el costado norte del Rstero Bellaco; mien- 
tras que la primera, que alteró el orden convenido de las mar- 
chas, lo hizo por el sur. El general D. Juan Andrés Gelly y 
Obes reclamó de esta transgresión y como se le contestara 
aconsejándole que contramarchara á Tuyuty, se negó terminan- 
temente íi hacerlo, (') salvando con su viril y decidida actitud 
el movimiento en ejecución, no obstante que su resolución lo 
ponía en el trance de seguir avanzando expuesto á ser atacado 
en condiciones que le serían sumamente desfavorables y en si- 
tuación de tener que bastarse á sí mismo. 

En este orden, desventajoso para nuestros soldados, se con- 
tinuaron líis marchas hasta el día 26, en que dio principio el 
marqués de Caxías al pasaje del Bellaco por el Paso Fretes. 

Para reconocer el paraje y preparar esta operación, el ma- 
riscal había adelantado una compañía de ingenieros brasileños 
á la que oportunamente apoyó el general Gelly y Obes con el 

(») "Fué resuelto en junta de jruerra que debíamos se«:uir por este camino y 

* por nuestra parte hemos cumplido lo ordenado. Los ejércitos arjjentino y oricn- 

* tal bajo mis órdenes, no retrocederán. Pediré una bripada de caballería al mar- 

* qués de Caxías y seguiré el camino acordado allanando cualquier inconveniente» 
contestó el general argentino con entereza. 



— 198 - 

«2 de Infantería» y un escuadrón del 3 de caballería, medida 
que produjo el inmediato retiro de las avanzadas enemigas. 

Llegados los aliados al Paso Tío Domingo, que no es tal, 
sino el despunte del estero, contramarcharon el 28 para coro- 
nar el movimiento y el 31 libraron á los paraguayos el com- 
bate de Tuyú-Cué, en que no actuó el «2 de Infantería». 

Al día siguiente, y á raíz de una ausencia temporaria, obli- 
gada por asuntos que involucraban á la presidencia de la Re- 
pública, se hizo cargo el general Mitre del comando en jefe, y, 
como notara que, aprovechando su alejamiento, se había alte- 
rado el plan de campaña acordado, omitiendo el apoyo fluvial 
para las operaciones de tierra, ordenó el o de agosto terminan- 
temente que el Paso de Curupaity y luego el de Humaytá, fue- 
ran forzados por la escuadra. El almirante Ignacio, que había 
reemplazado á Tamandaré, observó que aquella operación era 
grandiosa y peligrosísima, dándole al propio tiempo linea- 
mientos de sobrehumana; lo que indujo al director de la gue- 
rra á controvertir las afirmaciones de aquel marino, en un lu- 
minoso estudio que abarcaba todos los tópicos de la cuestión 
naval en debate con argumentos incontrovertibles y datos de 
matemática precisión, para terminar reiterando la orden de que 
se ejecutara el avance «bajo su responsabilidad». 

El pasaje de la primera posición se efectuó tal como el ge- 
neral Mitre lo pronosticó con algunos meses de anticipación, es 
decir, sin perder un buque y con solo doce bajas en las tri- 
pulaciones C) y más tarde, á raíz de hesitaciones y temores que 
resultaron pueriles y mediante nuevas conminaciones del ge- 
neral Mitre, pasaron los acorazados bajo los fuegos de Hu- 
maytá, para darse aguas arriba, la mano con el ejército de 
tierra. 

Estas y las anteriores maniobras, ocasionaron la evacuación 

(») Cuando el noble emperador Pedro II recibió la noticia de haber sido for- 
zados los pasos, conferenciaba con el distinguido jurisconsulto argentino doctor 
Torrent.— ¿Cuántos buques hemos perdido? preguntó con impaciente apresuramiento 
y al informarle su interlocutor que ninguno— j2«é* lástima, exclamó, debimos per- 
der algunos para justificar la inacción. 

Se explica la amargura que encierra este juicio si se recuerda que fué necesa- 
ria la intervención del emperador para que la escuadra avanzase á cumplir con 
su deber. 



— 199 - 

del campamento de Paso Pucú, que el 28 de marzo de 1868 
ocuparon los aliados. 

Tan brillantes resultados, que aceleraron la terminación de 
aquella cruenta guerra, fueron el fnito inmediato de la es- 
trategia y hábiles disposiciones militares, del tino diplomático 
y del patriotismo ejemplar de que dio fehacientes pruebas el 
teniente general D. Bartolomé Mitre, hechos y condiciones en 
que siempre se han de romper los ponzoñosos dientes de la 
envidia. 



ANABQUIA 7 BABBABIE 



Movimiento subversivo — Expedición contra G&ceres — Represión de 
bandoleros — En la frontera — Sublevación de Ijópez Jord&n — Com- 
bate del 11 de agosto — Beoonocimientos — Recelos indigenas — Ven- 
ganza de Callvuour& — £1 malón — Decisión de Bivas — Fuerzas 
combatientes — Batalla de San Garlos — Ijuoha encsrnizada — 
Acción brillante del «2» — Derrota de los salvajes — Bescate de 
botín — Bajas — Jefes y oficiales — Combate de Laguna del BCono — 
Acciones del 24 de agosto y 17 de septiembre — La guerra civil. 

En tanto que los campos del Paraguay se teñían con la sangre 
generosa de los valientes que preferían la muerte á la ignomi- 
nia, en el territorio nacional tentaba el caudillaje— ese azote que 
arrastra á pueblos grandes y viriles á la más denigrante deca- 
dencia—subvertir el orden existente, traicionar todo anhelo pa- 
triótico y provocar nuevos días de luto. 

Cúpole á un jefe del ejército de la nación la triste iniciativa; 
quien, proscribiendo todo sentimiento de civismo, prescindiendo 
del peligro exterior que amenazaba la estabilidad nacional y 
exigía el concurso de todas las fuerzas vivas del país; bastar- 
deando, en fin, la confianza de que era depositario, se ocupó en 
fomentar la guerra civil en la viril Corrientes. 

Haré una relación concisa de los hechos. 

Producida la revolución contra el gobernador Evaristo López, 
el general Nicanor Cáceres, desconociendo las órdenes que de- 
bieron reglar sus procederes, tomó partido en la lucha abierta- 
mente y, con las fuerzas que se le habían confiado para garan- 



- 202 - 

tizar el orden, b¿itió á inmediaciones de los montes de Pay-Ubre 
al coronel Ocampos y luego de dominar algunos departamentos 
marchó sobre la capital, de la que se posesionó, siendo después 
substituido por el gobernador derrocado, al que, á su vez, reem- 
plazó D. Francisco Escobar por designación legislativa. 

El gobierno nacional, procediendo con la energía que reque- 
ría la atentatoria intromisión de Cáceres, lo declaró desertor (') 
y rebelde y desprendió para reducirlo una división compuesta 
por ocho batallones de infantería, dos mil soldados de caballe- 
ría correntinos y seis piezas de artillería, que entraron en ope- 
raciones al mando superior del general D. Emilio Mitre. 

Con estas fuerzas marchó el «2 de Infantería», que á ese efecto 
abandonó el campamento de Paso-Pucü en los últimos días del 
mes de junio de 1868, á las inmediatas órdenes del coronel D. 
Francisco Borges y teniente coronel D. Emiliano Sáez. 

Reunida toda la expedición, que operaría en la provincia convul- 
sionada en Curuzú-Cuatiá, pues por el momento era el objetivo 
impedir que Cáceres y López Jordán traspusieran la frontera 
de Entre Ríos é invadieran con el pretexto de auxiliar á D. 
Evaristo López, el general Mitre desprendió varias comisiones 
para corretear á grupos de revoltosos que habían emprendido 
una campaña de espuela y merodeó, y como notara intenciones 
'poco tranquilizadoras en las fuerzas que campaban en territorio 
entrerriano se preparó para llevarles la ofensiva. 

A esta altura de los sucesos le ofició el general Urquiza para 
pedirle que no invadiera al estado que estaba bajo su férula. 
« Le contesté— dice el mismo general Emilio Mitre en su « Autobio- 
« grafía«, -que mi comisión no tenía por objeto invadir esa provin- 
« cia, sino asegurar la de Corrientes contra el avance de López 
« Jordán, á quien también le indiqué lo hiciera retirar de la 
« frontera, pues si, desgraciadamente, sus fuerzas pisaban á Co- 
< rrientes las pelearía y perseguiría sin descanso». 

(*) Habiéndose rebelado contra la autoridad nacional el tjeneral D Nicanor Cá- 
ceres y faltado al honor militar no presentándose al consejo de puerra, el pre- 
sidente de la República- 

ACUERDA : 

I** Dése de baja del ejército al ^jencral D. Nicanor Cáceres. 

2® Las autoridades nacionales procederán á la captura del expresado, dentro 
del territorio de la República.— Sarmiento.— 3/rtr/í;/ de Gainza. 



- 203 - 

La intervención del Dr. Vélez, investido con la representa- 
ción del gobierno nacional por el presidente Sarmiento, pro- 
dujo la completa pacificación de Corrientes y el consiguiente 
retiro de parte de las fuerzas que la habían ocupado durante 
siete meses, actuando en una campaña en que no libraron he- 
chos importantes de armas porque á los sublevados les faltó la 
decisión necesaria para provocarlos. 

En consecuencia, el «2 de Infantería» quedó por breve tiempo 
acantonado en Goya; siendo removido de esta guarnición á 
fines de enero de 1869 y destinado á la de Córdoba, para li- 
brarla de las partidas de bandoleros que infestaban sus fronte- 
ras y depredaban la campaña de la Rioja, siguiendo las inspi- 
raciones de pillaje y anarquía que dieron característica som- 
bría á la personalidad del caudillejo Santos Guayama. 

Algunas comisiones desprendidas por el jefe del «2» corretearon 
y foguearon á los salteadores, que ni aun en sus misteriosas 
guaridas de los montes y las sierras se encontraban á cubierto 
de la tenaz y enérgica persecución de los veteranos. La muerte 
de unos y la emigración de otros fueron el resultado inmediato 
de la acción de este cuerpo, que cumplidamente llenó la misión 
de contribuir á exterminar esa plaga que era constante y te- 
rrible amenaza para los pobladores pacíficos y laboriosos (*) de 
aquellas provincias y las limítrofes. 

Considerando el gobierno ya innecesaria su permanencia en 
Córdoba, dispuso que bajara á Buenos Aires, á donde llegó el 
24 de abril de 1869 á los cuatro años justos de haber abando- 
nado su guarnición para concurrir con el peso de las armas 
á castigar la afrenta sangrienta del 13 de abril de 1865. 

Sólo dos meses de relativo descanso se le concedieron, siendo 
al cabo de ellos destinado á guarnecer la frontera sur, para 
la que marchó al mando accidental del comandante Sáez, en 
razón de que el coronel Borges había sido nombrado coman- 
dante en jefe de la división que cubría aquella línea. 

Partió de Buenos Aires directamente hasta Altamirano y de 

fM Mientras tanto Santos Guayama é Indalecio Nieto habían sido derrotados en 
Garabato por fuerzas del comandante Vera y pasaron á San Juan. Persijfuiólos 
el mayor Loyola y los deshizo completamente en Jarillo, tomando prisionero al 
secretario del primero, otro bandido llamado Zacarías Segura. 



— 204 - 

este punto realizó una penosa marcha á pie que concluyó en 
el campamento de Olavarría, después de quince días en que se 
pusieron á prueba sus condiciones de resistencia. (*) 

Hasta el 20 de noviembre de 1869 permaneció el cuerpo en 
aquel punto, que era entonces el acantonamiento de la coman- 
dancia en jefe, y el 21 avanzó hasta Blanca Grande para llevar 
á los solitarios parajes que sólo hollaba el salvaje el credo 
reivindicador y fijar los mojones de una nueva reducción. 

El avance del «2» respondía al propósito de adelantar la línea 
de fronteras^ ocupando paulatina y metódicamente los campos 
en que incursionaban con absoluta libertad los hijos del desierto 
y consecuentemente se llevó la comandancia en jefe á aquel 
paraje una vez que los soldados levantaron las construcciones 
más indispensables y rudimentarias. 

Permaneció en el servicio de vigilancia de aquella frontera 
durante todo el año 70^ sin que ocurriera novedad alguna en 
razón de que los subditos de Callvucurá habían vuelto al reposo 
después que el gobierno de Sarmiento convino en retirar las 
fuerzas que avanzaron en exploración hasta Choele-Choel 
bajo el mando de los coroneles Ramírez y Murga; condescen- 
dencia que indujo al temido cacique á mantenerse inactivo, ó, 
según sus propias palabras, «á no hacer nada y estar bien*. (•) 

Tuvo que abandonar el puesto de centinela avanzado de la 
civilización el 11 de enero de 1871, en virtud de habérsele orde- 
nado con urgencia que regresara á Buenos Aires para prestar 
su concurso á la tarea, que con tanta energía había afrontado 
el ilustrado estadista general Domingo F. Sarmiento, de do- 



(') Componían su cuadro de jefes y oficíales los sijtruientes: 

Teniente coronel, Emiliano SAez; capitanes Marcelino Salvadores y Pablo Aires; 
capitanes supernumerarios Juan Salvadores y José M. (lonzáles; ayudante ma- 
yor Benjamín MoritAn; tenientes los. Rudecindo Roca. Mififuel Massini y Fran- 
cisco Ferreira; tenientes 'Jos. Cosme Madariaga y Ramón Martínez; subtenientes, 
Enrique Brito del Pino, Gregorio Fernandez, Eduardo Scarnlchia y Juan Desoirro: 
subtenientes a^rrepados, Felipe Aristepui, Samuel Morales é Ignacio González. 

.') En el curioso reto que el jefe de la dinastía de los Piedras lanzó A la civili- 
zación el 17 de septiembre de \Sb^, desde su campamento de Salinas Grandes, 
argumentaba- 

• Me dicen que ya han llegado fuerzas A Choele-Choel y que vienen A hacernos 
« la guerra; pero yo también he mandado mi comisión A donde mi hermano Ren- 
« que-Curá para que mande gente y fuerzas; pero si se retiran de Choele-Choel 
« no habrA nada v estaremos bien». 



— 205 - 

minar al caudillaje fanático que con el móvil de trastornar el 
orden público se había levantado en armas en Entre Ríos al 
^lamado del general Ricardo López Jordán, luego de haber sal- 
picado con la sangre del asesinato político su suelo, hasta en- 
tonces virgen de esos atentados que deshonran. 

De la capital pasó á incorporarse á la guarnición del Paraná , 
de la que era comandante en jefe el coronel D. Francisco 
Borges, quien días antes se había medido con el brío que le 
era idiosincrático con 30U0 revolucionarios que, á órdenes de 
un titulado coronel Ocampos, pretendieron estérilmente y me- 
diante varios ataques, dominar la resistencia vigorosa que les 
oponían las reducidas fuerzas de que dispuso para la defen- 
sa el denodado jefe del «2 de Infantería». 

Maltrechos los rebeldes y temiendo seguramente la acción 
ofensiva que á los sitiados facilitaba la llegada de refuerzos, se 
retiraron; y las fuerzas de la guarnición permanecieron á la 
espectativa de los sucesos durante los seis últimos meses en 
que el movimiento subversivo se mantuvo aun en pie. 

Pacificada la provincia regresó el «2» á Buenos Aires el 14 
de julio de 1871, para seguir nuevamente á Blanca Grande á 
fin de incorporarse á las fuerzas que operaban bajo las órdenes 
del coronel D. Nicolás Ocampos, que, á su vez, dependía del 
general D. Ignacio Rivas. (*) 

Recientemente llegado se hizo sentir en la estancia del coronel 
Elía una invasión, fraccionada en pequeños grupos, que arreó 
el mejor ganado. El comandante Sáez fué desprendido en 
persecución de los malones, con una sección del «2» mo7itada 
en pelo, y con tanta actividad procedió, que les arrancó gran 
cantidad del arteo y más de veinte caballos propios, causándoles 
también un muerto, varios heridos . y tomándoles un prisionero. 
Según el «parte oficial», de fecha 11 de agosto, no se obtuvieron 
mejores resultados en razón de que: «los indios se desparra- 
« marón en distintas direcciones y en la noche no se pudieron 
«encontrar todos los rastros», maniobra que les facilitó la inter- 
nación en el desierto con una parte del botín. 

(') A la sazón ejercía el comando titular del cuerpo el comandante Emiliano 
Sáez, pues una vez pacificado Entre Ríos, el coronel Borges pasó á desempeñar el 
cargo de jefe de la Frontera norte y oeste de Buenos Aires, con asiento en Junín. 



- 206 - 

El segundo reconocimiento de Choele-Choel, practicado por 
el coronel Guerrico, y las expediciones tierra adentro llevadas 
por los generales Arredondo y Rivas y coronel Julio A. Roca, 
mantenían en alarma y recelos á los dominadores de la Pampa, 
que veían con marcado desasosiego á las armas de la civiliza- 
ción y á los pionners del progreso, ganar paulatinamente terreno 
dentro de la línea que la barbarie había señalado á la conquista 
desde los sombríos días del coloniaje. 

Se sentía el gran cacique de las tribus confederadas incómodo 
en la apartada toldería é inquieto por la amenaza de que el miste- 
rio que envolvía sus albergues fuera violado por la acción ofen- 
siva que se ensayaba, auspiciada por los pobladores del Oriente; 
necesitaba, pues, obstruir el paso á los arrogantes soldados que 
diseminaban en sus incultos dominios los jalones que en tiempo 
no lejano fijarían las líneas del engrandecimiento de la República 
y se decidió por fin á mover las hordas araucanas, para llevar 
el desastre y la desolación doquiera llegaran sus lanceros. 

Sirvió de pretexto á la ejecución de los maduros planes de 
Callvucurá el atropello brutal y despojo de que se hizo víctima 
á las tribus reducidas de los caciques Manuel Grande y Chipi- 
trúz, por parte de los catrieleros que, valiéndose del apoyo que 
en tan luctuosa emergencia les prestó el jefe de la Frontera sur, 
los provocaron á un choque armado para exterminarlos y sa- 
quearlos. Pretextando el castigo de los autores y coactores en 
aquel atentado (') se lanzó el vengador cacique sobre el •ZS de 
Mayo» con seis mil de los indios coaligados, siendo tres mil 



(») He aquí cl sis^nlficatlvo «aviso» que envió al coronel D. Juan C. Boern 

«La Verde, 5 de marzo de \ST1. -Señor coronel: Hoy le participo que el día 3 me 
« vine á sorprender al cacique mayor Andrés Raminqueo, con toda la indiada. 
« así es que me vine con seis mil indios, á vengarme por la gran picardía que 
« hicieron con Manuel Grande y Chipitrúz y demás capitanes;»en fin, muchas 
* picardías que han hecho con los soldados de Manuel (irande.— Juan Cat.i.- 
« vucurA. 

Respecto íl mis afirmaciones del texto puedo agrcíjar en confirmación los si- 
guientes párrafos de comunicaciones oficiales: 

«En la fecha ha llegado cl caciouc Chipitrúz con 84 indios A los toldos de Ra- 
« minquco y dice que están al llegar Manuel Grande con más de cien, que han 
« sido atacados por Calricl y la división del mando de I'. S.» (Nota del comandante 
Juan C. Bocrr al coronel Francisco de Elía). 

«Al presentarse estos indios se han manifestado quejosos del proceder del coronel 
« Elía. al haberlos atacado con fuerzas de Catriel y de las que guarnecen la fron- 



- 207 - 

quinientos de estos de los mejores lanceros que merodeaban 
en las vastas regiones que el salvaje dominaba. Tomó prisionera 
la tribu de Raminqueo y luego de internarla avanzó como 
alud avasallador, asesinando, robando, incendiando y llevando 
la consternación y el luto á las florecientes poblaciones que 
servían de escenario á sus vandálicas correrías. 

Más de trescientos cadáveres de indefensos «cristianos» amo- 
jonaron funerariamente su carrera; camino de sus guaridas 
había enviado ya quinientos infelices cautivos á que esperaba 
el maltrato de los indios y la zana de las «chinas»; cien mil 
vacunos, treinta mil yeguarizos y veinte mil lanares eran arrea- 
dos al mercado de ultra cordillera para enriquecer á los ejecuto- 
res y cómplices del pillaje (*), cuando el general Rivas, con la de- 
cisión que sólo los espíritus bien templados alimentan, salió del 
Azul para cortarles la retirada y presentarles batalla en pro- 
porciones numéricas infinitamente inferiores. 

El avance de este valiente jefe revistió los lineamientos 
todos de una audacia subyugadora, pues para cruzar lanzas 
con los impetuosos y probados jinetes de la pampa (") sólo con- 

« tera sur, sin haber intentado ellos movimiento alguno hostil». (Nota del coman- 
dante general de armas coronel Rufino Victorlca al ministro de guerra). 

«Tengo el honor de poner en conocimiento de U. S. que con fecha 4 del corriente 
« (mayo de 1871) se han presentado los caciques Chlpitrúz, Manuel Grande y 
« varios capitanejos, como con 600 indios de ambos sexos y tamaños, buscando el 
« amparo del jefe de esta frontera, porque dicen que han sido atacados por el 
« cacique Catriel y parte de las fuerzas de la división del jefe de la frontera sur. 
« Al tomarles declaraciones han demostrado en ellas que no ha sido su ánimo el 
« sublevarse, pues á haberlo intentado no habrían venido á subyugarse al jefe 
« de una frontera, como lo han hecho, sino que se habrían ido «tierra adentro» y 
« que en prueba de ello piden se les levante un sumario para la aclaración del 
« hecho». (Nota del comandante en jefe de la frontera del oeste al inspector ge- 
neral de armas). 

(M Hechos análogos arrancaron al diputado Puelma, que en 1870 representaba 
en el parlamento chileno á la provincia de Maule, las siguientes palabras de 
enérgica y honrada protesta: «Analicemos sino lo que sucede. En cuanto al co- 
cí mercio, vemos que el de animales, que es el que más se hace con los araucanos, 
« proviene siempre de los que son robados en la República Argentina. Es sabido 
« que últimamente se han robado ahí cuarenta mil animales más ó menos, y nos- 
" otros, sabiendo que son robados, los compramos sin escrúpulos, y luego decimos 
« que los ladrones son los indios. Y nosotros, ¿qué seremos?» 
(3) Sus huestes escogidas las había dividido Callvucurá como sigue: 

Indios chilenos, al mando de Renque Cura 1000 lanzas 

M salineros, » » Catricurá 1000 » 

» manzaneros,» » Namuncurá 1000 » 

» ranquelinos, » » Epugmcr 500 » 



- 208 — 

taba con mil seiscientos sesenta y cinco plazas, entre veteranos, 
guardias nacionales é indios reducidos, los que entraron en 
combate formados en cuatro columnas que las componían: 
Ala derecha: Catrieleros al mando de Cipriano 

Catriel 800 

Centro: Comandado por el cmel. Ocampo: 

«2 de Infantería» 170 plazas 

' 9 de caballería 50 » 

Ala izquierda: á órdenes del cmel. Boerr: 

5 de infantería 95 » 

3 de caballería 50 » 

Indios de Coliqueo 150 » 

Guardia nacional de 9 de Julio 150 » 

Reserva: Al mando del comandante Leyría: 

Indios reducidos 120 » 

Vecinos armados 80 » 

El general Rivas inició el movimiento ofensivo^ que provocó 
la batalla, marchando á ocupar las aguadas de Cabeza del Buey; 
pero, un chasqui desprendido por el coronel Juan C. Boerr lo 
indujo á dirigirse al Fortín San Carlos, pues aquel Vciliente jefe 
iba á ser sitiado por los invasores y no contaba con fuerzas 
suficientes para resistirlos; y, en consecuencia, emprendió una 
hábil marcha de flanco con que engañó la perspicacia del caci- 
que y salvó la reducida guarnición del fuerte, de ser estérilmente 
sacrificada, á par que lo obligó á librarle la acción. 

El general Rivas, explotando mañosamente los sentimientos 
de amor propio que sobresalían en su auxiliar Catriel, le había 
transmitido la decisión que lo impulsaba y éste, á su vez, tuvo 
que imponerse á su tribu amenazándola con el exterminio si 
rehuía el combate ('). En tan desventajosas condiciones se ini- 



Los guerreros de segundo orden fueron destinados á los arreos y comisiones 
volantes. 

Renque-curá era hermano de Callvucurá é hijos de este último Catricurá (catrl, 
rota; cura piedra) y Namuncurá (namun pie; curA piedra). 

(») En momentos de ponerse en marcha la división estalló entre los indios un 
movimiento de inobediencia á su cacique; pero fué sofocado sin emplear medios 
violentos mediante la intervención del «2 de Infantería» y regimiento 9 de ca- 
ballería que los rodearon con orden de hacer efectivas si era necesario las 
autorizadas amenazas de Catriel. 



- 209 - 

ció la acción de San Carlos el 8 de marzo de 1872 y mientras 
los lanceros de Callvucurá maniobraban lucidamente en evolu- 
ciones regladas á toque de clarín, el veterano general mandó 
echar pie á tierra y trabar los caballos. «Estos movimientos, 
dice en su parte oficial, fueron hechos con la precisión y rapi- 
dez que el caso requería, produciéndose en el mismo instante 
el choque de las fuerzas, donde pie á tierra las dos líneas, tra- 
bóse el más reñido, y sangriento combate á lanza, sable, enchi- 
lo y bola, del que puede decirse, sin ejemplo en estas gue- 
rras». « 

Desde su comienzo la acción flaqueó en el ala izquierda 
debido á que los indios de Coliqueo esquivaban el combate 
con sus hermanos; pero la salvó de un completo desbande el 
valor del coronel Boerr y la resistencia inaudita de los 95 ve- 
teranos del 5° de infantería, á los que le comunicaba su ar- 
dor é intrepidez el valiente entre los valientes: Nicolás Levalle. 

En la derecha fueron rechazados los catríeleros y se produ- 
jo un principio de indecisión, pero su Cacique General con ex- 
trema resolución pidió y obtuvo del general Rivas que el ca- 
pitán Domingo Rebución, con cincuenta tiradores, ocupara su 
retaguardia para fusilar á los que volvieran caras. Esta medi- 
da fué salvadora é indujo á los indios amigos á marchar al 
ataque con extraordinaria pujanza y momentos después se en- 
treveraron con los lanceros de Renque-Curá, arrojándolos del 
campo á raíz de larga y terrible lucha brazo á brazo y cuerpo 
á cuerpo. 

Entre tanto Callvucurá, con el golpe de vista certero de que 
dio evidentes pruebas en las varias funciones de guerra en que 
actuó, observando la izquierda reducida á un puñado de hé- 
roes y la derecha seriamente comprometida, comprendió que 
si dominaba el centro ganaría estrepitosamente la batalla. Al 
cálculo unió inmediatamente la acción y mediante una habilí- 
sima maniobra se lanzó con ímpetu sin igual al ataque seguido 
por la división de Catricurá y las reservas ranquelinas. 

Allí estaba el «2 de Infantería» hermanado en el peligro con 
el 9 de caballería y formando en conjunto doscientos veinte 
veteranos que esperaron á pie firme el choque de los mil 



- 210 - 

quinientos centauros escogidos entre los lanceros preferidos 
de la pampa. 

Poblaron los aires los alaridos salvajes: yd, ydá, yaáád 

y ardiendo en coraje los indios, confiando ciegamente en su 
inmensa superioridad, se precipitaron contra aquel reducido 
puñado de veteranos, que la disciplina, la decisión y el heroís- 
mo los hacía inconmovibles. El encuentro fué indescriptible; 
los ranquelinos y salineros, enorgullecidos . por los resultados 
de tradicionales cargas, cayeron en grandiosa y arrolladora 
irrupción á recibir á boca de jarro el fuego vigoroso y metó- 
dico de los infantes del «2» que no logró alebronarlos á pesar 
de la certeza de los disparos. Favorecidos por la superioridad 
del efectivo y merced á lo vigoroso de la arremetida llegaron 
los salvajes al combate mano á mano en que la bayoneta, el 
sable, el cuchillo y la bola buscaban á porfía cuerpos que acre- 
centaran el número de las víctimas. 

Durante quince largos minutos sostuvieron los veteranos del 
«2 de Infantería» y 9 de caballería aquella brega desigual en que 
se midieron uno contra siete y, aprovechando un instante pro- 
picio, impulsados por emulaciones bravias, entusiasmados por 
la vibrante palabra de Ocampos, desistieron de la defensiva 
para incrustarse en la masa de salvajes mediante un ataque 
decisivo que, al exteriorizar todos los aires de una carga de le- 
gendario é incontrastable empuje, quebrantó la tenacidad del 
feroz y decidido adversario. 

En tan álgidos momentos avanzó con firmeza la reserva di- 
rigida por el comandante Francisco Leyría y en persona cargó 
el general Rivas al frente de un pelotón de catrieleros, logrando, 
luego de tan breve como sangriento choque romper en dos tro- 
zos la caballería indígena que fué sableada y sacada del campo 
por las fuerzas que Boerr había rehecho y las que Catriel con- 
servaba. 

Sembrando el terreno en que se libró la acción quedaron 
trescientos cadáveres de indígenas y doscientos heridos graves 
y en la persecución subsiguiente se rescataron los cautivos, más 
sesenta mil vacunos, quince mil yeguarizos y veinte mil lana- 
res. Con sus hordas deshechas y cientos de heridos que pudie- 



- 211 - 

ron huir manteniéndose á caballo, regresó Callvucurá á sus tol- 
derías de Chilihué (*) para morir meses después trabajada su 
ya obesa naturaleza por el dolor y el despecho. 

Al frente del «2 de Infantería» pelearon en esta reñidísima y 
sangrienta función de guerra, el sargento mayor graduado 
Pablo Aires; los capitanes Benjamín Moritán y Ramón Martí- 
nez; ayudante mayor Enrique Britos del Pino; tenientes Ger- 
mán Vidal, Ignacio González y Samuel Morales y los subtenien- 
tes Joaquín Scarnichia y Julio Martínez. 

Apenas rehecho su efectivo de las pérdidas sufridas en San 
Carlos y en virtud de una resolución gubernativa, pasó el cuerpo 
un mes después á la división del norte, que operaba bajo las 
inmediatas órdenes del teniente coronel D. Salvador Maldo- 
nado y fué destinado á guarnecer el Fuerte General Lavalle, 
que servía de asiento á la comandancia en jefe de aquella 
línea, la que á su vez dependía de la jefatura de la frontera, á 
cargo del coronel Borges. 

El escarmiento sufrido por los salvajes les indujo á ser más 
prudentes en lo sucesivo y no presentar grandes masas á los 
estragos de la ofensiva de nuestros veteranos. Optaron, pues, 
por la táctica de desprender partidas volantes que luego de dar 
el malón proyectado, se esfumaban en las soledades del de- 
sierto, divididas en fracciones pequeñas que hacían sumamente 
dificultosa y en general estéril la persecución. 

Al «2 de Infantería» que á la sazón constaba de 3 jefes, 13 
oficiales y 234 individuos de tropa, le tocó actuar en varias de 
estas escaramuzas sin que los resultados se relacionaran con 
la intensidad del esfuerzo, á excepción de algunas de relativa 
importancia, como ser la que libraron cuarenta de sus soldados, 
al mando inmediato del comandante Sáez, á un grupo de in- 
dios en his inmediaciones de la Laguna del Mono, el 17 de julio. 
Estos habían asaltado el establecimiento del general D. Emi- 
lio Mitre, arrebatándole las caballadas y haciendo dos cautivos, 
é inmediatamente de tenerse en Junín aviso del suceso, salió 
la tropa expresada y cuarenta vecinos al mando del Sr. Ataliva 

(») Nuevo Chile. 



- 212 - 

Roca, en persecución de los asaltantes. Después de catorce ho- 
ras consecutivas de marcha, en que adelantaron próximamente 
treinta leguas, debido á que los indios en cada jornada variaban 
de dirección haciendo grandes rodeos con el fin de despistar- 
los, les dieron alcance, batiéndolos con tanto ardor, que sólo esca- 
paron seis con vida. 

Los cautivos fueron restituidos y las caballadas rescatadas, 
siendo éstas regaladas por su propietario á los voluntarios del 
Sr. Roca, en recompensa de la actividad desplegada y su com- 
portación en el combate. 

No había transcurrido un mes, cuando los pampas volvieron 
(el 24 de agosto) á arrebatar dos manadas de hacienda yegua- 
riza del mismo establecimiento y del que poseía D. Inocencio 
Molina. En busca de estos malones marchó el coronel Borges 
con una compañía del «2» y al cabo de siete horas de tenaz 
persecución, logró quitarles parte del botín, sin conseguir ha- 
cerlo con el resto á causa de habérsele postrado las caballadas. 

No acobardaron estos reveses á los indios que, por el con- 
trarío, parecían dispuestos á continuar las hostidades á plaso 
fijo, pues el 17 de septiembre, una numerosa partida dividida 
en varios grupos, penetró por las inmediaciones del Fortín 
Vigilancia con el doble objeto de dar malón y levantar la tribu 
del cacique Coliqueo con la que, al parecer, se habían puesto 
de acuerdo; (*) pero sentidos á tiempo, les salió al paso el co- 
ronel Borges, librándoles un encarnizado combate en que les 
causó enormes pérdidas, les arrebató el ganado robado y re- 
cuperó la tribu entera. 

En este encuentro tuvieron señalada participación fuerzas del 
«2 de Infantería» que se batieron á las inmediatas órdenes del 



(') De este cacique todo podía esperarse menos lealtad. Aun para los indios al- 
zados era el prototipo de la perfidia y en sus toldos se le citaba siempre para 
ejemplarizar á los felones. 

Ya reducido y en las luchas de la Confederación con Buenos Aires, tan pronto 
estaba del lado de aquélla como de éste. 

A propósito del juicio que les merecía á sus colegas, es conveniente recordar que 
siempre que se hablaba de este Rodin de la pampa exclamaba el cacique Mariano 
Rosas con profundo convencimiento: «Dios no lo ayudará nunca porque es muy 
traidor». 



- 213 - 

mayor Aires; capitanes Moritán y Rivas; ayudante Britos del 
Pino; teniente Vidal y los subtenientes Scarnichia y Martínez. 

Aunque los indios fueron completamente deshechos en el cho- 
que no pudo extremarse la persecución, á pesar del empeño que 
para alcanzarlos desplegó el comandante Timóte, debido al 
mal estado de las caballadas. 

De las acciones de alguna importancia fué ésta la última en 
que actuó en aquella frontera, pues, á consecuencia de haber 
levantado la hidra del caudillaje su funesta cabeza en Entre Ríos, 
fué destinado el 22 de junio de 1873 á combatir la segunda re- 
belión de López Jordán. Por consiguiente bajó á Buenos Aires 
para, inmediatamente, seguir viaje á Concordia y de allí se in- 
corporó al ejército del Uruguay que operaba á las órdenes 
superiores del general D. Julio de Vedia. 

Después de seis meses de campaña contra montoneros que 
esquivaban toda acción formal, retornó el cuerpo á Buenos Aires 
en enero de 1874 y días después fué nuevamente destinado á 
la guarnición de las fronteras norte y oeste de Buenos Aires 
y sur de Santa Fe, de que era comandante en jefe el coronel 
Borges. 

Se acantonó en el pueblo de Junín, que era por entonces el 
asiento de la comandancia, y á^ aquella situación de zozobras 
y penalidades fué arrancado el 25 de septiembre de 1874 para 
pasear su bandera de guerra por la campaña de Buenos Aires, 
en que se había levantado la esfinge inmutable de la lucha ci- 
vil para llenar de luto á los hogares, devastar el suelo sagra- 
do de la patria, trocar en incierta la solidaridad de la familia ar- 
gentina y detener su engrandecimiento, que tales son los frutos 
funestos de las contiendas fratricidas. 



SEVOLUCION DE SEPTIEMBBE 



Trabajos revolaoionarioa — Previsión del gobierno — El general Bivas 
— Movimiento de fuerzas — Marcha del coronel Borges — Inoorpo- 
raolón del «2» — Escaramuzas — Itinerario y persecución — Catriel 
— «La Verde» — Capitulación de Junin— De guarnición. 

La forma en que se había desarrollado la lucha electora) que 
dio sucesor al presidente Sarmiento, indujo á la oposición á lle- 
var la contienda á los campos de batalla, y el ^comité* que te- 
jía la revolución en Buenos Aires fijó la fecha del pronuncia- 
miento para el 12 de octubre. 

El gobierno sintió los trabajos subversivos y puso en prácti- 
ca medidas que los trastornaron hasta el extremo de tener que 
anticipar al 24 de septiembre el alzamiento para que no abor- 
tara en absoluto. 

El plan primitivo consistía en mover al sur, norte y ponien- 
te de la capital, simultáneamente, los elementos comprometidos, 
para envolverla en un círculo de bayonetas que sería comple- 
mentado por la acción de algunos buques de la escuadra que 
operarían en el río, mientras que en la ciudad se daría el golpe 
de gracia á las autoridades; pero, en el momento álgido y mer- 
ced á las previsiones gubernativas no se pudieron mover con 
la precisión requerida las piezas en el tablero político y la re- 
volución nació atrofiada. 

Entre los pocos comprometidos que se lanzaron á la acción 
fué de los primeros el general Rivas, que operó con una co- 



- 216 - 

lumna de tres mil hombres sobre Chivilcoy; pero, como en sus 
inmediaciones se hallaba ya la división que mandaba el coro- 
nel Borges, compuesta por el «2 de Infantería» y los regimien- 
tos 3 y 5 de caballería, desvió su marcha para evitar el cho- 
que con los novecientos veteranos que el 4 de octubre cam- 
paban á una legua del pueblo O y marchó en retirada hacia el 
sur; mientras que aquéllos se dirigieron á incorporarse al cuer- 
po de ejército que el coronel D. Luis M. Campos tenía con- 
centrado en Las Pulgas. (*) 

A los pocos días el «2 de Infantería» fué incorporado á la di- 
visión que operaba bajo las inmediatas órdenes del coronel Julio 
Campos y con ésta hizo toda la campaña. 

Entretanto el general Rivas había tomado al Saladillo y el 
14 de octubre siguió para Las Flores, donde fué alcanzado 
por la división del coronel Julio Campos llamada «Ejército del 
Sur» que avanzaba formada en cinco columnas paralelas con 
una cortina de guerrillas al frente. Los revolucionarios, á raíz 
de breves tiroteos en este punto y Gualicho, esquivaron el 
combate á que se les provocaba con fuerzas que sumaban dos 
mil cuatrocientas plazas con seis piezas Krupp, y continuaron 
su retirada hasta Rauch y de ahí contramarcharon á Tordillo 
á fin de incorporarse al general Mitre, lo que efectuaron el 2 
de noviembre en el Campamento de los Médanos. 

(») Borges llegó á Chivilcoy dos días antes que Rivas como lo demuestra el si- 
guiente despacho telegráfico- 

«Octubre 4—2.20 p m.— Al Ministro de Guerra:— En Chivilcoy dentro de dos horas 
« regimiento quinto y batallón dos. Esta noche Regimiento tercero Pido órdenes, 
« caballadas postradas.— fdo. Francisco Borges. 

(*) Inmediatamente de entregar estas fuerzas el coronel Borges pasó á Buenos 
Aires y como el gobierno tenía informes que lo comprometían se le dio la ciudad 
por cárcel. Fugó de la capital para Montevideo y con el general Mitre se incor- 
poró en el puerto del Tuyú á la revolución. Cayó en «La Verde» como un va- 
liente, que lo era. en momentos de dar una orden al comandante Palacios Dos 
balas lo hirieron en el costado izquierdo. Fué muy vituperada por los revolucio- 
narlos la entrega que hizo de las fuerzas; pero ese acto se explica satisfactoria- 
mente teniendo en cuenta que si bien el coronel Borges tenía comprometida su 
palabra con la revolución, también y bajo su honor había dado seguridades al 
presidente Sarmiento de no pronunciarse durante su gobierno. Los revolucionarios 
anticipando los términos lo colocaron en una situación bien difícil por cierto. Te- 
nía que optar entre dos compromisos que comprendían su honor de hombre y de 
soldado, y creyó con conciencia honrada que le correspondía entregar las fuerzas 
que bajo su mando había puesto la confianza del presidente y luego sacrificarse 
solo por la causa que conceptuaba justa. Digan los que lo prejuzgan ¿qué hubie- 
ran hecho en su lugar á proceder con honradez y altura? 



- 217 — 

Mientras tanto la columna del coronel Luis M. Campos se 
corrió hasta los toldos para operar en combinación con el Ejér- 
cito del sur. 

Como los revolucionarios habían marchado con rumbo al sur 
hasta Tandil y luego contramarchado al Azul, el coronel Julio 
Campos desprendió su vanguardia— á órdenes del coronel Hi- 
lario Lagos— para que buscara contacto con el enemigo, lo que 
obtuvo el 19 de noviembre. Avisado de esta circunstancia y 
que los revolucionarios se dirigían á Tapalqué, se puso en su 
seguimiento con todo el ejército. 

Durante esta persecución la vanguardia apresó al cacique Ci- 
priano Catriel (*), que, dos días después fué lanceado, con el 
intérprete Avendafto y trompa Marin, por la tribu de su her- 
mano Juan José. 

Al sentir la aproximación de las fuerzas gubernistas, apura- 
ron los revolucionarios el aire de la marcha con rumbo á Blanca 
Grande y luego contramarcharon á La Verde para chocar 
inopinadamente con la división del coronel D. José I. Arias. 
Rechazados con sensibles pérdidas, después de un bien soste- 
nido combate que se ejemplarizó por la magnanimidad del ven- 
cedor y el arrojo temerario de los ^gauchos que con solo sus 
cuchillos llegaron al asalto de posiciones defendidas á rerning- 
ton, se dirigieron á 9 de Julio, pasaron á Bragado y de esta 
localidad á Junín. 

Alcanzados y tiroteados nuevamente por las columnas uni- 
das de Villegas, Le valle y Lagos se conceptuó estéril conti- 
nuar la peregrinación revolucionaria y el 2 de diciembre fué 
firmada la capitulación, mediante la cual entregaron su espada 
al afortunado vencedor de La Verde dos generales, cuarenta 
y un jefes, doscientos noventa y cuatro oficiales y dos mil 
ciento treinta y seis individuos de tropa. (*) 

(M Cuando el general Mitre se recibió del ejército en Los Médanos fué su pri- 
mera providencia lá de separar de éste A los indios de Cipriano Catriel, ordenando 
al cacique se retirara con sus turbas á la reducción inmediata al \'am\. A esta 
medida, que evidenciaba el anhelo de que la contienda no tomara caracteres de 
encarnizamiento y fuera dilucidada sin elementos extraños á la civilización, se 
debía la permanencia de aquel indio en los parajes que batió la vanguardia de 
Lagcs. 

{}) Las bases que dictó el patriotismo son las siguientes: « Orden del dia.—Di- 



- 218 - 

A este acontecimiento siguió cinco dias después el descala- 
bro sufrido en Santa Rosa por el ejército que mandaba el ge- 
neral Arredondo y pacificada la República, regresaron las fuer- 
zas á sus acantonamientos. De las que hicieron la campaña á 
(3rdenes del coronel Julio Campos se había desprendido con 
días de anticipación el «2 de Infantería», que llegó á incorpo- 
rarse á la guarnición de Buenos Aires el 8 de diciembre de 
1874. 



« clembrc 2dc 1874.— Compañeros de armas: La guerra ha terminado en la provincia 
K de Buenos Aires. El ejército queda sometido al gobierno de la Nación, bajo las 
« condiciones siguientes: 1° Habrá amnistía para los ciudadanos que forman parte 
« de él.— 2** Habrá indulto para los soldados de línea que se hallan en el mismo 
« caso.— 3<> Quedan garantidos la vida y el decoro de los jefes y oficiales que forman 
« parte de él. Compañeros de armas: Por última vez os saluda y os abraza al pie 
« de nuestra bandera, dándoos las gracias por vuestros generosos servicios, vuestro 
« compañero y amigo— Bartolomé Mitren. 

En esta capitulación hizo el general Mitre abstracción completa de su persona, 
preocupándole solo la suerte de sus subordinados. Aplaudamos su abnegación. 



EN LA FBONTEBA 



Ocupación paulatina del desierto — Alsina y Boca — Tiempo perdido — 
Angustias y penalidades — Proclama viril — Avance de la linea — 
Construcción de fortines — La Zanja — Guerra ofensiva — lia acción 
del general Boca — Incursiones á los toldos — Combate del 10 de 
Julio — Partidas volantes del <2» — Sorpresa de Anquelén — Expe- 
dición del coronel Villegas — Ataque á Malal — Toma de Pincén 
— Felicitaciones — £n marcha al Bio Negro — Ocupación de Choele 
Choel — Jefes y oficiales expedicionarios. 

Encauzada la vida institucional se preocuparon nuevamente 
los hombres de estado del peligro del desierto que á diario se 
presentaba con caracteres más sangrientos, ya que sus salva- 
jes habitantes aprovechaban todas las convulsiones y asonadas 
que obligaban á debilitar las líneas avanzadas, para llevar la 
ruina, el exterminio y el incendio á las poblaciones fronterizas. 
•El doctor Adolfo Alsina, que había templado su idiosincracia 
al calor del más puro patriotismo, dedicó su talento á solucio- 
narlo; pero, erróneamente adoptó el plan de avance paulatino 
de las fronteras que primaba en los consejos de estado desde 
el tiempo del coloniaje y á fin de hacerlo práctico solicitó, en 
el mensaje del 25 de agosto de 1875, autorización del congreso 
para invertir «doscientos mil pesos fuertes en la fundación de 
pueblos, establecer cementeras, formar plantaciones de árboles 
y levantar fortines fuera de las líneas actuales de frontera». Este 
pensamiento, que la mayoría creía anticiparía los términos de 
la solución del secular problema, era, desde Río IV, rebatido 



- 220 - 

luminosamente por el general Julio A. Roca, quien exponía un 
sensato y acertado proyecto de llevar la ofensiva hasta las mis- 
teriosas guaridas de los indios para dispersarlos y arrojarlos 
fuera de los límites de la República. En sostén de esta tesis el 
vencedor de Santa Rosa argumentaba en carta al ministro de 
guerra, que: «los fuertes fijos en medio de un desierto matan 
la disciplina, diezman las tropas y poco ó ningún espacio do- 
minan. Para mí el mejor fuerte, la mejor muralla para guerrear 
contra los indios de la pampa y reducirlos de una vez, es un 
regimiento ó una fracción de tropas de las dos armas, bien 
montadas, que anden constantemente recorriendo las guaridas 
de los indios y apareciéndoseles por donde menos lo piensan»; 
y^ como la preocupación constante de este jefe era la ocupación 
militar y definitiva de la línea de los ríos Negro y Neuquén, 
agregaba: «Las dificultades de la línea del Río Negro, de que 
tcmto se ha hablado, no están á mi juicio en el hecho de pose- 
sionarse de ella, para que bastarían 1500 á 2000 hombres, sino en 
arrojar á los indios de los campos que ocupan y no dejar uno 
solo á la espalda». 

El conocimiento profundo que tenía de esta cuestión lo auto- 
rizaba á conceptuar su solución como de relativa facilidad; por 
consiguiente, y con la convicción del que se siente capaz de 
desarrolar prácticamente sus planes tal como los ha concebido, 
propuso al doctor i\lsina en la misma carta del 19 de octubre 
de 1875: «Yo me comprometería, señor ministro, ante el go- 
bierno y ante el país, á dejar realizado esto que dejo expuesto 
en dos años, uno para prepararme y otro para efectuarlo». (*) 

Desgraciadamente no fué oído y desde el momento que se 
adoptó el plan de adquisición sucesiva de zonas, que no daban 
mayor resultado que prolongar indefinidamente la cruenta y 



(^) La Idea de ocupar la línea del Río Negro para solucionar el pleito vital no 
era, sin embarco, nueva. Un siglo antes, en marzo de 1774, D. Francisco de Biedma 
eleví^ al virrey marqués de Lorcto, una presentación en la que hacia la exposición 
clara y evidente de la Importancia estratégica del Río Negro, como línea militar 
de defensa, y délas inmensas vcntajaN que su adopción reportaría por los extensos 
y fértiles territorios que una vez ocupado el punto, serían adquiridos para la ucría 
y fomento del ganado». 

Posteriormente, en 17%, el afamado geógrafo D. Félix de Azara aconsejaba 
idéntica ocupación. 



- 221 - 

costosa campaña, pudieron los malones descansar confiados en 
la impenetrabilidad de sus guaridas. 

Ajustándose, en consecuencia, á tan err(3neo concepto se de- 
terminó la ocupación de Carahué, Trenque Lauquen, ítalo y 
otros puntos de la primera línea, para lo cual se contaba con 
las fuerzas que anticipadamente se habían destacado á la fron- 
tera y entre las que estaba comprendido el «2 de Infantería». 

Este cuerpo marchó de Buenos Aires el 12 de febrero de 1875, 
al mando del teniente coronel D. Emiliano Sáez, con la misión de 
incorporarse á la división Norte, que, á las órdenes inmediatas 
del coronel D. Conrado Villegas, tenía su comandancia en jefe 
en el Fuerte General Lavalle. 

Permaneció todo lo que restaba del año haciendo ese penoso 
servicio de fronteras que tan gráficamente y con natural colo- 
rido pintó el general D. Nicolás Levalle, al exhortar en Carahué 
á sus valientes soldados en la Orden General que me complazco 
en transcribir, presentándola como un modelo de verdad heroica: 
" Cantaradas'. No tenemos yerba, ni tabaco, ni pan, ni ropa, 
« ;;/ recursos, ni esperanzas de recibirlos.... Estamos en la ül- 
« tima miseria; pero tenemos deberes que cumplir. Adela^ite! » 

En condiciones similares á las que el bravo Levalle estereo- 
tipaba, con la rudeza hermosa y viril que era la característica 
de su grande alma, vegetaron los veteranos del «2 de Infante- 
ría» frente al enemigo astuto, feroz é implacable; y sin abrigo, 
sin tiendas, escasos de alimento, tenían hasta que regar con su 
sangre generosa los pocos trozos de leña que recogían en los 
campos trillados por el salvaje. 

De esta inacción, en que las emociones morales cortejaban 
á los padecimientos físicos, los arrancó la orden de avanzar la 
línea en la forma estéril que antes menciono }'' en su cumpli- 
miento emprendió la división Norte la marcha de internación 
al desierto el 22 de marzo de 1876 para establecer en combina- 
ción con las otras divisiones la línea fronteriza que correría por 
Puán, Guaminí, Carahué y Trenque-Llauquén. El 12 de abril 
llegó á este último punto ('), en el que se estableció la coman- 

(>) Durante la marcha se cavaron extensos japüelcs en los parajes que carecían 
de aguadas naturales y se construyeron los fortines «Coronel Timóte», «Coman- 



— 222 - 

dancia en jefe é inmediatamente las fuerzas fueron ocupadas en 
levantar las poblaciones indispensables y construir los fortines 
que apoyarían esta línea en todo su frente de treinta leguas. 

Le tocó al «2 de Infantería» construir y guarnecer siete de 
estos O en el ala derecha que abarcaba una extensión de dieci- 
siete leguas y apoyaba su extrema en la comandancia Gene- 
ral La Madrid, que también la custodiaban un jefe y 24 infan- 
tes del mismo cuerpo, más tres artilleros. 

Durante nueve largos meses permaneció esta unidad, (que á 
la sazón constaba de 2 jefes, 7 oficiales y 201 individuos de 
tropa, que como queda dicho hacían servicio de vigilancia en 
la comandancia en jefe General La Madrid y siete fortines) 
inactiva, pues los indios esquivaban toda acción de guerra y 
se reducían á mantenerse á la distancia en acecho de las fuer- 
zas (*) para dar sus golpes de uña acostumbrados sin exponerse 
á quedar bajo el alcance de los remington. Su táctica por en- 
tonces se circimscribía á aislar á las fuerzas nacionales, cortán- 
doles en lo posible las comunicaciones con los centros poblados 
y procurando coparles los escasos recursos que se les enviaban, 
con lo que híicían día á día más incómoda y azarosa su situación. 

En estas condiciones, de indecibles molestias para los solda- 
dos avanzados de la civilización y de angustias para los pobla- 
dores que vivían perennemente amenazados* por la invasión, 
se perdió infructuosamente todo el año de 1877, pues se destinó 
á trabajar la enorme zanja que en proyecto abarcaba más de 
cien leguas. Demandó tal trabajo dura y penosa obra de mano 
á centenares de obreros y en cambio era franqueada continua- 
mente por los indios, que forzaban el obstáculo irrisorio con 
la misma frecuencia con que antes transitaban por el desierto 
exento de límites ó barreras. 

dante Hercdia», «I.os desobedientcsrt, «Carmelo Salinas» y «Sargento Parías», pro- 
curando así asegurar y garantizar la línea de comunicaciones 

(') «Fortín 2 de línea», ocho plazas; «Mayor Orellano», ocho plazas; «Coronel 
Vega»: un oficial y 9 soldados; «Coronel Rauch», diez plazas; «Coronel Olavarría», 
9 plaza?; «Coronel Martínez de Hoz», ocho soldados; «Coronel Gaspar Camposu; 
ocho plazas. Los fortines «2 de línea». «Vega» y «Olavarría» disponían además de 
una pieza de artillería para dar la señal de alarma en caso de invasión. 

(') Por aquellos alrededores meiodeaban unos 400 indios de Pincén, Trlpailao y 
Tapayú, que tenían sus toldos á cuarenta leguas próximamente del frente de la 
línea. 



- 223 - 

Pero la nobleza del Dr. Alsina no le permitía insistir en un 
error cuando palpaba sus resultados y movido por impulsos 
generosos desestimó el criterio con que antes medía la campa- 
ña y optó por ensayar la guerra ofensiva que dos años antes 
le había aconsejado el general Roca. Con tal decisión, y ya 
desgraciadamente en los últimos momentos de su existencia que 
tantos frutos prometía, lanzó sobre las guaridas de Catríel y 
Namuncurá á los veteranos de Vintter y Levalle; mas la muerte 
prematura ó implacable le impidió continuar la obra y dejó el 
ministerio de guerra y marina (') al general Roca que no tardó 
en ejecutar el plan que con tanta claridad de vistas le trazara 
desde la frontera de Río IV. 

Este acontecimiento y la enferrhedad que la oficiosidad de sus 
amigos acarreó al sucesor trajeron una momentánea paraliza- 
ción de la campaña, que fué sólo turbada por incidencias sin ma- 
yor importancia (') hasta que en el mes de julio las vibraciones 
del telégrafo militar llevaron á los diversos acantonamientos la 
palabra alentadora y entusiasta del nuevo ministro, que incitaba 
á jefes del temple de Villegas, diciéndole: «No deje aburrirse 
« en los cuarteles á oficiales y soldados y desprenda siempre 
« partidas ligeras que vayan hasta los mismos toldos», y la lacó- 
nica orden era seguidamente ejecutada lanzando á los veteranos 
de la división de Trenque Llauquén á evidenciar que no nece- 
sitaban de corazas, parapetos ó zanjas para domar la barbarie 
y preparar la completa ocupación de las pampas y valles que 
limita el Río Negro, que era entonces el pensamiento que 
alentaba la acción oficial. 

Entre las primeras comisiones volantes que se internaron en 
el desierto actuaron fuerzas del «2 de Infantería». A una de 
éstas, desprendida á órdenes del comandante Sáez y mayor 
Moritán, que eran secundados por los tenientes Vidal, Dameli, y 

(A) Murió en Buenos Aires el 29 de diciembre de 1879, rodeado por sus amigos 
de siempre y sus adversarios de ayer 

(*) Entre otros puede citarse la presentación al jefe del «2 de Infantería» de los 
caciquillos Xahucl Puyú V Pichi-Pincén con 62 indios de lanza y 178 de chusma 
y de los capitanejos Náhuele-chc, Mllla-nicen, Rinquen, Hucu-choal. Caseia, Mieul 
y Tacumas que lo hicieron el 31 de enero de 1878. Los que se reducían fueron du- 
rante su marcha fuertemente hostilizados por Namuncurá, hasta que los libraron 
de su zana los soldados del «2» que salieron á su encuentro. 



— 224 - 

Adolfo Sáez y subteniente de los Llanos y sesenta individuos 
de tropa, le cupo librar un combate con la indiada que capita- 
neaba un hijo de Pincén. En la tarde del 10 de julio les dieron 
lilcance causándoles varios muertos y numerosos heridos, aun- 
que la mayoría de los últimos pudo huir abrazándose al cuello 
del caballo, como lo hacían de costumbre, para morir en la 
noche, según se pudo comprobar después. 

La guerra ofensiva estaba, pues, iniciada, y los jefes, oficia- 
les y soldados, movidos por nobles emulaciones, se empeña- 
ban en sobresalir. La persecución se hacía tenaz y las partidas 
volantes se sucedían recorriendo en todas direcciones el inex- 
plorado desierto. Cada comisión aportaba nuevos datos que se 
utilizaban para los itinerarios de las siguientes, y así, batiendo 
las pampas y ramificando los conocimientos que se obtenían, 
llegó el 10 de octubre en que el general Villegas dispuso se 
expedicionara sobre las propias tolderías de Pincén. A ese 
efecto se desprendieron dos partidas á órdenes respectivamen- 
te de los mayores Moritán y Montes de Oca, que obrarían en 
combinación. La primera, que so internó con rumbo directo 
á Malal, la componían 100 soldados del 3 de caballería y 50 
infantes del *2», estos últimos á órdenes del teniente Scami- 
chia y subteniente de los Llanos. Marchando con todo sigilo 
lograron sorprender á los cuatro días de camino la toldería 
ubicada en Anquelén, á 34 leguas al N. O. de Martínez de 
Hoz; mataron dos indios de los que resistieron, les tomaron 
cinco de lanza y 24 de chusma prisioneros y quitaron ciento 
ochenta animales yeguarizos. No se pudo, sin embargo, impe- 
dir que algunos salvajes huyeran de los toldos y á causa de 
que noticiaron de la aproximación de las fuerzas nacionales á 
los que ocupaban campos inmediatos, la expedición no dio los 
resultados esperados. 

En la marcha de retorno chocaron con una partida que ha- 
bía robado las caballadas del Fortín Frías y luego de una 
tenaz persecución las recuperaron y apremiaron en tal forma 
á los malones que tuvieron que huir montados en peio, dejan- 
do las monturas, lanzas y otros efectos en poder de los sol- 
dados del *2«>. 



- 225 - 

En virtud de los informes dados por el mayor Moritán, re- 
solvió el coronel Villegas salir personalmente en busca del 
recalcitrante Pincén y el 2 de noviembre se internó al frente 
de una columna, formada por 6 jefes, 13 oficiales, 300 individuos 
de tropa y 12 baquianos (*), con todas las precauciones que la as- 
tucia, y desconfianza del indio hacían necesarias, hasta Yapenque. 
Mientras el grueso de las fuerzas seguía para campar en Fota- 
Lauquén, fué desprendido desde Pichí-hué el mayor Solís con 
50 soldados del 3 de caballería y 20 infantes del «2 de línea» 
á objeto de batir las inmediaciones de Locoche, Ñaiñay, Luan- 
Lauquén y Malal. 

Después de recorrer esta fuerza el monte y las dos lagu- 
nas antes nombradas, desembocó en el pintoresco valle de 
Malal consiguiendo tomar tan de sorpresa á la indiada que el 
cacique sólo tuvo tiempo de montar en el caballo que tenía 
atado á la puerta del toldo y huir vertiginosamente. Supusie- 
ron algunos soldados en aquel jinete, que tan espléndido pa- 
rejero cabalgaba, un as de la tribu y se lanzaron en su per- 
secución con tanto ahínco que lograron hacérselo cansar; tarea 
que fué facilitada por el error en que Pincén incurrió de car- 
gar á uno de sus hijos en la grupa. 

Cuando el cacique se convenció que la bestia acalambrada 
no obedecía al acicate buscó su salvación escondiéndose entre 
los altos pastos; pero los pocos soldados del «2 de Irfantería» 
y 3 de caballería que le daban caza, se esmeraron en batir 
el campo en todas direcciones hasta que dieron con el perse- 
guido que recurrió, como último recurso, al ardid peculiar del 
zorro, hacerse el muerto; mas nuestros veteranos, que en 
astucia no le iban en zaga, lo obligaron á levantarse y lo con- 
dujeron triunfalmente á presencia del coronel Villegas que, 
después de sorprender una toldería en Licancha, se hallaba 
campado en Fota-Lauquén. (*) 

(A) De estos pertenecían: 
A la Plana Mayor— 3 jefes y 1 oficial 
Al 3 de caballería— 2 » 7 >» y 200 soldados. 
Al 2 de infantería— 1 » 5 m y 100 » 
(*) Cuando se trajo á Pincén á presencia del coronel, éste le dijo que no tuvie- 
ra temor, que él le hacía gracia de la vida, á lo que contestó el cacique que él 
quería pelear á su lado contra los ranqueles y lo tratase como amigo y no como 



- 226 - 

Momentos después fué desprendido el teniente Adolfo Sáez 
con veinte infantes del «2» á explorar el monte vecino, y du- 
rante ese registro comprobó la existencia de quince toldos 
que sus habitantes habían abandonado recientemente. 

Satisfactoriamente cumplido el objeto de la expedición, re- 
gresó el coronel Villegas el 11 de noviembre conduciendo á 
la comandancia de Trenque-Llauquén, segün lo • expresaba en 
su parte oficial: «al cacique Pincén, dos capitanejos, dieciséis 
« indios de lanza, sesenta de chusma, doce cautivos y cautivas, 
« ciento veinte caballos, una punta de hacienda vacuna y otra 
« de ovejas» y dejádoles, además, seis muertos y varios he- 
ridos. 

Las congratulaciones no se hicieron esperar y una de las 
más expresivíis lo fué el siguiente telegrama del ministro de 
guerra: 

«A coronel Villegas— Trenque Lauquen.— Grande impresión 
« ha causado en ésta la toma de Pincén, el cacique más tefmido 
« de la pampa. Vd. ha sentado bien su reputación y estoy or- 
« gulloso por Vd. Es necesario que no demore á Pincén y lo 
« mande con todos los tomados. Causará novedad .su entrada 
« en la capital.— y«//í? A. Roca.* 

E.stas expediciones parciales y las que á sus frentes realiza- 
ron simultáneamente las demás divisiones, sirvieron para pre- 
parar la de carácter general que meses después arrojó al sur 
del Río Negro los restos de las tribus que merodeaban, ya 
deshechas en su mayoría, en las fronteras de Buenos Aires, 
Mendoza, San Luis y Córdoba. 

Para concurrir al avance de la línea que cerraría los boque- 
tes del macizo andino al tráfico inmoral de nuestras riquezas 
ganaderas y á fin de ocupar los cajones de la cordillera y 

Pincén. Llevado A la ííuardio de prevención, donde se encontraba la chusma, 
las mujeres se sacaron las pulseras de brazo y pierna, destrenzándose el cabe- 
llo como prueba del sentimiento, dolor y duelo de que estaban poseídas. Después 
pidió grracia al coronel para mandar uno de los prisioneros A decir A los indios 
que habían escapado de su tribu, que les ordenaba se presentasen al coronel 
Vllleíras, pues de lo contrario los invadiría y los traería; que ya sabían que era 
baquiano de los toldos. Al efecto »ic mandó un indio que tenía cien años á lo 
menos. Al dar la orden lo hizo con voz imperiosa, propia del que estil acostum- 
brado A ser obedecido. (Itinerario de la expedición, por el subteniente del «2 de 
línea» D. Jorge Rohde). 



- 227 - 

valles inmediatos, en que los indios invernaban los ganados 
robados para cambiarlos por chaquiras, tejidos, bebidas, armas 
y baratijas á los comerciantes (') y representantes de la auto- 
ridad chilena (■), salió la división de Trenque-Llauquén, al 
mando del coronel Villegas, el 9 de abril de 1879 con instruc- 
ciones de ejecutar la policía de la pampa y reunirse en la 
costa sur del Colorado á las restantes fuerzas destinadas á 
operar, bajo la denominación de «1^ División», á órdenes su- 
periores del general D. Julio A. Roca. 

Por la «orden del día», datada en Paso Alsina el 13 de mayo 
de 1879, quedó aquélla organizada en tres brigadas: la prime- 
ra, compuesta por el «2 de infantería» y 3 de caballería, á las 
inmediatas órdenes del coronel Villegas; la segunda al mando 
del teniente coronel Teodoro García y la tercera á las del 
teniente coronel Lorenzo Vintter. 

En este orden de formación recorrió la división durante 
once días las hermosas riberas del Río Colorado hasta llegar 
á Choyqué-Mahuida y de ahí se internó decididamente hacia 
el sur en procura del Río Negro, al que avistó la vanguardia, 
que la componía la P brigada, á las 4.30 del 24 de mayo y un 
momento después campaba en el paraje denominado Choele- 
Choel ('), en el que posteriormente se estableció el cuartel 
general de la división, que fué guarnecido por el «2 de Infan- 



(1) «SI vencían lo«? indios en la ofensiva que tenían siempre, hacían una inva- 
« sión formidable, con su generalísimo al frente y sus aliados, llevándose de las 
« estancias extraordinario número de haciendas que los araucanos iban á ven- 
« der á Chile, remitiendo de allá la parte que correspondía á los pampas y ran- 
« queles, en artículos de consumo, abalorios y chafalonía. La parte del león, el 
« valor real, la crema de la operación quedaba del otro lado de los Andes. Ese 
M era el secreto del sostenimiento y predominio de la indiada en la pampa.» («Pági- 
nas sueltas» por Juan Lindolfo Cuestas, ex presidente de la República O. del 
Uruguay), 

(*) «Estos autoridades (las chilenas) hacían guardar el orden é imponían la 
«justicia en todo lo relativo y obsecuente al interés chileno. Con respecto al in- 
«terés y propiedades argentinas los indios tenír\n garantido el uso de todos sus 
«instintos salvajes y aun esas mismas autoridades y sus connacionales protegidos 
«se han identificado con nuestros indios para saquear, asesinar é incendiar to- 
«das las poblaciones de nuestra frontera desde Buenos Aires á Mendoza.» (Estu- 
dio topográfico de la Pampa y Río Negro por el coronel Manuel I. de Olas- 
coaga). 

(■) «Choele-Choel». debe ser corrupción de «ChoUov-Choel», que significa: es- 
pantajo de cascaras de árbol, definición que está muy en consonancia con el 
paisaje. 



- 228 - 

tería» al mando del 2° jefe, teniente coronel D. Benjamín Mon- 
tan y los siguientes oficiales, que también actuaron en la ex- 
pedición: capitanes: Joaquín Scarnichia, Guillermo R. Dameli, 
Diego Masón y Adolfo Sáez; tenientes Manuel Sontang, Na- 
poleón Narreondo y César Aguirre y los subtenientes Pedro 
B. Medina, José Sáenz Valiente, Rogelio de los Llanos y Me- 
dardo Latorre. 

Allí quedaron los infantes del «2 de línea» con los veteranos 
de los demás cuerpos expedicionarios formando la línea 
avanzada, para defender con sus armas la vida y la propiedad 
en miles de leguas que habían arrancado al dominio absoluto 
del salvaje y también echar las bases de nuevos núcleos de 
población que tienen ante sí tan seguro y próspero porvenir 
que no puede asignársele límites á su engrandecimiento. 



DE 1880 A 1882 

Bevoluoión del 80 — A bordo del «Villarino» — Sitio de Buenos Aires 
— escaramuza — Combates del 20 y 21 de junio — Desarme — Inter- 
vención 6 Corrientes — De Villa Mercede:; á San Bafael — Marcha 
penosa — En «4^ División» — Pérdida de la caballada — Persecución 
infructuosa — Sorpresa — Avance de la linea — Fundación de CoUom 
Có — Cambio de destino — A media ración — Entereza j resigna- 
ción—En el servicio de fortines. 

Próximamente un año permaneció el «2» de guarnición en 
Choele-Choel y fué retirado en los primeros días de abril de 
1880 para concurrir con el ejército nacional á sofocíir la pro- 
testa armada que el pueblo de Buenos Aires, con sus autori- 
dades á la cabeza, oponía á la «liga de los gobernadores» que 
dieron sucesor en el mando al doctor Avellaneda. 

Constituido el gobierno nacional en Belgrano, estableció su 
cuartel general en las inmediaciones de la Chacarita, extendien- 
do las fuerzas que le permanecieron leales en dos alas que 
abarcaban todo el circuito comprendido desde el Paso de Bur- 
gos hasta el bajo de Palermo. 

El «2 de Infantería», que había realizado á marchas forzadas 
las jornadas que median entre Choele-Choel y Patagones, fué 
embarcado en el transporte nacional «Villarino» y llegó á San 
Femando el 22 de abril; de donde pasó á incorporarse á las fuer- 
zas sitiadoras de la extrema izquierda, á las órdenes inmedia- 
tas del teniente coronel don Benjamín Moritán y sargento ma- 
yor don Juan Gregorio Díaz que, por resolución del 2^) del mes 
citado, habían sido nombrados jefe y 2^ en propiedad. 



- 230 - 

Durante el sitio sólo tuvo una escaramuza con los defenso- 
res de Buenos Aires, la que fué librada por la compañía de 
granaderos, á órdenes del capitán Scarnichia y teniente Sontang, 
á inmediaciones de la calle de Santa Fe, contra una guerrilla 
avanzada que fué rechazada sin mayores consecuencias. (*) 

Días después de las reñidas acciones de Puente Alsina y Meseta 
de los Corrales, en que la guardia nacional de Buenos Aires 
con tesón y soberbia entereza detuvo por cuatro veces el potente 
esfuerzo de los batallones de línea, que, emulados por su pro- 
pia gloria, entraban al combate con la habitud de triunfar siem- 
pre, se produjo la tregua que sirvió á la tramitación de las 
condiciones en que el pueblo depondría las armas; arreglos 
que la renuncia espontánea y patriótica que hizo del cargo el 
gobernador doctor Tejedor ayudó á ultimar satisfactoriamente. 

Desarmadas las fuerzas de la capital por las autoridades pro- 
vinciales y restablecido completamente el orden, fué destinado 
el «2 de Infantería» para formar parte de la división que á órde- 
nes del coronel Villegas concurrió á apoyar la intervención 
nacional en Corrientes, y con tal motivo partió del campamento 
de Maldonado el 4 de julio al mando de su 2° jefe, en razón de 
que el comandante Moritán quedaba en San José de Flores cisis- 
tiéndose de la herida que recibió en la acción del 21 de junio, 
en momentos que, acompañando al ministro de guerra, reco- 
rría la línea de batalla. 

El cuerpo se acantonó en Goya, prestando servicio de guar- 
nición hasta el 5 de agosto en que regresó á Buenos Aires; de 
donde fué separado el 17 de marzo de 1881 y destinado nueva- 
mente á llevar el credo civilizador á los lejanos territorios que 
aun prestaban abrigo á los aduares indígenas. 

A propósito de esta marcha, que fué efectuada en condicio- 
nes realmente penosas, creo oportuno valerme de los informes 
que debo á la fineza del teniente coronel don José M. Castro, 
que en aquella época seguía como subteniente la bandera sin 
mácula del *2'» y ha hecho á su sombra su carrera:— «Nos em- 
barcamos en el Retiro y en Campana pasamos á bordo del 

(') El comandante Llanos, de la plaza, concurrió al sentir el tiroteo para dar- 
se cuenta de lo que pasaba y recibió un balazo en la cabeza que le produjo la 
muerte instantáneamente. 



- 231 - 

vapor «Proveedor» siguiendo viaje hasta el Rosario, de donde 
nos trasladamos en ferrocarril á Villa Mercedes. Allí recibimos 
el ganado necesario para seguir el grueso del batallón al Cuadro 
Nacional, mientras que la compañía de cazadores, al mando del 
capitán Adolfo Sáez, conducía en una tropa de carros el equi- 
po á Mendoza. El resto, ó sean la banda de música, 1^ y 2^ 
compañía y la de granaderos, á las inmediatas órdenes del jefe 
titular comandante Moritán, hizo la travesía de la pampa hasta 
San Rafael y al propio tiempo ejecutó la policía de toda la ex- 
tensa reglón recorrida. La cruzada entre estos puntos tan equi- 
distantes se realizó en condiciones difíciles debido á que se tran- 
sitaban caminos que eran entonces desconocidos y faltos en 
considerables extensiones de aguadas naturales; como igualmen- 
te á la circunstancia de que el ganado para el abastecimiento 
de la tropa no sólo resultó escaso sino que también lo aniquiló 
la sed y la falta de parajes apropiados para el pastoreo. A ruda 
prueba fué sometida la resistencia de los infantes en estas jor- 
nadas que tuvieron su principal etapa en el Cuadro Nacional, 
donde se les proveyó de caballada y mulada para seguir la 
ruta á San Rafael. 

Luego de vadear el Diamante continuamos la marcha con 
rumbo al sur y atravesamos las primeras estribaciones andi- 
nas para llegar al Fuerte Cuarta División, en que quedó el 
cuerpo destacado en razón de que el P de infantería y 1^ de 
caballería que guarnecían aquella línea fueron destinados á 
expedicionar sobre el lago Nahuel-Huapí. 

Un percance, que en repetidas ocasiones experimentaron las 
fuerzas que cubrían las fronteras, sufrió el «2» en la noche de 
su arribo al fuerte. Con la sagacidad que era peculiar á los 
indios, vinieron desde muy lejos, al amparo de los altos cerros 
que el camino seguido orillaba, hotiibeaudo al cuerpo y, cuan- 
do la obscuridad se hizo suficientemente densa para ocultar su 
aproximación y preservarlos de ser descubiertos y perseguidos, 
arrebataron la caballada internándose precipitadamente en los 
ásperos senderos que palmo á palmo conocían. En tales condicio- 
nes se consideraba la persecución completamente infructuosa; 
sin embargo, se tentó rescatar el ganado que era de excelente ca- 



- 232 - 

lidad y había sido cuidado con particular esmero. A ese deter- 
minado objeto se juntaron, con los primeros albores del día si- 
guiente, las pocas y transidas cabalgaduras que quedaron reza- 
gadas y en las que sólo se pudo montar una comisión de veinti- 
cinco soldados que, al mando inmediato del capitán don Gui- 
llermo Dameli, salió en procura de los malones. El resultado 
no era dudoso pues los indios, además de llevar varias horas 
de marcha adelantadas, eran, como se sabe, lo suficientemente 
expertos y conocedores de esas regiones, para burlar la batida 
que se les llevaba y recurrieron también á la táctica, que siem- 
pre habían explotado provechosamente, de dividirse en pequeños 
grupos que al dejar otras tantas rastrilladas introducían la in- 
decisión entre los perseguidores. Estos siguieron la que reve- 
laba el pasaje del grupo más numeroso hasta darle alcance; 
pero, la mayoría de los indios al sentir la aproximación de las 
fuerzas ocupó posiciones en un estrecho desfiladero mientras 
que un pequeño núcleo de lanceros huía por la alturas con las 
caballadas. Al internarse los infantes fueron cargados de sor- 
presa por los indígenas que se habían mantenido emboscados 
y los pelearon en detalle debido á que la estrechez del sende- 
ro y la postración de los caballos originó la consiguiente dis- 
persión. Los más audaces pagaron caro su arrojo y del en- 
cuentro resultaron Aniceto Valdéz muerto y gravemente herido 
de dos lanzadas otro individuo de tropa. Sin haber logrado el 
fin que se perseguía regresó la comisión tres días después al 
campamento, puede decirse, á pie. 

El fracaso sufrido, unido al deseo de castigar la audacia de 
los indios, indujeron al comando á desprender una segunda co- 
misión para que batiera los parajes en que se suponía guare- 
cidos á los ladrones. Marchó ésta al mando del 2^ jefe del 
cuerpo, teniente coronel graduado D. Juan G. Díaz, y á pesar 
de ir como la anterior, malamente montada, hizo una detenida 
requisa en los valles y cajones andinos de aquella zona, sin 
conseguir rescatar animal alguno, en razón de que los habían 
pasado á la vecina república, no obstante que la estación de 
las nieves estaba avanzada, la que, para los indios, no ofrecía 
mayores inconvenientes, pues trasponían la cordillera en cual- 



- 233 - 

quier época, merced á los caminos de carretera que entonces 
sólo conocían aquellos que comerciaban con el producto de las 
exacciones que el salvaje imponía á la campaña argentina. 

Desprendiendo continuamente partidas que incursionaban en 
los que eran dominios de los indios, las que se desempeñaron 
con resultado varío, permaneció el «2» hasta febrero de 1882^ 
en que le cupo expedicionar en el avance que se hizo de la 
línea de fronteras^ llevándola hasta Ñorquin y ocupó aquel valle 
con la 1* brigada de la 2^ división que operaba al mando del 
teniente coronel D. Rufino Ortega. 

Dos meses después se le destinó á formar parte de la 2^ bri- 
gada y para incorporarse á ella marchó el 12 de abril á Fuerte 
General Roca, recogiendo á su paso el destacamento que con 
anterioridad se había desprendido con la misión de fundar el 
Fortín CoUom-Có. 

Fueron tan penosas como lentas las jornadas que realizó, ^fües 
en virtud de careccrse en el campamento de partida de víveres 
se le entregaron animales en pie, en concepto de media ración 
de carne de yegua 5^ á razón de un caballo por plaza. La ex- 
tenuación en que el ganado de servicio se encontraba, obliga- 
ba frecuentes demoras y descansos que hacían más difícil la 
situación de la tropa, sometida como estaba, á escasa y mala 
alimentación; pero todo fué soportado con esa entereza y al- 
tiva resignación que hace ejemplar á nuestro soldado y ha sido 
su característica resaltante desde los tiempos, heroicos á nues- 
tros días, pues, modestia aparte, bien pueden equipararse las 
penalidades sufridas en el desierto con las que experimentaron 
los «veteranos de bronce» que formó Belgrano, cuando este 
noble general atenía qtie pedir prestado para comer». 

Llegado el cuerpo á Roca, fué destinado á cubrir la línea de 
fortines sobre los ríos Negro y Neuquén, servicio que solo 
pueden aquilatar los que lo ejecutaron, acechados á diario por 
el indio astuto y sanguinario y experimentando la nostalgia 
del hogar y la sociedad que hora por hora azuzaba la tediosa 
soledad del desierto. 



EZFESICION A LOS ANDES 



Avanoe de las fuerzas — Plan de operaciones — La 2* brigada — En per- 
seouoión de S'ancuoheo — Expedición contra Beuque-Gurá, Na- 
mun-Cur& y Mainquel — Combate de lia Trinchera — Xios aliados 
del salvaje — Toma de la posición — Muerte de Nogueira — Acción 
distinguida — Nueva batida á S'ancucheo — En busca de Gura — 
Huinc& y sus capitanejos — Oambio de campamento — En el valle 
de Fulmary — Combate del 17 de febrero — Indios y chilenos — Cas- 
tigo de los felones — Derrota del enemigo— Toma de armas y per- 
trechos — Muertos del «2» — «Acción heroica» — Cuarteles de invier- 
no — Resultados de la expedición — Ascensos y recompensas. 

A la 2^ división, que mandaba en jefe el general D. Conrado 
Villegas, se había encomendado la misión de batir y librar de 
indios los extensos territorios comprendidos entre los ríos Neu- 
quén y Limay, lago Nahuel Huapí y cordillera de los Andes, >% 
para realizarlo en forma, dispuso aquel jefe que tres brigadas 
acantonadas en puntos estratégicos, diseminaran fuertes ó pe- 
queñas partidas, según los casos, con la misión de perseguir 
con actividad á los incómodos moradores del inmenso trián- 
gulo para someterlos, obligarlos á emigrar ó destruirlos. 

En la práctica de este plan se dispuso que la 1* brigada em- 
prendiera las operaciones de su campamento de Ñorquin; la 
2^ brigada vadeara el Neuquén por la Confluencia y remon- 
tando el curso del Limay, oblicuaría luego, para situarse en la 
junción de los ríos Collom-Curá y Quemquentren, para esta- 
blecer allí su base de acción; mientras que la 3^, siguiendo en 



- 236 - 

parte el itinerario de la anterior por las márgenes del Limay, 
se ubicaría á inmediaciones de Nahuel Huapí. 

La 2^ brigada, al mando del coronel D. Enrique Godo}- (*) y 
formada por el * Batallón 2 de Infantería» (*), y regimientos 2 
y 5 de caballería (^), debía batir la zona comprendida entre 
los ríos Collom-Curá y Caleufú, de§de el nacimiento de ambos 
hasta el límite de la república vecina, por su frente; y por los 
flancos hasta encontrarse con los destacamentos de la 1*'^ y 3*'* 
y, en las operaciones que realizara, dominar ó perseguir á las 
tribus de Ñancucheo, Reuque-Curá y Namun-Curá; como asimis- 
mo, Á todas las que pudieran escapar á la acción de las otras 
unidades. 

Para llenar su cometido en tan vastísima zona, que no baja 
de dos mil cuatrocientas leguas cuadradas, marchó de su cam- 
pamento de Fuerte General Roca en la madrugada del 20 de 
noviembre y al día siguiente vadeó el Neuquén, frente al For- 
tín 1''^ División, habi(:ndole prestado oportuno concurso en esta 
operación el comandante de la armada Erasmo Obligado y el 
teniente O'Connor. 

Al terminar el pasaje, fué desprendido el comandante Pei- 
teado con ciento treinta plazas de su regimiento y diez infantes 
del «2», á sorprender las tolderías de Ñancucheo {*), que se su- 



(») Su efectivo era el sljruiente: 6 jefes, 32 oficiales, 512 soldados y 12 arrieros. 
Llevaba, además: 1393 caballos. 180 yejfuas, 769 muías y 449 novillos; como también 
100 cargas con víveres y vicios. 

(*) El cuadro de jefes y oficiales lo componían: jefe, teniente coronel Benjamín 
Moritán; 2° jefe: teniente coronel graduado Juan G. Díaz; capitanes: Adolfo Sdez 
y Guillermo R. Damcli; tenientes: Manuel Sontang, Rogelio de los Llanos y Cé- 
sar Aguirrc; subtenientes: Emilio Rouquand, Juan R. Cambas. José M. Castro, Car- 
los Wappers. Horacio Pintos, Aquileo Zuluaga, Luis Roverano y Eduardo Ro- 
dríguez. 

(') El teniente coronel Roque Peiteado mandaba el 2 de caballería y el sar- 
gento mayor Mi^ruel E. Vidal tenía á sus órdenes accidentalmente al 5" de la 
misma arma. 

(*) En parte fracasó esta expedición, debido á que los indios sintieron la aproxi- 
mación de la tropa; pero los alcanzó una partida de 25 soldados que mandaba el 
capitán D. Vicente Bustos y teniente 1^. Vicente Grímau; librándoles un encarni- 
zado combate á arma blanca durante media hora, que terminó con la completa 
dispersión de los salvajes. Trece muertos tuvieron estos y numerosos ahogados en 
el río Chimchuin. Bustos perdió un cabo y cuatro soldados y tuvo cuatro heridos 
inclusive él mismo y la mayor parte de la tropa contusa á golpe de bola. Re- 
gresó al campamento con 24 prisioneros, numerosa caballada y ganado vacuno y 
lanar. 



- 237 - 

ponían ubicadas en Huichú-Lauquén, mientras que la brigada 
sig^uió su marcha rumbo al oeste, costeando el Limay, hasta 
el día 30, en que campó en Picum-Leufú para construir el for- 
tín del mismo nombre. 

Un día después se separó de la columna el coronel D. Enri- 
que Godoy, acompañado por el jefe del «2 de Infantería», 3 
oficiales y treinta infantes y el sargento mayor Vidal con cinco 
oficiales y ciento treinta soldados del 5 de caballería, para ope- 
rar contra las tribus de Reuque-Curá, Namun-Curá y Mainquel 
á objeto de obligarlos al sometimiento que desde tiempo atrás 
tenían prometido ('). El resto de las fuerzas continuaron, á ór- 
denes del comandante D. Alejandro Montes de Oca, su ruta 
hacia Collom-Curá, á cuyas márgenes camparon el 6 de diciem- 
bre, de acuerdo con las instrucciones que les fijaban aquel lugar 
como base de operaciones. 

El jefe accidental de la brigada desprendió á los tres días al 
2° jefe del «2 de Infantería» con dos oficiales y veinticinco 
soldados de su cuerpo y cinco oficiales y sesenta de tropa del 
regimiento 2 de caballería, con la misión de sorprender y batir 
á la tribu de Ñancucheo que á la sazón se hallaba refugiada en 
un hermoso valle que, cubierto de gigantescos y frondosos pinos, 
manzanos, ñire y ciprés, se extiende detrás de las moles de 
granito que escalonadas en talud rápido forman la estrecha senda 
á que se denominó «La Trinchera». 

Avanzó la reducida columna hasta enfrentar el desfiladero 
el 11 de diciembre y no sin sorpresa pudieron apreciar que 
sus condiciones naturales de defensa habían sido reforzadas con 
obras artificiales de fortificación pasajera que no se debían al 
ingenio del indio, pues su uso les era en absoluto desconocido 



(*) Durante catorce días expedicionó el coronel Godoy. Llegó íl las tolderías de 
Reuque-Curá y NamuncurA cuando ambos caciques habían levantado sus reales 
y huido A Chile, debido á que fuerzas de la 1** brigada habían batido el campo 
inmediato al que habitaban 

A pesar de esta incidencia, una comisión que desprendió de sus fuerzas, com- 
puesta de 25 soldados del «2 de Infantería» y 5 del 5 de caballería, á órdenes 
del comandante Moritán y subtenientes Cambas y Roverano, tomó al cacique 
Mainquel con 08 lanceros y 326 indios de chusma. Además de estos prisioneros 
las fuerzas que siguieron al coronel Godoy coparon 59 guerreros que pertenecían 
á diversas tribus. 



— 238 " 

(*), sino á la mano práctica de profesionales de ultracordillera, 
que veían en los soldados de la civilización argentina los repren- 
sores de su comercio criminoso y los adversarios de determina- 
dos personajes chilenos que eran notorios aliados de los indios 
(*). Sin hesitaciones ni debilidades que desnaturalizaran su ac- 
ción, la tropa se internó en el desfiladero recibiendo una avalan- 
cha de gruesas piedras que le arrojaban rodando por la rápida 
pendiente las indiadas que coronaban la cerrillada; mientras que 
otro grupo numeroso, provisto de armas de precisión y previ- 
soramente oculto tras la defensa artificial, le hacía un fuego 
graneado y bien sostenido. El bravo teniente del regimiento 2 
de caballería, D. Joaquín Nogueira, comprendiendo lo difícil de 
la situación, se lanzó con ardimiento al asalto de la inexpuna- 
ble posición seguido por un diminuto grupo de soldados de su 
cuerpo; pero, al escalarla, fué mortalmente herido de un bala- 



(0 «Hasta este momento no tenía conocimiento de la existencia en este punto 
« de la fortificación hecha de palos á pique, piedras y madera amontonada, la 
« que interceptaba el camino y abrlg^aba á los enemigos armados ¿i lanza y re- 
« mington. Tamt^ién se encontraban cantidad de ellos en la cumbre arrojando 
« piedras, las que indudablemente habían sido preparadas allí con tal objeto. No 
« se distinguía á los defensores por la buena posición que ocupaban, lo que hacía 
« casi inútiles nuestras armas de fuego. Me permito llamar la atención de IT. S. 
« sobre esta trinchera que evidencia demasiados conocimientos sobre la construc- 
« ción de ellas para poder ser hechas por los indios». (Parte del comandante 
Juan Gregorio Díaz). 

(«) El cacique «Juan Agustín» de negra fama en Mendoza, era en Chile el propie- 
tario y juez de Barrancas Sr. D. Juan A. Terrado; «Caepé» el sanguinario cacique 
del Neuquén. era un distinguido sobrino político del general Bulnes; el mayordo- 
mo del fundo de este jefe y empleado de su confianza fué el cacique «Aillal»; el 
capitanejo «Cayuman», ladrón de haciendas en la República Argentina era en Chile 
el Sr. D. Francisco Palacios, perseguidor de bribones y juez de Río Grande; y el 
Sr. D. Manuel Palacios, hermano del anterior y honesto comisario de policía en 
los Afolles, era cómplice, de este lado de la línea, de los indios, instigaba sus ma- 
lones y usufructuaba los productos. 

Aparte de que los datos anteriores hacen cumplida fe á la afirmación del texto, 
creo oportuno transcribir uno solo de los párrafos de la original carta que el co- 
ronel Godoy recibió el lunes '29 de enero de 18S3. fechada el 11 en la Reducción 
de Paquipulli de la provincia de Valdivia y firmada por el cacique Camilo Ca- 
trigir. 

Dice á la letra: 

«Así Pues Caballero Argentinos que yo soi Chileno Catriglr coperador de la 
M Patria i atendido en el Gobierno Chileno, por saber respetar las leyes Chilenas; 
« porque asi tengo el documento de los Antigos de mis Antecesores, abuelos de 
« los siglos asta el presente del siglo que vivimos como hermanos. Aliado uno 
« con otro». 

A confesión de parte, afirman los juristas, relevo de pruebas. 



- 239 - 

zo (*). En tanto el teniente Sontang, con un piquete de soldados 
del «2 de Infantería» ('), desafiando la interminable caída de 
pedruscos, trepó á pie el empinado cerro para caer sobre el 
flanco de los defensores desalojándolos á bayonetazos de la 
trinchera; momento que fué acertadamente aprovechado por 
las fuerzas restantes para forzar, con Grimau á la cabeza, el 
desfiladero que se juzgaba inaccesible y derramarse por el valle 
dispersando completamente á la indiada y sus cómplices, que 
huyeron á pie por las escarpadas montañas vecinas con tanto 
apresuramiento que dejaron en poder de los arrojados asaltan- 
tes todos sus útiles y animales y tres carabinas Remington. 

Cuatro días después de este lance, que la justicia del go- 
bierno y la opinión clasificó de «acción heroica», regresó el 
comandante Díaz conduciendo un prisionero y 636 cabezas de 
ganado^ además de haber racionado á la tropa durante la mar- 
cha con los animales quitados, y en el campamento recibieron 
el justo tributo que su valor y abnegación merecieron. (*) 

Las incidencias de esta batida á Ñancucheo indujeron al co- 

(») «Díaz Grimau, que oculta con modestia encantadora un corazón de león, los 
« no menos temerarios Sontnni?, Nogucira y el chiquilin \VappA"s. como le llaraá- 
« hamos cariñosamente sus íntimos, tienen el presentimiento de que no sólo hay 
« allí indios, que también ocultos por aquellos muros de piedra les acechan los 
« hijos de Chile, con el alma impregnada de odio, el ojo avisor y el arma preve- 

« nlda para descargarla á mansalva sobre ellos y cargan furiosamente 

« y enseñan á sus adversarios cómo toman á bayoneta y sable los infantes y ji_ 
« netc*í argentinos trincheras enemigas. Allí cayó Joaquín Nogueira con el pecho 
« atravesado por una bala chilena («Wappers«, por José Juan Blcdma). 

(«) «Viendo imposible el asalto de frente mandé echar pie á tierra á la fuerza, 
« dejando una guerrilla que continuara el fuego para arredrar "á los defensores y 
« colocando los caballos defendidos en una arboleda que existe allí cerca, mandé 
« al teniente Sontang con una guerrilla de infantes trepar A la cumbre de la cor- 
« dillera y atacar el flanco derecho del enemigo». (Parte oficial del comandante 
Díaz\ 

(■) Aparte de las demostraciones que merecían los que actuaban en hechos cla- 
sificados de «acción heroica», el jefe de la brigada acusó en los siguientes térmi- 
nos recibo del parte oficial: «Al aprobar, como lo hago, su proceder en dicha 
« jornada, me es muy agradable felicitar á Vd. y subalternos por la actividad y 
« tino empleado en la expedición, como por el valor demostrado en la pelea. Al 
« elevar al .superior su precitado parte me haré un honor en recomendar á Vd. y 
« fuerzas que condujo á las consideraciones que se han hecho acreedoras, sin 
« olvidar una mención especial para la memoria del infortunado teniente Noguei- 
« ra, muerto en su puesto de honor al forzar intrépidamente la fortificación ene- 
« miga» 

En la Orden de Brigada del 17 de diciembre se dispuso: «Llámese «Fortín Te- 
« niente Nogueira» al establecido en Pichín-Picum-Leufú y que va á guarnecer 
« un destacamento del regimiento 2 de caballería» 



— 240 - 

ronel Godoy á salir personalmente en busca del recalcitrante 
cacique, llevando doscientos soldados de los tres cuerpos que 
formaban la brigada. 

Partió del campamento con el jefe y 2** jefe del «2 de Infan- 
tería» y comandante Peiteado el 18 de diciembre, y once días 
después regresó sin haber podido tomarlo porque se internó 
en territorio chileno, pero con 10 indios de lanza prisioneros, 
30 de chusma y numerosa hacienda (')• Durante esta batida 
desprendió, desde Huichú Laiquén, al comandante Moritán con 
100 plazas de infantería y caballería para que buscara en sus 
guaridas inmediatas á Curuhué, á los capitanejos Gervasio, An- 
tener, Coilla y Nahuelquil y luego se corriera á los toldos del 
cacique Curá-huinca, á fin de someterlos de acuerdo con las 
proposiciones de paz que habían iniciado ó en su defecto batir- 
los. A pesar de haber recorrido los expedicionarios el itinerario 
fijado y llegado en sus requisiciones hasta la línea divisoria^ 
sólo dieron con un grupo de diez indios á que quitaron sesenta 
y un caballos y dieciséis muías, con los que regresaron á 
Collom-Curá el 1° de enero. 

Al día siguiente la brigada cambió de campamento, trasladán- 
dose dos leguas al N. N. O. del que ocupaba. Se estableció en un 
valle de aspecto hermoso y excelentes pastos que se extendía, 
sobre la margen derecha del Collom-Curá, en una extensión 
de cuatro leguas de frente por diez cuadras de fondo y en el 
que la revistó el jefe de la división, general Villegas, que á la 
sazón recorría la línea hasta Nahuel Huapí. 

Todo el mes de enero (') transcurrió sin que se desprendieran 

(1) Mientras se realizaba esta expedición, salió el 25 de diciembre el mayor Vidal 
con 10 soldados del «2 de Infantería» y 45 jinetes & operar sobre una partida d 
indios que se sintió en las inmediaciones del campamento. La persiguió tomándole 
un prisionero y todas las monturas de los indios que tuvieron que huir en pelo. 

Regrresó al día sip^uicnte 6 inmediatamente fué comi* ionado para batir la vega 
de Chepelcó. Con eve obieto elipió otros 10 infantes y cuarenta y cinco de caballería 
y durante varios días expedicionó sin resultado satisfactorio, en razón de que los 
baquianos indígenas procedieron de mala fe. 

(*) Con fecha 31 de enero se dictó un decreto que reducía los 12 batallones exis- 
tentes A 6 regimientos, perdiendo seis unidades su numeración y por consi fruiente 
al «Batallón 2 de Infantería» se adscribió el 12 de la misma arma, para formar 
el «Regimiento N*» 2»>, de que fuó nombrado jefe el coronel D. Rufino Ortega. Este 
decreto fué derogado el 14 de marzo de 1887, por otro de que oportunamente me 
ocuparé. 



- 241 - 

fuerzas del «2» en persecución de los indios, pues la nueva 
batida con que el coronel Godoy obligó á Ñancucheo á buscar 
nuevamente refugio en temtorio chileno, así como la infausta 
expedición del capitán Crouzeilles fueron ejecutadas con tropas 
de caballería. Por consiguiente, permanecieron inactivos los 
infantes hasta el 2 de febrero en que el comando dispuso que 
dos comisiones á órdenes respectivas de los comandantes Díaz {*) 
y Peiteado avanzaran sobre los valles de Pulmary y Quilquilihué 
para perseguir á las indiadas que ocupaban esos parajes y sus 
inmediaciones. 

La índole de esta crónica me induce á seguir la mandada por 
el comandante Díaz que, por otra parte, fué en la que con mayor 
lucimiento descollaron los soldados del «2 de Infantería». 

Esta, que la formaban el teniente Songtan y subteniente Wap- 
pers con quince plazas del «2» y dos oficiales de caballería y 
cuarenta y cinco jinetes, marchó con rumbo á Nahuel Huapí, 
tomando en el trayecto cinco indios prisioneros. Desde el lago 
continuó su avance hasta el arroyo Colom-Có en que se tenían 
noticias existía una toldería; pero los expedicionarios la encon- 
traron recientemente abandonada y tomaron sólo un lancero y 
dos indios de chusma que se habían rezagado. Inmediatamente 
se emprendió la persecución de los que huían y avivando el 
aire de las marchas llegaron el 12 á campar en Pulmary De 
acuerdo con las instrucciones que reglaban sus procederes, dis- 
puso el comandante Díaz una batida de los montes inmediatos, 
que fueron requisados por varios piquetes durante cuatro Üías, 
al cabo de los cuales reanudó la marcha con rumbo al norte, 
dejando á su espalda un destacamento con solo tres oficiales 
y treinta y tres individuos de tropa. Durante el avance dio con 

(») Instrucciones que recibió el comandante Díaz: 

«Con 4 x)íiclales. 60 soldados y b indios auxiliares marcharA A Pulmary con el 
« propósito de hacer una batida general de sus bosques y contornos. Siendo el 
« citado paraje el punto céntrico de los bosques de pinos, cuyo fruto constituye 
<( el principal alimento de los indios, lo adoptará como base de operaciones; al 
« efecto puede construir corrales para la seguridad de sus haciendas. Debiendo 
« ser ocupado ese paraje, en breve, por fuerzas de la 1** brigada, operará de 
n acuerdo con ellas. Su permanencia durará lo menos veinte días, pudiendo re- 
« tirarse vencido ese término, siempre que tuviera la convicción que la preseficia 
« de sus fuerzas no sea necesaria y que haya sido ocupado por las de la P b(igada»i 
etc., etc. 



- 242 - 

una rastrillada fresca, y á objeto de seguirla, desprendió á los 
tenientes Songtan y Canaveri, continuando el jefe de la expe- 
dición su camino con el subteniente Wappers, seis soldados del 
«2 de Infantería», ocho del regimiento 2 de caballería y dos del 
5° de la misma arma. 

Con tan reducida tropa y mientras seguía una de las huellas 
que señalaban el pasaje de indios, fué sorprendido en la ma- 
drugada del 17 de febrero por el ataque de ciento cincuenta 
ó más salvajes (') que salieron de improviso del monte y por 
tres veces lo cargaron siendo otras tantas rechazados. El co- 
mandante Díaz, que se había mantenido á la defensiva por la 
enorme desproporción numérica, emprendió lentamente la reti- 
rada para posesionarse de una pequeña defensa natural que 
había dejado á su espalda, haciendo siempre sentir el peso de 
sus armas á los salvajes que aun le contestaban el fuego desde 
la ceja del monte. 

Pero tuvo en breve que suspender este movimiento retrógrado, 
al avistar una compañía de cuarenta y dos soldados del ejército 
chileno que, á órdenes del teniente Domingo A. Rodríguez y 
alférez Norambuena (*), se arrastraban— como el felino oculto 
en la espadaña— para cargar á mansalva al grupo escueto de 
nuestros veteranos. Desplegados ya en guerrilla y aunque se 
deslizaban sigilosamente entre el alto pastizal fueron denunciados 
por el brillo de las bayonetas, y el vibrante toque ¡á degüello!, 
lanzado á los aires espontáneamente por el valiente trompa del 

O Segrún los documentos oficiales eran 150 indios de lanza; pero las versiones 
que he recogido dan todas mayor número; Wappers me aseguró que eran más 
de 200 y en los apuntes que poseo del comandante Castro se establece en 300 la 
cantidad de indígenas. 

(*) Pertenecían á la guarnición del Fortín Liencurá. Este fortín chileno era el 
refugio de los indios tnaloucs y il su respecto dice en informe oficial el jefe de 
la 2* brigada, coronel D. Enrique Godoy: «Me aseguran que los indios de los caci- 
« ques Queupo Paineo y Nahucl, que han sido y son los más tenaces y crueles 
• invaí^ores de nuestras poblaciones fronterizas, habitan actualmente en la misma 
« línea divisoria con la república de Chile, á vanguardia de sus fuertes y próximos 
« al Fortín Liencurá de aquella nación, amparados por su guarnición como queda 
« comprobado, y por consiguiente en plena libertad de pasar á nuestro territorio, 
« armados como están, y continuar sus latrocinios y asesinatos, salvaguardados 
■ en su residencia por el derecho de gentes, que nos impide penetrar hasta ellos, 
(c Muy duras serían las consideraciones á que dan lugar tan tristes circunstancias 
« y absténgome por mi parte de producirlas en este informe por un exceso de 
« respeto á aquella nación». 



- 243 - 

«2», reveló á los pérfidos aliados de Queupo que los veteranos 
de Díaz y Wappers se hallaban prevenidos al combate y dis- 
puestos á castigar rudamente su desleal osadía. 

Ante la evidencia de esta decisión bajaron los chilenos el 
trapo blanco O* con que pretendieron alucinarlos para atacarlos 
á traición,— tal como anteriormente lo habían hecho con el ma- 
yor Vidal, capitán Bustos y los malogrados Crouzeilles y Las- 
cano,— é iniciaron un recio tiroteo para luego lanzarse en una 
carga á la bayoneta que llegó hasta 30 pasos (*) de la posición 
en que á pie firme los esperaban nuestros veteranos para fla- 
gelarlos con sus fuegos y obligarlos á dar la espalda dejando 
siete muertos y sus armas en el campo del escarmiento. (') 
En este encuentro (grandioso en su propia pequenez, desarro- 
llado en el fondo de un lujurioso valle que lucía todas las ga- 
las de la naturaleza y bajo un cielo límpido que acariaba con 
la brillantez de sus fulgores y en el que sólo dieciséis soldados 
argentinos, alentados por la serena arrogancia de los fuertes, 
pusieron en precipitada fuga á cuádruple número de veteranos 
chilenos (*) que combatieron auxiliados por las indiadas de 
Queupo, Paineo y Nahuel), tres de nuestros beneméritos veté- 
is) «El comandante Díaz en su parte oficial manifiesta: que tras la batidera par- 
« lamentaría alzada por el eneiHigo, tnarchaha uua compatlia de iiifatiicria clii- 
n leita desplegada eti guerrilla y que temiendo le acouteciera lo que á otras 
« comisiones mandó romper el fuego. En efecto, el capitAn Crouzeilles y tcnicn- 
« te Lascano fueron asesinados de un modo misterioso. En medio del combate 
« el enemigo inició toques de corneta y el capitán mandó cesar el fuego. Momen- 
« tos después los oficiales argentinos eran muertos alevosamente y sin darles 
« tiempo para defenderse. Entre los adversarios vióse un oficial con revólver 
« y espada en mano que les animaba». (Diario de la Comandancia de la Divi- 
sión, llevado por el teniente Oliveros Escola). 

(*) «El enemigo cargó á la bayoneta á nuestros valientes hasta la distancia de 
(( treinta pasos donde fué obligado á dar la espalda, abandonando, acto continuo, 
« cristianos é indios el campo de combate llevándose numerosos heridos. (Parte 
del coronel don Enrique Godoy). 

(») Los fusiles y correajes quitados á los soldados chilenos fueron cortcsmen- 
te devueltos al gobierno de aquella nación por el argentino. La espada de uno 
de los oficiales, de empuñadura de bronce con la «estrella solitaria del Pacífi- 
co» en relieve, se conservó durante varios años en la gobernación del Río 
Negro. 

(*) «La lección dada á los chilenos que han hecho causa común con los salvajes 
« ha sido tan tremenda como merecida. Es bueno que se vayan acostumbrando 
« nuestros pérfidos vecinos á dar la espalda á nuestros soldados en proporción 
<( de uno contra diez^ como ha sucedido en la brillante acción dirigida por Vd. 
« y tanto dice en honor de su valor y pericia reconocida». (De la carta que el co- 
ronel Godoy dirigió al comandante Díaz el 21 de febrero de 



- 244 - 

taños rindieron á la patria en la desigual acción el extremo 
tributo de la sangre, y sus nombres deben conservarse para 
que sus hermanos de armas los recuerden ^empre que el 
cumplimiento del deber los llame á desafiar peligros y pena- 
lidades: 

Esteban Godoy 



} 



^ , ^ , . Muertos 

Pedro Leal 

Domingo Ríos — Herido 

Luego de recoger las armas dejadas por el enemigo en el 
campo y colocar el herido en el único caballo sano que que- 
daba, se retiró Díaz con rumbo á la Laguna Aluminé, en donde 
lo alcanzaron una semana después los refuerzos que, al mando 
del mayor Vidal, envió el jefe de la brigada en previsión de 
otro ataque y hasta tanto el general Villegas adoptara las pro- 
videncias que se le recabaron en oficio del 22 de febrero. (*) 

Es sensible que no encuadre en esta crónica el estudio dete- 
nido de la intervención de nuestros vecinos en la guerra con- 
tra la barbarie, pues, á par que evidenciaría la perfidia y desleal- 
tad de los aliados del salvaje, serían sus conclusiones asaz 
honrosas para los que se debatieron contra tanta asechanza y 
á unos y á otros flagelaron la espalda. Sobran los elementos 
de juicio y oportimamente he de explotar ese rico venero de 
revelaciones, sin otra intención ni más anhelos que propios y 
extraños puedan justipreciar el esfuerzo generoso y los ejem- 
plos de abnegación incomparable con que hermosearon aquella' 
campaña los veteranos de la división Villegas. 

Además, un sentimiento ingénito de justicia reclama se reme- 
more la actuación de los que sobresalieron en la doble lucha 
por la civilización y la soberanía; entre los que ocupa prominente 
lugar— por la sutil diplomacia con que previno mayores excesos 

«') «Las circunstancias especiales que rodean este acontecimiento por la inge- 
« rencia de tropas extranjeras, armadas de fusiles de precisión y de un modelo 
« desconocido para nuestros indios, el orden de formación observado en el ataque 
tt que sólo se adquiere mediante la Instrucción en los ejércitos regulares, y, por 
« fin, el uniforme de soldados que vestían, sugieren al insfrascripto serias con- 
u sideraciones por la nueva faz que va tomando esta guerra y tanto mas que es 
« el segundo hecho que se produce aparejado de las mismas circunstancias y 
« acerca del cual cree de su deber llamar la atención de U. S. de una manera 
« muy preferente y solicitar medidas é instrucciones especiales al efecto». (Nota 
del cotonel Godoy al general Villegas). 



-245- 

y la habilidad y energía que desplegó en la campaña— el jefe 
de la 2^ brigada, coronel Enrique Godoy, y los que ejecutaron 
las acertadas disposiciones militares con que refrenó los avan- 
ces ó debeló al adversario; así como también los manes de 
Crouzeilles, Nogueira, Lescano y demás víctimas propiciatorias 
de la traición y los odios menguados exigen que la verdad por 
amarga que sea se sobreponga á medrosos circunloquios y 
lapide perdurablemente á los aleves sacrificadores. 

Hecha esta aclaración, que he conceptuado necesaria para que 
resalte la razón por que silencio ciertos hechos, continuaré la 
crónica de los sucesos de la campaña. 

Mientras los acontecimientos narrados se desarrollaban había 
marchado (el 8 de febrero) el comandante Moritán con cuarenta 
y cinco soldados de su batallón, setenta y siete plazas de caba- 
llería y varios indios reducidos á construir el fuerte y cuarte- 
les de invierno para la guarnición que debía acantonarse en 
Junín de los Andes. 

Terminadas sus respectivas comisiones, tanto el jefe titular 
como su segundo, regresaron al campamento de Collón-Curá 
días antes que la 2^ brigada emprendiera la marcha de retorno 
á Fuerte General Roca. 

A este paraje llegó el 14 de abril de 1883; después de haber 
reducido á más de setecientos indios; obligado á Ñancucheo, 
el más recalcitrante de los caciques, á pedir por tres veces in- 
dulto para él y su tribu, jurando con un Cristo en las manos, 
según su propia afirmación, ser fiel y sumiso á las autoridades 
argentinas; dispersado ó despedazado á los salvajes alzados y 
entregado, en fin, á los pionners del progreso un espléndido 
territorio de dos mil cuatrocientas leguas cuadradas que tan- 
tas riquezas atesora y tan brillante porvenir promete. 

En la guarnición de Roca recibieron, como premio de las ac- 
ciones heroicas que el superior gobierno les había reconocido, la 
efectividad de teniente coronel el que lo era graduado D. Juan 
Gregorio Díaz, como también el nombramiento en propiedad de 
jefe del«2 de Infantería», (*)y sus despachos de capitán ytenien-* 

(>) El comandante Moritán se habfa hecho cargo del comando del 5^ de infan- 
tería el 28 de julio y con fecha 8 de agosto fué también nombrado 29 jefe del -«2 
de Infantería» el mayor don Rodolfo Kratzemsteing. 



- 246 - 

te respectivamente los dos oficiales que en la Trinchera y Piil- 
mary (generalmente conocido por *Lonquimay»), se destacaron 
arrogantemente entre los valientes que los acompañaron á de- 
safiar de cara al enemigo la soberbia de los salvajes y la per- 
fidia de sus aliados: Manuel Sontang y Carlos Wappers. 



LOS ÚLTIMOS VEINTE AÑOS 



En la linea de fronteras — De Boca á San Juan— Maroha penosa — 
Quarniclón en Formosa — Bevoluoión de 1890 — Bn el Betiro — 
Entrada á la Plaza Libertad — Cantón de Talcahuano y Para- 
guay — Lucha encarnizada — Custodiando el palacio de gobierno 
— Sorpresa — Decisión de los combatientes — Muertos y heridos — 
Bemonta — Campamento en Maldonado — Maniobras en el Talar 
de Pacheco — Bevolución del 93 — Marcha al Bosario — Cambios 
en el comando— Movilizaciones — Extinción de la langosta — La 
custodia del armamento — Instrucción de conscriptos — Creación 
del 2^ batallón — Intervención á Buenos Aires— Las huelgas — 
En Bahia Blanca y la Cordillera — Conclusión. 

Con la expedición de que me he ocupado se solucionó com- 
pletamente el problema secular que tantos desvelos y sacrifi- 
cios había proporcionado desde la época de la conquista y las 
unidades del ejército á que cupo la honra de concluir con la 
prepotencia indómita del salvaje fueron distribuidas convenien- 
temente en guarniciones y puestos avanzados. Tocó al «2» 
continuar acantonado en General Roca, de donde desprendió 
varios piquetes con la misión de cubrir la línea de los fortines, 
que han sido, en su mayoría, la base de centros de población 
llamados á convertirse, en un futuro no lejano, en emporios de 
riqueza y progreso. 

En los años que mediaron hasta el de 1887 fué para la tran- 
quilidad y seguridad de los habitantes de aquellos lugares in- 
dubitable prenda de garantía, sin que en sus filas ocurriera du- 



— 248 - 

rante ese lapso mayor novedad que la introducida en su orga- 
nización por el decreto del 14 de marzo que derogó los 
términos del de fecha 31 de enero de 1883. 

Mediante esta resolución gubernativa, que con tino y enco- 
miable acierto se fundó en que «los antiguos números de los ba- 
« tallones significan glorias adquiridas y representan una tradi- 
« ción que conviene recordar», el 12 de infantería recuperó el 
propio y en su reemplazo se completó al «Regimiento 2» de la 
misma arma con el de igual número de la guardia nacional de 
Buenos Aires. 

Así reorganizado el cuerpo, marchó su primer batallón, en 
junio de 1887, con destino á San Juan y orden de efectuar la 
travesía entre puntos tan equidistantes valiéndose de sus pro- 
pios elementos. 

A la sazón el ganado de que disponía el regimiento era su- 
mamente escaso y se hallaba tan trasijado que en las primeras 
jornadas, cuando sólo había traspuesto cuarenta leguas, quedó 
en su mayoría aplastado; viéndose obligada la tropa á continuar 
la marcha llevando unos soldados las cabalgaduras del cabestro 
mientras que otros lo hacían cargando en hombros el recado, 
pues ni aun éste soportaban las bestias cansadas. 

Para imaginar los sufrimientos que tal situación les deparaba 
es preciso tener en cuenta que ya las jomadas se hacían por 
entre las estribaciones del maciso Andino, atravesando riscos 
y quebradas, hollando terrenos fangosos en ocasiones, ásperos y 
pedregosos generalmente, que bien pronto gastaron el calzado 
de la tropa colocándola en condiciones indecibles; pero, no obs- 
tante los extraordinarios esfuerzos que á diario los fatigaban, 
el azote de la nieve que atería sus miembros en aquellas no- 
ches pasadas al raso, el desamparo que los circuía y la desnu- 
dez que hacía doblemente sensibles las penalidades, soportaron 
los soldados del «2» la marcha con raro estoicismo durante tres 
largos meses, dejando una vez más evidenciada la resistencia, 
energía y vigor increíbles que nuestros veteranos despliegan 
cuando la voz del deber y el mandato de sus jefes los incita 
á satisfacer las más rudas obligaciones. 

Puede ésta señalarse como una de las más difíciles y azaro- 



- 249 - 

zas que ha realizado la infantería reducida á sus propios me- 
dios, sufriendo sin abrigo las inclemencias invernales, la falta 
absoluta de recursos y las necesidades inherentes al tránsito en 
parajes desiertos y, sin embargo, el batallón llegó á Mendoza 
en condiciones regulares el 24 de septiembre y tras breves 
días de descanso continuó su itinerario hasta San Juan, sal- 
vando la distancia que á ambas ciudades separa en ferrocarril. 

En este último punto prestó servicio de guarnición hasta el 
1° de enero de 1900, fecha en qué retomó á Mendoza para se- 
guir, quince días después, viaje al Rosario y de ahí pasar á la 
frontera de Formosa con el cometido de relevar en la línea de 
fortines al 7 de infantería. 

Sólo cuatro meses permaneció cubriendo ese servicio, de- 
bido á que en los primeros días de mayo recibió su comando 
la orden de trasladarse á Puerto Barranqueras para formar 
brigada con el 8 de infantería y 6 de caballería (') y seguir em- 
barcado á la Capital Federal, en razón de que se sentían las pri- 
meras manifestaciones del movimiento armado que preparaba 
la Unión Cívica. 

Llegado que hubo á Zarate bajó á tierra y se le mantuvo 
acuartelado hasta el 19 de julio, día en que continuó hasta Bue- 
nos Aires para ocupar el edificio de la aduana vieja. 

Apenas alboreaba el 26 de aquel mes, cuando varias unidades 
del ejército, confabuladas con el grupo dirigente de la Unión 
Cívica y la masa popular que se sentía enardecida por la vi- 
brante propaganda de la prensa independiente y la oratoria 
persuasiva de las conferencias públicas, tomaron posesión del 
«Parque de Artillería» y sus inmediaciones, en abierta rebelión 
contra la autoridad nacional, que en los días ardorosos de la lucha 
mereció ser tildada con el neologismo gobierno del tiñicato. 

Los revolucionarios, bajo la dirección militar del general Ma- 
nuel J. Campos,' tendieron la línea de cantones y manteniéndose 
á la defensiva, sin causa real que justificara tal actitud, dieron 
sobrado tiempo á que las fuerzas que permanecieron leales al 
gobierno de Juérez Celman se concentraran en el Retiro. 

(') La jefatura de esta brigada quedó á cargo del comandante Belaunde, cjue 
iQ^ndabí^ A I4 sazón el 8 de Infantería, 



- 250 - 

Cupo al «2 de Infantería» ser el primero de los cuerpos fieles 
que acudió al punto de cita, al que concurrió con solo 119 plazas 
debido á que las restantes, in<51usive la banda, fueron destinadas 
á custodiar el Palacio de gobierno C). 

Los batallones que sucesivamente se incorporaron fueron for- 
mados en columna de masas, á cuyo frente se colocó el ministro 
de guerra, general Nicolás Levalle, para llevarla personal- 
mente al fuego. 

Ocupó la cabeza el «2 de Infantería» seguido por el 4 y el 6 
de la misma arma, al mando respectivo de los comandantes 
Kratzenteins, Reyes y Parkinson, y á continuación el cuerpo 
de bomberos, otro de vigilantes y el regimiento 11 de caballería 
que cerraba la marcha. 

Estas fuerzas, á son de música y con toda decisión, avanzaron 
por la calle Santa Fe y en la de Cerrito oblicuaron hacia el 
sur. Los sublevados que ocupaban las azoteas de los edificios 



O El efectivo del cuerpo en aquella jornada se descomponía así: 



Platta iitaycr 

Coronel Miguel E. Molina 

Teniente coronel Rodolfo Kratzensteln 
Cpts. ayudantes- Pedro Recuera, Car- 
los Wappers y Martin G. de San 
Martín. 

Banda de música 

Director Pedro Palavecino 

Sargentos 5 

Cabos 5 

Músicos 11 



Compañía granaderos 

Capitán Juan B. Cambas. 
Teniente 1" Félix Pineda. 
Teniente 2^ Juan Covaro. 
Subteniente Ricardo Perclra. 

Sargento'^ 2 

Cabos 3 

Trompa 1 

Tambor 1 

Soldados 30 

Jefes 2 

Total Oficiales 16 

Tropa 213 

Total 231 



Primera compailia 
Capitán Juan L. Correa. 
Teniente 2° Luis Llames. 
Subteniente Jaime Croomcr. 

Sargentos 3 

Cabos 4 

Tambor l 

Soldados 34 

Sí'gunda compañía 
Capitán José M. Castro. 
Teniente '2^ José Sas«íi. 
Subteniente Mauricio N. Sola. 

Sargentos 3 

Cabos 5 

Trompa i 

Soldados 38 

Compañía cajsadores 
Capitán Rodolfo L. Correa. 
Subteniente José M Bertres. 

Sargentos 2 

Cabos 6 

Tambor 1 

Soldados 57 



- 251 - 

con frente á la última y la enfilaban con su artillería, rompieron 
tan nutrido fuego sobre la columna que la cortaron en dos 
trozos, colocándola en situación sumamente dificil, pues en 
aquella masa encerrada en la cal?;ada no se desperdiciaban las 
balas. Un segundo de hesitación la hubiera perdido; pero los 
jefes de los bizarros batallones acometieron resueltamente á su 
frente para dominar toda la plaza Libertad y sus inmediaciones, 
lo que consiguieron en breve, desalojando al adversario de sus 
posiciones. 

Inmediatamente el «2> se adueñó de la esquina formada por 
las calles Libertad y Paraguay y desprendió dos compañías al 
mando del capitán Cambas, para ocupar un cantón en Paraguay 
y Talcahuano. Sobre éste convergieron, acto continuo, los fuegos 
de las posiciones avanzadas del enemigo y á raíz de sostenido 
tiroteo iniciaron los cívicos el avance con tanta decisión que 
hubo necesidad de reforzar el punto con el resto del batallón 
para resistirlo primero y luego rechazíirlo. Cinco muertos, 
veintitrés heridos y el capitán Wappers contuso, fué para el 
cuerpo el resultado de esta acción parcial. 

Como esta posición avanzada era batida con encarnizamiento 
y solo la defendían noventa y un soldados, se resolvió reforzarla 
con ochenta plazas del 6 de infantería, al mando del capitán 
Carlos Carpi, y dos piezas de artillería con su dotación corres- 
pondiente de sirvientes, que dirigía el capitán Rafael Aguirre. (') 

Al día siguiente se generalizó el combate con igual tesón que 
el anterior, manteniéndose con pertinacia el fuego hasta las 
10 a. m., en que la tregua pactada para enterrar los muertos y 
atender los heridos lo suspendió momentáneamente; pero en la 
tarde continuó con algunas intermitencias hasta que la capitula 
ción del 28 ultimó al movimiento subversivo en que ambos 
adversarios hicieron derroche de valor y evidenciaron soberbio 
desprecio por la vida. (*) 

l») «Con anticipación fueron colocadas dos piezas de ariillcría del regimiento 2 
« á las órdenes del capitán D. Kafacl Aguirre, que fué iierido en las dos piernas 
« ocupando su puesto en el combate dignamente, quedando al mando de ellas el 
« teniente 1° D. Eduardo Villarruel». (Parte del jefe del «2 de Infantería»). 

(«) Seria incurrir en injusticia si se hicieran excepciones al mencionar tales ó 
cuales combatientes, puesto que todos lucharon con igual arrogancia; lo prueba 
el hecho asaz ^^ugestivo que tanto en los partes de los revolucionarios como los 



^ 252 -^ 

Mientras se producían los hechos que he relatado, con la com- 
pañía y la banda del «2» que custodiaban al Palacio de gobier- 
no, á órdenes inmediatas del capitán Reguera y subteniente 
Sola, y piquetes de bomberos, vigilantes y marineros, se organizó 
una línea de cantones hasta la calle Florida y el servicio de 
rondines en dos cuadras A todas direcciones de la plaza Victoria. 
Estas fuerzas habían llegado á sumar doscientos veinte hombres 
cuando el coronel Molina, que ejercía su mando superior, recibió 
orden del ministro de guerra de cubrir la calle Piedad desde 
Cerrito á Talcahuano y en su cumplimiento avanzó por la pri- 
mera; pero, al llegar á la última de las calles mencionadas, fué 
sorprendido por el fuego violento que partía de los cantones 
formados por los cívicos. Con tropas tan hetereogéneas y te- 
niendo al frente un adversario perfectamente resguardado que 
lo enfilaba por el frente y la retaguardia y lo dominaba con 
sus descargas, fué el combate de corta duración, viéndose pre- 
cisado el coronel á abandonar el punto, no obstante la firmeza 
con que se sostenía una parte de la fuerza emulada por el 
ejemplo de los soldados del «2» ('). Con veintiún hombres fuera 
de combate, entre muertos y heridos y dejando dispersos algunos 
vigilantes, bomberos y marineros, se corrió hacia la calle Riva- 
davia, en donde reorganizó los piquetes, dividiéndolos en dos 

producidos por los Jefes leales, se cita entre los que sobresalieron á los que actua- 
ron. Evidencia esta circunstancia el parte pasado por el comandante Rodolfo 
Kratzenstein, cuyos últimos párrafos transcribo A continuación, por emanar de^ 
jefe del «2 de Infantería»: 

«Me permito citar los nombres de los jefes y oficiales que A mis órdenes se 
€ encontraron y que V. S. sabe cómo se distinguieron: 

^Teniente coronel: Maximino Rendón. 

• Capitanes: Carlos Carpi (del 6), Rafael Aguirre (del 2 de artillería). Ramón 
«Ruíz (del 1° de artillería), Carlos Wappers y Juan R. Cambas (del «•2»). 

uTcftiettíes los: Cosme Caraball y Eduardo Villarruel (del 2 de artillería). 

M Temefites 2os: SalusUano Gómez y Manuel Maciel (del b), Antonio G. Reinoso 
« (del \^ de artillería), Emilio Ledesma idel 2 de artillería), Luis Llames. Juan 
« Covaro y José Sassi (del «2.). 

u Subtenientes: Pedro L. Cáceres (del 6), Teodomiro Garro (del 2 de artillería), 
« Jaime Croomer, José M. Bertres y Ricardo Pereira vdel «2») y Gregorio Zeballos 
« ^de gendarmes de Santa Fe)». 

(*) Al ocuparse en el parte oficial el coronel Molina de las acciones distinguidas, 
hace plena justicia A los soldados de su cuerpo al afirmar: 

«Debo también llamar la atención de V. E. sobre el comportamiento del piquete 
« del «Batallón 2 de línea» A las órdenes del subteniente Sola, que no se conmovió 
« al recibir las primeras descargas A boca de jarro, sin embargo de haber sido 
« sorprendido». 



- 2^ - 

g^rupos que quedaron: el primero al mando de los comandantes 
Berón, Vivot y Rawson, capitanes Reguera y San Martín y 
subtenientes Martínez y Sola y el segundo á órdenes inmediatas 
del comandante Icaza, teniente de navio Aguirre, capitanes 
Rodríguez y Mejías y el teniente ingeniero Dionisio C. Meza. 

A esta altura de los sucesos" dispuso el comandante en jefe 
de las fuerzas leales que las á cargo del coronel Molina se 
concentraran en el Retiro, lo que efectuaron para, al día siguiente, 
avanzar hasta la plaza Libertad y de ahí fueron destinadas á 
ocupar nuevamente el Palacio de gobierno y la plaza Victoria, 
acantonamiento en que permanecieron hasta que la revolución 
quedó completamente dominada. 

Durante tres días, en fin, se había peleado con pequeñas 
treguas y encarnizamiento tan marcado, que en algunos en- 
cuentros las líneas se foguearon á menos de treinta metros. 
Bastaría esta circunstancia para evidenciar la tenacidad desple- 
gada en la lucha sino la abonara el cupo enorme de los caídos 
que llegó en algunas unidades á. la mitad del efectivo. Puede 
entre éstas citarse al «2 de Infantería», que de 119 plaza dejó 
en el sitio de la lucha trece muertos y cuarenta y nueve heri- 
dos C). 

No es, por consiguiente, aventurado afirmar que en aquel 
momento histórico la entereza legendaria de los veteranos que 
chocaron con los apasionados soldados-ciudadanos fué sometida 
á ruda prueba y ello es lógico ya que á ambos adversarios los 
animaba la misma sangre ardiente y generosa que bulle en los 
argentinos cuando el traqueo de la fusilería y la bronca voz 
del cañón los llama con el fascinador magnetismo del combate 
á sacrificarse en aras de un ideal, á luchar por un principio ú 
oponer la muralla de sus pechos esforzados á todo aquello que 
pueda vulnerar la grandeza nacional. 

Y, en efecto, en el duelo fratricida del 90 los soldados del «2», 



O Fueron mtieftoA en la jornada de julio: 
Cabo 2«— Ramón Duran. 

Soldados— Rufino Ferreira, Juan Carrizo, Alberto Torres, Braulio Morórt. 
Jacobo E. de Grot. Fructuoso Cepeda. Francisco Ocarapo, Ger- 
vasio Acosta, Carlos Perelra, Juan Robledo. José Panelo y José 
Balbania. 



- 2:>4 - 

como todos los que permanecieron fieles al gobierno constituido, 
tuvieron á su frente un adversario digno de su empuje, que 
mereció del vencedor ser saludado en términos de nobleza y 
justicia tan acentuada que el olvido jamás borrará: «Adversa- 
« sarios de ayer, dijo en su proclama el general Le valle, volved 
« tranquilos á \aiestros hogares y decid á quien quiera oirlo 
« que os habéis batido como saben batirse siempre los argen- 
« tinos y que tenéis el derecho de ser tratados con el cariño 
« y la estimación que inspiran los valientes!» 

Pacificada la capital y remontado el «2 de Infantería» con 
tropa entresacada de la sublevada en el cuerpo de ingenieros, 
regimiento 1^ de artillería y batallones 5°, 9° y 10 de infantería 
O pasó á ocupar el cuartel cito en las calles Brasil y San José, 
quedando así comprendido en las fuerzas de la guarnición; pero, 
como se temía se reprodujeran los movimientos subversivos, 
pues los jefes revolucionarios continuaban conspirando para 
voltear la situación imperante, se le ordenó pasara á campar 
en Maldonado, punto que había sido designado para concentra- 
ción de las fuerzas en que las autoridades cifraban su confianza. 
Despejada la pesada atmósfera política que los sucesos de julio 
habían formado, regresó el cuerpo á acuartelarse en el Retiro. 

Allí permaneció durante dos años y fué removido para incor- 
porarlo á las fuerzas destinadas á actuar en las grandes manio- 
bras que se realizaron teniendo por objetivo el Talar de Pacheco 
y le cupo lormar parte de la división que tanto se distinguió 
operando á órdenes superiores del general Nicolás H. Palacios. 

Concluido el período de instrucción práctica, regresó nueva- 
mente á su cuartel (*), en el que permaneció hasta el 5 de abril 
de 1893, siendo en esa fecha designado para formar parte de 
la división acantonada en Santa Catalina. 



(*) Por decreto del 4 de aposto se remontó su efectivo á cuatrocientas plazas^ 
que se dividieron en cuatro compañías, designándose para el comando á un coro- 
nel; un teniente coronel y un mayor. Posteriormente, con fecha !• de diciembre, 
fueron nombrados para ocupar esos puestos el coronel Rodolfo Kratzenteins, el 
comandante Juan L. Correa y el mayor Carlos Wappcrs. 

(*; Ya en esta época desempeñaba la Mayoría del cuerpo el mayor José M. 
Castro por enfermedad del de igual graduación Carlos Wappers, que, por decreto 
de 6 de octubre de 1902, continuó revistando en las listas de esta unidad en con- 
dición de «agregado». 



— 255 — 

Producidos los sucesos revolucionarios de aquel año, que 
conmovieron intensamente á varios estados de la República, 
fué el «2» llamado á la capital, encomendándosele el servicio 
de guardia del Palacio de gobierno. Sólo un mes (el de mayo) 
permaneció desempeñándolo, pues, habiéndose reagravado la si- 
tuación en el Rosario, se le destinó á incorporarse á la división 
que en San Nicolás organizó el teniente general Julio A. Roca 
O para operar sobre la plaza en que los radicales se habían 
concentrado. 

Como simultáneamente con ésta convergieron sobre el grueso 
revolucionario las divisiones del norte y del oeste y habían 
fallado algunos elementos que antes de estallar el movimiento 
creían adictos, los sublevados se consideraron impotentes para 
medirse con las fuerzas leales y optaron, después de analizar 
detenidamente la situación en una junta de guerra, por disper- 
sarse, refugiándose en la vecina república los más comprome- 
tidos; disgregación que hizo innecesario el avance de la división 
que operaba al sur y consiguientemente acarreó su disolución 
y el retorno del «2» al campamento de Santa Catalina. 

Un mes después (el 28 de noviembre) se dispuso para marchar 
nuevamente al Rosario con el cometido de prevenir y dominar 
en caso extremo un segundo levantamiento de los partidarios 
intransigentes de la fracción política que había establecido allí 
su cuartel general/ Su presencia, unida á la circunstancia de no 
haber encontrado eco en la opinión los afanes perturbadores de 
los motineros, hizo fracasar la tentativa; no obstante quedó de 
guarnición próximamente tres años y fué esta estadía la mejor 
prenda de paz y tranquilidad que se pudo ofrecer al vecindario 
laborioso. 

Durante su permanencia en aquella ciudad reemplazó en el 
comando del regimiento el coronel Mulleady al de igual gra- 
duación Rodolfo Kratzenteins, ocupó la jefatura del batallón el 
teniente coronel Carlos Wappers, continuando como 2^ jefe el 

(O Componíase esa división de las siguientes unidades: 

Batallón «2 de Infantería >, regimiento de caballería movilizado en San Nicolás, 
dos batallones de infantería movilizados, batallón de infantería movilizado en Ra- 
mallo, dos compañías de vigilantes de la policía de la capital, y una batería del 
regimiento 2 de artillería. 



-256 - 

que lo era desde cuatro años atrás, mayor José M. Castro; 
cambios que se produjeron en virtud de lo establecido por el 
decreto del 20 de septiembre de 1895. 

La movilización operada en 18% lo obligó á abandonar el 
Rosario el 8 de abril para incorporarse á la brigada que se 
organizó con la clase de veinte años en el campamento de la 
«Calera» (provincia de Santa Fe) y siempre sirviendo de es- 
cuela de instrucción á los guardias nacionales que hacían el 
aprendizaje de la noble carrera pasó á la estancia «La Grande», 
para luego trasladarse al campamento formado en «El Polí- 
gono». Terminada la misión en que sus veteranos ejemplariza- 
ron á los soldados bisónos, retomó el 10 de julio á su primitiva 
guarnición para ocuparse con particularidad en el servicio de 
custodia de los penados recluidos en la penitenciaría. 

Razones de tan alto orden que involucraban hasta el posible 
sostenimiento con las armas de derechos tan caros como ina- 
llanables, indujeron al gobierno á movilizar en 1897 una vez 
más la guardia nacional de veinte años, repartiéndola en cam- 
pamentos apropiados é interpolándola con los cuerpos de pri- 
mera línea para hacer más factible su enseñanza. Con tal pro- 
pósito el «2» fué embarcado en el ariete torpedero «Maipú» y 
trasladado al campamento del «Arroyo de las Conchas» en 
que se hallaba concentrada la clase proveniente de las pro- 
vincias de Corrientes y Entre Ríos. Tres meses permaneció 
entregado á ejercicios prácticos que servían de norma á los 
cuerpos de reciente formación, que se ensayaban en la más 
grande de las misiones que al verdadero ciudadano compiten 
cual es la de prepararse para defender el suelo sagrado de la 
patria. 

Producido el hcenciamiento regresó nuevamente al Rosario 
y acto continuo fué destinado á extinguir la langOvSta que ha- 
bía invadido en mangas considerables el territorio de Santa Fe. 
£ste servicio, tan ajeno á la acción privativa de las unidades 
armadas que el solo hecho de ordenarlo implicaba el descono- 
cimiento del cometido fundamental que les concierne, obligó 
á dividir el cuerpo en numerosos destacamentos que actuaron 
durante nueve meses repartidos en Melicué, Villa Casilda, 



- 257 -" 

Cañada de Gómez, Villa Constitución, El Trébol, Irigoyen, Las 
Rosas, San Martín, Las Yerbas y otras localidades que la avi- 
dez de los ortópteros asolaban y si fue' satisfactoriamente lle- 
nado perjudicó, en cambio, la instrucción de la tropa que, so- 
metida á tan ruda é inapropiada tarea y subdividida como 
estaba, no podía recibirla á diario ni en condiciones regu- 
lares. 

Recién el 17 de febrero de 1898 fué relevado de esta ingrata 
carga y destinado á la guarnición de Buenos Aires, no pu- 
diendo en la movilización que se siguió concurrir á prestar su 
concurso para la instrucción de los conscriptos, debido á que 
se le encargó la custodia del armamento nacional, con cuyo 
objeto dividió su efectivo en veintitrés puestos para cubrir 
el servicio de destacamentos en el Arsenal Principal de Gue- 
rra y depósitos de la guardia nacional de la capital federal, La 
Plata y Rosario. 

En los últimos años á que refiero y posteriormente fueron 
las unidades de la línea las que sobrellevaron el mayor re- 
cargo, puesto que equivalían al eje del ejército que en el caso 
extremo había de sacar airosos los derechos de la nación que 
desde tiempo atrás se veían amenazados por el prurito insano 
de expansión y predominio que ha dado características bien 
definidas á la acción diplomática de ultracordillera; eran ellas 
la academia práctica por que pasaban los conscriptos á par que 
daban sus instructores á la guardia nacional, que se aprestaba 
virilmente á compartir con los cuerpos de primera línea los 
peligros y laureles que la contienda les depararía. Mientras 
el pueblo se hallaba con las armas en pabellón esperando con 
la tranquilidad del fuerte el toque de generala, los hombres de 
gobierno procuraban en empeñosa tarea ultimar la debida or- 
ganización de las fuerzas para correr todo albur y bajo la in- 
fluencia de esa decisión cívica se resolvió nuevamente remon- 
tar los regimientos sobre la base de los batallones existentes 
C); disposición que se hizo efectiva en el «2 de Infantería» con 



(»j Por decreto del 17 de septiembre de 1898 se iotmó el 2<» batallón de qtte fué 
hombrado Jefe el teniente coronel D. Ricardo Cornell, distinguido y preparado 
militar y 2^ jefe el capitán don Ismael Lugones« La comandancia del 1er bata* 



- 258 - 

la incorporación de un mil cien conscriptos de la clase de 1877, 
qu^ recibieron la sólida preparación que es en esta unidad 
idiosincrática. 

Causas de carácter económico obligaron el licénciamiento 
por sorteo de una parte de los conscriptos, y así reducido el 
efectivo del cuerpo fué comisionado, el 14 de febrero de 1899, 
para construir en Santa Catalina un polígono de tiro que utili- 
zaría en sus ejercicios la guardia nacional, obra que en sólo 
doce días dejó terminada y regresó á su cuartel de la capital 
para cuatro meses después trasladarse á la provincia de Bue- 
nos Aires á objeto de apoyar moralmente la intervención na- 
cional que, á cargo del Sr. Marco Avellaneda, hicieron indis- 
pensable las tropelías é incidencias provocadas por su gobernador 
el doctor Bernardo de Irigoyen y como fuera necesario afian- 
zar en los vecindarios el libre ejercicio del derecho de sufra- 
gio, se desprendieron del cuerpo varias comisiones encargadas 
de garantizarlo y guardar el orden en los comicios. Realizadas 
satisfactoriamente las elecciones y substanciadas las dificultades 
que indujeron á la autoridad federal á ejercitar su acción de 
acuerdo con los preceptos constitucionales, fué el «2» relevado 
de su cometido el 23 de julio. 

En el transcurso de los años 1900 y 1901 sus cuadros vetera- 
nos sirvieron á la instrucción de los conscriptos que le fueron 
adscritos de las clases del 79 )'' 80, como asimismo realizó di- 
versas excursiones de resistencia y enseñanza práctica del or- 
den de marchas hasta el Campo de Mayo. 

El movimiento de resistencia gremial operado á fines de 
1902, que adquirió faces bien definidas de desorden y extorsión 
obligando á las autoridades á cubrir con retenes los puntos á 
que concurrían los obreros, hizo necesaria la inten^ención de 
la fuerza de línea y el «2 de Infantería» fué designado para re- 
primir los excesos y amparar á los peones que en el Puerto y 
la Aduana continuaban en el trabajo, contra los atentados de 
los huelguistas más exaltados. 

Uón la desempeñaba ya su actual jefe, teniente coronel D. José M. Castro, en ra- 
zón de que el comandante Wappers la dimitió para trasladarse A Córdoba á 
objeto de atender su salud minada por la enfermedad que concluyó con ese bravo 
inteligente y pundonoroso militar. 



- 259 - 

Después de estos sucesos permaneció un año en su cuartel sin 
que se le demandara ningún servicio especial fuera de los que 
son comunes en la institución armada, hasta que en cumpli- 
miento de una resolución ministerial fué trasladado á la guar- 
nición de Bahía Blanca, en la que debía reemplazar al batallón 
1° de infantería montada. Embarcado en el transporte nacio- 
nal «1^ de Mayo» llegó á su destino el 13 de octubre de 1903 é 
inmediatamente desprendió dos destacamentos á Choele-Choel 
y General Roca con la misión de ' custodiar la sucursal del 
Banco de la Nación y el Presidio Militar, respectivamente. 

A la sazón se hizo sentir la necesidad de adscribirle una 
fuerza móvil que le facilitara llenar determinadas comisiones y 
en consecuencia se formó la «compañía de infantería montada» 
con personal seleccionado del mismo cuerpo. Destinada ésta 
en el mes de diciembre á cubrir el servicio que en la gober- 
nación del Neuquén prestaba antes el regimiento 7® de caba- 
llería, recibió en la Confluencia los elementos indispensables 
para el acarreo de las cargas consignadas á las autoridades 
civiles y militares, como también los que le eran precisos para 
ejercer con regularidad la policía en los boquetes andinos, co- 
metido que se encomendó al celo del teniente 1° Guillermo 
Valotta. 

En la actualidad (1° de enero de 1904) el «2 de Infantería» 
tiene su plana mayor radicada en la guarnición de Bahía 
Blanca, ur. destacamento en Choele-Choel y otro en Roca y la 
«compañía montada» A que antes he aludido, compuesta por 
ochenta individuos de tropa al mando del teniente 1** Guiller- 
mo Valotta, teniente 2° Franklin Olmos y subteniente Enrique 
Lalucat, destacada en pequeños puestos desde la Confluencia 
hasta los boquetes que comunican con la república vecina y 
entregada á la misión de facilitar las comunicaciones entre los 
centros poblados y la más interesante aun de sanear aquellas 
apartadas regiones de los elementos viciados con que las in- 
festa la proximidad de la línea fronteriza. 



« 260 - 

He cumplido la tarea que voluntariamente me impuse de 
hacer la crónica de la actuación del *2 de Infantería», seducido 
por los rasgos de abnegación y heroísmo con que ha jaloneado 
su carrera. 

A darla á la imprenta me anima la íntima convicción que— 
si bien aparecerá despojada de mérito literario é interés na- 
rrativo—es, en cambio, fiel reflejo de una intención tan sincera 
como patriota, puesto que sólo tiende á ejemplarizar, ya que 
toda ella se ha encuadrado en la premisa que más hiere la 
imaginaci'^n la descripción desnuda de un hecho real que cual- 
quier ficción ricamente engalanada por la fantasía, en razón de 
que el sujeto se considera siempre poseedor de condiciones 
que lo habilitan para reproducir lo que otros han ejecutado y 
muy particularmente porque existe en la generalidad de los 
ánimos una intuición emulativa que incita á trillar las huellas 
trazadas por los que han sobresalido merced á sus acciones ó 
á su carácter. Tal inclinación instintiva ha convertido á la 
«historia» en la fuente más práctica y eficaz de instrucción cí- 
vica y es lógico recurrir á ella cuando se procura excitar la 
pasión altruista y generosa que debemos á la patria. 

Al ofrecer, pues, esta crónica á los soldados de la unidad 
que desde el 29 de mayo de 1810 á nuestros días ha recorrido 
sin hesitaciones ni debilidades que desnaturalicen su acción la 
senda del deber militar, me asiste la creencia que se inspira- 
rán en las enseñanzas que emergen de los hechos relatados 
para revestirse del mismo ardor y anhelos que estimularon á 
nuestros antepasados, siempre altivos, bravos y abnegados, 
para burilar con caracteres indelebles en los anales patrios ha- 
zañas de atletas que realzan el honor de las armas argentinas. 



CAMPAfTAS, EXFEDICIOITES 

7 

funciones de ^erra 



Ira. ÉPOCA 



Expedición contra los reaccionarlos 

Aprehensión de éstos. 
Ataque á Cotagaita. 
Batalla de Suipacha. 

Campana al Parajjnay 

Toma del Campichuelo. 
Combate de Maracaná. 
Combate de Paraguary. 
Combate de Tacuary. 

Campaña de oriente 

Batalla de Las Piedras. 
1er. sitio de Montevideo. 
Combate del 10 de junio. 

Expedición auxiliar del PerA 

Batalla de Salta. 

2^* sitio de Montevideo 

Combates con la Fortaleza del Cerro. 
Rechazo del Cuerpo de Sevilla. 
Ataque á la Fortaleza del Cerro. 
Combate de Las Piedras. 
Expedición contra los artiguistas. 

Expedición contra Borges 
Expedición de La Madrid 

Acción de Y a vi. 



- 264 - 

Sorpresa de Cangrejillos. 

Ataque de Tarija. 

Combates en Concepción. 

Sorpresa de Cachimayo. 

Ataque á Chuquisaca. 

Combate del Abra de las Carretas. 

Combate de Sopachuy. 

Expedición contra los montoneros 

Combate de Fraile Muerto. 

Guerrillas contra los montoneros. 

Combate de Herradura. 

Escaramuzas. 

Toma del Fuerte del Tío. 

Expedición contra Ramírez 

Combate del vSauce. 
Combate de Cruz Alta. 
Persecución de montoneros. 

2^ ÉPOCA 



Guerra del Brasil 

Toma de Bage. 

Guerrillas en las Sierras. 

Ocupación de San Gabriel. 

Ituzaingó. 

Incursión á las sierras. 

Vigilancia de la Laguna Merím. 

Expedición de Paz á Córdoba 

Guerrillas en las goteras. 
Combate de San Roque. 

Invasión de Qulro^a 

Batalla de La Tablada. 
Segunda acción de La Tablada. 

Campaña contra los montonero i 
Sej(unda Invasión de Qnlrojta 

Batalla de Oncativo. 



^ 265 - 

Qnerra del litoral 

Expedición de La Madrid. 
Combate contra los montoneros. 
Escaramuzas. 

Retirada de La Madrid 

Combate de La Cindadela. 

3^ ÉPOCA 

Defensa de Bnenos Aires 

Rechazo del coronel Rivero. 

Guerrillas diarias. 

Reconocimiento del 25 de diciembre. 

Salida del 1° de enero. 

Avance del 21 de enero. 

Combate en el Hueco de los Sauces. 

Segundo combate en el Hueco de los Sauces. 

Combate del 2 de junio. 

Salida del 20 de junio. 

Reconocimiento del 11 de julio. 

Campafla contra La^os 

Observación de los invasores. 
Combate del Tala. 

Canpafla contra Callvocnrá 

Combate de Sierra Chica. 
Combate de Tapalqué. 

Sablevacidn de lejflonarlos 

Ocupación de Bahía Blanca. 

Expedición contra Coliqneo 

Combate de Cañada de los Leones. 
Internación en el desierto. 
Combate de Chiquilofó. 
Avance de la línea de fortines. 

Qnerra con la confederación 

Encuentro del 2 de agosto. 
Batalla de Cepeda. 
Retirada sobre San Nicolás. 



- ^6 - 

Combate naval. 
Defensa de Buenos Aires. 
Batalla de Pavón. 
Ocupación del Rosario. 

Fortificación de Martín García 

Guerra del Paratfnay 

Toma de Corrientes. 

Combate de Yatay. 

Sitio y rendición de Uruguayana. 

Paso de la Patria. 

Ocupación del campo atrincherado. 

Sorpresa del 2 de mayo. 

Reconocimiento del 9 de mayo. 

Escaramuza en Paso Sidra. 

Batalla de Tuyutí. 

Ataque del -Boquerón. 

Reconocimiento de posiciones paraguayas. 

Asalto de Curupaity. 

Flanqueo de Tuyu-Cué. 

Reconocimiento de Paso Fretes. 

Ocupación de Paso Pucú. 

Expedición contra Cáceres 

Represión del bandolerismo 

Expedición á la frontera sur 

Primera guerra de Entre Ríos 

Segunda expedición á la frontera sur 

Combate del 11 de agosto de 1871 
Batalla de San Carlos. 

Expedición á la frontera norte 

Combate de Laguna del Mono. 
Combate del 24 de agosto de 1872. 
Combate de Fortín Vigilancia. 

Segunda guerra de Entre Ríos 
Revolución de septiembre de 1874 
Escaramuzas en Las Flores y Qnallcko 



- 267 



Avance á Trenqne-Lauqnén 



Combate del 10 de julio. 
Sorpresa de tolderías en Anquelén. 
Ataque á Malal. 

Expedición al Río Ne^ro 
ReVoInción de 1880 

Escaramuza con los sitiados. 
Intervención á Corrientes 
Avance á Fnerte 4*^ División 

Combate del desfiladero. 

Avance á Ñorqnin 

Expedición á los Andes 

Batida á Nancucheo. 

Batida á Reuque-Curá y Namun-Curá. 

Aprehensión de Mainquel.- 

Combate de La Trinchera. 

Persecución de Nancucheo. 

Batida á la Vega de Chcpelcó. 

Batida á Curuhué. 

Combate de Pulmarí (Lonquimay). 

Revolución de l8fNI 

Combates del 26, 27 y 28 de julio. 

Revolución de 1885 
'intervención á Buenos Aires. 



Página 

Pródromo 5 

Historia de los cuerpos 7 

1» ÉPOCA 

Creación del N" 2 de Infantería de línea*— Expedición contra los reaccio- 
narios—Organización de las fuerzas— Itinerario de las marchas— Apren- 
hensión de los reaccionarios— Ejecución— Toma de pueblos— Ataque á 
Cota gaita— Victoria de Suipacha— Fusilamientos 11 

Campaña al Paraguay.— Fuerzas expedicionarias— Invasión al Paraguay 
—Toma del Campichuelo— Combate de Maracaná— Combate de Para- 
guary— Retirada— Combate de Tacuar y— Armisticio 17 

Campafia de Oriente.— Refuerzos para la expedición— Separación de Bel- 
grano del mando— Victoria de Las Piedras— Asedio de Montevideo- 
Encuentro del 10 de junio— «Beneméritos en grado heroico» 23 

Expedición auxiliar del Perú.- Reorganización del Regimiento N^ 2— 
Conspiración de Alzaga— Marcha del «2» á, Tucumán— Juramento de 
la bandera— Batalla de Salta— Bajas comparadas del ejército y del 
«2»- Ocupación de Chuquisaca y Potosí -Refundición del «2» 25 

Segando sitio de Montevideo.— Nombramiento de Alvear— Fuerzas con 
que expedicionó— Combates con la Fortaleza del Cerro— Derrota del 
aCuerpo de Sevilla»- Capitulación— Toma de posesión de la plaza y 
fortaleza— Combate de Las Piedras— Regreso del «N° 2«— Beneméritos. 29 

Campañas de 1814 á 1817.— Cambios en el «Regimiento 2*— Marcha al norte 
—Conspiración contra Alvear— Desorganización— Refundición de los 
restos del «2»— Remonta del regimiento— Sorpresa del «Puesto del 
Marqués»— Sipe-Sipe— Apoyo del «Regimiento 2»— Gtiemes y Rondeau— 
Belgrano al frente del ejército— Reorganización— Sedición de Borges— 
Su fusilamiento— Premio A los pacificadores— Auxilios á Güemes— Ex- 
pedición de La Madrid— Varios combates— Retirada 35 

Querrá clVil.^Campafía contra López— Marcha del «2*— Combate en 
Fraile Muerto— Retirada de López— Combate de Herradura— Escara- 
muzas— Movimientos estratégicos— Toma del Fuerte del Tío— Armisti- 
cio— Reanudación de las hostilidades— Sublevación de Arequlto— Pacto 
—Combate con las montoneras— Intervención de Heredia— En la go- 
bernación de Córdoba 45 

Ett el caosé— El ejército del Alto Perú y el gobernador Bustos—Pacto 
del Arroyo del Medio— Sus consecuenclas-^Ramírez y Carrera en Cór- 
doba—Acciones del Sauce y Chaján— Combate de Cruz Alta—Perse- 
cución de los derrotados— Movimientos sediciosos— Conclusión de la 
ttl^ Época» i 58 



IV 

Página 

Jordán— Combate del 11 de affosto— Reconocimientos— Recelos indíge- 
nas— Venganza de Callvucurá— El malón— Decisión de Rivas— Fuerzas 
combatientes— Batalla de San Carlos— Lucha encarnizada— Acción 
brillante del «2» —Derrota de los salvajes— Rescate de botín— Bajas- 
Jefes y oficiales — Combate de Laguna del Mono— Acciones del li4 de 
agosto y 17 de septiembre— La guerra civil 201 

Revolución de septiembre.— Trabajos revolucionarios— Previsión del go- 
bierno—El general Rivas— Movimiento de fuerzas— Marcha del coro- 
nel Borges— Incorporación del «2»— Escaramuzas— Itinerario y perse- 
cución— Catriel— La Verde— Capitulación de Junin— De guarnición. . 215 

En la frontera.- Ocupación paulatina del desierto— Alsina y Roca— Tiem- 
po perdido— Angustias y penalidades— Proclama viril- Avance de la 
línea— Construcción de fortines— La zanja— Guerr» ofensiva— La acción 
del general Roca— Incursiones á los toldos— Combate del 10 de julio- 
Partidas volantes del «2»— Sorpresa de Anquelén— Expedición del co- 
ronel Villegas— Ataque á Malal— Toma de Pincén— Felicitaciones— 
En marcha al Río Negro- Ocupación de Choele-Choel— Jefes y oficiales 
expedicionarios 219 

De 1880 á 1882.— Revolución del K)— A bordo del uVillarino»— Sitio de Bue- 
nos Aires— Escaramuza— Combates -del 20 y 21 de junio— Desarme- 
Intervención á Corrientes— De Villa Mercedes á San Rafael— Marcha 
penosa— En 4* División— Pérdida de la caballada— Persecución Infruc- 
tuosa— Sorpresa— Avance de la línea— Fundación de CoUora-Có— Cambio 
de destino— A media ración— Entereza y resignación— En servicio de 
fortines 229 

Expedición á los Andes.— Avance de las fuerzas— Plan de operaciones 
—La 2* Brigada— En persecución de Ñancucheo— Expedición contra 
Reuque-Curá. Namum-Curá y Mainquel— Combate de La Trinchera— 
Los aliados del salvaje— Toma de la posición— Muerte de Xogueira— 
«Acción distinguida»— Nueva batida á Ñancucheo— En busca de Curá- 
Huincá y sus capitanejos— Cambio de campamento— En el valle de 
Pulmary— Combate del 17 de febrero— Indios y chilenos— Castigo de 
los felones— Derrota del enemigo— Toma de armas y pertrechos— Muer- 
tos del «2»— «Acción heroica»— Cuarteles de invierno— Resultados de la 
expedición— Ascensos y recompensas 235 

Los últimos Veinte años.— En la línea de fronteras— De Roca á San Juan 
—Marcha penosa— Guarnición en Formosa— Revolución de 1890— En el 
Retiro— Entrada á la Plaza Libertad— Cantón en Talcahuano y Pa- 
raguay-'Lucha encarnizada— Custodiando al palacio de gobierno— 
Sorpresa— Decisión de los combatientes— Muertos y heridos— Remonta 
—Campamento en Maldonado— Maniobras en el Talar de Pacheco- 
Revolución del 93— Marcha al Rosario— Cambios en el comando— Movi- 
lizaciones— Extinción de la langosta— La custodia del armamento— Ins- 
trucción de conscriptos— Creación del 2° Batallón— Intervención á Bue- 
nos Aires— Las huelgas— En Bahía Blanca y la Cordillera— Conclusióti, 247 






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